Faulkner es uno de los autores que más me fascinan... y en ocasiones, también de los que más me "fastidian". Rara vez sus novelas me dejan frío, desde gustarme con locura como ocurre con "Mientras agonizo" o "Sartoris", ambas dos de mis novelas preferidas; a perderme entre sus divagaciones, aburrirme y hacerme sentir estúpido como pasó cuando leí "El ruido y la furia" y también, aunque menos, con "Las palmeras salvajes". En ocasiones tengo la sensación de que depende del momento mío tanto como de la obra en sí, pues son lecturas difíciles normalmente a las que si les entras, también te devuelven mucho, tanto como el esfuerzo que has tenido que hacer para leerlas.
Llevo leído ya más de la mitad de esta novela y creo que estoy, para mi alborozo, en una de esas novelas faulknerianas que tanto me gustan. Quizás el hecho de que sea su primera novela y sus "idas de olla" sean menos evidentes (es increíble la cantidad de diálogos que hay comparado con otras novelas suyas), o que yo tengo más experiencia con sus lecturas (nada de correr, hay que ir poco a poco
), pero el hecho es que no sólo no me estoy perdiendo en la trama sino que todo resulta diáfano y plenamente comprensible.
Y la historia en sí, más allá de las formas, tan importantes y particulares en la obra de este autor, es muy interesante e incita a saber cómo termina. Incluso tiene varios "cliffhangins" (terminar un capítulo en un punto de máximo interés para enganchar al lector) algo poco usual en su obra, al menos en lo que yo había leído.
Como siempre, eso aderezado con una prosa descriptiva cautivadora... si te entra, claro. Alguna muestra (no creo que sea un "spoiler"):
"¿Por qué un hombre no podía ser muy feliz o muy infeliz? Siempre era una débil combinación de ambas cosas. Como la cerveza cuando lo que quieres es un trago de alcohol... o un sorbo de agua. Ni una cosa ni la otra."
"¿Por qué la muerte habría de desear únicamente los desechos d la vida? ¿A quién le gusta coger las rosas marchitas?"
"Bajo el sol del mediodía, su vestido blanco irradiaba una luz cegadora y se amoldaba a su fragilidad cimbreante. Detrás de ella, al otro lado del césped, podía verse otro gesto cimbreante, aunque sólo se tratara de una árbol: un álamo."
En fin que, voy por algo más de la mitad y aunque en el último capítulo hay algo de confusión, en general estoy disfrutando como un enano con esta delicia.
Siempre digo a mis amigos que a Faulkner hay que probarlo, luego respetaré totalmente al que no le guste, pero catarlo es casi una obligación para quien le guste esto de la literatura.