Llamadme Daniel (Novela de aventuras)
Publicado: 01 Feb 2017 20:06
Llamadme Daniel (Novela de aventuras, ebook gratis)
Versión borrador con algunas faltas de ortografía.
CAPÍTULO 1
Innumerable de soles pasaron ante mí; y sin apenas percatarme llegó marzo del 11329. Entonces fue cuando celebramos mi diecisieteavo cumpleaños en la taberna del “El Pescado Feliz”. A fuerza de duro trabajo me había prácticamente transformado en un hombre con cuantiosas ganas vivir y sobrado maduro para mi edad. No existía en ello nada extraordinario; resultaba algo habitual en la mayoría de los moradores del el reino de América; puesto que la época que afrontábamos resultaba dura en grado sumo* y te impulsaba a madurar, a pesar de que tuviéramos por delante una esperanza de vida de más de 250 años. Y así, a la fiesta acudieron más de cincuenta personas; entre ellos, mis apreciados amigos: Ethan, Pedro y su novia Deisy. [*Grado sumo= en gran mediada]
He aquí unos pocos regalos que recibí aquella noche: Una espada por parte de Ethan, de Pedro una brújula, de Deisy un sombrero, y Ana me regaló un reloj de pulsera automático el cual significó para mí el mejor regalo que había recibido en años. No podía yo sentirme más contento; y, sin embargo, no creo necesario describir todo lo acontecido aquel feliz día; tan sólo bastará recordar una mesa en la cual se disfrutó de un gran festín entre amigos, que se prolongó hasta bien entrada la madrugada.
Relativo a mí os revelaré que era esbelto y de estatura alta, alcanzando los 2 metros; más ágil que recio, con un par piernas largas, igual que las del irascible D’artagnan.
Mi piel bronceada, similar a la de todos en nuestra época; tono firme, no límpido*, sino puro, intenso y protector a fin de poder soportar unos rayos solares que calentaban el globo con más de 45 grados centígrados en verano; epidermis que cubría todo mi cuerpo, incluidos aquellos rasgos de mi fisonomía. De cara ovalada con una nariz romana, labios con cierta proporción aurea, junto a dos ojos semejantes a piedras de ámbar. Mis cabellos lucían ligeramente undulados y marrones como el café; añadir que era costumbre que los hombres lo luciéramos corto. [Límpido=claro]
Hablemos ahora de mi personalidad: Debo reconocer, aunque esté mal que yo lo diga, que de joven era ingenioso, puesto que dominaban en mí, la razón y la emoción bien coordinadas. Siendo soñador, tenía un gran interés por descubrir cosas ocultas. Había algo que me llamaba, algo que me intrigaba, algo que debía explorar y eso mismo era lo que sentía.
Sigamos con el trascurso de los acontecimientos. No había transcurrido muchos meses en el momento que la calidez se apoderó del ambiente; el verano del 11329 se manifestó caluroso, alcanzando unos enervantes* 40 grados; [Enervantes=debilitadores]
De modo que las piscinas comunitarias del ayuntamiento se encontraban abarrotadas todos los fines de semanas cuando los habitantes descansaban de sus extenuantes trabajos. Los bellos y esbeltos cuerpos femeninos, mostraban sus bonitas pieles tonos bronce y aquellos cabellos con tonalidades entre dorados y marrones; con sus exuberantes curvas, más sus grandes ojazos piedra de ámbar y esmeraldas, nos subían las temperaturas más aun; entonces ya nadie era capaz de pensar en otra cosa y surgían los enamoramientos.
Para nosotros las piscinas resultaban tan necesarias como beber un buen vaso de agua fría.
En tanto que en invierno bajaba hasta los 6 grados en la planicie, en Atúntrucha; no resultaba raro que en verano subiera hasta unos agobiantes 45 grados. En cuanto a la primavera y el otoño eran relativamente cortos, tan sólo un mes y medio duraban cada estación con grados agradables entre 10 y 27 grados. Así, tampoco era extraño que, en los postreros* días de marzo fuera todavía invierno y a finales de mayo, a pesar de no haber llegado aún el solsticio de verano, el bochorno se manifestaba ya enervante.[Postrero=último]
De tal manera: primavera del 1 de abril al 15 de mayo, verano del 16 de mayo al 30 de octubre, otoño del 1 de noviembre al 15 de diciembre e invierno del 16 de diciembre al 31 de marzo.
Doy por sentado que os pueda parecer inverosímil, pero estas temperaturas eran debido a algo que explicaré más adelante; no era extrañeza lo que sentíamos, sino más bien estábamos habituados a estas estaciones, al igual que los dinosaurios se adaptaron a las suyas; pues es sabido que uno se acostumbra a todo en la medida de lo posible, ya que quienes no lo lograron se extinguieron para no contarlo.
En cierto modo, no se trataba de calor lo que sentía, sino una alegría en el tiempo que finalizaba mi turno y me iba a la piscina comunitaria. Si bien tampoco no podía permanecer indiferente ante el calor, en el trascurso de las horas de trabajo; sin embargo disponía de una buena garrafa de agua bien fresquita siempre a mano. Por remotas que sean las épocas desde donde me leen, estoy seguro de que lo comprenderán.
Realmente el mes de noviembre fue gratamente recibido para todos nosotros; por fin podíamos disfrutar de ese maravilloso clima; la fresquita brisa reconfortante y al ser corto lo disfrutábamos más con una fiesta en otoño que duraba dos semanas, realizando banquetes comunitarios en las calles donde las bebidas y la música orquestal nos acompañaban en aquellas fiestas. Pero, desgraciadamente, demasiado breve al igual que años pasados. En poco tiempo llegó el día 16 de diciembre y el frío empezaba a apoderarse de la totalidad de los rincones y las chimeneas volvían a encenderse con la idea de climatizar las tabernas y salones.
Una tarde de las últimas heladas de invierno, allá por el 7 de marzo, cinco días antes de mi cumpleaños, que alcanzaba la mayoría de edad con 18 años, nos encontrábamos reunidos en la taberna de Ana. Recuerdo que llovía tórridamente en los alrededores del “El Pescado Feliz”. Arrimados a una mesa de madera de pino, en un rincón del fondo de la sala junto a la chimenea llameante nos entreteníamos charlando, comiendo y bebiendo. Concretamente, siendo la hora de la merienda, degustando el pastel de la casa, mientras conversábamos sobre increíbles acontecimientos ocurridos en aldeas cercanas estos últimos días de frío:
–– ¡Oh, qué sabroso está! ¡Por la Diosa Selena!; Daniel, ¡qué buen pastel tenéis en la carta!, ¡oh, felicitaciones a Ana! ––Pedro cortó un trozo y usando un tenedor se lo introdujo en la boca con impetuosa gula––.
Pedro era un buen amigo desde nuestra infancia que contaba por aquel entonces con 18 primaveras alegremente llevadas. Lo conocía desde que tenía uso de razón. Resultaba un compañero de tertulias fiel y bonachón. Recio y robusto, de estatura media alcanzando el 1,70 metros. Piel bronceada y de cabello más castaño claro y corto. La graciosa fisonomía, auténtica cabeza de oso; redonda y grande. Dos pómulos prominentes le dotaban de un semblante inusitado que le diferenciaba de otros muchos que se le parecieran. Con un par de grandes ojos verdes semejantes a las esmeraldas y con contornos achinados que brillaban centelleantes*. Respiraba alegremente con una nariz gruesa junto a un par de cejas pronunciadas y espesas. [Centelleante=brillante]
Solía vestir con ropas holgadas y cómodas, con camisas y pantalones de algodón, zapatos de piel flexible.
Poseía un carácter afable; ciertamente, este chaval que de increíble temperamento, rara vez se exasperaba o se sentía de mal humor; humilde y vivo, por eso lo apreciaba. Solo se le culparía por un par defectos, puesto que es acertadamente sabido que nadie es perfecto. Y se trataba de que, a veces fuera algo perezoso y patoso, ya que cometía errores. Estas desventajas resultaban en ocasiones problemáticas, siendo muy despistado y despreocupado, perdía cosas, no demasiado puntual y se quedaba dormido con frecuencia.
Enamorado irracionalmente de su novia, Deisy, por lo tanto estaba siempre abnegado* a sus necesidades y súplicas; en ocasiones caprichosas, otras muy difíciles de cumplir; como aquella vez que le pidió que dejara de mirar a otras chicas. [Abnegado= Sacrificado]
Añadiré que su padre trabajaba en el ayuntamiento y su madre en la acuicultura de atúntruchas.
Visitaba “El Pescado Feliz” con reiteración*, en donde pasábamos unas tardes y noches de tertulias agradables, ya que la taberna de la posada era un lugar acogedor y hogareño. [Reiteración=reincidencia]
Empezó a modo aprendiz en la piscifactoría a los 15 años. Prosiguió con orgullo trabajando, salvo los días que se quedaba dormido y llegaba tarde al trabajo; pero se lo perdonaban, aunque le penalizaban descontándole dinero de su salario. Algunos le echaban en cara que fuera poco puntual; y a él, por una oreja le entraba y a través de la otra le salía.
De modo que, por lo gracioso que era, se ganó el derecho de convertirse en uno de mis mejores amigos.
––Estoy de acuerdo ––Manifesté, seguido de un ademán que transmitía mi aprobación––, Ana cocina de maravilla, es también uno de mis favoritos, sé aprecia un sabor a fresas suculento, y la nata, que es de una excelente calidad, lo remata con un añadido delicioso, incluso para las bocas más exigentes.
––Prefiero el de chocolate con cerezas y moras rojas ––objetó Ethan––, este de fresas con nata es una asquerosidad empalagosa.
Ethan era un herrero de 27 años, gran amigo de ambos, no se sabe cómo. En cuanto a su fisiología*, con una estatura muy alta, medía 2,15 metros, esbelto y corpulento, con un par de brazos nervudos*. [fisiología=anatomía] [Nervudos=fuertes]
Piel de un bronce intenso, con un cabello castaño oscuro y corto. Los rasgos de su fisonomía* se enorgullecían de contar con unos grandes, objetivos y perspicaces* ojos dulces como la miel y brillantes como el ámbar; una nariz romana bien definida remataba su identidad física. [Fisonomía=rostro] [Perspicaces=astutos]
De carácter, circunspecto y objetivo, valiéndose de una inteligencia calculadora, intentaba manifestarse, cuando se lo permitían; siendo primogénito y mayor, a pesar de ser tan joven todavía, no dejaba escapar ocasión para intentar subyugar* al resto del grupo a sus designios y caprichos. [Subyugar=someter]
Tal como he relatado, se dedicaba a forjar herraduras para los caballos, entre otras cosas, en el negocio de su padre. Su progenitor, un hombre maduro y avezado* en la herrería, con 86 años, manufacturaba con habilidad desde hace más de 65 años: espadas, cuchillos, arcos y navajas; los cuales vendía a los Guardias Reales y a los comerciantes del reino de América. Me contó una vez Ethan, que él le había acompañado en ocasiones a otras aldeas cercanas para comerciar herramientas de labranza y utensilios de cocina.
Manifestaba con un vehemente* interés aquella enfermiza obsesión por las cervezas de Ana. [Vehemente=apasionado]
Perdía, horas y más horas en la taberna con bastante constancia y en el momento que se lo permitía su trabajo y su bolsillo. Nos reíamos de sus disparates; pero, a veces, en las ocasiones que bebía demasiado, se ponía tan molesto que era menester negarle más cervezas y, aunque suene algo peyorativo*, con una impetuosa patada en el trasero, mandarlo a dar por saco a otra parte. [Avezado=experimentado][Peyorativo=negativo]
–– ¿Os han pasado la nueva de lo que ha ocurrido en el poblado de La Manzana? ––Preguntó Diego, un vecino de mediana edad que trabajaba en la cría de atúntruchas desde hace mucho tiempo, el cual se sentaba con nosotros en ocasiones.
–– ¡No! ––Manifesté yo, con el incansable interés propio de un joven––; ¿Qué ha sucedido?
A mí me interesaban en aquellos días de mi juventud todas aquellas historias populares sobre sucesos y anécdotas, que, inexplicablemente, acontecían en las tierras del reino; normalmente se trataban de problemas como el de la aparición de criaturas extrañas, con unas características inusuales.
––Ha surgido de la espesura otro lobo gigante ––respondió diego, expresando un miedo en sus ojos que trasmitían un sentimiento de indefensión––; según me dijeron… aproximadamente, de un tamaño bastante grande… midiendo dos metros de hocico a cola. Lo que pasó fue lo siguiente: ha matado a un buey de labranza y tras descuartizarlo, se ha escabullido entre la maleza.
–– ¿De qué color tenía el pelaje? ––Preguntó Ethan––; por ahora se conocen siete especies de lobos. El más grande que se conoce tiene el pelaje de color negro. Según explicaron, llegan a medir hasta tres metros de longitud cuando llegan a la madurez; sin embargo, los lobos son criaturas taimadas* y no suelen atacar a hombres; supongo que será porque no les resultamos deliciosos; qué sé yo. Por lo que he oído, están dotados de una singularidad sagaz; no se compadecen de nuestros animales; solamente atacan en el momento que están realmente desesperados y hambrientos, lo que es en rarísimas ocasiones, puesto que son buenos cazadores. Regularmente se alimentan de musmones en las montañas lejanas; sin embargo, no hay presas que se les resistan. *[Taimadas=astutas]
––Tengo entendido que de un color negro y con los ojos rojos, debería ser un ejemplar joven aún ––Especificó Diego––. ¡Es increíble! ¡Uno ya no está seguro ni en las tierras del reino!, el rey debería desplazar más guardias a zonas rurales. Ellos, la capital, se benefician de la llegada de miles de productos elaborados en las aldeas; nos lo deben, tienen la obligación de protegernos.
––Has tocado un tema delicado ––opiné resignado––; no esperes nada del monarca Leónidas; no llegará ninguna ayuda, te lo aseguro.
––Podríamos defendernos nosotros mismos ––opinó Ethan––. ¡Yo ya estoy preparado!
–– ¿Cómo te defiendes contra en un ataque imprevisto de una bestia de 3 metros de largo? Me gustaría que me lo aclararas ––Preguntó irónicamente Pedro.
–– ¡Qué blandengue eres Pedro! ¡Pues, con un hacha!; lo esquivas y, ¡zaz!, ¡le cortas el cuello! ––Respondió Ethan emocionado.
––Me gustaría aclararos ––dije–– que lo más peligroso de esta especie sobrenatural de lobo negro (denominado por Arturo: el aventurero caza monstruos, como Lobo Pesadilla) no son sus dimensiones, sino su destreza, su rapidez. Afortunadamente prefieren a nuestros animales; no obstante, ciertamente, es una desgracia, puesto que uno puede verse en circunstancias dificultosas al quedarse sin caballo en lugares alejados de toda población.
––Veo que estas muy bien informado ––expresó Pedro mirándome directamente.
––Bueno… ¡Ja,ja,ja! ––le dije––, he leído un libro de Arturo El Aventurero.
––Este rey que tenemos no es muy agudo ––opinó Ethan––, yo, en su lugar ya habría dado la orden para la construcción de una muralla que protegiera las tierras del reino. Después de unos 1000 años de monarquía todavía no ha habido ninguno suficientemente digno del trono. En mi humilde opinión, la casa real de Los Leones está maldita. Tampoco nos permiten protestar por sus malas políticas y la administración del reino; ni por el mal uso de los impuestos abusivos.
–– ¡Más bajo por favor!, habla más bajito ––exclamó Pedro, escudriñando su alrededor, preocupado por la presencia de espías reales––. ¿Tú quieres que nos corten la cabeza? ¿Verdad?, ¡no manifiestes tu parecer acerca de La Familia Real, de manera despectiva, o algún día te verás envuelto en un problema muy gordo!; ¡Ethan eres valiente como un gato, asomado por una ventana por la que, al otro lado, hay perros rabiosos, y el felino se precipita incoherentemente hacia peligro. Te pasará factura tu gallardía; serás presa de un fatal porvenir si no corriges tu conducta audaz.
–– ¿Quieres saber lo que pienso de todo esto? ––Expresó Ethan mirando a Pedro––; me da igual que pueda haber un condenado chivato en la taberna o que se enteren mediante sus poderes divinos, en los cuales no creo; es por ello, que siempre expresaré mis pensamientos, de lo que considero injusto e ilógico.
––Pero te imploramos, por favor, que lo expreses susurrado en los momentos que te encuentres con nosotros ––Le comuniqué con una sonrisa––; aprecio mucho mi cabeza, no me gustaría perderla.
––Bien, dialoguemos susurrando de La Familia Real. ––Expresó Ethan con indignación––. ¿Quiénes son ellos? ¿Con qué fundamento han privado a la sociedad de todo avance tecnológico?; Ya sabéis, queridos compañeros: «queda terminantemente abolido, por orden del rey, bajo pena de muerte; dedicarse la ciencia; tampoco a la magia, ¿y qué es aquello de la magia?, ni lo sé, pero bueno; ni a la ingeniería, ni imagino que es. Queda vedado fabricar armas de artillería; eso sí lo entiendo, pues podría llegar una flecha gigante ardiendo al mismísimo culo del monarca. Nadie puede aplicarse a la astrología, ¿y a quien le interesa las estrellas, para que sirven a parte de adornar las noches? En último lugar; una pequeña reflexión mía, ¿Por qué razón se niegan a construir una muralla protectora en los márgenes del reino de América?
––Escucha; y te explicaré el motivo ––recuerdo que manifesté––. Resulta que el rey teme cualquier poder intelectual que le pueda rivalizar. ¿Qué sabemos de la historia del mundo? Sin contar los mil años de reinado de La Casa Real de Los Leones, no disponemos de conocimiento acerca de civilizaciones antiguas... ––Paré para meditar dos segundos y proseguí––. Teniendo en cuenta que intuimos que la humanidad ha estado enumerando desde hace 11330 años, ¿Cómo es que estemos en esta tesitura de desconocimiento relativo la historia? ¿Qué ha pasado con los restantes 10330 años? ¿Existe información en la biblioteca real sobre las crónicas del mundo de esos años? ––Paré de hablar seis segundos para meditar. Mis amigos me observaban con entusiasmo, esperando que continuara; y proseguí tras un momento de inspiración––. Yo soy de los que creen que el mundo es redondo y no plano.
–– ¿Qué locura es esa tont… ––expresó Ethan, seguido de una cadena de ademanes que hablaban de desaprobación en una lengua que aunque muda no era por ello menos expresiva––.
Proseguí, sin permitirle terminar su pregunta:
–– ¡Qué El Mundo Conocido, tan sólo es una minúscula región del espacio natural que podemos explorar. Se sabe por las leyendas que la tierra tenía mares, ¡eran como lagos desmesuradamente gigantescos, pero sin límites! millones de quilómetros de terrenos de agua salada donde nadaban los atúntruchas en libertad; y puede que todavía se localicen por allí en las lejanías, mucho más allá de lo que conocemos; lo intuimos por la tradición popular pasada de padres a hijos; ya casi como una leyenda; mas, creo que es real; ¿No os parece raro? Ya hemos hablado de este tema muchas veces, en mi opinión; algo existe, algo ocurre, algo ocultan; y por alguna razón nos impiden ver la realidad.
––Eso nunca lo sabremos ––opinó Pedro––; pues, solamente somos unos simples aldeanos, ¿qué podemos hacer nosotros?
––Yo tengo inquietudes ––manifesté con emoción y, ¡golpeando la mesa con la mano derecha, juré con el puño izquierdo cerrado con ímpetu!––. Algún día exploraré, incluido las tierras salvajes, en busca de respuestas y llegar a los márgenes del mundo, a fin de poder resolver qué es lo que sucede, ¿por qué desaparecen los exploradores!
––Suena interesante ––expresó Ethan elocuentemente, mirándome con una sonrisa sincera, que expresaba lo agradable que sonaba mi repentina idea de abandonar Atúntrucha––; yo te acompañaré y Pedro también; ¿verdad Pedro?
––¡A mí no me metáis en vuestras locuras! ––Gritó Pedro––; ya sabéis: yo y mi novia y…
––¿Deseas casarte tan joven? Deisy puede esperar ––espetó Ethan interrumpiéndolo de una manera muy brusca––, seguirá joven y bella por 150 años más.
––Me gustaría saber por qué nací con esta marca. ––Exclamé inconscientemente, interrumpiendo a Ethan––. ¿Qué significa?
––Debe ser una marca de nacimiento ––opinó Ethan––.
––Me siento algo agobiado, necesito descansar un poco en mi habitación ––les comuniqué y me despedí con un gesto cordial––.
Me fui a mi habitación en el ático y estuve tres horas descansando un poco del día de trabajo agotador. Trascurridos esos momentos me entró una inexplicable necesidad de dar un paseo. Entonces me vestí y bajé las escaleras hasta el comedor. Pude comprobar que aún continuaban mis amigos bebiendo cervezas; Ethan parecía estar ya bastante borracho. Atravesé el comedor y mientras corría, saltando tan espontáneamente como una gacela, abandoné la posada por la puerta principal. Corrí por el camino exterior de la calle circular paralela al “El Pescado Feliz”; constituido por un mosaico de piedras grises bien adosadas con cemento. Al cabo de un momento, me detuve en un punto en concreto de la vía de piedras; había dejado de llover y torcí ligeramente mi cuello para contemplar el cielo parcialmente despejado del anochecer; divisé algunas estrellas y esa sospechosa esfera redonda llamada Luna, donde se garantizaba que moraban los dioses; o eso contaban en los templos lunares; semejante a, abundantes estupideces, con el fin evidente de someter a los inocentes.
El imponente satélite irradiaba intensamente, en contraste con la oscuridad casi absoluta que le envolvía; una blancura iluminada por unos rayos solares que la convertía en una diosa de las tinieblas sombrías, sonriendo a sus regiones sublunares; a modo si fuera un copo de nieve gigante en medio del inmenso vacío del espacio. La contemplaba, con mis grandes ambarinos ojos; ¡un astro radiante, misterioso, y fascinante!
En ese momento, mientras la observaba noté algo insólito, algo raro y perturbador. Vislumbré en ella, una sombra que crecía lentamente.
« ¡No puede ser posible! ¬¬––pensé––.»
Era un ser vivo, no cabía duda; planeando en el firmamento, como si no le afectara su peso; debía ser de unas dimensiones increíbles pues la circunferencia que mostraba a tanta distancia resultaba ser parecida a la de un ser bípedo.
« ¡Sin embargo, los hombres no volamos! ––Medité––.»
O eso asemejaba; no obstante, se encontraba tan distante que tan sólo se columbraba una pequeña silueta difusa, la cual percibía gracias a la desemejanza que el extraño ente producía, una disparidad luminosa dentro de un segmento de la Luna, junto al cráter mayor, con una forma parecida a la de un humano, pero no podía asegurar que lo fuera. Pasados unos minutos desapareció con un movimiento veloz, como el de un murciélago; y aquel repentino descubrimiento me dejo embelesado* y perdido en un mar de confusión y de nebulosa incredulidad. Entonces fue cuando me pregunté a mi mismo si me debía replantear mis creencias; yo, que no había manifestado ni un ápice de la más mínima fe.*[Embelesado=cautivado]
« ¿Será verdad lo que asegura nuestra religión, sobre los dioses; aquellos libros sagrados que hablan de las divinidades que habitan en la Luna?» Medité confuso.
Momentos después, en el instante en que regresé a la posada, saludé a mis amigos; pero no les conté nada de lo ocurrido; ya que no era mi intención que me tomaran por un lunático; nunca mejor dicho. Tras una ligera conversación sin importancia, me despedí con una sonrisa forzada y un ademán de hasta mañana. Subí a mi habitación por las escaleras de madera. Cuando llegué, me vestí con un holgado y cómodo pijama. Trascurridos unos minutos, me acosté en mi confortable cama; la cual estaba pegada junto a una ventana circular oblonga, cerrada con un par de postigos de madera.
Intenté dormir; mas, no lograba tranquilizarme; ya que se apoderó de mí un indecible malestar físico y un terror que devoraba mi alma con gula.
« ¿Qué fue ese ser? ––Pensé–– y, ¿cómo puede volar? ¿Podría ser un dios de la Luna? , es decir, ¿uno de nuestros dioses?»
Tras unas horas de desvelo me dormí y soñé con que algo me observaba desde la luna; un contorno difuso con considerables proporciones que crecía y me alcanzaba; me inmovilizaba y me llevaba muy lejos.
« ¿Qué locura? ––Pensé al despertarme–– ¿Qué incoherencia? ¿Un ser viviente en el cielo? ¡No puede ser!»
Finalmente, muy entrada la noche, derrengado* por el cansancio acumulado en mis huesos me sumí en un tranquilizador sueño; una somnolencia que sosegó todo mi cuerpo anestesiándolo pausadamente y entonces mis párpados se cerraron involuntariamente y logré pon fin desconectar. [Derrengado=agotado]
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CAPÍTULO 2
Día 8 de Marzo: Me desperté tras una noche deprimente, debido a la inquietud que me procesaba el que alguien pudiera levitar a gran altura. Os parecerá extraño sin embargo deben de tener en cuenta mi situación por aquellos días, mi falta de conocimiento relativo a todo lo extraordinario. Aquella deidad, un dios ubicuo*, inmortal, que inevitablemente, me quisiera castigar por criticar a nuestro Rey, ¿su hijo?; no obstante, dejemos atrás esta monomanía* mía, quizás una pizca desproporcionada y paranoica. [Ubicuo=omnipresente] [Monomanía=obsesión]
No me hubiera levantado aquella mañana si no fuera porque me tocaba trabajar en la taberna, pues era deber mío adecentarla, a fin de que los clientes se sintieran confortables en los momentos que llegasen o bajasen de sus habitaciones. Me vestí, en un instante, con el traje de oficio y bajé rápidamente hasta el almacén donde depositábamos nuestros utensilios de limpieza. En un segundo agarre sin ganas la monótona escoba y me fui a barrer el suelo del comedor. Más tarde, volví por un trapo amante de la suciedad para limpiar las mesas. Al cabo de unos minutos, empecé a fregar la habitación, de arriba a abajo, monótonamente, medio dormido aún. Me desviví unas dos horas repasando los diferentes rincones de la estancia, cuando, en un intervalo cercano a las nueve, Ana entró en la sala, mostraba en su fisonomía una expresión turbada junto con a un ademán que trasmitía preocupación:
––Daniel… toma… es para ti ––confesó Ana con una expresión en su semblante que revelaba sueño. Con un movimiento ágil levantó la mano derecha en la cual atenazaba un sobre blanco; me la tendió, mirándome con un rostro que transmitía todos los matices de la confusión y la curiosidad, y luego me dijo––; un barrendero lo ha encontró hace dos días en el suelo, cerca de la posada y al ver que iba dirigida a ti se ha acercado atraérnosla.
Me quedé altamente extrañado y pensativo: « ¿Una carta? ¿De quién será? Si yo no conozco a nadie fuera de Atúntrucha; entonces, ¿quién me la manda?; la leeré en mi habitación.»
––Ana ––Le confesé y con una incertidumbre que inundaba mi alma, llenando mi mente de un mar de inquietudes insondables*––, me encuentro en un mar de dudas, ya que me es desconocida la identidad de su remitente… me gustaría… saldré de dudas en mi dormitorio, si no te importa… ¿Puedo tomar un pequeño descanso? Te lo recompensaré esta semana haciendo horas extras. [Insondable=profundo]
––Descansa el resto del día, si lo necesitas ––respondió Ana; tan comprensiva, siempre abnegada*––; has trabajado duro esta semana, ya hará tu trabajo Susana; venga… vete tranquilo. [Abnegada=sacrificada]
Una vez le di las gracias con un gesto que, aunque mudo, no por ello era menos expresivo, subí las escaleras con toda la celeridad* que me fue posible hacia mi habitación. [Celeridad=velocidad]
Entré en ella y después de sellar mi santuario, me senté en mi trono de madera color caoba junto a mi escritorio; tras un corto intervalo de meditación, en el instante que me sentí cómodo, contemplé el sobre y tras darle la vuelta, encontré sobre la otra cara, unas letras, una frase en el reverso: «Para Daniel; que vive en el hostal “El Pescado Feliz”. Entregar anteriormente al 12 de marzo. Es urgente y de vital importancia que la reciba su destinatario.»
« ¡Qué raro! ¿Quién demonios puede ser? ––Me pregunté mientras me acariciaba la barbilla con mi mano derecha––.»
Lo abrí con manos trémulas*, como fui humanamente capaz. A poco, saqué una nota amarilla del interior del envoltorio y en ella descubrí unos caracteres que parecían haber sido trazados con delicadeza, usando tinta negra, intensa y brillante. [Trémulas=temblorosas]
Os figurareis cuál fue mi reacción, ¡cuán* impaciente estaba yo por descubrir que decía! Ya que aún conservo la misiva* en algún mueble, bien guardada en mi biblioteca os puedo relatar, letra por letra, consonante por consonante, vocal por vocal, lo que decía, con todo detalle, sin dejar nada primordial: [Misiva=carta] [Cuán=cómo de]
«Saludos cordiales Daniel. ¿Quién soy, te preguntaras? Puedes considerarme un amigo de tus padres que desea ayudarte. Me gustaría explicarte muchas cosas, pero de esta manera no. Te espero en la posada: “El Perro Gordo”; la cual se encuentra en la aldea: “Frutos Secos”. Te cito el día 12 de marzo, a las 20:00 horas concretamente. Cuentas con unos pocos días para presentarte y confió en que llegues a tiempo; de lo contrario, le dejaré al posadero un regalo; un obsequio mío, algo sobradamente especial. Es extremadamente importante que entiendas que es de valiosa magnitud que acudas a la cita, pues tengo algo que necesito comentarte personalmente. Hasta pronto Daniel, ¡buen viaje!»
No daba crédito a lo que transmitieron mis pupilas en dirección a mi inteligencia central, colapsándola de extrañezas incomprensibles. Mi mente fue arrastrada a un abismo de sombras, a través de enigmas y cuestiones miles, tormentos e inquietudes. Con gran sorpresa por mi parte entendí que un desconocido, el cual se autoproclamaba amigo de mis padres, me citaba en una posada, en Frutos Secos, a una distancia de más de 105 kilómetros de mi aldea, hacia el suroeste.
Nunca salí fuera de Atúntrucha y este misterioso extraño me solicitaba desplazarme a un lugar más cercano a “Las Tierras Salvajes”; por lo tanto, sendas más inseguras; aunque no mucho, tampoco hay que exagerar; por consiguiente, al fin y al cabo, se encontraba relativamente próximo, a uno o dos días de viaje a trote y todos sabíamos que era habitual el comercio entre las dos aldeas; “Frutos Secos”, como su apelativo indicaba, se dedicaba a la elaboración de frutas desecadas de albaricoques y ciruelas principalmente. Asimismo, era acertadamente conocida su situación en el mapa, de hecho mi amigo Ethan, recordé, había ido a comerciar en algunas ocasiones y regresado ileso.
«Tampoco es que esté situado en los márgenes del reino ––pensé mientras estudiaba un mapa de la zona––; se encuentra considerablemente cerca de aquí.»
Tras un breve momento, después de reflexionar, esta proposición fue para mí, que soñaba con grandes aventuras, una invitación admisiblemente acogida para mi corazón y desmesuradamente mal recibida por mi conciencia, que analizaba los peligros a los cuales me enfrentaba por realizar tales hazañas propias de intrépidos aventureros; los cuales, guiados por el calor de su primer impulso, sin meditar sobre las amenazas a las que se exponían, irracionalmente e impetuosamente se lanzaban a ello. En efecto, una excursión era lo que yo anhelaba, propia para un joven con ganas de aventuras.
Además, evocaba mis ideas y fantasías; recordaba le a mis camaradas referente a como deseaba explorar “Las Tierras del Reino de América”; y quizás, algún día, bajo un arrebato de locura que me poseyera, intentar penetrar en “Las Tierras Salvajes” para desvelar los secretos de los límites, y así matar dos pájaros de un tiro. Por otro lado, la intriga por lo oculto e indómito, me provocaba ávidas sensaciones y un deseo terrible de partir enseguida.
« ¿Qué me desea regalar el amigo de mis padres? ––Me pregunté a mi mismo en mi interior, sentado en mi escritorio–– ¿Y por qué motivo? Eso lo sabré; acudiré a la cita del 12 de marzo ––pensé, en una impetuosa locura, poco racional e incoherente––.»
Analizaba el porvenir; no me sentía preparado para emprender el desplazamiento yo solo, por este motivo y otros infinitos no menos considerables, decidí proponer a mis amigos que me acompañaran en esta aventura; pues, es adecuadamente sabido que las expediciones en dirección hacia “Las Tierras Salvajes”, son, cuanto menos, inseguras; «cuanto más te alejas, más inseguridad hay», o eso decían. ¡Necesitaba compañeros exploradores y se lo iba a plantear a Pedro y Ethan!; quienes, recordad, se habían ofrecido ellos mismos acompañarme.
Intuitivos sois y por ello adivinareis que la propuesta realizada el mismo día por la noche, fue bien acogida por estos alocados amigos:
–– ¡Me parece una estupenda idea! ––Opinó Ethan entusiasmado––. Iremos, pero, como comprenderás, Daniel, necesitaremos hacer preparativos, reunir los materiales y víveres necesarios; puesto que no se debe salir de las aldeas falto de mapas y brújulas. Es importante poder contar con unos caballos, aunque podríamos llegar a pie; sin embargo, no compareceríamos anteriormente al día 12; es de vital importancia que nos preparemos para posibles imprevistos, ya que nunca se sabe lo que nos puede acontecer en tierras de nadie.
––Ya sabía lo que ibas a decir, Ethan, y te agradezco tu ayuda ––expresé con un ademán que desbordaba alegría––, ¡Eres un valiente y fiel amigo!; no obstante, primeramente, permíteme advertirte: puede ser arriesgado pues se presentaran amenazas en el exterior; ya sabes: pequeños lobos grises hambrientos, bandidos. Bueno; tú lo sabes mejor que yo. ¿Has tomado tu decisión definitiva, asumiendo las consecuencias?
––No te preocupes por mí, tonto ––respondió Ethan con un gesto transmitiendo valentía––, como ya te dije una vez, no es la primera ocasión que salgo de “Atuntrucha”, he ido un par de veces por trabajo con mi padre a “Frutos Secos”; por este motivo soy el más indicado para guiaros en esta excursión y no tendrás que pagarme; yo me encargaré de que lleguemos vivos.
––Pedro, ¿Qué piensas? ––Le pregunté girando mi cabeza, y pude comprender que se encontraba perdido en sus propias dudas y temores––.
––Veras… a mi novia no le hará ninguna gracia, pero estoy seguro de que no le importará demasiado que me ausente unos pocos días para ir y volver a “Frutos Secos”, Ethan ¿a cuántos días a caballo se encuentra esta aldea?
––Está a unos 105 kilómetros ––aclaró Ethan––; pero, antes de alcanzarlo, hay que atravesar la arboleda de Abedules, llamado “El Bosque Protector”; dicen, por cierto, que es un pequeño bosquecito sobradamente tranquilo, tal cual su nombre indica; yo cuando pasé por allí no tuve ningún percance. No debe resultar ningún problema a caballo, con un trote pausado. Calculo que nos llevará una o dos jornadas, dependiendo de las horas de viaje diarias y lo extenuados que se muestren los caballos.
––Teniendo en cuenta ––expuse–– que un caballo trota de media entre 12 y 14 kilómetros por hora; siete horas de trayecto suponen de 84 a 98 km, lo necesario para llegar en un día al inicio del bosque. Necesitamos, por lo tanto, dos días, ya que, no es conveniente que nos adentremos de noche en él. A la mañana siguiente ¡zas! Entramos y comprobaremos que tal protector es, y en unas pocas horas más llegaremos a esta aldea situada en su centro.
––Calculemos, entonces, dos días ––respondió Ethan––; siete horas viajando y cuatro de descanso.
–– ¡Ah!, estaremos de vuelta antes de cinco anocheceres, más o menos ––observó Pedro––, de tal manera, me apunto; sin embargo, os hago responsables de mi vida.
––Con esa actitud es mejor que no nos acompañes ––expresó Ethan, con una blanca sonrisa––; serás más un estorbo que una ayuda.
–– ¡No seré un estorbo! ––gritó Pedro, crispado*––. ¡Iré aunque me cueste un disgusto! [crispado=enfadado]
–– ¿Asumes las posibles consecuencias que puedan ocurrirte por abandonar la seguridad de nuestra aldea? ––Le Pregunte––.
––De acuerdo; ¡Lo asumo! ––Respondió Pedro; pero no muy convencido––, ¡Y os aseguro que no seré una carga!
Noté una cosa: Ethan se esforzaba para no reírse, había conseguido lo que quería, con un curioso método, provocando a su amigo; algo habitual en él, tenía un don para esto.
––Empezaremos los preparativos para el viaje. ––Sugirió Ethan––. Yo me encargaré de las armas. Tú, Daniel, ocúpate de los corceles; si te parece razonable. También de los equipos; que no falte comida y que abunde el dinero.
––Muy bien; eso está hecho ––prometí––, no creo que a Ana le importe prestarnos tres caballos; en cuanto al resto: a los víveres y herramientas, tanto como una brújula, un termómetro, un mapa de las tierras del reino, de todo eso me encargaré yo personalmente. Vosotros, además, podéis cargar en vuestras mochilas aquello que creáis que pueda sernos útil.
––Entiendo ––contestó Pedro––, yo aportaré unos bizcochos, ¡je,je,je!
–– ¡Ja,ja,ja! ––Me hizo gracia su ocurrencia, siempre tan goloso––; no vienen mal unos pequeños hidratos de carbono, pese a que vayan a ser los animales los que hagan el esfuerzo; pero once horas, sentados sobre las albardas* y a galope*, debe ser agotador también, me imagino. [Albarda=silla del caballo donde se sienta el jinete] [Galope=velocidad máxima alcanzada por un caballo]
––Necesitamos además ––sugirió Ethan––, cuchillos: para cortar plantas, frutas silvestres, desgarrar la carne y de más; una caña de pescar con gusanos y no vendría mal que lleváramos tres buenos arcos con flechas con puntas reforzadas, para cazar y defendernos de posibles bandidos y alimañas hostiles. ¡Ah!, se me olvidaba, súper importante en gran medida; llevar mecheros para prender fuego, por lo menos diez, de los sacos de dormir y la tienda de campaña te encargas tú –dijo señalándome con un dedo– ¿Te parece bien, Daniel?
––Cuenta con ello ––respondí––, pongámonos en esta labor. Partiremos a las regiones meridionales de la aldea, cuando tengamos todas las provisiones; deseo que podamos entrar precedentemente al día 12 de marzo a “Frutos Secos”.
Expondré ahora un pequeño resumen de los consecutivos días:
Día 9 de marzo, 11329: lo dedicamos a localizar y comprar, alquilar, pedir prestado, todo lo acordado y necesario. Así no es extraño que Atúntrucha entera colaborara para reunir los suministros; de modo que, si existía una confraternidad y abnegación apreciada por nosotros; ya que muchas cosas fueron regaladas por los comerciantes que deseaban ayudar; asimismo, otras, por algunos vecinos, amigos. Era la forma que tenían de manifestar su apreciación por su querida aldea, ya que no todos los días se veían unos aventureros, dispuestos a recorrer más de 100 kilómetros privados de protección por La Guardia Real. Como recordareis, normalmente, los comerciantes iban protegidos por los soldados de La Casa de Los Leones, los cuales además de hacer su trabajo, a su vez se aseguraban de que se cobraran los impuestos abusivos. Nadie, en su sano juicio, digo nadie, iba sin protección por las vías; tan sólo los intrépidos aventureros y los locos. Por lo general, el pueblo resultaba tranquilo en el interior, tras las empalizadas era peligroso, por ello la noticia fue acogida con gran novedad y entusiasmo.
Día 10 de marzo: Me desperté cerca de las 5:30 horas aproximadamente de la madrugada. Habíamos quedado a las 6:00 para emprender el viaje. Tomé la mochila que estaba elaborada de algodón color gris. En ella metí todos los instrumentos de exploración necesarios para guiarse por el reino: mis mapas, mi brújula personal. También introduje unas cuantas manzanas y un par de bocadillos. Una bolsa de tela marrón bien llena de monedas, dinero que había ido ahorrando desde los quince años. Agarré la espada que me regaló Ethan, un arco de flechas, una daga, la cual como es costumbre, me la coloqué en la cintura y salí de mi dormitorio con algo de ansiedad, pero con brío bajé las escaleras rumbo a la taberna, y tras esto atravesé el comedor hasta alcanzar la puerta de la entrada delantera y tras abrirla; allí afuera hacia bastante frio a esas horas intempestivas. De pie, pisando la calle paralela como dos estatuas, me estaban esperando, en la penumbra de la noche, mis amigos.
––Seguidme ––les pedí, invitándoles a entrar con un gesto realizado con la mano derecha––. En el establo nos están esperando nuestras monturas y todas las provisiones ya acomodadas en las bolsas de los caballos.
––Tu delante ––comunicó Ethan, con un ademán que expresaba impaciencia––. Cuanto antes partamos mucho mejor.
–– ¿No sería mejor que esperáramos a que salga el sol? ––Preguntó Pedro––.
––No hay tiempo que perder ––dijimos Ethan y yo al unísono––.
––No te preocupes por la oscuridad ––dijo Ethan––; tarde o temprano el crepúsculo volverá para traer la noche del siguiente día; tendremos pues que acostumbrarnos a ello.
––Bien, vamos, no lo demoremos más ––expresé––. No te preocupes Pedro, está apunto de amanecer.
Los guie hasta una puerta trasera de la taberna. Esta era una habitación construida de madera con parcelas para reguarnecer hasta treinta animales y el suelo se encontraba relleno de paja, de tal modo es costumbre en todas las caballerizas del reino de América. Allí, nos estaban esperando nuestros preciosos compañeros, tres enérgicos y esplendidos caballos.
Uno fuliginoso* para mí, otro pardo para Pedro, y el último plomizo para Ethan. Ellos iban a soportar el trabajo más arduo, se merecían que les pusiéramos nombres: al negro, le puse de nombre “Saltamontes”, Ethan llamó “Nemo” al gris y Pedro lo bautizó al marrón, como “Turrón”. [Fuliginoso=negro]
A poco, subimos a los corceles; poca práctica poseía yo guiándolos y Pedro tenía el mismo problema; sin embargo, Ethan parecía acostumbrado. Fuimos desplazándonos a una velocidad inferior al trote*, para ir habituándonos a la técnica para guiar uno, con las riendas. [Trote= velocidad media del caballo, superior a caminar, e inferior al galope]
Por fin, tras pasar por el puente y abrir el portón de la empalizada que protegía Atúntrucha de los peligros del exterior salimos y al cruzar el marco de las puertas los guardias nos contemplaron algo extrañados; llegaron a murmurar algo entre risas que no fui capaz de comprender. Dejamos atrás la aldea; entonces, me paré un instante y tras darme la vuelta, me puse a contemplar mi aldea:
––Hasta la vista ––expresé––; espero poder volver pronto.
–– ¿Ahora te pones nostálgico? ––Se burló Ethan, con una sonrisa irónica en sus labios––; pero si ni siquiera hemos abandonado los alrededores.
––Bien ––se pronunció Pedro––; ahora, ¿hacia dónde, Ethan?
––Seguiremos el camino comercial en dirección sur a lo largo de unos 60 kilómetros, y luego giraremos rumbo al este, no tiene perdida, hasta que nos acerquemos al rio Arkansas el cual deberemos traspasar por el puente y al cruzar llegaremos a una gran arboleda donde finaliza la calzada; entonces atravesaremos “El Bosque Protector”, caminando y guiando a los animales por las riendas, durante un pequeño tramo más. Es inevitable para conseguir llegar a “Frutos Secos”; ya que, como antes dije, este pueblo se caracteriza por estar en el centro de esta frondosidad* y no existe una senda bien definida para conseguirlo, quizás encontremos un sendero ligeramente borroso, a intervalos. [Frondosidad=abundantes hojas y ramas]
––De acuerdo ––dije, mientras miraba mi reloj automático––; nos espera una buena cabalgata. Son las 6:35. Nos pararemos a comer sobre las 13:30, más o menos. Y así dejaremos descansar a los caballos dos horas. Luego seguiremos la marcha a un trote pausado, hasta las 21:30 horas. Más tarde buscaremos un lugar para establecer el campamento nocturno. Mañana, 11 de Marzo, debemos penetrar la espesura sin demora, o de lo contrario, no llegaremos a tiempo a mi cita.
Seguimos el camino del sur; pude contemplar un letrero que ponía: “Frutos secos a 104 kilómetros”. A poco, empezamos a cabalgar a trote moderado, lo recomendado para no cansar a los corceles. Ellos nos guiaban por la vía, no hacía falta hacer un gran esfuerzo intelectual o físico para esto; se mostraban muy intuitivos. Realmente estaba asombrado con la rapidez; la verdad daba una chispa de terror, llegando a los 14 kilómetros por hora a galope; a veces me asustaba un poco la idea de que me pudiera caer accidentalmente del animal, mas yo me agarraba con fuerza.
Lamenté que no dispusiéramos de más tiempo para viajar con más tranquilidad y tener la oportunidad de disfrutar contemplando los bellos paisajes del entorno. Al cabo, nos cruzamos con varias caravanas comerciales protegidas por un séquito de guardias reales. [Al cabo*=en un instante]
Mis sentidos captaron mientras cabalgaba lentamente un precioso paisaje de invierno: praderas de hierbas cubiertas por espesa nieve, adornada con arbustos blancos y árboles de diferentes especies se erguían por aquí y por allá. Crecían mayoritariamente abedules cubiertos parcialmente de nieve, de finos troncos grises y sus hojas alcanzaban los seis metros de altura, unas pequeñas, sin embargo bonitas; las cuales, esparcidas también sobre el terreno, en sus alrededores, creando un bonito manto de hojas con variados tonos de marrón, verde y amarillo.
Cerca de la vía, rocas con un sinfín de formas y tamaños entre grandes y diminutas de tonos grises, decoraban el campo silvestre con una belleza sublime. El verde, marrón y cetrino de los vegetales, el marrón y gris de los árboles y el blanco de la nieve predominaban en un paisaje envuelto por un manto celeste con un cielo despejado aunque frio como el corazón de una viuda.
El primer amanecer de mi vida fuera de mi villa. Un sol amarillo, fulguraba* tenuemente, sus primeros halos de luz se asomaban por el lejano horizonte, el cual, empezaba a iluminar ligeramente el ambiente. En un momento del trayecto, mis miradas se posaron en un par de liebres que corrían entre setos, saltando de arbusto en arbusto y escondiéndose de mis contemplaciones. [Fulguraba=brillaba]
En resumen, después de siete horas de viaje siguiendo el trayecto, nos detuvimos para comer y permitir descansar a los caballos un par de horas. Más tarde encontramos un buen lugar apartado en el prado; alejados del camino unos pocos metros al este.
Era parecido a una cueva, aunque carente de entrada, ni galerías que se adentraran en una montaña; pues tan sólo era una roca inclinada algunos grados; majestuosa, demasiado grande, la cual terminaba en pico, apuntando hacia el cielo, hacia el este, dejando el camino en dirección contraria. La gigantesca roca sobresalía y creaba una pequeña cueva o guarida con sombras, un lugar perfecto para resguardarse de la lluvia; pero no una verdadera cueva, pues no se erguían montañas en los alrededores.
Ethan fue a por madera, la cortó de un árbol cercano e hicimos un pequeño fuego. Nos sentamos y sacamos los pertrechos*: abundante pan, atúntrucha en conserva en abundancia, agua, una manzana para cada uno. Los caballos comieron también y holgaron*, que bien merecido se lo tenían. Mientras comíamos discutíamos a cerca de diferentes asuntos; seguíamos una conversación interesante relativa a bandidos procedentes del noroeste; al parecer se escondían en esta zona meridional. [Pertrechos=provisiones] [Holgaron=descansaron]
––Debemos ser cautos por las noches ––advirtió Ethan––; más hacia el sur es posible que haya escondidos en cuevas cercanas, bandidos, asesinos, ladrones, desterrados que se esconden de la ley; si nos ven, damos por perdidos los caballos y quizás algunas provisiones; si son muchos, es mejor no enfrentarnos a ellos; o eso me contó mi padre, el cual viajaba mucho por esa zona.
––Ethan, podrías habernos contado eso antes ¿No hay modo de evitarlos?
––pregunté––. Si nos roban los caballos no llegaremos a tiempo y creo que nos costará más cara la pérdida, de lo que ganemos con ese regalo.
––No hay atajos en este mundo de locos ––opinó Pedro––, nos arriesgamos o volvernos a casa.
––No regresaremos, te lo aseguro Pedro ––afirmé con un aspavientos* que era la confirmación de una promesa––, quedaríamos sobradamente mal ante los vecinos, amigos y la familia. Ahora, si os parece correcto, echemos una siesta por turnos; mientras uno vigila los otros dos pueden descansar un ratito; nos sentará bien. [Aspaviento=gesto]
––A descansar con la barriga llena ––expresó Pedro acompañado de una blanca sonrisa––; una pequeña siesta es justo lo que necesito ahora.
No hay hombre a quien no le guste una buena comilona en el campo; y así, con la barriga feliz y caliente; tras yacer unos pequeños intervalos de tiempo, en un momento cercano a las 16:00 horas, subimos a las monturas y proseguimos. Resumiendo: de 16:00 a 21:00 los caballos fueron desplazándose a trote lento por las planicies del terreno, danzando sin parar a través del camino, sin perder el tiempo.
Había momentos en los cuales comenzaba a apreciar la extenuación de mi caballo; esto me preocupó, pues quizás tendríamos que detenernos antes de lo planeado y dejar el resto del viaje para la siguiente jornada. Era aquél lugar silvestre aún más bello y extraordinario que en mis sueños; cuanto más lo observaba, más me conmovía sus dulces matices de colores; no parecía ser tan peligroso como aseguraban las habladurías populares.
Sea como quiera, se hallaba allí una apacible quietud que me anestesiaba, cuerpo y alma. Si alguna vez moría, me gustaría que me enterraran en un lugar como aquel. Más adelante, nos sentimos forzados a detenernos un par de horas para dejar descansar a los caballos, llegamos a la conclusión de que debíamos parar antes de tiempo, ya que, normalmente, los caballos tienen sus limitaciones.
Los paisajes eran llanuras verdes donde crecían algunos abedules distribuidos en sistema arbitrario. Mis miradas se posaron sobre una meseta plana con algunas pequeñas colinas en las lejanías del horizonte, hacia el suroeste. En el momento en el que el sol, empezó a esconderse entre las montañas del horizonte del oeste; entonces, comenzamos a buscar un refugio o un lugar adecuado para establecernos.
Momentos después, improvisamos un campamento cerca de un riachuelo que zigzagueaba como una anaconda, llamado en mi mapa “Fountain Greek”, abrigados de miradas indiscretas por un grupo de rocas. Congeniamos que existiendo la amenaza de los bandidos bastante cerca, sería altamente arriesgado encender una fogata, puesto que sería como atraerlos.
––Ahora, escucharme atentamente ––rogó Ethan––, yo haré la guardia primero, en segundo lugar Daniel, y finalmente Pedro.
––Bien, qué más da quien vigile primero ––opiné––, si notáis cualquier anomalía: un movimiento, un ruido, una luz o sombra en la profundidad de la noche, despertarnos inmediatamente.
––Hará bastante frio si no podemos prender una fogata ––opinó Pedro––.
––No, tampoco hace tanto frio ––respondió Ethan––. No seas exagerado.
––Sí, en realidad, estos son los últimas semanas de invierno ––concreté––. Aunque tiene razón él, hace bastante frio, el termómetro indica una temperatura de…, espera que lo saque de la mochila…; de 4 grados.
––Si se acercan unos bandidos ¿qué haremos? ––Preguntó Pedro––; no somos guerreros, ni soldados avezados*, no nos han instruido para luchar, no estamos en muy adecuada forma física. [Avezado=veterano]
––Lo dirás por ti ––objetó Ethan––. Te has entregado por completo a la degustación de tartas de doña Ana; yo, sin embargo, me encuentro en perfecta forma física y he estado entrenando para luchar en mis ratos libres; como sabéis porto un hacha y una daga; si nos atacan no dudaré en combatir por nuestras vidas y por nuestras cosas.
––No estaría mal que empezáramos a entrenarnos ––sugerí––. Deberías ejercitarnos con algunos trucos. Pedro, la buena forma física ayuda; sin embargo, no es lo más importante; importa más los reflejos, para esquivar golpes y eso se mejora practicando.
–– ¡Ja,ja,ja! ––se mofó Ethan–– Eso creen los flacuchos como tú; aunque sois demasiado jóvenes aún para que se os critique por ello; ya tendréis tiempo de adiestraros.
––Bueno ––dijo Pedro––, tanta charla me ha dado sueño, me voy a dormir.
––Yo también ––respondí––; Ethan, despiértame dentro de 3 horas, para relevarte y puedas descansar.
––Muy bien, descansar tranquilos, ––expresó Ethan––, velaré en la penumbra como los ojos de una lechuza, acechando en la tenebrosa oscuridad de la noche; atento, al igual que un animal, ladino* e incansable. [Ladino=astuto]
Versión borrador con algunas faltas de ortografía.
CAPÍTULO 1
Innumerable de soles pasaron ante mí; y sin apenas percatarme llegó marzo del 11329. Entonces fue cuando celebramos mi diecisieteavo cumpleaños en la taberna del “El Pescado Feliz”. A fuerza de duro trabajo me había prácticamente transformado en un hombre con cuantiosas ganas vivir y sobrado maduro para mi edad. No existía en ello nada extraordinario; resultaba algo habitual en la mayoría de los moradores del el reino de América; puesto que la época que afrontábamos resultaba dura en grado sumo* y te impulsaba a madurar, a pesar de que tuviéramos por delante una esperanza de vida de más de 250 años. Y así, a la fiesta acudieron más de cincuenta personas; entre ellos, mis apreciados amigos: Ethan, Pedro y su novia Deisy. [*Grado sumo= en gran mediada]
He aquí unos pocos regalos que recibí aquella noche: Una espada por parte de Ethan, de Pedro una brújula, de Deisy un sombrero, y Ana me regaló un reloj de pulsera automático el cual significó para mí el mejor regalo que había recibido en años. No podía yo sentirme más contento; y, sin embargo, no creo necesario describir todo lo acontecido aquel feliz día; tan sólo bastará recordar una mesa en la cual se disfrutó de un gran festín entre amigos, que se prolongó hasta bien entrada la madrugada.
Relativo a mí os revelaré que era esbelto y de estatura alta, alcanzando los 2 metros; más ágil que recio, con un par piernas largas, igual que las del irascible D’artagnan.
Mi piel bronceada, similar a la de todos en nuestra época; tono firme, no límpido*, sino puro, intenso y protector a fin de poder soportar unos rayos solares que calentaban el globo con más de 45 grados centígrados en verano; epidermis que cubría todo mi cuerpo, incluidos aquellos rasgos de mi fisonomía. De cara ovalada con una nariz romana, labios con cierta proporción aurea, junto a dos ojos semejantes a piedras de ámbar. Mis cabellos lucían ligeramente undulados y marrones como el café; añadir que era costumbre que los hombres lo luciéramos corto. [Límpido=claro]
Hablemos ahora de mi personalidad: Debo reconocer, aunque esté mal que yo lo diga, que de joven era ingenioso, puesto que dominaban en mí, la razón y la emoción bien coordinadas. Siendo soñador, tenía un gran interés por descubrir cosas ocultas. Había algo que me llamaba, algo que me intrigaba, algo que debía explorar y eso mismo era lo que sentía.
Sigamos con el trascurso de los acontecimientos. No había transcurrido muchos meses en el momento que la calidez se apoderó del ambiente; el verano del 11329 se manifestó caluroso, alcanzando unos enervantes* 40 grados; [Enervantes=debilitadores]
De modo que las piscinas comunitarias del ayuntamiento se encontraban abarrotadas todos los fines de semanas cuando los habitantes descansaban de sus extenuantes trabajos. Los bellos y esbeltos cuerpos femeninos, mostraban sus bonitas pieles tonos bronce y aquellos cabellos con tonalidades entre dorados y marrones; con sus exuberantes curvas, más sus grandes ojazos piedra de ámbar y esmeraldas, nos subían las temperaturas más aun; entonces ya nadie era capaz de pensar en otra cosa y surgían los enamoramientos.
Para nosotros las piscinas resultaban tan necesarias como beber un buen vaso de agua fría.
En tanto que en invierno bajaba hasta los 6 grados en la planicie, en Atúntrucha; no resultaba raro que en verano subiera hasta unos agobiantes 45 grados. En cuanto a la primavera y el otoño eran relativamente cortos, tan sólo un mes y medio duraban cada estación con grados agradables entre 10 y 27 grados. Así, tampoco era extraño que, en los postreros* días de marzo fuera todavía invierno y a finales de mayo, a pesar de no haber llegado aún el solsticio de verano, el bochorno se manifestaba ya enervante.[Postrero=último]
De tal manera: primavera del 1 de abril al 15 de mayo, verano del 16 de mayo al 30 de octubre, otoño del 1 de noviembre al 15 de diciembre e invierno del 16 de diciembre al 31 de marzo.
Doy por sentado que os pueda parecer inverosímil, pero estas temperaturas eran debido a algo que explicaré más adelante; no era extrañeza lo que sentíamos, sino más bien estábamos habituados a estas estaciones, al igual que los dinosaurios se adaptaron a las suyas; pues es sabido que uno se acostumbra a todo en la medida de lo posible, ya que quienes no lo lograron se extinguieron para no contarlo.
En cierto modo, no se trataba de calor lo que sentía, sino una alegría en el tiempo que finalizaba mi turno y me iba a la piscina comunitaria. Si bien tampoco no podía permanecer indiferente ante el calor, en el trascurso de las horas de trabajo; sin embargo disponía de una buena garrafa de agua bien fresquita siempre a mano. Por remotas que sean las épocas desde donde me leen, estoy seguro de que lo comprenderán.
Realmente el mes de noviembre fue gratamente recibido para todos nosotros; por fin podíamos disfrutar de ese maravilloso clima; la fresquita brisa reconfortante y al ser corto lo disfrutábamos más con una fiesta en otoño que duraba dos semanas, realizando banquetes comunitarios en las calles donde las bebidas y la música orquestal nos acompañaban en aquellas fiestas. Pero, desgraciadamente, demasiado breve al igual que años pasados. En poco tiempo llegó el día 16 de diciembre y el frío empezaba a apoderarse de la totalidad de los rincones y las chimeneas volvían a encenderse con la idea de climatizar las tabernas y salones.
Una tarde de las últimas heladas de invierno, allá por el 7 de marzo, cinco días antes de mi cumpleaños, que alcanzaba la mayoría de edad con 18 años, nos encontrábamos reunidos en la taberna de Ana. Recuerdo que llovía tórridamente en los alrededores del “El Pescado Feliz”. Arrimados a una mesa de madera de pino, en un rincón del fondo de la sala junto a la chimenea llameante nos entreteníamos charlando, comiendo y bebiendo. Concretamente, siendo la hora de la merienda, degustando el pastel de la casa, mientras conversábamos sobre increíbles acontecimientos ocurridos en aldeas cercanas estos últimos días de frío:
–– ¡Oh, qué sabroso está! ¡Por la Diosa Selena!; Daniel, ¡qué buen pastel tenéis en la carta!, ¡oh, felicitaciones a Ana! ––Pedro cortó un trozo y usando un tenedor se lo introdujo en la boca con impetuosa gula––.
Pedro era un buen amigo desde nuestra infancia que contaba por aquel entonces con 18 primaveras alegremente llevadas. Lo conocía desde que tenía uso de razón. Resultaba un compañero de tertulias fiel y bonachón. Recio y robusto, de estatura media alcanzando el 1,70 metros. Piel bronceada y de cabello más castaño claro y corto. La graciosa fisonomía, auténtica cabeza de oso; redonda y grande. Dos pómulos prominentes le dotaban de un semblante inusitado que le diferenciaba de otros muchos que se le parecieran. Con un par de grandes ojos verdes semejantes a las esmeraldas y con contornos achinados que brillaban centelleantes*. Respiraba alegremente con una nariz gruesa junto a un par de cejas pronunciadas y espesas. [Centelleante=brillante]
Solía vestir con ropas holgadas y cómodas, con camisas y pantalones de algodón, zapatos de piel flexible.
Poseía un carácter afable; ciertamente, este chaval que de increíble temperamento, rara vez se exasperaba o se sentía de mal humor; humilde y vivo, por eso lo apreciaba. Solo se le culparía por un par defectos, puesto que es acertadamente sabido que nadie es perfecto. Y se trataba de que, a veces fuera algo perezoso y patoso, ya que cometía errores. Estas desventajas resultaban en ocasiones problemáticas, siendo muy despistado y despreocupado, perdía cosas, no demasiado puntual y se quedaba dormido con frecuencia.
Enamorado irracionalmente de su novia, Deisy, por lo tanto estaba siempre abnegado* a sus necesidades y súplicas; en ocasiones caprichosas, otras muy difíciles de cumplir; como aquella vez que le pidió que dejara de mirar a otras chicas. [Abnegado= Sacrificado]
Añadiré que su padre trabajaba en el ayuntamiento y su madre en la acuicultura de atúntruchas.
Visitaba “El Pescado Feliz” con reiteración*, en donde pasábamos unas tardes y noches de tertulias agradables, ya que la taberna de la posada era un lugar acogedor y hogareño. [Reiteración=reincidencia]
Empezó a modo aprendiz en la piscifactoría a los 15 años. Prosiguió con orgullo trabajando, salvo los días que se quedaba dormido y llegaba tarde al trabajo; pero se lo perdonaban, aunque le penalizaban descontándole dinero de su salario. Algunos le echaban en cara que fuera poco puntual; y a él, por una oreja le entraba y a través de la otra le salía.
De modo que, por lo gracioso que era, se ganó el derecho de convertirse en uno de mis mejores amigos.
––Estoy de acuerdo ––Manifesté, seguido de un ademán que transmitía mi aprobación––, Ana cocina de maravilla, es también uno de mis favoritos, sé aprecia un sabor a fresas suculento, y la nata, que es de una excelente calidad, lo remata con un añadido delicioso, incluso para las bocas más exigentes.
––Prefiero el de chocolate con cerezas y moras rojas ––objetó Ethan––, este de fresas con nata es una asquerosidad empalagosa.
Ethan era un herrero de 27 años, gran amigo de ambos, no se sabe cómo. En cuanto a su fisiología*, con una estatura muy alta, medía 2,15 metros, esbelto y corpulento, con un par de brazos nervudos*. [fisiología=anatomía] [Nervudos=fuertes]
Piel de un bronce intenso, con un cabello castaño oscuro y corto. Los rasgos de su fisonomía* se enorgullecían de contar con unos grandes, objetivos y perspicaces* ojos dulces como la miel y brillantes como el ámbar; una nariz romana bien definida remataba su identidad física. [Fisonomía=rostro] [Perspicaces=astutos]
De carácter, circunspecto y objetivo, valiéndose de una inteligencia calculadora, intentaba manifestarse, cuando se lo permitían; siendo primogénito y mayor, a pesar de ser tan joven todavía, no dejaba escapar ocasión para intentar subyugar* al resto del grupo a sus designios y caprichos. [Subyugar=someter]
Tal como he relatado, se dedicaba a forjar herraduras para los caballos, entre otras cosas, en el negocio de su padre. Su progenitor, un hombre maduro y avezado* en la herrería, con 86 años, manufacturaba con habilidad desde hace más de 65 años: espadas, cuchillos, arcos y navajas; los cuales vendía a los Guardias Reales y a los comerciantes del reino de América. Me contó una vez Ethan, que él le había acompañado en ocasiones a otras aldeas cercanas para comerciar herramientas de labranza y utensilios de cocina.
Manifestaba con un vehemente* interés aquella enfermiza obsesión por las cervezas de Ana. [Vehemente=apasionado]
Perdía, horas y más horas en la taberna con bastante constancia y en el momento que se lo permitía su trabajo y su bolsillo. Nos reíamos de sus disparates; pero, a veces, en las ocasiones que bebía demasiado, se ponía tan molesto que era menester negarle más cervezas y, aunque suene algo peyorativo*, con una impetuosa patada en el trasero, mandarlo a dar por saco a otra parte. [Avezado=experimentado][Peyorativo=negativo]
–– ¿Os han pasado la nueva de lo que ha ocurrido en el poblado de La Manzana? ––Preguntó Diego, un vecino de mediana edad que trabajaba en la cría de atúntruchas desde hace mucho tiempo, el cual se sentaba con nosotros en ocasiones.
–– ¡No! ––Manifesté yo, con el incansable interés propio de un joven––; ¿Qué ha sucedido?
A mí me interesaban en aquellos días de mi juventud todas aquellas historias populares sobre sucesos y anécdotas, que, inexplicablemente, acontecían en las tierras del reino; normalmente se trataban de problemas como el de la aparición de criaturas extrañas, con unas características inusuales.
––Ha surgido de la espesura otro lobo gigante ––respondió diego, expresando un miedo en sus ojos que trasmitían un sentimiento de indefensión––; según me dijeron… aproximadamente, de un tamaño bastante grande… midiendo dos metros de hocico a cola. Lo que pasó fue lo siguiente: ha matado a un buey de labranza y tras descuartizarlo, se ha escabullido entre la maleza.
–– ¿De qué color tenía el pelaje? ––Preguntó Ethan––; por ahora se conocen siete especies de lobos. El más grande que se conoce tiene el pelaje de color negro. Según explicaron, llegan a medir hasta tres metros de longitud cuando llegan a la madurez; sin embargo, los lobos son criaturas taimadas* y no suelen atacar a hombres; supongo que será porque no les resultamos deliciosos; qué sé yo. Por lo que he oído, están dotados de una singularidad sagaz; no se compadecen de nuestros animales; solamente atacan en el momento que están realmente desesperados y hambrientos, lo que es en rarísimas ocasiones, puesto que son buenos cazadores. Regularmente se alimentan de musmones en las montañas lejanas; sin embargo, no hay presas que se les resistan. *[Taimadas=astutas]
––Tengo entendido que de un color negro y con los ojos rojos, debería ser un ejemplar joven aún ––Especificó Diego––. ¡Es increíble! ¡Uno ya no está seguro ni en las tierras del reino!, el rey debería desplazar más guardias a zonas rurales. Ellos, la capital, se benefician de la llegada de miles de productos elaborados en las aldeas; nos lo deben, tienen la obligación de protegernos.
––Has tocado un tema delicado ––opiné resignado––; no esperes nada del monarca Leónidas; no llegará ninguna ayuda, te lo aseguro.
––Podríamos defendernos nosotros mismos ––opinó Ethan––. ¡Yo ya estoy preparado!
–– ¿Cómo te defiendes contra en un ataque imprevisto de una bestia de 3 metros de largo? Me gustaría que me lo aclararas ––Preguntó irónicamente Pedro.
–– ¡Qué blandengue eres Pedro! ¡Pues, con un hacha!; lo esquivas y, ¡zaz!, ¡le cortas el cuello! ––Respondió Ethan emocionado.
––Me gustaría aclararos ––dije–– que lo más peligroso de esta especie sobrenatural de lobo negro (denominado por Arturo: el aventurero caza monstruos, como Lobo Pesadilla) no son sus dimensiones, sino su destreza, su rapidez. Afortunadamente prefieren a nuestros animales; no obstante, ciertamente, es una desgracia, puesto que uno puede verse en circunstancias dificultosas al quedarse sin caballo en lugares alejados de toda población.
––Veo que estas muy bien informado ––expresó Pedro mirándome directamente.
––Bueno… ¡Ja,ja,ja! ––le dije––, he leído un libro de Arturo El Aventurero.
––Este rey que tenemos no es muy agudo ––opinó Ethan––, yo, en su lugar ya habría dado la orden para la construcción de una muralla que protegiera las tierras del reino. Después de unos 1000 años de monarquía todavía no ha habido ninguno suficientemente digno del trono. En mi humilde opinión, la casa real de Los Leones está maldita. Tampoco nos permiten protestar por sus malas políticas y la administración del reino; ni por el mal uso de los impuestos abusivos.
–– ¡Más bajo por favor!, habla más bajito ––exclamó Pedro, escudriñando su alrededor, preocupado por la presencia de espías reales––. ¿Tú quieres que nos corten la cabeza? ¿Verdad?, ¡no manifiestes tu parecer acerca de La Familia Real, de manera despectiva, o algún día te verás envuelto en un problema muy gordo!; ¡Ethan eres valiente como un gato, asomado por una ventana por la que, al otro lado, hay perros rabiosos, y el felino se precipita incoherentemente hacia peligro. Te pasará factura tu gallardía; serás presa de un fatal porvenir si no corriges tu conducta audaz.
–– ¿Quieres saber lo que pienso de todo esto? ––Expresó Ethan mirando a Pedro––; me da igual que pueda haber un condenado chivato en la taberna o que se enteren mediante sus poderes divinos, en los cuales no creo; es por ello, que siempre expresaré mis pensamientos, de lo que considero injusto e ilógico.
––Pero te imploramos, por favor, que lo expreses susurrado en los momentos que te encuentres con nosotros ––Le comuniqué con una sonrisa––; aprecio mucho mi cabeza, no me gustaría perderla.
––Bien, dialoguemos susurrando de La Familia Real. ––Expresó Ethan con indignación––. ¿Quiénes son ellos? ¿Con qué fundamento han privado a la sociedad de todo avance tecnológico?; Ya sabéis, queridos compañeros: «queda terminantemente abolido, por orden del rey, bajo pena de muerte; dedicarse la ciencia; tampoco a la magia, ¿y qué es aquello de la magia?, ni lo sé, pero bueno; ni a la ingeniería, ni imagino que es. Queda vedado fabricar armas de artillería; eso sí lo entiendo, pues podría llegar una flecha gigante ardiendo al mismísimo culo del monarca. Nadie puede aplicarse a la astrología, ¿y a quien le interesa las estrellas, para que sirven a parte de adornar las noches? En último lugar; una pequeña reflexión mía, ¿Por qué razón se niegan a construir una muralla protectora en los márgenes del reino de América?
––Escucha; y te explicaré el motivo ––recuerdo que manifesté––. Resulta que el rey teme cualquier poder intelectual que le pueda rivalizar. ¿Qué sabemos de la historia del mundo? Sin contar los mil años de reinado de La Casa Real de Los Leones, no disponemos de conocimiento acerca de civilizaciones antiguas... ––Paré para meditar dos segundos y proseguí––. Teniendo en cuenta que intuimos que la humanidad ha estado enumerando desde hace 11330 años, ¿Cómo es que estemos en esta tesitura de desconocimiento relativo la historia? ¿Qué ha pasado con los restantes 10330 años? ¿Existe información en la biblioteca real sobre las crónicas del mundo de esos años? ––Paré de hablar seis segundos para meditar. Mis amigos me observaban con entusiasmo, esperando que continuara; y proseguí tras un momento de inspiración––. Yo soy de los que creen que el mundo es redondo y no plano.
–– ¿Qué locura es esa tont… ––expresó Ethan, seguido de una cadena de ademanes que hablaban de desaprobación en una lengua que aunque muda no era por ello menos expresiva––.
Proseguí, sin permitirle terminar su pregunta:
–– ¡Qué El Mundo Conocido, tan sólo es una minúscula región del espacio natural que podemos explorar. Se sabe por las leyendas que la tierra tenía mares, ¡eran como lagos desmesuradamente gigantescos, pero sin límites! millones de quilómetros de terrenos de agua salada donde nadaban los atúntruchas en libertad; y puede que todavía se localicen por allí en las lejanías, mucho más allá de lo que conocemos; lo intuimos por la tradición popular pasada de padres a hijos; ya casi como una leyenda; mas, creo que es real; ¿No os parece raro? Ya hemos hablado de este tema muchas veces, en mi opinión; algo existe, algo ocurre, algo ocultan; y por alguna razón nos impiden ver la realidad.
––Eso nunca lo sabremos ––opinó Pedro––; pues, solamente somos unos simples aldeanos, ¿qué podemos hacer nosotros?
––Yo tengo inquietudes ––manifesté con emoción y, ¡golpeando la mesa con la mano derecha, juré con el puño izquierdo cerrado con ímpetu!––. Algún día exploraré, incluido las tierras salvajes, en busca de respuestas y llegar a los márgenes del mundo, a fin de poder resolver qué es lo que sucede, ¿por qué desaparecen los exploradores!
––Suena interesante ––expresó Ethan elocuentemente, mirándome con una sonrisa sincera, que expresaba lo agradable que sonaba mi repentina idea de abandonar Atúntrucha––; yo te acompañaré y Pedro también; ¿verdad Pedro?
––¡A mí no me metáis en vuestras locuras! ––Gritó Pedro––; ya sabéis: yo y mi novia y…
––¿Deseas casarte tan joven? Deisy puede esperar ––espetó Ethan interrumpiéndolo de una manera muy brusca––, seguirá joven y bella por 150 años más.
––Me gustaría saber por qué nací con esta marca. ––Exclamé inconscientemente, interrumpiendo a Ethan––. ¿Qué significa?
––Debe ser una marca de nacimiento ––opinó Ethan––.
––Me siento algo agobiado, necesito descansar un poco en mi habitación ––les comuniqué y me despedí con un gesto cordial––.
Me fui a mi habitación en el ático y estuve tres horas descansando un poco del día de trabajo agotador. Trascurridos esos momentos me entró una inexplicable necesidad de dar un paseo. Entonces me vestí y bajé las escaleras hasta el comedor. Pude comprobar que aún continuaban mis amigos bebiendo cervezas; Ethan parecía estar ya bastante borracho. Atravesé el comedor y mientras corría, saltando tan espontáneamente como una gacela, abandoné la posada por la puerta principal. Corrí por el camino exterior de la calle circular paralela al “El Pescado Feliz”; constituido por un mosaico de piedras grises bien adosadas con cemento. Al cabo de un momento, me detuve en un punto en concreto de la vía de piedras; había dejado de llover y torcí ligeramente mi cuello para contemplar el cielo parcialmente despejado del anochecer; divisé algunas estrellas y esa sospechosa esfera redonda llamada Luna, donde se garantizaba que moraban los dioses; o eso contaban en los templos lunares; semejante a, abundantes estupideces, con el fin evidente de someter a los inocentes.
El imponente satélite irradiaba intensamente, en contraste con la oscuridad casi absoluta que le envolvía; una blancura iluminada por unos rayos solares que la convertía en una diosa de las tinieblas sombrías, sonriendo a sus regiones sublunares; a modo si fuera un copo de nieve gigante en medio del inmenso vacío del espacio. La contemplaba, con mis grandes ambarinos ojos; ¡un astro radiante, misterioso, y fascinante!
En ese momento, mientras la observaba noté algo insólito, algo raro y perturbador. Vislumbré en ella, una sombra que crecía lentamente.
« ¡No puede ser posible! ¬¬––pensé––.»
Era un ser vivo, no cabía duda; planeando en el firmamento, como si no le afectara su peso; debía ser de unas dimensiones increíbles pues la circunferencia que mostraba a tanta distancia resultaba ser parecida a la de un ser bípedo.
« ¡Sin embargo, los hombres no volamos! ––Medité––.»
O eso asemejaba; no obstante, se encontraba tan distante que tan sólo se columbraba una pequeña silueta difusa, la cual percibía gracias a la desemejanza que el extraño ente producía, una disparidad luminosa dentro de un segmento de la Luna, junto al cráter mayor, con una forma parecida a la de un humano, pero no podía asegurar que lo fuera. Pasados unos minutos desapareció con un movimiento veloz, como el de un murciélago; y aquel repentino descubrimiento me dejo embelesado* y perdido en un mar de confusión y de nebulosa incredulidad. Entonces fue cuando me pregunté a mi mismo si me debía replantear mis creencias; yo, que no había manifestado ni un ápice de la más mínima fe.*[Embelesado=cautivado]
« ¿Será verdad lo que asegura nuestra religión, sobre los dioses; aquellos libros sagrados que hablan de las divinidades que habitan en la Luna?» Medité confuso.
Momentos después, en el instante en que regresé a la posada, saludé a mis amigos; pero no les conté nada de lo ocurrido; ya que no era mi intención que me tomaran por un lunático; nunca mejor dicho. Tras una ligera conversación sin importancia, me despedí con una sonrisa forzada y un ademán de hasta mañana. Subí a mi habitación por las escaleras de madera. Cuando llegué, me vestí con un holgado y cómodo pijama. Trascurridos unos minutos, me acosté en mi confortable cama; la cual estaba pegada junto a una ventana circular oblonga, cerrada con un par de postigos de madera.
Intenté dormir; mas, no lograba tranquilizarme; ya que se apoderó de mí un indecible malestar físico y un terror que devoraba mi alma con gula.
« ¿Qué fue ese ser? ––Pensé–– y, ¿cómo puede volar? ¿Podría ser un dios de la Luna? , es decir, ¿uno de nuestros dioses?»
Tras unas horas de desvelo me dormí y soñé con que algo me observaba desde la luna; un contorno difuso con considerables proporciones que crecía y me alcanzaba; me inmovilizaba y me llevaba muy lejos.
« ¿Qué locura? ––Pensé al despertarme–– ¿Qué incoherencia? ¿Un ser viviente en el cielo? ¡No puede ser!»
Finalmente, muy entrada la noche, derrengado* por el cansancio acumulado en mis huesos me sumí en un tranquilizador sueño; una somnolencia que sosegó todo mi cuerpo anestesiándolo pausadamente y entonces mis párpados se cerraron involuntariamente y logré pon fin desconectar. [Derrengado=agotado]
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CAPÍTULO 2
Día 8 de Marzo: Me desperté tras una noche deprimente, debido a la inquietud que me procesaba el que alguien pudiera levitar a gran altura. Os parecerá extraño sin embargo deben de tener en cuenta mi situación por aquellos días, mi falta de conocimiento relativo a todo lo extraordinario. Aquella deidad, un dios ubicuo*, inmortal, que inevitablemente, me quisiera castigar por criticar a nuestro Rey, ¿su hijo?; no obstante, dejemos atrás esta monomanía* mía, quizás una pizca desproporcionada y paranoica. [Ubicuo=omnipresente] [Monomanía=obsesión]
No me hubiera levantado aquella mañana si no fuera porque me tocaba trabajar en la taberna, pues era deber mío adecentarla, a fin de que los clientes se sintieran confortables en los momentos que llegasen o bajasen de sus habitaciones. Me vestí, en un instante, con el traje de oficio y bajé rápidamente hasta el almacén donde depositábamos nuestros utensilios de limpieza. En un segundo agarre sin ganas la monótona escoba y me fui a barrer el suelo del comedor. Más tarde, volví por un trapo amante de la suciedad para limpiar las mesas. Al cabo de unos minutos, empecé a fregar la habitación, de arriba a abajo, monótonamente, medio dormido aún. Me desviví unas dos horas repasando los diferentes rincones de la estancia, cuando, en un intervalo cercano a las nueve, Ana entró en la sala, mostraba en su fisonomía una expresión turbada junto con a un ademán que trasmitía preocupación:
––Daniel… toma… es para ti ––confesó Ana con una expresión en su semblante que revelaba sueño. Con un movimiento ágil levantó la mano derecha en la cual atenazaba un sobre blanco; me la tendió, mirándome con un rostro que transmitía todos los matices de la confusión y la curiosidad, y luego me dijo––; un barrendero lo ha encontró hace dos días en el suelo, cerca de la posada y al ver que iba dirigida a ti se ha acercado atraérnosla.
Me quedé altamente extrañado y pensativo: « ¿Una carta? ¿De quién será? Si yo no conozco a nadie fuera de Atúntrucha; entonces, ¿quién me la manda?; la leeré en mi habitación.»
––Ana ––Le confesé y con una incertidumbre que inundaba mi alma, llenando mi mente de un mar de inquietudes insondables*––, me encuentro en un mar de dudas, ya que me es desconocida la identidad de su remitente… me gustaría… saldré de dudas en mi dormitorio, si no te importa… ¿Puedo tomar un pequeño descanso? Te lo recompensaré esta semana haciendo horas extras. [Insondable=profundo]
––Descansa el resto del día, si lo necesitas ––respondió Ana; tan comprensiva, siempre abnegada*––; has trabajado duro esta semana, ya hará tu trabajo Susana; venga… vete tranquilo. [Abnegada=sacrificada]
Una vez le di las gracias con un gesto que, aunque mudo, no por ello era menos expresivo, subí las escaleras con toda la celeridad* que me fue posible hacia mi habitación. [Celeridad=velocidad]
Entré en ella y después de sellar mi santuario, me senté en mi trono de madera color caoba junto a mi escritorio; tras un corto intervalo de meditación, en el instante que me sentí cómodo, contemplé el sobre y tras darle la vuelta, encontré sobre la otra cara, unas letras, una frase en el reverso: «Para Daniel; que vive en el hostal “El Pescado Feliz”. Entregar anteriormente al 12 de marzo. Es urgente y de vital importancia que la reciba su destinatario.»
« ¡Qué raro! ¿Quién demonios puede ser? ––Me pregunté mientras me acariciaba la barbilla con mi mano derecha––.»
Lo abrí con manos trémulas*, como fui humanamente capaz. A poco, saqué una nota amarilla del interior del envoltorio y en ella descubrí unos caracteres que parecían haber sido trazados con delicadeza, usando tinta negra, intensa y brillante. [Trémulas=temblorosas]
Os figurareis cuál fue mi reacción, ¡cuán* impaciente estaba yo por descubrir que decía! Ya que aún conservo la misiva* en algún mueble, bien guardada en mi biblioteca os puedo relatar, letra por letra, consonante por consonante, vocal por vocal, lo que decía, con todo detalle, sin dejar nada primordial: [Misiva=carta] [Cuán=cómo de]
«Saludos cordiales Daniel. ¿Quién soy, te preguntaras? Puedes considerarme un amigo de tus padres que desea ayudarte. Me gustaría explicarte muchas cosas, pero de esta manera no. Te espero en la posada: “El Perro Gordo”; la cual se encuentra en la aldea: “Frutos Secos”. Te cito el día 12 de marzo, a las 20:00 horas concretamente. Cuentas con unos pocos días para presentarte y confió en que llegues a tiempo; de lo contrario, le dejaré al posadero un regalo; un obsequio mío, algo sobradamente especial. Es extremadamente importante que entiendas que es de valiosa magnitud que acudas a la cita, pues tengo algo que necesito comentarte personalmente. Hasta pronto Daniel, ¡buen viaje!»
No daba crédito a lo que transmitieron mis pupilas en dirección a mi inteligencia central, colapsándola de extrañezas incomprensibles. Mi mente fue arrastrada a un abismo de sombras, a través de enigmas y cuestiones miles, tormentos e inquietudes. Con gran sorpresa por mi parte entendí que un desconocido, el cual se autoproclamaba amigo de mis padres, me citaba en una posada, en Frutos Secos, a una distancia de más de 105 kilómetros de mi aldea, hacia el suroeste.
Nunca salí fuera de Atúntrucha y este misterioso extraño me solicitaba desplazarme a un lugar más cercano a “Las Tierras Salvajes”; por lo tanto, sendas más inseguras; aunque no mucho, tampoco hay que exagerar; por consiguiente, al fin y al cabo, se encontraba relativamente próximo, a uno o dos días de viaje a trote y todos sabíamos que era habitual el comercio entre las dos aldeas; “Frutos Secos”, como su apelativo indicaba, se dedicaba a la elaboración de frutas desecadas de albaricoques y ciruelas principalmente. Asimismo, era acertadamente conocida su situación en el mapa, de hecho mi amigo Ethan, recordé, había ido a comerciar en algunas ocasiones y regresado ileso.
«Tampoco es que esté situado en los márgenes del reino ––pensé mientras estudiaba un mapa de la zona––; se encuentra considerablemente cerca de aquí.»
Tras un breve momento, después de reflexionar, esta proposición fue para mí, que soñaba con grandes aventuras, una invitación admisiblemente acogida para mi corazón y desmesuradamente mal recibida por mi conciencia, que analizaba los peligros a los cuales me enfrentaba por realizar tales hazañas propias de intrépidos aventureros; los cuales, guiados por el calor de su primer impulso, sin meditar sobre las amenazas a las que se exponían, irracionalmente e impetuosamente se lanzaban a ello. En efecto, una excursión era lo que yo anhelaba, propia para un joven con ganas de aventuras.
Además, evocaba mis ideas y fantasías; recordaba le a mis camaradas referente a como deseaba explorar “Las Tierras del Reino de América”; y quizás, algún día, bajo un arrebato de locura que me poseyera, intentar penetrar en “Las Tierras Salvajes” para desvelar los secretos de los límites, y así matar dos pájaros de un tiro. Por otro lado, la intriga por lo oculto e indómito, me provocaba ávidas sensaciones y un deseo terrible de partir enseguida.
« ¿Qué me desea regalar el amigo de mis padres? ––Me pregunté a mi mismo en mi interior, sentado en mi escritorio–– ¿Y por qué motivo? Eso lo sabré; acudiré a la cita del 12 de marzo ––pensé, en una impetuosa locura, poco racional e incoherente––.»
Analizaba el porvenir; no me sentía preparado para emprender el desplazamiento yo solo, por este motivo y otros infinitos no menos considerables, decidí proponer a mis amigos que me acompañaran en esta aventura; pues, es adecuadamente sabido que las expediciones en dirección hacia “Las Tierras Salvajes”, son, cuanto menos, inseguras; «cuanto más te alejas, más inseguridad hay», o eso decían. ¡Necesitaba compañeros exploradores y se lo iba a plantear a Pedro y Ethan!; quienes, recordad, se habían ofrecido ellos mismos acompañarme.
Intuitivos sois y por ello adivinareis que la propuesta realizada el mismo día por la noche, fue bien acogida por estos alocados amigos:
–– ¡Me parece una estupenda idea! ––Opinó Ethan entusiasmado––. Iremos, pero, como comprenderás, Daniel, necesitaremos hacer preparativos, reunir los materiales y víveres necesarios; puesto que no se debe salir de las aldeas falto de mapas y brújulas. Es importante poder contar con unos caballos, aunque podríamos llegar a pie; sin embargo, no compareceríamos anteriormente al día 12; es de vital importancia que nos preparemos para posibles imprevistos, ya que nunca se sabe lo que nos puede acontecer en tierras de nadie.
––Ya sabía lo que ibas a decir, Ethan, y te agradezco tu ayuda ––expresé con un ademán que desbordaba alegría––, ¡Eres un valiente y fiel amigo!; no obstante, primeramente, permíteme advertirte: puede ser arriesgado pues se presentaran amenazas en el exterior; ya sabes: pequeños lobos grises hambrientos, bandidos. Bueno; tú lo sabes mejor que yo. ¿Has tomado tu decisión definitiva, asumiendo las consecuencias?
––No te preocupes por mí, tonto ––respondió Ethan con un gesto transmitiendo valentía––, como ya te dije una vez, no es la primera ocasión que salgo de “Atuntrucha”, he ido un par de veces por trabajo con mi padre a “Frutos Secos”; por este motivo soy el más indicado para guiaros en esta excursión y no tendrás que pagarme; yo me encargaré de que lleguemos vivos.
––Pedro, ¿Qué piensas? ––Le pregunté girando mi cabeza, y pude comprender que se encontraba perdido en sus propias dudas y temores––.
––Veras… a mi novia no le hará ninguna gracia, pero estoy seguro de que no le importará demasiado que me ausente unos pocos días para ir y volver a “Frutos Secos”, Ethan ¿a cuántos días a caballo se encuentra esta aldea?
––Está a unos 105 kilómetros ––aclaró Ethan––; pero, antes de alcanzarlo, hay que atravesar la arboleda de Abedules, llamado “El Bosque Protector”; dicen, por cierto, que es un pequeño bosquecito sobradamente tranquilo, tal cual su nombre indica; yo cuando pasé por allí no tuve ningún percance. No debe resultar ningún problema a caballo, con un trote pausado. Calculo que nos llevará una o dos jornadas, dependiendo de las horas de viaje diarias y lo extenuados que se muestren los caballos.
––Teniendo en cuenta ––expuse–– que un caballo trota de media entre 12 y 14 kilómetros por hora; siete horas de trayecto suponen de 84 a 98 km, lo necesario para llegar en un día al inicio del bosque. Necesitamos, por lo tanto, dos días, ya que, no es conveniente que nos adentremos de noche en él. A la mañana siguiente ¡zas! Entramos y comprobaremos que tal protector es, y en unas pocas horas más llegaremos a esta aldea situada en su centro.
––Calculemos, entonces, dos días ––respondió Ethan––; siete horas viajando y cuatro de descanso.
–– ¡Ah!, estaremos de vuelta antes de cinco anocheceres, más o menos ––observó Pedro––, de tal manera, me apunto; sin embargo, os hago responsables de mi vida.
––Con esa actitud es mejor que no nos acompañes ––expresó Ethan, con una blanca sonrisa––; serás más un estorbo que una ayuda.
–– ¡No seré un estorbo! ––gritó Pedro, crispado*––. ¡Iré aunque me cueste un disgusto! [crispado=enfadado]
–– ¿Asumes las posibles consecuencias que puedan ocurrirte por abandonar la seguridad de nuestra aldea? ––Le Pregunte––.
––De acuerdo; ¡Lo asumo! ––Respondió Pedro; pero no muy convencido––, ¡Y os aseguro que no seré una carga!
Noté una cosa: Ethan se esforzaba para no reírse, había conseguido lo que quería, con un curioso método, provocando a su amigo; algo habitual en él, tenía un don para esto.
––Empezaremos los preparativos para el viaje. ––Sugirió Ethan––. Yo me encargaré de las armas. Tú, Daniel, ocúpate de los corceles; si te parece razonable. También de los equipos; que no falte comida y que abunde el dinero.
––Muy bien; eso está hecho ––prometí––, no creo que a Ana le importe prestarnos tres caballos; en cuanto al resto: a los víveres y herramientas, tanto como una brújula, un termómetro, un mapa de las tierras del reino, de todo eso me encargaré yo personalmente. Vosotros, además, podéis cargar en vuestras mochilas aquello que creáis que pueda sernos útil.
––Entiendo ––contestó Pedro––, yo aportaré unos bizcochos, ¡je,je,je!
–– ¡Ja,ja,ja! ––Me hizo gracia su ocurrencia, siempre tan goloso––; no vienen mal unos pequeños hidratos de carbono, pese a que vayan a ser los animales los que hagan el esfuerzo; pero once horas, sentados sobre las albardas* y a galope*, debe ser agotador también, me imagino. [Albarda=silla del caballo donde se sienta el jinete] [Galope=velocidad máxima alcanzada por un caballo]
––Necesitamos además ––sugirió Ethan––, cuchillos: para cortar plantas, frutas silvestres, desgarrar la carne y de más; una caña de pescar con gusanos y no vendría mal que lleváramos tres buenos arcos con flechas con puntas reforzadas, para cazar y defendernos de posibles bandidos y alimañas hostiles. ¡Ah!, se me olvidaba, súper importante en gran medida; llevar mecheros para prender fuego, por lo menos diez, de los sacos de dormir y la tienda de campaña te encargas tú –dijo señalándome con un dedo– ¿Te parece bien, Daniel?
––Cuenta con ello ––respondí––, pongámonos en esta labor. Partiremos a las regiones meridionales de la aldea, cuando tengamos todas las provisiones; deseo que podamos entrar precedentemente al día 12 de marzo a “Frutos Secos”.
Expondré ahora un pequeño resumen de los consecutivos días:
Día 9 de marzo, 11329: lo dedicamos a localizar y comprar, alquilar, pedir prestado, todo lo acordado y necesario. Así no es extraño que Atúntrucha entera colaborara para reunir los suministros; de modo que, si existía una confraternidad y abnegación apreciada por nosotros; ya que muchas cosas fueron regaladas por los comerciantes que deseaban ayudar; asimismo, otras, por algunos vecinos, amigos. Era la forma que tenían de manifestar su apreciación por su querida aldea, ya que no todos los días se veían unos aventureros, dispuestos a recorrer más de 100 kilómetros privados de protección por La Guardia Real. Como recordareis, normalmente, los comerciantes iban protegidos por los soldados de La Casa de Los Leones, los cuales además de hacer su trabajo, a su vez se aseguraban de que se cobraran los impuestos abusivos. Nadie, en su sano juicio, digo nadie, iba sin protección por las vías; tan sólo los intrépidos aventureros y los locos. Por lo general, el pueblo resultaba tranquilo en el interior, tras las empalizadas era peligroso, por ello la noticia fue acogida con gran novedad y entusiasmo.
Día 10 de marzo: Me desperté cerca de las 5:30 horas aproximadamente de la madrugada. Habíamos quedado a las 6:00 para emprender el viaje. Tomé la mochila que estaba elaborada de algodón color gris. En ella metí todos los instrumentos de exploración necesarios para guiarse por el reino: mis mapas, mi brújula personal. También introduje unas cuantas manzanas y un par de bocadillos. Una bolsa de tela marrón bien llena de monedas, dinero que había ido ahorrando desde los quince años. Agarré la espada que me regaló Ethan, un arco de flechas, una daga, la cual como es costumbre, me la coloqué en la cintura y salí de mi dormitorio con algo de ansiedad, pero con brío bajé las escaleras rumbo a la taberna, y tras esto atravesé el comedor hasta alcanzar la puerta de la entrada delantera y tras abrirla; allí afuera hacia bastante frio a esas horas intempestivas. De pie, pisando la calle paralela como dos estatuas, me estaban esperando, en la penumbra de la noche, mis amigos.
––Seguidme ––les pedí, invitándoles a entrar con un gesto realizado con la mano derecha––. En el establo nos están esperando nuestras monturas y todas las provisiones ya acomodadas en las bolsas de los caballos.
––Tu delante ––comunicó Ethan, con un ademán que expresaba impaciencia––. Cuanto antes partamos mucho mejor.
–– ¿No sería mejor que esperáramos a que salga el sol? ––Preguntó Pedro––.
––No hay tiempo que perder ––dijimos Ethan y yo al unísono––.
––No te preocupes por la oscuridad ––dijo Ethan––; tarde o temprano el crepúsculo volverá para traer la noche del siguiente día; tendremos pues que acostumbrarnos a ello.
––Bien, vamos, no lo demoremos más ––expresé––. No te preocupes Pedro, está apunto de amanecer.
Los guie hasta una puerta trasera de la taberna. Esta era una habitación construida de madera con parcelas para reguarnecer hasta treinta animales y el suelo se encontraba relleno de paja, de tal modo es costumbre en todas las caballerizas del reino de América. Allí, nos estaban esperando nuestros preciosos compañeros, tres enérgicos y esplendidos caballos.
Uno fuliginoso* para mí, otro pardo para Pedro, y el último plomizo para Ethan. Ellos iban a soportar el trabajo más arduo, se merecían que les pusiéramos nombres: al negro, le puse de nombre “Saltamontes”, Ethan llamó “Nemo” al gris y Pedro lo bautizó al marrón, como “Turrón”. [Fuliginoso=negro]
A poco, subimos a los corceles; poca práctica poseía yo guiándolos y Pedro tenía el mismo problema; sin embargo, Ethan parecía acostumbrado. Fuimos desplazándonos a una velocidad inferior al trote*, para ir habituándonos a la técnica para guiar uno, con las riendas. [Trote= velocidad media del caballo, superior a caminar, e inferior al galope]
Por fin, tras pasar por el puente y abrir el portón de la empalizada que protegía Atúntrucha de los peligros del exterior salimos y al cruzar el marco de las puertas los guardias nos contemplaron algo extrañados; llegaron a murmurar algo entre risas que no fui capaz de comprender. Dejamos atrás la aldea; entonces, me paré un instante y tras darme la vuelta, me puse a contemplar mi aldea:
––Hasta la vista ––expresé––; espero poder volver pronto.
–– ¿Ahora te pones nostálgico? ––Se burló Ethan, con una sonrisa irónica en sus labios––; pero si ni siquiera hemos abandonado los alrededores.
––Bien ––se pronunció Pedro––; ahora, ¿hacia dónde, Ethan?
––Seguiremos el camino comercial en dirección sur a lo largo de unos 60 kilómetros, y luego giraremos rumbo al este, no tiene perdida, hasta que nos acerquemos al rio Arkansas el cual deberemos traspasar por el puente y al cruzar llegaremos a una gran arboleda donde finaliza la calzada; entonces atravesaremos “El Bosque Protector”, caminando y guiando a los animales por las riendas, durante un pequeño tramo más. Es inevitable para conseguir llegar a “Frutos Secos”; ya que, como antes dije, este pueblo se caracteriza por estar en el centro de esta frondosidad* y no existe una senda bien definida para conseguirlo, quizás encontremos un sendero ligeramente borroso, a intervalos. [Frondosidad=abundantes hojas y ramas]
––De acuerdo ––dije, mientras miraba mi reloj automático––; nos espera una buena cabalgata. Son las 6:35. Nos pararemos a comer sobre las 13:30, más o menos. Y así dejaremos descansar a los caballos dos horas. Luego seguiremos la marcha a un trote pausado, hasta las 21:30 horas. Más tarde buscaremos un lugar para establecer el campamento nocturno. Mañana, 11 de Marzo, debemos penetrar la espesura sin demora, o de lo contrario, no llegaremos a tiempo a mi cita.
Seguimos el camino del sur; pude contemplar un letrero que ponía: “Frutos secos a 104 kilómetros”. A poco, empezamos a cabalgar a trote moderado, lo recomendado para no cansar a los corceles. Ellos nos guiaban por la vía, no hacía falta hacer un gran esfuerzo intelectual o físico para esto; se mostraban muy intuitivos. Realmente estaba asombrado con la rapidez; la verdad daba una chispa de terror, llegando a los 14 kilómetros por hora a galope; a veces me asustaba un poco la idea de que me pudiera caer accidentalmente del animal, mas yo me agarraba con fuerza.
Lamenté que no dispusiéramos de más tiempo para viajar con más tranquilidad y tener la oportunidad de disfrutar contemplando los bellos paisajes del entorno. Al cabo, nos cruzamos con varias caravanas comerciales protegidas por un séquito de guardias reales. [Al cabo*=en un instante]
Mis sentidos captaron mientras cabalgaba lentamente un precioso paisaje de invierno: praderas de hierbas cubiertas por espesa nieve, adornada con arbustos blancos y árboles de diferentes especies se erguían por aquí y por allá. Crecían mayoritariamente abedules cubiertos parcialmente de nieve, de finos troncos grises y sus hojas alcanzaban los seis metros de altura, unas pequeñas, sin embargo bonitas; las cuales, esparcidas también sobre el terreno, en sus alrededores, creando un bonito manto de hojas con variados tonos de marrón, verde y amarillo.
Cerca de la vía, rocas con un sinfín de formas y tamaños entre grandes y diminutas de tonos grises, decoraban el campo silvestre con una belleza sublime. El verde, marrón y cetrino de los vegetales, el marrón y gris de los árboles y el blanco de la nieve predominaban en un paisaje envuelto por un manto celeste con un cielo despejado aunque frio como el corazón de una viuda.
El primer amanecer de mi vida fuera de mi villa. Un sol amarillo, fulguraba* tenuemente, sus primeros halos de luz se asomaban por el lejano horizonte, el cual, empezaba a iluminar ligeramente el ambiente. En un momento del trayecto, mis miradas se posaron en un par de liebres que corrían entre setos, saltando de arbusto en arbusto y escondiéndose de mis contemplaciones. [Fulguraba=brillaba]
En resumen, después de siete horas de viaje siguiendo el trayecto, nos detuvimos para comer y permitir descansar a los caballos un par de horas. Más tarde encontramos un buen lugar apartado en el prado; alejados del camino unos pocos metros al este.
Era parecido a una cueva, aunque carente de entrada, ni galerías que se adentraran en una montaña; pues tan sólo era una roca inclinada algunos grados; majestuosa, demasiado grande, la cual terminaba en pico, apuntando hacia el cielo, hacia el este, dejando el camino en dirección contraria. La gigantesca roca sobresalía y creaba una pequeña cueva o guarida con sombras, un lugar perfecto para resguardarse de la lluvia; pero no una verdadera cueva, pues no se erguían montañas en los alrededores.
Ethan fue a por madera, la cortó de un árbol cercano e hicimos un pequeño fuego. Nos sentamos y sacamos los pertrechos*: abundante pan, atúntrucha en conserva en abundancia, agua, una manzana para cada uno. Los caballos comieron también y holgaron*, que bien merecido se lo tenían. Mientras comíamos discutíamos a cerca de diferentes asuntos; seguíamos una conversación interesante relativa a bandidos procedentes del noroeste; al parecer se escondían en esta zona meridional. [Pertrechos=provisiones] [Holgaron=descansaron]
––Debemos ser cautos por las noches ––advirtió Ethan––; más hacia el sur es posible que haya escondidos en cuevas cercanas, bandidos, asesinos, ladrones, desterrados que se esconden de la ley; si nos ven, damos por perdidos los caballos y quizás algunas provisiones; si son muchos, es mejor no enfrentarnos a ellos; o eso me contó mi padre, el cual viajaba mucho por esa zona.
––Ethan, podrías habernos contado eso antes ¿No hay modo de evitarlos?
––pregunté––. Si nos roban los caballos no llegaremos a tiempo y creo que nos costará más cara la pérdida, de lo que ganemos con ese regalo.
––No hay atajos en este mundo de locos ––opinó Pedro––, nos arriesgamos o volvernos a casa.
––No regresaremos, te lo aseguro Pedro ––afirmé con un aspavientos* que era la confirmación de una promesa––, quedaríamos sobradamente mal ante los vecinos, amigos y la familia. Ahora, si os parece correcto, echemos una siesta por turnos; mientras uno vigila los otros dos pueden descansar un ratito; nos sentará bien. [Aspaviento=gesto]
––A descansar con la barriga llena ––expresó Pedro acompañado de una blanca sonrisa––; una pequeña siesta es justo lo que necesito ahora.
No hay hombre a quien no le guste una buena comilona en el campo; y así, con la barriga feliz y caliente; tras yacer unos pequeños intervalos de tiempo, en un momento cercano a las 16:00 horas, subimos a las monturas y proseguimos. Resumiendo: de 16:00 a 21:00 los caballos fueron desplazándose a trote lento por las planicies del terreno, danzando sin parar a través del camino, sin perder el tiempo.
Había momentos en los cuales comenzaba a apreciar la extenuación de mi caballo; esto me preocupó, pues quizás tendríamos que detenernos antes de lo planeado y dejar el resto del viaje para la siguiente jornada. Era aquél lugar silvestre aún más bello y extraordinario que en mis sueños; cuanto más lo observaba, más me conmovía sus dulces matices de colores; no parecía ser tan peligroso como aseguraban las habladurías populares.
Sea como quiera, se hallaba allí una apacible quietud que me anestesiaba, cuerpo y alma. Si alguna vez moría, me gustaría que me enterraran en un lugar como aquel. Más adelante, nos sentimos forzados a detenernos un par de horas para dejar descansar a los caballos, llegamos a la conclusión de que debíamos parar antes de tiempo, ya que, normalmente, los caballos tienen sus limitaciones.
Los paisajes eran llanuras verdes donde crecían algunos abedules distribuidos en sistema arbitrario. Mis miradas se posaron sobre una meseta plana con algunas pequeñas colinas en las lejanías del horizonte, hacia el suroeste. En el momento en el que el sol, empezó a esconderse entre las montañas del horizonte del oeste; entonces, comenzamos a buscar un refugio o un lugar adecuado para establecernos.
Momentos después, improvisamos un campamento cerca de un riachuelo que zigzagueaba como una anaconda, llamado en mi mapa “Fountain Greek”, abrigados de miradas indiscretas por un grupo de rocas. Congeniamos que existiendo la amenaza de los bandidos bastante cerca, sería altamente arriesgado encender una fogata, puesto que sería como atraerlos.
––Ahora, escucharme atentamente ––rogó Ethan––, yo haré la guardia primero, en segundo lugar Daniel, y finalmente Pedro.
––Bien, qué más da quien vigile primero ––opiné––, si notáis cualquier anomalía: un movimiento, un ruido, una luz o sombra en la profundidad de la noche, despertarnos inmediatamente.
––Hará bastante frio si no podemos prender una fogata ––opinó Pedro––.
––No, tampoco hace tanto frio ––respondió Ethan––. No seas exagerado.
––Sí, en realidad, estos son los últimas semanas de invierno ––concreté––. Aunque tiene razón él, hace bastante frio, el termómetro indica una temperatura de…, espera que lo saque de la mochila…; de 4 grados.
––Si se acercan unos bandidos ¿qué haremos? ––Preguntó Pedro––; no somos guerreros, ni soldados avezados*, no nos han instruido para luchar, no estamos en muy adecuada forma física. [Avezado=veterano]
––Lo dirás por ti ––objetó Ethan––. Te has entregado por completo a la degustación de tartas de doña Ana; yo, sin embargo, me encuentro en perfecta forma física y he estado entrenando para luchar en mis ratos libres; como sabéis porto un hacha y una daga; si nos atacan no dudaré en combatir por nuestras vidas y por nuestras cosas.
––No estaría mal que empezáramos a entrenarnos ––sugerí––. Deberías ejercitarnos con algunos trucos. Pedro, la buena forma física ayuda; sin embargo, no es lo más importante; importa más los reflejos, para esquivar golpes y eso se mejora practicando.
–– ¡Ja,ja,ja! ––se mofó Ethan–– Eso creen los flacuchos como tú; aunque sois demasiado jóvenes aún para que se os critique por ello; ya tendréis tiempo de adiestraros.
––Bueno ––dijo Pedro––, tanta charla me ha dado sueño, me voy a dormir.
––Yo también ––respondí––; Ethan, despiértame dentro de 3 horas, para relevarte y puedas descansar.
––Muy bien, descansar tranquilos, ––expresó Ethan––, velaré en la penumbra como los ojos de una lechuza, acechando en la tenebrosa oscuridad de la noche; atento, al igual que un animal, ladino* e incansable. [Ladino=astuto]