El niño del tirachinas (Relato homenaje a Tolomew)

[Tolomew Dewhust]

Anoche te leí, .

[jilguero]

Anoche te leí, .

Entre El telegrama azul y La eternidad esta semana la barca de Caronte ha sido un ir y venir cargadita de recuerdos. Y me acordé del niño Gades que un día vi marcharse montado en su bicicleta cometera y diciendo adiós con la manita levantada, y esa manita me llevó a la otra. Pero luego recordé esa cara tan bonita y esas piernecitas cruzadas, y por eso dejé aquí un mensaje

Pero esta madrugada, me desperté y escuché eso de:
Creo en el espíritu libre y santo
En la iglesia de los compases celestiales
...
En la resurrección de las caras pintadas de blanco

Y pensé que estamos en carnaval y, como Penélope (a esa no le he dedicado aún la atención que se merece ), decidí destejer lo tejido.

[jilguero]

Llegan a mí los ecos de tu voz, niño que vuelas, es lo que se me viene a la cabeza cada vez que paso por la Alameda Apodaca.

Pero no venía a eso, no. Venía a decirle al Niño Gades que se acabaron los geranios, que en dropbox han decidido desactivar la carpeta pública y Lamentos y Requiebros y la barquita del mediano se han volatizado.

Sé de uno que se habrá alegrado y todo. Sí, de ese que se mordía la lengua para no exclamar: "¡Quita, por favor, ya eso geranios reveníos de tu firma!

Pero igual para ejercitar la paciencia del antes mentado recupero lo del agüita y el fanguito

[jilguero]

Titirititi , además "for ever" y ahora drop box ya no puede hacer nada.

[jilguero]

Vengo a recordarle a Gades que los jacarandás están en flor y que, cuando eso ocurre, escucho la vocecita del Niño del Tirachinas que me dice: «¡Señora!, ¿me puedes ayudar?».

Y entonces yo sonrío pensando en ese tirachinas que no acepté pero que ahora aceptaría, porque pertenece a ese mundo en el que no creía y ahora creo.

Y luego lo recuerdo pedaleando en su bicicleta y con la mano alzada diciéndome adiós y es entonces mi propia voz la que escucho: Llegan a mí los ecos de tu voz, niño que vuelas. Y te anhelo. .

La razón me dice que nada de eso ocurrió, pero cuando de noche veo brillar a Orión, la ranita enjaulada de mi pecho me brinca y entonces ya no tengo la menor duda de que sí, de que sucedió en la Tierra de los Jacarandás