El lector decadente - VV.AA.

Novela gótica, de vampiros, hombres-lobo y demás engendros de la noche.

Moderador: julia

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Arden
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El lector decadente - VV.AA.

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EL LECTOR DECADENTE
VV.AA. , 2017

Nº de páginas: 592 págs.
Encuadernación: Tapa dura
Editorial: EDITORIAL ATALANTA
Lengua: CASTELLANO
ISBN: 9788494729713
Atalanta dice:

Con la caída de Napoleón III en 1870, Francia vive sumida en un clima de decepción, estancamiento económico y convulsión política. Este sentimiento de frustración social, que afecta notablemente a la literatura del llamado fin de siècle, cristalizó en un movimiento literario que rompió con la tradición del naturalismo para continuar la senda abierta por Baudelaire, primer impulsor de las ideas seminales modernas.

Aunque fueron llamados peyorativamente por la crítica de la época los décadents, en realidad son los primeros escritores auténticamente modernos, que se apartaron de los usos literarios del pasado. En 1890, Paul Valéry los definió como unos artistas ultrarrefinados, de vocación minoritaria, que se protegían «contra el asalto de la vulgaridad». En efecto, tanto Théophile Gautier como Isidore Ducasse, Barbey d’Aurevilly, Jean Richepin, Villiers de L’Isle-Adam, J.-K. Huysmans, Jean Moréas, Marcel Schwob, Léon Bloy, Pierre Louÿs, Stéphane Mallarmé, Jean Lorrain y Octave Mirbeau, cada uno a su manera, se rebelaron contra las normas sociales burguesas, su vulgar utilitarismo, hipocresía y rancia apetencia de realismo, para reafirmarse en unas pautas estéticas nuevas, modernas.
Pero si fue París la urbe que inauguró y fecundó esta nueva sensibilidad artística, Londres se sumaría a ella en la última década del siglo XIX, aunque William Beckford ya hubiese anticipado rasgos muy similares a finales del XVIII. Inspirados en al fórmula del art pour l’art, florecieron nuevos modos de expresión artística, capitaneados por Oscar Wilde –y seguidos muy de cerca por Max Beerbohm y Aubrey Beardsley–, que desafiaron las convenciones del gusto y la moral victorianas, y que tendrían su más perfecto colofón a principios del siglo XX en el siempre desmesurado Aleister Crowley.

Prologada, seleccionada y anotada por Jaime Rosal y Jacobo Siruela, esta antología presenta por primera vez en nuestra lengua una cuidada recopilación de textos –ilustrados por Odilon Redon y Aubrey Beardsley– que harán las delicias de todo buen lector «decadente».
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Arden
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Re: El lector decadente - VV.AA.

Mensaje por Arden »

Pues realmente no sabía dónde ubicar este libro.

Es una recopilación de textos: relatos, pequeños ensayos, una obra de teatro de Wilde (Salomé), todo sobre el decadentismo fin de siécle, tanto en Inglaterra como en Francia.

Si no va aquí pues lo cambiáis.
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julia
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Re: El lector decadente - VV.AA.

Mensaje por julia »

parece muy gotiquito, pa mi

a ver si encuentro el indice
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fabian
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Re: El lector decadente - VV.AA.

Mensaje por fabian »

La carrera del mal
Atalanta edita una antología sobre el decadentismo, que brilló a finales del XIX en Francia y Reino
Unido con Baudelaire, Gautier, Huysmans y Wilde a la cabeza



Todas las épocas, igual que las personas, sufren su decadencia, pero no todas tienen propagadores, cronistas. Y generalmente el término se aplica a los grandes imperios, cuya magnitud hace su declive más aparatoso y resonante que el de los pequeños territorios. El volumen publicado por Atalanta cuenta, en un bello contenedor que incluye fotos y obra pictórica, el auge del decadentismo, es decir, la historia en verso y prosa de una mentalidad, más que una escuela, que quiso decaer desde el principio, o lo que es lo mismo, que quiso sacar de la deflagración natural del Romanticismo el rescoldo de sus más hinchados pronunciamientos para convertirlo en brillo, en juego, en burla. Lo cuentan sus propios creadores, los más escépticos, los herederos de un espíritu de exaltación del arte por el arte que eliminaba todo resto de heroicidad y edificación en busca de lo negativo y lo insolente. El decadentismo francés y todavía más el inglés nacían para consumirse, para exhibirse descaradamente ante las multitudes, que no eran el público que deseaban conquistar.

Este libro de lectura apasionante presenta un amplio panorama de los dos centros motores —Francia y Reino Unido— de un movimiento que antes de diluirse en esteticismos diversos extendió su franquicia con firmas asociadas por toda Europa y América. Al igual que otros ismos de la modernidad, el de los decadentes sacó su nombre de una befa, pues según explicó en 1886 el hoy olvidado Anatole Baju, fundador del periódico Le Décadent, él y sus correligionarios adoptaron como enseña el epíteto con el que se les menospreciaba, proclamando en el primer número de la publicación que “la decadencia política nos deja fríos”; lo suyo era el decadentismo literario, dedicándose pues “a las innovaciones venenosas, a las audacias estupefacientes, a las incoherencias, a las treinta y seis atmósferas en el límite más comprometido de su compatibilidad con las convenciones arcaicas etiquetadas bajo el nombre de moral pública”. Como se ve, un programa mefítico y destructivo que el arte del siglo XX adoptaría en variadas formas sin necesidad de llevar en la solapa claveles verdes ni hacer de la femme fatale el prototipo de la nueva feminidad rampante.
La primera parte de El lector decadente, la más extensa, se ocupa de los franceses, escogidos de manera irreprochable y presentados por Jaime Rosal. Están los ineludibles, Baudelaire, Gautier, Barbey d’Aurevilly, Villiers, Huysmans, Louÿs, Lorrain, al lado de figuras de prestigio menos estrictamente decadentista como Mallarmé o Lautréamont; de este último, un precursor y no un militante, se incluye entero, en la jugosa traducción de Julio Gómez de la Serna, el Canto primero, donde se enuncian las bases de “la carrera del mal” que inicia Maldoror por las alcantarillas de la pedofilia, la prostitución, el dolor físico causado por placer, desideratums o ensueños que hoy harían del escritor francouruguayo un apestado.

Pero no todos los malignos son igual de perversos. De hecho, como Jacobo Siruela apunta oportunamente al introducir a Aubrey Beardsley, en la tribu de los decadentes abundaron el arrepentimiento de los excesos primeros, las conversiones con golpes de pecho y las lecturas piadosas en el camino que llevó a más de uno (Huysmans notablemente) al convento. Aún en Francia, Rosales incluye un excelente cuento de Léon Bloy, a quien yo no había leído —precisamente— por prevención anticatólica; Bloy fue un hombre disipado hasta que se le apareció la Virgen, pero sus fervores místicos no empañan el ácido humorismo macabro del cuento, que quizá tendría que haberse traducido como La religión del señor Llanto. En esa parte francesa destacan los dos cuentos de un escritor que desconocía, Jean Richepin, amigo de Bloy pero ajeno a sus deliquios católicos; los cuentos pertenecen a su colección de relatos Les morts bizarres, de 1876, cuando Richepin era un “escandalizador de burgueses”, aunque esas ansias se le calmaron, parece ser, entrado el siglo XX, al lograr la admisión en la Academia y el cargo de alcalde en un pueblo del norte del país.
La segunda mitad de El lector decadente, a cargo de Jacobo Siruela, es menos diabólica, más dandi, como corresponde al estilo del fin de siècle londinense y al carácter algo circunspecto de la cultura británica. Dentro de un juicioso canon de decadentistas de lengua inglesa, Siruela se permite unas libertades muy refrescantes: cierra sorprendentemente su antología de sólo seis autores con el ocultista Aleister Crowley, La Gran Bestia, que cronológicamente está fuera del cómputo, cosa que el seleccionador compensa por la naturaleza iniciática del texto escogido, un himno a los poderes mágicos de la absenta, y la empieza con un protodecadente indudable, William Beckford, analizándolo con sabio detenimiento en su introducción y reflejándolo por persona interpuesta en la carta memorial del paisajista Venn Lansdown. Entre medias, y con textos extensos que cobran toda su elocuencia, el imprescindible Wilde, Beardsley (como escritor y dibujante), el menos conocido y sugestivo conde de Stenbock y Max Beerbohm con su deliciosa defensa de la cosmética. En un libro tan cuajado de buenas cosas puede parecer mezquino pedir más; a título personal me habría gustado leer alguna muestra de la poesía del círculo decadentista inglés, por ejemplo la de Arthur Symons, que fue además autor, en 1893, del primer ensayo sobre El movimiento decadente en la literatura.

A cambio, hay que señalar una decisión de extraordinaria bravura, la inclusión entera, en la inmejorable traducción de Pere Gimferrer, del manifiesto dramático o poema crepuscular de la decadencia que es la Salomé de Wilde. Esa obra maestra de la sensualidad pervertida, acompañada en el libro de las ilustraciones de Beardsley, recuperan el encanto y la disidencia de una época tan breve como trascendental.

El lector decadente’. Selección y prefacios de Jaime Rosal y Jacobo Siruela. Atalanta, 2017. 30 euros.
VICENTE MOLINA FOIX
10 enero 2018

decadentismo
Estilo literario y artístico de fines del siglo xix que refleja su rebelión contra la moral tradicional y el naturalismo a través del refinamiento exagerado y la evasión de la realidad:
el decadentismo fue un claro continuador del romanticismo y el simbolismo.
Es un ensayo con relatos de distintos autores. No va aquí :lol: , en todo caso casan muy bien en No ficción o ensayo. Me inclino más por No ficción, ya que creo que ahonda más en la vida de ellos y lo que supuso el decadentismo que en sus relatos. Relatos como ejemplo más bien. Lo voy a buscar en la librería y aportaré más datos.
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Yppe
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Re: El lector decadente - VV.AA.

Mensaje por Yppe »

He estado leyendo el prólogo y el índice, que se pueden descargar en la web de Atalanta y a mi me ha parecido que es una antología de poemas, relatos y capítulos de libros.
Me ha parecido bastante interesante como guía para lecturas de autores decadentistas pero no compraría el libro, básicamente porque muchos textos son otros libros o partes de libros, y prefiero leerlos enteros en una edición propia.

Precisamente estoy leyendo ahora a muchos de estos autores: Huysmans, Mirbeau, Lautreaumont, y venía a ver si este libro me ayudaba a ponerlos un poco más en contexto.
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julia
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Re: El lector decadente - VV.AA.

Mensaje por julia »

Copio el indice para preparar la ficha

Charles Baudelaire, Pequeños poemas en prosa, 1862
Théophile Gautier, El club de los hachisinos , 1863
Isidore Ducasse, Los cantos de Maldoror, 1869
Jules Barbery d'Aurevilly, La felicidad en el crimen 1874
Jean Richepin, La húmeda paja de la mazmorra, 1876
Jean Richepin, Un emperador, 1877
Villiers de l'Isle-Adams, El convidado de las últimas fiestas, 1883
Joris-Karl Huysmans, A contrapelo II,IV, 1884
Jean Moréas, El lebrel 1886
Marcel Schwob, Lucrecio, poeta, 1892
Pierre Loüys, Mirtilene, 1894
Léon Bloy, La religión del señor Pleur, 1895
Stéphane Mallarmé, Divagaciones, 1897
Octave Mirabeau, El jardín de los suplicios 2, V,VI, 1899
Jean Lorrain, Los agujeros de la mascara, 1900
William Bleckford, Hernry Venn Lansdown-Fragmentos de las memorias del difunto William Bleckford Fouthill, 1893
Conde Eric Stalisnaus de Stenbock, Viola de Amor, 1894
Max Beerbohm, En defensa de la cosmética, 1894
Oscar Wilde, Prefacio de El retratro de Dorian Grey, 1891
Oscar Wilde, Salome, 1894
Oscar Wilde, Aforismos y filosofías de utilidad para los jóvenes, 1894
Aubrey Bearsdley, La historia de Venus y Thannaüer, 1896
Aleister Crowley, Absenta, la diosa verde, 1918
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