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En cuanto a tu observación, Nosinmilibro:
1) El comentario completo es "como dicen en la tele, más de 18.000 millones de las antiguas pesetas". ¿No es así como nos hablan a través de la caja tonta o pantalla de luz?
2) En todo caso, podríamos decir que son antiguas porque la peseta no es la moneda en curso, aunque en efecto puedas seguir yendo al Banco de España (en Madrid) a cambiarlas por euros.
3) Mi frasecita era una especie de crítica. Me fastidia que aún en todas partes se siga hablando de pesetas (sobre todo en los medios, cuando no viene a cuento, como por ejemplo en los concursos), cuando ya hace cuatro años que tenemos otra moneda en circulación a la que hemos tenido tiempo de acostumbrarnos.
Cuestión a parte, ¿de verdad existe el Club Bilderberg? ¿Habíais oído de ello antes?
Reflexiones de un ególatra
Dime, Jangel, ¿Que parte de la noticia no te crees? ¿Por qué no iba a existir ese club? ¿Acaso no hay una larga lista de cosas mucho más inverosímiles a manos de los poderosos? ¿Has pensado alguna vez qué andarán haciendo que no sepamos?.
P.D. Lo de la peseta, leí bien tu frase. He querido aprovecharla para mi comentario. En Bilbao hay Banco de España. Se cambian a diario cantidades ingentes de pesetas. ¿Donde las guarda la gente? ¿debajo del colchón?.
Yo creo que antigua se podría llamar a la peseta con la que iba mi padre al cine y le sobraban unos reales. No a la que tiene el mismo valor que hace cuatro años, aunque ya no esté en curso.
P.D. Lo de la peseta, leí bien tu frase. He querido aprovecharla para mi comentario. En Bilbao hay Banco de España. Se cambian a diario cantidades ingentes de pesetas. ¿Donde las guarda la gente? ¿debajo del colchón?.
Yo creo que antigua se podría llamar a la peseta con la que iba mi padre al cine y le sobraban unos reales. No a la que tiene el mismo valor que hace cuatro años, aunque ya no esté en curso.
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En realidad, no es que me cueste creerlo. Pero es que ciertamente parece el argumento de una novela, de estas que están tan de actualidad. Me parece curioso porque, al menos yo, hasta ahora no había oído hablar del club por su nombre.
¿Debajo del colchón? Pues sí.
Mi abuela no se fiaba de los bancos. Tras morir (hace trece años), se procedió a hacer limpieza general en la casa y empezaron a aparecer sobres con sustanciosas cantidades de dinero. Se reunieron miles y miles de pesetas y ni mi abuelo lo sabía. Supongo que aún hay gente así, a diferencia de los pobres Clutter, asesinados tal como se cuenta en A sangre fría de Capote por un dinero que no tenían en casa.
Sin embargo, es verdad que sorprende que aún encuentren pesetas escondidas por ahí. Yo sólo he encontrado alguna moneda en los cajones, en total no más de quinientas pesetas.
La acepción de "antigua" que mencionas es indiscutible. De hecho, me parece ridícula la expresión "de las antiguas pesetas" tan utilizada. "De pesetas" y ya está.
¿Debajo del colchón? Pues sí.
Mi abuela no se fiaba de los bancos. Tras morir (hace trece años), se procedió a hacer limpieza general en la casa y empezaron a aparecer sobres con sustanciosas cantidades de dinero. Se reunieron miles y miles de pesetas y ni mi abuelo lo sabía. Supongo que aún hay gente así, a diferencia de los pobres Clutter, asesinados tal como se cuenta en A sangre fría de Capote por un dinero que no tenían en casa.
Sin embargo, es verdad que sorprende que aún encuentren pesetas escondidas por ahí. Yo sólo he encontrado alguna moneda en los cajones, en total no más de quinientas pesetas.
La acepción de "antigua" que mencionas es indiscutible. De hecho, me parece ridícula la expresión "de las antiguas pesetas" tan utilizada. "De pesetas" y ya está.
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takeo
- GANADOR del III Concurso de relatos
- Mensajes: 5070
- Registrado: 05 Mar 2006 12:19
- Ubicación: Al noreste de Madrid
JANGEL escribió:VI. El reparto de poder en el mundo
Nunca he sentido interés por pertenecer a ningún club
Qué dolor me provoca pensar que con nuestras sobras podría alimentarse a todos los que se mueren o están muriendo de hambre. Esas sobras no es lo que tiramos en nuestras casas ... sino que se trata de los excedentes industriales de los que nos deshacemos para no perder un ápice de nuestra riqueza, de nuestro poder frente a los pobres.
Bueno, como ya dejó dicho Marx (Groucho) "nunca pertenecería a un club que me admitiese como socio"
En cuanto al sobrante, lo tenemos tan cerca: litros de leche que hay que tirar para que la U.E. no multe; viñedos que hay que cortar porque ¡hay muchos! pero si nunca habrá suficientes mientras haya hambre en el mundo. Y los tomates y frutas que los agricultores regalan o tiran como señal de protesta porque no les compensa venderlos al precio que se los pagan.
Está claro que domina la economía, no las ideas, ideales, problemas sociales. Solo hay que ver la campaña en Cataluña, el alcalde propuesto por el Psoe en Madrid... esa estética del ladrillo, del 3%...
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Sin embargo, les gusta escarbar en la moral del ciudadano de a pié, invitándole a hacer donativos cada vez que ocurre una catástrofe natural, como si estas cosas estuvieran en nuestra mano, no sólo a título moral, sino a título de potestad. Apadrinar niños, también es algo que tranquiliza nuestras conciencias pero no soluciona el problema.
Últimamente se dice mucho que paliaríamos el hambre del tercer mundo con lo que gastamos en nuestras mascotas. He visto que se vende colonia para perros. La verdad, a veces es vergonzoso pertenecer a éste lado del planeta.
Últimamente se dice mucho que paliaríamos el hambre del tercer mundo con lo que gastamos en nuestras mascotas. He visto que se vende colonia para perros. La verdad, a veces es vergonzoso pertenecer a éste lado del planeta.
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Tom Sawyer
- Me estoy empezando a viciar
- Mensajes: 282
- Registrado: 20 Sep 2006 23:11
- Ubicación: Colgado en el aire
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Hace poco, en la televisión vasca, entrevistaron al autor de un libro sobre este peculiar club. Aún no sé qué pensar sobre su existencia.
Me fastidia sobremanera ir a Tucumán y que me expliquen cómo son realmente las cosas y que aquí nadie quiera decirme nada. El país en manos de empresas europeas y americanas, vendido por unos políticos corruptos (vamos, como los de Marbella y otros insignes ayuntamientos), el “primer mundo” que se dedica a saquear al “tercer”, incluso se adueñan del agua (ya tenían, teníamos, los bancos, la telefonía, las materias primas...). Somos hipócritas. El capitalismo crea esclavos, necesita del “tercer” mundo para sobrevivir, se adueña de las materias primas para vender productos manufacturados a elevado precio. Pero eso sí, no dejamos desarrollarse a los países pobres y no queremos que sus habitantes escapen de la pobreza. Que se queden de brazos cruzados, en un rincón, y mueran sin hacer ruido. Es patético cómo el parlamento europeo critica al gobierna español por sus regularizaciones y el “efecto llamada”. Ese “efecto” no es consecuencia de las regularizaciones sino de la pobreza, es saber que no tienen oportunidad en Nigeria, Senegal o Ecuador. Nadie arriesga todo lo que tiene, su vida, si en su hogar tuviera una vida digna.
En fin, mi suegro siempre me recuerda que ellos, el tercer mundo, tienen los alimentos y las materias primas, y el primero, la tecnología.
Desvarío.
Me gusta mucho esta sección, Jangel, me ayuda a mirar, a estar despierto.
(Lo de primer y tercer mundo son expresiones que utiliza la familia de mi novia allá en Tucumán).
Me fastidia sobremanera ir a Tucumán y que me expliquen cómo son realmente las cosas y que aquí nadie quiera decirme nada. El país en manos de empresas europeas y americanas, vendido por unos políticos corruptos (vamos, como los de Marbella y otros insignes ayuntamientos), el “primer mundo” que se dedica a saquear al “tercer”, incluso se adueñan del agua (ya tenían, teníamos, los bancos, la telefonía, las materias primas...). Somos hipócritas. El capitalismo crea esclavos, necesita del “tercer” mundo para sobrevivir, se adueña de las materias primas para vender productos manufacturados a elevado precio. Pero eso sí, no dejamos desarrollarse a los países pobres y no queremos que sus habitantes escapen de la pobreza. Que se queden de brazos cruzados, en un rincón, y mueran sin hacer ruido. Es patético cómo el parlamento europeo critica al gobierna español por sus regularizaciones y el “efecto llamada”. Ese “efecto” no es consecuencia de las regularizaciones sino de la pobreza, es saber que no tienen oportunidad en Nigeria, Senegal o Ecuador. Nadie arriesga todo lo que tiene, su vida, si en su hogar tuviera una vida digna.
En fin, mi suegro siempre me recuerda que ellos, el tercer mundo, tienen los alimentos y las materias primas, y el primero, la tecnología.
Desvarío.
Me gusta mucho esta sección, Jangel, me ayuda a mirar, a estar despierto.
(Lo de primer y tercer mundo son expresiones que utiliza la familia de mi novia allá en Tucumán).
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Me alegra mucho saber que te gusta, Tom. Seguiremos en la brecha. De vez en cuando me viene un pensamiento sobre el mundo que nos rodea y me digo: ¿por qué no escribirlo? Así abrimos un poco de debate sobre ideas que normalmente todos compartiremos.
Por cierto, ¡cómo me he divertido con tus aventuras, Tom Sawyer! (Acabo de releer la obra de Mark Twain).
Por cierto, ¡cómo me he divertido con tus aventuras, Tom Sawyer! (Acabo de releer la obra de Mark Twain).
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VII. Los chapuceros
Hoy seré breve. ¿O no?
Lo cierto es que me he acordado de todos esos chapuceros que hay en el mundo, de lo chapuceros que somos a veces. Pero no voy a hablar de las chapuzas a escala mundial o a nivel mundial con las que convivimos y en las que participamos aunque no queramos. Me voy a quedar a ras del suelo.
Para los que somos aficionados a los tebeos (si queréis, leáse cómics), el chapucero no es un oficio tan falto de reputación como podría parecer. Yo siempre me acuerdo de ese villano que, alguna vez, le ha hecho la vida difícil a Spiderman. Así que el Chapucero es un tipo de renombre, hasta respetable.
Pero los chapuceros que me he encontrado a lo largo de mi carrera profesional, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, son de otra estirpe. El problema es que, inconscientemente, se creen Chapuceros con mayúsculas, aunque los resultados de sus labores no sean tan respetables. A causa de algunos de esos chapuceros he trabajado más horas al día, he llegado tarde a casa, he faltado a mi primer aniversario de boda, he tenido que suspender mis vacaciones, he quedado en evidencia ante un cliente o ante un superior, he dejando en evidencia a alguien sin querer... En fin, una larga retahíla de inconveniencias que, seguro, a todos nos afecta, indepedientemente de nuestro oficio.
Bueno, chapuceros, pues va por vosotros. Hoy me acordé de que parecéis imprescindibles en el mundo para que funcione.
Hoy seré breve. ¿O no?
Lo cierto es que me he acordado de todos esos chapuceros que hay en el mundo, de lo chapuceros que somos a veces. Pero no voy a hablar de las chapuzas a escala mundial o a nivel mundial con las que convivimos y en las que participamos aunque no queramos. Me voy a quedar a ras del suelo.
Para los que somos aficionados a los tebeos (si queréis, leáse cómics), el chapucero no es un oficio tan falto de reputación como podría parecer. Yo siempre me acuerdo de ese villano que, alguna vez, le ha hecho la vida difícil a Spiderman. Así que el Chapucero es un tipo de renombre, hasta respetable.
Pero los chapuceros que me he encontrado a lo largo de mi carrera profesional, arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda, son de otra estirpe. El problema es que, inconscientemente, se creen Chapuceros con mayúsculas, aunque los resultados de sus labores no sean tan respetables. A causa de algunos de esos chapuceros he trabajado más horas al día, he llegado tarde a casa, he faltado a mi primer aniversario de boda, he tenido que suspender mis vacaciones, he quedado en evidencia ante un cliente o ante un superior, he dejando en evidencia a alguien sin querer... En fin, una larga retahíla de inconveniencias que, seguro, a todos nos afecta, indepedientemente de nuestro oficio.
Bueno, chapuceros, pues va por vosotros. Hoy me acordé de que parecéis imprescindibles en el mundo para que funcione.
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Vaya Jangel, seguramente has estado muy diplomático. Seguro que tenías ganas de dar un zapatazo, pero en tu sed de ser exquisito, te has reservado. La verdad, tendrás que ser muy comedido en tus declaraciones de ahora en adelante, porque se dice por internet que vas a arrastrar a muchos lectores. Fíjate ya con quiénes te codeas, dónde te nombran y en que tertulias te metes. Te veo firmando autógrafos ya mismo. ¡Animo Jangel, que el mundo es de los responsables, no de los chapuceros! Todos lo sabemos...
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VIII. La manzana de la discordia
Hace poco, una amiga a la que conocéis muy bien, Nelly, en uno de sus entretenidos juegos, me comparaba con Paris, pero con el Paris justo y práctico al que las diosas ponían en el compromiso de elegir a la más hermosa de entre ellas. Él apostó por la virtud y el amor. Pensándolo fríamente, a mí me gustaría poder hacer lo mismo si me tocara representar el mismo papel.
La manzana dorada que la ofendida Eris, la diosa de la discordia, lanzó en medio de la boda de Tetis y Peleo se utilizó como símbolo de la terrible decisión. Y me recuerda la manzana en la que hundieron sus dientes Adán y Eva. No me cabe duda de que fue primero Adán quien lo hizo y que algún interesado nos contó la historia al revés. Decían que era el fruto del Árbol del Conocimiento, pero, en realidad, ¿no sería esta manzana la de la discordia? Desde entonces, todos nosotros condenados, qué mal nos han ido las cosas, con tanta ira y tanta rabia. ¿Será ése el pecado original, el castigo del eterno malentendido y la furia incontenida?
Mientras conducía mi coche hace un rato, he visto a un motorista que iba en sentido contrario cruzar la línea continua que separaba mi carril del suyo. Ha estado a punto de estrellarse con el vehículo que iba delante y que le ha hecho señales para advertirle del peligro de su acción. Una vez superado el obstáculo sin consecuencias, el motorista, ni corto ni perezoso, en lugar de disculparse, se ha vuelto hacia el automovilista que había tocado educadamente el claxon, para insultarle con todo tipo de horribles improperios. Ha sido tan emocionante para él este instante de tensión que ha perdido por un segundo el control haciéndome temer que iba a colisionar con mi coche recién estrenado. Pero, afortunadamente, ha pasado también de largo, reincorporándose a su carril.
Sin embargo, me ha sorprendido la capacidad que tenemos para transformar la vergüenza ante nuestros errores en descarga colérica contra los demás, que no tienen culpa de nada. Y he pensado que eso mismo debió sentir Adán cuando le ofreció la manzana a Eva, sabiendo de su error y pagando con una pobre inocente la furia que sentía hacia sí mismo. Lo siento, en ese papel sólo veo a Adán. Imaginaciones mías, supongo. Conclusión: transformamos la vergüenza del error en cólera contra los demás.
Antes me parecía más a Paris e impartía ecuanimidad con mi palabra y diplomacia entre aquellos que se peleaban a mi alrededor, logrando devolverles al equilibrio. Cada vez, eso se me hace más difícil. Cuanto más adultos somos, más imposible resulta hacer reaccionar a la gente para que se calme y olvide las ofensas. Soy un Paris frustrado, un Paris que querría no crecer, como Peter Pan, si en ello fuera la permanencia de ciertos valores y principios.
¿Y cuando no se trata de desconocidos? La discordia entre amigos, entre hermanos, entre padres e hijos, ¿no es al fin y al cabo el resultado de un choque de egoísmos? Todos somos egoístas, en mayor o menor medida (todos, sin excepción). Los menos egoístas son capaces de ceder. Los más egoístas son incapaces de escuchar y comprender. Da igual, seguramente la intensidad con que se aman mutuamente es la misma. Pero la discusión, el altercado surge porque hay amores egoístas enfrentados, unos más fuertes que otros. El amor siempre es egoísta, siempre espera recibir. ¿Qué sentido tendría amar si no se recibe? Sucumbiríamos si no fuera así. El mundo dejaría de existir. Necesitamos saber que nuestros sentimientos tienen respuesta, necesitamos una compensación para el esfuerzo que supone expresar nuestro afecto, nuestro cariño. Y a veces eso implica pasar por los caminos de la discordia.
Si ahora tuviera la manzana de oro en mi mano, también se la daría a Afrodita. El amor debe imperar. El amor con raciocinio. ¿Dónde estás, inteligencia emocional, que casi nadie te encuentra?
Hace poco, una amiga a la que conocéis muy bien, Nelly, en uno de sus entretenidos juegos, me comparaba con Paris, pero con el Paris justo y práctico al que las diosas ponían en el compromiso de elegir a la más hermosa de entre ellas. Él apostó por la virtud y el amor. Pensándolo fríamente, a mí me gustaría poder hacer lo mismo si me tocara representar el mismo papel.
La manzana dorada que la ofendida Eris, la diosa de la discordia, lanzó en medio de la boda de Tetis y Peleo se utilizó como símbolo de la terrible decisión. Y me recuerda la manzana en la que hundieron sus dientes Adán y Eva. No me cabe duda de que fue primero Adán quien lo hizo y que algún interesado nos contó la historia al revés. Decían que era el fruto del Árbol del Conocimiento, pero, en realidad, ¿no sería esta manzana la de la discordia? Desde entonces, todos nosotros condenados, qué mal nos han ido las cosas, con tanta ira y tanta rabia. ¿Será ése el pecado original, el castigo del eterno malentendido y la furia incontenida?
Mientras conducía mi coche hace un rato, he visto a un motorista que iba en sentido contrario cruzar la línea continua que separaba mi carril del suyo. Ha estado a punto de estrellarse con el vehículo que iba delante y que le ha hecho señales para advertirle del peligro de su acción. Una vez superado el obstáculo sin consecuencias, el motorista, ni corto ni perezoso, en lugar de disculparse, se ha vuelto hacia el automovilista que había tocado educadamente el claxon, para insultarle con todo tipo de horribles improperios. Ha sido tan emocionante para él este instante de tensión que ha perdido por un segundo el control haciéndome temer que iba a colisionar con mi coche recién estrenado. Pero, afortunadamente, ha pasado también de largo, reincorporándose a su carril.
Sin embargo, me ha sorprendido la capacidad que tenemos para transformar la vergüenza ante nuestros errores en descarga colérica contra los demás, que no tienen culpa de nada. Y he pensado que eso mismo debió sentir Adán cuando le ofreció la manzana a Eva, sabiendo de su error y pagando con una pobre inocente la furia que sentía hacia sí mismo. Lo siento, en ese papel sólo veo a Adán. Imaginaciones mías, supongo. Conclusión: transformamos la vergüenza del error en cólera contra los demás.
Antes me parecía más a Paris e impartía ecuanimidad con mi palabra y diplomacia entre aquellos que se peleaban a mi alrededor, logrando devolverles al equilibrio. Cada vez, eso se me hace más difícil. Cuanto más adultos somos, más imposible resulta hacer reaccionar a la gente para que se calme y olvide las ofensas. Soy un Paris frustrado, un Paris que querría no crecer, como Peter Pan, si en ello fuera la permanencia de ciertos valores y principios.
¿Y cuando no se trata de desconocidos? La discordia entre amigos, entre hermanos, entre padres e hijos, ¿no es al fin y al cabo el resultado de un choque de egoísmos? Todos somos egoístas, en mayor o menor medida (todos, sin excepción). Los menos egoístas son capaces de ceder. Los más egoístas son incapaces de escuchar y comprender. Da igual, seguramente la intensidad con que se aman mutuamente es la misma. Pero la discusión, el altercado surge porque hay amores egoístas enfrentados, unos más fuertes que otros. El amor siempre es egoísta, siempre espera recibir. ¿Qué sentido tendría amar si no se recibe? Sucumbiríamos si no fuera así. El mundo dejaría de existir. Necesitamos saber que nuestros sentimientos tienen respuesta, necesitamos una compensación para el esfuerzo que supone expresar nuestro afecto, nuestro cariño. Y a veces eso implica pasar por los caminos de la discordia.
Si ahora tuviera la manzana de oro en mi mano, también se la daría a Afrodita. El amor debe imperar. El amor con raciocinio. ¿Dónde estás, inteligencia emocional, que casi nadie te encuentra?
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