El mendigo. La puta. La muerte se viste de rojo.

[Berlín]

El mendigo.

Bienvenido se acomoda sobre la vía del tren, cierra los ojos y espera. Ha visto en algunas películas que el tajo en el cuello es limpio, aunque puede suceder que su cabeza ruede unos cuantos metros separada de su cuerpo, pero ese dato insignificante no le importa mucho.
Espera pacientemente la llegada del tren de las cinco de la tarde, que suele ser muy puntual.
Se ha pasado los últimos años pernoctando en el suelo del bar de la estación por cortesía de Amparo, mujer de gran corazón y labios hechos para el beso. Espléndida dama, que además de ofrecerle cobijo alguna noche helada, le ha ofrecido también el lado vacío de su cama matrimonial bajo la mirada asesina e impotente de su difunto esposo encerrado contra su voluntad en un retrato, presidiendo con honores la cabecera de una cama sita en la oscuridad de una bodega vieja.
Pero Bienvenido está cansado de esta carrera de fondo que es la vida, está harto de pedir limosna, y ya le asusta el reflejo de su cara desvalida en la mirada algo despectiva de los transeúntes, que rehúsan el contacto de sus manos y arrojan la moneda al suelo con un gesto avergonzado.
Una vez, hace ya muchos otoños escribió una novela de amor, que duró escasamente lo que su protagonista tardó en alcanzar el climax, colocarse sus medias de seda y regalarle una aterciopelada mirada oscura y colmada de placer, pero ese amor le cerró las puertas pillándole el corazón en el portazo, y desde entonces no ha dejado de sangrar.

La puta.

Casta le puso su madre una mañana de primavera al ver su carita rosada, y castamente pasó los primeros años de su vida en ese colegio de monjas. Pero de todos es sabido que la cabra acaba tirando para el monte, y precisamente allí, bajo un árbol mojado por la lluvia perdió su virginidad entre los brazos tatuados de un gitano de ojos negros, que le prometió al oído hacerle un peine con un rayito de sol y cepillarle los cabellos a la luz de las estrellas.
El gitano tal como vino se fue, tarareando por bulerías lo bonita que se ve la luna en los pechos de una mujer hermosa, mientras Casta se limpiaba la sangre de sus piernas con unas ramitas de hierba buena. En su alegato diremos que no sintió placer alguno.
Después buscó el amor en cada puerta, y aprendió a sacarle provecho. Pero su cuerpo dolorido por un sexo sin amor se desligó para siempre del romanticismo de sus años soñadores.

La muerte.

Camina despacio, no tiene prisa. Si sus pies fuesen humanos las llagas del tiempos le dolerían al caminar, pero la muerte está habituada al dolor, mucho más al ajeno, claro está.
Sentada con los pies colgando al filo de una vía de tren, conversa con Bienvenido, que aún espera el tren de las cinco.

-Supongo que sabrás que el tren arrastrará tu cuerpo destrozado y tu final será espantoso. Por no hablar de que suicidándote no obtendrás un lugar decente para reposar en ningún lado. Además aún no es tu hora, y lo sabes.

-¿Qué haces tú aquí entonces?

-No vengo a buscarte a ti.

Bienvenido no escuchó el ruido del tren y los momentos que siguieron a esta breve conversación fueron vertiginosos.
Una mujer joven vestida de rojo se despojó de sus zapatos y se abalanzó torpemente sobre el sorprendido Bienvenido para sacarlo de las vías del tren, cayendo el pobre de tal manera que se dejó unos cuantos dientes por el suelo, pero a salvo. El tren pasó un segundo de forma atronadora mientras Bienvenido se palpaba todo el cuerpo, comprobando si todo estaba como antes.
-¿Dónde está la mujer que me ha salvado la vida?
-Esparcida en mil pedazos.
El mendigo bajó la mirada estupefacto, hace unos segundos era un suicida, ahora un descerebrado que ocasionaba muertes ajenas.
-¿Qué has hecho? Deberías haberme llevado a mí.
-Te dije que no vine a eso.
-Pero esta mujer que me ha salvado la vida…
-Ella sí estaba en mi lista.
-Nada de esto tiene sentido.
-Si lo tiene, ella ha dado su vida por ti.
-¿Y que se supone que debo hacer yo ahora?
-Vivir.

La muerte recogió los zapatos rojos de tacón de Casta, y observándolos con satisfacción femenina sonrió.

-Siempre quise unos de este color.

[Mylady]

Berlin me encanta, que bonito escribes, que palabras tan bien colocadas y que historias tan bonitas. Y siempre con muy buenos finales.

[shirabonita]

Berlín, es estupendo Me encanta la descripción que haces de los tres personajes, el ambiente un poco lúgubre y el final, inesperado. Está genial!!

[Berlín]

Berlin me encanta, que bonito escribes, que palabras tan bien colocadas y que historias tan bonitas. Y siempre con muy buenos finales.

Gracias Myl. y shirabonita. Un abrazo y me alegro de que os guste.

[Mylady]

Ja, ya le has cambiado el título no? me gusta!!!

[Berlín]

Ja, ya le has cambiado el título no? me gusta!!!

jaja soy culo inquieto con los títulos, ya me conoces.

[Rebeca Hawllin]

Berlin morena de verdes ojos... bruja de espuma que se despide generosamente de Jack Sparrow para cederselo a otros brazos más mundanos ( los míos, jeje )... siempre que te leo, quiero y requiero el emoticono de quitarse el sombrero.
Tienes una asombrosa habilidad para el relato corto (yo reconozco que con él, no puedo, por eso lo admiro tantísimo. ¿Tendrá algo que ver que hablo por los codos?) y redondo. Es difícil que en una historia corta no queden ganas de más y no lo digo por hermoso, sino por incompleto de algunas. Tus textos son rotundos y acaban donde deben acabar. No queda nada que decir, nada suelto, nada en el tintero navengando y pegando gritos... lo incompleto no existe entre tus frases. Eres justa, concisa y poética.
Me encantó que la puta se llamase Casta. Para mí también son muy importantes los nombres

[Berlín]

Fíjate Rebeca, que el mendigo se llama Bienvenido cuando todo el mundo lo evita con vergüenza, y la mujer que le acoge se llama Amparo. Si, los nombres son importantes.

Verás, intento que mis relatos no sean demasiado largos porque entiendo que la gente se agota leyendo, y se puede decir lo mismo con menos palabras. Tengo algunos relatos muy largos, escritos en varias veces como haces tú, pero realmente es agotador para mi. No sé como aguantas llevar tantos hilos al mismo tiempo niña.
Muchas gracias cielo, eres una tía cojonuda. Un abrazo.

[Rebeca Hawllin]

Un placer, tenerte como amiga, so artistaza!!!!

[SHardin]

Saludos. A mi me gusta el nombre de la muerte, le va muy bien. Yo imaginaba que era femina pues eso de dar ganas de vivir a los demás con el trabajo que tiene. Me ha gustado la historia y aun más como está escrita aunque me esperaba el final.

[Katia]

Berlín, esto que has escrito...

¡Es de matrícula de honor! Y no, no exagero. Soy justa. ¡Parece de escritor consagrado!

¡Felicidades! Tienes un gran talento dentro

[Berlín]

Shardin, Katia un abrazo y gracias.

Y Rebeca, me encanta y pienso disfrutar de tu amistad. ¿Un margarita fresquito?

[Oria]

Joder, qué joyita.
Cómo me gusta este tipo de prosa, esta manera de narrar y lo que narras.
Lo he disfrutado mucho de muchísimo. Lo sepas.

Edito: pero bueno, ¿no tienes más textos colgados? Imperdonable.

[Berlín]

Joder, qué joyita.
Cómo me gusta este tipo de prosa, esta manera de narrar y lo que narras.
Lo he disfrutado mucho de muchísimo. Lo sepas.

Edito: pero bueno, ¿no tienes más textos colgados? Imperdonable.

Oria, muchas gracias me alegro de que te haya gustado.

[Oria]

Nada, chic@, gracias a ti por escribir como escribes. Como ya te dije, eres una joyita. Espero que lo sepas y, además, (te) lo creas.