La cena (Microrrelato)
La cena (Microrrelato)
La cena
El cielo plomizo se oscurecía por momentos sobre el puerto deportivo de la ciudad. Las luces que se encendían aquí y allá atestiguaban que la larga tarde de verano llegaba a su fin. Ariadna se entretenía observando la entrada de las embarcaciones más rezagadas desde el ventanal de su ático. Aunque esa hubiera sido la impresión de cualquier observador anónimo, alguien que realmente la conociera afirmaría que su mente estaba muy lejos de allí. Probablemente, no existiese alguien así.
Recostada sobre el coqueto sofá de su lujoso salón, Ariadna escuchaba uno de sus lieder preferidos de Schubert. A pesar de que le apasionaba esa obra, hoy, la música no podría mitigar la enorme pena que sentía; era demasiada, incluso, para el genio de Schubert. En otras ocasiones parecidas, ya había experimentado ese extraño sentimiento de culpa por no haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella. Aunque su mente inquieta no dejaba de intentar analizar las cosas desde todos los puntos de vista, siempre acababa haciéndose responsable. Posiblemente, se debiera a cómo la habían educado.
El ruido de la cerradura la sobresaltó. No lo esperaba tan pronto. Quizás le apetecía salir a cenar fuera o, tal vez, simplemente hubiera finalizado ese proyecto que en los últimos días lo había mantenido hasta altas horas de la noche en el estudio. Al menos, eso decía él.
Lo vio entrar con su habitual porte de seguridad. Cuando se conocieron, fue una de las cualidades que más le llamaron la atención de él. Se acercó lentamente, la besó en la mejilla y dejó caer sobre su regazo un ramo de flores. Mientras se retiraba rozó levente el equipo de alta fidelidad y la música dejó de sonar; no soportaba ese tipo de música.
Tras balbucear una excusa, Ariadna se retiró al baño. En cuanto se sintió a salvo, sus ojos se llenaros de lágrimas. Temió que la obligara a salir; en esta ocasión, el maquillaje no podría ocultar los moratones.
El cielo plomizo se oscurecía por momentos sobre el puerto deportivo de la ciudad. Las luces que se encendían aquí y allá atestiguaban que la larga tarde de verano llegaba a su fin. Ariadna se entretenía observando la entrada de las embarcaciones más rezagadas desde el ventanal de su ático. Aunque esa hubiera sido la impresión de cualquier observador anónimo, alguien que realmente la conociera afirmaría que su mente estaba muy lejos de allí. Probablemente, no existiese alguien así.
Recostada sobre el coqueto sofá de su lujoso salón, Ariadna escuchaba uno de sus lieder preferidos de Schubert. A pesar de que le apasionaba esa obra, hoy, la música no podría mitigar la enorme pena que sentía; era demasiada, incluso, para el genio de Schubert. En otras ocasiones parecidas, ya había experimentado ese extraño sentimiento de culpa por no haber dicho o hecho lo que se esperaba de ella. Aunque su mente inquieta no dejaba de intentar analizar las cosas desde todos los puntos de vista, siempre acababa haciéndose responsable. Posiblemente, se debiera a cómo la habían educado.
El ruido de la cerradura la sobresaltó. No lo esperaba tan pronto. Quizás le apetecía salir a cenar fuera o, tal vez, simplemente hubiera finalizado ese proyecto que en los últimos días lo había mantenido hasta altas horas de la noche en el estudio. Al menos, eso decía él.
Lo vio entrar con su habitual porte de seguridad. Cuando se conocieron, fue una de las cualidades que más le llamaron la atención de él. Se acercó lentamente, la besó en la mejilla y dejó caer sobre su regazo un ramo de flores. Mientras se retiraba rozó levente el equipo de alta fidelidad y la música dejó de sonar; no soportaba ese tipo de música.
Tras balbucear una excusa, Ariadna se retiró al baño. En cuanto se sintió a salvo, sus ojos se llenaros de lágrimas. Temió que la obligara a salir; en esta ocasión, el maquillaje no podría ocultar los moratones.
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- magali
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- Registrado: 04 Sep 2010 01:30
- Ubicación: La beauté est une promesse de bonheur (Stendhal)
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Re: La cena (Microrrelato)
Desde la primera línea tu relato sobrecoge y conforme se avanza la lectura el corazón se encoge más y más. La pista definitiva, para mí, es
Gracias por compartirlo. Todas las voces son pocas.
A partir de ese punto, esas flores arrojadas así, como para pedir perdón, no son sinceras e intuyes ese final que quisieras impedir.bouvila escribió:(...)la besó en la mejilla y dejó caer sobre su regazo un ramo de flores.
Gracias por compartirlo. Todas las voces son pocas.
Re: La cena (Microrrelato)
Hola Magali:
Gracias por tus comentarios, tanto por los que me has hecho en privado como en público. Me están ayudando mucho en la ardua tarea de aprender a escribir.
Tu interpretación sobre la forma de darle las flores era exactamente lo que tenía en mente cuando lo escribí. Aunque hay indicios antes, estoy de acuerdo en que esa es la pista clave. Creo que empezamos a entendernos: o bien mi forma de escribir es menos críptica o bien te estás acostumbrando a ella Me parece que nos vamos a llevar bien
Te agradezco tus palabras de ánimo. En este momento, me vienen especialmente bien.
Gracias por tus comentarios, tanto por los que me has hecho en privado como en público. Me están ayudando mucho en la ardua tarea de aprender a escribir.
Tu interpretación sobre la forma de darle las flores era exactamente lo que tenía en mente cuando lo escribí. Aunque hay indicios antes, estoy de acuerdo en que esa es la pista clave. Creo que empezamos a entendernos: o bien mi forma de escribir es menos críptica o bien te estás acostumbrando a ella Me parece que nos vamos a llevar bien
Te agradezco tus palabras de ánimo. En este momento, me vienen especialmente bien.
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- Edgardo Benitez
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Re: La cena (Microrrelato)
Lo dices todo en las últimas lineas. Si te das cuenta, ellas cuentan la historia por sí solas. Es admirable el poder que tiene la palabra cuando se ajusta a una necesidad de lanzar un mensaje especifico. Incluso, podría funcionar como un cuento gigantesco de dieciséis palabras exactas. Estoy seguro que tú has conseguido llegar al sitio donde está la fuente prodigiosa, la que da agua fresca y cristalina, la que nos llena de vida.
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Temió que la obligara a salir; en esta ocasión, el maquillaje no podría ocultar los moratones.
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Temió que la obligara a salir; en esta ocasión, el maquillaje no podría ocultar los moratones.
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
Re: La cena (Microrrelato)
Un relato duro, pero tratado con decencia. Tiene un aroma a la canción Un ramito de violetas, de Cecilia.
Discrepo levemente y con suavidad y ternura en lo concerniente al inicio. La frase «El cielo plomizo se oscurecía por momentos sobre el puerto deportivo de la ciudad» me resultó repetida, como si ya la hubiera leído. Eso pasa mucho en literatura cuando no se usan arranques con personalidad propia. No obstante, eso tiene su lado positivo: si querías dar la sensación de que era un día normal como cualquier otro, entonces sí que lo has conseguido.
Sí coincido con Magali en su apreciación general del relato. Quiero añadir, además, que con textos así tienes parte de mi aprobación ganada, porque es lo que me gusta leer: cosas cotidianas que se salen de la cotidianidad. No quiero superhéroes, ni tampoco dramas familiares que derivan en telenovelas dramonánticas. Lo que has escrito es un ejemplo de las cosas que me gusta leer.
Enhorabuena y a seguir escribiendo .
Edito: qué gran verdad, Edgardo.
Discrepo levemente y con suavidad y ternura en lo concerniente al inicio. La frase «El cielo plomizo se oscurecía por momentos sobre el puerto deportivo de la ciudad» me resultó repetida, como si ya la hubiera leído. Eso pasa mucho en literatura cuando no se usan arranques con personalidad propia. No obstante, eso tiene su lado positivo: si querías dar la sensación de que era un día normal como cualquier otro, entonces sí que lo has conseguido.
Sí coincido con Magali en su apreciación general del relato. Quiero añadir, además, que con textos así tienes parte de mi aprobación ganada, porque es lo que me gusta leer: cosas cotidianas que se salen de la cotidianidad. No quiero superhéroes, ni tampoco dramas familiares que derivan en telenovelas dramonánticas. Lo que has escrito es un ejemplo de las cosas que me gusta leer.
Enhorabuena y a seguir escribiendo .
Edito: qué gran verdad, Edgardo.
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- magali
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Re: La cena (Microrrelato)
Por si alguien no sabe quién fue Cecilia y no conoce la canción que Rubisco ha tenido el gusto de recordarnos:
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- magali
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Re: La cena (Microrrelato)
Edgardo Benitez escribió:Lo dices todo en las últimas lineas. Si te das cuenta, ellas cuentan la historia por sí solas. Es admirable el poder que tiene la palabra cuando se ajusta a una necesidad de lanzar un mensaje especifico. Incluso, podría funcionar como un cuento gigantesco de dieciséis palabras exactas. Estoy seguro que tú has conseguido llegar al sitio donde está la fuente prodigiosa, la que da agua fresca y cristalina, la que nos llena de vida.
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Temió que la obligara a salir; en esta ocasión, el maquillaje no podría ocultar los moratones.
Re: La cena (Microrrelato)
Gracias a todos por haber leído el relato y por su buena acogida.
Coincido totalmente con Edgardo: la última frase podría ser por sí sola un nanorrelato.
Coincido totalmente con Edgardo: la última frase podría ser por sí sola un nanorrelato.
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Re: La cena (Microrrelato)
Pues qué queréis que os diga, pero hasta que él no aparece, podría haber sido una persona con una depresión de caballo y una vida vacía y sin amigos reales que la compensasen. Cuándo él aparece, la historia todavía tenía dos posibilidades distintas y solo el ramo de flores tirado de cualquier manera lo decanta hacia una de ellas.
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