Re: Cuéntame un cuadro (Juego)
Publicado: 27 Ene 2019 21:02
Un guiñito con sonrisa. Cuando uno piensa en personas fuertes... Pero no pasará por aquí.lucia escribió:Vaya, vaya, uuna mujer loba
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Un guiñito con sonrisa. Cuando uno piensa en personas fuertes... Pero no pasará por aquí.lucia escribió:Vaya, vaya, uuna mujer loba
Este era uno de los que tenía pendientes.Ginebra escribió:a ver si se anima el juego
No la dejaban salir sola, pero le gustaba tanto acercarse a la huerta a coger frutas que se las ingeniaba todas las mañanas para escaparse sin que nadie se diera cuenta. Llevaba todo el mes de julio, recién estrenadas las vacaciones, saliendo a escondidas. Después no sabía qué hacer con la fruta recogida, así que la guardaba para el sábado, el día de mercado, cuando tantos pobres acudían en busca de un poco de caridad. Desde que aquella bruma acuosa se había apoderado del ambiente había más gente sin recursos que nunca. Ella tenía suerte de vivir con los abuelos en la granja. Una mañana de agosto, al pasar por el prado, vio aquel árbol. No sabía si era negro o producto de esa extraña luz a la que no se acostumbraba nadie. De sus ramas pendían unas cosas rojas. No podían ser cerezas ni por el tamaño, ni por la forma, ni por la temporada, además las cerezas lucen al sol. Se habría acercado, pero se le coló un poco de miedo, así que se alejó hacia su objetivo y siguió con el ritual de siempre. A medida que pasaban los días, de las ramas del árbol negro nacían más de aquellos extraños frutos rojos. Hasta que llegó el día en que Blanca ya no aguantó más su curiosidad y se decidió a averiguar qué era aquello. Fue acercándose lentamente, como todo lo que se hacía aquellos días, a causa quizá de aquel ambiente. Pero cuando se encontró delante, se apoderó de ella una singular ligereza y una sensación de calidez. De las ramas de aquel gran árbol, mucho más grande de lo que parecía, colgaban unos hermosos corazones encarnados. Uno de ellos se fue descolgando poco a poco, suavemente, hasta la altura de la niña, para que esta pudiera tocarlo. Cuando alzó su manita y lo rozó, sin que supiera quién o por qué, escuchó una voz profunda que le susurró: “Gracias”. Y poco a poco, para alborozo de humanos, animales y vegetales, se fue diluyendo esa bruma espesa dando paso a un sol que, con cierta timidez, se asomaba entre los jirones, mientras se limpiaba, contrariado, sus hermosos rayos brillantes. Todos lo advirtieron, menos Blanca, embobada todavía con aquellas maravillosas frutas rojas.
Gine, está precioso contado pero el final, como a Lucía, me deja pensando.Ginebra escribió:
pues me toca
Tanto más perdida estaba, más libre me sentía. Ni el frío que ya se dejaba caer me impedía disfrutar de esos momentos de libertad. Había salido a airearme, asqueada de la atmósfera de humo y humanidad que se respiraba en la casona. Ernesto había querido ir aún sabiendo que yo la detestaba, por fría, claustrofóbica, laberíntica... Pero lo peor era su familia, tan anticuada, conservadora, tradicionalista. Él se reía cuando los tachaba de elitistas y rancios. En cambio, me encantaba el bosque, por eso accedí a acompañarle, aprovecharía para perderme por aquellos senderos silenciosos y recuperar la energía que ellos me robaban. Esas escapadas a la masía de su familia confirmaban mi personalidad compleja. Odiaba la casa, amaba el entorno, lo había explorado mucho. Pero nunca había recorrido este sendero. Es nuevo, como mi actitud esta mañana, cuando me enfrenté a su hermano, el patriarca de la familia, el hombre-diostodopoderoso de la dinastía que gobernaba aquellos valles. ¿Dónde me llevará este camino? ¿Sigo o doy la vuelta? ¿Dónde me llevará mi osadía de encararme con mi cuñado? ¿Me mantengo en mi actitud o...? Qué bien huele, a tierra mojada. Tras la curva parece que asciende... creo que voy a seguir.
Muy bueno SinkimSinkim escribió:
El disfraz de niña pequeña era perfecto, ningún campesino sospechaba cuando veía un niña perdida, sucia y con el vestido blanco manchado de barro, llorando en el linde del bosque mientras busca desconsolada a su mamá.
Este año la decoración navideña del Árbol de las almas perdidas le estaba quedando mejor que nunca. Afortunadamente, la magia del árbol conseguía que los corazones recien extraidos aguantaran más tiempo sin perder su tersura y su caracteristico tono rojo brillante. Cuando se quedaban negros y arrugados deslucían el efecto y había que salir a buscar más.
sí, esa era la ideaMegan escribió:Gine, está precioso contado pero el final, como a Lucía, me deja pensando.Ginebra escribió:
pues me toca
Tanto más perdida estaba, más libre me sentía. Ni el frío que ya se dejaba caer me impedía disfrutar de esos momentos de libertad. Había salido a airearme, asqueada de la atmósfera de humo y humanidad que se respiraba en la casona. Ernesto había querido ir aún sabiendo que yo la detestaba, por fría, claustrofóbica, laberíntica... Pero lo peor era su familia, tan anticuada, conservadora, tradicionalista. Él se reía cuando los tachaba de elitistas y rancios. En cambio, me encantaba el bosque, por eso accedí a acompañarle, aprovecharía para perderme por aquellos senderos silenciosos y recuperar la energía que ellos me robaban. Esas escapadas a la masía de su familia confirmaban mi personalidad compleja. Odiaba la casa, amaba el entorno, lo había explorado mucho. Pero nunca había recorrido este sendero. Es nuevo, como mi actitud esta mañana, cuando me enfrenté a su hermano, el patriarca de la familia, el hombre-diostodopoderoso de la dinastía que gobernaba aquellos valles. ¿Dónde me llevará este camino? ¿Sigo o doy la vuelta? ¿Dónde me llevará mi osadía de encararme con mi cuñado? ¿Me mantengo en mi actitud o...? Qué bien huele, a tierra mojada. Tras la curva parece que asciende... creo que voy a seguir.
Leí que dijiste que era una señal, está bien, ¿es una señal de que todo ese tormento con la familia del esposo se pasará?
Qué bonito tigresito, cuánta dulzuraMister_Sogad escribió:COMO LAS HOJAS DE OTOÑO
Sarah recordaba caminar sobre crujientes hojas anaranjadas, mientras el gris plomizo de su corazón se desvanecía poco a poco, cuando tropezó con Gabriela.
Era una mujer pelirroja abarrotada de pecas con una bondad arrolladora. Ambas debían tener sendas mitades del mismo corazón porque en un instante acordaron que serían una.
Sarah no podía más que amarla. Gabriela trabajaba en un hospital de fea fachada en el área de pacientes terminales. Ella los llamaba sus corazones, decenas de personas que venían y desaparecían amparados bajo la sombra de su sonrisa. Aquella mujer era como un árbol robusto a merced del viento, sus ramas dando cobijo a todas las hojas que le iban naciendo. El otoño no detenía su trabajo pero cada corazón que caía pasaba a formar parte del rojo que latía en su pecho.