La terminé hace una semana.
La novela me ha gustado bastante en general, aunque algunos tramos se me hicieron un poco cuesta arriba, especialmente la parte espistolar. Está claro que es culpa mía, que no me gusta ese género, porque a la vez algunas de los fragmentos más interesantes están en la parte de intercambio de correspondencia.
Me choca, aunque cada vez me sorprende menos encontrar este tipo de cosas en autores del siglo XIX, haber encontrado una denuncia parcial a la situación de la mujer. Me refiero, por ejemplo, a las conversaciones entre Tristana y Saturna en las que se reflejan las pocas oportunidades u opciones vitales a las que se enfrentaban las mujeres: o esposa, o actriz o «mujer de compañía».
En cuanto al personaje principal, Tristana, me ha gustado mucho la forma de describir algunos de sus procesos vitales y mentales:
En concreto, creo que está estupendamente descritas las fases de tonteo-enamoramiento-desenamoramiento. |
La forma de describir los claroscuros en el personaje de Don Lope es canela fina. Para mi gusto, es el personaje más rico de la novela, en el sentido de que es el que tiene más matices y recovecos.
Y ahora que sale en prensa algunas reivindicaciones políticas en torno al lenguaje, como lo de «portavoces y portavozas», me ha hecho gracia encontrarme este pasaje en el que, en un tonteo entre enamorados, parece que también jugueteban con el lenguaje ya en el siglo XIX:
»Pues verás: haciendo un gran esfuerzo, me ha puesto profesor de inglés, digo, profesora, aunque más bien la creerías del género masculino o del neutro; una señora alta, huesuda, andariega, con feísima cara de rosas y leche, y un sombrero que parece una jaula de pájaros. Llámase doña Malvina, y estuvo en la capilla evangélica, ejerciendo de sacerdota protestanta, hasta que le cortaron los víveres, y se dedicó a dar lecciones…