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Boralonsus escribió:Me leí el libro hace justo un año: me encantó.
El personaje de Ignatius es antológico. El humor descacharrante e inigualable.
No me dejo de reír con esta novela. Por suerte, la curva de interés no desciende para mí, aunque también es cierto que no me ha subido más desde antes de llegar a la mitad del libro _y voy por el capítulo once_; simplemente, se me mantiene estable a mi gusto. Claro, ya eso es muy bueno. Pienso que en algún momento la curva me lleve más alto, hasta el clímax de la novela. Siento que todavía me falta esa sensación.
Aaaah! Las dos viejas también tienen sus cosas, sus buenas tallas. Tuve que reirme al leer que Santa le pasó la lengua a la cuchara para limpiarla, y que luego la mamá de Ignatius también se lo hizo a la misma cuchara cuando estaba sola. El autor lo cuenta con buen humor e ironía.
El cómico no es sólo el loco de Ignatius, un inadaptado genialmente excéntrico. Aunque a veces también dan ganas de...
Menuda gracia la que Ignatius le hizo a Levy Pants. Eso de mongoloide y otras cosas que le dijo por escrito a Abelman ahora podría costarle medio millón a Gus Levy. Y por si fuera poco, además de ese problema en que está involucrado como autor, en este momento de mi lectura está preparando otro asunto muy delicado y de alcance internacional.
jjaaja. pues claro que lo terminé, el año pasado, y le puse una calificación de 1 sobre 3. me agotó tanto que ya no quise comentar más.
yo debo tener algo mal en la cabeza porque no puede ser que un libro que arranca sonrisas y hasta carcajadas a tantos lectores, a mí solo me produzca desconsuelo y pena. al final ignatius
escapa de que lo lleven a un psiquiátrico, con la ayuda de su amiga.
es todo muy cinematográfico y patético. la literatura que yo necesito es muy distinta.
Eso sucede, durito. Dímelo a mí, que me paso la vida chocando con el gusto de la gente en casi todo. Lo que sí tengo es que a veces me pongo terco y me da por no dejar una lectura que creo necesaria aunque me joda el placer. Es obvio que soy masoquista.
Claro, este no es el caso, pues a mí sí me gusta el libro. Por cierto, aun no lo he terminado. Voy lento, pero lo disfruto. Y no creas, que aunque me ría bastante, igual siento ese algo triste y lamentable que hay en la historia.
durito escribió:pues espero igual tus comentarios finales.
Seguramente te quedaste dormido esperando.
Lo terminé. Me gustó mucho; pero creo que ya dije antes que algunas cosas no me resultaron agradables. Y ya casi al final, el autor pone en boca de Jones _tal vez buscando otra versión de un hecho que ya conocíamos_ algo que para mí sobra, precisamente porque como lector ya lo sabía. Para mí fue pedante ese parlamento. De todas formas, me gustó mucho el libro. Y como tú dices, hay algo patético en la novela; y se percibe todo el tiempo. La terminé tristón, a pesar de haberme reído tanto.
Otra cosa, no me imaginaba ese final entre Ignatius y Myrna. Aunque, en medio de toda esa locura, el lector debe esperar lo más inesperado.
Hace unos cuantos años empecé este libro, y creo que no llegué al segundo capítulo. El otro día le di una segunda oportunidad, y aunque mis sensaciones fueron tan malas como en la primera, esta vez he hecho el esfuerzo de acabarlo. Y ha sido un esfuerzo, sí. Porque es una de las novelas más horrorosas que he tenido la desdicha de leer jamás, un verdadero despropósito. A menudo, los libros malos pero famosos o aclamados que leo tienen en común una publicación póstuma o un autor de vida accidentada o desgraciada. Quiero creer que es esto, la famosa historia de la madre perseverante con el manuscrito de su hijo suicidado, lo que le ha dado el estatus de "novela de culto", el Pulitzer, el éxito, y en fin, una suerte distinta de la que en primera instancia tuvo cuando Toole quiso publicarla.
Hay muchos protagonistas novelescos desagradables, despreciables, hasta abyectos; pero cuando son apreciados es porque alguna ciscunstancia los redime, literariamente hablando, a nuestros ojos: puede tratarse de un tipo divertido, inteligente, carismático, puede que albergue odios, vicios o miedos que muchos también tenemos (pero no llevamos a sus últimas consecuencias), o puede que al final se rediman de su maldad o sus pecados en términos humanos, encontrando la luz, reparando su daño. En resumen, el héroe o antihéroe de una novela no tiene por qué ser ningún ejemplo de virtud ni especialmente simpático o amable.
Pero lo de este impresentable es de traca. Es un charlatán que se cree, que su autor quiere hacernos creer filósofo, porque escribe unos diarios que no son sino una sarta de dislates estúpidos sin el menor sentido, un pastiche de ideas arcaicas, reaccionarias, intolerantes y peligrosas. Un cretino que maltrata sistemáticamente a su anciana madre, que manipula a todo el que tiene la mala suerte de cruzarse en su camino (no por astucia ni brillantez, sino generalmente por puro azar o por tratarse de personas débiles o de escasa inteligencia), que no hace una sola buena obra en todo el libro, no tiene nunca el menor gesto compasivo, generoso o considerado con nadie. Un vividor, un egoísta, un despojo humano que vive aprovechándose de su madre mientras alimenta sus absurdos delirios de una supuesta grandeza que no sería tal ni siquiera aunque hubiese un minúsculo ápice de sentido o valor en la retahíla de tonterías y disparates pueriles que su perturbada cabeza caga. Que no lo hay.
No entiendo dónde está la presunta gracia de este libro, no he encontrado nada remotamente divertido. No le veo ningún atractivo ni interés a ninguno de sus personajes ni a sus intrascendentes peripecias. Los diálogos son casi siempre infames, tediosos, prescindibles. La pedantería del protagonista no tiene el punto hilarante o irónico que cabría esperar.
Y aunque de esto no tiene la culpa el pobre señor Toole, la traducción tampoco ayuda: leer a Jones expresándose en una especie de seudoandaluz pretendidamente cómico es un suplicio, sólo provoca vergüenza ajena. No creo que haya muchas formas adecuadas de traducir determinados dialectos, jergas o manierismos muy marcados, pero creo que es preferible atenuar mucho este acento antes que resaltar la peculiaridad mediante el recurso tan manido como casposo de ponerle al afroamericano de turno ese acento, repito, entre andaluz y payaso.
Una porquería y una estupidez de libro, culpable de uno de los pecados más imperdonables: ir de gracioso y no tener ninguna gracia.
Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada
C. Pavese
Yo diría que te falta sentido del humor adecuado para esta novela, puesto que es un long seller desde que se publicó, se sigue leyendo y la gente sigue riéndose con el impagable Ignatius Reilly, sigo recordando este nombre 30 años después de cuando lo leí, al igual que recuerdo el papel Gran Jefe, debe ser algo que tu no puedes captar, y para gustos los colores, claro está.
El hecho de su publicación póstuma, la madre, etc..., es una anécdota que después de tantos años casi nadie recuerda, si se sigue leyendo es por otras cualidades, no por esa.
Uno no se mata por el amor de una mujer. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, nos revela nuestra desnudez, nuestra miseria, nuestro desamparo, la nada
C. Pavese
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Tuve que reirme al leer que Santa le pasó la lengua a la cuchara para limpiarla, y que luego la mamá de Ignatius también se lo hizo a la misma cuchara cuando estaba sola. El autor lo cuenta con buen humor e ironía. 
... Terminaría? 
... Y sus conclusiones? 
