En defensa de una disléxia razonable

[Fenix]

Manolito era un niño feliz hasta que pronunció murciégalo, su papá lo corrigió divertido y el niño se esforzó en repetirlo, murciégalo, murciégalo. Nadie en la casa dio mayor importancia a esa errónea pronunciación de un niño de cinco años excepto doña Matilde, una señora mayor a la vista de Manolito, que apenas alcanzaba la treintena y a la que su padre saludaba sonriente en cada encuentro vecinal de la escalera, y su madre, poniendo cara de Viernes Santo, le llamaba -¡Pendón!- cuando se separaban. Luego, más tarde, reñía a su marido por aquellas sonrisas bobaliconas que Don Manuel regalaba a esa maestra soltera, que había tenido la desfachatez de acudir sola a París una semana: decía ella que a recibir unas clases de psicología infantil en la Sorbona, cuando era más que notorio que no sabía francés. De París se trajo la definición del problema de Manolito y unos sostenes sin aquellas copas picudas, casi capirotes de enanos que usaban las mujeres españolas, las decentes claro está: hablamos de 1957.
Doña Matilde, cuando se emocionaba o sentía un repelús, marcaba el frontal de su rebequita por causa de aquellos indecentes sostenes que usaba. Don Manuel sonreía estúpidamente ante aquellas situaciones y Manolito también, en un recuerdo atávico y cercano de su perdida lactancia.
El niño padece una dislexia de no sé qué cosa pontificó emocionada ante sus padres, lo que conllevó un codazo de su madre a don Manuel y una colleja a Manolito por mirar ambos donde no debían.
Manolito debía acudir a un psicólogo, lo que para los provincianos padres de la criatura significaba tanto como enviarlo al manicomio por una estupidez como murciégalo. No había esa clase de loqueros –psicólogo había dicho- en la ciudad y por tanto el niño fue entregado, con envidia por parte de su padre y ciertas reticencias de la madre, a los cuidados de doña Matilde: ella le enseñaría un nuevo sistema de lectura que evitaría el dichoso murciégalo de Manolito por un razonable precio.
Una lectura en cinemascope, explicaba doña Matilde, algo así como leer las frases sin tener que revisarlas sílaba a sílaba. Poco cinemascope había visto el matrimonio en el cine Pathé de aquella ciudad y Manolito, lo más que había alcanzado fue a ver las carteleras de mano de sus padres.
El niño aprendió a leer y a pensar a la vez en cosas que no tenían que ver con lo que leía. Le daba a sí mismo la sensación de que no atendía a lo que leía y que no podría recordarlo más tarde.
Mientras lo hacía, mientras leía, pensaba en sus cosas, en sus juegos, en su mundo infantil y cuando doña Matilde le preguntaba por lo leído, él contestaba como saliéndole del subconsciente, sin saber por qué lo sabía.
Cuando creció y se hizo hombre, Manolito no supo nunca a ciencia cierta si había sido disléxico alguna vez, lo que sí sabía era que la sensación de no enterarse cuando leía le acompañaba desde niño y que no le hacía disfrutar de la lectura, su mente se evadía inquieta por pensamientos que nada tenían que ver con la trama de la novela: el colegio de la niña, tengo que ir por una bombona de butano que esta mañana no calentaba el agua de la ducha, ¡caramba! Mañana tengo reunión con el subdirector, ¡vaya tostón!
-¿Te gusta la novela? –preguntaba su mujer ajena a sus problemas de concentración.
-Sí, está en lo más interesante, Ramiro acaba de conocer a la secretaria del amante de su mujer –le surgía del subconsciente sin saber el cómo.
Su mente disléxica se había convertido en una especie de memoria RAM llena de archivos que él no controlaba. La información le venía fuera de control. Lo peor no era la lectura, sino escribir con la mente en otra dimensión, colocar frases con sentido extrayéndolas de sus descontrolados archivos y él, él era abogado.
“Estimado señor –escribió una vez- lo interpuesto por su mujer ante el señor magistrado ha sido considerado nulo de pecho”- que no de derecho y aunque también era cierto, no obstante la señora de su cliente era casi plana, de poco pecho y que realmente, frente al magistrado, su figura había llamado poco la atención, Manolito perdió un cliente por la coña del derecho disléxico.
Lo malo del caso era que las revisiones que hacía de los documentos no le solucionaban el problema, que el Office no le daba solución porque tanto pecho como derecho entraban en lo políticamente correcto del corrector –valga la redundancia- y pasaba sobre el pecho de aquella pobre señora leyendo derecho. Doña Matilde, ¡Dios la confunda! Estropeó el disfrute de la lectura reposada y consciente de Manolito por culpa de un maldito murciélago y su lectura panorámica.

[lucia]

Me has recordado mis problemas con la dislalia (o así dicen que se llama, porque no está diagnosticada).

Lo del final es tremendo, tremendo

[Sashka]

Qué cosas, qué interesante.

[JANGEL]

Ha estado bien. Me ha gustado cómo ambientas el relato temporalmente con sólo dos o tres palabras, dos o tres retazos. Y la idea principal de "murciegalo" es muy apropiada.

¿Qué es la dislalia, Luci?

[lucia]

Lo que yo tengo es que pienso una cosa y digo otra. Incluyendo pensar ir a la izquierda, señalizar la izquierda y decir derecha (el amigo al que le estaba indicando las direcciones alucinaba). Eso, y dificultades para diferenciar algunos sonidos, aunque más o menos los entiendo por el contexto.

Ya te digo que no está diagnosticado, así que no se si realmente se llamará a eso dislalia o no.

[JANGEL]

Ah, eso me ocurre a mí a veces. A mi mujer más a menudo. Pero yo lo considero simple despiste, ¿no?

[lucia]

No es despiste, porque piensas que están diciendo izquierda, que es lo que estás pensando y señalando. Y no ocurre una vez, sino bastantes.

Recuerdo un examen de físicas y todavía no se si la respuesta estaba bien desde el principio o es que escribí lo contrario que pensaba, porque la profesora me lió aún más cuando dijo la que era.

[HERMANN]

Muy bueno Fenix, me ha gustado.
Lucía: yo creo que eso le pasa a mucha gente. Mi mujer sin ir más lejos siempre dice izquierda cuando quiere decir derecha, y al revés. Y cuando uno va en coche dejándose dirigir... Por no hablar de los "tira para abajo"; "Tuerce hacia arriba"... Y yo digo, ¡joder! ¡que todavía no han inventado el coche que vuela!

Saaludos.

[Fenix]

Íbamos a una boda en Pozuelos, a las 7 y media se casaba la niña. Yo acostumbrado a calcular derrotas y viendo como estaba el tráfico, decidí salir a las seis desde el hotel en pleno barrio de Salamanca.
A eso de las cuatro de la tarde nos llamó la mujer de un amigo, invitada también que no tenía con quién ir. Accedí si salíamos a las cinco y media del hotel.
-¡Qué exagerado! -decían mientras yo comenzaba a vestirme.
Cuando llegamos al final de Arturo Soria aquello era como un barrio chií de Beirut Este, ¡eran trincheras, lo juro! Imposible llegar hasta el portal, que desastre. Cuando nos pusimos en marcha,yo no sabía conducirme por aquel laberinto de obras, tampoco salir hacia Pozuelo -en este punto quiero participaros de mi nulidad más absoluta para orientarme: me pierdo en mí propia casa con lo que el varón lucha contra el mamut y la cromañona se queda en casa y el tío se orienta como Dios, en unos caso sí y en otros no-. Este inciso era por lo de las diferencias entre hombres y mujeres y el canto de Anonymous a las tendencias atávicas de los seres humanos actuales.
Bueno, pues nuestra amiga tiene dislalia o disléxia o disfunción de lo que sea y yo no me encuentro en medio del tráfico.
Imaginaros: hora punta, atascos, lluvia, cristal empañado y cinco en el coche vestidos de boda: ¡no abras que me despeino!
-A la derecha, a la derecha!
¡Zas! pitada general y como un Fernando Alonso cruzaba dos o tres cariles y me metía a la derecha.
-¡no, no! a esa derecha no, a la otra -le oigo a mí amiga decir.
Corregido el entuerto, zumbando lo que el tráfico permitía, de nuevo le oigo: -a la derecha- yo me cercioro: ¿seguro que a la derecha? y ella: ja,ja, que sí hombre que a la derecha. Pues no joder que seguía siendo a la izquierda.
Tercera vez que me dice a la derecha, comprenderéis que no iba a caer y de un volantazo me metí en su derecha que era mi izquierda -como ya me lo había demostrado un par de veces- pues no, esa vez era realmente a la derecha.
-Tú estás tonto -me dijo-, ¿no te había dicho a la derecha?
¡Qué bonita la novia metiéndose en el coche!
-¡No aparquéis -nos dijeron al llegar- nos vamos ya para el restaurante. Miré el reloj, aunque no era necesario, lo sentía en el culo plano que arrastraba: las nueve.

[lucia]

Lucía: yo creo que eso le pasa a mucha gente. Mi mujer sin ir más lejos siempre dice izquierda cuando quiere decir derecha, y al revés.

Era un ejemplo, en el que debería haber puesto en negrita lo de que señalaba al lado contrario que decía, que era el que pensaba. Pero es que me pasa en más cosas, como lo del examen ese de física, o en conversaciones normales y llega a ser molesto.

Fenix, Madrid es mundialmente famosa por sus obras y atascos a horas inverosímiles. Nos fuimos una noche al cine con una noruega y no se podía creer que hubiese atasco a la 1 de la madrugada para volver a Madrid. Y ya con Gallardón, ni te cuento. El verano pasado la mitad de las entradas a Madrid estaban de obras: carretera de Colmenar, Paseo de Extremadura, A I, etc.

[Catón]

Al parecer, con ciertas enfermedades cerebrales llegas a cometer esos errores a unos niveles brutales, como decir algo sin querer decirlo o decir dame ese martillo refiriéndote a un bolígrafo.

[Jane]

Al parecer, con ciertas enfermedades cerebrales llegas a cometer esos errores a unos niveles brutales, como decir algo sin querer decirlo o decir dame ese martillo refiriéndote a un bolígrafo.

Pues a mí eso me pasa a diario Catón,


Me ha gustado el relato fenix, muy gracioso

[nosin]

Bueno, lo primero decir a Fenix que la literatura se está perdiendo un genio. !Que bueno que lo disfrutamos nosotros en privado!.

Izquierda-derecha. Problema de "lateralidad". También cosas como escribir un 3 así E, o una p así g...

Yo me pasé todo el embarazo feliz, durmiendo sobre el lado izquierdo, creyendo que era el derecho y dejaba así bombear mejor al corazón. Me dí cuenta después de dar a luz. Sólo me pasó en ese trance.

Fénix, me gusta como escribes. !Que envidia!

[lucia]

Tiene un libro de intriga publicado. Se llama El hombre de Nador y tiene tema en Misterio y aventuras.

[nosin]

Gracias Lucía. Estás a todo.

Uy, !vaya olfato literario que tengo!...