Hola, Julia:
Eres un encanto, mi crítico preferido. Te cuento (que no es un relato): Imaginar una historia, desarrollarla y escribirla en menos de diez días no es cosa fácil, máxime cuando tratas de poner originalidad en los temas. Los finales chico-chica fueron imposición de las editoriales. En aquella época, si la novela terminaba sin “Happy end” te la devolvían y no es que otra editora fuera a publicarla, no, no era así. Primero las imposiciones de la dictadura y luego las editoriales se apalancaron en el “American system”. Las películas de la época también terminaban “chico-chica-final feliz”. De todos modos, los profesionales seguimos luchando y cuando se podía, el final salía más a gusto del autor que del editor. El cine tenía las mismas exigencias y con el tiempo, los escritores fuimos limando los eslabones de las cadenas que nos comprimían. Los editores aseguraban tajantes: “Los lectores quieren un final feliz”, y nosotros escribíamos profesionalmente, como podía hacerlo un guionista de cine. No escribíamos para ganar premios (que los he ganado y sin finales felices). En los relatos que puedes leer en el foro en que hablan de mí y donde he colgado varios links, observarás que ninguno de los relatos cortos tiene ese final que te cae tan antipático. Por otra parte no es que rechace el “Happy end”, en ocasiones es lo que corresponde, pero claro está, no ha de ser lo habitual. Como te has “zampado” varias novelas, habrás podido comprobar que si conseguíamos situaciones originales, personajes bien situados, historias en ocasiones extrañas, su objetivo era lograr que los lectores pasaran un buen rato leyendo, que pudieran evadirse mentalmente de la vida aburrida en la que se hallaban inmersos, lo mismo que hacía el cine y que ahora trata de conseguir la televisión. Me considero un contador de historias, siempre he tratado de escribirlas lo mejor posible y como hemos vivido de ello, ha sido con profesionalidad. Además, en nuestro caso, sí existe la vocación de escribir.
Besotes.
Ralph Barby