Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Espacio en el que encontrar los relatos de los foreros, y pistas para quien quiera publicar.

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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

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Finalmente, corrieron el telón y apagaron las luces. El público vio a la geisha moviéndose con lentitud, al ritmo de la música con sus dos abanicos, mientras empezaba a describir movimientos sugerentes con su cintura. Riada llevaba un disfraz de demonio bastante discreto y con una de sus manos le hacía gestos a la Diosa, quien bailaba en el centro para intentar resistirse a su influjo. Mientras Riada levantaba sus manos había un momento sin música, así que ese silencio se llenaba gracias a los gritos de desesperación de Kioko para no caer en las manos del demonio, una técnica bastante teatral que emocionaba al público hasta límites insospechados.

La deidad elevaba sus brazos en signo de resistencia, sin embargo, la hipnótica música la hacía enloquecer y se encontraba dividida entre sus deseos oscuros y su ansia de libertad. El número acababa cuando la Diosa se libraba al fin del demonio expulsándolo del escenario que estaba decorado con motivos infernales.

El número era de gran belleza porque las dos usaron los mismos productos luminosos que solían emplear en otras actuaciones y todo movimiento, incluido el de los abanicos, dejó unos surcos que tardaron un rato en disiparse.
Además, al juntarse los surcos que aún no se habían disipado con los de reciente aparición, éstos formaban increíbles figuras en el aire.

Todos los presentes estaban encantados y ellas se encontraban emocionadas, aunque Riada más, porque mucha gente ovacionó al demonio, lo que la sonrojó hasta las orejas. Para la geisha el éxito era tan natural como respirar y ya no se impresionaba tan fácilmente, cosa que era sencilla de entender si teníamos en cuenta la cantidad de tiempo que llevaba bailando. Sin embargo, algo dentro de ella se seguía emocionando con cada actuación.
Volvieron a salir tras la gran ovación y les lanzaron monedas de plata que recogieron. No esperaban un suplemento extra, pero pensaron que el público se sentiría ofendido si no recogían esas monedas que habían tirado.

La gente estaba tan emocionada que, cuando se fueron del escenario, empezaron a pedir que repitieran el número de nuevo. En un principio se negaron porque sólo hacían una actuación por casa, sin embargo, estaban tan emocionadas que los gritos del público acabaron por convencerlas.
Las dos mujeres hablaron con el hombre vestido de forma ridícula y le pidieron una pausa tras la cual volverían a interpretar el número. Necesitaban arreglarse el maquillaje y volver a ponerse el producto con el que conseguían crear las estelas en el aire.

La gente no se tomó muy bien la espera pero poco a poco se fue calmando.

Después de un buen rato, el presentador pudo anunciar por fin que el número empezaba de nuevo, y el público aplaudió como si su vida dependiera de ello.

El número empezó e hicieron todo igual que la primera vez, y la gente se sorprendió de la química que había entre esas dos mujeres que parecía que habían trabajado juntas toda la vida. Hacían una pareja perfecta, tenían mucha armonía; eran tan bellas que los jóvenes allí presentes se ruborizaron y tuvieron que contener el impulso de ir a besarlas. Nadie había visto nunca actuar a esas dos mujeres y parecía que habían salido de la nada, pero sin embargo era como si las conocieran de toda la vida. Un sentimiento extraño que muchos de los presentes vivieron como un momento ya vivido, algo raro porque eran desconocidas en esa parte de la región.

De cualquiera de las maneras, aunque aquella noche se ganaron muchos pretendientes no querían saber nada de hombres, al menos de momento; ya tenían bastante con pensar en ser felices como para además tener toda la confusión que traía un nuevo amor a una vida. Aunque en opinión de las dos el amor no era complicado, pero sí lo era la convivencia y soportar los defectos mutuos.

Pero lo que más le asustaba a Kioko era que le pudiera volver a suceder algo parecido a lo de su marido, algo muy doloroso que ni por todo el oro del mundo quisiera repetir.

Cuando el baile acabó, pasó lo que pasaba en todos sitios: que los números de otros artistas quedaban eclipsados por el número de Kioko y Riada.

—No puedo creerlo, nos han pedido que repitamos el número. Es la primera vez que un público tan extenso me pide que repita uno —la geisha estaba muy emocionada al salir del escenario.

—Sí, ¿cómo crees que he estado yo?

—Has estado muy guapa, Riada.

—Gracias, tú también.

Kioko no sabía de dónde había sacado su compañera ese complejo tan grande de inferioridad porque era muy hermosa, a pesar de tener veinte años más que ella. Además, la gracia y la figura no la habían abandonado e igual hubiera podido hacer el papel de demonio, como aquella noche, como el de Diosa tentada. Por no hablar de que también sabía tocar la guitarra, un arte menospreciado por aquellos tiempos. Habría sido un buen partido para cualquier hombre sin importar clase ni edad, además, sabía cocinar y era una mujer muy buena.

El público comenzó a gritar de nuevo para que salieran una tercera vez y se sintieron muy halagadas, no obstante, mañana partirían hacia otra residencia donde era posible que interesaran sus servicios.
Última edición por Evenesh el 18 Oct 2017 09:17, editado 1 vez en total.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Llevaba atraso, pero ya me he puesto al día. Creo que has alargado innecesariamente la conversación con Takayama, incluso si luego vuelve a aparecer en la historia.

Y cúrrate un poco mas lo de los instrumentos musicales. Lo de la guitarra no cuela :grinno: Hubiese quedado mucho más lógico que tocasen el samisen.

Eso sí, la descripción del baile, a pesar de ser un tanto repetitiva con la anterior, está bien lograda.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Gracias por tus comentarios :alegria: , es cierto que lo lógico es que tocara el shamisen y repasaré lo que dices de que la danza es repetitiva :( :lengua:
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Es que te recreas tanto en las partes que te gustan, que incides demasiado en ello a veces :lol:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Tienes razón, me recreo en lo que me gusta aunque intento hacerlo cada vez menos :cunao:
Gracias por los comentarios.
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

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7
ATENTADO


Después de la actuación, tanto Kioko como Riada volvieron a su cuarto a descansar. Aquella noche no quisieron comer porque Riada se sentía muy cansada después de la actuación. Por otra parte, Kioko no podía olvidar a su amiga tirando el retrato de su marido por la ventanilla del coche de caballos.

Al contrario de lo que pensó esa misma mañana desde que no tenía la pintura en su poder no había vuelto a pensar en su marido con tristeza, así que casi le agradeció a su compañera que la tirara. La geisha miró a Riada dormir y pensó que era tan buena amiga que hizo lo que debía sin pensar en las consecuencias, y había acertado, no sabía si ella podría haber hecho lo mismo de haber estado en su lugar.

Kioko intentó durante mucho tiempo dormirse pero esa tarde había experimentado una extraña emoción, porque aunque llevara años bailando era la primera vez que lo hacía para tantas personas y lo vivió como la primera actuación que llevó a cabo. Ante ese estado de exaltación se levantó y empezó a hacer el equipaje.

Media hora después terminó de doblar la ropa y dejó las maletas en el suelo a un lado.

A pesar de ese rato, Kioko seguía sin tener sueño y por eso decidió salir a la terraza, se apoyó en la barandilla de madera, y observó cómo empezaba a ponerse el Sol, no lo había notado por haber estado doblando ropa, pero era casi de noche.

Mientras observaba las estrellas le gustaba pensar que su marido la estaba observando desde alguna de ellas.

Takayama pasaba por aquel lugar y se detuvo al ver a la mujer apoyada en la barandilla. Para el noble fue un momento mágico porque por fin tendría la oportunidad de hablar con una mujer que aunaba en su persona inteligencia y belleza, que no era nada fácil de encontrar en esos tiempos.

—Salga de ahí, Takayama —ordenó la geisha.

El noble se aproximó a ella y le preguntó sorprendido:

—¿Cómo has sabido que había alguien detrás de ti, y que además era yo?

—Como suele suceder en casi todos los no practicantes de artes marciales hacéis demasiado ruido —lo miró y le
sonrió, aunque se sentía triste.

—¿Te pasa algo?

—Que soy muy sensible, eso es lo que pasa.

Al noble le pareció que estaba enfadada consigo misma después de decir esas palabras, sin embargo, no diría nada porque parecía que la joven quería desahogarse.

—No consigo olvidar a mi marido, a pesar de que murió hace cinco años.

—No te preocupes, algún día lo conseguirás.

—Parece muy seguro de lo que dice —le dijo al fin.

—Por fuerza, joven —la miró con expresión serena— he perdido a toda mi familia; si hay alguien que haya tenido que reponerse de un duro golpe ese he sido yo.

—No lo sabía.

—Ya, la gente suele pensar que los nobles sólo somos unos libidinosos, pero lo cierto es que también tenemos sentimientos.

Era verdad que los nobles eran tomados por simples libertinos que sólo pensaban en su propio placer personal. Además, tampoco eran conocidos por ser especialmente solidarios o altruistas, sin embargo, como dijo Takayama en la visita a su cuarto, Kioko pensó que no todos los nobles tenían porqué ser iguales.

—Los números de esta noche han sido increíbles —Takayama habló pero se le notaba triste por hablar de su familia, no obstante, eso ya había pasado y no le recordar sucesos sobre los que no tenía ningún control.

—Gracias.

—¿Dónde aprendiste a bailar así?

—Aprendí sola hace muchos años —Kioko no se fiaba de él y por eso le contó en parte la verdad.

—Tu compañera y tú me habéis impresionado, nunca he visto que nadie se compenetre tan bien en el escenario.

—Es la práctica, somos amigas inseparables y nos tenemos una confianza especial.

—Un vínculo de amigas ¿no?

—Aunque nos gustan los hombres necesitamos estar juntas —Kioko estaba muy risueña.

A Takayama se le iluminó la cara cuando dijo que le gustaban los hombres y enseguida iba a lanzarse ante ella y declararle su amor, después de haber sufrido un potente flechazo. Sin embargo, no era la primera vez que la geisha se hallaba en este tipo de declaraciones y podía sentir la efervescencia del carácter masculino. También sabía de la ligereza de los hombres por decir palabras bonitas, pero a menudo vacías, con tal de conseguir su objetivo.

—Sí, pero no quiero estar con nadie ahora mismo —dijo la geisha cortando toda esperanza por parte del hombre.

—¿Por qué no?

—Como ya te dije, hace unos años enviudé y aún no he podido superar a mi marido.

—¿Por eso bailas?

—En parte, aunque también ha llegado a gustarme de una manera que nunca creí.

De pronto, la geisha volvió a sentir una punzada en la cabeza y esta vez supo que ese hombre estaba en peligro, y su instinto le decía que no lo dejara solo. El noble estaba extasiado por la delicada belleza de la joven, sin embargo, ésta tenía una especie de sexto sentido que le indicaba el peligro.

—¿Hace mucho tiempo que bailas?

—Cinco años —respondió la chica sin dejar de mirar a todos lados.

—¿Qué te pasa? —se extrañó Takayama— Te noto inquieta.

—No, nada, es simplemente que me molestan los insectos.

Por más que miró a su alrededor no veía nada sospechoso, pero claro, podía tratarse de alguien que se encontrara escondido. Alguien tan ladino que esperara el momento oportuno para matar a Takayama, pero no podía imaginar quien podía ser. La geisha había sentido cerca la presencia de otra persona gracias al uso de su energía interior, el chi, energía imprescindible para practicar los abanicos de fuego.

Los presentimientos de Kioko eran cada vez más frecuentes. Parecía como si el asesino se estuviera acercando poco a poco para cumplir su oscuro propósito.

Estaba claro que lo peor que podía hacer en ese momento era separarse de Takayama y por eso siguió hablando con él de cosas banales.

—¿Qué edad tiene usted, señor?

—Tengo cuarenta años.

—No aparenta esa edad, debe bañarse en alguna sustancia especial porque parece mucho más joven.

—Gracias, señorita. Bueno, para ser sincero la vida de noble no castiga especialmente. Eso sí, me costó mucho esfuerzo conseguir todo lo que poseo, pero hoy tengo tanto dinero que mi vida está resuelta.

Miya había llegado al muro exterior y sacó su cuerda con gancho y empezó a revolearla en el aire. Aquella residencia parecía muy grande y le costó bastante trabajo encontrar un punto de apoyo óptimo, no obstante, ya había llegado hasta allí y cumpliría el trabajo. Cuando lo consiguió, Kioko tuvo el presentimiento más fuerte de todos; vio cómo el hombre era degollado por una figura bañada en oscuridad. La silueta estaba demasiado difusa como para que la reconociera, sin embargo, por las cuchillas pequeñas que utilizaba, la geisha pudo intuir que quizás el asesino fuera un ninja.

—Pues yo tampoco necesito trabajar porque mi marido me dejó una discreta fortuna.

—¿Por qué bailas entonces?

—Porque me hace dichosa. Cuando mi marido se fue, me juré a mí misma que intentaría ser feliz a pesar de su ausencia, y bailar fue lo que se me ocurrió.

—Siento mucho lo de tu esposo.

—Gracias.

—De todas formas escogiste muy bien —el hombre miraba la piel blanca de Kioko con embeleso.

Miya llegó finalmente al patio, consultó el retrato del noble que el alcalde le había dado y se sorprendió porque el objetivo estaba a su alcance, aunque por desgracia no estaba solo, pero era cuestión de tiempo que su acompañante se fuera.

Kioko no estaba prestando la debida atención al diálogo porque sentía el peligro cada vez más cerca. En un momento dado sintió que la amenaza estaba justo encima del hombre, pero no vio nada al mirar.

Miya permaneció allí de pie, encima de la rama de un árbol y esperó el momento adecuado para atacar.
La geisha recapacitó de nuevo sobre lo que debía hacer y resolvió que, de ser un ninja, éste no atacaría hasta no haber testigos. Era la forma habitual de actuar de los nobles ninjas que se habían convertido en mercenarios, los cuales mataban a cualquier persona incluso por las más ínfimas cantidades.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

¡Al fin aparece mención de las artes marciales de Kioko!

Pero eso de esperar a que no haya testigos me parece un poco pillado por los pelos, por que podría matarlo sin que Kioko viese quién es. Di mejor nadie para dar la alarma inmediatamente o algo así.
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

¿Eso de las artes marciales significa que el libro se te ha hecho pesado hasta este momento?
Por otra parte al principio no estaba de acuerdo con el resto de tu comentario pero ahora sí lo estoy, porque lo que tú dices suena muchísimo más lógico.
Gracias por el comentario :alegria:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

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Por ese motivo, Kioko se disculpó con el hombre y lo dejó solo, aunque en realidad se apartó del campo visual del enemigo y se quedó allí esperando el ataque.

Cuando la geisha se fue, Miya resopló de alivio y sacó sus cuchillas y se precipitó sobre su víctima. En ese momento, Kioko se lanzó hacia el hombre y lo salvó antes de que las dagas del ninja le rebanaran el cuello de un tajo certero.

La geisha puso a salvo al hombre y el ninja estaba aún arrodillado a su espalda. Cuando se levantó pudo ver a la geisha poniendo a salvo al noble detrás y le sorprendió mucho que una bailarina, o a lo sumo una mujer que se había casado por interés, se interpusiera en su camino.

—¿Quién eres? —preguntó Miya con agrado.

—Soy Kioko, bailarina de profesión —dijo la mujer mientras sacaba sus abanicos.

El hombre se quitó de en medio y se refugió tras una columna cercana, donde se quedó observando. La verdad es que miraba a la geisha y le pareció que ésta se ponía en guardia, pero, ¿cómo, con un par de abanicos?

—Señor Takayama, apártese de aquí, puede ser peligroso —dijo Kioko con un tono de voz fuerte y claro.

El noble no pudo reaccionar durante un momento pero luego la geisha volvió a gritarle que se alejara de allí. El hombre no fue demasiado lejos porque se sentía intrigado por aquella que le había salvado la vida.

La geisha estaba en posición de defensa, una protección que Miya no había visto nunca. Una de dos, o era una técnica secreta de su invención o le había enseñado algún viejo maestro. La ninja pensó en la primera opción porque la mayoría de los viejos maestros vivían perdidos en los bosques y dar con ellos era una tarea difícil.

—¿Cómo te llamas, cobarde? —preguntó la geisha con rabia.

Miya se quitó la capucha y quedó ante su vista una muchacha probablemente más joven que ella y enseguida le tuvo lástima. ¿Cómo alguien tan lozano había decidido seguir un camino tan oscuro como el del ninja?, era algo que no entendía. Sobre todo en esos tiempos que, para desgracia de los antiguos protectores ninja, ahora eran considerados sólo mercenarios sin alma.

—Mi nombre es Miya.

—¿A qué has venido aquí, dulzura? —le preguntó poniendo un abanico en su cabeza y otro en su mentón.

—Vengo a matar al hombre que protegías, dile que vuelva; estoy cansada y quiero irme a dormir.

La pose de la geisha cambió, así como la expresión de su cara, y Miya supo que iban a luchar tal vez a muerte, o hasta que una de las dos cayera exhausta.

—Lo siento, no puedo hacer eso, ese hombre me cae bien y no dejaré que lo mates.

—¡Apártate, geisha, o te haré daño!

—Eso me gustaría verlo.

Aquella mujer no parecía una bailarina corriente. Tenía algo en sus posiciones que intimidó a la joven Miya, quien no quería irse de allí sin haber cumplido su misión. Además, tenía los abanicos cerrados con las manos extendidas y parecía estar cubriéndose la cabeza con ellos, pero por muy fuerte que fueran unos abanicos no dejaban de ser trozos de madera y tela frágiles.

La ninja dejó de pensar y atacó abiertamente, la geisha esquivó un puñetazo y luego una patada, rodó por el suelo y se levantó de manera ágil.

Tenía una rapidez considerable y por primera vez Miya tuvo que sopesar la posibilidad de retirarse, pero le daba tal coraje que no quiso renunciar tan pronto. La ninja se había confiado demasiado y por primera vez pensó en los recursos ninjas para escapar de una situación tan desfavorable. De haber sabido que aquella geisha era una luchadora cuerpo a cuerpo tan buena se habría ido de allí de inmediato con algún truco. Pero el factor sorpresa había desaparecido y ahora tenía que luchar, a pesar de no ser buena luchadora cuerpo a cuerpo.

—Te veo preocupada, ¿qué pasa, ya te rindes?

—De eso nada —respondió su enemiga, rabiosa.

Miya descuidaba su guardia al atacar y ese podría ser un error muy grave en una pelea, sin embargo, Kioko no iba a matarla aunque lo mereciera, quizá así, de ese encuentro aprendiera algo valioso en la vida. La geisha no hacía más que defenderse y reírse mientras retrocedía para que ninguno de los débiles golpes rozara su blanca piel.

En un momento que se separaron, Miya tuvo que parar para recuperar el aliento.

—Pobrecita, ¿ya estás cansada? Yo pensé que me darías más trabajo.

Kioko le hablaba con dulzura, quizás como si le estuviera hablando a una niña pequeña y eso enfadó a Miya bastante. Sin embargo, no podía hacer nada ante esa mujer y supo que o huía, cosa improbable porque su enemiga la alcanzaría, o moriría allí esa noche.

—Bueno, ahora me toca atacar —indicó Kioko, poniendo una posición que hasta ahora no había mostrado.

Antes de que pudiera reaccionar, la geisha saltó hacia Miya, extendió sus abanicos, los cuales brillaron con una luz azulada, y expidió unas ráfagas de energía con cada uno, y la ninja sintió esas ráfagas en su cuerpo como golpes secos y fuertes.

La muchacha cayó al suelo y se llevó las manos a las zonas golpeadas, el brazo y un cuadriceps, y notó que tenía moratones en ellos. Sin embargo, ignoraba cómo le había dado aquellos golpes, ya que ni siquiera se percató de nada. Lo único que vio son los dos abanicos adornados con dragones rojos y, acto seguido, el suelo del patio de aquella residencia.

—¿Cómo me has golpeado? ¡No me he dado cuenta!—se resintió Miya.

—Lógico, no te he tocado —respondió Kioko con obviedad.

—¿Cómo?

—No he tocado tu cuerpo, han sido golpes especiales que sólo yo sé dar.

—Eres una fanfarrona, seguro que no eres tan fuerte. Estoy convencida de que tienes algún truco.

La geisha negó mientras se reía porque le hacía gracia el atrevimiento de aquella niñita que pretendía derrotarla en duelo.
Desde luego ¡qué atrevida era la ignorancia! Venir aquí a matar a un noble delante de quizás, una de las mayores maestras en las artes marciales. Eso sin contar que tenía su estilo de lucha propio que basaba todos los golpes en canalizaciones del chi interior.

—No uso trucos baratos, ¿quién crees que soy, una ninja?

Miya no pasó por alto el comentario, pero ya había sido vencida y ahora entendía un poco mejor a todas aquellas víctimas de sus atropellos.

—¿A qué esperas? Acaba conmigo.

—¿Y perderme el placer de tu humillación? —Negó Kioko con la cabeza.

Sí que era verdad que nadie la había humillado de aquella manera, pero también supo reconocer que de no ser por la gracia de Kioko, no habría salido viva de ese encuentro. Esto enfureció a Miya porque eso significaba que la había dejado vivir con su humillación, el peor de los castigos que se le podía dispensar a cualquier guerrero derrotado.

—Escúchame, ahora vas a irte y no volverás a acercarte a Takayama, así tenga que quedarme aquí toda la vida protegiéndolo.

—Ya lo creo que volveré para matarlo —respondió Miya muy enojada.

La geisha bajó la cabeza por la negativa de la chica y dijo en voz baja que era una estúpida y una inconsciente, y luego le dijo con pena:

—Cuanto lamento que digas eso, pero la próxima vez que te vea por aquí no seré tan indulgente y morirás. Ya me las he tenido que ver con bandidos, con rufianes, con piratas, y como comprenderás, no será una asesina de las sombras la que me de miedo. ¡Quedas advertida!

—¡Volveremos a vernos, no te quepa la menor duda! —respondió Miya apretando los dientes.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

8
LA OFERTA DE TAKAYAMA


Kioko ni siquiera respondió porque ya lo había dicho todo. Mientras la chica se alejaba pensó en quién podía ser tan desalmado de engañar a una chiquilla para que se convirtiera en una mercenaria ninja. A la noble geisha no le cabía en la cabeza tanta maldad, pero así era el mundo y ella no iba a cambiarlo, o tal vez sí a su manera. Lo malo es que su manera no fue entendida por los estúpidos que mató durante los últimos cinco años. Cuanta sangre derramada de forma inútil y, sin embargo, igual que le empezó a gustar bailar también empezó a gustarle matar y sus abanicos derramaron más sangre que muchas de las espadas de los samuráis más justos. No obstante, ella mataba cuando debía, o sea sólo en defensa propia, y jamás había atacado a un inocente.

Miya salió corriendo de allí pero iba sin resuello. Esos dos golpes la habían destrozado por dentro y no podía creer que una simple geisha con dos abanicos le hubiera aplicado semejante correctivo. Aún así lo que estaba más herido era su orgullo.

Mientras corría, se juró a sí misma que encontraría la manera de matar tanto a Takayama como a Kioko, la que se había convertido en su nueva enemiga. El problema era que cuerpo a cuerpo un ninja no estaba tan entrenado como un artista marcial. El ninja se movía por las sombras, intentaba pasar desapercibido, pero eso no le valdría con la geisha porque, además, parecía que podía presentir sucesos. Eso eliminaba el factor sorpresa y casi todo su arsenal. Sin embargo, algo se le ocurriría, pero como que se llamaba Miya conseguiría su objetivo, aunque ahora lo más prudente era volver a la posada de Sakai para descansar.

Takayama salió de su escondite un poco temeroso aún y le preguntó a la geisha:

—¿Quién era esa?

—Era una ninja —dijo la mujer con pena.

—¿Por qué querría matarme?

—No lo sé, pero tendrá que estar atento porque ha prometido volver.

—¿Qué estilo de lucha has usado? —Preguntó el noble cambiando de tema.

Kioko dudó si decírselo o no, pero de todas formas no era un estilo que se pudiera imitar y mucho menos aprenderlo sin ayuda, a no ser que el practicante fuera un genio.

—Es mi técnica de lucha particular. Yo la llamo Abanicos de fuego.

—¿Abanicos de fuego? Que nombre tan raro para una técnica.

—La inventé yo misma hace un tiempo y le puse ese nombre por los dos dragones de mis abanicos.

—Hay algo que no entiendo, ¿cómo le diste esos dos golpes?

—Es fácil de explicar, lo único que hice fue abrir los chakras de mi cuerpo y traspasar la energía a los abanicos, así le di una potencia increíble a esos dos reveses.

Takayama, que era un noble dedicado al arte de la seducción, del baile y de la comida, no entendió nada de lo que le estaba diciendo y por eso se calló. Kioko fue paciente y decidió explicárselo al hombre.

—Todas las personas tenemos puntos donde se genera la energía, esos puntos se llaman chakras, el truco es saber cómo abrirlos para obtener energía útil para la batalla.

—Sigo sin entenderlo pero te creo. Vaya, ha sido fabuloso, es increíble que hayas podido vencer sola a una asesina de las sombras.

—El que lleve ropas de ninja no la convierte en una asesina de las sombras. Aunque ni siquiera siendo más experimentada podría haberme vencido.

—De todas formas tu técnica es increíble.

—Sí, aunque me da pena que alguien tan joven se haya malogrado de esa forma. El problema es que ha prometido volver y la próxima vez que nos encontremos la mataré, ella lo ha querido así.

Después de aquello, el hombre dio gracias al cielo porque esa bestia contenida estuviera de su parte. Pero lo que Takayama se preguntó fue, si con sólo dos abanicos había hecho eso, ¿qué no sería capaz de hacer si se esforzara al máximo? Seguro que ella era más peligrosa que cualquiera de los asesinos de las sombras más expertos.

De cualquier manera, había salvado la vida gracias a que Kioko estaba allí, o sea que para él esta chica fue providencial, no sólo por sus actuaciones, que tuvieron un éxito inesperado, sino también por haberlo protegido.

—Bueno, la próxima vez estaremos preparados —dijo el hombre confiado.

—No me diga, Takayama, ¿y cómo se prepara una persona normal para ser atacada por un sujeto que nadie ve? Este asunto es muy serio, así que deberá quedarse en la residencia y mandar que vigilen su cuarto para mayor protección.

—Está bien, lo haremos.

—Muy bien, ahora he de irme a dormir; mañana saldremos temprano.

La cara del noble cambió a un horrible rictus y le habló en actitud suplicante:

—No puedes irte, Kioko, te necesito a mi lado.

—Ah, si me hubieran dado una moneda de oro cada vez que me han dicho eso ahora sería mucho más rica. Lo siento, pero es posible que me ofrezcan trabajo en el siguiente pueblo.

—Te pagaré bien pero quédate a protegerme. Mira, si lo deseas tengo una casa contigua a ésta completamente amueblada, incluso tiene sirvientes que te atenderán gustosos.

Kioko pensó que si esa propuesta se la hubieran hecho a Riada ésta habría dicho que sí sin pensarlo, pero ella no necesitaba ese lujo porque sólo quería ser lo más feliz posible.

—Por favor, quédate, podrías formar parte de mi guardia personal.

—Sí, no me hacia falta más que proteger a un noble a estas alturas de mi vida.

—Bueno, también somos personas.

—Con algunos tengo mis serias dudas, pero usted parece un buen hombre.

—En realidad lo soy.

Sólo por ver la ilusión en la cara de Riada le dijo al hombre que sí, y desde ese momento se convirtió en la protectora de Takayama. Dado que ella presentía los peligros estaría junto a él, dentro de lo razonable.

—Gracias, Kioko, voy a ordenar que preparen la casa contigua inmediatamente, y tú, ya sabes, cuando presientas peligro me protegerás.

—Gracias, sé muy bien cómo actúa un guardaespaldas, pero lo tendré presente. —dijo la geisha cortante, aunque luego quiso suavizar sus últimas palabras.

—De acuerdo, te pagaré veinte monedas de plata.

—Me parece bien —Takayama se sorprendió porque parecía que a la mujer no le importaba el dinero y se arrepintió de no haberle ofrecido diez o quince monedas.

Kioko intuyó esto pero no le importaba porque el dinero no había conseguido evitar la pérdida de su marido.

—A partir de ahora seré tu sombra, pero debes hacer lo que te diga cuando te lo diga.

—De acuerdo.

—Bueno, te veré mañana.

La geisha se fue del patio a sus habitaciones y allí encontró a Riada bastante nerviosa.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

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—¿Qué ha pasado? Dicen que un ninja ha burlado las defensas del castillo.

—¿Qué defensas? Estos nobles se creen Dioses y no protegen ni siquiera sus vidas.

Riada estaba bastante inquieta porque, según las lenguas, se había colado en el castillo un asesino despiadado con un oscuro propósito. Kioko cerró la puerta, fue a la cama, se tumbó y le dijo en tono tranquilizador:

—Cálmate, es cierto que ha entrado un ninja, pero la he derrotado.

—¿La has matado?

—Lo hubiera hecho de no ser porque era una chiquilla estúpida que quiso jugar a ser mayor. Sólo le di una lección de humildad, pero le he advertido que no vuelva por aquí.

—¿Y quería matar al señor de esta residencia? —Preguntó Riada atónita.

—Sí, eso dijo, pero ignoro el motivo. Aunque lo más seguro es que sea por cualquier tontería.

—Seguro que sí.

—Bueno, no importa, le he dado un escarmiento. Me sorprendería volver a verla, pero si regresa que se atenga a las consecuencias.

—También me han contado que estuviste hablando con Takayama.

—Sí, me ha contratado para que le proteja por si vuelve Miya.

—¿Quién es Miya?

—La ninja que ha entrado aquí.

—Entiendo, seguramente le habrás dicho que no por tu dichosa manía de llevar una vida errante.

—Pues no, he decidido que nos vamos a quedar, nos ha ofrecido una casa contigua a esta y un sueldo de veinte monedas de plata y he aceptado.

—¿De verdad? —Preguntó Riada en éxtasis.

—Sí —respondió la geisha muy contenta.

—Estupendo, por fin un sitio donde descansar una temporada.

—Sí, siempre se me olvida que te incomoda viajar en carreta.

—Pero no por la incomodidad sino por las distancias que recorremos.

—Pues ahora nos quedaremos aquí un tiempo —la geisha se rió y su compañera le dedicó una sonrisa.

Riada estaba muy contenta porque por fin se establecerían en una ciudad y pensaba ir a visitar la zona. Por su parte, Kioko se quedaría meditando en su habitación, ya que no podía alejarse mucho de Takayama por su trabajo de guardaespaldas.

En semanas venideras la geisha visitó cada día una escuela de artes marciales, que el señor de la casa tenía en uno de sus patios interiores, y le sorprendió ver a tantos discípulos practicando las mismas poses. Éstas eran ineficaces, carecían de fuerza y determinación, y supo que esa escuela estaba concebida con el único propósito de ganar mucho dinero.

A menudo Kioko se ponía más apartada de los alumnos y solía practicar su propio estilo. Con agilidad y mucha rapidez partía las hojas que caían de los árboles en varios trozos hasta que un día empezaron a fijarse en ella. Hubo mucha gente que la insultó y otros tantos quisieron derrotarla en duelo, pero era demasiado fuerte y ágil para ellos y acabaron por dejarla en paz. Takayama había sido testigo de sus enfrentamientos y cada vez estaba más sorprendido por ese insólito estilo de lucha. No era muy aficionado a las artes marciales pero sabía lo suficiente como para saber que esas poses no existían y que debía haberlas creado con mucho ingenio, algo bueno porque no se le ocurría nadie mejor para que lo defendiera de Miya.

Riada la miraba a veces practicar su estilo y la forma que tenía la geisha de luchar siempre le había parecido muy curiosa por no hablar de que, la que parecía una mujer indefensa, podía derrotar a hombres y mujeres que en apariencia eran mucho más fuertes que ella. Lo que más le sorprendía, no obstante, era el dominio de sus emociones en un combate. La forma de ahorrar energía, la manera en la que se defendía, la manera en la que atacaba. Un día, pensando en todo esto, no pudo evitar decirle a su amiga:

—¿Cuándo me enseñarás tu estilo?

La geisha no parecía contenta porque chasqueó la lengua y luego se dio la vuelta hacia el otro lado de la cama. No quería desilusionar a Riada pero finalmente pensó que lo mejor sería ser sincera:

—Lo siento, pero no enseñaré mi sistema.

—¿Por qué no?

—Porque el mundo ya tiene bastante con todas las técnicas existentes y con todas las armas como para añadir a ese arsenal mi sistema de lucha.

Su compañera pensó que se estaba comportando de forma presuntuosa, pero la verdad es que, sin saberlo, había creado uno de los sistemas más eficaces de todo el mundo. De hecho, era tan bueno que la geisha nunca conoció la derrota, y eso que tuvo que defenderse a ella misma y a Riada en más de una ocasión. Sin embargo, su acompañante quería aprender su sistema a toda costa y por eso siguió insistiendo.

—Yo no soy cualquiera, enséñame.

La geisha no estaba de acuerdo con enseñarle a su amiga, porque cualquier arte marcial podía convertir a las personas en armas mortales. Además, no se le daba bien enseñar, nunca había tenido madera de profesora, sin embargo, le pareció atractiva la idea de que ella también supiera su técnica porque las uniría aún más. Por eso decidió enseñarle.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

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UN ACUERDO EXTRAÑO


Ya había pasado un mes desde la derrota de Miya a manos de la geisha y se había abandonado en la posada de Sakai. Podría haber ido a su refugio personal, pero no encontraba las fuerzas para hacerlo porque se sentía muy deprimida. Además, pactó con el alcalde que la posada sería su lugar de reunión, aunque en realidad no había vuelto a hablar con él desde su derrota.

Miya había sufrido la humillación más grande de toda su vida, que tampoco era decir mucho porque sólo tenía veinte años, pero jamás le perdonaría a Kioko lo que le hizo. Aunque el problema seguía siendo que la geisha era especialista en cuerpo a cuerpo y ella no, y se preguntó una y otra vez cómo acabar con la geisha, o en su defecto con Takayama.

La mujer se sentó tranquilamente en una silla y apoyó sus codos en la mesa de madera, mientras no dejaba de pensar en lo mismo desde que regresó a la posada: una forma de hacer vulnerable a Kioko. Ya sabía que por la fuerza no podría hacer nada porque era demasiado fuerte. De hecho, tal vez fuera la guerrera más potente con la que se hubiera encontrado.

Miya no podía dormir desde que sufrió la derrota ante Kioko y se levantó de la cama desesperada. La forma en que la venció, en que la humilló como si fuera un perro. Durante todo el tiempo que pasó lo único que tenía claro es que debía ser más ladina que nunca para que nadie la descubriera. Debía averiguar el punto débil de Kioko para vengarse o, en su defecto, matar a Takayama delante de sus ojos para que sintiera la misma humillación y fracaso que ella hace un mes.
De pronto, alguien llamó a la puerta y el ruido turbó sus pensamientos.

—¿Quién es?

—Soy el posadero.

—¡Te dije que no me molestaras! —respondió de mal humor.

—Lo sé, pero hay un hombre abajo que quiere hablar con usted.

—¿Quién es?

—No se ha dado a conocer, sólo me ha dicho que tiene algo urgente que hablar con la señorita Miya.

—Está bien, dile que espere, enseguida bajo.

Por fin ese gordo seboso del alcalde había vuelto para obtener respuestas sobre la misión que le encomendó. No le apetecía tener ese encuentro porque tendría que decirle, no sólo que Takayama seguía vivo, sino el motivo por el cual vivía. La chica salió del barreño, se secó con una toalla de la posada, de tacto suave y delicado, y se puso ropa limpia, por supuesto de ninja.

Bajó las escaleras y allí vio al alcalde sentado en una mesa, camuflado con un gorro y una capa y le hizo unas señas. La chica fue hasta él y ordenó el desayuno sin dejar de mirarlo. El posadero le hizo un gesto de conformidad y se sentó en una silla contigua a la del hombre.

—Cuéntame, Miya, ¿qué tal fue la misión?

—Takayama sigue vivo —respondió la mujer con frialdad.

El alcalde estaba muy descontento porque era la primera vez que un asesino de las sombras, como ahora eran apodados los ninjas por su carácter mercenario, fallaba en una misión.

—¿Qué ha pasado?

—Una geisha me derrotó con un sistema de lucha inusual.

El alcalde empezó a reírse y así estuvo un buen rato, hasta que la chica le preguntó solapadamente mientras el posadero le servía el desayuno:

—¿De qué te ríes?

—De que te ha vencido una geisha, pero si todo el mundo sabe que las geishas sólo sirven para embriagar los sentidos.

—Esta geisha era distinta, era una guerrera, sólo que no muestra su carácter combativo con facilidad —respondió la ninja conteniendo su rabia.

—Nunca pensé que un asesino de las sombras pudiera fallarme de esta manera —reprobó el hombre con tono inflexible en la voz.

Miya ya estaba cansada del alcalde, así que cogió una daga y la clavó en su asiento con un movimiento rápido, justo entre sus piernas. El hombre dio un respingo hacia atrás en su asiento y un sudor frío le recorrió el rostro.

—No me provoque, alcalde, o podría enfadarme de verdad.

—¿Qué vas a hacer, matarme? No puedes hacerlo, trabajas para mí; conozco tu código ético.

—Es cierto que nuestro código ético impide matar a la persona que nos contrata, sin embargo, los tratos se pueden romper, no lo olvide —respondió la mujer mientras comía su desayuno y le dedicaba una sonrisa.

El hombre tenía mucho miedo porque un asesino de las sombras era un ser mucho más voluble de lo que creía. Ahora casi se estaba arrepintiendo de haberla contratado porque era un ser amoral y sin ningún escrúpulo.

Miya veía muy pensativo al alcalde y le dijo displicentemente:

—No se preocupe, estoy trabajando en la forma de matar a Takayama.

—¿Cómo lo harás?

—Por favor, alcalde, ¿le he preguntado yo acaso cómo gobierna Sakai?

La mujer siguió comiendo su desayuno y le indicó al alcalde con el dedo que se fuera de allí, y de ese modo la incómoda charla había llegado a su fin.

A Miya no se le escapó en ningún momento el hecho de que el alcalde iba injuriándola, pero le daba completamente igual. Su problema era mucho más serio y no una niñería como hablar mal de otro a sus espaldas. Cuando acabó el desayuno se fue de allí sin decirle nada al posadero.

Miya salió de la posada y se fue directamente a su refugio para empezar con su entrenamiento.
A partir de ese momento la mujer, para no levantar sospechas, se puso una túnica marrón para que nadie la reconociera.

El alcalde iba muy disgustado al salir de la posada y fue a su casa a por un cuchillo bien afilado, y después fue a la taberna más peligrosa de todo Sakai. Ahí tendría que llevar algún arma blanca para que lo respetaran, porque en la taberna se congregaban los asesinos más peligrosos de la ciudad y otras localidades cercanas.

El hombre salió de su casa y anduvo durante un par de manzanas hasta que llegó a un tugurio de mala muerte de donde salía mucho humo. El alcalde inmediatamente pensó en opio, algo que estaba totalmente prohibido en Sakai. Hubiera preferido no tener que entrar allí, pero necesitaba a alguien que ajusticiara a Miya y acabara con Takayama. Por lo que a él se refería el trato con la ninja había llegado a su fin.

El alcalde entró y todos se quedaron mirándolo, preguntándose qué hacía allí el alcalde. El hombre no tardó en darse cuenta que el disfraz que había engañado al posadero donde se hospedaba Miya, apenas podía hacerle pasar desapercibido en ese antro de mala muerte. Después de eso entró, cerró la puerta como pudo, fue a la barra a pedir sake y al rato un par de hombres se sentaron a su lado.

—Hola, alcalde.

—¿Cómo me habéis reconocido? —preguntó el alcalde con la esperanza de que su disfraz hubiera engañado a alguien.

—Hombre, no es difícil, estamos en busca y captura por orden suya. Nunca se nos olvidaría su cara, aunque vaya disfrazado.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

En este capítulo me suena rarísimo que Miya se vista de ninja para verse con el alcalde en público, cuando se supone que debería intentar desapercibida, ¿no?
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Ten en cuenta que no estamos hablando de un ninja normal y corriente, cuando creé al personaje quise darle ese punto de chulería, a ella le gusta que la teman. Creo que es muy arrogante y tiene mucho ganado si va vestida de ninja, esa fue al menos la intención al crear a Miya. Además, es una asesina de las sombras, un ser amoral que dista mucho de un ninja clásica, no sólo ella, sino todos los que son como ella.
De todas formas, me apunto lo que dices pero yo creo que está bien por lo que te he explicado.
Gracias por comentar :alegria:
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

No sé, pero la describes con una mentalidad muy de cría subida.
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