La línea de sombra - Joseph Conrad

[G.A.]

Y Simmons alargando...
Jo, Gabo, empieza tú y yo te seguiré cuando pueda. Estoy hasta el cuello. menos mal que no es largo!

Tranqui, jabata, que estoy con nuestro amigo Wiesenthal, que me tiene envenenao. Además, ese libro se deja y se retoma en cualquier momento. Es el comodín perfecto. Cuando estés lista, pega un toque y lo empezamos

[Hypathia]

He pensado que mañana viernes. Nos lo ventilamos en un fin de semana, Gabo.

[bblanco]

Jajaj a este ritmo, Hyp, lo leéis en un finde, pero del 2030!

Saludos,
Begoña

[Hypathia]

A ver si me ato corto...

[G.A.]

He pensado que mañana viernes. Nos lo ventilamos en un fin de semana, Gabo.

Podría empezarlo mañana por la noche sin problemas

[Hypathia]

Si, para comentarlo el sábado, por ejemplo. Así acabo con el de Simmons.
Voy a leerlo en Bruguera.

[G.A.]

Hecho pues, Hypathia. Mi edición es de Alianza. Aunque también lo tengo en Aguilar

[Hypathia]

[Ulalume]

Me apunto a comentar, hace poco lo leí y lo tengo fresco .

[bblanco]

Yo también me apunto a comentar, si es que lo leéis de verdad

Saludos,
Begoña

[Hypathia]

Esta noche es la cita en la Línea de Sombra.

Edito, Gabo: lo empezaré esta tarde.

[bblanco]

Qué, algún comentario, Hyp?

Saludos,
Begoña

[G.A.]

En mi caso no se puede decir que haya avanzado mucho, he leído los dos primeros capítulos, que me han servido para disfrutar como un enano con la galería de personajes que van aparecienco: desde el capitán Giles, hasta el mayordomo, o el del propio narrador, ese alter ego de un Joseph Conrad inexperto. También he podido encontrar un par de párrafos que me han gustado. Uno de ellos el inicial:

Sólo los jóvenes conocen momentos seme­jantes. No quiero decir los muy jóvenes, no; pues éstos, a decir verdad, no tienen momentos. Vivir más allá de sus días, en esa magnífica con­tinuidad de esperanza que ignora toda pausa y toda introspección, es el privilegio de la primera juventud.

El otro, está a mitad del capítulo segundo:

Comprendí que mi imaginación sólo había seguido hasta entonces rumbos convencionales y que mis esperanzas siempre habían estado de­masiado apegadas a la tierra. Yo había considera­do el mando de capitán como el resultado de una lenta promoción al servicio de una compañía respetable, la recompensa de largos y leales ser­vicios. Aunque, en realidad, no hay por qué ha­blar de servicios leales, pues éstos se hacen por amor propio, por amor a un barco, por amor a la vida que se ha elegido, y no pensando en una re­compensa.
En la noción de recompensa hay siempre al­go desagradable.

[Haidé]

Que grande es mi Conrad.

[Hypathia]

Yo estoy a punto de acabar el cap. 2.
Me está gustando a rabiar. El escenario, ese "Hogar del Marino", los 4 personajes el Cap. Giles, el esperpento de la chase-longue (veremos si no nos da una sorpresa), Hamilton y el narrador cruzando la línea de sombra (genial metáfora).
Y no digo nada de el Administrador caprino.

Hay muchos párrafos que he subrayado, pero no tengo el libro delante, Gabo. Aunque me da que esta vez, de momento, no coincidimos.

Qué bueno lo del capitán Ellis, relacionándolo con Neptuno.