Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Tadeus Nim
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por Tadeus Nim »

Leido. Esperando la entrega 12. :D
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David P. González
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

12

Esther entró en la cocina y miró a su alrededor, cogió el cuchillo más grande que fue capaz de encontrar en su estado de nervios y cruzó el recibidor hasta la puerta que conectaba la casa con el garaje, donde se ocultó. Juan entró por la puerta del jardín y corrió hacia la entrada principal tirando del brazo de Roberto a su paso por el salón, donde éste se encontraba plantado como una estatua. Entró en la cocina, pero estaba vacía. Salió y se dirigió a las escaleras para subir a la planta de arriba, pero su amigo le agarró del brazo y Juan se detuvo.

—Ha salido por esa puerta tronco —dijo con su voz lánguida señalando la puerta del garaje.
—¡¿Pero qué coño te pasa?! —gritó exasperado por la actitud de su compañero—, ¡vamos, muévete!, ¿es que quieres que esto se llene de policías?

Los dos corrieron hacia la puerta del garaje, la abrieron y entraron despacio. Esther estaba dentro de su coche y el portón de la calle se abría lentamente. Juan empuñó la pistola y apuntó a Esther al tiempo que la increpaba para que saliera. Ella, aterrorizada, giró la llave y arrancó el motor.

—¡Me cago en la puta! —gritó Juan mientras bajaba el arma y trataba de disparar al neumático delantero del lado del copiloto —. Otra vez, ¡¿pero que mierda de pistola es ésta que no dispara, joder?! —vociferó frustrado.
—Pero tronco, si no le has quitado el seguro —dijo Roberto acercándose y observando el arma en las manos de Juan.
—¡¿Qué puto seguro, joder?!
—Este tronco, tienes que echarlo para atrás así, ¿lo ves?

Roberto manipuló el arma en las manos inexpertas de Juan.

—¿Y ya puedo…?, ¡coño! —se asustó Juan cuando la pistola se disparó accidentalmente y rompió la ventanilla del copiloto—. ¡Joder!, esto es muy sensible.
—¿Pero que haces?, no puedes llevar el dedo en el gatillo, lo tienes que poner detrás hasta que vayas a disparar —explicó Roberto.

Esther, al escuchar el disparo y ver cómo la ventanilla se hacía añicos, salió del coche y corrió hacia el portón para salir a la calle. Los dos hombres corrieron tras ella, uno por cada lado del vehículo. El portón estaba muy bajo todavía y la forma física de Esther no le permitía agacharse lo suficiente como para escapar por aquella rendija, así que blandió el cuchillo que había cogido de la cocina para mantener a sus dos atacantes a cierta distancia. A pesar de que uno de ellos la apuntara con una pistola, quizás prefiriese una muerte rápida a sufrir lo que su imaginación le decía que pasaría si aquellos hombres la capturaban. La altura casi era la adecuada para que pudiera salir y se preparaba para correr como no lo había hecho en su vida, cuando Juan se dio cuenta de que había dos botones en la pared, cerca de su compañero, cuyos cables terminaban en el motor que abría y cerraba el portón.

—¡El botón, dale al botón! —gritaba a su amigo señalándole los dos botones que acababa de descubrir.

Roberto siguió la línea imaginaria que describía el dedo de Juan y rápidamente, o al menos todo lo rápido que se podía esperar de él, hizo ademán de pulsar uno de ellos. Esther se dio cuenta de su intención y se le echó encima amenazándole con el cuchillo.

—¡No lo toques, hijo de puta! —gritó histérica.

Juan aprovechó para acercarse por el lado derecho del portón. Esther se volvió hacia él para mantenerle a raya y Roberto, por el otro lado, aprovechó para acercarse al botón. Esther se dio cuenta de su error y cuando se giró de nuevo, Roberto ya estaba demasiado cerca del botón, así que, en un acto reflejo, le lanzó el cuchillo sin dar en el blanco.

—¡Hijos de puta! —gritó aterrorizada antes de caer al suelo inconsciente.

Juan había aprovechado que ya no había peligro para abalanzarse sobre ella y golpearla con la culata de la pistola. Se acabó. Roberto pulsó el botón y el portón volvió a cerrarse.

—Menos mal que ha fallado, porque tus reflejos para esquivar cuchillos dejan mucho que desear —dijo Juan jocoso mientras se agachaba para comprobar que Esther estuviera viva.
—Tú podías haber disparado tronco, ¿y si me lo clava en el corazón o algo? —le reprochó Roberto a su amigo tratando de recuperarse del susto.
—Escucha, estoy dispuesto a robar, y sólo por necesidad, pero no voy a matar a nadie y tampoco dejaré que tú lo hagas, al menos en mi presencia.

Pese a permanecer completamente inmóvil en el suelo, Esther respiraba, y salvo el dolor de cabeza que sentiría al despertar, por lo demás, se encontraba perfectamente.

—Podías haberle disparado en la mano del cuchillo tronco, eso no mata —continuó Roberto molesto por la actitud de Juan minutos antes.
—Tú que te crees, ¿qué soy el jodido John Wayne? —espetó éste que empezaba a irritarse.
—Bueno tronco, vale —dijo al fin Roberto resignado al ver que Juan levantaba el tono de voz—. ¿Qué hacemos con ella?
—Lo mejor es que la atemos —contestó Juan mirando a su alrededor en busca de algo con que poder atar a la mujer—. ¡Joder!, ni una puta herramienta, ¿a qué coño dedica este tío su tiempo libre?

El garaje estaba prácticamente vacío, salvo por el coche de Esther, una lavadora, una secadora, un congelador horizontal y una cesta de ropa sucia.

—¿Y ahora qué? —preguntó Roberto esperando a que Juan resolviera la situación de nuevo.
—¡Joder! —exclamó mirando el reloj en su muñeca—, llevamos aquí mucho tiempo y estoy seguro de que alguien ha oído el disparo. Tenemos que terminar ya y marcharnos cuanto antes.
—Pero si todavía no hemos encontrado el dinero tronco —dijo su compañero, más preocupado por marcharse de allí con las manos vacías, que por marcharse de allí sin más.
—Escucha, yo subiré y buscaré la pasta, tú encárgate de ella. Busca por la casa algo con lo que puedas atarla; si no encuentras nada, enciérrala en algún sitio de donde no pueda salir si se despierta. No quiero sorpresas…
—¿En qué sitio tronco, en el congelador ese de ahí? —interrumpió Roberto nervioso mientras señalaba al fondo del garaje.
—¡Que no coño, que no queremos matarla!, no sé, busca un armario o algo que se pueda cerrar con llave. Cuando hayas terminado, subes, limpiamos nuestro rastro, cogemos lo que tengamos y nos vamos.
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David P. González
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

Te estoy esperando Tadeus :malandrin:
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Tadeus Nim
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por Tadeus Nim »

Ok, entiendo la necesidad de que Esther este dentro de la casa y el intento previo de disparo. Pero sigo erre que erre :cunao: . Creo que deberias cerrar esas dos derivaciones con una sencilla frase tipo a las reseñadas antes como ejemplo y en el caso del intento de ejecucion de la cerradura en la calle algo como "coño, estoy en la calle, menos mal que no he disparao" o algo por el estilo. Ya te digo que son ejemplos. Creo que de esta manera se cierran esas derivaciones irresolutas que al lector puede darle sensacion de situacion forzada pero por que si.

En la ultima entrega veo que hay cierta desincronizacion en los tiempos de apertura de la puerta del garaje. Es un continuo. Hay un dialogo "complejo" y accion mientras se abre insuficientemente y luego si que hay hueco ya sin que se perciba que ha pasado tiempo suficiente. El que arranque el motor y se salga del coche por miedo a un disparo y se enfrente con un cuchillo tambien me chirria un poco.

Bueno bueno, que me estoy rayando. No me hagas ni caso. No lo borro por pereza. Perdona por ponerme en plan paranoico tonto el bolo.

La escena en si me gusta y los dialogos entre los choris estan muy bien. El "tronco" de uno de ellos ayuda a diferenciarlos e identifica al personaje. Lo del "John Waine" esta muy bien. Y salvo detallines que un pijotero como yo en modo 3R (Rage-Rotu-Rojo) tenga la osadia de destacar, sigo pensando que va bien bien.

Me gusta y quiero maaaaaaaas :60:
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David P. González
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

Tadeus Nim escribió:Ok, entiendo la necesidad de que Esther este dentro de la casa y el intento previo de disparo. Pero sigo erre que erre :cunao: . Creo que deberias cerrar esas dos derivaciones con una sencilla frase tipo a las reseñadas antes como ejemplo y en el caso del intento de ejecucion de la cerradura en la calle algo como "coño, estoy en la calle, menos mal que no he disparao" o algo por el estilo. Ya te digo que son ejemplos. Creo que de esta manera se cierran esas derivaciones irresolutas que al lector puede darle sensacion de situacion forzada pero por que si.

En la ultima entrega veo que hay cierta desincronizacion en los tiempos de apertura de la puerta del garaje. Es un continuo. Hay un dialogo "complejo" y accion mientras se abre insuficientemente y luego si que hay hueco ya sin que se perciba que ha pasado tiempo suficiente. El que arranque el motor y se salga del coche por miedo a un disparo y se enfrente con un cuchillo tambien me chirria un poco.

Bueno bueno, que me estoy rayando. No me hagas ni caso. No lo borro por pereza. Perdona por ponerme en plan paranoico tonto el bolo.

La escena en si me gusta y los dialogos entre los choris estan muy bien. El "tronco" de uno de ellos ayuda a diferenciarlos e identifica al personaje. Lo del "John Waine" esta muy bien. Y salvo detallines que un pijotero como yo en modo 3R (Rage-Rotu-Rojo) tenga la osadia de destacar, sigo pensando que va bien bien.

Me gusta y quiero maaaaaaaas :60:
Bueno, pues tomo nota de todo. Como seguramente lo reescriba, tendré en consideración todo lo que me digáis.
Lo del tiempo de apertura de la puerta no eres el único que me lo ha dicho, luego debe ser corregido.
Las otras dos cosas sí eres el único que me lo ha dicho, así que pasan a la "lista", pero permanecen a la espera de confirmación :cunao:
Me alegro de que te guste, a ver si no la cago con el final, que se acerca :mrgreen:
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David P. González
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

13

—En el próximo, el próximo si… ¡si, si, si! —gritaba Cristóbal al volante de su coche detenido frente a la vía del tren de alta velocidad Madrid-Sevilla.

Acababa de pasar un tren y él seguía allí. Cuando salió corriendo de EATS tenía una idea muy clara, sencilla y fácil de llevar a cabo; así evitaría terminar con la vida de Esther. No le importaba cuál podría ser el motivo que le llevase a hacer semejante atrocidad, ni siquiera que tal motivo existiese, ella lo había sido todo para él desde que la conociera en aquel supermercado y no permitiría que eso cambiase, aunque para ello tuviera que morir. Parecía sencillo, pisar el acelerador y cerrar los ojos, pero Cristóbal no fue capaz de hacerlo en su primera oportunidad. A pesar de ello, no estaba preocupado. La tensión del momento en que no pudo acelerar hizo que la adrenalina se le disparase y ahora fluía desmesuradamente por su torrente sanguíneo. Casi deseaba que el siguiente tren estuviera ya allí mismo si no fuera porque estaba convencido de que, esta vez sí sería el último para él.

—¡No es posible! —exclamó incrédulo al mirar a lo lejos y ver el coche del doctor Montes acercándose a gran velocidad—. ¡Claro!, el dispositivo de seguimiento, qué estúpido he sido —se lamentó mientras pensaba cómo huir.

Sonia condujo por la Avenida de las Estrellas hasta la altura en la que se suponía que estaba Cristóbal, pero según el navegador se encontraba a unos mil metros a su derecha, en medio del campo.

—¿Dónde coño está? —preguntó Sonia oteando el horizonte con el vehículo detenido.
—Según esto está allí —contestó el doctor señalando un puente que cruzaba las vías del tren después de mirar su Smartphone.
—Si hay un camino tiene que haber una entrada ¿no? —intervino Aldana observando el camino de tierra que pasaba por encima del puente.
—Por supuesto que tiene que haberla, y creo que sé donde está —dijo Sonia antes de poner la marcha atrás y acelerar.

Cristóbal observó desde lejos cómo el coche del doctor salía de la carretera y se dirigía directamente hacia él, así que se metió debajo del puente mientras pensaba cómo haría para escapar. Pensó que tal vez el tren estuviese a punto de pasar y tuviese el valor suficiente para cruzarse en la vía, entonces todo habría terminado y la presencia del doctor con sus siniestras intenciones no serviría de nada. Esther estaría a salvo.

—¡Déjeme ver eso! —dijo Sonia arrancando el Smartphone de las manos de Montes—. Se supone que está ahí delante ¿no?
—Bueno, no sé qué decir, ¿qué indica el navegador? —preguntó el doctor contrariado.
—Lo mismo que esto —contestó ella devolviéndole el Smartphone.
—El GPS utiliza varios satélites para triangular la posición de un objetivo en la tierra—empezó a decir Aldana—, cuantos más satélites y más separados entre sí, mejor será la precisión…

Montes seguía atento, como si esperase a que Aldana terminara de hablar. Sonia se giró y también le miró fijamente.

—¿En serio? —dijo éste sin terminar de creerse que tuviera que explicarlo—. Viceversa, menos satélites, menos precisión —concluyó extendiendo las manos con las palmas hacia arriba.
—¡Oh!, no, no, no. Usamos nuestro propio satélite ¿sabe?, el sistema que utilizamos no tiene nada que ver. Para empezar, no tiene margen de error —explicó el doctor.
—¡Vale! —exclamó Aldana con resignación—, tenía que habérmelo imaginado.
—Así que sin margen de error ¿eh? —empezó a decir Sonia—, pues deje que le enseñe algo doctor, ¿lo ve aquí verdad? —preguntó señalando el punto rojo en la pantalla del navegador—, ahora dígame, ¿lo ve ahí delante?, ¿no? —dijo dando por supuesta la respuesta de Montes—, pues entonces su satélite no es tan preciso como cree. Busquémosle —concluyó llevándose los dedos índice y corazón de la mano derecha hacia los ojos para referirse a una búsqueda visual.

Cristóbal lo daba todo por perdido cuando oyó cómo el coche del doctor, sorprendentemente, se alejaba por el otro lado del puente sin advertir su presencia. Sabía que era cuestión de tiempo que reparasen en su error y diesen la vuelta, así que no se lo pensó dos veces, aceleró y subió al camino para volver por donde había venido. Tenía un nuevo plan.

—¿Pero qué coño? —gritó Sonia al ver el coche de Cristóbal alejarse por el retrovisor—. ¡Agárrense! —vociferó antes de tirar del freno de mano mientras hacía malabares con el volante y el acelerador para girar 180 grados sobre sí mismos.

Montes terminó con la cara pegada al cristal y Aldana casi acabó subido encima del doctor, a pesar de llevar el cinturón de seguridad puesto, después de que un par de curvas le dejasen notar el afán de Sonia al volante cuando se trataba de una emergencia. Cuando el coche estuvo recto y avanzaban de frente, los dos pasajeros de atrás volvieron a su posición en sus respectivos asientos y al fin pudieron hablar.

—¿Pero no es…? —comenzó a decir Montes.
—Cristóbal —interrumpió Sonia terminando la frase—, debajo del puente, ¡joder!, ¿pero cómo he podido ser tan estúpida? —se lamentaba acaloradamente mientras hundía el acelerador en la moqueta.
—Si le sirve de algo —empezó a decir Aldana—, los tres hemos sido estúpidos, no se ofenda —dijo volviéndose hacia el doctor.
—No me ofendo, tiene usted razón —contestó éste.
—En cuanto a su satélite… —continuó Aldana.
—Gracias —dijo Montes obviando el cumplido.

Aldana estaba muy sorprendido de la eficacia que el doctor había conseguido en sus proyectos con tan poco dinero. Se preguntaba cuál sería el secreto.

—¡Rápido, avise a sus hombres para que le corten el paso! —apremió Sonia refiriéndose al convoy de Volkswagens que acompañaban a Aldana adonde quiera que éste fuese.

Era demasiado tarde. Ajenos a lo que pasaba se habían echado a un lado para dejarle paso, después activaron el protocolo de “posible amenaza” y formaron una barricada ocupando todo el ancho del camino de tierra para bajar después de los vehículos, pistola en mano, y dar el alto al coche del doctor.

—¡No me lo puedo creer! —gritó Sonia furiosa aminorando la marcha mientras veía cómo Cristóbal se alejaba a toda velocidad.
—Lo siento —se disculpó Aldana—, ha debido de ser el trompo.
—Estupendo —replicó ella con sarcasmo—, ¿desea un cojín el caballero?, ¿le sirvo una copa?, ¿o quizás le apetecen unos cacahuetes?
—No se lo tome así, su trabajo es protegerme, ellos no saben qué estamos haciendo, no tienen nuestra perspectiva de la situación. Es muy difícil trabajar así —explicó Aldana—. No se detenga, les llamaré.

Sonia avanzaba despacio mientras Aldana se comunicaba con sus hombres y les aclaraba que el objetivo era Cristóbal y que era de vital importancia detenerle sin causarle ningún daño. Cuando colgó el teléfono, los tres Volkswagen dejaron el camino libre y Sonia pisó el pedal del acelerador hasta el fondo. No tardó en llegar a la carretera donde volvió a hacer uso del freno de mano para colocar el coche en la dirección adecuada y volver a acelerar dejando una nube de humo blanco y olor a goma quemada tras de sí. De repente, y a pesar de que ella iba muy rápido y acelerando aún más, de la nube de humo blanco surgieron dos de los Volkswagen, adelantándola como cohetes en busca de Cristóbal.

—Yo quiero uno de esos —exclamó con los ojos abiertos como platos.

Cristóbal esperaba en un semáforo en rojo cuando vio el coche del doctor salir de la nada y levantar toda esa humareda. Pensó que tenía suficiente ventaja hasta que los dos todoterreno negros se hicieron visibles detrás de Sonia, la adelantaron, y como dos exhalaciones, pusieron rumbo hacia él. Tuvo la sensación de que un puntero láser coqueteaba con los pelos de su nuca y sintió pánico de no poder proteger a su mujer, así que, antes de que el semáforo cambiara a verde, aceleró ante la mirada atónita de los demás conductores allí detenidos. Los Volkswagen eran muy rápidos, se le estaban echando encima. Tenía que hacer algo que fuera distinto a ir en línea recta por la avenida o estaba perdido. Entonces miró por el retrovisor y lo vio, a su izquierda, el tranvía. Cruzó dos carriles y se puso en el de la izquierda, en paralelo a él. Aminoró la marcha con el propósito de que los todoterreno se acercasen. Cuando los tenía encima, aceleró y cruzó la vía justo por delante del tranvía, provocando que éste frenase en seco y dejase la carretera bloqueada. Los dos Volkswagen colisionaron entre sí levemente en la maniobra que se vieron obligados a hacer para no golpear al tranvía. Cristóbal giró a la izquierda y de nuevo a la izquierda. En aquella zona los edificios más antiguos eran del 2006, así que, por normativa, todos debían contar con plazas de aparcamiento para sus vecinos. Era cuestión de estadística que alguno de los vehículos que circulaban por esas calles entrase en un garaje. No tuvo que esperar mucho tiempo, unos metros más adelante se puso detrás de un Seat rojo y aprovechando que éste abrió la puerta de uno, bajó con él. Cuatro niveles, había tenido suerte, en el último de todos no podrían rastrear su señal, así que buscó una plaza vacía y allí esperó.

Sonia llegó al lugar dónde se había detenido el tranvía y paró al ver los dos todoterreno allí.

—¿Qué coño ha pasado? —preguntó bajándose del coche preocupada por el estado de Cristóbal.

Uno de los hombres miró a Aldana, que se acercaba detrás de ella, y éste hizo un gesto de afirmación con la cabeza.

—Ese tipo nos ha dado esquinazo con una maniobra temeraria poniendo en peligro la vida de todos esos civiles —explicó excitado mientras señalaba el tranvía detenido.
—¡Maldita sea! —se lamentó Sonia examinando la escena—. ¿Han podido ver hacia dónde ha ido?
—No, nada —intervino otro de los hombres de Aldana—, podría haber ido en cualquier dirección.
—Doctor —dijo Sonia con desdén a la vez que se acercaba a Montes y extendía la mano.
—Olvídalo —contestó éste mostrándole el Smartphone.

El punto rojo que señalizaba la posición del vehículo de Cristóbal había desaparecido.

—¡Vale! —dijo ella resignada—, ¿puede señalarme en qué lugar exactamente ha desaparecido? —preguntó poniendo el dedo índice de su mano derecha en el mapa de la pantalla.
—Lo siento —respondió el doctor con un tono de culpabilidad y moviendo la cabeza en horizontal.
—¿Bromea? —gritó Sonia incrédula.
—Teníamos contacto visual, ¿qué falta me hacía mirar esto? —explicó refiriéndose al Smartphone.
—¿Qué hacemos? —intervino uno de los hombres de Aldana.
—De acuerdo —empezó a decir Sonia haciéndose cargo de la situación y dando órdenes a todos y cada uno de los presentes—, nosotros volveremos al puente, puede que piense que no lo hagamos, merece la pena mirar. Vosotros peinaréis la zona en espiral, empezaréis aquí en círculos pequeños y los iréis ampliando. Hacedlo por separado —concluyó.

Los hombres buscaron la confirmación de Aldana para hacer lo que se les pedía y éste asintió con la cabeza. Inmediatamente después, todos se pusieron en marcha sin perder un minuto.

El doctor guardó su Smartphone en un bolsillo justo antes de que la pantalla se iluminase con un mapa de la zona y un punto rojo empezara a parpadear muy cerca de donde estaban ellos.

—Le encontraremos —dijo Sonia—. ¡Maldita sea! —gritó golpeando el volante con fuerza.
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Tadeus Nim
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por Tadeus Nim »

Dale dale. :wink:
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por lucia »

Respecto al 12, estoy con Tadeus en sus comentarios. Y en este, el cómo se superditan todos a Sonia parece un poco traído por los pelos.
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

lucia escribió:Respecto al 12, estoy con Tadeus en sus comentarios. Y en este, el cómo se superditan todos a Sonia parece un poco traído por los pelos.
Gracias lucia, tomo nota.
Lo de traído por los pelos, ¿a qué te refieres? ¿Crees que no está justificado o es porque no lo ves lógico?
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David P. González
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

14

Un portazo a lo lejos llamó la atención de Cristóbal, que no podía dejar de pensar en Esther. Unos tacones, la puerta de un coche, el motor y por fin las luces. Era un Citroën C3 azul metalizado que le sirvió de lanzadera para salir a la calle de nuevo. No quiso mirar si aquellos todoterreno negros seguían allí, sólo aceleró hasta la avenida de la estrellas, giró a la izquierda y se alejó todo lo rápido que pudo tratando de pasar desapercibido entre los otros conductores. Nadie le seguía, así que, cuando llegó al final de la avenida dejó de ocultarse para ganar velocidad. Cruzó el polígono industrial hasta la M-408 y rodeó el pueblo para llegar al barrio residencial La Laguna, donde vivía con su mujer desde hacía doce años. Cuando estuvo a unos metros de su casa, el portón del garaje empezó a abrirse mostrando el coche de Esther en su interior. No se extrañó demasiado porque en ocasiones iba a recogerla Raquel para ir a desayunar y luego a comprar unos trapitos, como decía ella, antes de trabajar, pero no recordaba que le hubiese comentado nada al respecto, ni esa mañana, ni el día anterior, y eso era bastante raro en ella. Aparcó en la puerta y entró en la casa por el garaje, aprovechando que el portón estaba abierto. En ese momento vio que la ventanilla del copiloto estaba rota y comprendió por qué su mujer no se lo había llevado. No se trataba de una jornada de chicas, sino de un incidente matutino. Cristóbal agarraba el pomo de la puerta que daba al recibidor de la casa y se disponía a entrar cuando se detuvo un instante, pensativo, y se giró para mirar de nuevo el coche de Esther. «¡Claro!», pensó. El coche de su mujer no tenía rastreador y si se lo llevaba, dejando el suyo en su lugar, el doctor iría allí a buscarle mientras él llevaba a cabo su plan muy lejos. Con el nuevo plan todavía tomando forma en su cabeza arrancó el Audi y lo apartó de la puerta del garaje para poder sacar el coche de su mujer. Luego metió el suyo en su lugar, cerró el portón y se subió al Nissan Qashqai de Esther para alejarse de allí a toda velocidad.
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por lucia »

Me refiero a que todo el mundo, incluido Aldana, dan por válidas todas las cosas que ordena Sonia y la dejan hacer y decidir. Aldana no parece de ese tipo de tíos.

Además, que si tú quieres tranquilizar a alguien, no montas una persecución de tres coches por toda la ciudad.
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

lucia escribió:Me refiero a que todo el mundo, incluido Aldana, dan por válidas todas las cosas que ordena Sonia y la dejan hacer y decidir. Aldana no parece de ese tipo de tíos.

Además, que si tú quieres tranquilizar a alguien, no montas una persecución de tres coches por toda la ciudad.
Sonia es la encargada de la seguridad del Instituto y todo lo que se derive de sus proyectos, su trabajo es hacerse cargo de esa situación. A pesar de ello, el equipo de seguridad de Aldana no se limita a obedecer sin más, siempre buscan la aprobación de éste. Si las decisiones de Sonia son correctas, ¿por qué no hacer lo que dice?

En cuanto a lo de tranquilizar a Cristóbal, es un exceso de confianza del doctor que luego, a la hora de la verdad, no sale como esperaba. Esperaban poder acercarse y hablar con él. Al huir, les obliga a cambiar de estrategia.

Esto es lo que pretendía que se entendiese, lo no quiere decir que lo haya conseguido :cunao:
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por David P. González »

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El bolsillo derecho de la chaqueta del doctor empezó a vibrar de menos a más y luego se oyó una música sutil y agradable. Montes introdujo su mano y sacó el Smartphone para contestar la llamada. La música se hizo audible para los tres, que en ese momento salían del coche, detenido en el puente en el que habían estado hacía apenas unos minutos, para examinar la zona.

—¿En serio lo oye? —preguntó Aldana con el ceño fruncido.
—No se trata de oírlo, sino de distinguirlo —respondió éste—. ¿Tiene usted idea de cuánta gente pone algo tan soez como un eructo de tono para su teléfono?, ¿cómo demonios van a saber si alguien les está llamando cuando están viendo un partido de fútbol con los amigos en un bar? Dígame, ¿cuándo fue la última vez que escuchó usted a Vivaldi? —preguntó.
—¿Antes de ahora?, creo que hace años —contestó Aldana.
—Y estoy seguro de que no en un lugar tan inusual como éste, ¿me equivoco?
—Supongo que no.
—Luego, escuchar a Vivaldi por la calle, podría decirse que llamaría su atención, independientemente de su volumen, ¿no es así? —continuó Montes.
—Doctor, podría ser importante —dijo Sonia señalando el Smartphone, que no había dejado de sonar en ningún momento.

Aldana cruzó una sonrisa con Sonia, pero la verdad era que las teorías de Montes le resultaban muy interesantes; ese punto de vista tan lógico y tan calculado, sin dejar nada al azar, le impresionaba, aunque se preguntaba si no era un tanto enfermizo.

—Dime Rodrigo —dijo Montes contestando la llamada en voz bien alta para que Aldana y Sonia supiesen con quién hablaba—, ¿de qué se trata?... sí… ¿un robo dices?... pero esa es la dirección de Cristóbal… de acuerdo, envíamelo… sí, sí, has hecho bien Rodrigo, no te preocupes, te llamaré con lo que sea.
—¿Qué es lo que ocurre? —preguntó Sonia impaciente.
—Según Jano están robando en este momento en casa de Cristóbal y acaba de mandar a la policía —contestó mientras cortaba la llamada.

En ese momento, la aplicación que había pasado a segundo plano por la llamada entrante volvió a estar activa y el doctor vio el punto rojo parpadeando de nuevo en el mapa.

—¡No puede ser! —se lamentó.
—¿Y ahora qué pasa? —exclamó Sonia extrañada mientras le arrebataba el Smartphone de las manos—. ¡Maldita sea!, ¡todo este tiempo…! —gritó y se contuvo después para no decir algo de lo que más tarde pudiera arrepentirse—. ¡No me lo puedo creer! —dijo al fin al tiempo que le entregaba el Smartphone a Aldana para evitar que preguntase y así no tener que darle una mala contestación.
—Entiendo —dijo Aldana mirando la pantalla—, supongo que ya no es necesario que examinemos la zona. En cuanto al robo, ¿la policía no llamará a los dueños de la casa?, me refiero a ambos —preguntó girándose hacia Montes.
—Seguro que sí —respondió el doctor pensativo—, y es posible que ése sea el desencadenante. Rápido, no hay tiempo que perder —dijo dirigiéndose a Sonia al tiempo que se subía al coche.
—Deme dos minutos —contestó ésta poniéndose al volante, arrancando y acelerando antes siquiera de que Aldana hubiera cerrado su puerta.

Mientras Sonia conducía a toda velocidad, Aldana sacó su teléfono como pudo y llamó a sus hombres para darles la nueva dirección. Montes a su vez despotricaba en vano en pos de su seguridad y de la del resto de ocupantes del vehículo, incluso apeló a la seguridad de los ciudadanos con los que se cruzaban, los cuáles no tenían nada que ver con su particular odisea. Todo fue inútil, Sonia desoyó todo lo que el doctor le dijo, lo que Aldana le aconsejó después de terminar su llamada de teléfono e incluso lo que otros conductores le recomendaron con palabras y gestos. Quizás saltarse las señales de stop, los semáforos en rojo y no ceder el paso a otros vehículos cuando tenían preferencia, o a los mismos peatones, no fuera la mejor manera de conducir, por no hablar de la velocidad, pero lo cierto es que en poco más de dos minutos había llegado a su destino y, aparte de unos cuantos enfados, no había causado ningún daño.

La policía ya se encontraba allí desde hacía varios minutos y había acordonado la casa a la espera de la división científica. Los sospechosos fueron cogidos con las manos en la masa, como era habitual, y estaban siendo interrogados en sendos furgones por separado. Sonia se bajó a toda prisa del coche, seguida del doctor y Aldana, y echó a correr hacia la casa hasta que un agente la detuvo.

—¡Quítame las manos de encima! —gritó despectivamente—. ¿Dónde está el dueño de la casa? —preguntó al ver que no le permitirían entrar.
—Por favor señorita, no puede estar aquí…
—Tranquilo, yo me ocupo —intervino el capitán de la brigada interrumpiendo a su agente—. ¿Quién es usted señorita? —preguntó dirigiéndose a Sonia.
—¿Y usted? —respondió ésta de mala gana.
—Miguel Ángel Iturbe, soy el capitán de la brigada.
—¿Capitán? —intervino Montes llegando al fin a la altura de Sonia junto con Aldana—, tenía entendido que había sido un simple robo.
—Está usted bien informado señor… —y alargó la palabra para que el doctor se presentase.
—¡Oh, claro!, ¿dónde está mi educación?, soy el doctor Montes —dijo extendiendo la mano.
—¿Doctor?, ¿es usted médico? —preguntó Iturbe estrechando la mano del doctor.
—¡Oh!, no, no, no. Nada de eso, soy científico en el instituto EATS.
—¡Ah!, sí, lo conozco, ¿lo de las plantas, detrás de la Repsol? —dijo el capitán.
—Sí… lo de las plantas —contestó Montes cruzando la mirada con la de Aldana en un gesto de complicidad.
—Pues se trata de un robo, efectivamente, pero yo vivo dos calles más abajo y he querido supervisar la operación en persona. Haría lo que estuviera en mi mano por los ciudadanos de este pueblo, pero cuando se trata de la familia, uno siempre está dispuesto a hacer más de lo que puede o debe —explicó Iturbe para justificar su presencia en un delito menor—. ¿Y ustedes?, ¿qué hacen aquí?
—El dueño de la casa trabaja para mí en el instituto —contestó el doctor—, ¿se encuentra bien?, nos gustaría hablar con él.
—Me temo que eso es imposible….
—¿Cómo que imposible? —interrumpió Sonia— ¿Dónde está?, ¡maldita sea!
—¿Cómo ha dicho que se llama usted señorita? —preguntó el capitán visiblemente molesto por el tono con el que Sonia insistía en tratarle.
—¡Oh!, se encarga de la seguridad en el instituto… —intervino el doctor diplomáticamente mientras clavaba la mirada en Sonia y movía la cabeza en señal de desaprobación.
—Sonia —dijo ella antes de que el doctor terminara de hablar, desafiándole de nuevo—, me llamo Sonia.
—Verá capitán —continuó Montes haciéndose con la palabra para tratar de conseguir la colaboración que ella se empeñaba en despreciar—, es de vital importancia que hablemos con él.
—Lo entiendo, pero me temo que no está en mi mano —intentó explicar cuando, de nuevo, fue interrumpido, esta vez por Aldana, quién sacó su documentación y la exhibió delante de la cara de Iturbe.
—Por favor —dijo con un tono seco—, deles toda la información que le soliciten, estos señores tienen cobertura total en este caso.
—No se trata de eso —dijo el capitán muy tranquilo—, si me dejasen ustedes terminar sabrían que el señor… —hizo una pausa mirando las notas de su libreta—, Cristóbal Lecea, no está aquí, y antes de que me lo pregunten —continuó levantando la mano y dejando a Sonia con la palabra en la boca—, tampoco estaba cuando llegamos, así que no tengo el gusto de conocerle.
—Pero su coche está dentro ¿no? —preguntó el doctor mirando el punto rojo que parpadeaba en su Smartphone.
—Si se refiere usted a un Audi A4 gris oscuro metalizado, sí, está dentro —contestó el capitán mirando su libreta de nuevo.
—¡Maldita sea! —se lamentó Sonia al darse cuenta de que Cristóbal, al que, sin duda alguna, habían subestimado, les había engañado de nuevo.
—Hay que calcular cuánto tiempo nos lleva de ventaja —empezó a decir Aldana retirándose un par de metros de Iturbe—, estableceremos un perímetro teniendo en cuenta que la velocidad de una persona a pie…
—No podemos dar por echo que vaya a pie —interrumpió Sonia—, podría ir en moto, o en bici, todo el mudo tiene una bici.
—Tiene razón —dijo Montes mirando a Aldana—, si establecemos un perímetro muy pequeño podríamos estar perdiendo un tiempo vital, y si lo establecemos demasiado grande me temo que no llegaremos a tiempo de evitar una tragedia.
—Está bien, pues si no podemos encontrar a Cristóbal, encontremos a su mujer y evitaremos lo que él quiere evitar —propuso Sonia.
—¡Excelente idea! —dijo el doctor excitado al tiempo que llamaba la atención de Iturbe levantando la mano derecha.

Los tres se acercaron de nuevo al capitán y Sonia tomó la palabra.

—Disculpe —empezó a decir con un tono más suave después de tranquilizarse—, ¿han avisado a la dueña de la casa?
—¿La dueña de la casa dice? —preguntó Iturbe revisando sus notas.

En ese momento “El invierno” de Vivaldi se dejó oír llamando la atención de todos los presentes y, aunque el doctor estaba dispuesto a dejarlo sonar y prestar atención a lo que el capitán tenía que decirles, todos le miraban con cierta tensión por lo que optó por rechazar la llamada, pero antes de hacerlo pudo ver que se trataba de Rodrigo y cambió de opinión.

—Lo siento —dijo llevándose el aparato a la oreja y retirándose unos metros.

Sonia y Aldana escuchaban con atención al capitán mientras él hablaba con Rodrigo. Cuando hubo terminado, pidió a éste que le enviara la información que acababa de darle al Smartphone y corrió hacia el grupo tomando la palabra.

—Tenemos que irnos —dijo apresuradamente.
—¿Qué sucede? —preguntó Aldana intrigado.
—Era Rodrigo —empezó a decir acalorado y andando rápidamente hacia el coche para que ambos le siguieran—, Jano ha pronosticado el suicidio de Cristóbal en estas coordenadas —concluyó levantado el Smartphone para mostrar a ambos el parte que Rodrigo le había enviado.

Sonia le arrebató el aparato de las manos y se detuvo un instante.

—Un momento, estas coordenadas me suenan —dijo sacando el pronóstico del asesinato de Esther, que guardaba celosamente en el bolsillo—. ¡Joder, vuelve al puente! —gritó antes de adelantar al doctor corriendo hacia al coche.
—¿Qué pasa con Esther? —preguntó Montes mientras aceleraba el paso detrás de ella, seguido a su vez por Aldana.
—¡El señor Aldana se lo explicará por el camino, no hay tiempo que perder!

Los tres subieron al vehículo que, segundos después, desapareció en una nube de humo blanco con olor a goma quemada.

El teléfono de Iturbe sonó y apenas habló medio minuto. A continuación se acercó a su coche e introdujo el brazo por la ventanilla para coger la radio y mandar a varias patrullas al aviso de suicidio. Luego habló con uno de los agentes para dejarle al cargo de la situación, se subió al vehículo y puso rumbo a las coordenadas del aviso.
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lucia
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por lucia »

En serio, el personaje de Sonia es una caricatura de encargada de seguridad. Parece una mujer completamente histérica y moviéndose sin ninguna lógica. De hecho, nada de lo que están haciendo tiene mucho sentido, quitando que Jano está jugando con ellos como quiere.
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Tadeus Nim
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Re: Janícula - episodio 1 (Suspense/CienciaFicción)

Mensaje por Tadeus Nim »

El dialogo de los tonos del principio lo he tenido que leer un par de veces extra para saber de que hablaban. En medio del follon lo veo irrelevante. Al menos de momento.

Esperando mas. :wink:
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