Shadow Mountain (Ficción-Romántico-Histórico)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Drawena
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Shadow Mountain (Ficción-Romántico-Histórico)

Mensaje por Drawena »

Autor: Drawena.
Género: Ficción (Histórico-Romántico)


Shadow Mountain



Prefacio
Infierno




20 de Agosto de 1889
Penitenciaría de Denver, Colorado, Estados Unidos



Hoy es el último día. El último de todos.

Pero para ser el último empieza como el primero: con un desayuno consistente en una hogaza de pan y una paliza a mi cuerpo débil, morado a causa de otros golpes, de esas primeras palizas bestiales que se juntaron con aquellas últimas a las que logré, incluso, acostumbrarme.

La sangre con sabor a óxido sale de mi boca ante un nuevo codazo, brutal, demoledor, que logra aflojarme algunos dientes y me derrumba sobre el suelo. Las patadas, los puñetazos, los golpes contra la pared de la celda abren las viejas heridas que ya tendrían que haber cicatrizado en estos meses. Mi lengua roza los labios tumefactos, hinchados, que apenas siento: paladeo la sangre dulzona antes de escupirla e intento levantarme del suelo, en un vago intento de dar la cara.

Pero no puedo; las rodillas y los brazos me tiemblan de tal manera que apenas logran sostenerme a gatas. El resultado de varias semanas comiendo hogazas de pan duro dos veces al día, simplemente acompañadas de una inconsistente sopa fría con sabor a tierra, se hace notar. Cualquiera diría que intentan matarme antes de tiempo.

—¡Muuustaaang…! ¡Muuustaaang! ¿Aún sigues vivo? ¡Respóndeme, maldito gilipollas!

—Que te den por culo, Barney…

—Respuesta equivocada, Mustang.

La patada que recibo en el estómago me deja sin aliento y caigo boca abajo sobre la piedra fría, polvorienta y maloliente de la celda, jadeando en busca de aire. La roca helada raspa mi mejilla hinchada y se abre el corte provocado por un puñetazo que Barney me propinó ayer. Siento el dolor punzante, la sangre empapando la piedra.

Recupero la respiración, empiezo a jadear con más fuerza. Me arrastro por el suelo en un intento de alejarme de Barney y de sus enormes pezuñas.

— No he terminado contigo, caballito — gruñe, pisándome la espalda y apoyando su tremendo peso en ella.

Aprieta mi pecho contra el suelo con tanta fuerza, que mis pulmones son incapaces de recoger aire. Intento zafarme, pero estoy tan débil y mareado que prefiero morir asfixiado a tener que seguir luchando. Así que me quedo inmóvil, muerto antes de tiempo, cansado de Barney, cansado de la cárcel, cansado de esa vida humillante.

Al cabo de unos segundos de silencio, el gigante parece aburrirse, porque libera mi espalda del peso de su cuerpo y me propina un puntapié en el costado. Este parece una caricia en comparación con los habituales, como si el mismo Barney se hubiera cansado de mi actitud derrotada.

—Te has vuelto aburrido, caballito. Antes al menos te revolvías e intentabas matarme.

Mientras habla, me arrastro patéticamente sobre el suelo frío para acabar tirado en un rincón oscuro de la celda, ese que usamos para mear, pero me da igual.

—No vale la pena… malgastar mi último día en este mundo… pensando en cómo acabar contigo —jadeo, dejándome caer de espaldas y aguantando un aullido de dolor.

Mi espalda está tan llena de heridas y moratones que tumbarme boca arriba es como revivir todos y cada uno de los golpes con los que Barney la ha destrozado, pero no me importa sentir ese dolor sordo, furioso al principio y suave después, porque me hace sentir vivo. Tremendamente vivo.

Quiero disfrutar de este dolor físico, porque seguramente sea una de las últimas sensaciones que me regalará la vida antes de que la horca me la arrebate mañana por la mañana.

Mañana por la mañana…

Cuando llegué aquí, pensé que no viviría lo suficiente como para ver el día de mi ejecución. Barney, ese gigante de más de dos metros de altura, de sucia barba negra y manos curtidas en el arte del sufrimiento, me hizo creer muchas veces que moriría bajo sus patadas o asfixiado por la presión de sus manazas.

—Cuesta pensar que muchos tuvieran miedo de una mierda como tú ahí fuera —comenta Barney con su vozarrón, dejándose caer al otro lado de la celda—. Mírate, ¡no eres más que un chiquillo llorica! El gran Mustang… ¡Ja!

En otro tiempo, sus burlas le hubieran costado la vida. En otro tiempo, se las hubiera tragado o ni siquiera las habría pensado. Pero hace mucho que la leyenda se extinguió, desangrada y humillada. Hoy no me reconozco a mí mismo con la persona que era hace dos meses, con el hombre que todos querían ser.

La leyenda. Mustang.

Esa parte de mi vida me parece inventada, como si la hubiera leído en una novela o fuera producto de mi imaginación atormentada. Tengo la sensación de que toda mi vida, incluso, pertenece a otra persona con un espíritu que hace tiempo que murió en mi interior o que jamás llegué a tener de verdad.

Quizás por eso, la idea de morir me aterra de una manera atroz, angustiosa, cuando antes, en el mundo exterior, Mustang se reía de la muerte y se atrevía incluso a desafiarla. Ahora, el saberme entre sus fauces sin poder hacer nada por huir de ella, produce que todo mi cuerpo destrozado reaccione como nunca: mi corazón late acelerado, deseando producir en menos de un día todos los latidos que todavía le quedan por vivir y que la horca no permitirá más. Mi estómago se encoge, las manos empiezan a temblarme virulentamente y un sudor frío empieza a empapar mi ropa ensangrentada y sucia.

Me da miedo la oscuridad de la muerte, esa niebla oscura que todo lo traga, que todo lo borra. Me da miedo que mi vida no haya servido para nada, que todo lo que haya hecho se borre de un plumazo en cuanto la trampilla del patíbulo caiga bajo mis pies. Y que no exista nada más allá de esa oscuridad. Dejar de existir para siempre, que todo lo que soy yo desaparezca en la nada: eso es lo que aterra mi alma.

Por primera vez, soy consciente de cada detalle de mi cuerpo, de cada pequeño centímetro de piel. Sacudo las piernas y los hombros, me acaricio la barba desaliñada, me miro los dedos y los muevo ante mis ojos. Nunca había apreciado la manera nerviosa en la que puedo mover los diez dedos de mis manos, histérica, frenéticamente. Me vuelvo a llevar las manos a la cara, mojada por el sudor frío que provoca en mí la idea de la muerte.

Es demasiado tarde para rezar a un Dios en el que cada día creo menos. De todas maneras, si existe de verdad, no creo que me tenga mucho aprecio, a juzgar por la forma en la que no impide mi sufrimiento o el del propio Mustang.

La vida del extraño Mustang pasa ante mis ojos como una bala, un rayo fugaz. Recuerdo sus momentos de gloria, sus aventuras y locuras. Y el golpe de gracia: aquella noche que provocó su encierro… mi encierro en este apestoso lugar.

Una chispa nace en mi interior. Algo que en otro tiempo hubiera calificado de rabia. Tenue, débil, pero ahí está: la rabia tinta los recuerdos y emociones de aquella noche, así como los de toda mi vida.

Y aun así, sigo pensando lo mismo que dije en la pantomima del juicio, ese en el que me sentenciaron a morir ahorcado: no puedo arrepentirme por nada de lo que he hecho.
Me temo que diré lo mismo antes de que los yanquis me cuelguen en la horca mañana. Sí, al juez le faltó tiempo para condenarme bajo el cargo de asesinato, pero yo pienso que si se me puede acusar de algo es de amar demasiado a la persona equivocada.

Creo que ese es el crimen más terrible por el que tengo que ser castigado.

Pero de una manera o de otra, mañana estaré muerto y dará lo mismo el motivo o si de verdad merecía el castigo. Tal vez, sea mejor así y mi voto de silencio esté justificado. De todos modos, ¿quién iba a creerme? Yo fui Mustang, la leyenda y el héroe para algunos, pero para los yanquis no soy más que un prófugo de la Justicia, un mentiroso, un asesino.

Solamente ella, escondida en las sombras de su dolor, sería capaz de clamar mi inocencia y darme la salvación, pero sé que no lo hará. No la dejaré hacerlo. Mentiré si es necesario para que no manche sus preciosas y delicadas manos con la verdad.

Sé que yo no maté a ese hombre, aunque bien se lo mereciera y aunque fuera mi propia pistola la causante de su muerte. Iba a matarlo, pero no lo hice. Y sin embargo, voy a pagar por el crimen que tan bien detallé en mi mente y que, al final, el destino me negó para aun así castigarme como si lo hubiera llevado a cabo. No es irónico, ni trágico: es, simplemente, la vida y la muerte juntas en su más pérfida unión.

Por mi mente sumida en la oscuridad, vuela el eco de una voz grave y profunda, aquella que más verdades me descubrió y que tanto me enseñó de este mundo pérfido y beligerante:

La guerra es el infierno, Jack. Nunca te dejes envolver en esa mierda de ideales patrióticos y nobles con los que anuncian la guerra, porque eso no son más que mentiras para reclutar jóvenes dispuestos a morir y ser mutilados. Porque la guerra no es más que eso: jóvenes que mueren defendiendo ancianos demasiado débiles y ambiciosos como para arreglar sus diferencias como hombres de verdad. Así que, simplemente, limítate a huir de todo lo que huela a sangre y pólvora. Sólo encontrarás pesadillas y demonios que intentarán acabar contigo y que te perseguirán durante el resto de tu asquerosa vida.

La tristeza y el dolor se dejaban traslucir en la voz de Holy cada vez que hablaba de su experiencia en la guerra, algo raro en él pues nunca dejaba que ninguna emoción asomara a su voz. Sin embargo, se refería a la guerra como el infierno más absoluto y espeluznante, y en esos momentos en los que describía la sangre y la muerte propias de las batallas, yo no podía más que creerle.

Mi padre opinaba de la misma manera. Él también había luchado en la Guerra Civil, dejándose dos dedos de una mano por la patria yanqui. Hablaba poco de ello, pero si lo hacía, su voz relataba el horror, la sangre, y me contaba historias carentes del heroísmo y la nobleza que muchos piensan que alcanza el ser humano cuando se enfrenta contra un igual.

Para él, no había nada peor en el mundo que el fragor de una batalla.

Pero ahora sé que tanto Holy como mi padre mentían, o bien que no sabían que había algo peor que la guerra. Algo como la cárcel.

Cierro los ojos. Hace horas que oigo a los hombres preparar el patíbulo en el que me colgarán mañana al mediodía, allí abajo, en el patio. Clavo tras clavo, sellan mi destino entre risas y chanzas, burlándose de mí con jocosidades que en otro tiempo les hubieran costado caras.

¡Ah, cómo añoro en momentos como este mi orgullo, mis ganas de vivir y mi fiel Colt Peacemaker del cuarenta y cinco! Todo me lo arrebataron los carceleros cuando llegué aquí. Del orgullo aún me quedó algo, pero Barney se encargó de despojarme de él a base de constantes palizas.

Casi agradezco que me vayan a ahorcar mañana. Al menos, lo del patíbulo será rápido: me pondrán la soga alrededor del cuello, dejarán caer la trampilla del patíbulo y mi cuerpo caerá con ella; la cuerda apretará mi garganta de tal manera que, tras unos segundos de agonía, moriré asfixiado. Aunque puede que tenga suerte y la soga me rompa el cuello al caer, pero no soy optimista.

Barney, sin embargo, me regalaría el mismo final que al pobre Julius y moriría paralizado bajo la presión de sus brazos, entre estertores y espumarajos.

Creo que Mustang se merece una muerte mejor que esa.

Dejo caer la espalda sobre la fría y dura pared llena de pequeños boquetes e inscripciones difíciles de entender, fruto de largas y aburridas horas que otros intentaron matar antes que yo. Cierro los ojos y acaricio los rugosos epígrafes con la punta de los dedos, imaginando hierba en vez de piedra.

La luz macilenta y sucia que entra por la ventana situada a cuatro metros sobre mi cabeza se convierte de repente en rayos de sol, intensos y cegadores.

Y el hedor nauseabundo y mareante es sustituido por la brisa fresca y agradable de las llanuras, pastizales verdes que se extienden hasta romper con la sombría figura de las Montañas Rocosas.

Y el rancho Shadow Mountain en la lejanía…

Cabalgo hacia allí montado sobre Travis, mi fiel, mi tenaz caballo y compañero, al que tanto añoro. Sus cascos apenas rozan la hierba verde al galopar, pero su pelaje castaño está húmedo de sudor. Siento su respiración agitada entre mis piernas, así como el loco latir de su corazón agotado. Sin embargo, sigue galopando hacia el rancho, incansable, y yo con él: mis ojos fijos en la mansión, esperando vislumbrar una conocida figura bajo el caluroso sol de mediodía.

Travis sigue galopando a la velocidad del rayo pero, sin embargo, no parece acercarse mucho más al rancho. Clavo las espuelas en sus costados, impaciente, pero el caballo se detiene de forma brusca y se alza de manos con un agudo relincho que aturde mis oídos. Patalea en el aire, furioso, hasta que ya no aguanto más: me dejo caer al suelo, repentinamente agotado…

Pero mis huesos no dan contra la hierba blanda y fresca, sino contra la piedra de la prisión en la que llevo metido más de dos meses. Mi cuerpo destrozado por las palizas me devuelve bruscamente a la realidad.

Dios, cómo odio este sitio…

—Estoy deseando verte colgado de la horca, Mustang. Nunca he visto morir una leyenda —se ríe Barney, escupiendo algo marrón al suelo.

Giro la cabeza para no mirarle: estoy tan hecho polvo que me da lo mismo lo que diga o haga ese malnacido. Lo único que quiero es hundirme en una pesada vigilia, que me lleve lejos de este sitio pestilente y hostil: a Shadow Mountain, a otras tierras lejanas de cálidos recuerdos, o a… a cualquier sitio que me haga olvidar la horca que me espera impaciente al otro lado de la pared.
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lucia
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por lucia »

Demasiado melodramático para mi gusto. Especialmente porque no me creo la escena.
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rubisco
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por rubisco »

Me ha gustado, Drawena. Comprendo a lucia, es un texto muy melodramático, agobiante en ocasiones, pero tiene algo que me gusta mucho, y es que relativiza cosas tan insondables como el valor y la utilidad de la vida, cuando la muerte está cerca, y el miedo a ésta.

Está muy bien ambientado. Reconozco que me apunté la expresión yanqui, Guerra Civil y la Colt Peacemaker porque no me cuadraban algunas fechas, pero lo he buscado y estaba equivocado.

Es un relato duro, desde luego, pero invita a reflexionar y ayuda a ponerse en una situación extrema.
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Drawena
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por Drawena »

Hola!
lucia escribió:Demasiado melodramático para mi gusto. Especialmente porque no me creo la escena.
Bueno, primero de todo, decir que siento que no te haya gustado, aunque me gustaría saber por qué te parece tan melodramático y cómo podría mejorar, en tu opinión, esta primera parte. Creo que la crítica constructiva es la mejor forma de mejorar a la hora de escribir, pero si no sé en qué he fallado, difícilmente puedo evolucionar en mi escritura.
Muchas gracias por pasarte :wink: :D
rubisco escribió:Me ha gustado, Drawena. Comprendo a lucia, es un texto muy melodramático, agobiante en ocasiones, pero tiene algo que me gusta mucho, y es que relativiza cosas tan insondables como el valor y la utilidad de la vida, cuando la muerte está cerca, y el miedo a ésta.

Está muy bien ambientado. Reconozco que me apunté la expresión yanqui, Guerra Civil y la Colt Peacemaker porque no me cuadraban algunas fechas, pero lo he buscado y estaba equivocado.

Es un relato duro, desde luego, pero invita a reflexionar y ayuda a ponerse en una situación extrema.
Muchas gracias, rubisco. He de decir que no todas mis escrituras son tan oscuras, y quizás por eso me he pasado a la hora de describir el ambiente, en un intento porque pareciera lo más realista posible. Respecto a las expresiones, intento que todos mis relatos sean lo más fidedignos posibles, que siempre se me puede pasar algún dato, por supuesto, pero en la medida de lo posible intento tener mucho cuidado con ello.

De nuevo, gracias :D
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Neytiri
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por Neytiri »

Primero que nada, ¡me alegro de que te animes a publicar cosas por aquí! Me hace ilusión volver a leerte después de tanto tiempo :D

De la historia, es verdad que es dramática, pero es que la situación lo es. Como dice Rubisco, describes muy bien el ambiente, te metes en seguida en la situacióm Me gusta cómo lo cuentas, y el miedo que siente a morir. Aunque luego dice que siente cierto alivio ante la perspectiva de la horca, eso me ha chocado un poco.

Lo que más me gusta es que quiero saber qué ha pasado. Qué leyenda tenía y cómo acabó allí. Si, pese a no haber matado al hombre, era bueno o era malo. En principio, parece que bueno... tengo ganas de descubrirlo. :wink:
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rubisco
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por rubisco »

Neytiri escribió:Aunque luego dice que siente cierto alivio ante la perspectiva de la horca, eso me ha chocado un poco.
Choca, pero tiene sentido.

Quien vive en una depresión continua acaba liberándose en cuanto toma la decisión de suicidarse. Es algo que señalan, por ejemplo, en el documental de Robert Enke, un portero internacional que tenía diagnosticada una depresión. Lo mismo puede ocurrir cuando una ejecución puede liberarte del miedo continuo a vivir amenazado por el matón con el que compartes celda.
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Neytiri
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por Neytiri »

Ya, pero él estaba diciendo que sentía pánico a morir. A desaparecer. A que luego no hubiera nada.
Es además un párrafo que me ha gustado mucho, supongo que por eso me ha llamado más la atención luego.
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lucia
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por lucia »

Supongo que parte de la culpa de que no me crea la escena la tiene que venga de leer hace unos días Redención, de John Hart, en el que narran una situación de palizas y torturas a un recluso. Y que mencionas que deberían haberse curado las heridas, pues han pasado semanas, pero que las palizas son constantes :shock: Y luego resulta que han sido dos meses los que lleva encerrado.
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Drawena
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Re: Shadow Mountain

Mensaje por Drawena »

Hola! :D

:arrow: Neytiri: Muchas gracias por estar ahí :mrgreen: A mí lo que me hace ilusión es que, incluso después de tanto tiempo, te siga gustando lo que escribo :oops: :shock: :D Respecto a la historia, es cierto que quería dar un toque dramático, al fin y al cabo la escena está ambientada en una cárcel del siglo XIX y el personaje está a la espera de su ejecución. Puede que algunos trozos sean un poco opresivos, pero, como dices, es una escena dramática. Luego, lo del alivio que siente al pensar en la horca: sí, es chocante, pero como dice rubisco, después de tanto sufrimiento, la horca debe parecer casi una liberación tras todo el dolor sufrido, pero eso no quita para que sienta angustia ante la idea de lo que hay después de la muerte: la nada absoluta. Esa era mi idea, a lo mejor no lo he sabido reflejar bien :oops:

:arrow: lucia: Admito que debería revisar la cuestión de la temporalidad, ya que veo que ahí he flojeado. Pero si bien no he leído Redención, sí que puedo decir que para desarrollar esta escena me basé en De cárcel en cárcel, de Diego San José, un libro en el cual el autor desarrolla las experiencias que vivió en diferentes cárceles tras la Guerra Civil española y el cual recomiendo. Eso no quiere decir, claro, que no pueda haber patinado, y por eso intentaré mejorar esta escena, así como todas las que la continúan :wink:

Muchas gracias a todos. Mi intención es seguir escribiendo esta historia y continuar posteándola, pero habrá que esperar un pelín :oops: Intentaré subir un nuevo trozo dentro de poco; hasta entonces, os agradezco que os hayáis pasado por aquí.

¡Saludos! :D
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