Desolación
Desolación
Nunca pensaron que podrían acabar sus días en el confín del mundo; que habrían de estar hundidos en una guerra de las galaxias como esa. En unas islas en forma de reptil prehistórico, amorfo y aletargado; de arterias frías.
Desde la altura del terreno desde donde se parapetaban se podía contemplar una llanura iluminada por bengalas, explosiones como pequeñas hogueras que duraban un instante. Algunas trazadoras rebotaban en las lomas y ascendían hacia el cielo llenando la noche de líneas rectas. Las trayectorias hacía que los puntos rojos fueran rápidos como luciérnagas rabiosas o lentos como cometas en el cielo.
Tenían hambre, frío, sueño. Un cansancio infinito. Como todos los soldados en todas las guerras. Pero ahora lo sufrían ellos en esos precisos momentos. Nunca intentes explicar a nadie cómo es tu dolor de muelas.
Si no fuera por eso la noche sería oscura. Ahora lo recuerdan.
Las rachas de viento les azota la cara como si viniera acompañado de colmillos y alfileres. Tienen los oídos inundados de pitidos y de manos gigantes rompiendo pedernales. Les cuesta respirar. Cada poco un reactor pasa cerca quebrando el cielo y el paisaje se llena de un terror doméstico, como si fuera el escenario preparado de un rodaje. Muchos se acuerdan de su madre y la llaman en el fragor de la noche. Algunos piensan en esos vasos de leche caliente que les llevaban a la cama y que tomaban sin ganas, metidos entre sábanas calientes. Pero ahora están con la ropa empapada y helada, acurrucados detrás de las rocas.
¿Cuánto ha pasado ya desde que están allí? recuerdan que hacía sólo unos días, por turnos, dormían junto a la estufa de hierro del barracón o en el pozo de tirador donde se resguardaban del viento y se calentaban con una vela. Podían beber mate. Por la aspillera, podían ver y oír cómo soplaba el viento.
Ahora lo recuerdan. Al cabo Ortelli una esquirla le ha segado la esfera del codo. Limpiamente. Se incorpora y la mitad inferior de su brazo cae como un ala rota. Peor la imagen que el dolor. Sólo algunos gritos llegan a hacerse oír con el tronar de las bombas.
La cara llena de agua nieve. Apenas asoman las manos por encima del talud y vacían el cargador entero. Les escuecen los ojos. No deberían estar allí. Nadie debería estar allí. Esos hombres que van a enfrentarse son iguales, sólo que les han hablado desde lados distintos. Impulsados por una fuerza inconmensurable. No se entiende cómo puede comenzar algo así; cómo puede acabar eso. Se prevé largo o eterno. ¿Seguir disparando? No cejarán. Seguirán viniendo, seguirán desembarcando. Sin cesar, hasta el fin. Ahora ya es tarde para todo. Aguantar y rezar. ¿Cuánto hacía que algunos no rezaban? Buscar escarbando hacia la niñez.
Cuánto sufrimiento. Han oído que el impacto de un misil ha alcanzado una nave con cientos de marines. Y que la cubierta se ha vuelto incandescente. Una plancha de asar. Seres humanos muriendo como mariscos cocidos, donde la piel se repliega como si ya no pudiera cubrir y servir al propio cuerpo. Masas industriales de metal contra el cuerpo frágil de los hombres. Ahora lo recuerdan.
Matarse entre jóvenes que no se conocen enviados por locos viejos que se odian. ¿Qué ha ocurrido en la historia para que millones de seres humanos sean prendidos de una voluntad luciferina y sean llevados al sufrimiento, a la guerra, al odio? Quizá no sean más que las luchas de animales por marcar el territorio. Lo que ocurre es que algunas veces se utilizan como marcas, como excrementos de untar.
Hay repliegue general aunque algunos aún se resisten. ¿Para qué? ¿Orgullo? ¿Hombría? ¿Honor? ¿Patriotismo? El patriotismo es a veces lo que agarran algunos dictadores para lanzarlo al pueblo como carnaza y así evitar que se vean sus vísceras podridas. Pero en muchas ocasiones el pueblo se equivoca. Los mismos que pedían su cabeza de laureles, vitorean ahora una bravuconería empapada de alcohol.
Van como pueden hacia el final, hacia la meta donde no caen las bombas. Allí hay amontonados armas, municiones, heridos, hombres acabados. Achuchan a los soldados como a las ovejas los perros. Cada segundo por venir esperan que sea el último. Ya sólo queda por hacer la tarea ingrata del recuento. Allá, al otro lado del mar, los esperan. Eso creen ellos. Quién los espera.
-Papá, vení a buscarme a la Plaza. Estoy agotado y sin un peso. No puedo más.
El padre oye bajita la voz de su hijo y no puede creerlo. Pero al menos está vivo. Al menos está vivo; de momento.
Muchos llegan a sus casas meses después. Con sus uniformes de la derrota, pagándose ellos mismos el recorrido del taxi. Para la derrota no existen bandas ni confetis ni mujeres guapas esperando. Sólo una urgencia para el olvido.
(En recuerdo y homenaje a los que tuvieron que vivir aquellos días hace 25 años y sobre todo, a los que no regresaron)
Desde la altura del terreno desde donde se parapetaban se podía contemplar una llanura iluminada por bengalas, explosiones como pequeñas hogueras que duraban un instante. Algunas trazadoras rebotaban en las lomas y ascendían hacia el cielo llenando la noche de líneas rectas. Las trayectorias hacía que los puntos rojos fueran rápidos como luciérnagas rabiosas o lentos como cometas en el cielo.
Tenían hambre, frío, sueño. Un cansancio infinito. Como todos los soldados en todas las guerras. Pero ahora lo sufrían ellos en esos precisos momentos. Nunca intentes explicar a nadie cómo es tu dolor de muelas.
Si no fuera por eso la noche sería oscura. Ahora lo recuerdan.
Las rachas de viento les azota la cara como si viniera acompañado de colmillos y alfileres. Tienen los oídos inundados de pitidos y de manos gigantes rompiendo pedernales. Les cuesta respirar. Cada poco un reactor pasa cerca quebrando el cielo y el paisaje se llena de un terror doméstico, como si fuera el escenario preparado de un rodaje. Muchos se acuerdan de su madre y la llaman en el fragor de la noche. Algunos piensan en esos vasos de leche caliente que les llevaban a la cama y que tomaban sin ganas, metidos entre sábanas calientes. Pero ahora están con la ropa empapada y helada, acurrucados detrás de las rocas.
¿Cuánto ha pasado ya desde que están allí? recuerdan que hacía sólo unos días, por turnos, dormían junto a la estufa de hierro del barracón o en el pozo de tirador donde se resguardaban del viento y se calentaban con una vela. Podían beber mate. Por la aspillera, podían ver y oír cómo soplaba el viento.
Ahora lo recuerdan. Al cabo Ortelli una esquirla le ha segado la esfera del codo. Limpiamente. Se incorpora y la mitad inferior de su brazo cae como un ala rota. Peor la imagen que el dolor. Sólo algunos gritos llegan a hacerse oír con el tronar de las bombas.
La cara llena de agua nieve. Apenas asoman las manos por encima del talud y vacían el cargador entero. Les escuecen los ojos. No deberían estar allí. Nadie debería estar allí. Esos hombres que van a enfrentarse son iguales, sólo que les han hablado desde lados distintos. Impulsados por una fuerza inconmensurable. No se entiende cómo puede comenzar algo así; cómo puede acabar eso. Se prevé largo o eterno. ¿Seguir disparando? No cejarán. Seguirán viniendo, seguirán desembarcando. Sin cesar, hasta el fin. Ahora ya es tarde para todo. Aguantar y rezar. ¿Cuánto hacía que algunos no rezaban? Buscar escarbando hacia la niñez.
Cuánto sufrimiento. Han oído que el impacto de un misil ha alcanzado una nave con cientos de marines. Y que la cubierta se ha vuelto incandescente. Una plancha de asar. Seres humanos muriendo como mariscos cocidos, donde la piel se repliega como si ya no pudiera cubrir y servir al propio cuerpo. Masas industriales de metal contra el cuerpo frágil de los hombres. Ahora lo recuerdan.
Matarse entre jóvenes que no se conocen enviados por locos viejos que se odian. ¿Qué ha ocurrido en la historia para que millones de seres humanos sean prendidos de una voluntad luciferina y sean llevados al sufrimiento, a la guerra, al odio? Quizá no sean más que las luchas de animales por marcar el territorio. Lo que ocurre es que algunas veces se utilizan como marcas, como excrementos de untar.
Hay repliegue general aunque algunos aún se resisten. ¿Para qué? ¿Orgullo? ¿Hombría? ¿Honor? ¿Patriotismo? El patriotismo es a veces lo que agarran algunos dictadores para lanzarlo al pueblo como carnaza y así evitar que se vean sus vísceras podridas. Pero en muchas ocasiones el pueblo se equivoca. Los mismos que pedían su cabeza de laureles, vitorean ahora una bravuconería empapada de alcohol.
Van como pueden hacia el final, hacia la meta donde no caen las bombas. Allí hay amontonados armas, municiones, heridos, hombres acabados. Achuchan a los soldados como a las ovejas los perros. Cada segundo por venir esperan que sea el último. Ya sólo queda por hacer la tarea ingrata del recuento. Allá, al otro lado del mar, los esperan. Eso creen ellos. Quién los espera.
-Papá, vení a buscarme a la Plaza. Estoy agotado y sin un peso. No puedo más.
El padre oye bajita la voz de su hijo y no puede creerlo. Pero al menos está vivo. Al menos está vivo; de momento.
Muchos llegan a sus casas meses después. Con sus uniformes de la derrota, pagándose ellos mismos el recorrido del taxi. Para la derrota no existen bandas ni confetis ni mujeres guapas esperando. Sólo una urgencia para el olvido.
(En recuerdo y homenaje a los que tuvieron que vivir aquellos días hace 25 años y sobre todo, a los que no regresaron)
Nuestra editorial: www.osapolar.es
Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.
Mis diseños
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- Nelly
- GANADOR del I Concurso de relatos
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- Registrado: 01 Mar 2006 16:17
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Cosa mala la guerra.
Cosa muy mala.
Tu relato es crudo y cruel, directo, que supongo que es lo que querías que fuera. La temática es una desgracia pero desde luego lo has descrito con un ritmo estupendo.
Buenos golpes de efecto con algunas frases.
"Replegar" en su momento justo y aplicado a lo que lo aplicas hace que a una se le ponga la piel de gallina...
Lo de urgencia para el olvido también.
Lo de los jóvene y los viejos está mu´bien.
Vamos, que me gusta tó.
Pero el tema es triste.
Cosa muy mala.
Tu relato es crudo y cruel, directo, que supongo que es lo que querías que fuera. La temática es una desgracia pero desde luego lo has descrito con un ritmo estupendo.
Buenos golpes de efecto con algunas frases.
"Replegar" en su momento justo y aplicado a lo que lo aplicas hace que a una se le ponga la piel de gallina...
Lo de urgencia para el olvido también.
Lo de los jóvene y los viejos está mu´bien.
Vamos, que me gusta tó.
Pero el tema es triste.