El Instante (Relato)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

Moderadores: Megan, kassiopea

Responder
Avatar de Usuario
FabricanteDeCaos
Lector
Mensajes: 84
Registrado: 10 Mar 2016 19:57

El Instante (Relato)

Mensaje por FabricanteDeCaos »

Hola compañeros, quería aprovechar esta cosa tan maravillosa que es el anonimato para dejaros un relatillo mío. Está en una antología que salió en marzo y que hicieron unos chavales a los que simplemente les gusta escribir, le pusieron mucha ilusión y salió algo muy bonito en lo que estoy muy orgullosa de haber participado. Se llama "Nudo dogal", y son siete relatos en los que (spoileeeeeeeeeeer) aparece algún ahorcamiento.
Os dejo por aquí el enlace de descarga, gratuita obviamente, y la portada que es una maravilla. Os recomiendo echarle un vistazo y si queréis hacer algún comentario a alguno, ellos han dejado sus twitters. Siempre son bienvenidas las opiniones :)
https://mega.nz/#!a0pXWI6S!kfd5olK8xgSZ ... dvaXlPuUs8
Imagen

Y bueno, aquí tenéis mi relato. Tanto si os gusta como si no, gracias por echarle un ojillo :D

EL INSTANTE

Hay un instante, que dura menos que un parpadeo, en el que tiene lugar la conversión de un ser humano en un simple montón de carne y huesos. Pienso en ese instante todo el tiempo. Cualquiera diría que es lo normal en mi situación, pero se equivocan. Esto no es el síndrome del corredor de la muerte. No es porque esté asustada y la incertidumbre me oprima la garganta más fuerte de lo que lo hará la soga. Esto viene de mucho, mucho antes.

La primera vez que fui consciente de este hecho tenía nueve años. Era el invierno de 1899 y mi madre trabajaba cocinando para una vieja jodidamente arrugada. Jamás supe su nombre y dudo que ella llegase a aprenderse el mío, para ella siempre fui “esa cría del demonio”. Era una viuda demasiado resentida para el pastizal que tenía, apenas soy capaz de recordarla haciendo algo que no fuera quejarse y masticar con sus cuatro dientes de una forma que hubiera dado arcadas hasta al más íntegro. Le gustaba jugar conmigo a las cartas y de vez en cuando, sin que mi madre lo supiera, apostábamos unas monedas.

Aquel día me dijo que no tenía ganas de jugar, estaba pálida y había encogido como un jersey de lana. Me quedé sentada en la cama, sujetando la baraja y dándome golpecitos con ella en la barbilla, esperando Dios sabe qué cosa. Es curioso lo distinta que habría sido mi vida si en ese momento no hubiera querido fastidiarla y simplemente me hubiera ido a jugar a otro sitio. Quizás habría crecido exactamente igual que todos los demás, puede que hubiera desarrollado una curiosidad benigna por algo anodino como hacer punto o pasteles. A lo mejor habría formado una familia, tendría tres hijos y la cabeza siempre llena de recetas de cocina. Es posible que no hubiera estado mal.

Sin embargo, me quedé allí. Quieta. En silencio. Sabía que ella quería estar sola, pero no sacaba fuerzas para decirme que me largara. Me miraba fijamente, podía distinguir en sus pupilas vidriosas lo que parecía una suerte de aleación entre desesperación y miedo. Estaba ahí, fulminándome desde dentro de esos ojos arrugados y legañosos. Estaba ahí, y de repente ya no. Era extraño, porque sus ojos estaban como antes: abiertos, acuosos, enmarañados de capilares rojos y apuntando en mi dirección. Pero ya no me miraban. Ella ya no me miraba, porque ella ya no estaba.

Me habían hablado muchas veces de la muerte, pero nunca me había parado a pensar en ello con detenimiento. Simplemente me decían cosas como “el señor de la panadería está muerto”, y al señor de la panadería no volvía a verlo nunca más. Lo imaginaba como irse de viaje, pero muy lejos. Pero si el cuerpo de la vieja estaba ahí, tan igual que un instante antes pero tan escalofriantemente distinto, ¿qué era exactamente lo que se había ido? Creo que estuve contemplándola y pensando en eso durante al menos una hora, luego bajé las escaleras y me dirigí a la cocina.

—Madre —susurré—. Vas a tener que buscar otro trabajo.

No entendí por qué mi madre estaba tan alterada, por qué se arrodilló y me retiró el pelo de la cara, y me abrazó diciéndome que no había que tener miedo, que no había pasado nada. Lo repetía una y otra vez, le temblaba la voz y le temblaban las manos también, y lloraba, pero yo no estaba asustada. Solo podía pensar en ese instante. El Instante.

Lo he presenciado muchas veces desde entonces, lo miro con toda la atención que tengo y más, intento percibir lo invisible, algo que salga del cuerpo y que se supone que un día entró en él, algo que no sabemos de dónde viene o a dónde va, que habita en nuestro interior durante un tiempo y luego nos abandona dejando un cascarón vacío. Una sustancia que es capaz de contener todo lo que somos, lo que queremos ser, lo que nunca seremos, tantas cosas que me cuesta creer que pueda ser tan volátil como para simplemente esfumarse. Algo que los hombres, en la divinidad que hemos tenido a bien concedernos nosotros mismos, no hemos conseguido crear ni con reacciones químicas ni con intrincados laberintos de artefactos y engranajes. Algo que contamina mi férrea lógica científica con la idea de la magia.

A menudo me he preguntado si no sería malo sentirse tan fascinada por algo que causa tanta tristeza. Al final siempre he concluido que no, porque los que lloran son los que se quedan. Los que se van siempre parece que lo hacen tranquilos, aunque hasta el último momento hayan estado chillando, o pataleando, o retorciéndose de dolor. El Instante parece funcionar como una anestesia eterna.

Como decía, me obsesioné con ese Instante durante años. Lo veía una y otra vez en mi cabeza. Quise pararlo, mirarlo desde todos los ángulos, ver más allá de lo que había. Deformé el recuerdo de mil formas distintas, a veces me parecía que había escuchado un crujido como de algo rompiéndose y otras que un rayo de luz había salido de su cuerpo. Pero no era cierto. Yo sabía que no se había apagado ningún interruptor, que no había nada que marcase la diferencia entre la vida y la muerte, excepto el Instante. Sabía también que no estaba bien que mostrase mucho interés por ello, porque a la gente, igual que a mi madre, le daba miedo.

Pensé que nunca más volvería a verlo, pero inconscientemente hice girar mi vida en torno a él como hacen los planetas alrededor del Sol. Lo perseguí en cada paso, en cada decisión que tomé desde entonces. Así fue como acabé trabajando en el hospital. ¿El uniforme con la jodida cofia? Ridículo. ¿Las órdenes, los gritos y los aires de superioridad? Insoportables. ¿El trato con los enfermos? Tedioso. ¿Las cosas que tenía que ver? Un asco.

Al tercer día todo mereció la pena porque vi morir al primero. Fue en el quirófano, yo solo tenía que mantener los dedos en su cuello y tomarle el pulso. Alerté tres veces de que era inconstante, pero no podían hacer nada. Al tipo le habían dado por lo menos veinte puñaladas, la sangre se desbordaba por todos lados, ese hombre iba a morir y yo iba a sentir el último latido de su corazón. Su pulso era cada vez más débil, se iba, desaparecía. Se me erizó la piel, y más tarde me preocuparía un poco la forma en que todo pareció detenerse de repente, cómo mis sentidos se agudizaron intentando buscar una última exhalación, cómo temblé de gozo y de rabia cuando dije “está muerto”. Porque sí, había vuelto a ocurrir, delante de mis ojos, debajo de mis dedos. Y yo aún no lo entendía.

El hospital era asqueroso, mi trabajo también. Pero el Instante se dejaba ver allí muchas más veces que en cualquier otro sitio, así que cada día echaba todas las horas de las que disponía. No es que desease que la gente muriera, por el amor de dios, no soy esa clase de monstruo. Yo era feliz cuando alguien se ponía bien y podía volver a su casa. Pero la gente que tenía que morir… bueno, era maravilloso estar ahí para poder contemplarlo.

Pasé así al menos dos años. Era una observadora paciente. Empecé a distinguir al primer vistazo a los que nunca saldrían de ese hospital, con un porcentaje de éxito asombrosamente alto. A éstos les prestaba más atención, sabía que serían sus últimos días así que procuraba que pudiesen gozar de todas las comodidades. Nunca he sido una persona especialmente comunicativa, pero me forzaba a darles conversación y ánimos, o les ahuecaba los almohadones. Ya sabéis, ellos iban a darme algo que no iba a poder agradecerles a posteriori.

La primera vez que acabé con la vida de un hombre era de madrugada. Tampoco supe su nombre, ni siquiera podía hablar. Le habían sacado de un incendio y estaba hecho pedazos. La cara era un amasijo de carne y sangre, cada respiración sonaba a roto y no había un centímetro de su cuerpo indemne. Gemía de dolor, y los médicos dijeron que no pasaría la noche.

Lo pusieron en una habitación individual, un cuartucho con una cama, una ventana de dos palmos y una bombilla que parpadeaba. Estuve mirándolo un rato, sufría. Me entraron ganas de llorar. Pensé que lo que fuera que produjera la muerte debía ser cruel para mantener, aunque fuera un minuto más, aquella agonía. Cerré la puerta por dentro.

Nunca he sido una persona religiosa, pero en ese momento se me pasó por la cabeza la imagen del infierno. ¿Quería verlo morir? Sí. ¿Viviría de todas formas? No. ¿Lo hacía por egoísmo? Pues claro que no, solo pretendía ser compasiva. Pensé que eran buenos argumentos, y la tranquilidad con la que se fue no hizo nada más que darme la razón.

Desde aquel día todo fue sencillo. Siempre me hacía esas tres preguntas, y si las respuestas lo indicaban, actuaba. Perdí la cuenta de toda la gente a la que había ayudado a morir. No tenía ningún problema de conciencia, a día de hoy no lo tengo, porque lo único que hice fue acelerar lo inevitable. Fueron años en los que me iba a dormir sintiéndome como una salvadora, pero a la sombra del misterio que había marcado mi vida y que seguía sin descifrar. Una respuesta que se escondía de mí y se reía, y su risa retumbaba en las esquinas de las habitaciones contrastando con la oleada de silencio que barre una estancia en la que alguien acaba de irse para siempre.

He estado toda mi vida buscando ese Instante. He intentado desgranarlo, comprenderlo, acostumbrar mis sentidos a él. La gente lo teme, intentan olvidar que puede sobrevenirles en cualquier momento. No quieren pensar en lo que hay más allá, viven sin intentar entender lo que son, porque eso les libra de entender lo que algún día dejarán de ser. Yo no tengo ese problema.

Creo que por eso no me importó que me descubrieran. Ni siquiera traté de negar lo que había hecho. Ahora subo el último escalón y si me tiemblan las piernas no es porque esté asustada. Me cubren la cara, y el contacto de la cuerda me eriza la piel. Apropiado collar para un momento tan importante.

Qué más da si cuando se abra esa trampilla me zambulliré en las frías y calmantes aguas de la nada como si hubiera saltado de un acantilado, si volveré a caer en el mundo, o si la caída será un poco más larga y llegaré a calcinarme los pies donde algunos creen que debe arder la gente como yo.

Qué más da, si ahora por primera vez entiendo que voy a chocarme con las respuestas que busco de la única forma en que pueden encontrarse. Qué más da, si por fin mi Instante ha llegado.
Última edición por FabricanteDeCaos el 06 Abr 2017 19:59, editado 1 vez en total.
1
Avatar de Usuario
artemisa27
Foroadicto
Mensajes: 4170
Registrado: 28 Dic 2016 16:01
Ubicación: La Comarca

Re: El Instante

Mensaje por artemisa27 »

Me ha gustado mucho. Un relato sencillo que te hace pensar de lleno en la muerte, eso que tanta gente quiere evitar, y eso que a veces da repelús pensar (aunque yo no tengo ese problema, me da igual). Nos encontramos con la muerte, con el vacío, con la inmensidad... Igual que la narradora-protagonista.

Sin embargo, es escalofriante esa fascinación que tiene por la muerte. Sobre todo con esa frase de "pero valió la pena cuando vi morir al primero". Suena a loca total.
1
Avatar de Usuario
FabricanteDeCaos
Lector
Mensajes: 84
Registrado: 10 Mar 2016 19:57

Re: El Instante

Mensaje por FabricanteDeCaos »

Gracias por leer Artemisa, me hace mucha ilusión <3
Sí que es un poco creepy la chica jaja Cuando se lo mandé al chaval, le dije: por favor, ten en cuenta que solo estoy la mitad de loca de lo que te parecerá cuando me leas :)
1
Avatar de Usuario
Edgardo Benitez
No tengo vida social
Mensajes: 1090
Registrado: 12 Feb 2017 14:10
Ubicación: El Salvador
Contactar:

Re: El Instante

Mensaje por Edgardo Benitez »

Me gusta el tono de tu prosa. Me parece de mucha vivencia y la historia que nos cuentas es hermosa. Además ya tengo la antología. Leeré despacio
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
Avatar de Usuario
FabricanteDeCaos
Lector
Mensajes: 84
Registrado: 10 Mar 2016 19:57

Re: El Instante

Mensaje por FabricanteDeCaos »

Muchas gracias por dedicar tu tiempo y comentar, Edgardo. Espero que te guste :)
1
Avatar de Usuario
lucia
Cruela de vil
Mensajes: 84503
Registrado: 26 Dic 2003 18:50

Re: El Instante (Relato)

Mensaje por lucia »

Muy bien escrito. Y aedmás esta debe ser la forma mas diferente de intentar meterse en la cabeza de una enfermera "compasiva" que he leído.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

Imagen Mis diseños
Avatar de Usuario
rubisco
No tengo vida social
Mensajes: 2370
Registrado: 15 Oct 2016 12:17
Ubicación: Tenerife

Re: El Instante (Relato)

Mensaje por rubisco »

Fantástico. Fantástico y sublime. Narras con sencillez y fluidez un hecho profundamente filosófico que raya la obsesión pero sin caer en el morbo fácil.

Me ha cautivado. :60:
69
Avatar de Usuario
FabricanteDeCaos
Lector
Mensajes: 84
Registrado: 10 Mar 2016 19:57

Re: El Instante (Relato)

Mensaje por FabricanteDeCaos »

Guau, muchas gracias lucia y rubisco. Por leer, por comentar, y por unas palabras tan amables. Así da gusto dejarse leer :__)
1
Avatar de Usuario
Roxas
Mensajes: 12
Registrado: 13 Abr 2017 02:34
Ubicación: Somewhere over the rainbow.

Re: El Instante (Relato)

Mensaje por Roxas »

Muy bien escrito.

El ritmo de la narración es genial, así como el tono. Un relato de los bien hechos. :wink:

Te agradezco que hayas escrito unos párrafos pequeños; leer tochos en una pantalla es bastante incómodo.
1
Avatar de Usuario
Megan
Beatlemaníaca
Mensajes: 19461
Registrado: 30 Mar 2008 04:52
Ubicación: Uruguay

Re: El Instante (Relato)

Mensaje por Megan »

Qué bueno que está, realmente te felicito, porque a pesar de ser un tema complejo, lo escribiste en forma sencilla y muy fácil de leer. Por supuesto no digo "sencilla" en mal tono, lo apunto como algo regiamente escrito del principio al fin.
Da gusto leer algo así, gracias por tu aporte :D
Imagen

🌷🌷🌷Give Peace a Chance, John Lennon🌷🌷🌷

Lee, escribe y comenta en Los Foreros Escriben
Avatar de Usuario
FabricanteDeCaos
Lector
Mensajes: 84
Registrado: 10 Mar 2016 19:57

Re: El Instante (Relato)

Mensaje por FabricanteDeCaos »

Muchísimas gracias Roxas y Megan por vuestra opinión, me voy a morir de feliz jajajjajjaj
1
Responder