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Legado en los huesos
«Duerme pequeña zorra, la amá no te comerá esta noche»
No hay ninguna duda de que la novela negra está en continua renovación, cada día, con cada nuevo título. Ha dejado de ser un género estanco para aportar historias hibridadas de otras materias, que no dejan de sorprender a los lectores ávidos de esas tramas diferentes pero bien hiladas. Si con El guardián invisible, a Dolores Redondo se la consideró creadora de un nuevo tipo de thriller que ahora con la segunda parte de la trilogía, confirma plenamente las expectativas creadas para ofrecer una novela diferente donde psicología y crimen conviven en milimetrada cadencia con tradición y leyenda.
«Había leído en alguna parte que no se debe volver al lugar donde se fue feliz, porque esa es la manera de comenzar a perderlo, y suponía que el autor de aquella frase tenía razón. (...) Era un buen consejo para quien tenía más de un lugar al que volver. Para Amaia era aquella casa, la casa que parecía tener vida propia y se ceñía en torno a ella, cobijándola con sus muros y dándole calor.»
Si el basajaun centraba la investigación en su anterior caso, ahora la inspectora Salazar, directamente apelada, seguirá los sangrientos pasos del tarttalo, un inteligente instigador criminal que según reza la tradición local, se asemeja a un ser grande y agresivo que dirige su único ojo a la caza de pastores y doncellas. La eventual realidad de los seres humanos, de la exploración policial o de las víctimas, se presenta entonces sostenida sobre esa fascinación hipnótica que envuelve a los sueños, la mitología y el crimen. De tal manera, que cada pesquisa puede resultar decisiva, y cada evidencia, dentro de lo inexplicable que finalmente resulta un crimen, termina por parecer lógica.
«–Señoría, este individuo no es un hombre, es un espécimen humano del sexo masculino, y entre eso y ser un hombre va un abismo. Creo que en efecto la felicidad se puede obtener también de una relación de pareja, o de una relación amorosa, si lo prefiere, pero no la realización. Ni los hombres ni las mujeres son ángeles destinados a salvar almas ni a completar carencias y vacíos.»
Legado en los huesos también es una novela que bucea en los orígenes del miedo y de la maldad como impulsos íntimamente ligados al ser humano. Dos conceptos que, aunque parezcan aislados, siempre van parejos: el temor al dolor, al confinamiento, a la muerte, a perder la cordura... a que alguien busque exhalar su aliento criminal sobre potenciales víctimas para sembrar de tinieblas su existencia. La autora se vale de una prosa potente, directa, ágil, cargada de diálogos rotundos, cuidada en su ambientación y detalle, para acercarse al lector desde todos los ángulos y provocar su atención, atraparlo en las simas anímicas de los personajes o en los conflictos criminales del desconocido tarttalo.
«Aquí está –dijo señalando un naipe– el guardián que te protege, que te ama de un modo puro y no se apartará de ti, porque su designio es protegerte. Aquí –dijo señalando la siguiente–, la exigente sacerdotisa que te empuja a la batalla, reclamándote una pleitesía y entrega descomunales (...) en su lucha ancestral por recuperar el equilibrio. Un equilibrio que se rompió con un acto abominable, que desencadenó el despertar de bestias, de poderes que durante siglos durmieron en las simas del valle, y que ahora debes ayudar a someter.»
Casos cerrados que se reabren, suicidios que no parecen tener justificación, intrigas familiares con un trasfondo terriblemente inquietante, la naturaleza fabulosa de Elizondo y el valle del Baztán que esconden secretos y seres mitológicos, miedos, sueños, la más profunda tradición vasco-navarra, profanaciones, trastornos psicológicos, emociones desbordadas, investigación policial, provocación... Legado en los huesos termina conformando un thriller muy estudiado y perfectamente estructurado, donde los cabos no solo se terminan atando sino dibujando la trama emocional de los personajes. Dolores Redondo ha desarrollado un estilo propio, muy característico, arraigado a la tierra y a sus ancestros; y ha logrado concebir una atmósfera absorbente, fría y espectral que termina envolviendo al lector en su investigación paralela. Sin escapatoria.
«–Llama mi atención porque soy la jefa de homicidios y llevé el caso del basajaun, eso me dio una popularidad que a este individuo le interesa. Se cree muy listo y busca a alguien que esté a la altura de sus perspectivas para batirse en una especie de duelo o juego del gato y el ratón.»
Un thriller contundente donde mito y realidad se aúnan para conformar una leyenda criminal
Aunque resuelto el macabro asesinato de aquellas niñas, la presencia del mal todavía late perenne en lo más profundo de la inspectora Amaia Salazar. Invisible a ojos extraños, esa sensación aterradora y atávica que se muestra más viva que nunca en sus sueños, la sigue atemorizando como algo infiltrado en los huesos de lo que no se puede desprender. Ni aún siquiera el nacimiento de ese niño que tanto deseaba, y que ahora colma sus ilusiones maternales, le permitirá alejarse de los fantasmas que creía exiliados a otro mundo... Un nuevo caso la devolverá al Baztán más sombrío y mitológico que, aquel que poblado de seres mágicos contrasta con su carácter metódico y racional. Una tierra que la sigue atrapando pero al mismo tiempo escociendo como una herida difícil de cicatrizar. Un mundo místico que oculta a otro voraz criminal, agudo y muy cruel.
«El miedo era un viejo vampiro que se cernía sobre su cama mientras dormía, oculto en las sombras, y que llenaba de horribles presencias sus sueños. Le vino a la mente de pronto el modo como lo llamaba su abuela Juanita, Gaueko, el de la noche.»
En el pequeño pueblo de Arizkun, a apenas cinco kilómetros de Elizondo, se han producido violentos actos de profanación en la iglesia. Si bien hasta ahora los hechos podrían haber pasado por episodios vandálicos, el último venía acompañado de una funesta ofrenda. Entre los restos del fuego ocasionado sobre el altar aparece lo que suponen es un mairu beso, el brazo del esqueleto de un niño, concretamente de un infante que ha muerto sin haber sido bautizado. La investigación apunta a los agotes, un grupo de ciudadanos considerado desde la antigüedad como inferior, y que en aquella comarca sufrió durante años la más severa segregación social y religiosa. El componente de odio y venganza implícito en esos actos podría pasar por ser una provocación hacia la Iglesia. Pero también hacia la inspectora Salazar, que sin buscarlo se verá directamente implicada en el caso.
«–Vivimos tiempos convulsos –continuó Sarasola–, y por supuesto, más a menudo de lo que nos gustaría, las iglesias sufren profanaciones que en la mayoría de las ocasiones se silencian para evitar el efecto llamada que tiene este tipo de acciones, y aunque algunas son realmente espectaculares por su puesta en escena, pocas tienen un componente tan peligroso como en este caso.»
Sin embargo, la vuelta al valle del Baztán por parte de Amaia y su familia se antoja aún más complicada. Su último trabajo, un proceso de violencia de género que concluyó con suicidio del agresor, apunta a tener previas ramificaciones, a estar ligado con otros asesinatos de idéntico final: las víctimas aparecen con el brazo amputado, y además, todas son originarias del valle navarro. Unos extraños mensajes anotados por los criminales confesos antes de suicidarse, parecen ir dirigidos directamente a la inspectora de la policía foral: una sola palabra que se convierte en una señal llegada de un pasado legendario, de los más antiguos ancestros, TARTTALO.
La tensión va creciendo conforme las averiguaciones de la policía van aportando nuevas evidencias sobre la relación de los crímenes y su oscuro fin. Por otro lado, las intrigas familiares esconden un trasfondo ciertamente inquietante con la presencia oscura y aterradora de un madre desquiciada que se hace cada día más fuerte, rescatando un pasado que oculta muchas más sombras que luces. Pero ¿qué relación guardan los crímenes con la figura mitológica del tarttalo? ¿quién está provocando aquellas profanaciones tan significativas? ¿por qué está la inspectora Amaia Salazar en el punto de mira del misterioso criminal?
«–Tarttalo, conocido también como Tártaro y como Torto, es una figura de la mitología vasco navarra, un cíclope de un solo ojo y gran envergadura extraordinariamente fuerte y agresivo, que se alimenta de ovejas, doncellas y pastores, aunque también aparece como pastor de sus propios rebaños en algunas referencias, pero de cualquier modo, siempre como devorador de cristianos.»
Personajes principales
· Amaia Salazar, inspectora jefa de Homicidios en la Policía Foral de Navarra. Mujer dura, valiente, intuitiva, estricta, inteligente, con carácter y don de mando. Pero también afable y cercana, sensible cuando está en brazos de su marido James (afamado escultor estadounidense afincado en Pamplona), o frágil cuando teme enfrentarse a los fantasmas de sus pesadillas. Desde que nació el pequeño Ibai, éste se ha convertido en su gran alegría y mayor preocupación. Aunque marcada por un trauma de la niñez que guarda en silencio, comparte sus más hondos pensamientos con su tía Engrasi, buena conversadora, echadora de cartas y perenne habitante de Elizondo.
· Flora y Rosaura son las hermanas de Amaia. Tras el fin trágico de su relación, Flora, la mayor, ha optado por trasladarse a Zarautz para rodar el programa diario que sobre repostería hace en la televisión nacional; aún hoy sigue guardando secretos importantes. Rosaura, por su parte se ha hecho cargo con muy buen tino de la gerencia de la empresa Mantecadas Salazar sita en el pueblo.
· Jonan Etxaide, subinspector ayudante de Amaia, es antropólogo y arqueólogo. No se trata de un policía al uso, sencillo y de carácter conciliador, tiene siempre una visión bastante romántica de las cosas. Aunque Amaia le admira y respeta como profesional y como persona, algunos compañeros no ven con buenos ojos su homosexualidad.
· Iriarte, inspector de policía ayudante de Salazar, es respetuoso, previsor y muy familiar. Aunque buen compañero no puede evitar ciertos recelos profesionales. Amable y servicial, intercederá ante la jefa para que dé el visto bueno a la readmisión de Montes.
· El juez Markina es quien permite reabrir el caso del tarttalo. Atractivo, joven y elegante se involucra directamente en el avance de las investigaciones. Enamorado de Amaia, no quiere advertir su estado civil, ni cejar en su empeño por tenerla cerca.
«–Usted nació allí, hay vínculo de pertenencia. Es uno de los lugares más bellos que conozco, uno de esos sitios en los que se puede sentir la comunión entre la naturaleza y el ser humano, un lugar donde encontrar razones de peso para recuperar cierta fe... Y sin embargo, o quizá por eso mismo, pareciera que algo obsceno se refugia allí, algo sucio y maligno.»
· El padre Sarasola está doctorado en psiquiatría y ejerce las funciones de agregado del Vaticano para la defensa de la fe. Como religioso vinculado al Opus Dei, goza de gran influencia entre la curia romana. Será el encargado de llevar el caso de las profanaciones y también se encargará de estudiar directamente el caso de esquizofrenia de Rosario Iturzaeta, madre de Amaia.
· Fermin Montes, inspector expulsado durante un tiempo del cuerpo, vuelve de nuevo para pasear su elegancia y chulería cargada de colonia cara, pero también de eficiencia y resolución. Divorciado y con cierta afición al alcohol, estuvo muy enfrentado a Salazar.
«El resultado de los análisis arrojaba una nueva luz sobre el caso: dos nuevas mujeres asesinadas por sus maridos, en crímenes de corte machista y aparentemente sin conexión; ambas habían sufrido una amputación idéntica y los huesos de las dos habían aparecido limpios y descarnados en una cueva de Arri-zahar. Ambos agresores habían muerto.»