El ejército sin nombre (Novela: intriga, fantasía, romance)
Publicado: 19 Nov 2012 00:51
Hola Foreros,
Desde hace semanas estoy totalmente centrada en una novela de fantasía que estoy escribiendo. Me gustaría mucho escuchar vuestras críticas y consejos. Como pedí anteriormente pido sinceridad, acepto cualquier crítica, aunque sea negativa (pero siempre respetuosa), puede ayudarme y ser constructiva para mí. Así me doy cuenta de mis errores.
Espero que os guste,
Un saludo
11 de Marzo de 1905
Las calles estaban desiertas. Se podía respirar el aire helado que aun dejaban a su paso las últimas noches de invierno. Un carruaje oscuro circulaba al son de dos percherones negros que dejaban caer elegantemente sus cascos sobre el suelo empedrado de Madrid. Atravesaron la ciudad por la calle Alcalá dejando tras de si el parque del retiro hasta llegar a la puerta del sol, donde los robustos caballos caminaron por la calle arenal hasta adentrarse, cruzando las grandes verjas de forja, en la plaza de armas del Palacio Real, residencia del rey Alfonso XIII de Borbón.
Isabella, desde la ventanilla del carruaje, observaba la imponente fachada blanquecina que se alzaba ante ella. El cochero abrió la puerta del carruaje e Isabella cubrió su rostro con la capa que llevaba sobre los hombros. Seguida por dos guardias reales, entró en el zaguán, el vestíbulo de columnas rosada que la conduciría hacia la escalera imperial fabricada en mármol, donde cada escalón había sido tallado de un único bloque de piedra y por la cual accedería a las salas principales del palacio. Cruzó el salón de Alabarderos, también conocido como salón de los guardias, una sala de pilastras toscanas decorada con numerosos tapices y frescos de carácter mitológico. Pero Isabella no tenía tiempo para admirar las obras como le hubiera gustado, así que a paso ligero y seguida por los guardias que caminaban al mismo son que ella se introdujo en el Salón del trono. Una sala dedicada a los acontecimientos de mayor importancia, conservada intacta desde el reinado de Carlos III, donde las paredes habían sido tapizadas con telas de terciopelo rojo bordadas con orlas de plata. La sala estaba adornada con doce espejos pardos y doce consolas doradas. En el centro, se encontraba el trono real, flanqueado a ambos lados por leones de bronce, cada uno de los cuales posaba una garra sobre una bola de piedra caliza. Tomó la puerta a su izquierda y se introdujo en la saleta oficial, dónde María Cristina de Borbón la esperaba. Llevaba un vestido oscuro que hacía resaltar su pelo castaño recogido en un moño, el cual adornaba con una diadema plateada. Se apretaba con fuerza las manos. Durante horas había esperado su llegada.
- Isabella, Me alegra tanto verla de nuevo.- Dijo María Cristina agarrando su mano y llevándosela a los labios.- lamento que sean tantas las tragedias que nos acontecen. Ayer mismo recibí vuestro mensaje. Esta mañana he informado a mi hijo sobre todo, nos espera en el despacho oficial, por favor, acompañadme.
María Cristina había sido reina regente de España durante diecisiete años, hasta que en 1902 su hijo Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y asumió el trono.
Tras ella Isabella cruzó la antecámara oficial. Después se adentraron en la cámara que les permitía el paso al antedespacho. Todo decorado en rosa y custodiado por dos guardas. A quienes María Cristina indicó que abandonaran la sala e inmediatamente después abrió las puertas del despacho.
El rey estaba de pie junto a la chimenea mirando fijamente el reloj que había sobre la repisa. Isabella se fijó en el gran espejo que cubría la pared y los retratos que colgaban en las paredes. Alfonso era un hombre alto, muy delgado y que llevaba un marcado y fino bigote. Aunque hacía tres años que había cumplido la mayoría de edad parecía un chiquillo.
- Majestad.- saludó haciendo una reverencia al rey, que inclinó la cabeza. Parecía desconcertado y no apartaba la mirada de Isabella que aun llevaba el rostro oculto. Ella se percató de su curiosidad y retiró la capa.- Alguien nos ha descubierto. - dijo angustiada.
- ¡Oh!.- Exclamó María Cristina dejándose caer sobre uno de los sillones de la sala. – Es peor de lo que imaginaba.
Isabella tragó saliva y oprimió fuertemente las manos.
- ¿Sabe quien está detrás de todo esto? – Preguntó el rey.
- Quien quiera que sea ya ha dado con cuatro de los nuestros. No cesará en su empeño por destruirnos. Su único objetivo es abrir la…
- ¡Dios mío! ¿y como puede conocer?...
- Realmente se trata de una situación alarmante. Aun no llego a comprender del todo… en fin. Debemos zanjar este asunto lo antes posible. Si alguien lo descubre puede ser nuestra destrucción. No podemos permitirlo.- Respondió Alfonso caminando de un lado para otro.
- Ya no importa lo que pueda pasarme a mí.- Dijo Isabella.- tenemos que proteger a mi hija. Majestad, necesito su potestad.
- Contad con ella.- Respondió el rey.
- María Cristina, mi madre se reunirá con vos en el sitio acordado. Recemos para que todo salga bien. En caso contrario sabrá lo que tiene que hacer.
- Tranquila Isabella.- Respondió María Cristina.- Haremos lo que esté en nuestras manos. Todo saldrá bien.
- Un séquito de guardias os acompañará en el viaje de vuelta.- Indicó Alfonso.
- Gracias majestad, pero llamaría demasiado la atención. Mi madre me espera en el carruaje, he de regresar a Barcelona cuanto antes.
Isabella besó a María Cristina en la mejilla, hizo una reverencia al rey y salió apresurada del despacho. Dos guardias la acompañaron hasta el carruaje. No tenía tiempo que perder. Dirigió una última mirada al palacio y con un golpe en la puerta indicó al cochero que reanudara la marcha.
- Todo va a salir bien hija.- Dijo la voz de su madre oculta tras la oscuridad de las cortinas.
- Eso espero. Prométeme que harás todo lo que convinimos.
Dijo Isabella entre lágrimas. Pero no hallaba respuesta.
- Madre.- Dijo.- Prométemelo.
- Hija sabes que todo saldrá bien.
- Madre, por favor.- insistió.
- Sí hija. Te lo prometo.
Desde hace semanas estoy totalmente centrada en una novela de fantasía que estoy escribiendo. Me gustaría mucho escuchar vuestras críticas y consejos. Como pedí anteriormente pido sinceridad, acepto cualquier crítica, aunque sea negativa (pero siempre respetuosa), puede ayudarme y ser constructiva para mí. Así me doy cuenta de mis errores.
Espero que os guste,
Un saludo
11 de Marzo de 1905
Las calles estaban desiertas. Se podía respirar el aire helado que aun dejaban a su paso las últimas noches de invierno. Un carruaje oscuro circulaba al son de dos percherones negros que dejaban caer elegantemente sus cascos sobre el suelo empedrado de Madrid. Atravesaron la ciudad por la calle Alcalá dejando tras de si el parque del retiro hasta llegar a la puerta del sol, donde los robustos caballos caminaron por la calle arenal hasta adentrarse, cruzando las grandes verjas de forja, en la plaza de armas del Palacio Real, residencia del rey Alfonso XIII de Borbón.
Isabella, desde la ventanilla del carruaje, observaba la imponente fachada blanquecina que se alzaba ante ella. El cochero abrió la puerta del carruaje e Isabella cubrió su rostro con la capa que llevaba sobre los hombros. Seguida por dos guardias reales, entró en el zaguán, el vestíbulo de columnas rosada que la conduciría hacia la escalera imperial fabricada en mármol, donde cada escalón había sido tallado de un único bloque de piedra y por la cual accedería a las salas principales del palacio. Cruzó el salón de Alabarderos, también conocido como salón de los guardias, una sala de pilastras toscanas decorada con numerosos tapices y frescos de carácter mitológico. Pero Isabella no tenía tiempo para admirar las obras como le hubiera gustado, así que a paso ligero y seguida por los guardias que caminaban al mismo son que ella se introdujo en el Salón del trono. Una sala dedicada a los acontecimientos de mayor importancia, conservada intacta desde el reinado de Carlos III, donde las paredes habían sido tapizadas con telas de terciopelo rojo bordadas con orlas de plata. La sala estaba adornada con doce espejos pardos y doce consolas doradas. En el centro, se encontraba el trono real, flanqueado a ambos lados por leones de bronce, cada uno de los cuales posaba una garra sobre una bola de piedra caliza. Tomó la puerta a su izquierda y se introdujo en la saleta oficial, dónde María Cristina de Borbón la esperaba. Llevaba un vestido oscuro que hacía resaltar su pelo castaño recogido en un moño, el cual adornaba con una diadema plateada. Se apretaba con fuerza las manos. Durante horas había esperado su llegada.
- Isabella, Me alegra tanto verla de nuevo.- Dijo María Cristina agarrando su mano y llevándosela a los labios.- lamento que sean tantas las tragedias que nos acontecen. Ayer mismo recibí vuestro mensaje. Esta mañana he informado a mi hijo sobre todo, nos espera en el despacho oficial, por favor, acompañadme.
María Cristina había sido reina regente de España durante diecisiete años, hasta que en 1902 su hijo Alfonso XIII alcanzó la mayoría de edad y asumió el trono.
Tras ella Isabella cruzó la antecámara oficial. Después se adentraron en la cámara que les permitía el paso al antedespacho. Todo decorado en rosa y custodiado por dos guardas. A quienes María Cristina indicó que abandonaran la sala e inmediatamente después abrió las puertas del despacho.
El rey estaba de pie junto a la chimenea mirando fijamente el reloj que había sobre la repisa. Isabella se fijó en el gran espejo que cubría la pared y los retratos que colgaban en las paredes. Alfonso era un hombre alto, muy delgado y que llevaba un marcado y fino bigote. Aunque hacía tres años que había cumplido la mayoría de edad parecía un chiquillo.
- Majestad.- saludó haciendo una reverencia al rey, que inclinó la cabeza. Parecía desconcertado y no apartaba la mirada de Isabella que aun llevaba el rostro oculto. Ella se percató de su curiosidad y retiró la capa.- Alguien nos ha descubierto. - dijo angustiada.
- ¡Oh!.- Exclamó María Cristina dejándose caer sobre uno de los sillones de la sala. – Es peor de lo que imaginaba.
Isabella tragó saliva y oprimió fuertemente las manos.
- ¿Sabe quien está detrás de todo esto? – Preguntó el rey.
- Quien quiera que sea ya ha dado con cuatro de los nuestros. No cesará en su empeño por destruirnos. Su único objetivo es abrir la…
- ¡Dios mío! ¿y como puede conocer?...
- Realmente se trata de una situación alarmante. Aun no llego a comprender del todo… en fin. Debemos zanjar este asunto lo antes posible. Si alguien lo descubre puede ser nuestra destrucción. No podemos permitirlo.- Respondió Alfonso caminando de un lado para otro.
- Ya no importa lo que pueda pasarme a mí.- Dijo Isabella.- tenemos que proteger a mi hija. Majestad, necesito su potestad.
- Contad con ella.- Respondió el rey.
- María Cristina, mi madre se reunirá con vos en el sitio acordado. Recemos para que todo salga bien. En caso contrario sabrá lo que tiene que hacer.
- Tranquila Isabella.- Respondió María Cristina.- Haremos lo que esté en nuestras manos. Todo saldrá bien.
- Un séquito de guardias os acompañará en el viaje de vuelta.- Indicó Alfonso.
- Gracias majestad, pero llamaría demasiado la atención. Mi madre me espera en el carruaje, he de regresar a Barcelona cuanto antes.
Isabella besó a María Cristina en la mejilla, hizo una reverencia al rey y salió apresurada del despacho. Dos guardias la acompañaron hasta el carruaje. No tenía tiempo que perder. Dirigió una última mirada al palacio y con un golpe en la puerta indicó al cochero que reanudara la marcha.
- Todo va a salir bien hija.- Dijo la voz de su madre oculta tras la oscuridad de las cortinas.
- Eso espero. Prométeme que harás todo lo que convinimos.
Dijo Isabella entre lágrimas. Pero no hallaba respuesta.
- Madre.- Dijo.- Prométemelo.
- Hija sabes que todo saldrá bien.
- Madre, por favor.- insistió.
- Sí hija. Te lo prometo.