La muerte en Venecia - Thomas Mann
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
No se trata de ser quisquillosos. Yo tengo cosas mías en internet y si lo utilizan en otro sitio me gustaría que me lo reconociesen como mío ¿no?
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- az681
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Receloso, abrumado, algo impertinente... en una selva oscura entre el mito y leit-motif, entre lo monumental y lo grotesco. Recordamos hoy, gracias a los documentos fotográficos, a un anciano de setenta años, medio afable medio distante. Thomas Mann representa, por motivos diversos, el espíritu de aquella Alemania de principios de siglo, sumergida en el océano del mito y del presente más aterrador. Lejos de acercarnos al ser humano que, creemos, fue Thomas Mann, nos aproximamos a unos personajes no humanos, tan efímeros como su bella, monumental, aburrida y genial prosa.
Tienes toda la razón Lucia
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- az681
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
La muerte en Venecia
Gustav Aschenbach regresa al seno materno: Venecia. No es un regreso literal, nada le llama, sólo el eco del tiempo. El viaje comienza cercano a su fin. Es un escritor de renombre, la sombra vuelve sobre sí. Espejos. Camina por una ciudad en ruinas, pasado. Conoce a un joven, Tazio.
El viaje de Aschenbach es el recorrido en busca de los valores clásicos, representados en la eterna Venecia, un viaje que se inicia tras el fracaso envuelto en el éxito aparente. Nada ha conseguido en su búsqueda, sólo la perfección en la forma. ¿Mediocridad? Tadzio aparece. Sus gestos no son estudiados ni sus palabras rítmicas, pero sus movimientos denotan perfección, belleza clásica. ¿Ha errado el camino?
Contaba un ahora reconocido escritor cómo, tras haber leído a temprana edad esta gran novela corta, cuando, contemplando el fantástico film de Visconti, sus recuerdos afloraron. Acababa de iniciar sus coqueteos artísticos, y la pregunta estaba ahí: ¿Era capaz de crear belleza? ¿Acaso un hecho minúsculo, una mirada, un rostro..., no serían siempre perfectos, alejados de toda esa artificialidad que buscaba en vano creara través del ritmo poético? La pregunta nunca le abandonó -me dijo-. Ni siquiera entonces había logrado liberarse de su macabro eco.
La novela comienza con una profusión de adjetivos (hasta extremos exasperantes). El viaje no acaba de iniciar. Algunos críticos hablan de un primer encuentro con la muerte antes de su viaje a Venecia. Mi opinión personal e intransferible: Aschenbach llega ya muerto a Venecia. La idea de Tadzio le hace morir con dignidad, tal vez alcanzar un empíreo, al fin ha contemplado la belleza que tanto se ha obstinado en alcanzar. Ha seguido los moldes clásicos y sólo ha obtenido su reflejo: perfección técnica... ¿dónde quedan las virtudes formales ante lo natural?
Thomas Mann
La muerte en Venecia es, si cabe, la novela más diáfana de su autor (junto con Tonio Kröger). Puede ser leída, como sucede en «La Montaña Mágica» bajo un punto de vista histórico, social o literario... Es una obra que no se agota en las palabras del texto, pero que tiene la extraña y maravillosa virtud de constituir un corpus cerrado en sí mismo. Comprender «La muerte en Venecia» sólo necesita de un espíritu sincero que lea, que no analice. Su lectura, como ocurre en todas las obras de Mann con su (cito a M. Kundera) «estilo soberanamente aburrido», es siempre un deleite en su elaboración y estudiado plan. Se hace difícil en las versiones traducidas captar la ironía que siempre imprimía Mann en sus escritos. La habilidad técnica es indudable, su excepcionales descripciones, siempre usadas como elementos narrativos. ¡Qué difícil de conseguir! Resulta a veces complicado prestar la suficiente atención al detalle, siempre significativo, así como seguir sin perderse los acordes del «Anillo del Nibelungo».
Ésta es precisamente la contradicción entre artificio y belleza que Mann dejó para la eternidad, la misma pregunta que vuela sobre el admirador de Goethe, la contradicción propia de Tadzio. Podemos también ver en estos wagnerianos personajes los ecos eternos de los mitos nórdicos, griegos, celtas... universales. Esta belleza de la que nos hablaba el de Weimar se hace patente, Fausto renace y sólo se vuelve humano cuando aparece Mefistófeles, al igual que Aschenbach sólo vive cuando contempla el rostro adolescente de un Tadzio con piel de cordero.
Mucho se ha hablado del homoerotismo en Mann. Cierto, Mann sentía un predilección por un joven. ¿Acaso nos es lícito juzgar la valía de una obra en torno a cuestiones biográficas? Me temo que no. Quizá estas cuestiones sirvan a los críticos para establecer orígenes narrativos (siempre entretenidos), pero... ¿qué obtiene el lector con todo ello? Volveremos a releer «La muerte en Venecia» o «La Montaña Mágica». Venecia era el romanticismo, el ideal, una ciudad muerta en ruinas que sólo puede encerrar la peste (como el sanatorio de Hans Castorp). Pero Venecia también fue el lugar donde Byron escribió sus mejores poemas, una ciudad que hoy se cae a pedazos, como parece desmoronarse nuestra cultura.
Espero, amigos lectores que, en su segura inteligencia, sepan ver los remansos, el amanecer que se cierne. Tadzio señala su eternidad, han sido invitados.
Martín Cid
Gustav Aschenbach regresa al seno materno: Venecia. No es un regreso literal, nada le llama, sólo el eco del tiempo. El viaje comienza cercano a su fin. Es un escritor de renombre, la sombra vuelve sobre sí. Espejos. Camina por una ciudad en ruinas, pasado. Conoce a un joven, Tazio.
El viaje de Aschenbach es el recorrido en busca de los valores clásicos, representados en la eterna Venecia, un viaje que se inicia tras el fracaso envuelto en el éxito aparente. Nada ha conseguido en su búsqueda, sólo la perfección en la forma. ¿Mediocridad? Tadzio aparece. Sus gestos no son estudiados ni sus palabras rítmicas, pero sus movimientos denotan perfección, belleza clásica. ¿Ha errado el camino?
Contaba un ahora reconocido escritor cómo, tras haber leído a temprana edad esta gran novela corta, cuando, contemplando el fantástico film de Visconti, sus recuerdos afloraron. Acababa de iniciar sus coqueteos artísticos, y la pregunta estaba ahí: ¿Era capaz de crear belleza? ¿Acaso un hecho minúsculo, una mirada, un rostro..., no serían siempre perfectos, alejados de toda esa artificialidad que buscaba en vano creara través del ritmo poético? La pregunta nunca le abandonó -me dijo-. Ni siquiera entonces había logrado liberarse de su macabro eco.
La novela comienza con una profusión de adjetivos (hasta extremos exasperantes). El viaje no acaba de iniciar. Algunos críticos hablan de un primer encuentro con la muerte antes de su viaje a Venecia. Mi opinión personal e intransferible: Aschenbach llega ya muerto a Venecia. La idea de Tadzio le hace morir con dignidad, tal vez alcanzar un empíreo, al fin ha contemplado la belleza que tanto se ha obstinado en alcanzar. Ha seguido los moldes clásicos y sólo ha obtenido su reflejo: perfección técnica... ¿dónde quedan las virtudes formales ante lo natural?
Thomas Mann
La muerte en Venecia es, si cabe, la novela más diáfana de su autor (junto con Tonio Kröger). Puede ser leída, como sucede en «La Montaña Mágica» bajo un punto de vista histórico, social o literario... Es una obra que no se agota en las palabras del texto, pero que tiene la extraña y maravillosa virtud de constituir un corpus cerrado en sí mismo. Comprender «La muerte en Venecia» sólo necesita de un espíritu sincero que lea, que no analice. Su lectura, como ocurre en todas las obras de Mann con su (cito a M. Kundera) «estilo soberanamente aburrido», es siempre un deleite en su elaboración y estudiado plan. Se hace difícil en las versiones traducidas captar la ironía que siempre imprimía Mann en sus escritos. La habilidad técnica es indudable, su excepcionales descripciones, siempre usadas como elementos narrativos. ¡Qué difícil de conseguir! Resulta a veces complicado prestar la suficiente atención al detalle, siempre significativo, así como seguir sin perderse los acordes del «Anillo del Nibelungo».
Ésta es precisamente la contradicción entre artificio y belleza que Mann dejó para la eternidad, la misma pregunta que vuela sobre el admirador de Goethe, la contradicción propia de Tadzio. Podemos también ver en estos wagnerianos personajes los ecos eternos de los mitos nórdicos, griegos, celtas... universales. Esta belleza de la que nos hablaba el de Weimar se hace patente, Fausto renace y sólo se vuelve humano cuando aparece Mefistófeles, al igual que Aschenbach sólo vive cuando contempla el rostro adolescente de un Tadzio con piel de cordero.
Mucho se ha hablado del homoerotismo en Mann. Cierto, Mann sentía un predilección por un joven. ¿Acaso nos es lícito juzgar la valía de una obra en torno a cuestiones biográficas? Me temo que no. Quizá estas cuestiones sirvan a los críticos para establecer orígenes narrativos (siempre entretenidos), pero... ¿qué obtiene el lector con todo ello? Volveremos a releer «La muerte en Venecia» o «La Montaña Mágica». Venecia era el romanticismo, el ideal, una ciudad muerta en ruinas que sólo puede encerrar la peste (como el sanatorio de Hans Castorp). Pero Venecia también fue el lugar donde Byron escribió sus mejores poemas, una ciudad que hoy se cae a pedazos, como parece desmoronarse nuestra cultura.
Espero, amigos lectores que, en su segura inteligencia, sepan ver los remansos, el amanecer que se cierne. Tadzio señala su eternidad, han sido invitados.
Martín Cid
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Francamente, no sé.
Dicen que para apreciar a T.Mann ha que pensar como
el.Si ello es cierto , "Muerte en Venecia" y "Doctor Fausto"
(mis dos intentos) fracasaron.Veo en Mann más a un
ensayista que a un novelista ,del resto no lo entiendo.
Suerte Babel,el desafio es grande
Dicen que para apreciar a T.Mann ha que pensar como
el.Si ello es cierto , "Muerte en Venecia" y "Doctor Fausto"
(mis dos intentos) fracasaron.Veo en Mann más a un
ensayista que a un novelista ,del resto no lo entiendo.
Suerte Babel,el desafio es grande
- Babel
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Pues yo escogí este porque lo ví finito, no me atreví directamente con La montaña mágica.
De momento se lee bien.
Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Yo llevo un tiempo ya con La montaña mágica que no la acabo (empecé el libro hace año y medio o así y lo voy retomando) y aunque no es que sea aburrido, ciertamente es bastante denso
Saludos,
Begoña
Saludos,
Begoña
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Jué, Begoña, La montaña mágica, La muerte en Venecia, Demian, Los relatos de Poe... Todo a la vez
¿Seguro que te encuentras bien? ¿Puedo ayudarte en algo?
¿Seguro que te encuentras bien? ¿Puedo ayudarte en algo?
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
No, La muerte en Venecia no, le comentaba a Babel mis impresiones sobre La montaña
Mmmmm ahora me has hecho pensar.....
Saludos,
Begoña
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Saludos,
Begoña
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- Babel
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
¿Año y medio? ¿y no es mejor leerlo de una vez? Yo creo que no podría estar tanto tiempo con un libro Supongo que lo acabaría dejando.bblanco escribió:Yo llevo un tiempo ya con La montaña mágica que no la acabo (empecé el libro hace año y medio o así y lo voy retomando) y aunque no es que sea aburrido, ciertamente es bastante denso
Ya veo que has terminado con el de Saramago, yo lo he sacado de la biblioteca. |
Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Bueno, Babel, no es que yo lo haya escogido... es que el libro es muy "tocho", y si no lo traigo a trabajar siempre leo más lento... y al llegar a casa muchas veces no me apetece. A mí tampoco me suele pasar esto con los libros, pero con éste sí, no es que quiera dejarlo porque cuando te pones a leer es interesante, pero no "engancha" demasiado, no sé si me entiendes... quizá lo tengas que empezar para entender lo que te digo!
Ah, es cierto, el de Saramago, voy a comentarlo en su hilo
Saludos,
Begoña
Ah, es cierto, el de Saramago, voy a comentarlo en su hilo
Saludos,
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- Babel
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Re: La muerte en Venecia - Thomas Mann
Lo haré.... si me gusta el de La muerte en Venecia. Yo también avanzo más con los libros cuando los traigo al trabajo, y eso que tengo la sensación que en el metro no me cunde, con los transbordos y eso, pero debe ser que sí.bblanco escribió:... quizá lo tengas que empezar para entender lo que te digo!