Promesas (relato)
Publicado: 23 Ene 2014 11:53
Nacho, un amigo desde la infancia, es el auténtico protagonista de esta historia. Cuando tomó rumbo a los estudios, llegó el momento de separarnos. Él se doctoró en psiquiatría y yo me convertí en un trotamundos. Hacía algo más de tres años que no teníamos contacto cuando un día Nacho me llamó por teléfono. Me pareció bastante alterado.
—Debes venir lo antes posible a Tarragona, Ariel —me pidió.
— ¿Qué sucede, Nacho? Me estas asustando...
—Ven a verme lo antes posible, no lo soporto más. ¿Por qué no has cumplido tu promesa? —Y la comunicación se cortó.
Me dejó intrigado. No recordaba haber hecho ninguna promesa y tampoco reconocía a Nacho, desquiciado, cuando él siempre ha sido un hombre cabal, con la cabeza bien asentada. Sacrifiqué mis vacaciones y al día siguiente puse rumbo a Tarragona. No localicé a Nacho en su domicilio ni en su trabajo, así que contacté con Laura, su exmujer.
Ella seguía viviendo en la misma casa de siempre. Abrió la puerta y nos reencontramos los dos, cara a cara, sin que nos pesara aquel pequeño secreto que sólo ambos conocíamos. La comida transcurrió relajada y amena. Me contó que Nacho regresó muy cambiado de un viaje a Gerona para un congreso de psiquiatría. Estaba asustado, esquivo, y pasó dos días con fiebre alta y delirios. Habló en sueños con un hombre en varias ocasiones, algo sobre cumplir no sabía qué promesa. Laura llevaba meses sin verlo. Me dio la dirección del nuevo apartamento de Nacho y fui, pero allí no vivía nadie. Una noche me lo encontré esperando en el hall de mi hotel. Tenía el aspecto de una caricatura de Don Quijote: los rasgos perfilados, los ojos hundidos con la mirada distante, enfebrecida... Me miró como si no me reconociera. Su voz temblaba, igual que el cuerpo. Lo invité a quedarse. Durmió hasta que consumió todo el sueño atrasado. Cuando despertó, yo seguía dormido como un perro fiel, en el suelo a los pies de su cama. Me despabiló como era su costumbre, echándome encima un poco de agua fría. ¡Cabrón! , exclamé, medio soñoliento. El rió a carcajadas y reconocí a mi amigo de toda la vida.
(Continuará... "Sí tú quieres)
—Debes venir lo antes posible a Tarragona, Ariel —me pidió.
— ¿Qué sucede, Nacho? Me estas asustando...
—Ven a verme lo antes posible, no lo soporto más. ¿Por qué no has cumplido tu promesa? —Y la comunicación se cortó.
Me dejó intrigado. No recordaba haber hecho ninguna promesa y tampoco reconocía a Nacho, desquiciado, cuando él siempre ha sido un hombre cabal, con la cabeza bien asentada. Sacrifiqué mis vacaciones y al día siguiente puse rumbo a Tarragona. No localicé a Nacho en su domicilio ni en su trabajo, así que contacté con Laura, su exmujer.
Ella seguía viviendo en la misma casa de siempre. Abrió la puerta y nos reencontramos los dos, cara a cara, sin que nos pesara aquel pequeño secreto que sólo ambos conocíamos. La comida transcurrió relajada y amena. Me contó que Nacho regresó muy cambiado de un viaje a Gerona para un congreso de psiquiatría. Estaba asustado, esquivo, y pasó dos días con fiebre alta y delirios. Habló en sueños con un hombre en varias ocasiones, algo sobre cumplir no sabía qué promesa. Laura llevaba meses sin verlo. Me dio la dirección del nuevo apartamento de Nacho y fui, pero allí no vivía nadie. Una noche me lo encontré esperando en el hall de mi hotel. Tenía el aspecto de una caricatura de Don Quijote: los rasgos perfilados, los ojos hundidos con la mirada distante, enfebrecida... Me miró como si no me reconociera. Su voz temblaba, igual que el cuerpo. Lo invité a quedarse. Durmió hasta que consumió todo el sueño atrasado. Cuando despertó, yo seguía dormido como un perro fiel, en el suelo a los pies de su cama. Me despabiló como era su costumbre, echándome encima un poco de agua fría. ¡Cabrón! , exclamé, medio soñoliento. El rió a carcajadas y reconocí a mi amigo de toda la vida.
(Continuará... "Sí tú quieres)
