¡Qué sol tan deslumbrante! La vida a veces nos regala estos días maravillosos en los que nos sentimos parte del engranaje perfecto de la vida. La verde vegetación mezclada de distintos tonos de verde es apabullante y la respiración se corta ante tanta belleza. Las hojas secas tapizan una tierra mojada por la lluvia, olorosa, que resulta provocadoramente fragante. Y el viento, que suavemente mece a su antojo caprichoso las hojas, me trae perfumes cotidianos, a hinojos, a romero y a tomillo. Nidos escondidos, arbustos señalados con unas bragas rojas a modo de bandera para otras noches de amor bajo el beneplácito de la luna, donde ese joven amante se dejará la piel de sus rodillas en la tierra salvaje. Bendita primavera. Renacer de suspiros; explosión de colores y perfumes que curan el corazón mojado de tantas lluvias y atardeceres atormentados, cielos entristecidos y palabras dedicadas solamente a ellos.
Los nubarrones se alejan cabizbajos, vencidos por este sol primaveral, que no oculta su orgulloso ataque, cubriéndonos una vez más de deseos imposibles, la coraza se derrite, y abrimos las palmas hacia arriba, ofreciéndole nuestra rendición más absoluta. Ganas tú.
Vale, es muy cursi, lo sé. Pero ¿que queréis? mi balcón da a un precioso parque de árboles que deja entrever un trocito de mar...
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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