Taller de los escribas foreros - Historias multitudinarias
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- No puedo vivir sin este foro
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- Brian Bennington
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En efecto, Brian, eso mismo pienso yo. Conforme avancemos será más fácil enfocar entre todos la historia.
En realidad, Fernando, no sé si faltará algo a la primera escena, pero las reglas de este juego eran someter a criterio de los participantes el texto resultante de cada ejercicio, así como los textos aportados por todos, para que todos puedan sugerir modificaciones. De esta manera yo sólo haré de árbitro, de mera mano organizativa.
En realidad, Fernando, no sé si faltará algo a la primera escena, pero las reglas de este juego eran someter a criterio de los participantes el texto resultante de cada ejercicio, así como los textos aportados por todos, para que todos puedan sugerir modificaciones. De esta manera yo sólo haré de árbitro, de mera mano organizativa.
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De todas formas, como no voy a poder estar por aquí este fin de semana (estaré en la HISPACON), os voy a dejar vuestros textos y anticipo el siguiente ejercicio. Aun así, como ya dije, podremos revisar escenas anteriores cuando lo creamos conveniente. No dejéis de hacer las sugerencias que se os ocurran.
Texto de JoeMiller:
El sol había caído casi rozando el horizonte. Elena alzó perezosamente el respaldo de la tumbona y, desde su nueva posición, contemplo como el vibrante surco de luz cobriza sobre el océano se derramaba directamente hacia ella. Los días comenzaban a acortarse anunciando la llegada del otoño y la brisa del atardecer, hacía que la temperatura bajase más rápido de lo que correspondía a la estación.
La alargada sombra proyectada desde la orilla por un tardío paseante, oscureció durante un instante su rostro. Elena salió de su ensimismamiento casi con sobresalto. Iba a consultar la hora cuando advirtió las lejanas siluetas de los barcos de pesca que regresaban de faenar. La irregular hilera se iba acercando hacia la costa en dirección al puerto. Ocasionalmente alguna de las naves se recortaba contra el gran disco, que más rojizo, comenzaba a ocultarse por detrás del agua.
Mentalmente calculó el tiempo que todavía tardarían los barcos en alcanzar el fondeadero y vaciar sus pequeñas bodegas. Se quitó las gafas oscuras y saboreó aquel instante, dejando que la tenue luz de los últimos rayos de sol atravesara sus párpados. Cualquier otro día habría estado ya de vuelta a casa, pero hoy, había algo que la impulsaba a permanecer en la playa. Tenía una extraña sensación. Se cubrió con una fina camisa de seda, y como si aquel gesto le proporcionara alguna protección, decidió quedarse un poco más.
Texto de Sashka:
Es muy difícil saber lo que una persona está pensando basándonos sólo en la expresión de su cara y su lenguaje corporal. Y cuando tratamos de adivinarlo, casi siempre nos equivocamos, salvo que observemos alrededor para tratar de obtener más información. El hombre que estaba sentado en la playa mirando al mar, mantenía un semblante serio y controlado, lo que dificultaba la tarea. Pero un observador atento podría llegar a algún tipo de conclusión. Tomemos más datos. A su espalda, un grupo de hombres y mujeres de diversas edades charlaban animadamente, de pie alrededor de una mesa dispuesta para el aperitivo, mientras que él se mantenía apartado y dándoles la espalda. Todos ellos llevaban atuendos playeros con algún complemento. Nuestro hombre vestía de modo ligero pero formal. La sensación de que su rostro severo mostraba en realidad disgusto iba cobrando forma. Máxime cuando, al girar la cara para responder a alguien que lo llamaba, una espléndida sonrisa ocultó su anterior seriedad. Podría tratarse de una comida de empresa informal, pensada para estrechar lazos entre ejecutivos, y a la que él, obviamente, odiaba tener que asistir. Su exclusión voluntaria del grupo no podía pasarle desapercibida a nadie. Finalmente se levantó y fue hacia la voz que le llamaba…
Texto de Jangel:
Algún jirón de nube vagaba por la bóveda azul. El sol se alzaba sobre la lejana línea del horizonte, donde cielo y mar se encontraban. La arena aún estaba fresca, señal de que no hacía mucho que había amanecido. Rodrigo reposaba en la playa, sentado a cierta distancia de la orilla, donde las olas se estrellaban produciendo espuma y burbujas, además del hipnótico sonido constante de sus ondulaciones y rompientes.
Había pasado la noche entre unos arbustos, abrazado a sí mismo y tapado tan sólo por una vieja manta. El frío nocturno apenas le había dejado dormir. Pero, al menos, se encontraba más descansado. El viaje hasta allí había resultado agotador. Sabía qué dirección había tomado pero no conocía el lugar al que le habían llevado sus pasos.
Sobre la arena, deambulaba un pequeño escarabajo, dejando dibujada tras de sí una estela de signos que podrían haberse interpretado como un extraño lenguaje, un mensaje secreto para quien supiera leerlo. La hilera de huellas dejada por sus patitas se cruzaba con los rastros de otros escarabajos, que se movían rápidamente buscando provisiones antes de que los rayos del sol hubieran calentado demasiado la superficie.
Texto de Brian Bennington:
Sentía que no iba a ser un día cualquiera. Lo sentí desde el momento en que salí a la calle, ataviado con mi camiseta de la selección y unos pantalones cortos. Es esa sensación. Alguien te está mirando. Fijamente. Lo notas. Pero, al mirar a mi alrededor, constaté que no había nadie extraño, así que comencé a correr. Es algo con lo que suelo empezar cada día y es un ejercicio que me activa y a la vez me relaja. Esta vez, sin embargo, la compañía persistente de esa sensación me impidió disfrutar del ejercicio. Tras unos minutos, llegué a la playa, donde me detuve, me agarré a una farola y contemplé el mar. Seguía igual de cristalino y de tranquilo que cualquier otro día y esa certeza me tranquilizó a mí también. Igual sólo era una tontería que se me había metido en la cabeza.
Al quitar la vista del mar, me percaté de que tenía a alguien al lado. Un tipo curioso. Llevaba una gabardina negra hasta los tobillos y un bombín del mismo color bien calado en su cabeza. Todo ello a pesar de los treinta grados que se nos avecinaban en pocas horas. Lucía una cuidada y espesa barba castaña en la que empezaban a adivinarse ribetes de gris. Sus ojos de un verde intenso parecían mirar el paisaje sin verlo.
-Le advierto que dentro de unas horas le sobrará la mitad de cosas que lleva.
Me miró, se giró y comenzó a andar.
-Dentro de unas horas no estaré aquí, John –hablaba el típico español chapucero que, invariablemente, hablan todos los ingleses por mucho tiempo que lleven aquí.
Lo seguí.
-¡Eh! ¿Cómo sabe mi nombre?
Sacó algo del bolsillo. Por un momento temía que fuera una pistola.
-Toma –eran un billete de avión y un sobre marrón cerrado sin nada impreso-. Y te recomiendo que vuelvas a tu casa ya.
-¡Oiga! ¿Qué es esto? – le pregunté agarrándole del hombro derecho.
Sucedió a una velocidad increíble. El hombre me cogió la mano con su izquierda y con el brazo derecho me propinó un codazo en el estómago que me hizo ver las estrellas. Se me cortó la respiración.
-A tu casa. Ya.
Y me dejó, hecho un guiñapo en el suelo.
Al volver a la calle donde tengo mi dúplex, vi varios coches patrulla y una ambulancia. Lo primero que pensé fue: “¡Natalia!”
Texto de JoeMiller:
El sol había caído casi rozando el horizonte. Elena alzó perezosamente el respaldo de la tumbona y, desde su nueva posición, contemplo como el vibrante surco de luz cobriza sobre el océano se derramaba directamente hacia ella. Los días comenzaban a acortarse anunciando la llegada del otoño y la brisa del atardecer, hacía que la temperatura bajase más rápido de lo que correspondía a la estación.
La alargada sombra proyectada desde la orilla por un tardío paseante, oscureció durante un instante su rostro. Elena salió de su ensimismamiento casi con sobresalto. Iba a consultar la hora cuando advirtió las lejanas siluetas de los barcos de pesca que regresaban de faenar. La irregular hilera se iba acercando hacia la costa en dirección al puerto. Ocasionalmente alguna de las naves se recortaba contra el gran disco, que más rojizo, comenzaba a ocultarse por detrás del agua.
Mentalmente calculó el tiempo que todavía tardarían los barcos en alcanzar el fondeadero y vaciar sus pequeñas bodegas. Se quitó las gafas oscuras y saboreó aquel instante, dejando que la tenue luz de los últimos rayos de sol atravesara sus párpados. Cualquier otro día habría estado ya de vuelta a casa, pero hoy, había algo que la impulsaba a permanecer en la playa. Tenía una extraña sensación. Se cubrió con una fina camisa de seda, y como si aquel gesto le proporcionara alguna protección, decidió quedarse un poco más.
Texto de Sashka:
Es muy difícil saber lo que una persona está pensando basándonos sólo en la expresión de su cara y su lenguaje corporal. Y cuando tratamos de adivinarlo, casi siempre nos equivocamos, salvo que observemos alrededor para tratar de obtener más información. El hombre que estaba sentado en la playa mirando al mar, mantenía un semblante serio y controlado, lo que dificultaba la tarea. Pero un observador atento podría llegar a algún tipo de conclusión. Tomemos más datos. A su espalda, un grupo de hombres y mujeres de diversas edades charlaban animadamente, de pie alrededor de una mesa dispuesta para el aperitivo, mientras que él se mantenía apartado y dándoles la espalda. Todos ellos llevaban atuendos playeros con algún complemento. Nuestro hombre vestía de modo ligero pero formal. La sensación de que su rostro severo mostraba en realidad disgusto iba cobrando forma. Máxime cuando, al girar la cara para responder a alguien que lo llamaba, una espléndida sonrisa ocultó su anterior seriedad. Podría tratarse de una comida de empresa informal, pensada para estrechar lazos entre ejecutivos, y a la que él, obviamente, odiaba tener que asistir. Su exclusión voluntaria del grupo no podía pasarle desapercibida a nadie. Finalmente se levantó y fue hacia la voz que le llamaba…
Texto de Jangel:
Algún jirón de nube vagaba por la bóveda azul. El sol se alzaba sobre la lejana línea del horizonte, donde cielo y mar se encontraban. La arena aún estaba fresca, señal de que no hacía mucho que había amanecido. Rodrigo reposaba en la playa, sentado a cierta distancia de la orilla, donde las olas se estrellaban produciendo espuma y burbujas, además del hipnótico sonido constante de sus ondulaciones y rompientes.
Había pasado la noche entre unos arbustos, abrazado a sí mismo y tapado tan sólo por una vieja manta. El frío nocturno apenas le había dejado dormir. Pero, al menos, se encontraba más descansado. El viaje hasta allí había resultado agotador. Sabía qué dirección había tomado pero no conocía el lugar al que le habían llevado sus pasos.
Sobre la arena, deambulaba un pequeño escarabajo, dejando dibujada tras de sí una estela de signos que podrían haberse interpretado como un extraño lenguaje, un mensaje secreto para quien supiera leerlo. La hilera de huellas dejada por sus patitas se cruzaba con los rastros de otros escarabajos, que se movían rápidamente buscando provisiones antes de que los rayos del sol hubieran calentado demasiado la superficie.
Texto de Brian Bennington:
Sentía que no iba a ser un día cualquiera. Lo sentí desde el momento en que salí a la calle, ataviado con mi camiseta de la selección y unos pantalones cortos. Es esa sensación. Alguien te está mirando. Fijamente. Lo notas. Pero, al mirar a mi alrededor, constaté que no había nadie extraño, así que comencé a correr. Es algo con lo que suelo empezar cada día y es un ejercicio que me activa y a la vez me relaja. Esta vez, sin embargo, la compañía persistente de esa sensación me impidió disfrutar del ejercicio. Tras unos minutos, llegué a la playa, donde me detuve, me agarré a una farola y contemplé el mar. Seguía igual de cristalino y de tranquilo que cualquier otro día y esa certeza me tranquilizó a mí también. Igual sólo era una tontería que se me había metido en la cabeza.
Al quitar la vista del mar, me percaté de que tenía a alguien al lado. Un tipo curioso. Llevaba una gabardina negra hasta los tobillos y un bombín del mismo color bien calado en su cabeza. Todo ello a pesar de los treinta grados que se nos avecinaban en pocas horas. Lucía una cuidada y espesa barba castaña en la que empezaban a adivinarse ribetes de gris. Sus ojos de un verde intenso parecían mirar el paisaje sin verlo.
-Le advierto que dentro de unas horas le sobrará la mitad de cosas que lleva.
Me miró, se giró y comenzó a andar.
-Dentro de unas horas no estaré aquí, John –hablaba el típico español chapucero que, invariablemente, hablan todos los ingleses por mucho tiempo que lleven aquí.
Lo seguí.
-¡Eh! ¿Cómo sabe mi nombre?
Sacó algo del bolsillo. Por un momento temía que fuera una pistola.
-Toma –eran un billete de avión y un sobre marrón cerrado sin nada impreso-. Y te recomiendo que vuelvas a tu casa ya.
-¡Oiga! ¿Qué es esto? – le pregunté agarrándole del hombro derecho.
Sucedió a una velocidad increíble. El hombre me cogió la mano con su izquierda y con el brazo derecho me propinó un codazo en el estómago que me hizo ver las estrellas. Se me cortó la respiración.
-A tu casa. Ya.
Y me dejó, hecho un guiñapo en el suelo.
Al volver a la calle donde tengo mi dúplex, vi varios coches patrulla y una ambulancia. Lo primero que pensé fue: “¡Natalia!”
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Fecha máxima de entrega prevista: miércoles 29 de noviembre (si podéis entregarlo antes, hacedlo)
Número máximo de líneas: Quince (ya sabéis, considerando formato A4).
Escena a describir: Continuando la escena de introducción, Elena, el personaje divisa en el horizonte algo que se mueve, pero no parece un barco (será una isla que se mueve, pero Elena aún no lo sabe).
Avance de las siguientes escenas: Elena decubrirá que no es un barco ni nada que se le parezca.
Aunque se hayan descartado fragmentos de vuestros textos, quedan almacenados por si podemos reutilizar alguna idea más adelante. Sobre la orientación de la historia, después de esta escena tendré que improvisar, así que en la siguiente escena os pediré que me propongáis posibles continuaciones si no he sacado algo de lo que escribáis.
Número máximo de líneas: Quince (ya sabéis, considerando formato A4).
Escena a describir: Continuando la escena de introducción, Elena, el personaje divisa en el horizonte algo que se mueve, pero no parece un barco (será una isla que se mueve, pero Elena aún no lo sabe).
Avance de las siguientes escenas: Elena decubrirá que no es un barco ni nada que se le parezca.
Aunque se hayan descartado fragmentos de vuestros textos, quedan almacenados por si podemos reutilizar alguna idea más adelante. Sobre la orientación de la historia, después de esta escena tendré que improvisar, así que en la siguiente escena os pediré que me propongáis posibles continuaciones si no he sacado algo de lo que escribáis.
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