Ella y él (Relato)

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UnTio
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Ella y él (Relato)

Mensaje por UnTio »

Terreno pedregoso bajo un sol despiadado. Abundantes rocas, testigos silenciosos de un periodo tan extenso que resulta casi ajeno a toda posible comprensión. Erosionadas por el clima y el tiempo, su propio ser es un mapa de todo lo acontecido, anillos de un árbol milenario. Arbustos aquí y allá. Algunos pocos quejigos y escuálidos grupos de pinares.

La chica caminaba sobre la colina. Vestía camisa, sombrero de ala blanco, y unos pantalones vaqueros sujetos a sus hombros con tirantes. Recogía alcaparras y las guardaba en una cesta que había tejido ella misma utilizando esparto trenzado. Con aquella cesta sustituyó una igual que había hecho su madre de la misma manera. Ella le enseñó a tejer, a cocinar, a diferenciar que cosas podía comer de cuales no, a curarse, a reparar su casa. También le enseñó a matar. Aquellas enseñanzas le permitían seguir viva. Le había contado que hubo un tiempo en que el mundo era distinto. La gente vivía en ciudades, bajo leyes y autoridades, y todo era más sencillo y más complicado a la vez.

A veces pensaba que cuando regresara a casa la encontraría sentada en la mecedora junto a la puerta. La imaginaba mirándola sonriente, con un gesto de orgullo al ver como de bien se las apañaba sola. Pero estaba muerta. No habría sonrisas, ni conversaciones, ni orgullo alguno en unos ojos que ya no podían ver ni brillar. La asesinaron. Ella mismo oyó los disparos, y aquella era toda la verdad.

Seis meses después de la noche en que mataron a su madre, una comitiva de hombres llegó a la casa. Desaliñados y mal vestidos, armados con lanzas rudimentarias y arcos. Uno de ellos portaba un rifle. Llevaban carros tras de si y los carros eran tirados por animales. A los lados de los carros avanzaban otros hombres, con grilletes en las muñecas y los tobillos. Cerrando la comitiva, mujeres y niños.

La chica les pidió, desde dentro de la casa, que se fueran. Ellos la atacaron. Mató a muchos, desde una posición ventajosa y con un arma automática que le había quitado a los hombres que habían acabado con su madre. Casi agotó la munición. Cuando quedaban unos pocos se retiraron y comenzaron a marcharse, pero los esclavos, con grilletes y todo, se rebelaron. Vio como mataban a los hombres a golpes y estrangulándolos con las cadenas de sus propios grilletes. Entonces consiguieron las llaves que los abrían y se liberaron. Mutilaron los cadáveres de sus antiguos amos y mataron a los hijos de estos ante los ojos de sus madres. Violaron a las mujeres y les pusieron a ellas los grilletes. Luego reemprendieron la marcha, alejándose.

***

La auto-caravana tiraba del remolque y avanzaba traqueteando, la seguía un carro tirado por un burro. Cada cierto tiempo debían detenerse para que el carro y el burro los alcanzasen. El muchacho que conducía decía que aquello no era malo del todo, pues el motor podía recalentarse encendido todo el día. El vehículo despedía por el tubo de escape un denso humo de color negro. El chaval tenía trece años y servía a un hombre que decía ser un rey. Les acompañaba una vieja tuerta, la cual aseguraba ser adivina. En el carro viajaba un hombre anciano, un antiguo esclavo convertido ahora en súbdito del rey nómada. El monarca habló.

-¿Llegaremos pronto? Dí bruja, ¿Llegaremos al lugar?, ¿Al lugar donde construiré mi reíno?

-Pronto llegarás a tu destino. Todos tenemos uno. El destino encuentra a cada cual y cada cual encuentra al destino. Así ha sido, es y será.

-Entonces continuaremos. Pero no olvides algo, bruja. El destino no puede encontrarme porque yo soy mi propio destino.

El chico meneó la cabeza. Se alejaban de la costa e iban hacia el interior, introduciéndose además
en un paraje bastante desértico. No les quedaba mucha agua, ni mucho combustible tampoco. Pensaba que aquel viaje iba a terminar en un oscuro desastre. No sabía si la vieja era una trastornada o solo representaba un papel, del rey, en cambio, sabía a ciencia cierta que estaba completamente loco.

La adivina tuerta sujetaba la muñeca de paja contra su pecho, como si fuese un bebé. Había pertenecido a una niña. La encontraron un día, sola y con una pequeña maleta, hambrienta y casi deshidratada. Les explicó que sus padres habían muerto. El rey pensó en matarla o abandonarla a su suerte, pero al registrarla vio que llevaba un saquito de semillas. Dijo que se trataba de una señal de la providencia. La acogió en su caravana. Solía pedirle que se pusiera un disfraz de payaso que la niña llevaba en la maleta. Ella se disfrazaba de payaso y hacía monerías, y el rey reía, y la levantaba con los brazos, y le decía que sería la bufona de su corte. Le dijo que tenía permiso para decir cualquier cosa que se le ocurriese sin temer ninguna consecuencia. La niña no entendió nada de todo aquello, pero le gustaba que el rey la levantase en el aíre. Cierto día al anochecer jugaba fuera de la caravana y ya no volvieron a verla. Lo único que encontraron fue la muñeca de paja, tirada en el suelo. Ese día el rey le dio a la anciana la muñeca y ella la sostuvo entre sus manos, cerró su único ojo y pronunció palabras en un idioma que nadie más comprendía.

***

La chica vio una columna negra avanzando en el horizonte. Dejó la cesta en el suelo y buscó con la vista. Encontró una buena posición entre dos rocas, un poco más abajo de donde estaba. Descendió y se tumbó en el suelo. Colocó el rifle sobre el terreno y lo fijó sobre su soporte. Observó por la mirilla.

***

El rey vio algo brillar en el horizonte, entre una colina. Pensó que podía ser una lente reflejando los rayos solares. Se dirigió a la parte de atrás de la caravana y se situó en una zona alejada de cualquier ventana.

-Saca la caravana de la carretera. Al margen derecho. Ponla de lado, como si formases con ella una barricada frente a ese grupo de colinas.

-Sí, majestad.

Cuando se detuvieron saltó del vehículo. Ahora la caravana lo protegía de las colinas. Sacó un pequeño catalejo que siempre llevaba consigo y se acercó a un extremo de la caravana, entre el final de esta y el remolque. Se asomó y oteó. Dio un vistazo fugaz y volvió a situarse a cubierto. Miró de la misma manera otro par de veces, y le pareció distinguir algo oculto entre unas rocas. Hizo un gesto al hombre del carro, quién ya se acercaba, para que fuese hacia ellos. Le gritó que bajase del carro y procurase ir agachado. El viejo le hizo caso.

***

La chica observó los movimientos. Temió que hubieran visto un reflejo de la lente de su fusil, su madre le había previsto sobre aquello. Si los de la caravana lo sabían es que quizás también tenían armas de precisión. Hacía viento y eso dificultaba cualquier posible tiro. Tenía un M24 que había pertenecido a su madre. Pesaba bastante, casi seis kilos, pero se había acostumbrado. No tenía otro remedio, después de todo con aquel arma cazaba. Sujetó en la mano un trozo de tela que siempre llevaba con ella e hizo algunos cálculos respecto al viento, tal y como había aprendido a hacer. Vio a un hombre asomarse tres veces y mirar por una especie de tubo de metal pequeño. Nunca antes había visto un artilugio semejante. Pensó que quizás fuese medio prismático o la mirilla de un arma. No tuvo un disparo claro en ningún momento. Observó a un viejo acercarse con un carro, lo tuvo a tiro, pero no disparó. Razonó que si la habían visto, quizás aquella comitiva diese media vuelta. Se fijó en que sujeta al carro iba una especie de lanza con una cabeza humana ensartada. Arrugada y tostada por el sol, apenas resultaba ya reconocible.

***

El rey los había reunido a todos fuera de la caravana. Protegidos por el vehículo del tirador que le había parecido distinguir entre las colinas.

-Hace un rato miré en la caravana a través del catalejo y vi una casa a lo lejos. Diría que es la casa de ese hijo de puta que nos acecha entre las rocas. Sí, su casa. Vive aquí. Viven aquí. En este sitio debe de haber poca agua y poca comida. Apuesto a que no serán más de dos, quizá solo uno.

Todos le miraban y asentían. Solo la vieja se atrevió a hablar.

-Nadie puede escapar de las consecuencias de sus actos. Quién mereció, tendrá. No pueden obviarse los hechos que uno mismo ha realizado. Están escritos en una tabilla de bronce, tan antigua como la propia humanidad.

-¿Qué intentas decir?, ¿Eh bruja?, ¿Qué intentas decir? Habla claro. Te interesa hablar claro.

El rey solo confiaba en la adivina. Pensaba que aquella mujer era capaz de comunicarse con mundos cuyo acceso estaba vedado para los hombres corrientes. La bruja señaló al viejo sin dientes con una de sus uñas largas como garras.

-Su suerte está echada.

El rey miró al viejo. Se acarició la barbilla y escupió al suelo. El viejo se estremeció.

-Si tu suerte está echada tienes ya poco que perder desdentado. Tú, siervo. Ve y trae ese rifle que encontramos en el camino, ese que parecía hecho por un idiota.

El chaval estaba junto a la vieja y miró al rey.

-¿El rifle que no funciona, majestad?

-Ese mismo. Tráelo y dáselo al desdentado.

El viejo temblaba como un pedazo de gelatina. Miraba al monarca con ojos cansados y acuosos, implorándole con la mirada.

-Avanzarás hacia la colina sujetando el rifle. Así veremos si hay un tirador, y si tiene munición. Quizá yo haya sido víctima de un engaño, propio o ajeno.

El viejo cayó al suelo de rodillas. Sollozó de forma lastimera. La vieja lo miraba con su único ojo.

-No iré a una muerte segura, majestad. Te he servido. He dormido a la intemperie mientras los otros lo hacíais dentro del vehículo. He ido siempre subido en ese maldito carro, tirado por un asno. He pasado días sin veros, pensando en que me habíais dejado atrás, abandonado, sin alimento, ni apenas agua, ni arma alguna. Y ahora me envías a una muerte segura. No iré.

El rey agarró al anciano de la pechera y lo levantó. Acercó su cara a él. Sintió el aliento del viejo en su nariz, era ácido y detestable.

-Tu alma alberga miedo a la muerte y nada más. Yerras. No debes temer a la muerte, debes temerme a mi. Haré que desees a la muerte como a la más dulce de las amantes. Partiré tus huesos y te haré gritar hasta que te quedes sin palabras, ¿Me has entendido, patético enclenque?

El viejo temblaba, las lágrimas caían por su piel curtida como el cuero.

-Sí, majestad.

-Bien.

***

Lo vio avanzar hacia las colinas. Quitó el seguro. Era el viejo del carro. Sujetaba un arma larga. Caminaba con pasos inseguros, echando la vista atrás de vez en cuando. La chica apretó el gatillo.

***

El anciano se desplomó en el suelo como si le hubiese alcanzado un rayo. El arma inútil cayó a un lado. Se llevó las manos a la rodilla. Gritaba y pedía auxilio. El chaval se asomó y volvió a ponerse a salvo.

-No parece un gran tirador, le ha dado en una pierna.

Escupió al suelo.

-Es una trampa. Lo ha herido para cazarnos como a animales en una charca cuando acudamos a rescatarlo.

-¿Eso significa que no vamos a ir a ayudarlo?

-Eso significa, sí.

-¿Y qué vamos a hacer?

Escucharon algo parecido a una pequeña explosión, y un disparo y un silbido. Y luego el mismo proceso otra vez. Había alcanzado los neumáticos de la caravana, inmovilizándola.

-Hijo de puta. Me haré una alfombra con la piel de ese tío. Te diré lo que vamos a hacer. Esperaremos a que oscurezca, si hay viento en la noche, cosa probable, avanzaremos hacia él. Con oscuridad y viento ese cabrón lo tendrá difícil para darnos. Su arma es buena a larga distancia, pero si nos acercamos, las nuestras son mejores.

-¿Y si son más de uno?

-Entonces mataremos a más de un hombre.

***

Comenzaba a anochecer. La principal preocupación de la chica era que los hombres de la caravana aprovechasen la noche para alcanzar su casa y destruirla. Por eso había disparado contra los neumáticos, y por eso pensó que debía ir a por ellos antes de que eso pasase. Le gustaba su casa e iba a defenderla, le costase lo que le costase. Guardó el rifle en una pequeña gruta. Cortó un trozo de su camisa, y lo utilizó para proteger el cañón, luego tapó la entrada con una piedra pesada que hizo rodar. Llevaba una pistola, quince balas y una en la recámara. Bebió agua de la cantimplora. No le quedaba demasiada. Se aguardó el cuchillo y avanzó hacia la ladera frente a la caravana. Comenzó a descender a rastras y con cuidado. Su plan era atacar a los hombres antes de que ellos la atacasen a ella. Seguiría sus huellas, como un tiburón sigue la sangre.

***

El muchacho llevaba una escopeta recortada entre las manos y una mochila con tres botellitas de cristal llenas de gasolina y tapadas con trozos de tela. El rey le había dicho que avanzase hacia la casa que estaba a lo lejos. Aseguraba que el tirador se habría replegado allí al anochecer, y su plan era quemarlo vivo, "Arderá como una alimaña en su madriguera". Habían dejado al viejo tirado en la arena con las manos en la rodilla, aunque el muchacho le había dado algo de agua y le había puesto un vendaje, cuando había oscurecido y se suponía que estaban a salvo del francotirador.

El hombre avanzaba por la colina, unos metros por detrás del muchacho, con un subfusil de asalto en las manos. Escuchó algo detrás de él y se lanzó al suelo, rodando hacia un pino solitario. Escudriñó la oscuridad. Ni un ruido, ni un movimiento. Y sin embargo, sabía que estaba allí.

***

La chica se tumbó en el suelo y se quedó quieta. Pensó que había sido mala suerte. Estaba apuntando cuando el hombre escuchó el chasquido de la rama que había pisado y se lanzó al suelo, negándole el disparo. No podía abrir fuego si no iba a acertar el tiro, no quería delatar su posición a cambio de nada. Eran dos. Uno más grande, supuso que el del catalejo, y otro más menudo y mucho más delgado. El más pequeño llevaba una mochila y caminaba sin demasiadas precauciones. Comenzó a arrastrase, impulsándose con los codos y las rodillas.

***
La sintió reptar, justo allí, a su lado. Después la vio. Empuñó el cuchillo. Mango de poliamida, hoja de 18 centímetros con doble sierra. La luz de la luna gibosa hizo confesar reflejos al acero. La decapitó en el acto. El cuerpo de la serpiente siguió reptando sin cabeza, como si hubiese olvidado que ya estaba muerta. El rey escupió al suelo y levantó la vista.

***

La chica se arrastró colina arriba y alcanzó una posición más elevada. Comenzó a avanzar agachada. Superó el punto donde le parecía que debía estar el hombre, y se lanzó de nuevo al suelo. Ahora se encontraba entre el chico y el tipo grande. Pensó que solo si conseguía acabar con uno de los dos tendría una oportunidad de vencer. Vio al chico y se colocó tras una roca grande, recogió una piedra del tamaño de un huevo y la lanzó contra un matorral.

***

Escuchó el ruido. Algo se había movido en un matojo situado entre un grupo de cinco pinos. Se giró. Sujetaba la recortada entre las manos. Podía sentir el miedo subiendo desde su estómago hasta la garganta.

Se dirigió hacia la vegetación. Pasos lentos, corazón acelerado. Un sonido a su derecha, casi imperceptible, la pisada de una figura que surge tras una roca. Animal contra animal, otra batalla de la eterna guerra por morir un rato después.

***

Lo había matado de un tiro en la cabeza. Recogió del suelo la escopeta recortada, cogiéndola por la correa. Comenzó a correr agachada hacia los árboles que el chico iba a inspeccionar, y se lanzó tras ellos, rodando sobre su hombro. El sombrero se movía agarrado a su cuello por un cordel, como un jinete en un rodeo.

***

El hombre había escuchado el disparo y no lo dudó. Apuntó, avanzó apenas dos metros, y disparó su arma automática. La munición tejió una línea luminosa en la noche. Luciérnagas suicidas, chispas desgarrando la oscuridad. La mochila en el suelo fue alcanzada y las botellas de gasolina comenzaron a arder. Una explosión. Llamaradas azules bailando como dioses prehistóricos sobre la tierra caliza. Más ráfagas relampagueantes, casquillos cayendo sobre el suelo, el cuerpo del chico ardiendo. Un demonio parecía intentar abrir una puerta que lo trajese a este mundo, envuelto en llamas y sediento de sangre.

***
Escuchó los disparos. Fragmentos de roca, tierra, y madera volaban en todas direcciones. Plomo asesino buscándola en las tinieblas de la noche. Dejó la recortada y el sombrero en el suelo, y colocó una piedra sobre el ala de este último. Vio el fuego. Trató de hipnotizarla con sus formas y colores, pero ella venció la fuerza del hechizo y arrastrándose, se dejó caer por la suave pendiente de un desnivel. Sudaba, jadeaba y tenía la ropa y la cara sucias de tierra. Ahora solo quedaban ella y él, jugando una partida de cartas en la que el envite eran ambos dos.

***

Avanzó y pasó junto al chico muerto. Se escondió tras un peñasco, a pocos metros de una pequeña formación de pinos y matorrales contra la que también había abierto fuego. Miró el cadáver ennegrecido del chico, continuaba ardiendo. Escupió al suelo. Susurró.

-Puto idiota.

Se tumbó en el suelo y escudriñó entre los árboles. Algo llamo su atención. Vio el cañón de un arma alargada, y una forma en el suelo, ¿Un sombrero de ala? Ahora solo movió los labios.

-Te tengo.

Cuarenta años sobre este mundo. Diez visitando manicomios y cárceles, y entonces un regalo de la providencia: Una epidemia global, el fin de la llamada civilización. La década prodigiosa en la que había vivido según sus propias reglas, siendo su único juez en este mundo. El dedo sobre el gatillo, todo el poder del universo concentrado en una mano.

***
La chica tenía un plan. Su madre le había dicho que era preferible tener uno malo que no tener ninguno. Ella pensaba que el suyo era bastante bueno. Oyó los disparos desde su posición, a cubierto en el desnivel, y rodó fuera de la colina, se arrastró entre las sombras, tratando de alcanzar una posición perpendicular a la que el rey ocupaba en la parte baja de la colina. Los disparos continuaban, y ella avanzaba de nuevo hacia la colina, rumbo a los peñascos entre los que el hombre disparaba. Ahora estaba a la altura del cadáver ardiente del chico. El olor a gasolina y carne quemada impregnó todo su ser, agarrándose a su interior como si fuese un parásito en busca de un huésped, pensó que jamás lo sacaría de dentro de ella. El hombre había dejado de disparar, y se quedó muy quieto.

***

El sombrero salió volando por los disparos. Resina, polvo, hojas. Los árboles llevarían sus cicatrices, como las llevaba el mundo sobre el que tantas veces había derramado la sangre de sus enemigos. Cuando se terminó el cargador se incorporó, se puso en cuclillas, y antes de recargar el arma tuvo una trágica sensación. La vida lo agarró por el cuello y la muerte sopló en su nuca. Sabía que él estaba allí. El francotirador. Estaba allí, a su izquierda, junto al cadáver del chico. Podía percibirlo, como si tuviese un radar dentro de él y una onda acabase de rebotar en el cuerpo de la figura que iba a matarlo.

-A qué esperas. Hazlo ya.

***

Ella miró las tomateras a través de la ventana. Habían germinado. La anciana estaba colocando, como de costumbre, los naipes del tarot sobre la mesa. Decía ser una adivina. La chica no sabía qué pensar sobre eso, ni sobre muchas otras de las cosas que aquella vieja decía.

-¿Estás segura de que se pueden comer?

-Tan segura como de que el sol se pondrá hoy y saldrá mañana. Pero si lo prefieres, solo los comeré yo.

-Comerás un par. Y cuando hayan pasado unos días, yo también los probaré.

-Que así sea, si es tu voluntad.

-¿De dónde sacasteis las semillas?

-Nos las dio una niña. Llevaba un saquito lleno de ellas.

-¿Iba con vosotros una niña?

-Sí. Una niña pequeña.

-¿Qué pasó con ella?

-Ya no está en este mundo. Un hombre le hizo daño.

-¿Uno de los que maté en la colina?

-No, esos hombres no. El que vive en la caravana. Al que heriste en una pierna.

-¿El viejo desdentado?

-El viejo desdentado.

-¿Ese hombre le hizo daño y la mató?

-Sí. Eso hizo.

-¿Cómo lo sabes?

-Lo sé.

-¿Estás segura?

-Sí. Si no lo estuviera, no lo diría.

-¿Por qué no me lo contaste antes?

-Porque no era el momento.

-¿Y ahora sí lo es?

-Sí. Ahora sí.

-¿Y qué debería hacer yo?

-Justicia.

***

Cálidas olas invisibles venidas desde el sol rompían contra la chapa de la caravana. Aún faltaban un par de horas para que anocheciese. La chica le había permitido vivir allí, sin embargo soportaba la prohibición de no acercarse a la casa, ni por supuesto al pozo tras esta. Recorría doce kilómetros en el burro para aprovisionarse de agua en una charca al norte.

Alguien llamó a la puerta. Se asomó para ver quién. Era ella. Botas camperas, pantalones remendados y descoloridos, la camisa de hombre demasiado grande, un sombrero de ala de color azul con un lazo amarillo y dos sables cruzados en la parte frontal. La chica volvió a llamar. Él abrió.

-Hola.

-Hola. He tenido un problema con el pozo de agua. La polea se ha estropeado, no sé qué le ocurre. Si me ayudas, podrás coger un par de calderos para ti. También tengo una liebre, la cacé está mañana. Te daré la mitad si consigues repararlo.

Sonrió con los pocos dientes que todavía le quedaban. Había engordado desde que vivía allí. No es que fuera el paraíso, pero había vivido épocas peores en los últimos dos lustros.

-Te ayudaré, muchacha. Espera, voy a coger un recipiente para el agua.

Rebuscó en la auto-caravana y al poco rato salió con una garrafa de plástico de cinco litros, bajó del vehículo, y se dirigió hacia el burro, el cual se encontraba tumbado a la sombra de un solitario quejigo. Caminaba cojeando delante de la chica. Los muertos no pueden contarle a nadie los secretos de los vivos. Llevaba, doblado con mucho cuidado, un pañuelo en el bolsillo de su raído pantalón, envueltos en el mismo un mechón de pelo y un par de pendientes rosas. El burro rebuznó perezosamente y él escuchó el sonido del seguro de una pistola a su espalda. Ella imaginó a su madre sonriendo orgullosa mientras la veía.

Fin.

***

Otros relatos ambientados en este universo:

Ya no es una niña: https://www.abretelibro.com/foro/viewtop ... 20&t=92356

Rey: https://www.abretelibro.com/foro/viewtop ... 20&t=92446

***
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Aranjuez i Vilanova
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por Aranjuez i Vilanova »

Acabo de leerlo y he de decir que tiene cosas ciertamente interesantes aunque, a veces, el lector pueda quedar algo confuso. Nada de gran importancia, a mi juicio, ya que no entorpece el hilo de la historia.
De momento me ha parecido una especie de wéstern, hasta que han salido los quejigos y me han situado en la Península Ibérica. Me he imaginado que todo ocurría en la provincia de Almería, supongo que por la cantidad de pelis del oeste que allí se han rodado. De cualquier forma, supongo que la ubicación geográfica es intrascendente.
He pasado un buen rato. Gracias.
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lucia
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por lucia »

Parece una versión de este un tanto depurada, ¿no?
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UnTio
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por UnTio »

lucia escribió:Parece una versión de este un tanto depurada, ¿no?
Hola!!

No!!! Jajaja, es una continuación de ese y del anterior. O sea, en ese y en otro presento a "el rey" y a "la chica"; y en este se encuentran y se enfrentan. Pistola en mano, como no podía ser de otra manera escribiendo el relato un hombre con mente adolescente como yo xD.

Un abrazo.
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Aranjuez i Vilanova
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por Aranjuez i Vilanova »

¡Ah, caramba! Ahora empiezo a ver más claro. ¡Natural! Como soy nuevo por aquí, me había perdido parte del asunto. Lo he descubierto a raíz de la observación de Lucía.
Mi anterior comentario al respecto de haber quedado algo confuso en algunos momentos, por tanto, debería entenderse matizado de forma adecuada. Conocido ya el Rey, solo me falta hacer lo propio con la Chica. Buscaré el relato en el foro y lo leeré.
Por cierto: ¿Acaba aquí la historia o habrá más?
Un saludo y otra vez gracias por hacerme pasar un buen rato.
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UnTio
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por UnTio »

Aranjuez i Vilanova escribió:¡Ah, caramba! Ahora empiezo a ver más claro. ¡Natural! Como soy nuevo por aquí, me había perdido parte del asunto. Lo he descubierto a raíz de la observación de Lucía.
Mi anterior comentario al respecto de haber quedado algo confuso en algunos momentos, por tanto, debería entenderse matizado de forma adecuada. Conocido ya el Rey, solo me falta hacer lo propio con la Chica. Buscaré el relato en el foro y lo leeré.
Por cierto: ¿Acaba aquí la historia o habrá más?
Un saludo y otra vez gracias por hacerme pasar un buen rato.

Hola!!

Gracias a ti por leer.

Ambos relatos los tienes enlazados al final de este. Se titulan "rey" (allí aparece el personaje del rey) y "Ya no es una niña", donde aparece ella.

De todas formas la idea es que sean historias autoconclusivas, así que la confusión ha sido un defecto narrativo. Pero bueno, hay que ir mejorando :)

No sé si habrá más historias ambientadas en este mundo apocalíptico. Ni tampoco si aparecerá "la chica" en ellas, ahora mismo estoy escribiendo una historia breve que no tiene nada que ver con este "universo", pero en el futuro ¿quién sabe?

Un saludo!
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lucia
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por lucia »

Así como el de rey no me gustó, este, aunque me repatea el personajillo que has creado, me hizo leer hasta el final. Y te agradezco mucho que ganase ella y la vieja la esté ayudando un poco, aunque sea con lo de los tomates.
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Re: Ella y él (Relato)

Mensaje por UnTio »

lucia escribió:Así como el de rey no me gustó, este, aunque me repatea el personajillo que has creado, me hizo leer hasta el final. Y te agradezco mucho que ganase ella y la vieja la esté ayudando un poco, aunque sea con lo de los tomates.
:)

Me alegro muchísimo que te haya gustado.
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