...a ti (Relato íntimo)
Publicado: 14 Abr 2016 11:12
...A TI
Llamo despacio y sonrío cuando me dices que pase, se te nota aún adormilada. Cruzo la puerta y mi sonrisa se ensancha, estas preciosa. Tu carita cansada y ese pelo alborotado me hacen gracia, aunque pronto mi mirada se desliza a tus piernas. Te ha dado tiempo a bajar la camiseta un poco y solo puedo imaginar el color de la prenda que se esconde debajo. En mi mente revolotea el plan que se me ha ocurrido, solo temo que no me lo aceptes. Hoy quisiera dejar de lado el respeto.
Me acerco y me siento en la cama, a tu lado. Bostezas y tratas de taparte con rapidez con una mano, me río divertido y tu tímida sonrisa me atrapa, pareces avergonzada y jamás dejaré de sorprenderme. Mi expresión se torna seria y me miras interrogativa. Aferro tu mano y la beso despacio, tus cejas se elevan pero en tu boca los dientes se asoman de manera pícara. Me dejas hacer, así que recorro con mis labios tu muñeca, tu brazo, salto por encima de la manga corta y hago aterrizar un beso en tu hombro desnudo. Aquella camiseta me enerva, esconde y muestra, y parece importarte tan poco... Del hombro mis labios reptan a tu cuello, despacio, beso a beso, noto los latidos de tu corazón acelerado y se me encienden las mejillas, espero que no te des cuenta, no todavía.
Mis labios continúan su camino mientras tú me invitas, ladeas la cabeza de manera que se me hace fácil plantarte un beso cerca de la oreja, otro más se posa en tu mejilla. Estoy tan cerca que tus ojos están a punto de golpearme dentro del pecho. Nos miramos y te robo un beso, mis labios aprisionan los tuyos. Al separarme tus mejillas me ofrecen lo que anhelaba, tus ojos no se desvían, percibo que estas alterada pero me aferras la mano con fuerza y sé que puedo probar a hacerte la propuesta que ha llevado mis pasos a fusionar nuestros alientos.
Te miro de forma intensa. Algo sospechas, aprietas los labios y tu mano izquierda trata de hacer que la camiseta tape ese hombro que me alienta. Aprieto con más fuerza tu mano y te suelto despacio lo que quiero en este día. Te propongo un juego, ven. Tiro de ti lentamente y me sigues, ambos nos ponemos de pie uno frente al otro, me cuesta trabajo no quedar atrapado en los movimientos que has hecho para bajar de la cama, solo vistes dos prendas en esta mañana veraniega. Pero me aferro al premio que me espera.
Esta es mi propuesta, la disfrazo de juego, pero siguen tus sospechas. Tú cierra los ojos y déjame hacerte lo que yo quiera. Me respondes con silencio pero tu mirada chispea. Por un momento temo que ese respeto entre ambos interceda. Pero me afirmas con la cabeza y mi corazón golpetea emocionado. Espero un poco a que te decidas, luego tus párpados caen y te digo despacio que te relajes y que así te mantengas.
Ahora sí dejo que mi mirada recorra tu cuerpo. Invierto este tiempo en redescubrir tu cara, la frente, la nariz, aquella boca que me vuelve loco, para luego bajar a tu pecho y notar como te sientes bajo esa amplia camiseta de manga corta, esa prenda que llega justo a tapar esa otra que aún no he podido cazar con la mirada. Tus muslos desnudos dan paso a tus largas piernas, cuando llego a tus pies me entra la prisa y me sorprendo de que permanezcas callada. Elevo mi mano a tu pelo y te acaricio despacio, la yema de mis dedos se pegan a tu mejilla y recorren lentamente tu mandíbula hasta tropezar con la barbilla, ahí mis dedos dibujan tus labios entreabiertos y tu aliento los calienta. El rubor en tus mejillas me deja la boca seca. De tu boca mi mano pasa por tu cuello y se pega a tu pecho, justo sobre tu corazón, sueltas un suspiro y mi piel es testigo del tamborileo jubiloso. Trago saliva y ahora poso mi mano sobre uno de tus senos. Este es el momento, si me permites hacer esto ya no dudaré, continuaré adelante. Tu cara no muestra rechazo, más bien anhelo, así que con suavidad me alejo de ese objeto tan tierno. Mis dedos continúan hacia abajo, y dibujo círculos en tu vientre alrededor de tu ombligo, lentamente. Luego aferro tus costados y abarco tus caderas. Tener tu cuerpo entre mis manos me altera más de lo que esperaba y no puedo evitar abrazarte con fuerza, te pilla de sorpresa pero pronto tus brazos corresponden y estamos un rato así, tratando de fusionarnos. Despacio te suelto y te digo que el juego aún continúa, afirmas y vuelves a esperar mi siguiente movimiento.
Me pongo detrás tuyo y te acaricio de nuevo esa melena larga que me pierde, dejo que mi mano se deslice y acabe en tu espalda, recorro su silueta hasta la cintura y me permito acariciar tu trasero, eso que ambos sabemos que siempre me tienta, pero aún no me había atrevido a cruzar esta línea. Das un pequeño saltito pero no huyes y me dejas que me cerciore de su forma. Levantar tu camiseta me tienta y deslizo despacio mis manos debajo, recorro la delicada prenda que aún se me resiste sobre tu piel, pero no pasaré de ahí. Mis manos ahora vuelven a aferrar tus caderas, por detrás, las deslizo hasta dejarlas descansar en tu vientre y te abrazo. Coloco mi boca cerca de tu oreja. Te susurro que ya he acabado, que te suelto cuando tú quieras.
El tiempo pasa, tus dedos acarician mis manos aún aferradas a ti. Me gustaría estar siempre así, notando tu cuerpo pegado al mío. Poco a poco empiezas a moverte, despegas mis manos con suavidad de su nuevo hogar bajo tu camiseta y te das la vuelta. Tu mirada me dice todo lo que quiero saber, eso me entusiasma y vuelvo a abrazarte con fuerza, esta vez mis manos no pueden evitar agarrarse a tus nalgas, Un error quizá, pues con firmeza atrapas mis muñecas y me haces colocar los brazos tras de mi. Dudo, qué es lo que pasa.
Tu expresión concentrada se suaviza y me relajo, me dices que espere y una de tus manos me empuja el pecho. Te doy espacio y de pronto percibo algo, pareces nerviosa y a la vez decidida. Tus manos aferran la camiseta y te la sacas de manera fluida. Sin darme cuenta dejo de respirar un momento, tiras la prenda a un lado y permaneces quieta, me invitas. Mis ojos recorren cada centímetro de piel pálida ahora descubierta, constelaciones de pecas me elevan y mecen, tus rosados pezones erectos me encienden y la forma de tus senos me hechizan. Debo tener una expresión alucinada pues sueltas una suave risita. Elevo mis manos y te las muestro, soy así, te pido permiso. Nueva risita y afirmas despacio. Mis manos no tardan en acariciar todo lo que me muestras. La suavidad de tu cuerpo me quema. Poco a poco me doy cuenta, el color de tu última prenda me arranca una sonrisa. Sabes lo que me gusta, hemos hablado de todo, poco misterio queda. Rayas y colores divertidos, una nota de color perfecta sobre tu dermis de porcelana. Mis dedos se deslizan a tu cadera y se pierden en el interior de esa íntima prenda. Nuevamente tus manos se aceleran, me agarran y me alejan. Ahora qué ocurre, miro interrogativo pero sigues tranquila, no dices nada, pero tus labios formulan una palabra. Espera.
Te vuelvo a dar espacio, me retiro un par de pasos. Te acaricias el pelo nerviosa y luego con decisión te desprendes de lo único que aún tapaba algo de ti. Tu vello oscuro y liso me deja sediento, a los lados tus manos se crispan, debes estar muy nerviosa, pero yo apenas me doy cuenta ya de nada. Quisiera... Eres una brujilla, ya te lo he dicho alguna vez, como si me leyeras la mente te das la vuelta. Me ofreces la visión de aquello que a mí me gusta, al final de tu espalda.
Cuando vuelves a girarte ambos respiramos con fuerza, acelerados, excitados. Pones los brazos en jarras y con un gesto haces que me acerque. Soy un idiota, eres tú la que permaneces más entera pues sin cortarte agarras mi camiseta y me la quitas despacio. Pongo cara de circunstancias y te acompaño en eso de desvestirme. Cuando me muestro sin ropa me siento inseguro pero a ti no te importa, tus manos recorren mi piel y juegan un poco.
Casi sin darme cuenta aferras mi mano y me dejo arrastrar a la cama. Ahora seré yo el que acepte tu propuesta.
Llamo despacio y sonrío cuando me dices que pase, se te nota aún adormilada. Cruzo la puerta y mi sonrisa se ensancha, estas preciosa. Tu carita cansada y ese pelo alborotado me hacen gracia, aunque pronto mi mirada se desliza a tus piernas. Te ha dado tiempo a bajar la camiseta un poco y solo puedo imaginar el color de la prenda que se esconde debajo. En mi mente revolotea el plan que se me ha ocurrido, solo temo que no me lo aceptes. Hoy quisiera dejar de lado el respeto.
Me acerco y me siento en la cama, a tu lado. Bostezas y tratas de taparte con rapidez con una mano, me río divertido y tu tímida sonrisa me atrapa, pareces avergonzada y jamás dejaré de sorprenderme. Mi expresión se torna seria y me miras interrogativa. Aferro tu mano y la beso despacio, tus cejas se elevan pero en tu boca los dientes se asoman de manera pícara. Me dejas hacer, así que recorro con mis labios tu muñeca, tu brazo, salto por encima de la manga corta y hago aterrizar un beso en tu hombro desnudo. Aquella camiseta me enerva, esconde y muestra, y parece importarte tan poco... Del hombro mis labios reptan a tu cuello, despacio, beso a beso, noto los latidos de tu corazón acelerado y se me encienden las mejillas, espero que no te des cuenta, no todavía.
Mis labios continúan su camino mientras tú me invitas, ladeas la cabeza de manera que se me hace fácil plantarte un beso cerca de la oreja, otro más se posa en tu mejilla. Estoy tan cerca que tus ojos están a punto de golpearme dentro del pecho. Nos miramos y te robo un beso, mis labios aprisionan los tuyos. Al separarme tus mejillas me ofrecen lo que anhelaba, tus ojos no se desvían, percibo que estas alterada pero me aferras la mano con fuerza y sé que puedo probar a hacerte la propuesta que ha llevado mis pasos a fusionar nuestros alientos.
Te miro de forma intensa. Algo sospechas, aprietas los labios y tu mano izquierda trata de hacer que la camiseta tape ese hombro que me alienta. Aprieto con más fuerza tu mano y te suelto despacio lo que quiero en este día. Te propongo un juego, ven. Tiro de ti lentamente y me sigues, ambos nos ponemos de pie uno frente al otro, me cuesta trabajo no quedar atrapado en los movimientos que has hecho para bajar de la cama, solo vistes dos prendas en esta mañana veraniega. Pero me aferro al premio que me espera.
Esta es mi propuesta, la disfrazo de juego, pero siguen tus sospechas. Tú cierra los ojos y déjame hacerte lo que yo quiera. Me respondes con silencio pero tu mirada chispea. Por un momento temo que ese respeto entre ambos interceda. Pero me afirmas con la cabeza y mi corazón golpetea emocionado. Espero un poco a que te decidas, luego tus párpados caen y te digo despacio que te relajes y que así te mantengas.
Ahora sí dejo que mi mirada recorra tu cuerpo. Invierto este tiempo en redescubrir tu cara, la frente, la nariz, aquella boca que me vuelve loco, para luego bajar a tu pecho y notar como te sientes bajo esa amplia camiseta de manga corta, esa prenda que llega justo a tapar esa otra que aún no he podido cazar con la mirada. Tus muslos desnudos dan paso a tus largas piernas, cuando llego a tus pies me entra la prisa y me sorprendo de que permanezcas callada. Elevo mi mano a tu pelo y te acaricio despacio, la yema de mis dedos se pegan a tu mejilla y recorren lentamente tu mandíbula hasta tropezar con la barbilla, ahí mis dedos dibujan tus labios entreabiertos y tu aliento los calienta. El rubor en tus mejillas me deja la boca seca. De tu boca mi mano pasa por tu cuello y se pega a tu pecho, justo sobre tu corazón, sueltas un suspiro y mi piel es testigo del tamborileo jubiloso. Trago saliva y ahora poso mi mano sobre uno de tus senos. Este es el momento, si me permites hacer esto ya no dudaré, continuaré adelante. Tu cara no muestra rechazo, más bien anhelo, así que con suavidad me alejo de ese objeto tan tierno. Mis dedos continúan hacia abajo, y dibujo círculos en tu vientre alrededor de tu ombligo, lentamente. Luego aferro tus costados y abarco tus caderas. Tener tu cuerpo entre mis manos me altera más de lo que esperaba y no puedo evitar abrazarte con fuerza, te pilla de sorpresa pero pronto tus brazos corresponden y estamos un rato así, tratando de fusionarnos. Despacio te suelto y te digo que el juego aún continúa, afirmas y vuelves a esperar mi siguiente movimiento.
Me pongo detrás tuyo y te acaricio de nuevo esa melena larga que me pierde, dejo que mi mano se deslice y acabe en tu espalda, recorro su silueta hasta la cintura y me permito acariciar tu trasero, eso que ambos sabemos que siempre me tienta, pero aún no me había atrevido a cruzar esta línea. Das un pequeño saltito pero no huyes y me dejas que me cerciore de su forma. Levantar tu camiseta me tienta y deslizo despacio mis manos debajo, recorro la delicada prenda que aún se me resiste sobre tu piel, pero no pasaré de ahí. Mis manos ahora vuelven a aferrar tus caderas, por detrás, las deslizo hasta dejarlas descansar en tu vientre y te abrazo. Coloco mi boca cerca de tu oreja. Te susurro que ya he acabado, que te suelto cuando tú quieras.
El tiempo pasa, tus dedos acarician mis manos aún aferradas a ti. Me gustaría estar siempre así, notando tu cuerpo pegado al mío. Poco a poco empiezas a moverte, despegas mis manos con suavidad de su nuevo hogar bajo tu camiseta y te das la vuelta. Tu mirada me dice todo lo que quiero saber, eso me entusiasma y vuelvo a abrazarte con fuerza, esta vez mis manos no pueden evitar agarrarse a tus nalgas, Un error quizá, pues con firmeza atrapas mis muñecas y me haces colocar los brazos tras de mi. Dudo, qué es lo que pasa.
Tu expresión concentrada se suaviza y me relajo, me dices que espere y una de tus manos me empuja el pecho. Te doy espacio y de pronto percibo algo, pareces nerviosa y a la vez decidida. Tus manos aferran la camiseta y te la sacas de manera fluida. Sin darme cuenta dejo de respirar un momento, tiras la prenda a un lado y permaneces quieta, me invitas. Mis ojos recorren cada centímetro de piel pálida ahora descubierta, constelaciones de pecas me elevan y mecen, tus rosados pezones erectos me encienden y la forma de tus senos me hechizan. Debo tener una expresión alucinada pues sueltas una suave risita. Elevo mis manos y te las muestro, soy así, te pido permiso. Nueva risita y afirmas despacio. Mis manos no tardan en acariciar todo lo que me muestras. La suavidad de tu cuerpo me quema. Poco a poco me doy cuenta, el color de tu última prenda me arranca una sonrisa. Sabes lo que me gusta, hemos hablado de todo, poco misterio queda. Rayas y colores divertidos, una nota de color perfecta sobre tu dermis de porcelana. Mis dedos se deslizan a tu cadera y se pierden en el interior de esa íntima prenda. Nuevamente tus manos se aceleran, me agarran y me alejan. Ahora qué ocurre, miro interrogativo pero sigues tranquila, no dices nada, pero tus labios formulan una palabra. Espera.
Te vuelvo a dar espacio, me retiro un par de pasos. Te acaricias el pelo nerviosa y luego con decisión te desprendes de lo único que aún tapaba algo de ti. Tu vello oscuro y liso me deja sediento, a los lados tus manos se crispan, debes estar muy nerviosa, pero yo apenas me doy cuenta ya de nada. Quisiera... Eres una brujilla, ya te lo he dicho alguna vez, como si me leyeras la mente te das la vuelta. Me ofreces la visión de aquello que a mí me gusta, al final de tu espalda.
Cuando vuelves a girarte ambos respiramos con fuerza, acelerados, excitados. Pones los brazos en jarras y con un gesto haces que me acerque. Soy un idiota, eres tú la que permaneces más entera pues sin cortarte agarras mi camiseta y me la quitas despacio. Pongo cara de circunstancias y te acompaño en eso de desvestirme. Cuando me muestro sin ropa me siento inseguro pero a ti no te importa, tus manos recorren mi piel y juegan un poco.
Casi sin darme cuenta aferras mi mano y me dejo arrastrar a la cama. Ahora seré yo el que acepte tu propuesta.