Detective D: el león de arcilla (Microrrelatos)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Cebrianart
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Detective D: el león de arcilla (Microrrelatos)

Mensaje por Cebrianart »

Hola!! He auto-publicado mi propio libro de una forma muy personal, tanto que no sé si se le puede llamar publicación. Lo he hecho así porque quería mi libro en formato físico a un coste muy bajo (unos 30 céntimos) y que la gente pudiera adquirirlo también a un precio low-cost (1 euro), pero sin que fuera digital, ya que como digo yo lo quiero en papel. Así, se me ha ocurrido esto, y he repartido algunos en algunas tiendas de mi barrio para que los vendan. Lo he hecho de una forma nada profesional; sólo tengo el feedback de amigos y familiares que me han dicho que les gustaba el diseño y la idea.

Por eso os pido vuestra opinión de expertos. Quiero seguir publicando más y dándolos a conocer en la web (esta es la web https://cebrianart.wordpress.com/) , distrbuirlos, pero mi objetivo es que no sólo yo sino cualquier autor publique su propio libro conmigo como "editor", de esta forma económica y creativa, y que puedan ganar para ellos mismos la mayor parte del precio, (un 75% por ejemplo).

Voy a compartir con vosotros el primer libro. Yo no he editado ni publicado nunca un libro así, entonces pido disculpas por la falta de profesionalidad y errores. GRACIAS!!

Email: cebrianart@gmail.com

DETECTIVE D: EL LEÓN DE ARCILLA

-Fijaros, así es como se debe moldear la arcilla –decía el alfarero mientras movía las manos majestuosamente-, primero le damos la forma que queremos, en este caso la de un león de Nemea -los alumnos miraban fijamente al despiadado monstruo que parecía cobrar vida por momentos-. Tranquilos, este animalito no os morderá- dijo entre risas-, pero en la mitología griega, esta bestia fue el primero de los doce trabajos de Heracles. ¿Habéis escuchado hablar de este héroe de la mitología griega? -los chicos se miraban entre sí asombrados mientras ladeaban de un lado al otro la cara-, tal vez lo hayáis oído con otro nombre, el de Hércules. Hércules tenía la misión de despojar de su piel al león que había estado aterrorizando al pueblo de Nemea. Se decía que este león tenía la piel tan dura que ningún arma podía atravesarla. Y bien cierto que era, pues Hércules vio como las flechas de su arco se retorcían como un muelle al impactar infructuosamente contra la piel del león. Lo mismo le ocurrió a su gran garrote, hecho de fuerte olivo, que se astilló hasta la nada; y a su espada de bronce, que quedó partida. Aun así, Hércules era no menos valiente que el león y fuerte como no lo ha sido otro hombre –los niños empezaban a emocionarse, como si supieran que el desenlace se acercaba- y no quiso darse por vencido. Consiguió ingeniárselas para conducirlo a una cueva que conocía bien, donde aprovechó la oscuridad y la falta de movilidad del animal para darle caza, estrangulándolo con sus dos enormes y musculosas manos.

El timbre sonó. Los niños se alborotaron y empezaron a revolotear hacia sus mochilas. En un visto y no visto, todos recogieron sus cosas y salieron de la clase. Todos menos uno, que permanecía mirando absorto al león.

-Sancho -le llamó el alfarero-, ¿estás bien? -el niño no hablaba, pero asintió sin retirar la mirada de la fiera-. ¿Te has quedado con ganas de saber más? ¿Es eso? Está bien entonces, tú serás hoy Hércules, así que escucha con atención como terminó tu historia. –el niño sonrió levemente-. Heracles volvió a Micenas, donde le esperaba el rey Euristeo, quien le encargaba cada uno de los doce trabajos. Sin embargo, el rey estaba tan incrédulo de la proeza como aterrorizado, y no quiso volver a ver nunca más a Hércules. A partir de entonces se escondería y le daría las instrucciones de los doce trabajos a sus heraldos-.

-¡Cobarde! -gritó el niño de repente, dando un pequeño salto y levantando las manos. El alfarero se dio un pequeño susto y tropezó con la mesa. La figura, que ya estaba secándose encima de esta, se tambaleó durante algunos instantes-.

-¡V-vaya, Sancho, estoy muy de acuerdo contigo! -saltó el alfarero para sintonizar con el niño-, después de mandarle a Hércules un trabajo tan difícil debería estar contento y recibirlo con grandes honores. Bueno, y aquí termina la historia. Finalmente Hércules se hizo una armadura con la piel del león y empezó a hacerse muy famoso. ¿Te ha gustado, Sancho? ¿Quieres ser tan fuerte como Hércules? -el niño le dedicó una gran sonrisa y salió corriendo hacia la puerta, donde se encontraba María, apoyada en el marco de la puerta. El niño se le agarró a la pierna y María le correspondió con una caricia.

-Los niños disfrutan mucho contigo –dijo María con ternura-. Ojala pudieras estar más tiempo, sobre todo con Sancho.

Teo, el alfarero, venía una día por semana para trabajar con los niños. Algunos de ellos tenían dificultades, como Sancho, que había sido diagnosticado con Trastorno de Déficit de Atención e Hiperactividad. A Sancho le costaba concentrarse y a menudo se encontraba muy inquieto. Aquellas actividades donde el chico manifestaba un interés especial, como en la alfarería, se mostraba más focalizado en una tarea que de costumbre.

-Ojalá, pero tengo más cosas que hacer. Adiós María –le contestó Teo de forma abrupta mientras terminaba de lavarse las manos y se secaba-.

-Espera, ¿ya te vas? –le dijo María, mientras se dirigía hacia él-. Por favor, mírame. Quiero hablar contigo. –Teo ya se había soltado de la pierna de María-. Sancho, corre, ve con Sara mientras Teo y yo hablamos de cosas de mayores. Enseguida iré contigo.

-Espera Sancho, toma –Teo sacó del bolsillo un caramelo y se lo dio al chico-. Por tu buen comportamiento hoy.

Sara era la señora de la limpieza. Soltera y sin hijos, estaba muy unida a los niños, que eran para ella como su familia. Llevaba trabajando 12 años en este servicio. Se trataba de un colegio pequeño pero acogedor, que contaba solamente de educación primaria, donde solamente dos profesionales de la limpieza se ocupaban de todo. Sara, según las profesoras, era buena profesional, pero tenía demasiado apego con los alumnos. A veces daba indicaciones que corresponderían más a una profesora que al personal de limpieza y eso era bastante criticado en las sombras.

Sancho ya se había alejado y Teo se estaba colocando la chaqueta, dispuesto a salir. -María, lo que pasó entre nosotros no ha pasado nunca, ¿me entiendes? Olvídalo –contestó Teo nervioso e irritado-.

María se había parado en seco delante de él. -¿Cómo puedes actuar así, con todo lo que he hecho por ti? Te necesito, y sabes que lo que pasó es lo que en realidad quieres. Me deseas y lo sabes. –María cogió de la mano al alfarero, que quedó paralizado por unos momentos.

-¡D-déjame María! ¡Olvídame! No pienso seguir con esta historia –Teo hizo una pausa-. No voy a volver aquí jamás –dijo rotundamente.

Entonces se escuchó un grito al otro lado del pasillo. Venía de Sara, la señora de la limpieza. Junto a ella, Sancho se encontraba tirado en el suelo, quieto como una esfinge. Teo y María se apresuraron para socorrerle. El niño no respiraba. La policía y los efectivos del Samur no tardaron en llegar.

-Hola, soy el Detective-D, asignado a este caso. Nos han informado de que un niño de 8 años ha fallecido, aparentemente, por intoxicación al ingerir líquido de una botella de desatascador, que se encontraba destapada y caída junto al cuerpo del fallecido. La señora de la limpieza, Sara, ha sido la primera persona en ver el cuerpo del fallecido. –Dijo el hombre-. También nos han informado de que las tres últimas personas en estar en contacto con el fallecido fueron ustedes tres: María, su tutora; Teo, el alfarero; y Sara, la señora de la limpieza. Nos gustaría que permanecieran en esta habitación mientras se aclaran los hechos –comentó el detective de forma pausada, mientras un policía hacía entrar a Sara en la habitación donde había tenido lugar el taller de alfarería.

Teo y María no habían vuelto a dirigirse la palabra desde la discusión. Sus respectivos malestares habían dejado paso a la más absoluta sorpresa y espanto.

-Señor detective –dijo Teo-, ¿acaso somos sospechosos de algo? He quedado con mi mujer y mis hijos a comer en un restaurante muy caro, donde tengo mesa reservada. Esto es una tragedia, pero está claro que Sancho bebió por accidente ese producto para la limpieza. Si hay un responsable de esto no soy yo, sino la que lleva la limpieza. Quizá debería empezar usted a investigar por ahí –sentenció Teo.

-Quizá usted debería empezar por no decirle a un detective qué es lo que debe investigar. Me parece a mí, vaya. No quiero que se moleste, pero usted es tan sospechoso como el resto. –Dirigió una mirada tajante a los tres-. Sospecho que no estamos ante un accidente, sino ante un homicidio, y que el asesino está entre ustedes tres.

Me gustaría escuchar qué es lo que cada uno de los tres tiene que decir en su defensa.

-Perdone, señor Detective, pero yo, lógicamente, no he matado a nadie. Soy la tutora de este chico. Me encantan los niños, desde siempre y más aún, desde hace 9 años que llevo ejerciendo la profesión. ¿Le parece usted que tengo yo pinta de asesina? –increpó Sara.

-Yo opino que ésta persona bien podría ser la asesina, Señor D. –dijo Sara. La he visto muy interesada en este chico desde hace varios meses y no he logrado saber por qué.

-¿Tal vez sea porque, repito, soy su tutora y además me preocupo porque esté bien? ¿Sabe que tiene TDAH y que necesita de una atención mayor que la del resto? Por favor, no juegue a los profesores y métase en sus asuntos, a ver si me va a venir a decir ahora cómo debo trabajar con mis alumnos.

-Calma, parece que hoy todos tenemos ganas de decirle a los demás cómo tienen que hacer su trabajo. Permítanme decir que ustedes tres son personas competentes, de las que he recibido buenas críticas en el tiempo que he estado investigando este caso hace escasamente media hora. Si no fueran competentes ya estarían despedidos. Si sus labores están siendo cuestionadas ahora es porque ha tenido lugar un suceso de suma delicadeza y que cojea, a ciencia cierta, de unas cuentas patas.

-¿De qué está usted hablando? ¿Ha averiguado algo? –preguntó Teo entre asombrado y alterado.

-He averiguado algo. De hecho, ya sé quién es el asesino. Sólo quería conocerles en persona y ver cómo actuaban.

-¡¿Cómo!? –exclamó María.

-Les explicaré, resumidamente, lo que sucedió. María y Teo estaban discutiendo acaloradamente. Según cuentan el conserje y varios profesores que acababan de terminar sus clases, ustedes tenían la puerta abierta y se les oída gritar desde el pasillo, dado que este no es muy largo. Además, pudo verse a María apoyada en el marco de la puerta durante algunos minutos. Dado que acababa de sonar el timbre, los niños estaban fuera; y en la clase de alfarería, que había terminado, sólo podía quedar el alfarero, Teo. –Dijo D mientras hacía un barrido de miradas desde Teo pasando por María para quedarse con Sara-.

A continuación, Sancho salió corriendo de la habitación para irse con Sara. Varios testigos cuentan como vieron a Sancho ayudando a pasar la mopa por el pasillo. Durante unos minutos Sara se paró a hablar con un grupo de niños, tiempo que Sancho aprovechó para jugar con algunos productos químicos, como el bote del desatascador. Quería olerlo y cuando lo abrió, algo le ocurrió y se desplomó en el suelo, cayendo junto a él dicho bote.

-Lo siento, es verdad. Yo soy la asesina. Yo maté a Sancho. –saltó Sara entre lloros. ¡No me di cuenta, lo juro! Yo estaba ayudando a unos niños y vi a Sancho jugar con mis cosas pero pensé que sólo estaba curioseando. Sancho es un niño listo y no pensé que fuera a beberse nada. Nunca pensé que pasaría esto, sino, no lo hubiera dejado sólo. Creedme por favor.

-Señora, yo la creo –dijo D mientras lanzaba una mirada penetrante, rápida y tranquilizadora a Sara-, pero usted no ha matado a nadie. El asesino de Sancho es…Teo.
-¿Yo? Venga por favor, lo que me faltaba por oír. Adiós, no tengo por qué aguantar esto.- dijo Teo mientras se dirigía a la puerta.

-Espere. ¿Teo usted es un maestro alfarero verdad? Eche un vistazo a esto. En el bolsillo izquierdo de la ropa del servicio de limpieza de Sara he encontrado el envoltorio de un caramelo. Este envoltorio tiene restos de un tipo de material arcilloso bastante raro llamado Sebosite. Hacen falta muchos años de experiencia para realizar el derivado único de un compuesto como este, un derivado capaz de disolverse rápidamente, compacto, no pegajoso y por el olor, yo diría que con sabor a fresa –dijo mientras hacía crujir el envoltorio-. Usted elaboró cuidadosamente un caramelo con este tipo de arcilla y lo rellenó con una sustancia letal y de fácil preparación, como el cianuro, que causa la muerte en pocos minutos. Sancho sufrió un paro cardíaco y se desplomó al instante.

-Detective-D, es usted más idiota de lo que pensaba, ¿qué motivo tendría yo para matar a uno de mis alumnos? ¡No tiene ninguna prueba!

-Usted y María tuvieron un affaire –dijo el detective mientras caminaba hasta María-. Puede que usted no sea consciente, pero sus acercamientos durante los últimos meses no han pasado desapercibidos en el profesorado y así me lo han hecho saber enseguida –el detective hizo una pausa y volvió a dirigirse a Teo-. Sancho es uno de sus alumnos más preciados; y también para María. Posiblemente Sancho los descubrió en una situación comprometida, aquí en el colegio y usted empezó a sentir miedo por la integridad de su matrimonio y de su familia. El miedo se le apoderó y este niño se convirtió en un peligro para usted y su vida, así que decidió tomar cartas en el asunto aprovechando sus habilidades como alfarero de renombre que es.

-¿¡Y-yo!? ¿Sabes lo que estás diciendo? ¡No tienes ninguna prueba! –gritó Teo, sudoroso mientras se quitaba la chaqueta.

-EL médico forense ya ha tomado muestras del envoltorio del camarero. Aunque fue muy perspicaz en su preparación, no logró eliminar todo rastro. También se han tomado muestras de tejido del fallecido. Dada la naturaleza volátil del cianuro, mañana tendremos el resultado del análisis, ya que de retrasar el asunto no hallaríamos rastro de él. Por último, hemos escuchado el testimonio de Sancho. Es un niño muy listo, como decía Sara, además de muy sincero.

Teo, el alfarero, calló arrodillado mientras su cara se retorcía y se asfixiaba por una opresión invisible, como si las dos enormes manos de Heracles hubieran tomado su cuello.
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lucia
Cruela de vil
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Re: Proyecto innovador publicación microrelatos y relatos co

Mensaje por lucia »

Necesita un buen repasito: desde ese último calló (no se calla, se cae, así que sería cayó) a casi todas las preposiciones. Y la acción es tan saltarina como cuando un niño pequeño te cuenta un cuento y va pasando deprisa y corriendo por todas partes.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Cebrianart
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Re: Proyecto innovador publicación microrelatos y relatos co

Mensaje por Cebrianart »

Hola Lucía, gracias por contestar.
Bueno, he seguido trabajando en el proyecto, pero de momento me he olvidado de vender nada para centrarme en escribir más. Quiero compartiros prólogo y primer capítulo de una novela corta, que tendrá entre 10000 y 40000 palabras. Me gustaría que me diérais vuestra opinión. Gracias!

PRÓLOGO

Otra noche más.
Cuando miro a lo alto, veo un cielo heptagonal. Sus ojos se posan en mi frío corazón. Sus manos brillan y construyen una ciudad de recuerdos en mi mente. No importa donde estés, llegaré a ti- dice una voz.
En esta ciudad hay algunas reglas egoístas, pero a mí no me importan. No quiero que me vean como alguien que se ha dado por vencido, por eso tengo que aparentar que soy fuerte. En este retorcido mundo otros mandan sobre mí.
Veo demonios explosivos, de cuernos verdes, múltiples alas blancas y anillos de metal, cuya cara está partida en mil pedazos. El pelo rojizo de estos demonios se parece al mío, pero no tenemos nada que ver. Trato de recorrer esta ciudad sólo, lejos de ellos, pero llego a una escalera rota. Desde el otro lado veo el final del camino, pero la oscuridad se expande hasta donde alcanza la vista y tengo que caminar sólo, soportando la debilidad de no caminar junto a mi amada. Y sigo recorriendo en silencio, noche tras noche, las cortinas de este escenario. Anhelo el día en que encuentre a la persona que quiero proteger.
Mientras tanto, tengo que buscar otro camino. Trato de tragarme el peso de las palabras irreflexivas que llegan a mi mente y sigo caminando, sudando mi propia confianza hasta agonizar y tener ganas de huir. La salida no está tan lejos como soñé. Tengo ganas de montar un alboroto sin importar lo que piensen los demás y sonreírles diciéndoles que en realidad no he pasado miedo.
Un hombre con sombrero a rayas verdes y blancas, pelo rubio y capa negra, me recibe. Es un amigo valioso. Le prometí que le llevaría la melodía salvaje de la aventura, y así lo he hecho. Sin embargo, ahora que he vuelto, un sinfín de flechas azules esperan para juzgarme, ya que me he saltado algunas de las reglas de esta ciudad.
Tres nubes blancas de humo me empujan hacia el recinto en el que voy a ser juzgado. En su pupitre dorado me espera la sentencia, donde una increíble mujer de cabello marino y rostro cadavérico ansía mi llegada. Dice que he volado demasiado lejos, que he jugado con las cuerdas negras la noche. Dice que tengo un agujero en mi corazón. Las flechas azules se clavan en mi piel y quedo tejido en una red en la que sólo soy una marioneta lastimada que escucha los desvaríos de unos pobres jueces anclados en siglos de historia pasada de moda.

CAPÍTULO 1 - AZUL SOÑADO, AZUL ODIADO

He pasado la noche en vela pero al fin ha amanecido. Necesito mi chaqueta y mis gafas. No puedo salir sin ellas ni sin mi blanqueador de dientes. Una, dos y hasta tres veces escucho la campana que llama al desayuno. A pesar de que el almacén ardió hace unas semanas, no soy estúpido. Sé que en la época en la que vivimos nada desaparece. Sobra de todo, menos la luz de las estrellas. Nunca tengo suficiente de eso.
Se sigue escuchando el eco de la campana. El agua empieza a fluir. Me alegro al ver que las flores han amanecido también. Las flores jamás conocerán mis sentimientos, pero me gusta compartirlos con ellas antes de que desaparezcan junto con mis pensamientos.
Al salir de casa la luz del sol está justo al otro lado. Me abro paso corriendo entre los matorrales y el barro. La suela de mis zapatillas se queda marcada en todas direcciones. Es divertido ver girar el mundo rápidamente mientras corres hasta caer rendido en la paja.
Mi pelo rojizo se confunde entre el barro. Ahora tendré que volver a lavar mi chaqueta y mis gafas preferidas. Necesito algo de spray para limpiar los cristales. Odio que mis gafas estén borrosas o se empañen, aunque ahora no puedo hacer nada. No necesito más riquezas ni tesoros que momentos como este.
A decir verdad, hay algo a lo que no puedo renunciar. A mis amigos y a mi novia. Sin ellos, mi vida tendría otro matiz. Cuando tengo problemas sólo hay que ponerlo en sintonía con ellos y la música cambia de ritmo. Mi mejor amigo es Buta, un fanático de los sombreros. El que más le gusta es uno a rayas verdes y blancas. Es fácil coger el timón de las situaciones difíciles cuando tienes a alguien como él, que te escucha con entusiasmo. Juntos recorreremos la vida y encontraremos las cosas que deseamos, aunque sea por caminos distintos. Se trata de lanzar las monedas de nuestros bolsillos y esperar a que salgan siempre salga la cara que queremos.
Hoy voy a coger un crucero. El día es deslumbrante. Será complicado llegar hasta el puerto. Puede que tenga que abrirme paso a puñetazos entre aquellos que no quieren que deje el pueblo. Ninguno de ellos tiene la consistencia suficientemente como para impedir que lo consiga. Por más que me corran, puedo bostezar mientras se esfuerzan en vano.
Hay un gran oleaje. La espuma se acumula al final de cada ola, en una explosión de agua que imita a la anterior y que desborda a la siguiente. Estoy algo abatido por lo que sucedió anoche. Tengo que zarpar antes de que el sol vuelva a caer.
Buta ha venido a despedirme. Ya puedo balancearme en las olas del mar. Mis amigos se desesperarán ante mi ausencia, pero no tengo otra opción. La puerta al horizonte se ha abierto. También las puertas de mi camarote, donde tomo una pequeña siesta. Se pueden ver algunos delfines desde la ventanilla. La arena queda ya lejos. Puedo ver la figura de un pequeño perro recorriendo la orilla, pero ya no puedo ver a mis amigos.
Creo que es hora de busca un sitio en el que comer un buen chuletón. En este crucero tan grande algo tiene haber. No se puede desprestigiar semejante estela con un servicio de cocina penoso. Estoy tan contento que charquearía mis pies en un salto, pero no sé hacerlo, aunque al final lo único que puedo permitirme es una brocheta asada de setas, beicon, cebolla y pepino, ya que he gastado todos mis ahorros en el viaje.
Estoy de vuelta en mi camarote. Alguien llama a la puerta, ¿quién será? Un hombre con una nariz muy larga y un pañuelo naranja en la cabeza abre la puerta. Viste una camiseta blanca abierta.
- Hola chaval, ¿qué haces? Parece que te has separado de tu gente. Puedo verlo a través de mi catalejo- dice el hombre, sacando su artilugio para echar un vistazo más de cerca.
- No creo que puedas ver muy lejos con ese cacharro, ¿quién eres?
- Sólo soy una persona que busca fama, riqueza y poder. Muchos hombres buscan algo así, pero yo he reunido todas las piezas del puzle para conseguirlo. Sino sería una pérdida de tiempo. Mira, tengo una brújula para no perderme.
- Muy bonita. Espero que tengas suerte en tu búsqueda, pero no me interesa. Yo también estoy buscando algo y no puedo perder el tiempo.
Puedo ver en su apariencia, que este hombre está emocionado. Su mirada cortante atraviesa virtualmente este barco en pedazos. Durante unos instantes más el hombre permaneció en mitad de la puerta y sin mediar más palabra se fue.
Son ya varias horas de viaje. Casi van a ser las nueve. Está a punto de suceder de nuevo. Desde hace un tiempo, cuando cae la noche, todos los días a la misma hora, desaparezco tal y como se me conoce en este mundo. Busco una luz que nunca he visto pero no puedo abrir los ojos. Cuando me despierto estoy en esa ciudad. La ciudad de las reglas egoístas. Y no soy bien recibido.
La primera regla de esta ciudad es que no se puede escapar y la rompo automáticamente. No sé ni cómo entro ni como salgo, pero es una realidad que no puedo desmontar por más que piense. Intento llevarme a este oscuro lugar el sol cálido de mi tierra, pero me siento como el ancla que no llega al fondo del mar, en un bote que desea tomar tierra.
Estoy en un aprieto. La noche anterior fui juzgado y sentenciado. Me reúno con Morgana, la mujer de pelo marino, para que dé comienzo mi castigo. Viste una túnica de azul cobalto con un cinturón marrón grabado y hebilla arcoíris. En sus ojos se refleja el odio hacia los hombres. Me pone los pelos de punta. Le tiraría un huevo a la cara de amargada que tiene. Debo decir que aunque escalofriante, es una mujer guapa, aunque demasiado delgada para mi gusto. Se le marcan los huesos.
- Bienvenida, pequeña rata. Como cada noche, te empeñas en perturbar la paz de este mundo, pero yo acabaré con tu pequeña fiesta. El castigo de hoy es una carrera, ¿te gusta correr?
- Me encanta. Mi corazón rema a contracorriente por bombear sangre hacia mis piernas.
- Me alegro, ¿disfrutas con sólo imaginarlo? Yo sí. Es una carrera muy especial. Como para ti la vida es una aventura, en esta carrera mueres cuando alguien te adelanta, ¿a que es divertido?
- Divertidísimo.
- ¿Puedo cortarte? Quiero ver si de verdad tienes sangre en las venas o se te ha secado.
Puedo sentir el ritmo de esta mujer. Está vibrando de emoción, pero no se la daré todavía. Un hombre con cara de reno, con un cincuenta y seis dibujado en la cara, una camisa rosa con lunares verdes y una bandolera marrón me hace entrega de las instrucciones. Las reglas de la carrera. Primera regla: si otro corredor da una vuelta completa y te adelanta, mueres. Segunda regla: si sales del camino marcado para la carrera, mueres. Tercera regla: no hay más reglas.
Una trampilla se abre bajo mis pies y caigo a un vacío oscuro. La carrera ha empezado. Hay un camino iluminado con banderillas de colores. En estos momentos me pondría a hacer pesas. Es mi forma de descargar tensión. O haría surf con mi flotador a rayas blancas y rojas. Eso es divertido. Tengo que eliminar este obstáculo si quiero encontrarla a ella. Con Sofía, mi novia. Hace dos años que desapareció en circunstancias extrañas, exactamente en las mismas en que me desvanezco cada noche desde que ella ya no está y aparezco en esta ciudad infernal, ¿tendrá alguna relación? Tiene que tenerla, por eso estoy aquí.
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