Ayer no pude leer más que hasta el capítulo XXII, pero voy a comentar algunas cosas de los personajes aún sin haber avanzado más. Tengo muchas cosas subrayadas, pero es que si lo comentase todo no llego.
Respecto a lo de Teresina:
Pues es que lo de el affaire Teresina se me hace muy raro dentro del tono general de la novela, pero ya desde la primera aparición mostrando «descuidadamente» al Magistral. A mí me pareció un recurso para mostrar la incorruptibilidad del Magistral ante la carne, pero ya no sé que pensar.
En el capítulo XXII menciona que Teresina veía los ensimismamientos del Magistral por la Regenta como pérdidas de territorio, pero bien podría ser que Teresina simplemente lo considere territorio suyo aún sin haber pasado a mayores.
Más bien tiendo a ver lo del Magistral no como que haya habido «ayuntamiento carnal» sino que está enamorado sin saberlo y además se ve correspondido, así que está en una nube. Y en estos casos no me parecería raro que se dejase llevar por la debilidad.
Lo que comenta Lizzy de doña Paula a mí también me resulto muy llamativo en su momento. ¿Se las ponía jovencitas para ver si picaba? Me gusta la idea de que podría ser para que en caso de que cayese en el pecado, fuese dentro de casa y con alguna que ella pudiese controlar. |
Estos últimos capítulos se han vuelto mucho más tenebrosos, por decirlo de alguna manera. La forma en que describe el peso de una sociedad escrutadora y dispuesta a juzgarlo todo es agobiante.
Aunque podríamos decir que el Magistral está recogiendo tempestades después de haber sembrado vientos. Al fin y al cabo, menos Mesía, muchos de los enemigos que tiene ahora se los ha buscado por culpa de ejercer una presión social axfisiante sobre otros ciudadanos.
El capítulo XXII, dedicado de nuevo a personajes secundarios, que creo que son buenísimos, es canela fina. La descripción del esperpéntico entierro de Santos y todo el proceso de su muerte, con la sociedad movida más por el ansia de revanchismo que por el deseo de justicia es brutal. España negra a tutiplén. |
Respecto a lo de las comidillas de Vetusta y la dificultad para seguir la pista de algunos nombres, yo he terminado por tomármelo como una especie de coro griego, en especial cuando hablan los clérigos entre ellos. Como en los diálogos de curas me cuesta saber quién es quién, prefiero verlo así, sin molestarme demasiado en recordar quién es el que habla.
Algunos pasajes que me han gustado o que me han llamado la atención:
Esta reflexión del Magistral conversando con la Regenta, de nuevo qué modernos los antiguos:
Usted que ha leído, sabe perfectamente que muchos clérigos que han escrito acerca de las costumbres y carácter de la mujer de su tiempo, han recargado las sombras, han llenado sus cuadros de negro... porque hablaban de la mujer del confesonario, la que cuenta sus extravíos y prefiere exagerarlos a ocultarlos, la que calla, como es allí natural, sus virtudes, sus grandezas. Ejemplo de esto pueden ser, sin salir de España, el célebre Arcipreste de Hita, Tirso de Molina y otros muchos...
Este juego de palabras me ha parecido una genialidad. Se refiere a Frígilis:
—¿Quién diablos ha andado aquí?-preguntó a las auras matutinas.
Guardó el guante en un bolsillo, recogió las semillas que no había llevado el viento, y con gran cuidado volvió a escoger y separar los granos. Se trataba de una singularísima especie de pensamientos monocromos, invención suya.
O esta otra discusión, madre mía, que vaya manera fina de caricaturizar a algunos personajes, en concreto al Somoza que no tiene ni idea de medicina pero al que le encanta soltar tecnicismos:
Don Robustiano sonreía; movía la cabeza con gesto de compasión y se dignaba explicar aquello. «Don Santos, aunque se pasmasen aquellos señores, a pesar de morir envenenado por el alcohol, necesitaba más alcohol para tirar algunos meses más. Sin el aguardiente, que le mataba, se moriría más pronto».
—Pero don Robustiano, ¿cómo puede ser eso?
—Señor Foja, ahí verá usted. ¿Conoce usted a Todd?
—¿A quién?-A Todd.-No señor.-Pues no hable usted. ¿Sabe usted lo que es el poder hipotérmico del alcohol? Tampoco; pues cállese usted.
¿Sabe usted con qué se come el poder diaforético del citado alcohol? Tampoco; pues sonsoniche. ¿Niega usted la acción hemostática del alcohol reconocida por Campbell y ChevriÈre? Hará usted mal en negarla; se entiende, si se trata del uso interno. De modo que no sabe usted una palabra....
—Pues por eso pregunto....
[...]
—Mire usted, señor pedantón, si sigue usted rompiéndome el tímpano con esas palabrotas, le cito yo a usted cincuenta mil versos y sentencias en latín y le dejo bizco; y si no oiga usted:Ordine confectu, quisque libellus habet:quis, quid, coram quo, quo jure petatur et a quo.Cultus disparitas, vis, ordo, ligamen, honestas...
Ripamilán se retorcía de risa. Somoza, furioso, gritaba; y se oía: colapso... flegmasía... cardiopatía... y el ex-alcalde, sin atender, continuaba mezclando latines:
En lo malo del libro, de nuevo las partes de las reflexiones de Ana se me han hecho muy largas. En concreto, la parte de su enfermedad la sobrellevé como pude.
Y por poner caras a los personajes, a don Pompeyo, el ateo acérrimo, me lo imagino como Fernando Fernán Gómez.
Ayrween escribió:
Qué bien leerlo sin tener ni idea de nada. Yo vi la serie de la que hablábais unos mensajes más atrás cuando la echaron en la tele (he visto que fue en 1995). A mí me gustó y fue lo que me llevó a leerme la novela. Esta es mucho mejor y la serie no la he vuelto a ver, pero hay cosas que quedaban claras y no me recuerdo haberme sorprendido tanto con ciertas cosas de la trama.
Sí, desde luego yo estoy contento de no saber nada.
Bueno, menos el final finalísimo que sí que sé que pasa con Ana, pero vamos, de lo demás ni idea. |
Yo la serie estoy dudando si verla, pero he visto que es una miniserie de tres capítulos y no sé si la veré, porque últimamente soy incapaz de ver cosas largas por la tele, me aburro y pierdo la concentración enseguida. Ni siquiera soy capaz de ver de seguido películas que me gustan.