El pecio (relato)

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shirabonita
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El pecio (relato)

Mensaje por shirabonita »

EL PECIO

Enrique y Adriana eran buceadores, ambos de la FEDAS (Federación Española de Actividades Subacuáticas) Enrique era instructor y llevaba más de 200 inmersiones a sus espaldas. Adriana tenía el carnet de dos estrellas, es decir, podía bucear sin monitor. (Aunque no sola, ningún buceador debe sumergirse solo) y podía bajar hasta los treinta metros. Tenía unas 70 inmersiones en su cuaderno de buceo.

Ambos eran pareja de hecho y no había puente o vacaciones que no aprovecharan para bucear. Incluso en invierno: Para eso está el traje seco!

Pero en estas vacaciones no tenían intención de bucear. Adriana había contraído una dolorosa cistitis y todavía tendría que tomar antibiótico tres días más, antes de sentirse bien del todo. Estaban en Tossa de Mar, en el hotel Goleen Bahía de Tossa, que apreciaban mucho por su tranquilidad.

El segundo día decidieron ir a la playa. Cerca de Tossa había varias calas nudistas, perfectas para disfrutar en silencio del arrullo del mar. Decidieron ir a la cala del señor Ramón, que ya conocían por su bello paisaje y se instalaron con una sombrilla, sándwiches y agua mineral. Adriana no tenía intención de bañarse, tenía que evitar la humedad a toda costa.

Mientras disfrutaban con libros y crucigramas, escucharon el motor de una zodiac que se acercaba a la playa. Al principio la ignoraron, pero cuando el dueño de la embarcación fue hacia ellos directamente, se extrañaron un poco. Era un hombre mayor, sexagenario, pero estaba en forma para su edad y muy moreno. Su rostro lleno de arrugas, delataba una vida pasada en el mar, curtido por el sol y el viento. El hombre se dirigió a Enrique:

-¿Te acuerdas de mí?
- Disculpe, señor, pero no.
- Tú eres Enrique, instructor de buceo, ¿verdad?
- Sí, pero lo siento. Sigo sin acordarme de usted.
- Soy Ángel, hombre! Has alquilado mi yate muchas veces para inmersiones en grupo en las Islas Medas.
-Ostras! Ahora caigo. Claro! Ángel, del Estartit, ¿verdad?
-Así es. Yo te recuerdo bien, por lo concienzudo que eras al repasar los manómetros de toda la gente, antes de que se tirasen al agua.
- Bueno, es mi trabajo. Por cierto, te presento a Adriana. Pero, ¿cómo me has encontrado?
-Os he visto salir del Golden Bahía, y como la recepcionista me conoce, le he preguntado si sabía a dónde ibais.
-Pero,¿Qué haces en Tossa?¿No vivías en L´Estartit?
-Sí, sigo viviendo allí pero tengo un hermano en Tossa. A veces paso unos días en su casa y esta vez me he enterado de un asunto interesante…algo que seguramente os interesará a vosotros también.

Adriana echó a Enrique una mirada de alarma. Pero él le acarició la mejilla, tranquilizándola.

Ángel prosiguió: - Veréis, me he enterado de que hay un pecio cerca de las Medas, como a media milla al nordeste de la Meda Gran. Es un pequeño carguero turco que según mis fuentes llevaba un alijo de heroína pura, valorado en unos 300.000 euros. Debió hundirse por una tormenta.
- Y ¿Cómo te has enterado de eso, Ángel?
- No puedo revelar mis fuentes- dijo el viejo con una sonrisa torcida- Pero son de fiar. Yo ya estoy viejo para bucear pero , si entre vosotros dos sacáis la heroína a flote, ya tengo comprador. Iríamos a partes iguales con el dinero, yo pongo el yate, el combustible y la comida para dos o tres días. Vosotros, vuestra capacidad como buceadores y el trabajo de sacar el “material” a flote.

Adriana comentó: - No me gusta nada este asunto. Además, ahora estoy con una cistitis que me impide bucear. ¿Qué pasa si nos pillan y nos delatan a los Mossos?
- Adriana, tranquila. Tomemos un tiempo para pensar.- dijo Enrique en tono conciliador.
- Ese es mi Enrique sensato!- dijo Ángel. – Pensadlo tranquilamente y si os decidís , presentaros mañana en el club de buceo SCUBA –PRO del Estartit a las 9:00 de la mañana. Tendréis que alquilar parte del equipo, ¿no?
- Esta vez tendremos que alquilar el equipo completo. No hemos traído nada- respondió Enrique.
- Bueno, yo tengo el yate en el puerto del Estartit con los tanques de combustible llenos. Si venís mañana, subiré las provisiones a bordo mientras vosotros alquiláis los equipos. Además, tengo compresor de aire en el barco, para rellenar las bombonas.
- Ángel, una pregunta- intervino Adriana -¿A qué profundidad está el pecio?
- Unos treinta metros, más o menos. – Adriana frunció el ceño.
- Bueno, pareja, pensadlo tranquilos y mañana os presentáis allí, si es que finalmente os decidís. Buen viento!

Y diciendo esto, Ángel se giró, de vuelta a su zodiac. Caminaba con las piernas bastante separadas, como ocurre con los viejos marinos.

-Enrique, no quiero meterme en este lío. Como nos pillen los Mossos , se nos cae el pelo. Además, estaríamos implicados en el tráfico de heroína, ¿Te das cuenta?
- Bueno, mujer, yo creo que no es para tanto. Una vez que la droga esté en el yate de Ángel, nosotros quedamos limpios. Piensa en lo que haríamos con 200.000 euros! Nos quitaríamos la hipoteca de encima y aun nos quedaría para la señal de un apartamento, aquí , en la Costa Brava. El sueño de nuestra vida!
- Enrique, te olvidas de que estoy con la cistitis. No debería bucear.
- Pero si ya llevas tres días con el antibiótico. Tienes que estar prácticamente curada.
- Es cierto que estoy mejor pero no quiero tener una recaída. ¿Sabes cómo duele?
Es como si cada vez que haces pis, te clavaran un alfiler al rojo por la uretra.
- Adriana, eso no sirve de excusa. Tú termina la caja de antibiótico que ya te compro yo esta tarde comprimidos de arándanos, en la farmacia. Con eso, no puedes tener recaída.
- Enrique, iré contigo, pero como algo se tuerza, que sepas que me separaré de ti. Este asunto no me parece sensato y quiero que sepas el riesgo que asumes. No sólo a nivel legal sino en tu relación conmigo.

Enrique se quedó pálido. Parecía meditar el problema.
- Me estás haciendo chantaje emocional, ¿Te das cuenta?
- Y tú me arrastras hacia un negocio ilegal. Siempre hemos sido buena gente. ¿Vamos a cambiar ahora, de repente?
- Adriana, sólo se trata de sacar el cargamento del pecio. El que se va a manchar las manos es Ángel, al venderlo.
- Bueno, lo dejo en tus manos, pero ya sabes a lo que te arriesgas.
- Entonces, iremos. Siempre hemos sido cautelosos en las inmersiones. No habrá ningún problema en ésta.

(continuará)
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Berlín
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por Berlín »

ummm..leído. ¿ sucumbirán a la tentación del dinero fácil?

Me gusta shira ¿lo continuas? :hola:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Kawpie
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por Kawpie »

shira.
Voy leyendo y conteniéndome de no preguntarte los sintomas de la cistitis de Adriana!!!
:twisted: :twisted: Está maluco el Enrique XD, vamos a ver q le pasa a la uretra/vejiga de Adriana...
Hay no... necesito vacaciones XD
Dr. Alberto Parra
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lucia
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por lucia »

Pues pasará lo que tenga que pasar y Enrique y Adriana se separarán.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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shirabonita
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por shirabonita »

Berlín, :60: Kawpie, :60: Lucía :60: gracias por vuestros comentarios.
Kawpie, las mujeres pillamos cistitis con mucha más facilidad que los hombres porque tenemos la uretra muy cortita (sólo 2 cm.) y las bacterias pasan fácilmente. Luego se instalan en la vejiga y allí montan su chiringito. El problema es que esas bacterias echan una sustancia urticante , semajante a la de las medusas, y por eso escuece tanto :evil: Esto me lo explicó el urólogo :mrgreen:
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shirabonita
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por shirabonita »

El resto del día transcurrió sin incidentes. La pareja no estaba enfadada, pero sí ligeramente distante. Después de cenar hicieron el equipaje, y avisaron en recepción de que se irían a la mañana siguiente temprano.

Se levantaron a las 6:30. La carretera hasta L´Estartit discurría por la costa y tenía muchas curvas. Imposible ir a más de 60 Km./h. Y eso, sólo en los tramos casi rectos. Pararon en Sant Antoni de Calonge para desayunar. Adriana tomó su antibiótico con mucha agua.

A las nueve y diez estaban en L´Estartit. Ángel les esperaba en la entrada del club SCUBA-PRO. Al verles, su cara arrugada se distendió en una sonrisa de oreja a oreja.
- Habéis venido, por Neptuno! Ya casi daba el negocio por perdido.
-Bueno, manos a la obra. Vamos a alquilar los equipos.- dijo Enrique animado.
-Vale. Yo voy a subir las provisiones al yate mientras.
-¿Dónde tienes el yate?
-Pero,¿ya no te acuerdas de mi Jolly Roger? –dijo Ángel ofendido.
-Sí, pero no lo veo.
-Fíjate en el puerto deportivo. Es el que tiene la antena del GPS montada a más altura.
-Ya lo veo!- dijo Adriana.
- Pues venga, cada uno a lo suyo. –Urgió Enrique.

En el club de buceo alquilaron trajes de 8mm., chalecos, máscaras, aletas, escarpines, guantes , cuchillos, cinturones de plomos (9Kg. Para Enrique, 7 para Adriana) y reguladores.
Al ver estos últimos , Enrique frunció el ceño.
- ¿No tenéis del tipo “octopus”, con segundo regulador de emergencia?
- No en este momento. Lo siento- respondió el encargado.
- Bueno, nos apañaremos con estos.
- ¿No queréis bombonas de aire?
- No, gracias. Ya las tenemos en el yate y disponemos de compresor de aire.
- De acuerdo. La fianza se os devolverá dentro de tres días, cuando volváis.

Adriana pagó con la Visa , y cada uno con su equipo, metido en una gran red, se encaminaron al yate de Ángel. También llevaban una maleta de ruedas con los bañadores, toallas, pijamas y neceseres, incluyendo la medicación de Adriana.

El barco de Ángel era un yate de lujo. Tenía una plataforma desplegable a popa, especialmente diseñada para que los buceadores subieran a bordo fácilmente después de una inmersión. Disponía de dos camarotes dobles, cocina, salón, y lavabo con inodoro y ducha. A proa, y una cubierta más alto, estaba el puente con el timón, sonda, GPS, plotter de navegación y emisora VHF.

Cuando la pareja llegó, Ángel ya había cargado las provisiones. Subieron la maleta y sus equipos de buceo. Soltaron amarras entre Enrique y Adriana y Ángel se dirigió hacia las Medas, para virar luego al nordeste de la Meda Gran. El día era espléndido, con una suave marejada.

Ángel había traído linternas de buceo y redes con globos autohinchables, que servían para sacar cargas a la superficie. Estas redes iban a facilitar y acelerar el trabajo de Enrique y Adriana.
Ángel exclamó de repente: -Chicos, tengo algo grande en la sonda y no es un banco de peces!

Adriana se acercó al monitor de la sonda.
-Está a 32m. de profundidad. Tendremos que hacer inmersiones de 35 minutos más diez minutos adicionales de descompresión a diez metros de la superficie. Haremos dos inmersiones al día, es el máximo.
-¿no podéis hacer más en un día?- Preguntó Ángel.
- no. Con lo que acabo de decir ya estaríamos al límite de tener burbujas de nitrógeno en sangre.
- Pues, entonces, empezad ya mismo, chicos.

Adriana y Enrique se pusieron los trajes y de forma rutinaria, el resto del equipo.
Conectaron las bombonas de aire a los reguladores y chalecos. Se pusieron los chalecos y comprobaron los ajustes y manómetros el uno al otro. Enrique cogió una linterna y una palanca de acero, Adriana tomó una de las redes de carga. Respirando ya por los reguladores, se echaron al agua de espaldas.

Descendieron despacio, pinzándose la nariz y “soplando hacia dentro” para compensar la presión del agua en los tímpanos. El cable del ancla era una guía perfecta pero la visibilidad era tan buena que en realidad, no lo necesitaban.

A diez metros de profundidad, distinguían ya la forma oscura del pecio. Enrique calculó que no tendría más de 30m. de eslora. Estaba apoyado sobre el fondo arenoso, inclinado sobre el costado de estribor. No debía llevar allí mucho tiempo, pues, al acercarse, apenas vieron peces que hubieran escogido el viejo barco como morada.

Enrique se adentró por la escalerilla, que supuso, conducía a la bodega de carga. Adriana extendió la red de carga sobre el fondo arenoso, fijándola con unas piedras que recogió aquí y allá.

Al final de la escalerilla, Enrique se encontró con una puerta cerrada. Supuso que la habría cerrado la propia presión del agua. Utilizando la palanca, forzó la puerta unos centímetros pero tuvo que esperar a Adriana, para, entre los dos, terminar de abrirla.
La linterna esparcía una débil luz por la bodega, pero era suficiente para ver un amontonamiento de paquetes, herméticamente cerrados y envueltos en plástico transparente. Enrique tomó uno de los paquetes, no podía ser otra cosa que la heroína. Miró a Adriana que le hizo el signo de “todo bien”, haciendo un círculo con el pulgar y el índice.

Empezaron a sacar paquetes, lentamente, y a dejarlos sobre la red de carga. No podían llevar más de 6 paquetes cada uno por vez, y eso aprovechando los bolsillos del chaleco. Cuando llevaban30 minutos de inmersión, Enrique avisó a Adriana de que era hora de subir, con el pulgar hacia arriba.

Activaron los globos autohinchables y la red con los paquetitos (no más de 36) subió mucho más rápido que ellos. La pareja subió despacio, más despacio que sus propias burbujas de CO2. Al llegar a diez metros de la superficie, se agarraron al cable del ancla para hacer una parada de descompresión de diez minutos.
Finalmente subieron a la superficie, y vieron que Ángel ya recogía la red con los paquetitos.
-¿Esto es todo lo que podéis sacar entre los dos en una inmersión?
Adriana se quitó el cinturón de plomos y se sentó sobre la plataforma de popa.
-Ángel, en la siguiente sacaremos más. Hemos perdido varios minutos para forzar la puerta de la bodega de carga- respondió quitándose bombona y chaleco. Enrique vino a continuación, se quitó primero las aletas y después el resto del equipo en el mismo orden que lo hacía Adriana.
-El alijo es pequeño. No habrá más de 300 paquetes- resopló. – Lo conseguiremos en tres días.

(continuará)
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Berlín
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por Berlín »

Preciosa, lo leo esta noche. :60:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
txolo
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por txolo »

Que tensión, en menudo lío se van a meter estos, ya verás... pon más!


Por cierto, que precisamente mañana salgo de vacaciones hacia esa zona y a la cala del senyor Ramón. Me estaba imaginando a la pareja ahí en pelota picada con el menda de la zodiac haciendo negocios, se me hacía una situación cómica
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shirabonita
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por shirabonita »

txolo escribió:Que tensión, en menudo lío se van a meter estos, ya verás... pon más!


Por cierto, que precisamente mañana salgo de vacaciones hacia esa zona y a la cala del senyor Ramón. Me estaba imaginando a la pareja ahí en pelota picada con el menda de la zodiac haciendo negocios, se me hacía una situación cómica
No me extraña, Txolo :lol: :lol: Yo también he estado en la cala del señor Ramón y también he hecho nudismo :oops:
Es un sitio precioso.
Me gusta la costa Brava porque es la única parte del litoral mediterráneo que se parece a Baleares. :P
Mañana , el último tercio del relato :mrgreen:
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txolo
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por txolo »

A ver si lo consigues poner antes de que me vaya, si no ya lo leeré la semana próxima
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Berlín
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por Berlín »

¡como se nota que dominas el tema! :60:

Interesante, pon pronto el desenlace, que tengo mucha curiosidad de ver cómo lo solucionas.

Un arrumaco rosa sin todo lo demás que tu le añades jaja :mrgreen:
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por shirabonita »

Berlín escribió:¡como se nota que dominas el tema! :60:

Interesante, pon pronto el desenlace, que tengo mucha curiosidad de ver cómo lo solucionas.

Un arrumaco rosa sin todo lo demás que tu le añades jaja :mrgreen:
Gracias por el arrumaco rosa, Berlín :60: Ahora mismo pongo el desenlace.
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por shirabonita »

Ángel recogió las bombonas para rellenarlas con el compresor.
- Os he preparado una buena comida, pareja.
- Y ¿Cuál es el menú?- preguntó Enrique.
- Fideguá con gambas y pollo al cava.
- Ostras! Con esa comida, ya me quedaría un par de días más- soltó Adriana, sonriente. Se dirigió a la cubierta inferior para quitarse el bañador mojado.
- Pues eso no es todo, Esta noche vamos a cenar en un lugar muy especial. La cueva que hay en el cabo sureste de la Meda Gran. Yo haré la cena. Veréis que sitio más bonito. Sólo se puede acceder desde el mar.- Enrique sonrió ampliamente, al escucharle.
- Qué bien nos cuidas, Ángel! – y como para confirmar lo que acababa de decir, se puso un albornoz blanco, que estaba allí perfectamente doblado. Había otro para Adriana, pero ella ya lo había cogido.

La inmersión de la tarde transcurrió sin incidentes. Esta vez sacaron 54 paquetitos, pues dispusieron de tiempo adicional, al no tener que forzar la puerta de la bodega de carga. Después de un descanso, que los jóvenes necesitaban, Ángel metió en la zodiac platos y cubiertos de plástico, vasos, agua mineral y una cazuela de pulpo que él mismo había preparado después de la comida. También un camping-gas con quemador ancho para la cazuela.

Ángel llevó el Jolly Roger hasta unos 500m. del cabo sureste de la Meda Gran. Echó el ancla y los tres bajaron a la zodiac, que iba remolcada por babor. La soltaron del yate y Ángel arrancó el motor fuera borda de 90 CV. Era agradable avanzar en la zodiac que cabeceaba fuertemente contra las olas, en un continuo sube y baja que les echaba agua pulverizada a la cara. Ángel paró el motor a unos 40m. de la cueva. Dejó que las olas y la inercia terminaran el trabajo.

Adriana y Enrique llevaban las linternas. Quedaron asombrados al entrar en la cueva. Era muy hermosa, llena de una verde fosforescencia, que el mar reflejaba en las paredes y el techo, de forma ondulante. Enrique enfocó una figura humana sentada en una repisa de roca. Parecía una mujer anciana. Ángel gritó:
-¿quién está ahí?
Al principio la figura no se movió. Luego volvió hacia ellos su rostro arrugado. Debía tener lo menos 80 años.
- No temáis, jóvenes. Me llaman la abuela del Faro pero soy tan vieja que ya no recuerdo mi nombre.
Ángel amarró la zodiac y se acercó a la abuela.
-Abuela, puedes cenar con nosotros. Hay pulpo para cuatro.
-Gracias, amigo. Veo en tu rostro que eres marino.
-Cierto. Mira, te presento a Enrique y Adriana. Son dos buceadores magníficos.
La abuela observó a los jóvenes que estaban descargando el menaje para la cena.
-¿Qué buscáis en los fondos? ¿Algún tesoro perdido?
Enrique dudó. Ángel se le adelantó.
-Buscan restos de cerámica, fenicia y griega.
- Sí, estamos haciendo un trabajo para la Universidad – dijo Adriana.
- Pues no paséis mucho tiempo bajo el agua. El mar acaba convirtiendo a las mujeres en sirenas y los hombres sucumben a sus cantos. Al menos, eso dice la leyenda de estas islas.
- Bueno, dejémonos de supersticiones antiguas, abuela. Voy a calentar el pulpo, cuando lo pruebes, vas a rejuvenecer veinte años.- dijo Ángel amablemente.
La abuela sonrió y todo su rostro se arrugó más allá de lo imposible, como si su piel fuera más antigua que las cerámicas fenicias.

Sentados los cuatro alrededor del camping –gas y la cazuela, comentaron las anécdotas del día sin mencionar la heroína. Adriana estaba silenciosa y apenas intervenía en la conversación. Enrique le preguntó:
- Adriana, ¿te duele otra vez la cistitis?
- No, no es eso. Creo que no me ha caído bien la fideguá del mediodía.

Pero Enrique la conocía y sabía que su estómago era a prueba de bomba. Algo la tenía preocupada.
De todas formas, el pulpo de Ángel estaba tan exquisito que la cena transcurrió con buen ambiente general. Al terminar, Ángel preguntó a la abuela si deseaba que la llevaran al Estartit.
-Gracias, pero no hace falta. Hay un pasadizo que lleva de aquí al faro. Allí es donde vivo.
- Pero el faro está automatizado. ¿Cómo es que vive allí?- preguntó Enrique.
- Soy la viuda del último farero de la Meda Gran. Parece que ha pasado una eternidad desde que murió mi Jordi.
-Abuela, venga a dormir al yate. No debería estar tan sola.
- No, Ángel. La soledad es mi amiga. Y el faro mi hogar.
- Bueno, en ese caso , mañana volveremos para que cenes acompañada. ¿Te parece bien?
- Sí, si no es molestia. Sois buena gente. – y dirigiéndose a los jóvenes: - No paséis demasiado tiempo bajo el agua!
- Descuida abuela. Soy instructor de buceo. Sabemos lo que hacemos!- exclamó Enrique sonriente.

Ángel soltó la zodiac y volvieron al yate.
- Qué maja la abuelita, verdad?- dijo Ángel.
- Sí, y muy lúcida para su edad.- comentó Enrique.

Adriana seguía en silencio.

A la mañana siguiente, después de un buen desayuno, Adriana y Enrique se prepararon para la inmersión. Cada uno se puso el equipo, revisó los ajustes y el manómetro del otro y con las linternas y la red de carga, se echaron al agua desde la popa.
Enrique llegó primero al pecio. Se internó, aleteando, por la escalerilla que ya conocían y mientras, Adriana fijó la red de carga con algunas rocas del fondo. Enrique empezó a meter paquetitos de heroína en los bolsillos de su chaleco. Se extrañó de que Adriana tardara tanto y salió a buscarla. Al acercarse a la red de carga quedó paralizado, hipnotizado.

Adriana se había quitado todo el equipo, incluyendo el regulador y “cantaba”. Pero no salían burbujas de su boca. Su canto era delicioso, atrayente, excitante. Enrique se olvidó de mirar el manómetro y el tiempo indicado por su reloj de buceo. Fascinado, observó que las piernas de Adriana, libres del traje de neopreno, se habían unido y una bellísima cola verde-azulada surgía del punto donde antes estaban sus pies.

Se acercó a ella lentamente, como en un sueño. Al llegar junto a Adriana se quitó el regulador y empezó a besarla. De repente sintió una excitación salvaje, sus lenguas se juntaron. El beso recordó a Enrique los primeros días de su noviazgo, cuando la pasión les quemaba. El beso se prolongó, parecía eterno. Enrique se olvidó de respirar, sólo quería continuar con aquel beso mágico.

Y así, la última molécula de oxígeno, salió de los pulmones de Enrique. Sólo llegaron a la superficie las burbujas de aire que salían de los reguladores, olvidados en el fondo.
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lucia
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por lucia »

Sorpresón :shock:
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Re: El pecio (relato)

Mensaje por Apolo_Licio »

Menudo final... :shock:

Me ha gustado mucho Shirabonita !!!!
escribes muy bien :)
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