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213 (Novela ciencia ficción)

Publicado: 19 Dic 2012 09:35
por mhtdtr
¡Buenos días!

Edito el mensaje para incluir el libro completo que ya está en pdf online sin necesidad de descarga a través del siguiente enlace: http://bit.ly/2ppyYXW

A ver qué os parece

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 19 Dic 2012 20:26
por lucia
La presentación de los hechos es un tanto confusa, aunque recuerda por el tipo de trama a Robin Cook.

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 23 Dic 2012 20:29
por mhtdtr
Gracias por el comentario. Mi intención es que al inicio el lector esté tan confundido como el personaje. En los siguientes capítulos la narración será bastante más clara y directa.

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 10 Ene 2013 23:43
por mhtdtr
¡Ya está a la venta mi libro! Que ilu: http://213sujetocero.wordpress.com/

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 18 Ene 2013 09:07
por mhtdtr
Booktrailer de 213, el nuevo libro de Editorial Círculo Rojo.


Enlace


Disponible para comprar en http://editorialcirculorojo.com/novela-ii/213/

Pedidos directos en pedidos213@hotmail.com

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 21 Ene 2013 20:22
por chemitamiau
Hola, si te sirve, y siempre desde el respeto, me gustaría decirte que el relato me ha parecido algo esquemático. Las descripciones de dónde ocurren los hechos son algo extrañas también. La presentación de los hechos no sé por qué pero no me acaba de cuadrar. ¿Es un guión de cine por casualidad?
Por otro lado, me ha gustado tu booktrailer y tu perfil en la editorial. ¡Mucha suerte!

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 06 Abr 2013 16:13
por mhtdtr
El libro ya está en kindle en amazon también para la compra. He subido una versión gratuita de los primeros capítulos: https://www.4shared.com/office/9Suq8pjl/213_gratis.html

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 19 Abr 2013 14:23
por MisterX
Bueno, en primer lugar, ¡felicidades por la publicación!

La idea que subyace me parece un poco tópica (científicos sin escrúpulos experimentando con personas y tal), aunque no puedo opinar mucho sobre ello porque no he leído toda la obra. Me ha gustado que hayas presentado los hechos con tan solo unas pinceladas. Para mí las mejores novelas son las que te hacen pensar y van desentrañando el misterio poco a poco. También me ha gustado el hecho de que has puesto mucho diálogo, aunque tal vez algunas frases se noten un poco forzadas. Eso sí, el vídeo está muy bien hecho y llama la atención.

Espero que tengas mucha suerte con la comercialización del libro.

213 (Primera parte)

Publicado: 04 Sep 2016 14:08
por mhtdtr
213

ESCRITO POR SERGIO HERNÁNDEZ MONTIEL
© Sergio Hernández Montiel

PRIMERA PARTE

VÍCTOR

Despierta. Abre los ojos lentamente, con trabajo. ¿Ya es la hora de ir a trabajar? No, no está en su casa. ¿Dónde se encuentra?
—El sujeto ha despertado, repito, el sujeto ha despertado.
—Ya era hora —dice el doctor García–. Lleva dos días durmiendo. Avisen al doctor Pérez, no sabemos cómo puede reaccionar —dice el doctor Izquierdo.
Esa no es su cama, no es su habitación. De hecho, no sabe dónde está ni cómo ha llegado ahí. ¿Es acaso un sueño?, ¿sigue dormido todavía?
—Doctor Pérez —comienza el enfermero Gutiérrez—. El sujeto ha despertado.
—De acuerdo —le responde el doctor Pérez—, voy enseguida para allá, no hay tiempo que perder, no sabemos cómo puede reaccionar.
La habitación en la que se encuentra está perfectamente iluminada por lámparas halógenas. Las paredes pintadas enteramente de blanco dotan al lugar de un aspecto parecido a una celda de manicomio.
El doctor Pérez recorre los pasillos de la instalación con la máxima celeridad, a sabiendas de la importancia que tiene el sujeto que ahora obra en su poder. No es el primero, pero sí es el más especial.
Víctor no puede ver nada más en la habitación aparte de la cama donde descansaba y una mesa con un par de sillas en la esquina. Está muy desconcertado y comienza a preocuparse.
Por fin, el doctor Pérez llega a la habitación donde se encuentra el sujeto. Dando la orden al vigilante de seguridad que allí se ubica abre la puerta y entra en la sala. Allí puede verle de pie, confuso, desorientado.
En ese momento Víctor ve cómo, lo que parecía ser una parte más de la pared se abre como si fuera una puerta y, tras la sorpresa inicial, aparece un hombre joven, vestido con bata blanca y con barba afeitada portando un bloc de notas y un bolígrafo.
—Buenos días —dice el doctor Pérez—. Me alegro de verle en tan buen estado—. Dirigiéndose hacia él le invita a sentarse en una de las sillas que flanquean la mesa y, colocándose en la de enfrente, añade –En los dos últimos días temíamos por su salud.
—¿Dónde estoy? —pregunta Víctor.
—Está usted en el centro de control de enfermedades
—¿Me sucede algo? —pregunta Víctor preocupado.
—Eso estamos investigando. ¿Se acuerda de lo que hizo hace dos días?
—No sé ni cómo he llegado aquí.
—Nosotros le trajimos, le encontramos en la calle en estado grave ¿De verdad no recuerda nada de lo que hizo hace dos días?
—No, lo último que sé es que volvía a casa del trabajo.
—¿En qué trabaja, Víctor?
—Soy contable, ¿por qué? ¿Tiene algo que ver con esto? —pregunta Víctor intrigado.
—No, nada, solo curiosidad —responde el doctor Pérez, que prosigue—. ¿Ha notado usted en los últimos días algo extraño? ¿Alguna reacción extraña de su cuerpo? No sé, lo que sea.
—No que yo sepa, ¿algo en concreto que usted sepa?
—Verá Víctor, todavía es pronto para revelar todos los detalles, lo único que le puedo contar es que le hemos hecho unas pruebas, entre ellas un análisis de sangre y un test neuronal, y hemos constatado que posee una actividad, tanto neurológica como de glóbulos blancos superior a lo normal.
—¿Y eso qué quiere decir doctor?
—No lo sabemos todavía, para eso ha de permanecer aquí en observación un tiempo y hemos de realizar más pruebas ¿Lo entiende verdad?
—Sí, por supuesto, lo que sea con tal de curarme. Una cosa, por favor debo avisar a mi novia. Debe estar muy preocupada.
—No se preocupe lo haremos nosotros.
Dicho esto el doctor Pérez se levanta y, despidiéndose de Víctor, abandona la habitación. Víctor se queda solo. Asustado y confuso se tumba en la cama y trata de descansar.
El doctor Pérez se encamina a la sala de reunión con cierta celeridad para compartir con sus colegas la información que posee. Una vez allí toma asiento, y, junto a los doctores García e Izquierdo, pone en común sus pensamientos.
—¿Cómo se encuentra el sujeto quince, doctor Pérez?
—Perfectamente doctor García, todo ha salido como esperábamos. Cree que volvía del trabajo cuando se desmayó y lo trajimos aquí, y no solo eso, me ha dicho que avisáramos a su novia para decirle que está bien.
—O sea, que la operación fue un éxito.
—Eso parece, sí.
—Entonces hemos de pasar a la fase dos, solo tenemos que observar y analizar sus habilidades —dice el doctor García.
—¿Qué tipo de habilidades creen que puede desarrollar? —pregunta el doctor Izquierdo.
—No sé, supongo que al haberle aumentado la actividad cerebral a lo mejor es capaz de influir en objetos o algo por el estilo.
—¿Estás sugiriendo que podría desarrollar telequinesia?
—¿Tan extraño te parecería? —pregunta el doctor Pérez —. Sabes que tenemos casos más asombrosos como el del sujeto diez.
—Sí, en eso tienes razón.
—¿Qué tratamiento sugiere doctor Pérez?
—Lo más adecuado es continuar con el actual. Por la noche mientras duerma le administraremos otra dosis.
—¿No será demasiado? Si aumentamos mucho su capacidad cerebral a lo mejor no sobrevive —comenta el doctor García.
—Sobrevivirá, ya hemos tenido suficientes fracasos, presiento que éste es el definitivo. Si te fijas, cada nuevo sujeto es mejor que el anterior.
—Eso es innegable.
—Bueno caballeros, si no hay más cuestiones que tratar les emplazo a la próxima reunión pasado mañana —dice el doctor Pérez.
Dicho esto los tres doctores se levantan y abandonan la sala cada uno por su lado. El doctor Pérez se dirige a su habitación, la cual se localiza en el complejo como la de todos los trabajadores de El centro de control de enfermedades. Sin embargo, antes de llegar a ella el enfermero Díaz le detiene en el pasillo.
—Doctor Pérez, un segundo.
—¿Qué ocurre?
—El sujeto cinco está sufriendo convulsiones, señor.
—¿Qué ha sucedido?
—Mientras probábamos sus capacidades se despertó y...
—¡Se despertó! —grita el doctor Pérez—. No puede despertarse un sujeto mientras utilizamos sus habilidades. Puede echar a perder todo el experimento. Si es consciente de sus habilidades no podremos detenerlo.
—Lo sé doctor, fue un error en la anestesia.
—Me encargaré del culpable cuando todo esté solucionado.
En tan solo un momento el doctor Pérez llega a una habitación exactamente igual a la de Víctor y, allí, tras abrir la puerta, accede al lugar donde se encuentra el sujeto cinco que está siendo sujetado por dos enfermeros.
—¡Suéltenlo! —grita enfurecido el doctor Pérez—. Si su temperatura cambiase bruscamente podrían morir.
A la orden del doctor los enfermeros sueltan al sujeto cinco, y este se acurruca en el suelo. El doctor Pérez saca de su bolsillo una aguja y, tras prepararla le inyecta su contenido en el brazo al sujeto. Éste grita de dolor, y, tras unos segundos se queda dormido. El doctor Pérez comienza a dar órdenes inmediatamente.
—Subidle a la cama y acostadle. Recoged todo, que se quede como antes. Traedme el controlador del sujeto cinco.
Media hora más tarde el doctor Pérez se encuentra al otro lado de la habitación esperando a que el sujeto despierte. Observándole a través del falso cristal de la pared. En ese momento un enfermero entra en la sala donde está el doctor, y este último le dice:
—Tome, devuelva el controlador del sujeto cinco a su sitio. Y quiero que el anestesista se persone mañana en salidas.
—Sí, señor.
Dicho esto, el doctor Pérez continúa observando al sujeto durante más de tres horas hasta que este finalmente despierta. Entonces el doctor coge su bloc de notas y un bolígrafo, y entra en la habitación.
—Buenos días —dice el doctor—. Me alegro de verle en tan buen estado. En los dos últimos días temíamos por su salud.
—¿Dónde estoy? —pregunta el sujeto.
—Esta usted en el centro de control de enfermedades. Estamos investigando ya que le encontramos tirado en la calle hace dos días. ¿Recuerda algo?
—No, lo último que recuerdo es que volvía a casa del trabajo.
—¿En qué trabaja Víctor? —interrumpe el doctor Pérez.
—Soy contable.
—Bien, verá, le voy a contar lo que va a pasar. Creemos que puede tener usted una enfermedad de la piel bastante grave por lo que debe pasar unos días en observación mientras le hacemos unas pruebas ¿Lo entiende verdad?
—Sí, solo que tengo miedo.
—Es normal, pero no se preocupe, todo va a salir bien.
—Una cosa doctor —dice Víctor.
—Quiere que avisemos a su novia ¿no es así? —interrumpe el doctor anticipándose a la pregunta de su paciente.
—Sí, si no le importa.
—En absoluto.
—Nos vamos a casar ¿sabe?
—Lo harán, no se preocupe—. Cada vez añaden algo —piensa para sus interiores el doctor mientras abandona la habitación.
Ya en la sala adyacente le dice a un enfermero —Manténgalo en observación, ya estoy harto de repetir siempre la misma historia.
El doctor Pérez se dirige a su habitación con el firme propósito de descansar un poco. El hecho de ser el máximo responsable del proyecto hace que cada avance, cada problema, cada suceso, le tenga que ser informado en el momento en que se produce. El trabajo que aquí realizan es el más importante en la historia de la ciencia sin ningún tipo de dudas, y es necesario que sea el personal más cualificado el que se encargue de realizarlo. El doctor Pérez siempre ha brillado dentro de la comunidad científica. Sus logros en materia de genética le llevaron hace siete años a quedarse a las puertas del Nobel. Sin embargo, un accidente de coche acabó con su vida hace cinco. Eso fue lo que trascendió a los medios y el mundo entero. Fue entonces cuando comenzaron a trabajar en el proyecto Víctor, y era imprescindible para el futuro del mismo que todos los implicados estuviesen oficialmente muertos para poder desarrollar su trabajo sin trabas. Lo que están haciendo no es legal en ningún país, y, aunque recibían dinero del gobierno debido a una serie de argucias y tapaderas, este no sabía de la existencia del proyecto.
El complejo donde se desarrolla el proyecto se ubica bajo tierra, enterrado a los pies de una planta de residuos, o lo que queda de ella, puesto que hace tiempo que fue abandonada y ahora no queda más que una serie de salas individuales y piscinas de basura. Están ocultos a la vista de todos. Los trabajadores involucrados, desde el doctor Pérez hasta el último enfermero, no pueden abandonar el complejo bajo ningún concepto, entre otras cosas, porque se supone que están muertos. Y en el caso de que alguien quiera hacerlo o se jubile se procede a borrarles la memoria y a dotarles de una nueva identidad en otro país. Todos asumen que entrar a trabajar aquí les supone una dedicación absoluta y un sacrificio máximo en detrimento de sus vidas. Y es que todo está calculado al milímetro, hasta esta noche.
El doctor Pérez llega finalmente a su habitación y, acostándose en su cama se dispone a dormir un rato. Su habitación es tan austera como las del resto de residentes. Lo único que destaca por encima del blanco de las paredes, es una gran cristalera situada frente a la cama tras la cual puede contemplarse un pequeño jardín artificial. Es la única nota de color, no solo en las habitaciones, también en todo el recinto, donde todas las paredes son blancas y existen normas de vestuario. Estas obligan a todos los médicos a llevar batas blancas, así como el pelo corto y la barba afeitada. Los enfermeros sin embargo van vestidos con monos, de color blanco, por supuesto, y siguen las mismas normas en cuanto al pelo y la barba. La única nota de color en todo el complejo procede del negro de los uniformes de los encargados de la seguridad. Sin embargo, no son muchos en el centro, apenas diez, por lo que casi siempre el color blanco es el más visto por los residentes. Esta disciplina casi militar y, en alguna ocasiones fascista, es necesaria para poder llevar un perfecto control de todo y no dejar nada al azar. Todo está calculado al milímetro, hasta esta noche.
Cuando la alarma se dispara el doctor Pérez aún no ha entrado en fase REM por lo que el estruendo del sonido provoca que salte de la cama como impulsado por un muelle. La alarma es sinónimo de problemas, de alguno muy gordo. Desde que Pérez trabaja aquí, es decir, desde el principio, solo una vez sonó la alarma como esta noche, y fue un simulacro hace tres años. Obviamente el doctor se teme lo peor, que les han descubierto o que se ha escapado algún interno, o algo así. Nada más lejos de la realidad.
El doctor Pérez sale inmediatamente de la habitación, y, deteniendo a un enfermero que corre en dirección contraria a la suya le pregunta:
—¿Qué está pasando?
—No lo sé exactamente, por lo que he podido oír, ha habido un incidente con el sujeto quince.
—Bien, voy hacia allí, usted llame a todos los miembros de seguridad y cuénteles lo sucedido.
Dicho esto el doctor corre en dirección a la habitación de Víctor temiéndose lo peor. Ha sido el último en llegar y, al parecer, el más perfecto de todos. Es normal que los primeros días los sujetos experimenten cambios debido a su organismo único, pero nunca pasan de simples ataques de pánico. De camino al lugar indicado por el enfermero el doctor Pérez se cruza con dos enfermeros que corren en dirección contraria. Cuando están a su altura este les detiene y les pregunta:
—¿Qué sucede? ¿Por qué no vais a la habitación del sujeto quince?
—El sujeto ha escapado doctor, se ha vuelto loco. Todo el que se ha cruzado en su camino ha muerto.
—¿Cómo? No es posible, no tiene esas habilidades. De hecho, no debería poder usarlas todavía ¿Y los inhibidores?
—No ha dado tiempo a inyectárselos doctor.
Consternado por lo que acababa de oír, el doctor Pérez se dirige corriendo hacia el lugar de los hechos mientras escucha de fondo los gritos de los enfermeros pidiéndole que no vaya, que huya, o morirá.





























DESCUBRIMIENTOS

Despierta. Abre los ojos lentamente, con trabajo. ¿Ya es la hora de ir a trabajar? No, no está en casa ¿Dónde se encuentra? Esa no es su cama, ni su habitación. De hecho, no sabe dónde está ni cómo ha llegado allí ¿Es acaso un sueño? ¿Sigue dormido todavía? Sin embargo hay un detalle que le sobresalta sobremanera, un detalle que hace que todo esto no sea un sueño sino que lo que le está pasando es muy real. Tiene las manos manchadas de sangre, y no solo las manos, la ropa e incluso las blancas paredes de la habitación están pintadas de rojo bermellón ¿Qué es lo que ha sucedido? Pero lo más impresionante de todo es que a su lado reposan los cadáveres de dos enfermeros, decapitados ¿Quién ha hecho esto? ¿Y por qué a él no le habían hecho nada? De hecho ¿cómo había permanecido dormido mientras algo así ocurría en su habitación? Confuso, desorientado, e incluso, un poco asustado, se encamina hacia la puerta abierta de la habitación. Cuando sale, descubre otra sala más grande, igualmente destrozada pero, en este caso la situación es con mucho, peor. No solo hay sangre en abundancia repartida por toda la estancia, sino que los cuerpos de otros dos enfermeros descansan en el suelo, también decapitados. Muebles destrozados y dos monitores rotos son el resto de cosas que quedan a la vista, de no ser por el hecho de que debajo de uno de los monitores, asoman unas hojas de papel cuya presencia Víctor detecta rápidamente. Dirigiéndose a ellas las coge y ojea con curiosidad pudiendo leer lo siguiente:

Sujeto: Víctor quince
Estado: Iniciado
Tratamiento: Potenciador dos veces al día
Habilidades: Ninguna apreciada
Peligrosidad: Baja
Fecha implantación de recuerdos: 17—7—2005
Víctor lee perplejo lo que parece ser su ficha de algo que no alcanza a comprender. Datos que no entiende ni puede recordar nada lo que ahí se dice. El resto de hojas recogen sus características físicas, grupo sanguíneo y un extraño nivel de compenetración cuyo valor es ochenta y cinco. No entiende nada, pero está dispuesto a averiguar que le ha sucedido. Sin más que mirar por allí y, asqueado ante la visión de los cuerpos decapitados, abre la puerta que da al pasillo central del complejo. Antes de salir asoma la cabeza, y, con miedo, mira a uno y otro lado esperando no encontrar nada. Cuando todo parece seguro y tranquilo, Víctor sale para recalar en un pasillo igualmente decorado con sangre y algún que otro cadáver yaciendo en el suelo. Víctor se pregunta qué ha podido pasar y cómo es que sigue habiendo tantos muertos por allí. Lo único que tiene claro de momento es que ha de salir de ahí, y volver a casa donde sin duda su novia le espera preocupada. Ni siquiera sabe cuánto tiempo ha pasado allí, lo último que recuerda es que volvía a casa del trabajo.
Con estos pensamientos encamina sus pasos en dirección este. Durante varios metros lo único que puede ver son cuerpos sin vida y charcos de sangre en el suelo y paredes. Entonces aparece ante él una puerta igual a la que acaba de atravesar para salir de la sala donde despertó. Curioso, decide abrirla y entrar. Lo que ve es una sala idéntica a la que hace poco ha abandonado, con la diferencia de que esta está ordenada y sin sangre y cadáveres tirados por ahí. Un cristal se sitúa enfrente y permite a Víctor ver lo que hay al otro lado de la sala. Lo que Víctor ve es a un hombre muy similar a él sentado en una cama, pensativo. Delante del cristal hay una mesa con dos monitores a semejanza de la sala anterior, como en todas las salas, donde unas hojas descansan. Víctor las coge y ojea como hizo antes leyendo lo siguiente:

Sujeto: Víctor uno
Estado: Avanzado
Tratamiento: Observación
Habilidades: Desarrollo de la vista
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 14—11—2000

Confuso por lo que acaba de leer, Víctor decide abrir la puerta y hablar con el individuo de la habitación a ver si puede sacar algo en claro de todo esto. Su sorpresa es mayúscula al descubrir que el hombre que tiene enfrente es físicamente idéntico a él, su rostro, su estatura, incluso su corte de pelo es exacto. Sin embargo, no es Víctor el único sorprendido ante este hecho asombroso, ya que el otro hombre se encuentra en su misma situación. Tras unos segundos de mutuo asombro, Víctor pregunta primero:
—¿Quién eres?
—Mi nombre es Víctor ¿Puedo irme ya de aquí? Me dijeron que hoy me darían ya el alta.
—Espera ¿Te llamas Víctor igual que yo?
—Sí —responde el nuevo Víctor— ¿Te conozco? ¿Cómo es que eres igual que yo?
—No lo sé. Yo estoy tan sorprendido como tú. No sé ni dónde nos encontramos, desperté hace un rato y no entiendo cómo he llegado aquí.
—Esto es un centro de control de enfermedades, a mí me aislaron porque tenía un problema grave en los ojos, según me dijeron —dice Víctor uno— ¿Cómo has entrado en la habitación? Se supone que está cerrada.
—No lo sé, la puerta estaba abierta y en la sala contigua encontré esto.
Víctor quince le enseña a Víctor uno el informe que acaba de encontrar al lado de los monitores y este lo lee despacio.
—¿Qué es esto? ¿Habla de mí? —pregunta Víctor uno.
—Eso parece. Yo encontré uno parecido en la sala de al lado de la habitación en la que desperté.
—¿Y qué significa eso de Víctor uno? Yo me llamo Víctor a secas.
—No lo sé, en mi informe ponía Víctor quince. ¿No te parece mucha casualidad que nos llamemos igual y seamos físicamente gemelos?
—Sí, la verdad es que esto es muy sospechoso. ¿Qué crees que pasa?— pregunta Víctor uno.
—No lo sé, pero si te llaman Víctor uno y a mi Víctor quince tal vez existan más personas como nosotros en otras habitaciones.
—¿Insinúas que están experimentando con nosotros o algo así? Porque a mí esto de que nos pongan número me suena a algo de ese estilo.
—No lo sé, pero la única manera de averiguarlo es registrando todo el recinto. Además, hay otra cosa que me preocupa.
—¿De qué se trata? —pregunta Víctor uno denotando cierta preocupación en su tono de voz.
—Cuando desperté encontré sangre en las paredes y a varios enfermeros muertos. Al salir al pasillo la escena se repitió. Estaba todo lleno de sangre y cadáveres.
—Joder, ¿Qué ha pasado aquí?
—Ni idea, yo debía estar dormido o inconsciente cuando sucedió. ¿Tú no viste o escuchaste algo?
—Que va, desde aquí dentro no se puede oír nada.
—Bueno —comienza Víctor quince–. Entonces lo único que podemos hacer es salir al pasillo y buscar a alguien que nos ayude.
—Estoy de acuerdo, a mí esto me parece un sueño, un mal sueño.
—Y que lo digas —añade Víctor quince mientras ambos abandonan la habitación y salen al pasillo central.
—Yo vine por ahí —señala Víctor quince indicando el lugar del que llegó–. Lo lógico es continuar en la otra dirección, seguir el camino que empecé.
Dicho esto los dos Víctor recorren el pasillo encontrando a su paso más sangre y algún que otro cuerpo decapitado. Al rato llegan a una puerta blanca igual a las que conducen a las salas donde ellos se encontraban. La abren y entran en una sala más bien conocida por ambos ya que es exactamente igual a todas las demás. Todo es igual, incluido el informe al lado de los monitores.

Nombre: Víctor dos
Estado: Avanzado
Tratamiento: Observación
Habilidades: Regeneración de la piel
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 28—12—2000

Con el informe en la mano ambos Víctor entran en la nueva habitación donde les espera un hombre físicamente idéntico a ellos. Este se sorprende, pero tanto Víctor uno como Víctor quince se asombran menos y enseguida comienzan a hablarle:
—Antes de que digas nada —dice Víctor quince—, ¿Cómo te llamas?
—Víctor —responde el hombre.
—Joder —masculla Víctor uno–. Esto no puede ser real.
—¿Qué sucede? —pregunta Víctor dos—. ¿Quiénes son ustedes? ¿Puedo irme ya? Me dijeron que podía irme hoy. ¿Por qué son idénticos a mí?
—A ver, despacio —dice Víctor quince–. Vamos a aclarar todo lo que podamos ahora antes de salir de esta habitación, ¿de acuerdo?
—De acuerdo —responde Víctor uno.
—Sí, vale, solo quiero saber qué sucede —dice Víctor dos.
—A ver Víctor —dice Víctor quince dirigiéndose a Víctor dos–. Estás aquí porque dicen que tienes una enfermedad de la piel, ¿verdad?
—Sí.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta Víctor uno.
—En el informe dice en el apartado de habilidades que posee regeneración de la piel.
—¿Qué informe? —pregunta Víctor dos.
Víctor uno, que lleva en la mano el informe, se lo enseña, y, mientras Víctor dos lo lee, Víctor quince le pregunta:
—¿Sabes si tienes esa habilidad de regeneración de la piel?
—No, yo nunca he notado nada.
—¿Y tú, notas algo en la vista? —le pregunta a Víctor uno–. En tu informe decía desarrollo de la vista.
—No he notado nada raro. Por cierto, ¿qué ponía en el tuyo?
—Ninguna apreciada, eso es lo que ponía.
—Joder —interrumpe Víctor dos–. Aquí tienen todos mis datos, mi altura, mi peso, grupo sanguíneo, todo.
—Sí, y me he fijado en que son los mismos que los míos en todo —añade Víctor uno–. Es como si fuésemos gemelos, clones incluso.
—¿Clones? Yo no soy clon de nadie —dice Víctor dos–. Yo tengo una vida fuera de aquí, a mí nunca me han clonado. De hecho, volvía del trabajo cuando me desmayé y me trajeron aquí.
—¿Eres contable? —pregunta Víctor quince.
—Sí, ¿cómo lo sabes?
—¿Y tienes una novia que se llama Susana?
—Sí, pero...
—Y apuesto a que tú me responderías lo mismo —le dice a Víctor uno.
—Joder, sí, ¿cómo es posible? ¿Qué me han hecho? —pregunta asustadísimo Víctor uno.
—Puede que el último punto de los informes nos aclare eso —dice Víctor quince.
—¿Cuál es el último punto? —pregunta Víctor dos mientras lo busca desesperado.
—Fecha de implantación de recuerdos —responde Víctor quince–. Nos han hecho algo en la cabeza, estoy seguro.
—Pero aquí dice que a mí me los implantaron en el 2000 y yo llevo aquí solo tres días, en el 2000 yo estaba en...
—En Italia donde conociste a tu novia, ¿verdad? —pregunta Víctor quince siendo consciente de la respuesta que va a obtener–. Y estoy seguro de que al que llaman Víctor uno también recuerda lo mismo.
—Sí joder, ¿qué nos han hecho?, ¿qué somos?
—Bueno —comienza Víctor quince que, de alguna manera, se ha convertido el líder de todos ellos–. Lo único que podemos hacer desde mi punto de vista es registrar hasta el último rincón de esta instalación y, si hay más como nosotros, como sugiere la numeración, liberarles y ayudarnos mutuamente a descubrir la verdad.
Tanto Víctor uno como Víctor dos asienten y reconocen que no solo es lo mejor, es lo único que pueden hacer. Una vez advierten a Víctor dos sobre lo que se va a encontrar en el pasillo, salen y continúan en dirección este.
Durante la siguiente media hora van entrando en diversas habitaciones encontrando más hombres iguales a ellos con la salvedad del número que se les atribuye en el informe. Según se encuentran a uno nuevo le cuentan todo lo que saben y parten en busca del siguiente. Víctor uno se encarga de recoger todos los informes y de llevarlos consigo por si pueden llegar a ser de alguna utilidad. Los informes encontrados son los siguientes:

Nombre: Víctor tres
Estado: Avanzado
Tratamiento: Observación
Habilidades: Memoria ilimitada
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 2—3—2001

Nombre: Víctor cuatro
Estado: Avanzado
Tratamiento: Observación
Habilidades: Desarrollo del oído
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 8—6—2001

Nombre: Víctor cinco
Estado: Avanzado
Tratamiento: Pruebas de habilidad
Habilidades: Cambio temperatura corporal
Peligrosidad: Baja
Fecha implantación de recuerdos: 20—9—2001

Nombre: Víctor seis
Estado: Desarrollo
Tratamiento: Pruebas de habilidad
Habilidades: Elasticidad de los huesos
Peligrosidad: Baja
Fecha implantación de recuerdos: 5—5—2002

Nombre: Víctor siete
Estado: Desarrollo
Tratamiento: Observación
Habilidades: Desarrollo del olfato
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 10—10—2002

Nombre: Víctor ocho
Estado: Desarrollo
Tratamiento: Pruebas de habilidad
Habilidades: Elasticidad de los músculos
Peligrosidad: Baja
Fecha implantación de recuerdos: 3—2—2003

Nombre: Víctor nueve
Estado: Desarrollo
Tratamiento: Observación
Habilidades: Sentido del radar
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 11—12—2003

Nombre: Víctor diez
Estado: Desarrollo
Tratamiento: Observación
Habilidades: Regeneración de tejidos
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 5—5—2004

Nombre: Víctor once
Estado: Iniciado
Tratamiento: Observación
Habilidades: Conocimientos avanzados sin aprendizaje
Peligrosidad: Ninguna
Fecha implantación de recuerdos: 7—9—2004

Nombre: Víctor doce
Estado: Iniciado
Tratamiento: Potenciador una vez al día y regenerador dos veces al día
Habilidades: Degeneración del tejido
Peligrosidad: Ninguna
Fecha de implantación de recuerdos: 1—3—2005

Nombre: Víctor trece
Estado: Iniciado
Tratamiento: Tranquilizantes tres veces al día
Habilidades: Fuerza superior
Peligrosidad: Media
Fecha implantación de recuerdos: 3—4—2005

Nombre: Víctor catorce
Estado: Iniciado
Tratamiento: Observación
Habilidades: Ninguna
Peligrosidad: Ninguna
Fecha de implantación de recuerdos: 7—6—2005

Los quince Víctor han registrado todas las habitaciones de control en donde se encontraban ellos, y las cinco restantes que parecen ser habitaciones de descanso del personal de la planta. Lo único que queda por hacer es coger el ascensor y registrar ahora otra planta. Como son muchos para entrar, deciden separarse en dos grupos y, visto que hay dos plantas más que registrar, cada grupo buscará una. Los Víctor del uno al ocho son los primeros en ir, su destino la planta dos.



















PLAN DE EMERGENCIA

El doctor Pérez corre sin descanso desde hace un par de horas. La idea de construir el centro en una zona alejada, casi desértica, es muy buena en relación con su seguridad pero, en este momento, al doctor le parece una ocurrencia estúpida. Lleva dos horas huyendo del caos, de la masacre en la que su experimento se ha convertido, deseoso de encontrar un teléfono para dar cuenta de lo ocurrido al equipo de limpieza, y que no dejen rastro de lo sucedido, ni prueba alguna de que una vez allí se cometió semejante actividad en nombre de la ciencia.
No tarda mucho más tiempo en encontrarlo, y, cuando lo consigue, llama al jefe del equipo de limpieza no sin antes indagar en su bolsillo en busca de algunas monedas.
—¿Sí? —pregunta la voz al otro lado de la línea.
—Bermejo soy el doctor Pérez.
—Doctor Pérez, ¿cómo es que no llama desde el número del centro? ¿Cómo es que ha salido? ¿Ha ocurrido algo?
—Desde luego, ha habido una fuga. Un sujeto ha perdido el control y anda suelto por el centro.
—Un segundo doctor —Un breve paréntesis de tiempo en el que Pérez escucha como Bermejo manda a sus hombres un código rojo–. Mis hombres ya se están movilizando doctor, en cuanto cuelgue salimos para allá.
—Muy bien, ahora escuche. Es de prioridad absoluta que ningún sujeto abandone el centro, de hecho, es necesario que acaben con los quince sujetos. Deben, no obstante, permanecer los cuerpos para asegurarnos de que ninguno escapó, ¿de acuerdo?
—Sí doctor, mis hombres están suficientemente preparados para luchar contra pequeños ejércitos si fuese necesario, además triplicamos su número, no obstante, me gustaría que me aclarase cuál es nivel de peligrosidad de los sujetos.
—Le diría que no mucha —dice Pérez –, pero en vista de lo que ha hecho el sujeto número quince les advierto de que a lo mejor no se han enfrentado nunca a nada tan peligroso. La mayoría tiene habilidades inofensivas para otra persona, pero ese sujeto quince, no sé, no detectamos nada en él, sin embargo, su gran capacidad cerebral quizá pueda llevarle a usar telequinesia o algo así, mas solo son conjeturas.
—No se preocupe doctor, le aseguro que todo esto se quedará en un susto cuando acabemos.
—No, nunca será solo un susto, no solo por la cantidad de gente que ha muerto ahí abajo, también porque se habrán echado a perder cinco años de investigación. Si tenemos que volver a empezar desde el principio...
—Bueno señor, mi equipo está preparado. Le dejo doctor, no podemos perder más tiempo.
—Desde luego Bermejo, adiós y suerte.
El doctor Pérez cuelga el teléfono y se dirige a una gasolinera que se encuentra a varios metros de allí. Sabe que el éxito del grupo de limpieza es fundamental o, no solo su carrera estará acabada, también su vida. Por si acaso piensa en lo que ha de hacer si todo falla, si algún sujeto lograse salir a la superficie y llegase a algún núcleo urbano. Ese Víctor daría cuenta a las autoridades de la existencia del complejo, y, una vez allí, descubrirían no solo los experimentos que habían estado llevando a cabo, también la existencia del sujeto cero y, probablemente, su origen. Por ese motivo, para cubrir esa posible eventualidad, Pérez tiene que ir a la base y destruir todo lo relacionado con el sujeto cero.

EL EXPERIMENTO

Víctor uno se ha convertido, sin saberlo, en el guía de esta expedición de prisioneros. Su tarea es la de registrar la segunda planta en busca de una salida, un superviviente, o una explicación a lo que está pasando. Apenas han asimilado el hecho de ser quince personas con, no sólo el mismo nombre y recuerdos, sino también con el mismo cuerpo, la misma apariencia. Saben que, en algún lugar del complejo, debe existir algo que les explique la situación.
Después de un rato buscando llegan a la conclusión de que toda la segunda planta está dedicada a albergar habitaciones de descanso, si no contamos lo que parece ser una cafetería o comedor en el ala oeste.
Sin embargo, las cosas son distintas en la primera planta a la que han ido a investigar los Víctor numerados del nueve al quince.
En lo que respecta a la distribución del edificio no sigue una estructura normal. El centro consta de tres plantas más un piso bajo que se ubica en la superficie y que no es más que una construcción de apenas diez metros cuadrados cuyo único fin es albergar el ascensor que conduce a las plantas inferiores. Las plantas están numeradas en orden descendente, esto es, la menos profunda es la primera, y la más profunda es la tercera. Así que el grupo liderado por Víctor quince se encuentra a tan sólo una planta del exterior.
Investigando la planta en dirección este—oeste han ido encontrando las siguientes salas: Salón recreativo, donde hay mesas de billar y televisores, dos salas enormes de laboratorio, sin nada sospechoso en su interior o, por lo menos nada que ninguno de ellos pudiese comprender. También hallaron dos despachos y una sala esterilizada donde no sabían que tipo de cosas podían hacer. Sólo queda por revisar una gran sala en cuyo cartel reza biblioteca. Es la última de todo el complejo por comprobar a no ser que sus compañeros en la segunda planta hubiesen encontrado algo.
Si bien una sala llamada biblioteca no parece que les vaya a proporcionar nada útil. Se equivocan. Lo que descubren en su interior les hace plantearse por qué llaman a ese lugar biblioteca. Realmente no hay un solo libro en su interior, tan sólo decenas de ordenadores y mesas de control conectadas a cámaras de vigilancia que observan cada rincón del centro. Los siete Víctor deciden separarse para registrar cada uno una parte de la biblioteca. Buscan en los ordenadores datos e información que pueda esclarecer algo su situación. Afortunadamente para ellos, todos los ordenadores están encendidos puesto que el personal del centro estaba trabajando con ellos cuando saltó la alarma.
Víctor quince se encarga del que parece ser el ordenador central, el principal. En la pantalla puede verse un fichero abierto con el nombre del tratamiento. En él, Víctor lee exactamente lo mismo que ya vio hace una hora en cada uno de los expedientes de los Víctor. Decide cerrar el archivo y buscar en varias carpetas alguno que tenga nombre llamativo. Encuentra multitud de programas y archivos con nombres como Protocolo de seguridad, normas internas y resultado de las pruebas. En todos ellos nunca se hace referencia al nombre de Víctor, que se refieren a ellos con el nombre de sujeto seguido de un número. Aparte de esto no descubre mucho más. Cuando está a punto de desistir en su búsqueda, un fichero llama su atención, su nombre: Tesis del doctor Pérez: Principios de la investigación. Víctor quince llama a sus compañeros los que se arremolinan en torno a él y leen todos juntos lo siguiente:
Continuación del descubrimiento de nueve de abril de 1999:
“Los experimentos que nos proponemos llevar a cabo tienen por objeto analizar y estudiar muestras aisladas del genoma original del sujeto cero. Para ello procederemos a clonarle a partir de diferentes partes de su ADN esperando conseguir clones del sujeto cero que experimenten por separado las habilidades que hemos constatado que posee dicho sujeto. El procedimiento a seguir es el siguiente: Extraeremos una muestra del genoma del sujeto cero en la instalación de Badajoz y lo traeremos aquí donde lo desarrollaremos y, aplicándole la recién descubierta técnica de aceleración del crecimiento conseguiremos tener sujetos clonados adultos en apenas tres años. Una vez adulto el sujeto será clasificado como sujeto y un número dependiendo del orden de ingreso. Como el sujeto cero recibe el nombre de Víctor cero, el primer clon será llamado Víctor uno, y así sucesivamente. El sujeto en cuestión deberá estar convenientemente aislado en las habitaciones construidas a tal efecto donde se le administrará el tratamiento adecuado y se establecerán sus reacciones. Al sujeto se le implantarán los recuerdos base que establezco en el Protocolo de seguridad, y, a partir de ese momento, se le mantendrá totalmente aislado pudiendo verle solamente el doctor Pérez en estado consciente, ya que para que los enfermeros le traten, ha de estar el sujeto inconsciente, de manera que no lo recuerde. En el caso de que se produzca un error y el sujeto entre en contacto con algún miembro del personal, habrá que proceder a reiniciar sus recuerdos por medio del controlador habilitado a tal uso. El objetivo de este controlador es el de bloquear la memoria reciente mediante el uso del chip que se le implanta al sujeto antes de experimentar con él. Ha de limitarse en lo posible el uso de este controlador, debido a que, su uso continuado puede dañar el cerebro de forma irreparable y dejar inservible al sujeto. Mientras los sujetos permanezcan en estudio se les dirá que han sufrido un desmayo de camino al trabajo y que han de permanecer en observación. En el centro de control de enfermedades. A la semana el doctor Pérez usará la película de memoria en el paciente para que no recuerde nada cuando vuelva a despertar. La película de memoria, al contrario que el uso del controlador, nos permite hacer que el sujeto olvide lo ocurrido en la última semana sin necesidad de dañar su cerebro, sin embargo, no se muestra eficaz más allá de ese plazo, y, lo más importante, no funciona en el caso en el que el sujeto entre en contacto con otras personas o su percepción de la situación cambie.
Una vez expuesto todo esto recomiendo encarecidamente tanto a los doctores como a los enfermeros, a regirse por lo escrito en este documento, así como a acatar los siguientes documentos como ley: Protocolo de seguridad, Normas internas, Filiación de nuevo personal y Procedimiento experimental.”
El documento lo firma el doctor Pérez.
Todos los Víctor permanecen consternados tras su lectura. Algunos se quedan inmóviles, los ojos fijos en la pantalla del ordenador intentando comprender que lo que dice el documento es real, otros se llevan las manos a la cabeza buscando una cicatriz que demuestre que han sido sometidos a la implantación del chip al que el doctor Pérez hace referencia en el escrito. Obviamente la encuentran. Víctor quince comienza a pensar en su vida, dándose cuenta de que todo lo que cree haber vivido es una mentira, que nunca pasó. Víctor nueve habla a los demás:
—¿Somos clones no? Eso es lo que somos.
—Creo que no queda ninguna duda —responde Víctor trece–. Es increíble lo que está sucediendo aquí, tenemos que encontrar la salida y denunciar esto, contarle al mundo lo que aquí se ha estado haciendo.
—Pero, ¿quiénes somos? —pregunta Víctor diez–. Es decir, no existimos, en el mundo real no somos nadie, ¿cómo podríamos vivir en él?
—Mirad —comienza Víctor quince que, pese a que continua obviamente confuso y enfadado con la situación, se muestra calmado ante sus compañeros—. —Lo único seguro es que lo primero que tenemos que hacer es salir de aquí. Además, lo que hemos leído de Víctor cero, ¿quién es?, ¿de dónde ha salido? ¿Es un clon también o él es un hombre original por completo?, ¿por qué experimentan con él si es este el caso?, ¿acaso se prestó voluntario, o lo tienen prisionero? Yo quiero saber todo esto, quiero terminar de ver el puzle, tenerlo completo, porque sólo una vez que lo sepamos todo podremos decidir qué hacer o adónde ir. ¿Estáis conmigo?
Todos asienten unánimemente. Víctor doce pregunta:
—¿Pero cómo encontraremos a Víctor cero? ¿Dónde está?
A lo que Víctor quince le responde:
—Según el documento hay una instalación en Badajoz, es posible que se encuentre allí. No sé donde estamos nosotros pero una vez fuera veremos en un plano a que distancia nos encontramos de allí.
En ese mismo momento los Víctor numerados del uno al ocho entran en la biblioteca. Allí les cuentan sus compañeros todo lo que saben ahora. Después de quince minutos de explicaciones y preguntas deciden echar un vistazo al resto de documentos por si descubren más información referida a Víctor cero antes de salir en su busca, pues esto es lo que han decidido que van a hacer todos. Sin embargo, no ven más que normas internas, formas de ingresar y de abandonar el centro, tratamientos, fórmulas, etc. Nada que les ayude ahora mismo.






























LIMPIEZA

Lo primero que ve Bermejo al abrir la puerta es el hueco del ascensor. Organiza a sus hombres de forma que se distribuyan en grupos para limpiar las tres plantas. Llaman al ascensor y baja el primer grupo a la planta tercera. Tras esperar que vuelva vacío el ascensor, otro grupo toma rumbo a la segunda planta. Por último, el grupo comandado por Bermejo y formado por diez hombres, van a la primera planta. Cualquiera que los viese pensaría que son militares, impresión que causa tanto su uniforme, como sobre todo, el armamento con el que cuentan. Cada uno de los limpiadores tiene un fusil de asalto así como una pistola de cuarenta y cinco milímetros y un cuchillo de combate. Nada debe quedar en el centro tal y como el doctor Pérez ordenó, por eso no escatiman en medidas. Según el doctor la mayoría de los sujetos no son peligrosos en absoluto, pero alguno de ellos puede entrañar algún riesgo.
Bermejo llega pronto a la primera planta. Allí divide a su grupo en dos, cinco hombres registrarán hacia el este y cinco hacia el oeste. Él va hacia el este. No les ha dado tiempo a revisar ni un par de habitaciones cuando escuchan los primeros disparos. Han encontrado a alguno de los sujetos. Bermejo y sus hombres corren hacia el oeste con las armas preparadas. En la biblioteca se forma una autentica masacre.
Cuando el grupo formado por los Víctor del uno al quince va a abandonar la habitación y, en consecuencia, el centro, son sorprendidos por un grupo de cinco soldados que no dudan en abrir fuego contra ellos al tener un mínimo contacto visual. Víctor nueve y Víctor siete reciben el impacto de las balas los primeros, muriendo en el acto. El resto reacciona rápidamente y se apartan de la puerta. Los limpiadores entran uno tras otro disparando indiscriminadamente al menor movimiento. Víctor ocho recibe un impacto en la cabeza y muere. Víctor diez tiene más suerte y solamente es herido en el brazo, pero, activando su habilidad latente de forma instintiva e involuntaria, regenera sus tejidos obteniendo el mismo resultado al que se hubiese producido si la bala hubiera pasado a un metro de distancia.
Entonces las luces se funden, estallan todas las lámparas dejando el lugar sumido en la más absoluta oscuridad. Nadie puede verle, pero Víctor quince se retuerce en el suelo y grita de dolor de forma muy ostentosa. Entonces, y sin previo aviso, uno de los limpiadores pierde la cabeza, literalmente. Esta explota espontáneamente dejándolo todo manchado de sangre y masa cerebral. Sus compañeros asustados abandonan la biblioteca y permanecen en el pasillo apuntando a la puerta a la espera de que alguno de los sujetos asome para fusilarlo en el acto. En ese mismo momento el grupo de Bermejo llega al lugar.
—¿Qué sucede? —pregunta Bermejo.
—Hemos abatido a tres de los sujetos, pero García ha muerto. No sé cómo decirlo señor pero le ha reventado literalmente la cabeza.
—Parece que uno de los sujetos es más peligroso de lo que pensábamos —dice Bermejo–. Bien, permanezcan aquí esperando a que se asomen, la habitación no tiene más salidas ni ventanas. Es cuestión de tiempo limpiar el centro.
De repente las armas de todos los limpiadores comienzan a calentarse, hasta tal punto, que se ven obligados a dejarlas caer si no quieren quemarse las manos. En cuanto la primera de las armas cae, todos los Víctor supervivientes salen de la habitación en furiosa estampida. La confrontación es inevitable, los Víctor se enzarzan en una pelea física con sus asesinos con el único objetivo de llegar al ascensor, realmente no buscan dañar a los limpiadores, sólo luchan por su supervivencia. Ni siquiera saben quiénes son esos hombres y porqué les atacan, no les ha dado tiempo a plantearse nada, solamente a luchar. Sin embargo, los limpiadores sí luchan por matarlos a todos por lo que desenvainan sus cuchillos e hieren de forma mortal a Víctor seis, Víctor diez y Víctor cuatro. Al ver morir a sus compañeros el resto de Víctor corren en dirección al ascensor sin preocuparse de que, tanto Bermejo como varios de sus hombres han recogido las armas del suelo, ya frías, y se disponen a abrir fuego contra ellos. Las balas silban en el aire y penetran en la piel de Víctor cinco y Víctor tres precipitando su caída y posterior muerte. Aprovechándose de que el pasillo va adquiriendo forma de círculo según se recorre, esto es, que es ovalado, el resto de Víctor logran apartarse del campo de tiro de los limpiadores aunque estos inmediatamente van tras sus pasos.
Los Víctor supervivientes son muy rápidos, quizá espoleados por el miedo, y llegan pronto al ascensor. Este no está en la planta, sino que viene de abajo, sin embargo, ellos no lo han llamado. No tarda más que unos pocos segundos en llegar que a los Víctor se les hacen horas. Sus perseguidores están cerca, ya les habrían alcanzado si no tuviesen que seguirlos con la precaución propia de un soldado que trata de prevenir un posible contra ataque. El ascensor ha llegado y, cuando se abren las puertas, los Víctor ven el fin muy cerca. Diez limpiadores en su interior que, en el mismo momento de verles, levantan sus armas y abren fuego. Lógicamente sólo disparan los tres que se localizan más cerca de la puerta ya que el resto, de hacerlo, mataría a sus propios compañeros. Tanto Víctor uno como Víctor dos caen y Víctor doce es herido. Viendo caer a sus compañeros Víctor quince entra en cólera y profiere un potente grito que hace detenerse de súbito a los limpiadores que les persiguen. Entonces Víctor quince cae inconsciente en los brazos de Víctor trece que le sujeta instintivamente en cuanto le ve desplomarse. Mientras Víctor quince pierde el conocimiento los diez limpiadores del ascensor mueren instantáneamente. Sus cabezas explotan como hizo antes la de su compañero.
El interior del ascensor es ahora una fosa común en la que yacen diez limpiadores decapitados. Los Víctor pisotean sus cuerpos para entrar en su interior donde arrastran a Víctor quince y pulsan el botón que conduce a la planta baja. El espacio que queda libre en el ascensor es mínimo. Los cinco Víctor apenas entran subidos en los diez cadáveres que ocupan todo el largo del elevador. Si hubiesen contado con las cabezas la puerta no se hubiese cerrado. Además, suben muy despacio debido al exceso de peso que soportan.
Entonces, a medio camino, un ruido les alerta, los limpiadores de la primera planta les están disparando. Asomados al hueco del ascensor un par de ellos disparan hacia arriba penetrando en el suelo del elevador e impactando los proyectiles en los cuerpos de sus compañeros muertos. No obstante, y gracias a estos peculiares escudos humanos, los Víctor llegan ilesos a la planta baja. Allí abandonan el ascensor todos menos Víctor doce que se queda sujetando la puerta.
—¿Qué haces?, vámonos de aquí cuanto antes —dice Víctor catorce.
—Nos cogerán si no les retenemos de alguna forma, voy a romper los controles del ascensor y luego atrancaremos la puerta con uno de los cadáveres —responde Víctor doce–. Intentad reanimar primero a Víctor quince o no iremos muy lejos.
Víctor doce entra en el ascensor tras atrancar la puerta con el cuerpo de uno de los limpiadores y, dando un fuerte golpe, rompe los mandos del ascensor imposibilitando su uso, sin embargo nota como comienza a marearse y, sujetándose a las paredes del ascensor, cae. Víctor once se percata y va a ayudarle si bien esto ya no será posible. La herida provocada por el último disparo es más grave de lo que pensaba y le ha provocado la muerte. Nada más que quedan cuatro. De quince que eran. Afortunadamente para ellos Víctor quince recupera el conocimiento por lo que se disponen a alejarse todo lo que puedan del complejo. No recuerda nada de lo sucedido antes de desmayarse, pero no hay tiempo para explicaciones, ahora no, ahora su vida está en juego. Pronto han dejado atrás el centro y corren sin rumbo fijo.














































EL HUEVO

El doctor Pérez espera impaciente la llegada de Bermejo para que le informe de la situación. Hace dos horas que salieron, y, durante ese tiempo, Pérez ha llegado a la nave de los limpiadores y se ha desesperado al no tener noticias. La situación es tan crítica que es normal que esté tan preocupado. Si uno de los sujetos llega a una ciudad y entra en contacto con algún organismo oficial sería el fin de todo. Del experimento y del doctor. Este ya ha pensado posibles maneras de escapar, de huir. Si Bermejo le dice que ha sucedido lo peor debería tomar el primer avión que salga para Europa, sin importar el destino exacto, y, allí, hacer uso de la cuenta que tiene en Alemania bajo una identidad falsa. En realidad es su plan de pensiones, un dinero que guardaba para cuando dejase de trabajar en el complejo.
Tras de diez minutos pensando esto, Bermejo aparece por la puerta de la habitación donde el doctor espera. Entra y cierra la puerta. Están los dos solos.
—¿Qué ha pasado? —pregunta nervioso el doctor.
—Hemos eliminado a once de los sujetos, los otros cuatro han logrado escapar.
—¿Cuatro? Dios, se supone que son una unidad de élite. ¿Cómo pueden dejar escapar a cuatro sujetos? ¿Cuántos eran ustedes?, ¿no eran treinta acaso? Treinta contra quince por dios.
—No habríamos tenido problema en deshacernos de todos ellos si nos hubiese prevenido contra el más peligroso de todos.
—El más peligroso es un sujeto que tiene la habilidad de calentar los objetos cercanos a él, nada más —dice el doctor.
—Se equivoca. ¿Cómo si no explica que once de mis hombres estén muertos completamente decapitados? Uno de esos hizo reventar sus cabezas sin tan siquiera tocarles.
—No puede ser —dice el doctor–. Ninguno de ellos contaba con ese tipo de habilidad, a no ser... A no ser que el sujeto quince sea de quien me habla, pero no había desarrollado ningún poder, estaba recién iniciado.
—Pues parece que ya ha despertado doctor.
—Esa habilidad le convierte en el más peligroso de todos los que pisan este planeta, ¡es un arma viviente!, y lo peor de todo es que no debe ni ser capaz de controlarlo, cualquiera que esté con él corre serio peligro. Aún recuerdo el alcance tan terrible de la última vez que presencie tal poder, fue terrible.
—Yo lo siento doctor —dice Bermejo–. Pero no voy a poner en peligro ni mi vida ni la de mis hombres para capturar a ese sujeto.
—No se preocupe, ha hecho todo lo que ha podido, esto es el fin, todo se ha perdido, alguien encontrará a los sujetos y todo nuestro trabajo desaparecerá. En este momento pueden estar en cualquier parte.
—Bueno, doctor, es posible que sepa adonde se dirigen si mis sospechas son ciertas. Una vez huyeron, y mientras mis hombres reparaban el ascensor que, por cierto, es la única salida de ese maldito lugar. ¿Cómo se les ocurrió semejante idea? Tantas medidas de seguridad y protocolo y el centro entero no cuenta más que con una entrada, que es a la vez la salida, ni una salida de emergencia, ¿por qué?, ¿y si el ascensor se estropea?
—Bermejo, la idea es que nadie debe entrar y salir de allí mas que en contadas ocasiones, si se estropea lo arreglamos. Pero bueno, vaya al grano, que se ha desviado sin intención del tema principal. ¿Dónde cree que han ido?
—Al Huevo doctor. Como le decía, mientras mis hombres arreglaban el ascensor revisamos todos los lugares en los que pudieran haber entrado los sujetos. Parece ser que estaban todos juntos en la biblioteca cuando mis hombres los encontraron. Revisamos los ordenadores para ver a que ficheros habían tenido acceso, y, descubrimos que en la pantalla del ordenador principal había un plano de la zona donde se esconde el Huevo. Vimos que habían abierto ficheros donde usted detallaba el propósito de los experimentos y nombraba al sujeto cero. En mi opinión, han ido al huevo a liberar al sujeto cero.
—Bien —dice Pérez–. Entonces las cosas no están tan mal como creía.
—¿Por qué dice esto doctor? Si descubren al sujeto cero será el fin.
—Desde luego, la humanidad entera correrá un gran peligro. Pero eso nos da la posibilidad de atraparlos allí. Puede que el sujeto quince sea tan poderoso como dices pero allí tenemos a más de cien hombres armados vigilando. Jamás podrán entrar. Son nuestros. Tú quédate aquí, Bermejo, no puedes hacer nada más, yo iré al Huevo ahora mismo para asegurarme de que nada sale mal.
—De acuerdo doctor. Yo daré permiso a mis hombres para irse a casa y mañana enterraremos al resto. Por la discreción no se preocupe doctor, no dirán nada, ya han tomado el inhibidor. Además, hemos sacado los cuerpos de los doctores y enfermeros muertos allí abajo y los hemos incinerado. Bueno, realmente lo están haciendo mis hombres mientras usted y yo hablamos, así como limpiar toda la sangre de las paredes y destruir toda la información que pueda revelar algo de lo que allí se hacía.
—Excelente trabajo Bermejo, discúlpame por precipitarme antes al hacer un juicio sobre usted y sus hombres, sin duda han realizado el mejor trabajo que era posible, dadas las circunstancias. Si todo esto termina bien promoveré su ascenso, ocupará el más alto cargo de seguridad dentro del Huevo.
—Gracias señor —dice Bermejo.
—Muy bien, ahora debo irme, el Huevo no está muy lejos del complejo, quizá a cinco horas andando si no han encontrado ningún vehículo, así que no he de perder más tiempo.
Sin decir nada más, el doctor Pérez abandona la habitación y se dirige al garaje de donde coge el coche que hace una hora le han traído. Arranca el vehículo y abandona el lugar rumbo al Huevo.

Re: 213

Publicado: 04 Sep 2016 14:10
por mhtdtr
REFLEXIONES

Llevan dos horas caminando sin parar. Cansados, Víctor once propone a sus compañeros tomarse un respiro y descansar quince minutos.
—Esto es un puto desierto —dice Víctor once–. Llevamos dos horas caminando y no hemos encontrado nada, nada de nada.
—Desde luego construyeron el laboratorio lejos de cualquier cosa —dice Víctor trece–. De todas maneras y según los planos que vimos, si seguimos hacia el este tenemos que llegar al lugar donde tienen a Víctor cero.
—¿Por qué creéis que le tienen a él solo en otro lugar? —pregunta Víctor catorce.
—Supongo que es porque tal vez él sea el primer clon o algo así —responde Víctor quince–. Lo único seguro es que allí obtendremos más respuestas.
—Espero que todas —dice Víctor once–. Quiero saber por qué tenemos todos estos recuerdos del trabajo, de la novia, ¿serán de Víctor cero? ¿Será su vida? Decía el informe que nos los implantaron, pero ¿serían de alguien antes?
—Es posible. Lo único seguro es que no es nuestra vida la que recordamos. Es como si nunca hubiéramos existido realmente —suspira Víctor catorce.
—De hecho no lo hemos hecho —dice Víctor trece–. El mayor de entre nosotros no hace ni cinco años que vino a la vida. Somos adultos pero como si fuésemos niños, no hemos vivido nada pero nos parece que sí al implantarnos todos esos recuerdos.
—Yo me pregunto entonces —dice Víctor quince—. ¿Y si nunca hubiésemos descubierto que somos clones y que nos implantaron estos recuerdos? Si hubiésemos seguido viviendo normalmente, ¿acaso no sería tan real nuestra vida como la del resto del mundo que ha nacido y crecido?, ¿qué es entonces la vida?, ¿una sucesión de recuerdos?, ¿y el tiempo? Hace nada que yo existo y, sin embargo, me acuerdo de cosas que hice hace diez años, que creí haber hecho, claro, pero esos recuerdos están ahí y la percepción del tiempo también.
El silencio se apodera de todos los Víctor que no saben qué responder.
—Hace diez años estuve en Praga, bueno, estuvimos todos nosotros —dice Víctor once.
—Claro, ¿quién dice que eso no pasó, que no es real? Todos recordamos haberlo vivido, haber olido las flores del jardín del hotel y habernos puestos malos tras comernos ese filete —dice Víctor catorce.
—Cierto —responde Víctor trece—. ¿Quién decide que es real y que no lo es? Lo cierto es que quien nos diese recuerdos tan elaborados y precisos es un genio.
—Bueno, creo que ya hemos descansado bastante. Continuemos el viaje si queremos llegar antes de que anochezca —dice Víctor quince.
Y dicho esto retoman el camino. Cae la noche cuando los Víctor alcanzan a ver el edificio conocido como el Huevo. El nombre hace justicia al complejo, sin duda. Durante todo el trayecto han cruzado varias carreteras, pero nunca ha parado coche alguno para recogerles. Sin embargo, no han visto casas o pueblos en todo el camino. Ahora se encuentran a apenas un kilómetro del Huevo y, desde su posición, pueden observar que no les será nada fácil entrar, ya que decenas de guardias vigilan el perímetro cercano.
—¿Cómo coño vamos a entrar ahí? —pregunta Víctor catorce.
—¿No puedes usar tus habilidades para entrar Víctor quince? —pregunta Víctor trece.
—¿Qué habilidades? No tengo ninguna, eso es lo que ponía en mi informe.
—¿Qué dices? Pero si les hiciste explotar las cabezas a todos esos guardias —dice Víctor once.
—¿Qué? ¿Explotar las cabezas? Nunca pasó tal cosa, no recuerdo nada de eso.
—Es verdad, Víctor quince se desmayó justo cuando reventaron las cabezas de los guardias del ascensor, quizá por eso no se acuerda, debe ser algún tipo de amnesia— dice Víctor catorce.
—Claro, ahora entiendo lo de los cuerpos decapitados tirados en el suelo a lo largo de toda la tercera planta —razona Víctor trece–. Conseguiste librarte de tu encierro matando a los enfermeros y saliste al pasillo central donde nos rescataste a todos nosotros.
—No recuerdo hacer tal cosa, además cuando desperté yo estaba tirado en la habitación y no fuera, y al salir lo vi todo.
—No sé cómo pasó, quizá volviste a la habitación y allí te desmayaste. El caso es que sí hiciste tu eso, cosa que ahora me parece evidente. Demostraste más poder que contra los guardias y, sobre todo, más control de ti mismo ya que no pudiste caer desmayado hasta mucho rato después —dice Víctor catorce.
—Vale, fui yo, me lo creo, ya no hay nada que no me crea hoy después de todo. De todas maneras no sé cómo usar esas habilidades, siempre ha sido algo inconsciente.
—Por lo menos en el caso de los soldados a los que nos enfrentamos parece que usaste tu habilidad al sentirte en peligro —dice Víctor once.
—¿Y qué sugieres?, ¿que nos lancemos contra todos esos guardias a ver si, con suerte, se manifiestan mis habilidades? —pregunta Víctor quince.
—Si se te ocurre algo mejor.
—Yo creo que lo mejor que podemos hacer es tratar de encontrar una entrada y dirigirnos allí lo más rápidamente posible —dice Víctor trece–. Lo que es obvio es que necesitamos tus habilidades para defendernos, es la única manera de que cuatro personas entren en un edificio vigilado por al menos veinte, que pueda ver desde aquí.
—Está bien, no tenemos nada que perder, ¿no? Echémosle un par de huevos —dice Víctor quince.
Con este plan suicida en mente los cuatro Víctor rodean el edificio desde lejos esperando encontrar una entrada con poca vigilancia. Tras un primer vistazo ven una puerta por la que cada cinco minutos aparece un guardia y otro que está fuera entra al Huevo. Hay solamente cinco fuera, por lo que parece la opción más factible después de todo.
Los cuatro Víctor corren con todas sus fuerzas hacia la entrada y, a doscientos metros de los guardias, son vistos por estos. Hay que decir que el huevo se ubica enclavado bajo una pequeña elevación rodeado de vegetación a unos trescientos metros. Aprovechando la oscuridad de la noche los cuatro sujetos lograron apartarse del campo de visión de los guardias hasta los doscientos metros antes citados.
Entonces uno de los guardias grita a sus compañeros alertándoles de la presencia de los intrusos y, cogiendo la radio, da el aviso al resto de guardias del complejo. Los cinco que allí se encuentran guardando y protegiendo la entrada, que realmente es una de las cuatro con las que cuenta el Huevo, en este caso la entrada este, levantan sus fusiles y comienzan a disparar contra los asaltantes.
Consiguen alcanzar a Víctor trece en la pierna derribándole al instante, pero el resto sigue avanzando hacia lo que parece ser un suicidio. Víctor once también cae, esta vez muerto, ya que una bala lo alcanza directamente en el corazón. Víctor quince lo ve y se tropieza, cayendo al duro suelo mientras pierde el conocimiento.



EL COMIENZO

El doctor acaba de abandonar la sala. Víctor se siente confuso y, sobre todo, asustado. El doctor acaba de decirle que cuando volvía del trabajo ha sufrido un desmayo y que, probablemente, se deba a una enfermedad que puede tener. Por eso el doctor le ha dicho que lo mejor es que permanezca en observación aquí, en el centro de control de enfermedades. A Víctor la situación le supera, que te digan eso de repente y te encierren en una habitación como en la que se encuentra asusta a cualquiera. De todas maneras, Víctor piensa que lo mejor que puede hacer ahora es tumbarse en la cama y esperar a que vuelva el doctor con novedades.
Durante media hora ni un solo ruido perturba el silencio de la estancia. Víctor, cansado de esperar en la cama, se levanta y pasea de una esquina a otra de la habitación. De repente, se detiene. Un fuerte dolor de cabeza se apodera de él. Se lleva las manos a la sien y cae al suelo de rodillas en clara postura de sufrimiento. Segundos después, pierde la consciencia.
Se levanta de nuevo, pero ya no parece la misma persona, está en una especie de estado de trance. Sus ojos, totalmente en blanco, denotan que algo malo le está sucediendo. En ese momento dos enfermeros entran en la habitación y se apresuran a sujetarlo. Uno de ellos grita algo acerca de un estabilizador, que le traigan un estabilizador. Y ya no dice nada más. Tanto su cabeza como la de sus compañeros explotan al unísono llenando la habitación de sangre y restos de masa cerebral. Víctor, en estado de trance, camina hacia la puerta y abandona la estancia yendo a parar a otra más pequeña en la que no hay mucho más que dos ordenadores. La puerta que da al pasillo se abre, y de ella surge un enfermero que le ve y grita algo a sus compañeros, que no deben estar muy lejos. Entonces, su cabeza revienta también. Todo se tiñe de rojo sangre salpicando incluso a Víctor, cuyas ropas y manos adquieren un color bermellón penetrante. Una alarma comienza a sonar. Suena muy fuerte. Las luces que están colocadas en el techo de las habitaciones y el pasillo central comienzan a emitir un brillo rojizo.
Víctor abandona la sala y accede al pasillo central. Este, circular en su estructura, presenta dos opciones por las que continuar, este y oeste. Por ambas se acercan hacia Víctor enfermeros corriendo con la esperanza de detenerle. No lo consiguen. Todos son brutalmente decapitados a unos pocos metros del sujeto. Aproximadamente ocho cuerpos tirados en el suelo que ofrecen una macabra estampa. A lo lejos, Víctor ve venir al doctor Pérez que se detiene a unos veinte metros de él. A él no le sucede nada. No le revienta la cabeza. Intercambian miradas por un instante y, entonces, el doctor Pérez corre hacia Víctor. Detrás de él cinco enfermeros, el mismo número que viene desde el otro lado del pasillo. Los diez enfermeros se precipitan sobre Víctor y, agarrándole de piernas y brazos, lo inmovilizan mientras el doctor Pérez prepara lo que parece ser una inyección.
Cuando la tiene lista y alza la vista, lo único que puede hacer es esbozar una mueca de profundo terror al contemplar al sujeto quince de pie, rodeado de diez cadáveres decapitados. El doctor Pérez es consciente en ese instante de que, posiblemente, morirá. Pero también sabe que si no logra detenerlo nadie lo hará, y no sólo el proyecto desaparecerá sin dejar rastro, sino que el mundo entero podría estar en serio peligro. Armándose de valor, se coloca al lado de Víctor quince y le inyecta el contenido de la aguja. El sujeto no hace nada para impedirlo puesto que se encuentra en una especie de trance hipnótico. Sin embargo, al notar como el líquido penetra en su cuerpo reacciona, y, enfurecido, golpea al doctor derribándolo. Pérez reacciona enseguida y, levantándose, corre en dirección contraria a Víctor buscando la salida, luchando por su propia supervivencia. Si, aunque fuera solamente una vez, hubiese mirado hacía atrás mientras emprendía su escape, habría visto a Víctor tambaleándose por efecto del suero, y muy débil. Pero no lo hizo pensando que el suero no había tenido ningún resultado en él.
Mientras el doctor Pérez escapa, Víctor, visiblemente mareado busca algo a lo que sujetarse, a lo que agarrarse para no caer al suelo. Sosteniéndose en la pared y, sin darse cuenta, encamina sus pasos a la habitación en la que despertó hace menos de una hora. A trompicones, y, sin saber por dónde camina, consigue llegar hasta lo que parece una cama, y, tumbándose en ella, termina por perder el conocimiento.

BUSCANDO A VÍCTOR CERO

Víctor quince despierta. Se descubre en un largo pasillo metálico. A su lado está Víctor catorce. No sabe dónde se encuentra ni cómo ha llegado hasta allí, no obstante, recuerda que llegaron al Huevo, él y Víctor once, trece y catorce. Recuerda que se lanzaron como locos en dirección a una puerta, y que los guardias comenzaron a dispararles. Entonces se cayó, y nada, ya no consigue nada más.
Víctor catorce, que está vigilando el pasillo a pocos metros de él, no se ha dado cuenta de que su compañero ha despertado. Víctor quince recuerda la caída por lo que se toca por todo el cuerpo en busca de una herida de bala, pero no la localiza, no le dieron, simplemente se tropezó y perdió el conocimiento. Pero, ¿cómo entonces ha llegado hasta allí?, y ¿qué pasó con los guardias y sus dos compañeros a los que no puede ver ahora? Levantándose, se dirige a donde está Víctor catorce, que se ha percatado de su vuelta al mundo real, y le pregunta:
—¿Dónde estamos?, ¿qué ha pasado?
—Estamos dentro del Huevo. Exactamente tras la entrada sur. Lo que ha pasado es que les has dado una buena paliza. ¿No te acuerdas de nada?
—No, de nada, lo último es que caí al suelo.
—Sí, pero luego te levantaste y las cabezas de los guardias reventaron, si bien vinieron más.
—¿Y los demás?
—Víctor once murió nada más lanzarnos contra ellos, lo acribillaron el primero. En cuanto a Víctor trece, bien, no sé dónde está, ha desaparecido. Cuando nos rodearon en la garita cayó por una especie de agujero trampilla. No le he vuelto a ver desde entonces.
—Entonces, ¿cómo está la situación? Hazme un resumen, por favor.
—Bien, como ya te he dicho, Víctor once ha muerto y Víctor trece ha desaparecido. Por lo que sé, no quedan más guardias en el exterior, creo que están todos muertos o al menos los que se cruzaron en nuestro camino. No creo que encontremos ninguno dentro puesto que llevamos aquí quince minutos y no ha venido nadie. Ahora estamos junto a la entrada sur, no he podido ir más lejos ya que al entrar te has desmayado y no podía dejarte solo o cargar contigo. Estimo que llevas unos quince minutos inconsciente.
—Bien, debemos continuar e investigar todo lo que aquí encontremos, aunque nuestra prioridad debe ser encontrar a Víctor cero. En cuanto a Víctor trece, esperemos que esté vivo y lo encontremos, pero hemos de pensar que ha muerto, ¿no crees?
—Cierto. Bien, vamos —dice Víctor catorce.
Los dos Víctor caminan juntos siguiendo el pasillo hasta que llegan a una intersección en la que nacen tres pasillos más. Los pasillos a los que conducen son muy largos, no permitiendo ver lo que hay al fondo de cada uno.
—¿Y ahora que hacemos? ¿Por cuál vamos? —pregunta Víctor catorce.
—Elige tú el camino que prefieras, creo que no hay que comerse mucho el coco, cualquiera servirá. No conocemos este lugar así que no nos queda más remedio que probar la técnica de ensayo y error.
Tras decidirse por el de la izquierda, prosiguen su camino hasta llegar a otra intersección idéntica a la anterior.
—Joder —dice Víctor catorce–. Esto parece un laberinto. Como todos los pasillos sean así no encontraremos nunca nada, acabaremos por perdernos. Parecemos ratas de laboratorio.
—No desesperes —le dice Víctor quince mientras mira alrededor y ve un plano pegado a la pared—. Mira esto Víctor catorce.
—¿Qué es?
Ambos se acercan a la pared donde está pegado el plano y comprueban con satisfacción que se trata de un plano del edificio, del Huevo. El letrero que preside el mismo reza: “Sistema de evacuación de emergencia”. Sin embargo, en el plano, detallado al milímetro, no aparece ningún nombre o escritura de algún tipo, simplemente multitud de habitaciones y plantas coloreadas de diferente manera por lo que creen los Víctor que es el orden de evacuación o emergencia de cada zona, o eso piensan ellos.
—Este plano nos viene muy bien para no dar vueltas sin sentido —dice Víctor catorce con alivio.
—Voy a arrancarlo de la pared —dice Víctor quince–. El problema es que no sabemos dónde estamos, alguna vuelta tendremos que dar para ubicarnos.
Víctor quince arranca el plano y ambos lo ojean con curiosidad.
—Parece que los pasillos de cada entrada son idénticos y llevan a intersecciones como la que hemos pasado, aunque luego dan a habitaciones diferentes.
—Cierto, pero si este plano respeta la ubicación de las puertas sabemos donde estamos exactamente —dice Víctor quince.
—Claro, ya que hemos accedido por la entrada sur, luego debemos estar aquí al haber tomado el pasillo izquierdo después —afirma Víctor catorce señalando en el plano a lo que se refiere–. Entonces si cogemos ahora el pasillo derecho, llegaremos a esta habitación en la que se supone que debe haber unas escaleras.
—Eso es, además parece que la segunda planta es más fácil de seguir. De orientarse me refiero. No hay largos pasillos como en esta, son habitaciones interconectadas entre sí.
—Sí —dice Víctor quince–. Fíjate en esta habitación en la tercera planta, juraría que ahí debe haber algo importante, si no se trata de Víctor cero a juzgar por el tamaño de la misma. De hecho, diría que parece la habitación más grande de todo el complejo. Si bien no son más que conjeturas, vayamos allí cuanto antes y ya lo descubriremos. Pensar en ello ahora no nos llevará a nada
—Tienes razón —afirma Víctor catorce.
Siguiendo el plano llegan a la habitación, donde, efectivamente, están las escaleras. Suben a la segunda planta, pero deciden pasarla de largo e ir a la tercera directamente donde creen que puede estar Víctor cero. Durante todo el trayecto no se cruzan con nadie ni oyen ruido alguno, lo que por un lado les tranquiliza y por otro preocupa, ya que algo que han encubierto tanto y con tanto esfuerzo, y a lo que han dedicado semejante personal de seguridad, es poco probable que de repente se quede desguarnecido. Y es verdad. Lo que no saben los Víctor es que la impresionante demostración de Víctor quince había llevado a los responsables del proyecto a pensar que ya nada podían hacer contra ellos y, en otra parte de la instalación, el doctor Pérez se apresura en destruir cualquier prueba incriminatoria.
Todos los esfuerzos dedicados al proyecto. Los cinco años de experimentos más los dos previos de trabajo con la muestra están siendo destruidos. Todos los documentos, todos los ficheros de ordenador, todas las muestras y resultados de laboratorio, el doctor Pérez está acabando con todo. Quizá si no quedaba prueba alguna podría huir a Europa como pensó anteriormente y empezar una nueva vida. Afortunadamente y, como Bermejo le contó, los limpiadores se encargaron de destruir todas las pruebas del centro de control de enfermedades, como él lo llamaba delante de los sujetos. Lo que sin duda es el mayor descubrimiento en la historia de la humanidad, y podría haber sido mucho más, en apenas unos minutos iba a dejar de existir.
El Nobel incluso con el que Pérez llevaba soñando toda su vida, el deseo de quedar en los libros de historia como el descubridor más brillante y el mayor genio científico de todos los tiempos. Ah, pero eso ya no es nada, ya nunca conseguiría eso. Y todo por culpa de un sujeto descontrolado, de un sujeto imperfecto.
Pensando en todas estas cosas el doctor Pérez termina de destruir cualquier evidencia que revele lo sucedido en los últimos años. Es como si el proyecto jamás hubiera existido, excepto por un detalle que ahora se disponía a solucionar. Víctor cero tenía que ser destruido. Con él todo quedaría tapado. El único pero serían esos sujetos que han quedado libres y que no han podido controlar. Seguramente denunciarían todo, pero nadie les creería, no habría ninguna prueba. Con el centro de control de enfermedades limpio y vacío de información, y los cadáveres de todo su personal incinerados por Bermejo hace dos horas nada quedaba para probarlo. Solamente quedarían los dos edificios vacíos que nunca nadie relacionaría ni sabría para que han sido construidos. Todo estaba atado y bien atado. Tomarían a los clones por locos o les harían análisis y descubrirían sus habilidades y los encerrarían para siempre debido a su elevada peligrosidad. Pero, aunque todo saliese bien finalmente, al doctor le dolía mucho poner fin a todo ello. Pensar en la cantidad de dinero que había invertido en el proyecto. Millones de euros. Ah, pero había un fallo. ¿Cómo no había reparado en él? Los cadáveres de decenas de guardias se encontraban en el exterior del edificio, decapitados todos. Desde luego eso provocaría una investigación acerca del Huevo, y, pese a que no llegasen a descubrir nunca el experimento, a lo mejor podían inculpar a Pérez de todo ello y acabaría sus días en la cárcel. Que fallo tan flagrante. Pero ya no puede hacer nada para remediarlo. Todo terminó, o casi.
De todas maneras tenía que eliminar a Víctor cero y, pensando en esto, el doctor Pérez se encamina a la tercera planta en donde el proyecto original se ubica.
Los dos Víctor supervivientes llegan a la tercera planta primero, no obstante. Ante ellos, un largo pasillo se vislumbra con salas a ambos lados. Registran todas, pero no descubren nada. Hasta que llegan a la última puerta. Tras esta, unas escaleras únicamente de subida con un ascensor a su lado y otra puerta. La abren y llegan a un inmenso laboratorio de proporciones gigantescas. Bajan unas escalerillas y observan todo lo que hay. Probetas, pilas, pero ningún documento, ningún ordenador. En realidad no hay nada útil en toda la sala con la excepción de lo que ven al llegar al centro de la misma: Víctor cero. Se encuentra dentro de un tubo de proporciones considerables. Un humano como ellos, idéntico físicamente, sujeto con arneses y respirando por una mascarilla debido a que todo el tubo está lleno de un líquido verde que parece sumirlo en un estado de sueño permanente. Al fin han encontrado a Víctor cero.
Mientras se recrean en la visión de semejante descubrimiento, escuchan como una puerta se abre detrás de ellos.












MATANZA EN EL EXTERIOR

El duro contacto con el suelo le hace perder el conocimiento a Víctor quince. Víctor catorce es el único que queda ya en pie, sin embargo, Víctor quince se levanta en el acto y, mirando a los guardias con los ojos en blanco, provoca que sus cabezas estallen al unísono creando una dantesca imagen de sangre y trozos de cerebro. Por ahora están a salvo. Víctor catorce le dice algo a Víctor quince pero este no parece poder escucharle, está en trance. Entonces se preocupa por Víctor trece al que hace un momento hirieron en la pierna.
—¿Cómo estás?, ¿puedes moverte?
—No lo creo, tengo la bala todavía dentro de la pierna. No puedo moverla.
—No creo que tarden mucho en venir más guardias, tenemos que movernos. Víctor quince está en trance otra vez, supongo que si llegan más guardias podría matarlos con facilidad pero no podemos arriesgarnos.
—Yo lo siento pero no puedo ni levantarme.
—No te preocupes, yo te ayudo, agárrate a mí.
—No, déjalo. Sólo os retrasaría. Nos cogerán a todos. Si me quedo aquí, al menos vosotros tendríais la posibilidad de salvaros.
—Está bien, no voy a insistir más. Es tu decisión. Nos vamos.
Y dicho esto, y con gran pesar, Víctor catorce echa a correr en dirección a la puerta y Víctor quince le sigue a paso más lento. Desgraciadamente para ellos, cuando llegan a la puerta se encuentran esta cerrada a cal y canto. Quizá cada cambio de turno la cierran, de ser así no podrían entrar al Huevo jamás, no con unas medidas de seguridad como esas. Mientras Víctor catorce hace este desafortunado descubrimiento, otro grupo de cinco guardias corren hacia ellos. Aún están lejos, pero el verdadero peligro lo suponen las balas que ya han comenzado a disparar. Víctor catorce corre con todas sus fuerzas en dirección este y, esta vez sí, Víctor quince le sigue al mismo ritmo, si bien en ningún momento deja de estar bajo el estado de trance.
Afortunadamente para los Víctor, logran ponerse fuera de vista de sus perseguidores doblando una esquina tras la cual alcanzan a ver una garita a la que Víctor catorce se dirige con la esperanza de encontrar allí refugio, o, al menos, una salida. Víctor quince le sigue.
Mientras tanto Víctor trece continúa tirado en el suelo y, haciendo caso de su instinto, se hace el muerto con la intención de que los guardias no se detengan a comprobar si está realmente muerto. Así es, haciendo caso omiso de los dos clones que se encuentran allí tirados en el suelo, los guardias pasan de largo con la única intención de perseguir a los que creen únicos Víctor supervivientes. En cuanto desaparecen del campo de visión de Víctor trece, este hace un esfuerzo por levantarse, pero no lo consigue. Quizá muera allí después de todo.
Ya dentro de la garita Víctor catorce descubre con horror que están atrapados. Lo único que allí hay son cuatro paredes y un par de ventanas por las que vigilar el exterior. Si los guardias registran el lugar no tendrán escapatoria, a no ser que Víctor quince hiciese uso de sus habilidades. Pero es tan impredecible. Nunca saben cuándo va a hacer uso de ellas, lo único seguro es que siempre que había hecho demostración de su poder se encontraba en esa especie de estado de trance. Es a lo único a lo que Víctor catorce puede apelar en estos momentos.
Pese a que teme una llegada inmediata de los guardias, estos no llegan. Y ya han pasado al menos cinco minutos. O eso cree Víctor catorce ya que medir el tiempo en ese tipo de situaciones es harto complicado, los segundos se convierten en minutos, y los minutos en horas. Quizá hayan pasado de la garita por considerarla un escondite demasiado obvio o quizá pensando que en su interior debía haber algún guardia. Quizá estén fuera reagrupándose para atacarles todos juntos y no dejarles opción o tal vez estén dentro del Huevo atrincherados para impedir por todos los medios que logren entrar. Víctor catorce no puede saberlo, pero todas estas variables pasan por su cabeza. Entonces alguien aparece por la puerta, pero Víctor catorce se da cuenta de que no corren peligro ya que la persona que acaba de entrar en la garita no es otra que Víctor trece.
—Me alegro de que estés bien —le dice Víctor catorce visiblemente sorprendido de ver caminar a su compañero–.Pero, ¿cómo puedes caminar?
—No lo sé, aunque me duele la pierna siento que no está tan débil como debería. Creo que puede ser debido a la habilidad que, según mi informe, poseo.
—¿Y cuál es?
—Fuerza aumentada. Es la única explicación que se me ocurre. Que posea más fuerza de la normal en la pierna y por eso ha aguantado mejor el impacto.
—Es posible. Dime una cosa, ¿has visto guardias en el exterior?
—No, ahora no me seguía ninguno.
—Bien, quizá sea el momento de salir y buscar otra entrada —dice Víctor catorce.
Pero, en ese mismo instante, un grupo de doce guardias aparece a lo lejos y ven al grupo de Víctor dentro de la garita a través de una de las ventanas. Estos se quedan en el interior esperando el milagro, pues es lo único que puede salvarles en una situación semejante. En un momento un montón de guardias se encuentran apostados en las puertas y ventanas apuntándoles con sus armas, sin embargo, no disparan.
—No disparen, tenemos ordenes de cogerles con vida.
Los guardias les apuntan desde tres ángulos y los Víctor esperan, nadie hace nada. Entonces un guardia situado en la entrada dispara asustado ya que, de repente, una de las grandes baldosas que cubren el suelo se desprende haciendo caer a Víctor trece a algún lugar desconocido debajo de la garita. El disparo del guardia alarmado no alcanza a ninguno de los Víctor que quedan, que, sorprendidos, no imaginan que ha podido suceder a su compañero, ni por qué hasta ahora no se había activado la trampilla que se lo ha llevado. Entonces ocurre lo inevitable. Las cabezas de los cuatro guardias que se sitúan tras una de las ventanas estallan y, Víctor catorce aprovecha el momento para saltar por ella. Afortunadamente para él están desprovistas de cristales. Víctor quince, absorto, lo sigue. Quizá podían haberse dejado caer por el agujero que se tragó a su compañero, pero no es seguro que allí donde cayesen fuesen a estar a salvo.
Una vez fuera de la garita corren hacia el este donde ven que más guardias salen por una puerta del interior del Huevo. Es su oportunidad de entrar. Los guardias que quedan en el exterior de la garita les persiguen. Pronto se encuentran rodeados, pero los Víctor no dejan de correr ya que todos los guardias en un radio de quince metros a su alrededor son decapitados uno tras otro. El resto, los que se encuentran más lejos, conocen la muerte gracias al cruce de balas con sus compañeros.
Cuando los Víctor llegan a la puerta no queda ni un solo guardia en pie. Decenas de cuerpos esparcidos por el suelo en un vano intento de detener a los clones. Víctor catorce abre la puerta y entran al Huevo. Nada más acceder al complejo Víctor quince cae inconsciente de nuevo por culpa de la excesiva fatiga ocasionada por el uso masivo de sus habilidades.




EXPLICACIONES

La persona que acaba de entrar por la puerta no es otra que Víctor trece. Cuando los dos Víctor le ven van hacia él y le preguntan:
—¿Estás bien? ¿Dónde caíste?
—Sí, estoy bien. Como te dije mi pierna es más fuerte de lo que debiera ser, puedo caminar sin problemas. En cuanto a donde fui a parar al caer en la garita, he de decir que era una especie de cuarto de descanso por extraño que parezca. No sé la razón por la que estaba esa trampilla ahí, o si verdaderamente era una trampa y no una especie de atajo para que los trabajadores llegasen a esa sala más rápidamente. Ciertamente, es posible que sea esta la hipótesis correcta ya que la altura era mínima y además caes en un mullido sofá. Si bien es cierto que como caigas mal te puedes hacer mucho daño, pero bueno, la verdad es que no importa cual fuese realmente el propósito de la trampilla. Decidme, ¿qué paso después?, ¿cómo escapasteis de allí?
—Conseguimos huir gracias a las habilidades de Víctor quince, y hemos llegado aquí donde hemos encontrado esto —dice Víctor catorce señalando al tubo donde está Víctor cero.
—¿Quién es? ¿Víctor cero? —pregunta Víctor trece.
—Eso creemos, pero sólo lo sabremos si no le sacamos de ahí.
—Sí, busquemos un modo de hacerlo —dice Víctor quince en el mismo momento en el que el ruido de la puerta al abrirse alerta al grupo, que se vuelve a ver quien ha entrado en la sala, descubriendo frente a ellos al doctor Pérez.
—Mis pequeños clones —dice el doctor Pérez–. Veo que habéis llegado antes que yo.
—¡Doctor Pérez! —exclaman los Víctor al unísono.
—Habéis llegado demasiado lejos, no puedo dejar que liberéis al sujeto cero.
—¿Por qué doctor? ¿Por qué no nos cuentas toda la verdad? No tienes nada que hacer, eres tu el que está acorralado, Víctor quince puede matarte en un abrir y cerrar de ojos. No se trata de que tú no nos dejes liberarlo, se trata de que no hay forma posible de que puedas impedírnoslo.
—Lo sé, y no me preocupa. Os contaré todo lo que queráis saber, pero no porque me obliguéis a ello sino porque solamente entonces comprenderéis el tremendo error que supondría liberar al sujeto cero. Después de que os cuente la historia espero que seáis lo suficientemente inteligentes como para no sólo dejarle en el tubo prisionero, sino incluso destruirlo.
—Bien —dice Víctor quince–. Usted cuéntenos la historia y nosotros decidiremos qué es lo mejor que podemos hacer.
—De acuerdo. Para empezar deciros que todos vosotros, los quince que en principio erais, sois clones de Víctor cero, si bien supongo que eso ya lo habréis deducido tras verle. He de deciros también que de no ser porque Víctor quince perdió el control y echó a perder el experimento, habría habido más Víctor.
—¿Qué hacíais con nosotros? —pregunta Víctor trece.
—Experimentar. Dejadme contar la historia desde el principio y sin interrupciones y entonces entenderéis todo.
Los tres Víctor asienten con la cabeza.
—Bien —prosigue el doctor–. Todo comenzó hace siete años. Yo trabajaba por entonces en una pequeña estación espacial en las afueras de Barcelona. Realmente no era gran cosa, simplemente una pequeña instalación de recogida de datos. Todo ruido o perturbación que tuviese lugar en el espacio así como todas las trasmisiones de la agencia espacial internacional enviadas por los astronautas eran registradas y remitidas a la misma agencia espacial internacional. Yo antes había trabajado como genetista en Madrid, pero surgió la posibilidad de este trabajo gracias a un amigo y no dudé en aceptarlo. El sueldo era buenísimo y yo creía haber tocado techo ya en mi campo, y ni siquiera eso me reportó el Nobel. Era uno de los mejores genetistas del mundo, pero mis investigaciones iban dirigidas a otros ámbitos diferentes a los de mis colegas de profesión. Mientras estos dedicaban sus esfuerzos en las células madre, buscar cura para enfermedades genéticas y cosas por el estilo, yo prefería dedicar mi tiempo en investigar otro tipo de cosas que creía que podrían ser más útiles en el futuro, y, porqué no decirlo, que me reportarían a corto plazo más fama y reconocimiento.
El caso, es que un día recibimos una señal. Una señal que ninguno de mis compañeros podía comprender o interpretar. Afortunadamente, yo sí podía, ya que se trataba de una secuencia de ADN. Tardé algún tiempo en descubrirlo pero le pedí a mis compañeros que no enviasen todavía la señal hasta que no hubiese averiguado de qué se trataba y, cuando lo hubiese hecho, yo mismo se la enviaría a la agencia. Cuando finalmente averigüé de qué se trataba les dije a mis compañeros que se trataba de la trasmisión de un aparato de radiofrecuencia que se había colado y que no se preocupasen por ello, yo les enviaría a la agencia enseguida el informe. Nunca lo hice por supuesto y, en caso de que alguno de mis compañeros se hubiese tomado la molestia de comprobarlo, quizá no estaríamos aquí y ahora hablando de esto.
El descubrimiento era asombroso. Nos habían enviado desde algún punto remoto del espacio una secuencia de ADN. Era un hallazgo impresionante y lo quería para mí. A las dos semanas me despedí de allí y fundé una empresa tapadera para poder investigar sin molestias. Por aquella época yo tenía bastante dinero ahorrado, mis investigaciones me habían reportado mucho y ser candidato para el Nobel también contribuyó a llenar mis arcas. Asimismo, para mis investigaciones previas no tuve que poner nunca un duro ya que todo eran becas y demás. Por lo tanto, fundé una nueva empresa y, en ella realicé mis experimentos sin revelarle a nadie lo que estaba haciendo.
Pero no podía llevar a cabo mi investigación solo. Para poder trabajar en una secuencia de ADN como aquella necesitaba ayuda. Así que se lo conté a dos excompañeros, los doctores García e Izquierdo. Los conocía de la facultad donde trabamos amistad enseguida ya que los tres éramos personas con las mismas ambiciones y sueños. Yo era el mejor, pero eran sin duda dos de los mejores genetistas del país. Con ellos trabajé en descifrar el código genético de la secuencia llegando a la conclusión de que era muy similar a la de un ser humano corriente en su estructura. Sin embargo, seguimos investigando y llegamos a encontrar pruebas que demostraban que en la misma cadena genética no sólo había cromosomas e información típica de un ser humano, también tenía varios cromosomas adicionales con información que se podía encontrar en algunos animales de la naturaleza. Era extrañísimo.
Decidimos que lo mejor era desarrollar el código y clonarlo para obtener a ese ser peculiar. Pero para ello necesitábamos mucha gente y privacidad, además de medios más avanzados. Por lo que, a través de mi empresa, compré un terreno en una zona desierta de Badajoz y construí el centro donde vosotros estabais encerrados. A su vez, mandé construir el Huevo con los ingresos que nos quedaban. Nos quedábamos sin dinero, pero obtuvimos ingresos extra del estado por medio de nuestra empresa tapadera en forma de subvenciones y ayudas, ya que mi empresa se suponía que era una ONG.
El caso es que a los dos años de recibir la señal del espacio, teníamos ambas instalaciones listas para funcionar. En todo ese tiempo idee un plan para llevar a cabo los experimentos que quería hacer. Elaboré los protocolos, busqué el personal necesario, desarrollé nuevos programas informáticos necesarios para el trabajo que nos proponíamos realizar, y, lo más importante, creamos entre los tres doctores responsables del proyecto, el aparato por medio del cual os controlábamos y los implantes de recuerdos que luego un experto cirujano os metió en la cabeza. Estaba todo bajo control. Esa podía ser la investigación que, finalmente, me condujera al Nobel. Pero todo ha salido mal.
Una vez clonamos el ADN y aceleramos su crecimiento hasta alcanzar el estado adulto, nos encontramos con lo que ahora llamamos sujeto cero. Entonces obtuvimos un niño, un niño humano completamente. ¿Cómo era posible con una secuencia genética semejante que el resultado fuese un humano corriente? Nuestra decepción fue muy grande. ¿Por qué circulaba la secuencia genética de un ser humano por el espacio? Era inconcebible. Pero entonces lo comprendimos, ese niño no era del todo humano. Empezó a mostrar habilidades extraordinarias una vez lo convertimos en adulto que ningún ser humano podría jamás tener. Podía curar sus heridas, tenía los sentidos más desarrollados y una fuerza superior a la de un adulto de constitución fuerte. Era sorprendente. Era como un ser humano mejorado en todos los aspectos.
Decidimos aislarlo y lo tuvimos bajo observación mientras descubríamos nuevas habilidades. Pero un día se reveló contra nosotros. Empezó a decir que nos daba las gracias por devolverle a la vida pero que debía cumplir con su cometido. Que para eso había venido a la tierra. Atacó a los guardias haciendo uso de todas sus habilidades incluyendo una que no habíamos visto hasta entonces, reventaba las cabezas a voluntad. Afortunadamente, parecía que hacer uso de esta nueva habilidad le cansaba mucho y nosotros contábamos con mucha seguridad, por lo que pronto estaba agotado, a costa de muchas vidas, eso sí, y conseguimos sedarlo y aprisionarlo. Entonces decidimos meterlo en el tubo que tenéis detrás de vuestro para mantenerlo con vida pero sin que pudiese despertarse nunca y ser un peligro para todos. Era un descubrimiento demasiado importante para matarlo o dejarle escapar.
Para poder seguir investigando con él decidimos sacarle muestras de su ADN, siendo nuestra sorpresa mayúscula al comprobar que su secuencia genética se había modificado. Nuevos cromosomas la conformaban ahora. Decidimos clonarlo extrayendo tan sólo una pequeña muestra de información diferente cada vez y estudiar el resultado. La idea era que obtuviésemos un sujeto idéntico al original pero con sus habilidades mucho más limitadas. Y lo conseguimos. El resultado fue un sujeto idéntico en forma pero muchísimo menos peligroso. No es que las habilidades del original se hubiesen visto reducidas, era que el nuevo sujeto solamente contaba con una de ellas. Achacamos este hecho al haber extraído muestras de un único cromosoma y creímos que si clonábamos los cromosomas de manera individual podríamos obtener sujetos con cada una de las habilidades del original.
Decidimos trasladar al sujeto resultante al centro de control de enfermedades, como nosotros lo llamábamos, y continuar experimentado allí. Llamamos al proyecto Víctor en homenaje al hijo del doctor García que murió poco antes de comenzar el proyecto atropellado al salir de la escuela. Fuimos dando a los sujetos números según los íbamos clonando del que ahora era considerado como sujeto cero. Observábamos sus habilidades y las potenciábamos, llegado el caso, en espera de poder reproducirlas en seres humanos. Si podíamos dotar a los seres humanos con ese tipo de habilidades, la comunidad científica entera se rendiría a nuestros pies. Pero decidimos no experimentar con humanos hasta clonar el código genético del sujeto cero por completo. Eso implicaba crear Veintiséis sujetos. Pero con el número quince se estropeó todo al clonar la habilidad más letal de todas. Sabíamos que algún día podía pasar, pero intentábamos estudiar los genes antes de clonarlos para evitarlo con cada nueva clonación.
En cuanto a por qué creéis tener todos una vida previa es muy sencillo de responder. Decidimos no manteneros como al sujeto cero ya que, obviamente, no representabais el mismo peligro y, en ese estado, no podríamos estudiaros con detenimiento. Preferíamos teneros recluidos en habitaciones desde las que observar vuestra evolución. Nada más crearos os operamos para infiltraros una serie de recuerdos que os permitiesen creer que una vez fuisteis personas normales. De esta manera, os teníamos recluidos voluntariamente al haceros creer que teníais una enfermedad. Así podíamos trabajar con absoluta libertad sin tener que preocuparnos de que intentaseis nada raro. Cada tres o cuatro noches os sedábamos y reiniciábamos vuestra memoria reciente hasta el día después de que yo os explicase lo que os pasaba. No quería tener que repetir la misma charla todos los días. De modo que siempre pensabais que acababais de ser traídos al centro. Sin embargo, y, pese a que podíamos reiniciar vuestra memoria reciente, vuestros recuerdos de una vida previa siempre permanecían al ser proporcionados por otros medios. Nada podía fallar, lo teníamos todo previsto al milímetro.
Quizá el único error que cometí, y ahora me doy cuenta de ello, es el de dejar los documentos y protocolos archivados en los ordenadores del centro. Quizá lo mejor para haber evitado cualquier posible contacto con la existencia del sujeto cero en caso de que alguno escapase, como se dio el caso, hubiese sido transmitir a los nuevos enfermeros toda la información por medio de la palabra, por vía oral. Pero nadie es perfecto, y en esto fallamos.
Y eso es todo, creo, si no me he dejado nada. ¿Tenéis alguna pregunta?
—No, ahora encaja todo —dice Víctor quince–. Sois unos animales, habéis jugado a ser dioses creando vidas para jugar con ellas, para experimentar.
—No dramatices —dice el doctor–. Ni siquiera sois personas. No sois más que partes de un ente que ni siquiera es humano.
—¿Y eso hace que nuestra vida no signifique nada? —pregunta Víctor catorce.
—Tú no deberías hablar catorce. Tú eres el más humano de todos. No tienes ninguna habilidad del sujeto cero. La verdad es que eso me desconcertó mucho, ya que se supone que eso significa que el sujeto cero es en parte humano. Pero no puede serlo, no de un ADN que viaja por el espacio y que puede llevar cientos de años vagando entre las estrellas a millones de años luz. Es imposible. No lo entendéis, pero tenemos que seguir experimentando, no podemos liberar al sujeto cero o nunca comprenderemos el origen de todo esto. Ya no se trata de conseguir reconocimiento o dinero por ello, se trata incluso de comprender quienes somos y por qué compartimos parte del código genético con un individuo que, obviamente, no es de la tierra.
—No, vamos a liberarlo ahora mismo. Dices que es peligroso pero no lo creo, simplemente es que no quería ser esclavizado por vosotros. Además, ¿qué mejor forma de saberlo todo, de conocerlo todo, si no es hablando con él?
—No lo entendéis, si lo liberáis condenaréis al resto del mundo.
—¿Acaso usted sabe algo más que no nos ha dicho doctor? —pregunta Víctor trece.
—Nada más. No puedo impedir que lo liberéis si queréis, pero, si os he contado toda la historia es para que comprendáis el riesgo que conlleva soltarlo. Tiene habilidades con las que podría poner en jaque a cualquier ejército el solo, y ni siquiera es humano, ¿es qué no lo veis?, es demasiado peligroso.
—Bien, pues ha fracasado en su intento de que no le soltemos igual que ha fracasado en su patético intento de crear humanos más fuertes a costa de las vidas de otros. Los clones no habremos nacido como todo el mundo, pero somos personas igualmente —le increpa al doctor Víctor quince.
—Se nota en ti la personalidad del doctor Izquierdo. Los recuerdos los fabricamos para vosotros, pero la personalidad y el carácter son del doctor Izquierdo. Escribimos en vuestra secuencia genética parte de la suya que implica la personalidad y el carácter. ¿Es qué no os dais cuenta? ¿No veis que podemos llegar a ser humanos perfectos en el futuro? Esto es sólo un paso para que cada persona pueda tener lo que siempre ha querido. Escribiendo de manera individual el código genético y clonando las habilidades de las personas que las poseen, podríamos ser superhombres. ¿Acaso queréis condenar a la humanidad a no disfrutar de todas estas ventajas? ¿No veis que igual que sirve para otorgar más poder a los hombres, también puede ser usado este conocimiento para curar enfermedades por otra parte incurables? Darle al ser humano la oportunidad de vivir en el mundo sin sufrir enfermedades ni morir más que del paso del tiempo.
—Eres un monstruo —le reprocha Víctor trece—. Eres un auténtico Frankenstein, me das asco. ¿Sabes acaso lo que es el libre albedrío? La naturaleza sigue un rumbo que no conviene alterar. Tú quieres crear mutaciones. Dices que nosotros no somos personas, ¿y lo que tú quieres crear, sí que lo son?
—Basta de discusiones —dice Víctor quince–. Liberemos a Víctor cero. Víctor catorce, busca algún botón o algo que lo suelte.
—No lo hagáis —dice el doctor en tono de súplica.
Pero ya es tarde. Víctor catorce ha bajado dos manivelas del panel de control que provocan que el líquido que cubría por entero a Víctor cero se pierda por un conducto que tiene el tubo alojado en su parte inferior. Al momento, Víctor cero abre los ojos, despierto después de tantos años. Se quita la mascarilla y, con extrema violencia, comienza a golpear el cristal del tubo. Al primer golpe consigue resquebrajarlo, y, al segundo, romperlo en pedazos permitiéndole liberarse y saltar al suelo a la altura de los tres Víctor y el doctor. Está desnudo, pero no parece importarle. Como consecuencia de la rotura del cristal tiene cortes en los brazos y el torso, pero en apenas un instante, las heridas se cierran. Víctor cero es ahora libre.





















INTENTO DE FUGA

Despierta. Abre los ojos lentamente, con trabajo. Víctor está despierto. Otro día más encerrado en esa miserable habitación. Confinado. Víctor reconoce, que, en cierto modo, ha tenido suerte al darle la vida los científicos que recogieron su secuencia de ADN. Pero por otra parte... Encerrado en esa habitación, sedado, vigilado. Pero hoy ha decidido escaparse. ¿Cómo si no va a llevar a cabo su plan? Imposible.
En ese momento entra el doctor Pérez. El genio que cambiará la ciencia. O eso es lo que él cree. Se sienta frente a él en la mesa que se encuentra en la esquina de la habitación, en la misma en la que Víctor se acaba de colocar presintiendo la llegada del doctor.
—¿Qué tal estás hoy Víctor? —pregunta Pérez.
—No me llame así doctor, si es que lo es realmente. Ese no es mi nombre.
—¿Y cuál es? Nunca nos has dicho como quieres que te llamemos.
—No es como quiera que me llaméis, es como me llamo. Mi nombre es doscientos trece.
—Eso no es un nombre Víctor, es un número.
—Para usted es un número, para mí es un nombre.
—Como quieras —dice el doctor—. ¿Por qué ahora nos cuentas esto? ¿Por qué hasta ahora no has dicho nada que realmente merezca la pena? Quiero saber en lo que piensas. Llevamos dos años contigo, pero apenas te conocemos.
—Y así ha de ser. Le seré franco doctor. Les queda poco tiempo de vida. Han realizado un excelente trabajo devolviéndome a la vida, ahora debo continuar con mi plan.
—¿Qué plan Víctor, es decir, doscientos trece?
—No se lo voy a contar a usted, obviamente. Pero digamos que no encontraron por casualidad mi secuencia genética flotando por las ondas espaciales.
—¿Quieres decir que alguien quería que nos llegase y te diéramos vida?
—Algo así, sí. Pero bueno doctor, ya me he cansado de hablar. Ahora voy a salir de aquí.
Entonces Víctor se levanta, e, ignorando al doctor Pérez, se dirige a la puerta, la cual, obviamente, está cerrada. Sin mucho esfuerzo, aparentemente, Víctor empuja del tirador hacia sí abriendo la puerta de forma violenta. El doctor Pérez, alarmado al ver esto, coge su teléfono interno y avisa a seguridad de que el sujeto se ha escapado. Entonces sale de la habitación y contempla un espectáculo bizarro a la par que dantesco.
Decenas de guardias se precipitan sobre Víctor con la intención de detenerle, pero es en vano. Sus cabezas estallan violentamente transformando en apenas unos segundos una amplia y blanca sala en un matadero. Los cadáveres inundan el suelo, y en las paredes predomina el color rojo de la sangre. Sin embargo, el doctor Pérez parece observar que, cada vez que Víctor hace uso de su habilidad, se encuentra un poco más cansado. Cuando, aproximadamente, los cadáveres de sesenta o setenta guardias pueblan el suelo, Víctor se halla lo suficientemente agotado como para no poder impedir que el doctor le agarre por detrás. En apenas un instante, y, sin encontrar resistencia, el doctor le inyecta un líquido por medio de una gran aguja que hace presa del sujeto que se hace llamar a sí mismo doscientos trece, cayendo profundamente dormido en apenas unos segundos. Y así permaneció hasta hoy.

Re: 213

Publicado: 04 Sep 2016 14:12
por mhtdtr
ORIGENES

Los cuatro le observan, sintiendo un estado intermedio entre el miedo y la curiosidad. Los tres Víctor y el doctor Pérez tienen enfrente a Víctor cero, por fin libre.
—Vaya doctor —dice Víctor cero–. No esperaba volver a verle. ¿Cuánto tiempo ha pasado? Desde que me encerró aquí me refiero, por supuesto. ¿Sabía qué, aunque dormido profundamente como me encontraba dentro de ese tubo, era plenamente consciente de todo cuanto pasaba a mi alrededor? Era como estar en coma, ¿sabe? Dicen que un paciente en coma es capaz de escuchar a los que están a su lado. Bien, yo no sé si esto es así, pero en mi caso ciertamente lo era.
Ninguno dice nada, incluso el doctor se encuentra paralizado. A lo que Víctor cero prosigue:
—¿Estos deben ser mis clones, no? Sé qué tipo de experimentos has estado llevando a cabo y he de decirte, doctor, que nunca he sabido realmente de qué iba todo el asunto. Su objetivo era clonarme para conseguir seres que poseyeran mis habilidades de forma individual, he supuesto, de esta manera, podría seleccionar las que prefiriese y crear seres humanos más fuertes. No sé si habré acertado con mi hipótesis pero creo haber pasado el suficiente tiempo con usted en el pasado como para afirmar que le conozco lo suficientemente bien, y que sé cómo piensa. ¿Es qué no se da cuenta doctor? Yo soy el verdadero ser humano, usted no es más que una triste evolución de mí que nunca ha llegado a ser lo que debiera.
—¿De qué estás hablando Víctor?
—Ya le dije hace tiempo que ese no es mi nombre doctor, es el nombre que ustedes me pusieron. Mi verdadero nombre es doscientos trece.
—¿Por qué ese nombre? Ya te dije que eso es un número —dice el doctor.
—Claro que es un número pero también un nombre, soy el ser humano número doscientos trece. Un alto honor debo decir, el ser de los primeros.
—¿Cómo? ¿A qué te refieres? —pregunta Víctor quince.
—Ah, mis pequeños clones, vosotros me habéis liberado. Supongo que tal vez escuchasteis mis gritos de auxilio y vinisteis a rescatarme, o tal vez no, pero el hecho es que habéis venido y ahora soy libre. Bien, os habéis ganado el derecho de saber, incluso tú, doctor. Os voy a contar a todos vosotros la historia completa. A vosotros, mis pequeños clones, os haré una oferta que no podréis rechazar cuando termine de hablar. En cuanto a ti, doctor, tienes dos opciones. Puedes intentar huir ahora, en cuyo caso te mataré al instante como sabes que puedo hacer, o puedes quedarte a descubrir como tus sueños no eran más que paja, a descubrir como os he engañado a todos y, luego morir. Ya que, inevitablemente, te voy a matar, así que tú eliges.
—Me quedo. Realmente no me dejas otra opción.
—¿Y vosotros clones?
—También, hemos venido aquí para averiguar la verdad acerca de nosotros y parece que tú puedes proporcionárnosla— dice Víctor trece.
—Buena decisión. Entonces empezaré a contárosla. En primer lugar, me gustaría aclarar por qué hago esto. Que nadie piense que soy el típico malo de vuestras películas que, teniendo al héroe contra las cuerdas, le cuenta sus planes para ver como luego todo se echa a perder. No, eso no va a pasar. Se lo cuento al doctor porque quiero que, antes de morir, cosa que es inevitable por otro lado, conozca lo que ningún ser humano ha sabido jamás, porque en el fondo, me da pena y quiero concederle ese privilegio. Tampoco me trataron tan mal en el fondo cuando me tenían prisionero, pese a que esto pueda parecer una horrorosa contradicción. En cuanto a vosotros, mis clones, os lo cuento ya que deseo que después de escucharlo todo me ayudéis a llevar a cabo mi plan. Por eso lo hago y no por otra razón. Ahora bien, sentaos ya que mi historia no es corta, si bien tampoco se os hará larga y pesada ya que considero que os interesará sobremanera a todos. Me enrollo demasiado. Empiezo.
Antes de que el ser humano poblara la tierra, bueno, antes de que los hombres llegaran a la tierra, he de decir para ser más exacto, los seres humanos vivíamos en otro planeta muy lejano, tan lejano que ni siquiera podéis llegar a imaginar la distancia que nos separa en este preciso instante. Aparecimos igual que creéis haber aparecido vosotros en la tierra, primero fuimos monos y luego evolucionamos en hombres.
Pasaron cientos de años, miles incluso hasta que llegamos a interesarnos por la genética. Descubrimos el ADN y los cromosomas, igual que habéis hecho vosotros, pero con la salvedad de que nosotros llegamos incluso más lejos. Vosotros creéis que está todo descubierto en ese campo, pero nada más lejos de la realidad. Nosotros sí que descubrimos todo lo que había por descubrir en cuanto a la genética. Vosotros creéis que, en los cromosomas, en el código genético están grabadas nuestras características, el color de ojos, de pelo, altura, etc. Y es verdad. Lo que vosotros no sabéis es que cada código genético, cada cromosoma, puede dividirse en ínfimas partes de información imperceptibles para el microscopio más potente jamás inventando en la tierra. Descubrimos que, podíamos separar y aislar esas partes e incluso mezclar diversos tipos de partes para dar con un nuevo ADN que creara seres humanos nuevos con todas las características físicas que deseáramos. Como os he dicho, estábamos muchísimo más avanzados de lo que vosotros estáis hoy en día. De hecho, no creo que, ni con doscientos años más de investigación lograrais igualar nuestros logros. No mientras os gastéis el dinero en armaros contra vuestros semejantes o en lanzar sondas a planetas inhabitables.
De la mezcla de estas diminutas partes de genoma viene lo de vuestras habilidades mis pequeños clones. Descubrimos que todo ser humano tenía recesivos determinados micro genes, llamémosles así, que podíamos convertir en dominantes extrayéndolos de su código genético original y dándoles un lugar más importante en una nueva cadena de ADN. Así, todos llegamos a tener las habilidades que yo poseo. Sin embargo, no es posible insertar esa información de una cadena en un ser vivo así que la única manera era crear un nuevo ser vivo con esa estructura genética. Vosotros poseéis una única habilidad cada clon, por la errónea suposición del doctor de que cada uno de mis cromosomas contenía una habilidad. El doctor se equivocó en eso, aunque no del todo. No es que el cromosoma entero me proporcionara la habilidad, lo hacía el microgen que anexionamos a cada cromosoma, ya que comprobamos que juntar dos en un mismo cromosoma ocasionaba problemas y fallos en el organismo.
El caso es que descubrimos todo esto, pero todavía quedaba algo más asombroso por saber. Veréis, en nuestra civilización no existió nunca una religión, nunca creímos en la existencia de uno o varios seres todopoderosos que nos dieron la vida y que regían nuestro destino, y, nuestros descubrimientos en el campo de la genética lo confirmaron. Luego os explicaré por qué vosotros, siendo como sois parte de nuestra civilización sí desarrollasteis este tipo de supersticiones, ya que no son otra cosa. Sin embargo, y, retomando el hilo, he de deciros que sí creíamos que debía existir algo, un alma o espíritu que animaba nuestros cuerpos, que hiciese que el cerebro funcionase, puesto que, si bien del cerebro surge toda la actividad de la vida, esto es, la conciencia, la memoria, etc. Había algo que conseguía dotarnos de cosas que el cerebro no podía darnos. Era lo que llamábamos alma.
Lo que finalmente descubrimos es que no existía tal alma. Vimos que todo se ubica en los genes. La memoria, los recuerdos, todo, reside en ellos. Lo asombroso, lo verdaderamente increíble, fue que podíamos copiar una secuencia genética, clonarla, idéntica, repito, idéntica, incluso en la estructura de los microgenes, pues la menor variación en ellos lo cambiaba todo, y obteníamos al mismo ser humano. Es decir, que si un hombre moría y reproducíamos al milímetro su código genético y lo desarrollábamos y le dábamos vida, conseguíamos que el hombre muerto hace tiempo volviese a vivir. Obviamente era otra carne, otra sangre la que corría por sus venas, otros órganos internos los que poseía, pero en los aspectos fundamentales era el mismo, no sólo en altura, peso, color de ojos y demás, sino en cuanto a lo que era capaz de recordar lo que decía que había visto y oído años antes. Recordaba haber vivido la vida del hombre difunto y se acordaba de todo cuanto este había hecho. Era increíble. Era como haber resucitado a una persona. De la nada. Podíamos hacer que la vida prosiguiese tras la muerte. Era increíble. El sueño de cualquier ser humano hecho realidad. Poder vivir eternamente.
Sin embargo, había un pequeño inconveniente, siempre lo hay. Pero no era un detalle de demasiada importancia, solamente una pequeña traba a la hora de realizar nuestro trabajo, pero realmente era una ventaja para el nuevo humano que resucitaba, por decirlo así. El caso era que, al desarrollar el feto, pues siempre es necesario desarrollar el óvulo obtenido con la secuencia genética deseada en una mujer, lo que me lleva a preguntarle doctor, ¿Quién hizo de madre para desarrollarme a mí?, ¿dónde está esa mujer ahora?
El doctor Pérez calla un segundo y luego responde:
—Eso es algo que no sabe nadie más que yo Víctor. Sólo ella y yo sabemos lo que hicimos, ninguna otra persona sabe de su existencia puesto que todas las personas involucradas murieron hace no mucho. Yo no tuve nada que ver por si te lo preguntas, murieron de forma natural. Durante los nueve meses de embarazo nadie se enteró, ni mis propios colegas estaban enterados. Me las arreglé para hacer creer a todos que había conseguido desarrollar el código genético por mi cuenta.
—Y se lo creyeron —dice doscientos trece–. Que ignorantes. Pero no ha respondido a mis preguntas doctor, ¿quién fue esa mujer y dónde se encuentra ahora?
—No voy a responderte a eso si tienes la firme intención de matarme. Me guardaré ese conocimiento para asegurarme de que no me matas, al menos, claro está, si realmente te interesa esa información.
—Me interesa muchísimo doctor, pero siento comunicarle que le voy a matar igualmente al acabar de contar mi historia. Usted elige si desea contármela o no, si no lo hace acabaré por descubrirlo yo mismo.
—No te voy a decir nada entonces —replica el doctor.
—Bien, usted ha elegido. Bueno, prosigo con mi historia. El caso es que es necesario que nazca el bebé que contiene el código genético deseado, en este caso por ejemplo el de un familiar fallecido. Pues bien, el bebé muere si no se le acelera el proceso de crecimiento por medio de un tratamiento que provoca un rápido crecimiento del cuerpo. Esto es debido a que la información que posee el bebé en el momento de nacer es la misma que poseía el adulto en el momento de su muerte. Aunque el ADN parece inmutable para vosotros, que así lo creéis, desde que uno nace hasta que termina de desarrollarse como adulto los genes sufren procesos de cambio. Por eso el cuerpo del bebé no soportaría esa carga genética y por eso es necesario acelerar el crecimiento hasta el estado adulto. Pero es un detalle sin importancia. De hecho, si lo miras bien es hasta una ventaja, ya que la persona no tiene que volver a soportar las cargas del desarrollo ni los reajustes hormonales propios de la adolescencia comenzando su nueva vida directamente con el cuerpo de un chaval de unos veinte años más o menos, en plenas facultades físicas. Además, nos ahorramos el cuidado de todos los nuevos bebes que nacerían con este proceso para los cuales haría falta contratar a mucha gente para su cuidado.
No fue ni más ni menos que la impaciencia de los doctores que encontraron mi código genético lo que propició que aceleraran mi crecimiento e, involuntariamente, me permitieron sobrevivir. Le doy las gracias por ello. En fin, ya he contado todo cuanto éramos y cuanto conseguimos. Ahora viene la segunda parte de mi historia, pero antes me gustaría tomarme un descanso, especialmente para buscar algo de ropa y para comer. Los nutrientes que me proporcionaba la máquina del doctor eran suficientes para mantenerme con vida, pero no alimentan en absoluto. Ahora voy a abandonar esta sala y buscar lo que necesito por todo el complejo. Esperad aquí pues no creo que tarde mucho. Sé que mis pequeños clones no huirán, puesto que están deseosos de conocer el resto de la historia y saben que no les voy a hacer ningún daño. En cuanto a usted, doctor, no lo intente puesto que sabe que con solamente pensarlo puedo acabar con su vida. Y no crea que mi habilidad se limita a un radio determinado como es el caso de uno de mis clones aquí presente. Mi poder llega allí donde yo quiero, especialmente si nada más he de concentrarme en una persona y no en decenas de soldados. Lo dicho, ahora vuelvo.
Dicho esto Víctor cero se levanta y abandona la sala dejando a los tres Víctor y al doctor sentados a la espera de su regreso.































LA MADRE

Se han quedado solos, los tres Víctor y el doctor Pérez. En cuanto Víctor cero abandona la sala el doctor se apresura a hablarles a los clones.
—Escuchad. Lo que voy a contaros es muy importante.
—¿Por qué íbamos a escucharle doctor? —pregunta Víctor catorce–. Después de todo lo que nos ha hecho, ¿se atreve a dirigirnos la palabra?
—Podéis decirme todo lo que queráis. Escuchad, estoy condenado, Víctor me va a matar dentro de poco, cuando termine de contarnos todo. ¿Qué puedo ganar hablando con vosotros? Sin embargo, es de vital importancia que me escuchéis pues de ello depende el destino de la raza humana incluyendo a vosotros.
—Está bien, le escuchamos, al fin y al cabo ya no puede hacer más daño.
—Gracias. Veréis, habéis liberado a Víctor y eso ha sido un error inmenso, pero ya no se puede hacer nada al respecto. Sin embargo, es prioritario que le detengáis. Quizá no os parezca peligroso ahora, o sus intenciones perversas, pero estoy seguro de que cuando terminéis de escucharle y os cuente eso que dice que os tiene que contar me comprenderéis. No hay forma humana de detenerlo más que esperar a que caiga agotado por el excesivo uso de su poder mental como yo hice hace cinco años. Sin embargo, no creo que nunca llegue a forzar tanto su poder, no después de ser consciente de su debilidad, por lo que esta opción hay que descartarla del todo. No sé de qué otra manera se le puede detener, pero estoy seguro de que llegado el caso algo se os ocurrirá. No obstante, sí que hay algo que sé que os puede ser de utilidad, y es que conozco el paradero de la madre, de la mujer que gestó su secuencia genética para poder crearlo en la tierra. No sé si realmente le importa esa mujer tanto como dice o no, pero el hecho de que antes haya demostrado curiosidad por conocer su paradero y que piense encontrarla pese a que yo no le revele su localización, indica que algo le importa.
—¿Y cómo, en caso de que como usted dice, si tenemos que detenerle algún día, vamos a poder hacerlo sabiendo el paradero de su madre? —pregunta Víctor catorce.
—No lo sé realmente, ya he dicho que es vuestra obligación encontrar el modo. Tal vez amenazándole con ella o como estiméis más oportuno. Yo os proporciono lo que considero la única manera de derrotarlo, sois vosotros los que debéis saber cómo usar esta información en vuestro propio beneficio. Lo único seguro, es que únicamente tendréis una posibilidad si llegáis a ella antes que él.
—¿Y dónde está ella ahora?
—Se encuentra en el sótano de mi empresa tapadera.
—¿Y qué hace allí? —pregunta Víctor trece.
—Está encerrada, de la misma manera que estaba encerrado Víctor cero.
—Es usted un monstruo —le grita Víctor quince—. ¿Cómo ha podido hacer algo así?, ¿acaso también ha experimentado con ella?
—No. El caso es que no podía dejar que hablase con las autoridades tras tener a Víctor cero. Lo que pasó es que tras los nueves meses de embarazo y, en el momento de parirle, no quiso desprenderse de él. Amenazó con denunciarme si no le devolvía al niño y no podía permitir algo así. Sin embargo, tampoco quería matarla, por lo que la encerré en el sótano en un tubo idéntico al que conteníamos a su hijo. Cada cierto tiempo iba allí para asegurarme de que estaba bien y me ocupaba de sus cuidados. Ya no sólo se trataba de mantenerla encerrada para que no pudiese hablar, también encontré otro motivo. En una de las visitas que la hacía para asegurarme de que todo iba bien, me di cuenta de que había conseguido salir del tubo. Estaba tirada en el suelo inconsciente, el tubo roto. No sé cómo lo hizo pero, inmediatamente hice meterla en un nuevo tubo en el que aumenté las medidas de seguridad. La sujeté con arneses y coloqué un cristal más resistente por sí acaso. Pero antes de volver a encerrarla la hice un análisis, y, cuál fue mi sorpresa, al descubrir que su secuencia genética había cambiado, había mutado. No sé por qué. Entonces lo asocié al hecho de que durante los nueves meses que llevó dentro al sujeto cero este hubiese modificado de algún modo su ADN. Pero no pude averiguarlo entonces y, aún hoy, no sé qué pudo haber pasado realmente. El caso es que algún vínculo tiene que existir entre ambos, por lo que es de vital importancia que descubráis esa posible conexión ya que eso os permitirá, quizá, acabar con el sujeto cero.
—Joder —comienza Víctor quince–. Cada vez escuchamos una nueva parte de la historia me parece que usted está incluso más loco que antes. ¿Le queda algo más por contar, o, por el contrario, nos volverá a sorprender en el futuro con alguna historia todavía más increíble?
—Ya no hay nada más que contar por mi parte, igual que no hay futuro para mí. Quizá en este momento me doy cuenta de que he hecho cosas malas en el pasado, pero he de deciros que no me arrepiento de nada de lo que hice. La única forma de avanzar, de progresar, es innovar y arriesgar, y yo lo hice. Sacrifiqué mi vida en pos de un sueño. Vosotros juzgáis que lo que hice está mal pero yo no lo veo así, no completamente, no hay buenos ni malos en este asunto, no cuando todo el mundo lucha por lo que cree que es justo y que lo que hace es lo correcto. Vosotros decís que yo soy malvado, que lo que he hecho es malvado, pero yo no estoy de acuerdo. Yo veo que si no hubiese hecho lo que hice estaría privando al mundo de un bien, lo que me convertiría en alguien malvado. No sois vosotros nadie para juzgar lo que está bien y lo que está mal. Si no hubiese hecho nada de esto ahora no existiríais ninguno de vosotros.
—Déjelo doctor, nunca nos pondremos de acuerdo. Es discutir por discutir —dice Víctor catorce.
Y, dicho esto último se preparan para escuchar el final de la historia de boca de Víctor cero, o doscientos trece como él se hace llamar, que acaba de regresar a la sala. Vistiendo ropas de guardia de seguridad del Huevo se acerca al grupo y, sentándose a su lado, prosigue con su relato.



















BERMEJO

Hace poco que le ha colgado el teléfono al doctor Pérez. Bermejo está muy asustado. El doctor le ha llamado desde el Huevo y le ha dicho que todo está perdido. Que los clones han logrado entrar matando a todos los guardias y que él estaba destruyendo todas las pruebas. Le ha dicho al jefe de los limpiadores que, por su bien, huyese. Que se fuese lo más lejos posible lejos de todo esto. El doctor se proponía destruir al sujeto cero, pero, si los clones llegaban antes que él, probablemente le liberarían y, entonces, no habría sitio seguro.
Una vez le ha colgado al doctor, Bermejo coge una bolsa de viaje y mete en ella lo primero que encuentra. Algo de ropa, sus armas, etc. Hace una hora que llegó a casa con la intención de olvidarse de todo el asunto, con la idea de que todo iba a salir bien, de que en el Huevo detendrían a los sujetos. Ahora no sabe dónde ir. Quizá si alerta a las fuerzas del orden antes de que sea demasiado tarde ellas puedan hacer algo para detener al sujeto cero. Sí, es lo mejor, piensa.
Afortunadamente su hermano trabaja en la televisión, en el canal diez. Es uno de los máximos responsables de la cadena por lo que Bermejo comienza a trazar planes en su cabeza pensando en este factor. Ira allí y le rogará que le saque en antena donde confesará todo lo que sabe mientras su hermano llama a la policía. Todo quedará descubierto. Venderá al doctor Pérez, pero eso ya no le importa. Hay cosas más importantes de las que preocuparse en el día de hoy, que el doctor que tan ansioso se debe encontrar ahora en el interior del Huevo destruyendo cualquier prueba que les implicase en el proyecto. Es un esfuerzo inútil dado el plan que Bermejo acaba de trazar en su cabeza y, que está totalmente dispuesto a seguir. Ya que, una vez que lo confiese todo, será inculpado, y, con toda seguridad, juzgado. Aunque eso dependerá en gran medida de que consigan parar al sujeto cero de lo que no puede estar tan seguro. Bermejo estuvo presente cuando el sujeto quince mató a once de sus hombres con pensarlo, y, sabe que el original tiene el mismo tipo de poder. Es terrible. Sin más, cierra la bolsa con sus cosas y abandona su domicilio rumbo a los estudios de televisión.




















ORIGENES (2ª PARTE)

Víctor cero prosigue con su relato:
—Bien, ya os he contado lo que descubrimos y como podíamos vivir eternamente gracias a este fabuloso hallazgo. Ahora bien, había que regular de alguna manera esta actividad de clonación o enseguida todo el mundo se clonaría al llegar a viejo para volver a ser joven y determinadas empresas se lucrarían en exceso. Se aprobó en el congreso el uso de la clonación pero solamente en caso de fallecimiento. El gobierno se encargaría de realizar la clonación, y para ello eliminó a todas las empresas que tenían la capacidad de hacerlo. Bueno, para ser exactos, he de decir que las absorbió de tal forma que pasaron a ser parte del estado, por lo que no hubo daños colaterales en los trabajadores, que dejaron de trabajar en la empresa privada para hacerlo bajo el poder de dirección del estado. Todo esto que os cuento pasó en mucho tiempo, no fue cosa de un día para otro, pero, obviamente, yo os lo resumo ya que no quiero aburriros ni con detalles, ni con una historia excesivamente densa.
El caso es que en todo el planeta se aprobó la ley que permitía la clonación de seres humanos. Ahora bien, la ley estaba basada en tres importantes puntos que todos los países debían respetar escrupulosamente bajo pena:
+Primero: Sólo se puede clonar a un fallecido, nunca a un ser vivo, y sólo puede hacerlo el estado del país de origen.
+Segundo: Se crea un censo mundial de ciudadanos en el que se registran todos aquellos que consiguen el derecho a clonarse. Este derecho se obtiene solicitándolo al gobierno del país de origen. Hay una serie de criterios a la hora de elegir a la gente que puede ingresar en el censo. Únicamente se seleccionan personas sanas y mentalmente equilibradas. Sin taras físicas y de un nivel cultural medio. Gracias a este censo se redujo la población mundial a tres mil millones de personas. Todos los que quedaban fuera del censo al morir dejaban de existir.
+Tercero: Nadie puede reproducirse. Este punto fue polémico al principio, pero luego resultó ser muy sensato. Al que incumpliese la norma le esperaba la pena capital tanto a él como a su vástago. De esta manera, se terminó de definir la población en la cifra de tres mil millones antes citado que nunca podría bajar ni subir, ya que todos los muertos comprendidos en el censo se perpetuaban eternamente. A los cincuenta años de la creación del censo todo el planeta estaba incluido en él. Podéis pensar que si ejecutábamos a alguien por violar alguna de estas normas la población censada se reduciría a no ser que creásemos algún ser humano nuevo, y no os equivocáis. Sinceramente, no sé qué hubiera pasado de darse este hecho, pero afortunadamente nunca se produjo. Es increíble, sí, pero cierto. Las normas eran respetadas escrupulosamente.
En cuanto al resto de leyes con las que se regulaba nuestra sociedad, su conocimiento no os concierne en estos momentos, pero me basta decir que, a partir de la creación de la ley de clonación, se reformó la sociedad entera consiguiendo una homogeneización mundial.
—Y luego yo soy el monstruo —dice el doctor Pérez.
Víctor cero le mira con tono amenazante pero no dice nada. Entonces continúa hablando:
—El caso es que logramos una sociedad perfecta que funcionaba de manera eficaz y sencilla. El hecho de que yo os diga que me llamo doscientos trece, es debido a que entonces decidimos suprimir los nombres y llamarnos respecto al orden con el que fuimos clonados la primera vez. Yo, obviamente, fui el doscientos trece en todo el mundo, ya que la numeración era mundial, debido a que morí al poco de registrarme en el censo.
En nuestra sociedad no existían las fronteras como tales. Sí, había países y cada uno contaba con su propia jurisdicción, pero todos éramos considerados parte del mundo. Podías usar tu tarjeta de crédito en cualquier parte del globo y moverte libremente por todo el planeta. Podías establecer tu residencia allí donde deseases y lo mismo sucedía con el trabajo. Igualmente, se recolocaron las fronteras imaginarias de los países con el objetivo de que todos contasen con la misma porción de tierra que controlar y legislar. No había disputas entre ellos porque todos estaban bajo la jurisdicción suprema del congreso mundial. Cada país contó en su día con el derecho de seleccionar el mismo número de personas que incluir en el censo. Era la sociedad perfecta.
Cabe decir que la criminalidad desapareció por completo debido a que, caso de cometer un delito, al infractor se le condenaba a no poder clonarse más por lo que nadie, y subrayo, nadie, cometió nunca un delito. Además, la población incluida en el censo estaba formada por las personas más sanas y equilibradas mentalmente, lo que suponía un plus a lo anteriormente dicho. Aún hoy me pregunto cómo fue posible tanta perfección en el sistema. Si alguna vez hubiese habido un crimen no sé cómo hubiésemos actuado, ya que obviamente no contábamos ni con ejércitos, ni con cuerpos policiales, innecesarios absolutamente.
Pero bueno, veo que estoy empezando a contar cosas que no vienen a cuento en este momento. Todos estos detalles acerca del funcionamiento de nuestra sociedad son ahora irrelevantes, por lo menos en lo que respecta al doctor. A mis clones se lo contaré en detalle si deciden aceptar mi oferta, debido a que ese conocimiento les será útil en el futuro.
Por tanto, ya os he explicado como funcionaba todo a la perfección. Hasta el día en que varias personas comenzaron a enfermar en el barrio llamado Trina de forma extraña. No era una enfermedad por nosotros conocida. Cuando se analizaron las muestras de su ADN vimos que sus secuencias genéticas estaban sufriendo un proceso de degeneración. No supimos encontrar el motivo, pero, por si acaso, aislamos a los infectados. Al cabo de unos días aparecieron brotes en diferentes partes del mundo. Comenzó a cundir el pánico y la histeria colectiva cuando tres personas murieron víctimas de la enfermedad en Sepol. Se convocó una reunión de líderes y se acordó poner en marcha un plan que habían estado contemplando los científicos durante mucho tiempo, de hecho, desde que se creó el censo. Hasta que surgió esta enfermedad pasaron cerca de ciento cincuenta años. Yo fui clonado dos veces más en ese periodo.
El plan consistía en enviar al espacio una misión de diez hombres que deberían encontrar un planeta habitable donde trasladarnos ya que, en esos días se descubrió el origen de la enfermedad. Debéis disculparme por saltar de un hecho a otro sin contaros los acontecimientos que unen ambos. Os he dicho lo de la misión espacial pero no el motivo real de ella, ya que solamente sabéis que la gente moría por esta extraña enfermedad que afectaba a los genes, pero pensaréis que esto no es motivo para cambiarnos de planeta. Bien, me explicaré más adecuadamente.
La atmósfera estaba alterando los microgenes de habilidades inmunológicas, y esto provocaba que los sistemas inmunológicos de la gente se colapsaran causándoles la muerte. Por eso debíamos encontrar otro planeta con una atmósfera pura y limpia. El por qué la contaminación de nuestra atmósfera nos afectaba a unos sí y a otros no, es un misterio, puesto que, en principio, atacaba los genes de habilidades que todos las personas poseíamos. Una vez decidida la población mundial se dotó a todo el mundo con catorce habilidades que todos teníamos recesivas para no crear clases. Estas habilidades nos permitirían vivir con mayor comodidad y calidad de vida, pero nunca podrían ser utilizadas de manera hostil, ya que, si algo caracterizaba a los microgenes de habilidades, es que no pueden usarse contra otro portador de los mismos genes. No sé exactamente por qué y nunca nos molestamos en averiguarlo, el caso es que era así.
Sabiendo esto se formó un grupo de diez personas que fueron enviadas al espacio en busca del planeta deseado. Debéis saber, que, gracias a nuestra tecnología, podíamos viajar a velocidades sorprendentes si bien siempre dentro de unos límites que nos marcaban tanto el propio cuerpo humano que a determinada presión podía morir, como los materiales de los que estaba hecha la estructura de la nave. Aun así el viaje podría durar cientos de años hasta que encontrasen el planeta adecuado, y no sabíamos si la población aguantaría tanto tiempo, puesto que, aunque volvíamos a clonar a los muertos por la enfermedad para que volviesen a vivir, al poco tiempo volvían a desarrollar la enfermedad y morían de nuevo. Al menos existían personas que, de alguna manera, parecían inmunes a la enfermedad, o, cuanto menos, más resistentes.
En la nave enviada los astronautas contaban con la tecnología necesaria para poder clonarse a sí mismos cuando muriesen. Los que nos quedamos en nuestro planeta, no podíamos hacer otra cosa más que esperar a que volviesen, ya que, si bien en un principio consideramos la idea de clonar a alguno de los pilotos en nuestro planeta para que nos contase como iba la misión, enseguida tuvimos que desechar esta idea al darnos cuenta de que no podíamos clonar a ese hombre si todavía estaba vivo. Para clonar no nos hacía falta recoger muestras del cadáver. Existían centros por todo el mundo con el mapa genético de cada uno de los tres mil millones de personas que habitábamos el planeta.
Volviendo a la idea de clonar a uno de los astronautas, tuvimos que rechazarla puesto que, de seguir vivo el hombre al que clonábamos, provocaríamos su muerte irremediable al no poder existir al mismo tiempo dos personas con los mismos recuerdos. Igualmente, las leyes de la clonación así lo establecían. Podéis pensar que aunque muriesen tanto la persona como su nuevo clon, se le podría volver a clonar otra vez con la seguridad de que en ese momento estaría definitivamente muerto, pero os equivocáis. No sé por qué pero el ser resultante de esa nueva clonación sería alguien con el mismo cuerpo pero con la actividad cerebral inutilizada por completo.
No me preguntéis cómo es posible, porque no lo sé. Lo sabían los científicos de nuestro planeta, pero yo no era más que un arquitecto. No lo sé igual que el doctor no sabe nada acerca de cómo se construye un barco o cómo funciona el organismo de los moluscos. El caso es que esta opción estaba totalmente descartada, y, pensando, llegamos a la conclusión de que sólo podíamos esperar su regreso ya que ellos tampoco podrían clonar a uno de nosotros allí.
Una aclaración, cuando digo esperamos, pensamos, etc. Me refiero a todos los habitantes del planeta en conjunto, no a mí en concreto, puesto que, como ya os he dicho, yo no era más que un simple arquitecto, no tomaba ese tipo de decisiones.
Esperamos durante doscientos años volviendo entonces ocho de los diez tripulantes. Nos contaron que habían llegado a un planeta perfecto, con una atmósfera limpia y que estaba habitado por enormes lagartos. Se quedaron dos de ellos allí con el objetivo de poder viajar a aquel lugar rápidamente. Eso lo conseguiríamos enviando a través del espacio y a través de la ruta que siguieron nuestros hombres por el espacio nuestras secuencias genéticas, para que, una vez la recibiesen ellos saber que habíamos muerto y entonces poder clonarnos allí, ya que, el otro plan propuesto, de dejarnos morir y que ellos nos clonasen al cabo de un tiempo, era inviable debido a que ellos no tenían las secuencias genéticas de todos los habitantes, además del riesgo de que les ocurriese cualquier percance en aquel lugar y no pudiesen resucitarnos, cosa que por otro lado podía ocurrir, pero preferíamos asegurarnos la vida en este planeta hasta que recibiésemos confirmación de ellos. Esto ocurriría de la siguiente forma: ellos recibirían todas las secuencias de los habitantes de nuestro planeta y, en ese momento comenzarían a clonarnos a todos ya que al poco de enviar las secuencias de ADN por el espacio y asegurar que no había ningún error nos suicidaríamos todos. Era un plan muy elaborado, pero es que nada debía fallar.
He de decir que yo no enfermé nunca. Es un detalle, pero me apetecía contároslo. Añadiré que los que allí se quedaron eran un hombre y una mujer ya que tenían la idea de reproducirse para poblar la zona donde se encontraban ya que, visto desde fuera, daba la impresión de que el nuevo planeta era al menos tres veces más grande que el nuestro. Así cuando llegásemos nosotros seríamos más y elaboraríamos un nuevo censo. Ese era su plan. Un plan que habían elaborado sin consultar a nadie, obviamente. También, y esto es mi opinión personal, creo que lo hicieron para no estar tan solos en un lugar desconocido. Tened en cuenta que sus compañeros astronautas tardarían cien años en volver a nuestro planeta más otros tantos que pasarían hasta que ellos recibieran las secuencias genéticas de todos nosotros. Era demasiado tiempo para compartir entre dos personas nada más. Igualmente, creo que era muy inteligente debido a que, ellos podían sufrir cualquier ataque de alguna de esas criaturas que poblaban ese planeta, o sufrir un accidente y morir ambos sin poder clonarse el uno al otro, por lo que procreando más humanos tendrían más posibilidades de sobrevivir contándoles a su progenie como debían actuar en caso de que algo así les acaeciese.
La verdad es que hubo cierta polémica y debate en nuestro planeta debido al plan de nuestros dos salvadores, pero al final todos aceptaron como correcta su actuación. Aunque no lo hubieran hecho no tenían otra alternativa realmente. Empezamos a mandar nuestros códigos genéticos en cuanto nos fue posible hacerlo. Pero hubo un problema, un gran problema. El satélite que enviaba nuestras secuencias de ADN se estropeó cuando las habíamos introducido todas. Cuando digo se estropeó me refiero a que la ruta original se modificó por error, se recalculó automáticamente mandando la información a quién sabe dónde. Nos quedamos estupefactos. Intentamos arreglarla por todos los medios, pero antes de que pudiésemos conseguirlo una gran tragedia nos sobrevino.
La atmósfera estaba tan dañada a esas alturas que dejó que penetrasen los rayos de las dos grandes estrellas que nos alumbraban. Eran comparables cada una a vuestro sol, por lo que toda la población murió en apenas un par de días. Yo incluido. Al tener dos soles en nuestro planeta nunca era de noche, y nos calentaron todo el tiempo, alternándose entre ellos. Me atrevería a decir que la temperatura que soportamos esos dos días era de unos ochenta grados en todo el planeta. Todos morimos.
Hasta hace siete años, que, gracias al puro azar, mi secuencia de ADN llegó a vuestro sistema solar y me resucitasteis. Millones de años vagando por el espacio infinito. Desconozco lo que pasó con el código genético de los otros habitantes de mi planeta, seguramente estarán todavía vagando por ahí. En cuanto a los dos que permanecieron aquí, nunca volví a saber de ellos, lógicamente, pero no hay que ser muy listo para sumar dos y dos y darse cuenta de que, con toda seguridad, fueron ellos los creadores de la vida humana en este planeta. No sé qué paso con ellos, se cansarían de esperar y decidirían empezar una nueva vida quizá. No sé si con el paso de los cientos de miles de años se cansaron de este mundo y murieron o si se clonaron durante millones de años. El caso es que hoy deben estar muertos ya que, aunque hubiesen querido perpetuarse eternamente, no habrían podido debido a que la máquina de clonación no ha podido durar tantos millones de años en funcionamiento, y hasta hoy no encontrarían el material necesario para poder mantenerla y repararla.
Así que podría decirse sin riesgo a equivocación, que soy el último ser humano. Esta es toda la historia hasta donde yo la conozco, únicamente quiero aclarar una cosa por si os lo habéis preguntado. Seguro que pensáis que es muy extraño que hable vuestro mismo idioma, ese que llamáis español. El caso es que este no es el idioma que hablábamos en nuestro planeta, ni muchísimo menos. Pero cómo muy bien sabe el doctor, una de mis habilidades es la del aprendizaje casi instantáneo por llamarlo de alguna manera, así como la memoria ilimitada, lo que me ha permitido hablar vuestro idioma fácilmente. De hecho, a los pocos días de desarrollar el doctor y sus colegas mi cuerpo hasta el estado de adulto, ya lo había aprendido solo de oírles hablar entre ellos. Bueno, pues creo que eso es todo, no me he dejado nada.
El silencio se apodera de la sala mientras el doctor, percatándose de que su muerte es inminente, decide intentar salvar su vida y, dándose la vuelta, echa a correr con todas sus fuerzas, desesperado, en dirección a la puerta. Cuando apenas ha dado un par de zancadas, su cabeza revienta y su cuerpo cae decapitado al suelo. El doctor Pérez ha muerto. Satisfecho con su muerte, doscientos trece se pone en pie y les habla a sus clones:
—Bien. He pensado que lo de llamarme doscientos trece ya no tiene ningún sentido. A partir de ahora seré el número uno. Es más apropiado puesto que soy el humano número uno de la nueva generación que hoy comienza. Y ahora, mis pequeños clones, ha llegado el momento de hablar de cosas más importantes.
































EL HIJO

Ha sido un éxito, un completo éxito. El bebé ha nacido sin ningún problema. Ahora lo están trasladando al Huevo donde comenzarán a experimentar con él. Lo primero será acelerar su crecimiento hasta el estado adulto con el fin de experimentar desde ya mismo, ya que, en caso de no ser así, no podrían empezar hasta dentro de veinte años aproximadamente debido a que el bebé no tiene el organismo formado por completo y cualquier conclusión que extraigan de su análisis se demostrará errónea con el paso del tiempo. Tampoco el doctor Pérez puede aguantar tanto tiempo.
Ahora el doctor espera en su despacho la llegada de Raquel, la mujer que ha tenido en su vientre al sujeto del experimento. Cuando esta llega, ambos se sientan y comienzan a hablar. La primera en hacerlo es la mujer.
—Doctor, quería hablar con usted. He decidido quedarme con el niño.
—¿Perdone? —pregunta sorprendido el doctor Pérez.
—Sí, lo que oye. Lo he tenido nueve meses dentro y ahora he decidido no dárselo a usted. Quiero criarlo yo misma.
—A ver Raquel, usted me lo ha dado a cambio de cincuenta millones de pesetas.
—Se los devuelvo, no los quiero, yo sólo quiero a mi hijo.
—Eso no puede ser y usted lo sabe, firmó un contrato.
—Mire, doctor, no sé para que quiere usted al niño, pero si paga cincuenta millones por él es que debe tratarse de algo muy gordo. Tal vez el donante anónimo que me proporcionó el esperma sea el motivo, no lo sé, pero sé que si no me devuelve a mi hijo lo denunciaré.
—¿Denunciarme? señora, ha perdido el juicio. Puede tener los hijos que desee. ¿Por qué quiere tanto a este?
—Porque yo no puedo tener hijos doctor. No lo entiende. Acepté su propuesta sabiendo que no podía tener hijos y usted me daría dinero por cada vez que lo intentásemos. Ni siquiera se molestó en comprobar que era fértil.
—Independientemente de que usted sea fértil o no, le fecundamos el óvulo de forma artificial, eso puede hacerse sin problema.
—No lo entiende doctor, le digo que no puedo tener hijos puesto que tengo las trompas dañadas de forma irreparable. Me dijeron los médicos que era del todo imposible quedarme embarazada puesto que en el caso de fecundar un óvulo nunca podría desarrollar un bebé en mi interior.
—Pero eso es imposible, es increíble.
—Por eso quiero al niño doctor, no es un niño normal, es un milagro de la naturaleza que me ha sido otorgado. Estaba destinada a tener a ese niño. Durante los nueve meses lo he sentido crecer e incluso he experimentado cosas que los ginecólogos me han dicho que no es posible que notara. He sentido lo mismo que el bebé, he visto cosas a través de sus ojos. Pensará que es una locura doctor, que he perdido el juicio, pero le aseguro que no es así. He visto claramente antes de entrar aquí como iba en un coche, he visto lo que él veía, he visto un edificio enorme y, dentro, un laboratorio.
—Es increíble Raquel. Es un caso que sobrepasa toda imaginación.
—Por eso se lo ruego, deme a mi hijo.
—De acuerdo Raquel, se lo daré, pero ha de devolverme el dinero y, le exigiré otra cosa.
—¿De qué se trata?
—Quiero que me deje ser el médico del niño, ir a verles dos veces por semana para comprobar como crece y mantener ese contacto. Solamente eso, nada más. Nada que le haga daño al niño o a usted. Ya se trata solamente de interés médico.
—De acuerdo, si me da al bebé, acepto.
—Bien. Vamos a hacer una cosa. Mañana le daré al niño en el sótano de mi empresa, exactamente en el mismo lugar en que negociamos todo al principio. ¿De acuerdo? Únicamente le pido que sea discreta y lleve el dinero.
—Bien, allí estaré. ¿A qué hora?
—A las 16:00. ¿Está de acuerdo?
—Sí. Gracias doctor, gracias por ser tan comprensivo.
—La veré mañana entonces.
—Adiós doctor.
Y así, Raquel abandona la habitación mientras el doctor Pérez piensa en lo que ha de hacer mañana a las 16:00. Coge el teléfono y llama a uno de sus hombres de confianza en su empresa tapadera.
—Gómez. Necesito que lleves uno de esos tubos listo para ser usado al sótano esta noche. ¿De acuerdo? Gracias, adiós.
Una vez ha colgado sabe que lo que se dispone a hacer mañana es inevitable y necesario para el futuro del proyecto.

Re: 213

Publicado: 04 Sep 2016 14:13
por mhtdtr
EL PLAN

Víctor cero se encuentra frente a tres de sus clones, de pie, una vez contada su historia, dispuesto a hacerles la propuesta que les prometió en un principio. El cadáver del doctor Pérez descansa en el suelo de la habitación decapitado. Aquí concluye su parte en esta historia, ahora es el turno de los clones.
—Bien, mis pequeños clones —comienza doscientos trece–. Ahora voy a haceros una oferta. Tras haber escuchado mi historia y con tiempo para reflexionar sobre todo lo que ha sucedido hoy, es la hora de que toméis una decisión. Sé que los códigos genéticos de mis compañeros están aún pululando por el espacio, mi objetivo principal es recuperarlos y resucitarlos en este planeta. He de deciros que mi plan es el de volver a reconstruir la sociedad y la vida de mi planeta en este. Resucitar a todos los ciudadanos de donde yo vengo y convertir este planeta en nuestro. Eso implica que todos los seres humanos que habitan en la tierra ahora ya no serán necesarios. Pero mi idea no es la de matarlos salvajemente, ni mucho menos. Dejaremos que mueran de viejos y que tengan vidas más o menos normales, teniendo en cuenta que hemos de experimentar con ellos y tenerlos recluidos de alguna manera a todos juntos. Prohibiremos su reproducción para que, en apenas unos años, sólo nosotros poblemos este planeta y volvamos a ser lo que éramos antaño. No obstante, si se decide así por la mayoría de mis congéneres, quizá un puñado de elegidos de entre los humanos tendrán el privilegio de formar parte de nosotros gracias a que les modificaríamos el ADN para asemejarlo al nuestro, pero eso tendrá que estudiarse con calma.
Es pronto para tomar decisiones semejantes ya que, con suerte y mucha prisa, podremos llevar a cabo el plan en un par de años. Yo cuento con vosotros para formar parte del nuevo mundo que me propongo crear. Sois tan humanos como cualquiera de nosotros, no sois perfectos ya que solamente poseéis pequeñas partes de mí, pero eso lo podemos arreglar despertando vuestros micro genes recesivos o implantándoos otros nuevos. El caso es que tomaré el lugar donde os tenían retenidos como base para llevar a cabo las operaciones que deseo. La tecnología la obtendré fácilmente ya que gracias a mis portentosas habilidades puedo reproducir todo lo que vi aquí en apenas un día, lo único que necesito es el material para llevarlo a cabo. En unas horas tendré lista una máquina capaz de captar las secuencias genéticas de mis compañeros y, quizá, en uno o dos días más, la máquina necesaria para clonarles. El único inconveniente será el encontrar a un grupo de mujeres que desarrollen los códigos en su interior para que, en el plazo de un año, todos mis congéneres estén vivos de nuevo en este planeta. Ese es básicamente mi plan. Salvo pequeños detalles que sabremos solucionar entre los cuatro, todo lo que necesitamos está a nuestro alcance para conseguir lo que la humanidad siempre ha soñado, otra vez. ¿Qué me decís?
—Estoy empezando a lamentar el haberte liberado —dice Víctor catorce–. No pensaba que fueses capaz de hacer algo así. Vale que el doctor no merezca otra cosa más que la muerte por todo lo que hizo, pero estoy empezando a darme cuenta de que tenía razón en todo lo que decía de ti. Estás loco. Tu sociedad pudo ser perfecta y vivir todos en armonía y con felicidad completa, pero alteras todo lo que la naturaleza dicta que debe hacerse, juegas con las personas, igual que lo hacía el doctor, con otro objetivo, pero no deja de ser lo mismo. Hablas de sustituir a una especie por otra, de eliminar, de una forma u otra, a toda la gente de este planeta, y yo, personalmente, no puedo consentir eso. Si tu oferta es la de ayudarte a construir semejante monstruosidad a mí no me queda otra opción más que la de rechazarla.
—No lo entiendes pequeño —dice Víctor cero–. No se trata de que tengas o no la opción de aceptar mi oferta o rechazarla. Se trata de que no hay otra salida. Lo que te acabo de contar es lo que va a hacerse, lo quieras tú o no. Puedes estar conmigo y crear un mundo perfecto en el que vivirías eternamente en paz, o puedes oponerte y morir a mis manos ya que no toleraré que nada ni nadie se interponga en mi camino. Estas son tus verdaderas opciones, no hay otras. Tienes que elegir entre la muerte y la vida eterna. Y no trates de enfrentarte a mí pequeño, contigo no tengo ni para empezar. Quizá tus compañeros durasen un poco más gracias a sus habilidades, pero apenas unos segundos más que tú, que no posees ninguna de ellas.
—No hay otra alternativa por lo que veo —le dice Víctor trece–. No tiene por qué ser así y tú lo sabes. No hay que ser tan radical. No me opongo a que traigas a tus compañeros aquí, pero debes respetar el deseo de todo el mundo. Resucítalos a todos y, entonces, tomaremos todos juntos una decisión respecto a lo que ha de hacerse, los tuyos y los terrícolas, todos juntos. De otra manera, te conviertes en un absoluto dictador que decide lo que es mejor para todos, condenando de esa manera a la mayoría a un destino que no merecen.
—Me parece muy bien que piensen así —responde doscientos trece–. Pero no voy a cambiar mi forma de pensar o actuar porque tú así me lo aconsejes. Yo no era más que un arquitecto en mi mundo, como ya te he contado antes, pero ahora me convertiría en el primer ser humano de este planeta, en un líder para los demás. Todos empezaríamos de cero ya que nuestra sociedad tendría que construirse desde los cimientos. Si tengo la posibilidad de convertirme en un dios para los míos, ¿por qué no lo iba a hacer? ¿Quién en su sano juicio rehusaría el poder más absoluto, el gobierno de todo el mundo? Nadie, yo quiero ser el líder de todos los hombres. No me entendáis mal. No quiero ser un déspota cruel y hacer lo que me venga en gana en todo momento. Pero para conseguir mi objetivo han de hacerse una serie de cosas que, pese a que os parezcan en cierta medida exageradas y horribles, y en ello no os falta razón, tengo que llevarlas a cabo para conseguir mi propósito. Una vez que ostente el poder absoluto reinaré en todo el mundo con justicia, no lo dudo, pero necesito ese poder y vosotros debéis entenderlo pues sois parte de mí.
—Creo que no hablo solamente por mí, sino también por mis compañeros cuando digo que me parece una tremenda exageración lo que nos estás contando —dice Víctor quince–. Por muy justo que fueses y muy bien que le fuese a todo el mundo bajo tu reinado, nada justifica la muerte de un ser humano, o privarle a un hombre de toda su libertad para que lo manipules como lo creas conveniente en aras de un mundo mejor. Además, tú eres exactamente igual que tus compañeros humanos, nos has dicho que teníais todos las mismas habilidades, y que, entre vosotros, no podíais usarlas al compartirlas. ¿Cómo entonces ibas a ser tu más que los demás? ¿Acaso crees que todos aceptarían tu soberanía por el mero de hecho de devolverles a la vida en otro planeta?
—No lo entiendes pequeño Víctor. Antes de resucitar siquiera al primero de ellos me dotaría de más habilidades. Habilidades que me convirtiesen en un ser único y terrible al que nadie osase enfrentarse jamás. Gracias a ciertas investigaciones que contemplé en este lugar, gracias a ciertas hipótesis del doctor Pérez, he comprendido que quizá nosotros no llegásemos a descubrir todo el potencial de nuestros micro genes. He descubierto que el doctor Pérez, sin querer y sin darse cuenta, por supuesto, descubrió por error que la combinación de varios de estos micro genes entre sí siguiendo pautas muy específicas podían dar lugar a nuevas secuencias de habilidades hasta ahora inéditas. Él no fue consciente de ello, ya que no sabía siquiera lo que era un micro gen, pero como ya he dicho antes, yo era plenamente consciente de todo desde mi reclusión en el tubo que me mantenía con vida, y, gracias a mi habilidad de rápida comprensión y rápido conocimiento de las cosas, logré averiguar todo esto. Todavía tendría que probarlo, pero no dudo que funcionará.
—¿Pero cómo quieres que te sigamos y colaboremos contigo en tu absurdo plan cuándo no haces otra cosa más que mentirnos? —pregunta Víctor trece–. No dudo que la historia que nos has contado sobre tu planeta y todo eso sea verdad, por lo menos una gran parte de ella. Pero lo que no concuerda ni de coña es que si tú eres un arquitecto en tu planeta y no tenías ni idea de secuencias genéticas ni nada de eso, ahora nos vengas que con tu habilidad hayas aprendido todo lo que te hace falta saber sobre el tema. Si todos en vuestro planeta contaban con esa habilidad. ¿Cómo es que todo el mundo no era ingeniero o científico? Si todos podíais aprender lo que fuese en tan corto espacio de tiempo, la sociedad entera gozaría de los conocimientos más elevados. ¿Acaso me equivoco?
—Veo que eres más listo de lo que pareces. Desde luego que no era un simple arquitecto, de acuerdo. Era científico, sí, de los mejores del planeta y estuve involucrado en todos los descubrimientos más importantes que os he nombrado antes. Pero no creas que al tener todos las mismas habilidades todo el mundo era capaz de conseguir el mismo nivel de conocimientos. Cierto es que detrás de toda sociedad perfecta tiene que haber siempre algo en cierta manera ilegal u oscuro que haga que todo funcione. No puede existir la perfección sin que se manipule algo. En un mundo perfecto no puede ser todo el mundo igual. Siempre tiene que haber ricos y pobres o si no la sociedad entera se desmoronaría, sin cimientos nunca puedes construir el tejado de tu casa. A la hora de dotar a la gente de las habilidades las limitábamos según convenía, es decir, en lo concerniente a la habilidad de la rápida comprensión de las cosas y la memoria ilimitada, nos encargábamos de poner topes en los micro genes de la gente para que nadie pudiese llegar al mismo nivel que nosotros. Sólo los científicos y los políticos podían tener la certeza de alcanzar el conocimiento absoluto en todas las materias. De este modo tendríamos gente que sabría escribir mejor que los demás, pero que nunca aprendería a clonar a otro, y tendríamos gente que sabría edificar mejor que el resto pero que nunca sabría pintar tan bien como su vecino, que sí que podía. Creamos clases sin que nadie se diese cuenta. Pero era necesario para conseguir la sociedad perfecta, y si no os he contado la verdad en cuanto a mi profesión, es porque no creo que sea relevante en absoluto en este momento, de hecho, que pensarais que no era más que un simple arquitecto me permitió contar la historia saltándome algún que otro detalle como este que suponía no aprobaríais en un primer momento, pero confiando en que, tras aceptar mi oferta, acabaríais por entender del todo.
—Yo no quiero escuchar más. Todo lo que digas ahora es irrelevante como tú mismo dirías —dice Víctor catorce–. Yo declino tu oferta.
—Yo también —dice Víctor trece–. Pensé que tal vez eras como nosotros, pero veo que no eres más que un monstruo tal como lo era el doctor Pérez.
—Yo estoy totalmente de acuerdo con mis compañeros, como puedes observar —dice Víctor quince–. Ahora tú verás si nos matas o nos dejas ir de aquí, pero una cosa es segura, si tratas de acabar con nosotros lucharemos contra ti con todas nuestras fuerzas y no cejaremos en nuestro empeño de acabar contigo para que nunca puedas llevar a cabo tu loco plan de conquista del mundo.
—Bien, en ese caso no hay más que decir. Habéis elegido la muerte y lo respeto. Mirándolo bien es mejor para mí, ya que nunca se sabe si en el futuro podíais haberme traicionado de alguna manera. Ahora, como dije al principio, estáis muertos.
Y dicho esto las cabezas de Víctor trece y Víctor catorce estallan con extrema violencia sin darles apenas tiempo a reaccionar. Sus cuerpos inertes caen al suelo de donde nunca más volverán a levantarse. Sin embargo, la cabeza de Víctor quince permanece en su sitio.
—Como suponía, y tú mismo debías saber después de escuchar mi historia, no puedo usar mi poder mental contigo ya que tú lo tienes también. Ahora bien, eso no impide que mis otras trece habilidades acaben contigo de una vez —dice doscientos trece
Sin esperar siquiera un segundo para escuchar lo que Víctor cero le está contando o para detenerse a contemplar a sus dos últimos compañeros asesinados, Víctor quince sale corriendo en dirección a la puerta con la esperanza de poder salir del Huevo ileso. Sabe que doscientos trece le perseguirá y hará uso de sus habilidades para matarlo pero ha de ser más listo que él y usar sus habilidades a su favor. Como bien le dijo el doctor Pérez hace apenas unos minutos lo único que tiene que hacer Víctor quince ahora es destruir al último humano original vivo. Al final tenía razón el pobre doctor, lo que sucede es que ahora su último clon no se encuentra en condiciones de acabar con el futuro dictador de la tierra. Por eso ha de escapar con vida, para poder luchar otro día.
Como ambos Víctor son idénticos en todo salvo en las habilidades y, por supuesto, en los recuerdos y conocimientos, Víctor quince no tiene excesivos problemas en alcanzar la puerta antes que su perseguidor que, aun reaccionando con bastante premura, no puede salvar los escasos dos metros que les separaban desde el principio. Son estos dos metros los que permiten a Víctor quince salir de la habitación y cerrar la puerta de golpe con la esperanza de que esto retrase aunque sólo sea unos segundos a doscientos trece. Y así sucede. Puede que no pierda más que un par de segundos en abrir la puerta y continuar su cacería pero es tiempo más que suficiente para perder momentáneamente a su objetivo de vista. Ninguna de las habilidades del autoproclamado primer humano son útiles en esta situación. No puede usar su increíble fuerza contra su clon si no lo alcanza, no puede calentar los objetos a su alrededor si no entra en contacto con ninguno, y, aunque goce de un increíble desarrollo de los sentidos, esto no le confiere una ventaja clara contra su enemigo. Sin embargo, no puede permitir que escape por lo que lo persigue con todas sus fuerzas.
Sin detenerse un instante en mirar hacia atrás para asegurarse de que todavía está siendo perseguido por Víctor cero, Víctor quince llega a un largo pasillo en el que convergen multitud de habitaciones. Puede arriesgarse a entrar en alguna de ellas, pero también puede encontrarse en un callejón sin salida que lo dejaría completamente a merced de su perseguidor. No obstante, vislumbra a lo lejos una posible escapatoria. Como Víctor trece le contó hace apenas una hora, cuando estaban rodeados en la garita en el exterior del complejo conocido como el Huevo cayó a una especie de habitación de descanso a través de una trampilla que él supuso que realmente era un atajo para llegar a dicha habitación. Al fondo del pasillo hay una habitación, cuya puerta, completamente abierta, permite ver su interior. Todo esto lo observa Víctor quince a la carrera por supuesto y en apenas unas décimas de segundo. Pero son más que suficientes para ver que en el interior de esa habitación parece haber una máquina de refrescos y un mullido sofá. Reza para que esa sea la habitación de descanso a la que hacía referencia su compañero. De ser así tendría alguna posibilidad de salir de allí, ya que no cree que Víctor cero conozca la existencia de la trampilla. O eso espera al menos. Al fin, logra entrar en la habitación y cierra con increíble velocidad la puerta. En el momento en que lo hacia no logró ver a doscientos trece en el pasillo por lo que espera que se tome su tiempo antes de entrar en esa sala quizá registrando las muchas otras que hay en el pasillo.
Y así sucede realmente. No es más que un segundo pero cuando Víctor cero alcanza el pasillo ya no puede ver a su presa. Sin embargo, ha oído el ruido de una puerta al cerrarse. A ambos lados hay tres habitaciones, lo que sumadas a la que puede ver al fondo hacen un total de siete. Doscientos trece decide descartar las cuatro primeras usando la lógica, o, al menos, lo que él cree que es más acertado. Sin duda alguna, piensa, nadie se escondería en las primeras habitaciones ya que esas son las que su perseguidor registraría en primer lugar, igual que alguien que entra a un servicio público elige el último W.C. para hacer sus necesidades si bien los más cercanos estén libres. Es una cuestión de instintos, incluso de lógica. Por tanto, entra en la tercera sala empezando por la derecha. En ella no ve nada más que un par de camas y un pequeño armario. Decide agacharse para mirar si acaso su presa no se escondiese bajo la cama dándose cuenta mientras lo hace que, de estar detrás de él Víctor quince, podría aprovechar ese momento para golpearlo con la suficiente violencia como para hacerle perder el conocimiento. Pero tal cosa no sucede. Víctor cero se levanta después de no ver nada en el suelo y se dispone a registrar la siguiente habitación sin dilación alguna.
Víctor quince investiga el techo de la sala de descanso en pos de algo que le permita abrir la trampilla y salir al exterior a salvo. Tras no mucho investigar descubre un pequeño cordel que, al tirar de él, dobla la baldosa hacia si descubriendo un hueco lo suficientemente grande como para que una persona adulta pase por él, aunque no mucho más. Realmente Víctor trece tuvo mucha suerte al caer por el agujero limpiamente y no quedarse encajado en el ya que sus medidas parecen hechas a propósito para no permitir el paso de nada más que un único cuerpo. Subiéndose al sofá, Víctor quince salta y consigue agarrarse al suelo de la garita. No sin un gran esfuerzo sube a la misma sintiéndose por fin libre, si bien sólo en parte. Sin embargo, ha de cerrar la trampilla o si no nada de lo que ha hecho habrá valido para nada ya que en cuanto su perseguidor entre en la habitación verá el hueco por donde ha huido y le seguirá enseguida. Tumbándose en el suelo y estirando el brazo todo lo que su cuerpo le permite, Víctor quince coge el borde de la baldosa y, con algo de fuerza e impulso tira de él hacia arriba al tiempo que retira su mano para que no se la pille la trampilla contra el suelo. La trampilla queda perfectamente anclada al suelo de nuevo. Como si no la hubiese tocado nunca. Ahora, Víctor quince espera que, cuando doscientos trece entre en la habitación, cosa que sin duda estará a punto de hacer, no se percate de la trampa y tenga que dar un rodeo para salir del Huevo, tiempo que Víctor quince sabiamente empleará en huir de allí lo más rápidamente que pueda.
Una vez registradas las habitaciones cinco y seis, doscientos trece entra en la del fondo del todo, pese a que tampoco encuentra nada, al menos nada de lo que espera encontrar. Una máquina de refrescos, un sofá y una televisión son todo lo que hay allí. No se detiene a mirar más detenidamente por lo que no se da cuenta del pequeño y casi trasparente cordel que cuelga del techo. Incluso si lo hubiese visto no pensaría más que se trata de un hilo de telaraña como cualquier otro. Sin más dilación cierra la puerta de la habitación y decide, ahora sí, registrar todas las habitaciones del pasillo. No descubre a Víctor quince en ninguna de ellas. Esta tarea le lleva cosa de un minuto que Víctor quince aprovecha muy bien en el exterior poniendo entre ambos una distancia considerable, más aún si tenemos en cuenta que doscientos trece desconoce el paradero de su presa por completo. Sin saber muy bien qué hacer, y extremadamente confuso al no saber cómo ha podido darle esquinazo su clon de esta manera, Víctor cero vuelve atrás e investiga todo el complejo. Todas las salas y habitaciones. Durante los veinticinco minutos que tarda en hacer esto, y, hasta que decide empezar a buscar en el exterior, Víctor quince ha aprovechado para poner entre ellos más de un par de kilómetros de distancia, la cual se amplía enormemente debido a que ha encontrado un pequeño vehículo aparcado en un arcén de la carretera que pertenece a un par de jóvenes que hacen el amor a apenas doscientos metros del coche bajo las estrellas. Cuando quieren darse cuenta, Víctor quince ya ha arrancado y se marcha sin rumbo fijo. Nada más coger el vehículo se pregunta si sabrá conducirlo correctamente, pero sus dudas se disipan al instante al comprobar que es perfectamente capaz de hacerlo. Quizá todos sus recuerdos, aunque falsos, le permitan hacer cosas que no ha hecho anteriormente, si bien las recuerda a la perfección. Recuerda haber conducido durante horas y eso es tan real para el que no tiene ningún problema a la hora de volverlo a hacer. Sin más se dirige con el vehículo lo más lejos que puede, sin un objetivo claro más que poner toda la distancia posible entre él y Víctor cero. Ya pensará luego con más calma que puede hacer para detenerlo, pues eso lo tiene muy claro, alguien tiene que pararle.
Doscientos trece desiste de su búsqueda una hora después de comenzarla. Víctor quince ha escapado y no le queda otra más que asumirlo. Sin embargo, no debe preocuparle ya que no supone una amenaza real para él. Quizá alerte a las autoridades y vengan a por él, pero tampoco piensa que le puedan creer. Aun así no puede permanecer en el Huevo mucho tiempo, ya que es cuestión de días que alguien venga allí a comprobar que lo que dice su clon es cierto. Entra en el complejo y dedica la siguiente hora y media a ver qué es lo que el doctor Pérez ha dejado allí dentro. Ha destruido todos los documentos y archivos informáticos que pudiesen vincularle con el proyecto. De hecho, es como si nunca hubiese existido tal proyecto. Nada queda que lo pruebe. No obstante, hay algo que se le ha pasado por alto al buen doctor, algo que, obviamente no podía haber previsto ya que en caso de que alguien descubriese el Huevo ya no podría vincularle a él con nada ilegal. Lo que doscientos trece descubre extasiado es que Pérez no ha destruido ninguna de las máquinas que posee el complejo. Todas están intactas. Quizá pensó que aunque encontrasen las máquinas nadie podría pensar nada malo de ellas, incluso no sabrían como usar algunas. Pero esto supone algo muy importante para Víctor cero. Ahora su plan se podrá realizar en muchísimo menos tiempo. Con la tecnología intacta solamente tiene que comenzar a experimentar con ella desde ya. Lo único que puede suponer un problema para él es que ha de trasladar todas las máquinas necesarias a algún lugar seguro en el que su clon no mire nunca. Aunque incluso si utiliza el Huevo como base de operaciones, quizá concluya su plan inicial antes de que Víctor quince regrese con ayuda. Sí, eso es lo mejor, piensa. No se moverá del Huevo. De hecho, comenzará a trabajar ahora mismo para llevar a cabo su sueño cuanto antes. Además, no le ha contado a sus clones su verdadero plan, tan sólo una versión descafeinada del mismo para que no se escandalizasen tanto, y aun así lo han hecho. Realmente y con todas las herramientas a su disposición en un par de días habrá terminado con su trabajo. Y así es como todo comienza.


















BÚSQUEDA

No lo ve por ningún lado. Hace un par de días que perdió su rastro. Salió a buscar repuestos y todavía no ha vuelto. A veces salía por diversos motivos, pero siempre regresaba, a más tardar, al día siguiente. Se estaban haciendo viejos y necesitan reparar la máquina, otra vez, como han venido haciendo desde hace tanto tiempo que apenas puede recordarlo. Ahora ha tomado una decisión, saldrá a buscar a setecientos doce. Pese a que es arriesgado, ya que no conoce mucho el terreno en el que se encuentran, debido a que se instalaron en él hace apenas dos meses, ha de hacerlo. Ella sola no podría sobrevivir mucho tiempo, de hecho, solos morirían desesperados enseguida. Juntos son algo, juntos pueden vivir y aguantar el paso del tiempo. Coge algunas cosas que cree necesarias y emprende el camino que piensa que setecientos doce ha recorrido en busca de las piezas necesarias. El camino lógico piensa, uno que está marcado en el suelo en forma de surco ya que el resto del paisaje lo conforman cientos de árboles y maleza. Es lo único que hay en esta parte del mundo. Eso y el lugar donde consiguen el material necesario para mantener la máquina en funcionamiento. Nada más. El resto no es más que un páramo vacío de vida, exceptuando pequeñas criaturas animales. Si bien tampoco puede estar seguro de que no hay vida realmente en esa región ya que nunca se han atrevido a ir más allá de las montañas que rodean el lugar. Y no será por no haber tenido oportunidades. Pero no lo han hecho. Quizá si encuentra a setecientos doce sea el momento adecuado para hacerlo. Quizá ella ya no soporta más vivir de esta manera, necesita otra cosa; una meta, un objetivo; algo que la impulse a desear permanecer con vida, pues muchas son las ocasiones en las que ha anhelado la muerte, pero su compañero nunca la ha dejado morir; afortunadamente, ya que, pese a todas las adversidades y tormentos, dudas y desánimos, en el fondo de su corazón quiere vivir, eternamente, como todo el mundo.

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 09 Sep 2016 18:16
por lucia
Se hubiese agradecido que fueses colgando la continuación de la historia poco a poco en vez de de golpe, para que no se hiciese tan largo. Me va a costar unos cuantos días ponerme al día y poder comentar el resto.

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 09 Sep 2016 18:53
por mhtdtr
La verdad es que no sabía cómo ponerlo porque todavía faltan dos partes por subir y no quería que estuviese todo mezclado en distintos post. ¿Sería mejor poner un enlace a google drive, por ejemplo, para que se pueda abrir ahí sin sobrecargar el foro?

Re: 213 (Novela Ciencia ficción)

Publicado: 09 Sep 2016 19:30
por lucia
Por sobrecargar el foro no te preocupes. :lol:
Tu ve subiendo los trozos al tema, que irán quedando ordenados ellos solitos.

Y si quieres poner el enlace a lo que falta en vez de ir subiéndolo, también puedes hacerlo, por supuesto.