Los Olivisores, by escorpy
Los Olivisores, by escorpy
Aqui estoy yo!!! Qué os creiaís!!!
Sí, he estado muy pillado como para llegar a la final , pero aunque sea fuera de concurso y tirando a cortita, aquí os dejo mi contribución. A ver si tengo un poco de tiempo y leo el resto de relatos. Ya he leido algunos -el ganador, Fénix, Redspark...- y el nivel está bien alto. Que no decaiga!
Besos y abrazos según la barba de cada cual
Los Olivisores.
Mi amigo Ramón dice que en estos tiempos que corren la televisión y los televisores vienen a ser la versión electrónica del diablo.
-¿Dónde tienen los televisores los cuernos? -le pregunto, divertido por su ocurrencia.
Me explica que los cuernos de los nuevos diablos electrónicos pueden ser perfectamente esas antenas que se colocan sobre los televisores para mejorar la imagen. Luego enciende un cigarrillo y me cuenta que hace un par de semanas tuvo la ocurrencia de enterrar su televisor portátil de diez pulgadas mientras estaban retransmitiendo uno de esos programas en los que la gente se insulta y se tira los trastos por la cabeza.
-Era una noche de plenilunio y hacía un calor sofocante -recuerda- Bajé al solar que hay delante de casa, puse el televisor en marcha y lo deposité cuidadosamente en el fondo de un pozo que había cavado aquella misma mañana al pie de un olivo.
Luego empecé a echar la tierra removida encima del televisor sin que la presentadora y los concursantes se diesen cuenta. Fue así como consumé el primer televicidio de la historia.
-¿Y qué sucedió luego?
- Lo que vino a continuación desafía a la lógica. Miedo me da sólo recordarlo.
- Me tienes sobre ascuas…
- A pesar de que fue una noche de tormenta, dormí a pierna suelta. Como si el haberme desprendido de ese demonio electrónico me hubiera devuelto la paz.
La mañana amaneció radiante. Dejándome llevar de esa sensación de paz que me inundaba desde que deposité bajo el olivo el demoníaco artefacto, abrí las contraventanas del dormitorio dejando que el sol entrara a raudales en la habitación, pero lo que vi en el solar me heló la sangre.
- ¿Qué fue lo que vistes?
- El olivo estaba partido en dos, como si le hubiera golpeado un rayo durante la noche. Aparecía como una enorme i griega, en la que los troncos superiores recordaban los cuernos demoníacos de las antenas del televisor que había enterrado la anoche anterior. Pero eso no es todo.
- Estás consiguiendo asustarme…
- Pues agárrate. De las ramas del viejo olivo como si de su fruto se tratase, colgaban cientos de minúsculos aparatos de televisión del tamaño de una oliva.
- ¿Y qué hiciste?
- Me quedé petrificado, pero me eché un pantalón y una camisa, bajé corriendo, cargué la escopeta de postas y salí al solar dispuesto a hacer frente al maleficio. Un extraño rumor flotaba en el ambiente, pero no supe a lo que me enfrentaba hasta que no me encontré frente al olivo.
- Venga no te recrees, me tienes en vilo…
- No me vas a creer, pero te juro que de las ramas, en lugar de olivas, colgaban televisores minúsculos que, a pesar de sus reducidas dimensiones, ofrecían nítidamente las mismas imágenes que podemos contemplar en cualquier televisor doméstico, y eso no era lo peor, el ambiente estaba lleno de voces chillonas: echadoras de cartas, partidos de fútbol, imitadores de Chiquito de la Calzada, el loco de la colina entrevistando al mismo demonio, un señor preguntándole a una marioneta el precio de un café…, en fin, recuerdo que exclamé horrorizado que me estaba volviendo loco, lo que inmediatamente certificó el doctor House desde una de aquellas olivas.
- Bueno, ¿y qué hiciste?
- Primero cogí una vara y comencé a agitar aquellos olivisores que caían a mis pies sin dejar de enviarme anuncios de Coca Cola y de las natillas que come la mamá de Ronaldinho, pero en cuanto conseguía hacer caer uno que daba los Serrano, inmediatamente lo sustituía otro con un documental de cocodrilos, así que me acerqué al granero, cogí la motosierra y comencé a cortar las ramas del árbol como un poseso. Sólo cuando el olivo estaba más pelado que un pavo en Navidad dejaron de salirle olivisores, pero, desde el suelo, cientos de ellos seguían martirizándome con Ana y los Siete.
- Uf, eso debió ser lo peor…
- Pues no sé que decirte. Lo que hice fue que los amontoné todos, los recogí con el tractor y los arrojé bajo la piedra del molino de aceite que inmediatamente puse en funcionamiento. Antes de desaparecer triturados aún pude ver unas tomas falsas de Buenafuente, a Bart Simpson quejándose de su mala suerte y el capítulo 538 de la Gata Salvaje.
- Bueno, lo importante es que al final has podido deshacerte de ese demonio –le digo pensando que verdaderamente se ha vuelto loco.
- Más o menos –replica mi amigo Ramón. Es verdad que a partir de ese momento he recuperado el gozo del silencio la mayor parte del día. Ahora puedo leer un libro frente a la mesa donde antes estaba ese demonio circuitado.
- ¿Y no echas de menos un poco de tele de vez en cuando?
- No se lo digas a nadie, pero la verdad es que no he podido con ella. En realidad no creo que pueda nadie. El caso es que ahora aparece cuando menos me lo espero. Los huevos los frío en Juan y Medio, la cebolla la rehogo en Julián Muñoz, que con esa carita de pena que tiene no hay forma de que quede doradita, pero lo peor es que la ensalada la aliño con Terelu Campos…
- Terrible –le contesto sin argumentos.
- Ya te digo -susurra sacando de debajo de la chaqueta una botella de plástico en cuyo interior, confundida la imagen en un líquido dorado y viscoso, se oye cantar a una de las niñas de operación triunfo.
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Sí, he estado muy pillado como para llegar a la final , pero aunque sea fuera de concurso y tirando a cortita, aquí os dejo mi contribución. A ver si tengo un poco de tiempo y leo el resto de relatos. Ya he leido algunos -el ganador, Fénix, Redspark...- y el nivel está bien alto. Que no decaiga!
Besos y abrazos según la barba de cada cual
Los Olivisores.
Mi amigo Ramón dice que en estos tiempos que corren la televisión y los televisores vienen a ser la versión electrónica del diablo.
-¿Dónde tienen los televisores los cuernos? -le pregunto, divertido por su ocurrencia.
Me explica que los cuernos de los nuevos diablos electrónicos pueden ser perfectamente esas antenas que se colocan sobre los televisores para mejorar la imagen. Luego enciende un cigarrillo y me cuenta que hace un par de semanas tuvo la ocurrencia de enterrar su televisor portátil de diez pulgadas mientras estaban retransmitiendo uno de esos programas en los que la gente se insulta y se tira los trastos por la cabeza.
-Era una noche de plenilunio y hacía un calor sofocante -recuerda- Bajé al solar que hay delante de casa, puse el televisor en marcha y lo deposité cuidadosamente en el fondo de un pozo que había cavado aquella misma mañana al pie de un olivo.
Luego empecé a echar la tierra removida encima del televisor sin que la presentadora y los concursantes se diesen cuenta. Fue así como consumé el primer televicidio de la historia.
-¿Y qué sucedió luego?
- Lo que vino a continuación desafía a la lógica. Miedo me da sólo recordarlo.
- Me tienes sobre ascuas…
- A pesar de que fue una noche de tormenta, dormí a pierna suelta. Como si el haberme desprendido de ese demonio electrónico me hubiera devuelto la paz.
La mañana amaneció radiante. Dejándome llevar de esa sensación de paz que me inundaba desde que deposité bajo el olivo el demoníaco artefacto, abrí las contraventanas del dormitorio dejando que el sol entrara a raudales en la habitación, pero lo que vi en el solar me heló la sangre.
- ¿Qué fue lo que vistes?
- El olivo estaba partido en dos, como si le hubiera golpeado un rayo durante la noche. Aparecía como una enorme i griega, en la que los troncos superiores recordaban los cuernos demoníacos de las antenas del televisor que había enterrado la anoche anterior. Pero eso no es todo.
- Estás consiguiendo asustarme…
- Pues agárrate. De las ramas del viejo olivo como si de su fruto se tratase, colgaban cientos de minúsculos aparatos de televisión del tamaño de una oliva.
- ¿Y qué hiciste?
- Me quedé petrificado, pero me eché un pantalón y una camisa, bajé corriendo, cargué la escopeta de postas y salí al solar dispuesto a hacer frente al maleficio. Un extraño rumor flotaba en el ambiente, pero no supe a lo que me enfrentaba hasta que no me encontré frente al olivo.
- Venga no te recrees, me tienes en vilo…
- No me vas a creer, pero te juro que de las ramas, en lugar de olivas, colgaban televisores minúsculos que, a pesar de sus reducidas dimensiones, ofrecían nítidamente las mismas imágenes que podemos contemplar en cualquier televisor doméstico, y eso no era lo peor, el ambiente estaba lleno de voces chillonas: echadoras de cartas, partidos de fútbol, imitadores de Chiquito de la Calzada, el loco de la colina entrevistando al mismo demonio, un señor preguntándole a una marioneta el precio de un café…, en fin, recuerdo que exclamé horrorizado que me estaba volviendo loco, lo que inmediatamente certificó el doctor House desde una de aquellas olivas.
- Bueno, ¿y qué hiciste?
- Primero cogí una vara y comencé a agitar aquellos olivisores que caían a mis pies sin dejar de enviarme anuncios de Coca Cola y de las natillas que come la mamá de Ronaldinho, pero en cuanto conseguía hacer caer uno que daba los Serrano, inmediatamente lo sustituía otro con un documental de cocodrilos, así que me acerqué al granero, cogí la motosierra y comencé a cortar las ramas del árbol como un poseso. Sólo cuando el olivo estaba más pelado que un pavo en Navidad dejaron de salirle olivisores, pero, desde el suelo, cientos de ellos seguían martirizándome con Ana y los Siete.
- Uf, eso debió ser lo peor…
- Pues no sé que decirte. Lo que hice fue que los amontoné todos, los recogí con el tractor y los arrojé bajo la piedra del molino de aceite que inmediatamente puse en funcionamiento. Antes de desaparecer triturados aún pude ver unas tomas falsas de Buenafuente, a Bart Simpson quejándose de su mala suerte y el capítulo 538 de la Gata Salvaje.
- Bueno, lo importante es que al final has podido deshacerte de ese demonio –le digo pensando que verdaderamente se ha vuelto loco.
- Más o menos –replica mi amigo Ramón. Es verdad que a partir de ese momento he recuperado el gozo del silencio la mayor parte del día. Ahora puedo leer un libro frente a la mesa donde antes estaba ese demonio circuitado.
- ¿Y no echas de menos un poco de tele de vez en cuando?
- No se lo digas a nadie, pero la verdad es que no he podido con ella. En realidad no creo que pueda nadie. El caso es que ahora aparece cuando menos me lo espero. Los huevos los frío en Juan y Medio, la cebolla la rehogo en Julián Muñoz, que con esa carita de pena que tiene no hay forma de que quede doradita, pero lo peor es que la ensalada la aliño con Terelu Campos…
- Terrible –le contesto sin argumentos.
- Ya te digo -susurra sacando de debajo de la chaqueta una botella de plástico en cuyo interior, confundida la imagen en un líquido dorado y viscoso, se oye cantar a una de las niñas de operación triunfo.
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Cebolla rehogada en Julián Muñóz ¡qué horror!
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Re: Los Olivisores, by escorpy
me he jartado de reir con los olivisores de scorpio que ingenioso
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Re: Los Olivisores, by escorpy
Rosa ¿donde se ubican los auxiliares administrativos?Rosa Estrada Díaz escribió:me he jartado de reir con los olivisores de scorpio que ingenioso
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