Cuéntame un cuadro (Juego)

[Megan]

Escribieron un micro:
-Edgardo
-Megan

Lo subo, falta un micro y ponemos otra imagen, ¿quién se anima?

[Berlín]

Cuervos


—Voy a ponerle punto final a mi vida. Lo tengo decidido. Y nada ni nadie va a detenerme, ni a contradecirme, ni a intentar convencerme de lo contrario. He dicho —afirmó el hombre de negro, mientras mordía una oliva arrugada. El cielo era una paleta ensangrentada.
Como era un hombre de palabra nadie dudó de la ejecución de aquellos planes tan sombríos. Los allí presentes bajaron la cabeza, entristecidos pero respetuosos, que una muerte programada no es un asunto que uno ve cada día.
—¿Y cuándo será? —preguntó el cuñado del hombre de negro.
—Hoy mismo, de hecho ahora mismo, ¿por qué demorar lo decidido? —exclamó el hombre enlutado escupiendo el hueso de la oliva—. ¿Seríais tan amables de atrancar la puerta al salir?
—No deberías ir solo —dijo el más viejo de los cuñados.
—Para morirse uno no necesita compañía. Que cada cual cargue con su maleta.
El presunto suicida comenzó a caminar por el pueblo buscando un lugar idóneo para morir, pero ninguno le pareció adecuado. Exhausto, se apoyó en una valla para recuperar el aliento. ¡Qué hermoso estaba el cielo! Y aquel tono cobalto del mar lamiendo los fiordos, qué ideal, qué hermosa elección de colores. Aquella belleza, indescriptible y perfecta, encharcó el corazón del futuro difunto y suspiró con los ojos llenos de lágrimas. ¡Se iba a perder tantas cosas! De pronto una nostalgia creciente inundó su alma y paralizó su cuerpo. ¿Por qué no pensarlo un poco más? ¿Por qué no disfrutar de unos cuantos atardeceres como aquel? Siempre había tiempo para morirse.
Reconfortado, contento con aquella decisión aún mucho más sabia que la anterior, dio media vuelta dispuesto a volver por donde había venido. Unos metros más allá, acodados en la baranda, dos figuras enlutadas aguardaban, expectantes.

[Megan]

Yo sabía que mi adorada Berlinesa no me iba a fallar y con un lujo de esa pluma que sólo despide maravillosas creaciones, como esta, me encantó ojos verdes. Cuán cierto es que al ver las hermosas pinturas que nos rodean pueden evitar que hagamos algo que no tiene vuelta.

Gracias por compartirlo

Tenes que poner una imagen

[Nínive]

¡Llego tarde!

[Megan]

¡Llego tarde!

No, porque Berlinesa tiene que poner una imagen y hay que hacer tres micros y te aviso que ya quedaste anotada para el primero

Muchas gracias

[Berlín]

Pues en honor de mi arquera, esta es la imagen, si no es válida me lo decís:

[Megan]

Qué buena está

A ver que nos regala la arquera

[Edgardo Benitez]

Un día de estos asistí a un suceso que nunca olvidaré. Y es que el reencuentro con mis congéneres nunca me conmovió tanto. Esta es la versión contada por nuestro Alfa. Mi historia la relataré después, cuando haya tiempo para sentir lo que pienso y pensar en lo que siento.
Lobos en la ciudad. Comunidad de justicia
I
Nuestros ancestros llegaron a las costas de la ciudad en el siglo XVII. Fueron traídos y vendidos como esclavos por piratas, quienes fundaron un fortín de resguardo y acaparamiento de armas y tesoros. Desde entonces conformamos una colectividad que ha ido evolucionando en todos los aspectos.
Convivir con los humanos nos llevó a evolucionar el gen que de ellos heredamos desde la creación de nuestros ancestros, tema del cual no deseo ahondar, ya que no hemos encontrado registro alguno que lo explique. Hasta hoy no se sabe, a ciencia cierta, cómo surgió esta simbiosis con la que adquirimos muchas de sus costumbres y sus hábitos, sin olvidar nuestras raíces. Fue hasta entonces que conseguimos casarnos, tener hijos, asistir a la universidad y ocupar cargos políticos, pero, siempre cuidando de no revelar nuestro secreto.
En una fiesta de verano conocí a Isis, una linda chica de nuestra comunidad. Al verla sentí el deseo de arrojarme sobre ella y poseerla, pero algo dentro de mí contuvo mi deseo y lo único que pude hacer fue pedirle que bailáramos. Al pasar el tiempo, comprendí que lo que ocurría conmigo, era que me enamoraba más cada día. Su belleza inocente y tímida alegría pronto se adueñaron de mí, y esto me llevó a casarme con ella y tener un hijo. Claro, para nosotros, no es fácil amar; es nuestro instinto el que siempre se impone y el que gobierna nuestro comportamiento. ¿Podía lograr por pensamiento, contener mi instinto? Era una de las preguntas que a diario me hacía.
II
Una noche, Griso Nob, un miserable de la ciudad, entró por el techo de mi casa a buscar dinero para sostener su adicción a las drogas. Primero hirió al niño cortándole el cuello, luego se encaminó hasta la habitación en donde dormía Isis. Después de violarla, le ocasionó varias heridas hasta acabar con ella. Los vecinos se encargaron de delatarlo al ver que salía campante de la casa.
Quizá nunca debí perseguirlo o quizá nunca debí exterminarlo, pero consideré necesario hacerlo. No quería que ocasionara daño a otros miembros de la comunidad, además, él era el causante de mi dolor y la sed de venganza me cegó. Tampoco deseaba correr el riesgo de que algún juez inepto o corrupto lo absolviera como ha ocurrido tantas veces en este lugar... Cuando lo ubiqué, trató de escapar, pero fácilmente logré darle alcance en el callejón de la novena calle. Confesó que personalmente ejecutó los crímenes. Su instinto cruel y sanguinario lo llevó a volcar en ellos todo el odio que sentía. Ahora, hay luna llena.
III
Ya habían llegado unos doce de los nuestros que se iniciaron ese día. También están decididos a hacer justicia. Ellos se encargaron de rodearlo y me dejaron solo frente a él.
Y suplicaba clemencia, imploraba misericordia; él sabía que nunca le perdonaría el haber terminado con mi familia. Y en el nombre de ellos comencé el ritual. De un corte en el rostro le desgarre los labios y la nariz. Disfruté verlo cuando lloraba por el dolor que le causaban mis garras y colmillos Hasta que dejó de suplicar. Sentí que lo vivido, era el brote de humano que llevamos, la venganza no es parte de nuestra genética.
IV
— ¿Qué tenemos aquí, sargento?
— Griso, un adicto empedernido. Un crimen grotesco, Señor.
— ¿Griso?
—Sí, un antisocial de la calle. La cabeza reposaba dentro de un basurero y por el suelo, esparcidos, estaban los restos de su cuerpo.
— ¿Qué o quién pudo haber cometido un crimen tan horrendo? ¿Y estas heridas tan extrañas? Parecen haber sido causadas por una bestia.
V
¡En este momento hay luna llena! Su resplandor dibuja claramente el contorno de los edificios. Desde mi azotea aprecio la ciudad. Ante mi soledad, nada más queda que unirme a los demás, a la lucha contra el crimen. No dejaré que la gente inocente sucumba ante los asesinos que andan sueltos.
Cuenta la leyenda popular que hoy es noche de hombres lobo.

[Paraná]

Pues en honor de mi arquera, esta es la imagen, si no es válida me lo decís:

Metamorfos

Ahí, en el oscuro socavón de la noche, como si un útero magnánimo te pariera la sombra para cubrir tu desnuda pequeñez, sólo estás. Muda de pavor, soñando con un alba que redima tu camino de abismos y de piedras. Inmóvil como un zorro que ha presentido demasiado tarde la trampa en su tobillo. Ahí estás. Un alfiler de recuerdos te clava a la invisible telaraña de la persistencia; sientes que adonde vayas, sus ocho patas te seguirán insomnes. Un búho ulula fuera del ángulo de visión, pero el sonido es un hito que marca el final de la comarca: el alba es otra quimera que no te alcanzará. Pasará por encima de ti, del techo de la fronda que es el techo del mundo y no podrá tocarte, enroscada como estás alrededor de tus heridas, bañando de silencio las garras del acero que te aprietan el hueso, y la carne, y la piel.
Pero alguien no contaba con la ética del náufrago: no es el mismo quien parte su pan sobre un mantel a cuadros que el que zozobra maldiciendo la tormenta. Hueles las heridas tumefactas y una voz oscura que emerge de tu sangre te descubre raposa. Ya no hay dudas: te inclinas y muerdes, muerdes, muerdes sin gritar porque tu boca está ocupada liberándote.
Las ramas golpean tu rostro y el dolor del muñón es un alarido agudo, pero sigues. Dejas atrás la última sombra y te estalla el alba sobre el rostro.

[Nínive]

Pero dejadme tiempo para poner algo...

[Megan]

Pero dejadme tiempo para poner algo...

Escribieron:
-Edgardo: muy bueno el micro, bastante fuerte, pero te quedó muy bien, gracias
-Paraná: pluma de oro, una belleza de cuento, bastante oscuro, pero muy bueno, gracias

El tercero será de Nínive, que pondrá la próxima imagen.

Te quedó precioso el avatar, gracias por estar

[rubisco]

Pero dejadme tiempo para poner algo...

[Nínive]

Los lobos no lloran. Eso le contaron sus mayores cuando preguntó, siendo un cachorro, el significado de las lágrimas del humano. No quiso saber más.
En esta noche oscura, la loba no sabe qué hacer con la herida que crece en su pecho y le despedaza las entrañas. No sabe cómo librarse de ese vacío que al mismo tiempo es lo más pesado que ha llevado nunca: se enraízan sus patas a la tierra y el pelaje se endurece hasta convertirse en corteza sin sangre. Y a la vez, el dolor rebulle y burbujea. Quema con cada respiración, late y se expande hasta que el fuego lame cada recoveco y la ceniza se vuelve piedra. La loba, inmóvil, piensa durante un segundo que el dolor desparecerá, pero no. Todo comienza de nuevo.
Entonces el aullido pulsa y estalla en su pecho. Rompe su garganta y arrastra al bosque en primavera cuando caminaban juntos, a la primera vez que sintió los movimientos en su interior, al tacto de su lengua sobre su piel, al calor de un aliento que sabía a sangre fresca y a tierra contra el suyo. Libera la rabia de la ausencia, el agujero que se ha tragado todo lo demás, la imagen de su cuerpo inerte y las pupilas fijas en la nada.
La loba se arquea y roza su hocico el filo de la luna. Se derrama sobre ella y llora... como solo saben llorar los lobos a los suyos.

[Nínive]

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El siguiente...

[Megan]

Qué belleza Nínive
Qué fuertes los sentimientos y el desahogo de su dolor ..."Libera la rabia de la ausencia"... me encantó.
Te felicito, valió la pena esperar