(*)El Oráculo manual y arte de prudencia (1647) supone la síntesis de los tratados didáctico-morales anteriores. El libro consta de trescientos aforismos comentados, y ofrece un conjunto de normas y orientaciones para guiarse en una sociedad compleja y en crisis.
No sólo ha interesado a aficionados a la literatura. A la obra se han acercado desde su publicación hasta la actualidad pensadores y filósofos. La admiración que por ella mostró Arthur Schopenhauer, le llevó a traducirla al alemán y su versión fue la más difundida del Oráculo en esta lengua.
Este «arte de prudencia» escrito por Gracián ha tenido vigencia incluso en la actualidad, como demuestra el hecho de que una versión al inglés, titulada The Art of Worldly Wisdom: A Pocket Oracle[10] llegó a vender más de ciento cincuenta mil ejemplares en el ámbito anglosajón
, al ser presentado como un manual de autoayuda para ejecutivos.[11] En 1992, permaneció dieciocho semanas (dos en primera posición) en la lista de los más vendidos del Washington Post en el apartado Nonfiction/General.
Se ha pensado que esta obra es una mera recopilación de sentencias de sus libros anteriores, pero esto solo es cierto, y en parte, en los cien primeros aforismos. El hecho de glosar apotegmas de obras propias era un proceder nuevo, pues hasta entonces estaba reservado a la autoridad de las citas extraídas los clásicos de la antigüedad, o al menos a autores de reconocido prestigio. El ser el Oráculo una antología de sus máximas indica que Gracián se eleva a sí mismo al rango de los autores que constituían el canon literario de la época.
Lo que tiene este libro de interesante es que es un libro de aforismos comentados, que realmente son una serie de consejos para conducirse en la vida de forma adecuada, un manual de supervivencia en entornos hostiles, hasta el punto de que durante los '90 fue editado en Estados Unidos como manual de autoayuda para ejecutivos.
Cito algunos de los aforismos:
3. Llevar sus cosas con suspensión. La admiración de la novedad es estimación de los aciertos. El jugar a juego descubierto ni es de utilidad ni de gusto. El no declararse luego suspende, y más donde la sublimidad del empleo da objeto a la universal expectación; amaga misterio en todo, y con su misma arcanidad provoca la veneración. Aun en el darse a entender se ha de huir la llaneza, así como ni en el trato se ha de permitir el interior a todos.
15. Tener ingenios auxiliares. Felicidad de poderosos: acompañarse de valientes de entendimiento que le saquen de todo ignorante aprieto, que le riñan las pendencias de la dificultad. Singular grandeza servirse de sabios, y que excede al bárbaro gusto de Tigranes, aquel que afectaba los rendidos reyes para criados.
17. Variar de tenor en el obrar. No siempre de un modo, para deslumbrar la atención, y más si émula. No siempre de primera intención, que le cogerán la uniformidad, previniéndole, y aun frustrándole las acciones. Fácil es de matar al vuelo el ave que le tiene seguido, no así la que le tuerce. Ni siempre de segunda intención, que le entenderán a dos veces la treta. Está a la espera la malicia; gran sutileza es menester para desmentirla. Nunca juega el tahúr la pieza que el contrario presume, y menos la que desea.
26. Hallarle su torcedor a cada uno. Es el arte de mover voluntades; más consiste en destreza que en resolución: un saber por dónde se le ha de entrar a cada uno. No hay voluntad sin especial afición, y diferentes según la variedad de los gustos. Todos son idólatras: unos de la estimación, otros del interés, y los más del deleite. La maña está en conocer estos ídolos para el motivar, conociéndole a cada uno su eficaz impulso: es como tener la llave del querer ajeno. Hase de ir al primer móvil, que no siempre es el supremo, las más veces es el ínfimo, porque son más en el mundo los desordenados que los subordinados. Hásele de prevenir el genio primero, tocarle el verbo después, cargar con la afición, que infaliblemente dará mate al albedrío.
38. Saberse dejar ganando con la fortuna. Es de tahúres de reputación. Tanto importa una bella retirada como una bizarra acometida.
40. Gracia de las gentes. Mucho es conseguir la admiración común, pero más la afición; algo tiene de estrella, lo más de industria; comienza por aquella y prosigue por esta.
Y así hasta cien aforismos de lo más prácticos41. Nunca exagerar. Gran asunto de la atención, no hablar por superlativos, ya por no exponerse a ofender la verdad, ya por no desdorar su cordura. Son las exageraciones prodigalidades de la estimación, y dan indicio de la cortedad del conocimiento y del gusto. Despierta vivamente a la curiosidad la alabanza, pica el deseo, y después, si no corresponde el valor al aprecio, como de ordinario acontece, revuelve la expectación contra el engaño y despícase en el menosprecio de lo celebrado y del que celebró. Anda, pues, el cuerdo muy detenido, y quiere más pecar de corto que de largo. Son raras las eminencias: témplese la estimación. El encarecer es ramo de mentir, y piérdese en ello el crédito de buen gusto, que es grande, y el de entendido, que es mayor.
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(*)Artículo completo de la Wikipedia
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