Abanico de fuego (Novela de fantasía)

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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Pues con su regalo ha metido en un buen lío al posadero, que a ver cómo explica la llegada de los cuadros a su pared :grinno: ¿Vas a utilizarlo en la historia mas adelante?
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

No voy a usarlo más y eso me hace plantearme el pasar de la casa del alcalde al refugio de Miya quitando eso de los cuadros. Tienes mucha razón, el posadero estaría en un lio tremendo :cunao:
Pensándolo bien tampoco es que tenga especial relevancia, sólo que intentaba que Miya pareciera más humana.
Gracias por comentar :alegria:
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

11
OBJETOS EMBLEMÁTICOS


Riada se levantó al amanecer y tenía muchas ganas de empezar con el entrenamiento, de modo que fue a despertar a Kioko.

—Kioko, empecemos con las clases —gritó la mujer emocionada.

Sin embargo, el futón de la mujer ya estaba hecho. Desde que estaba allí la geisha solía salir muy temprano a meditar a los jardines de la residencia de Takayama, porque la relajaba aquel ambiente tan apaciguador.

Hizo bien quedándose allí porque había encontrado una cierta estabilidad sobre todo en lo emocional, porque cada vez pensaba menos en su marido.

Riada corrió por toda la casa buscándola y la encontró en el patio.

—Estás aquí.

—¿Qué te pasa, Riada?

—Quiero que me enseñes tu estilo.

—Pensé que habrías recapacitado sobre eso.

—¿Por qué iba a recapacitar?

—Porque mi técnica de lucha requiere muchísima disciplina. A día de hoy yo sigo intentando superar mis límites. ¿Estás segura?

—Sí, quiero ser independiente y fuerte como tú.

—Está bien, pues entonces lo primero es lo primero.

La geisha notó que todo estaba tranquilo y se llevó a Riada de compras. Bajaron a un mercadillo, fueron a la tienda de los abanicos y le dijo a su amiga:

—Ya está, elige dos.

—¿Es necesario, no puedo llevar los mismos que tú?

—Oh no, para practicar mi arte cada uno debe elegir los suyos propios.

—¿Por qué?

—Porque eso puede condicionar tu forma de luchar.

Riada estuvo mirando entre todos los abanicos y había muchos que le gustaron, sin embargo, no vio ninguno que la cautivara especialmente en un primer momento. Entre todos ellos encontró uno con un bordado de un panda con una armadura de samurai muy señorial, era delgado y tenía expresión calmada, aunque estaba listo para la batalla.

—Ya está, este es uno —dijo Riada satisfecha.

—Muy bien —respondió Kioko con una sonrisa en los labios.

Luego buscó entre otro montón y encontró un segundo abanico. En él había una representación de un escorpión de color negro, cuya cola apuntaba justamente hacia ella, y decidió cogerlo.

—Este es el segundo.

—De acuerdo.

—¿Por qué era tan importante la elección de los abanicos?

—Te lo diré cuando estemos en casa de Takayama —respondió la mujer misteriosamente.

La vendedora les cobró cinco monedas de plata, un precio razonable si teníamos en cuenta que los dos abanicos de la geisha le habían costado cincuenta monedas de plata. Sin embargo, a Kioko le encantaron esos dos abanicos desde que los vio y no le importó pagar un precio tan elevado.

Luego fueron a la tienda de kimonos y le dijo exactamente lo mismo que antes a Riada:

—Elige uno.

—¿Puede ser el que yo quiera?

—Sí.

Riada estuvo viendo todos los modelos y había piezas muy bellas, pero una le llamó poderosamente la atención. Se trataba de un kimono rojo que en sus laterales tenía escritos los kanjis de demonio y ágil. Le gustó porque de alguna manera la prenda estaba definiendo a aquella a la que le gustaría parecerse, y en quien quería convertirse: su maestra.

—Me gusta el rojo —se acercó al kimono y tocó el suave tejido.

La geisha no iba a hacer nada por detenerla en sus decisiones, la verdad es que estudiar su arte significaba buscar su camino a través de las cosas que habían ido a comprar.

—Nos llevamos el rojo —informó Kioko a la vendedora.

Ésta las vio y les hizo una rebaja por haber comprado algo aquel día que su tienda había estado solitaria. En total cincuenta monedas de plata. Un precio que convenció a la geisha sobradamente.

Las dos volvieron a la residencia donde estaban hospedadas antes de que las echaran de menos. Por suerte la geisha no había tenido ningún mal presentimiento en toda la mañana.

Cuando llegaron, Kioko abrió la bolsa de tela donde traían las compras y se puso a examinarlas.

—A ver, un abanico con un bordado de un panda guerrero, y el otro tiene un dibujo de un escorpión peligroso.

—¿Qué estás haciendo?

La geisha no contestó, dejó las cosas en una mesa de madera basta que había por allí y cogió el kimono, el cual le pareció también muy interesante. Riada no entendía lo que estaba haciendo su amiga e imaginó que debía ser importante para su entrenamiento.

—Ya está, ya sé cómo voy a entrenarte.

—Ah, ¿no lo sabías?

—No, antes tenía que analizar los objetos que hemos comprado para ti.

—¿Por qué? —Preguntó Riada confundida.

—Porque todo lo que has cogido refleja un poco de tu personalidad. El abanico del panda indica que eres fuerte, pero te gusta guardar la calma. El abanico del escorpión indica que eres letal. Por último, los kanji de tu kimono significan demonio ágil.

Riada estaba sorprendida por el análisis, pero aún no había entendido donde iba su amiga. Ella sólo veía cosas, no objetos simbólicos que definieran su personalidad.

—¿Cómo sabes todo eso viendo unos objetos?

—Estos no son simples objetos, los has escogido por un motivo subconsciente que no entiendes.

—No, sólo me gustaron.

—Eso mismo estoy diciendo, te gustaron porque en tu subconsciente estos objetos reflejan tu personalidad. Por eso ahora ya sé cómo entrenarte.

—¿Cómo?

—Alto, primero tienes que acostumbrarte a llevar tu kimono de combate y tus abanicos, a partir de ahora estos objetos – señaló la geisha a los dos magníficos abanicos con insistencia —serán tu salvación. Si los pierdes tendrás menos oportunidades de salir viva de cualquier problema.

—¿Estás segura de todo esto?

—Claro, el subconsciente se expresa de maneras muy libres y variadas. Tú has cogido estos objetos porque son con los que aprenderás mi técnica.

—¿Cuándo vamos a empezar? —Preguntó la pupila con impaciencia.

—Mañana, quiero que descanses esta —Yo quiero empezar ahora mismo.

—Es mejor que descanses esta tarde. Reúnete conmigo mañana en este mismo lugar a las cinco de la mañana, y no olvides ponerte tu kimono y traer los abanicos.

—De acuerdo, buenas noches.

—Descansa, te va a hacer falta.

Riada se iba a la cama y seguía sin entender cómo había cogido los abanicos con su mente. La mujer mandaba en su brazo, no una fuerza dentro de ella, de eso estaba segura. Pero ¿y si fuera verdad que esos objetos iban a guiar su entrenamiento para aprender el estilo de Kioko? De ser así, quizás las cosas le hubieran dicho más a su compañera sobre ella de lo que ésta le había contado. No obstante, ahora no entendía el porqué del silencio de su amiga, aunque se consoló pensando que pronto lo sabría.

A la mañana siguiente, Kioko ya estaba esperando a su amiga desde hacía más de media hora. Riada llegó a la hora convenida y vio allí a su maestra, o desde ese momento sensei; aunque nadie le había conferido a la geisha tal grado, ésta iba a enseñarle un arte marcial y merecía el respeto típico hacia un maestro.

—Ya estoy aquí, sensei —saludó Riada con énfasis.

Kioko vio que la mujer se había puesto el kimono rojo y le sentaba muy bien, y en sus manos llevaba los abanicos que eligió el día anterior para combatir.

—Eres puntual, pupila —dijo la geisha muy seria.

Las dos se sentían muy emocionadas aunque ninguna lo dijo. Sin embargo, Kioko quería enseñar bien a su compañera y estaba mucho más centrada que ella.

—Antes de empezar debes saber que tus objetos dicen qué tipo de persona eres y qué tipo de persona quieres ser.

Riada miró los abanicos y confirmó lo que había pensado el día anterior, Kioko sabía mucho más acerca de las cosas de lo que le había dicho.

—Ayer examiné los objetos que compraste y pude deducir que eres una persona fuerte, calmada, certera, ágil e implacable.

—¿Dónde has visto todo eso?

—El panda de tu abanico indica que eres fuerte y calmada. El escorpión de tu segundo abanico me dice que eres certera y ágil. Y la inscripción en tu kimono demonio ágil me dice que eres implacable.

Riada estaba impresionada por la capacidad de percepción de su amiga, pero había algo mas. Daba la impresión de que, al haber tocado los objetos, la geisha poco menos que había visto el futuro de Riada.
Aunque todo esto era mucho suponer, claro, pero desde que supo que tenía premoniciones la mujer podía esperar cualquier cosa de Kioko.

—Te voy a entrenar en tres campos. Uno será la contundencia, aprenderás que los puntos de presión te serán muy útiles para deshacerte sin problemas de rivales demasiado musculosos y grandes. Dos, la velocidad, darás unos golpes tan rápidos que tu enemigo ni siquiera sabrá qué ha pasado. Tres, la agilidad, con ella serás capaz de desaparecer en cualquier momento para aparentar invisibilidad.

—No sé si podré aprender todo eso.

—Claro que sí, tú no eres menos que nadie, a ver cuando se te mete en tu dura cabeza. Ahora fíjate en mi defensa.

Kioko se puso en posición con los dos abanicos cerrados y las piernas ligeramente flexionadas.

—De acuerdo, ahora veamos tu defensa.

Riada hizo lo que le pedía su amiga y se colocó, no obstante, sus piernas estaban demasiado separadas y los brazos estaban colocados sin fuerza.

—Muy mal —dijo la geisha mientras le daba una patada que la tiró al suelo—. Tus piernas son vulnerables así. Tienes que tener en cuenta que tus reacciones posteriores dependen de esta primera postura.

—He hecho lo que has dicho.

—Yo creo que no, porque no hubiera podido tirarte al suelo con una patada tan débil.

Riada sacó algo en claro de todo aquello y eso fue que no le gustaba Kioko como profesora y presupuso que sufriría mucho hasta aprender el sistema de su amiga.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Trabaja mas el simbolismo de los abanicos. Lo has ido variando a cada ocasión que los sacabas a relucir, especialmente el caso del escorpión.

Y aquí creo que tu subconsciente te ha traicionado con el kungfu panda :lol: :lol:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Bueno, puede que tengas razón pero lo pongo así para dar a entender el carácter místico de Kioko, ya que Riada sospecha que le puede estar ocultando cosas sobre los objetos. O sea, está hecho así adrede, espero que no esté mal porque creo que expliqué bastante bien la interpretación de Kioko de cada abanico, es decir, que me tomé un tiempo para explicar lo que a Kioko le parece cada abanico y el Kimono.
A decir verdad, me acordé de Kung Fu Panda :mrgreen: pero a mí siempre me han gustado los anihombres, de hecho tengo dos libros más donde hay protagonistas anihombres y animujeres. Esto me lleva a que los hombres pandas me han gustado desde siempre, desde mucho antes de que existiera Kung Fu Panda y aquí decidí plasmarlo :cunao:
De todas formas, si ves algún error en lo que te digo aquí dime lo que quieras, claro :alegria:
Gracias por comentar. :boese040:
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

A tí por ir subiéndola :D
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

12
UNA LEYENDA POCO CONOCIDA


En su refugio, Miya tomó la determinación de entrenarse hasta que fuera lo suficientemente fuerte como para derrotar a la geisha. Para ello pidió ayuda a su antiguo maestro, rogándole que le enseñara un arte marcial capaz de hacer de ella una asesina más completa.

—¿A qué se debe la urgencia de tu llamado, Miya? —el maestro la miró con sus pequeños ojos negros.

—Hay una geisha que me ha derrotado y quiero tomar venganza —la chica estaba tan rabiosa que dio un golpe en la pared, del que se resintió después.

—Entiendo, ¿ha interferido en alguna misión?

—Sí, y además me humilló de la peor forma que se puede humillar a un ninja.

—Dejándote vivir ¿no?

—Sí, siento que mil fuegos arden en mi interior. Mi furia no conoce límites en estos momentos. Por favor maestro, ayúdeme.

El maestro se quedó pensando en las palabras de la ninja y recordó la leyenda que la gente había extendido por el boca a boca de una geisha muy fuerte que parecía tocada por los dioses porque nunca conoció la derrota.

—Dime una cosa, ¿esa geisha utiliza abanicos para combatir?

—¿Cómo lo sabe? —Se sorprendió la chica.

—En muy poco tiempo se ha convertido en una leyenda. Dicen que está tocada por los Dioses y por eso parece invencible.

—¿Cómo es que yo no he oído esa leyenda?

—Esa historia no es muy conocida porque se ha extendido en ciertos grupos, de hecho, le tienen tanto miedo a esa persona que apenas se atreven a nombrarla.

—La gente es estúpida – Miya habló con desdén.

—No, el estúpido es el que no tome en cuenta dicha leyenda —el anciano la miró con lástima.

—¿A qué se refiere, maestro?

—Durante cinco años ha ido viajando por toda la región y su leyenda ha crecido debido a sus múltiples matanzas, sin embargo, eso le ha conferido el estatus de Diosa.

—Y nadie se atreve a desafiar a los dioses —afirmó Miya disgustada.

—Tú lo has dicho. De modo que la leyenda no se ha extendido demasiado debido al miedo.

Esta revelación hizo que la ninja se asustara porque era cierto que ningún mortal podía hacer nada contra lo divino. Además, en aquellos tiempos la gente le tenía tanto miedo a los Dioses que proliferaban los cultos donde se les ofrecían sacrificios. Al pensar en los sacrificios, Miya no podía evitar pensar que era algo muy anticuado y le parecía increíble que existiera hoy en día gente tan crédula como para llevarlos a cabo.

—¿Qué cree usted de todo esto, maestro?

—A mi parecer esa mujer no es más que una mortal, con la excepción de que es una de las mujeres más fuertes del mundo.

—Por lo tanto se le puede vencer.

—En teoría sí pero no sabemos nada de ella.

—Eso no importa, va a pagar por lo que me hizo.

—Miya, ya sabes que no creo en poderes sobrenaturales, pero sí es muy bueno saber los límites propios – le puso una mano en el hombro y le habló de manera más cariñosa.

—¿Acaso está insinuando que quizás no pueda vencerla? – la ninja le gritó a su maestro.

—Exactamente —respondió el anciano con calma—. Cuando uno alcanza su límite lo más sano es que se conforme, a fin de cuentas sólo somos personas.

Miya observó a su viejo maestro y por un momento le pareció entender que ni siquiera él había conseguido llegar a su límite, aunque también leyó en su rostro una profunda preocupación por ella.

—Sin embargo, usted ha alcanzado su límite, siempre le recuerdo muy fuerte.

—Pues a mí jamás se me ocurriría ponerme delante de esa mujer. Además, ¿quién te ha dicho que yo he alcanzado mi límite?

—Es obvio que por su edad tiene una experiencia considerable.

El maestro quitó la mano de su hombro, le dio la espalda y se rió. No obstante, el gesto de negación que hizo el anciano mientras se reía fue lo que exasperó a Miya.

—¿De qué se ríe?

—De ti, Miya, de ti —el maestro dejó de reir y se volvió hacia ella—. Parece que todavía no has entendido que muy pocas personas llegan a alcanzar su verdadero límite; se necesita ser un genio —afirmó el viejo esta vez muy serio.

—Seguro que yo lo conseguiré, creo que no he sido tan mal alumna —dijo Miya con humildad.

—Claro que no —el viejo maestro se acercó a ella y puso una mano en su mejilla— Has sido una gran alumna, y también una excelente hija.

Miya le sonrió a su maestro y el anciano le devolvió la sonrisa. Aquel hombre era lo más parecido a su propio padre y hubiera dado su vida para protegerlo, sin embargo, en aquellos momentos estaba sintiendo una ira igual de poderosa hacia él que su amor, porque pensaba que no la estaba apoyando en su decisión.

—Sé lo que debes estar pensando, hija mía —el maestro quitó la mano de su mejilla.

—¿Ah si? —Se sorprendió la ninja.

—Claro, yo también tuve tu edad y sé lo que es querer vengarse de alguien, pero debes recordar que yo, como tu padre adoptivo, quiero tu bien, así que considero que la mejor forma de hablarte es como lo he hecho —el maestro arqueó sus labios pero esta vez ella se quedó quieta y no le respondió de ninguna manera.

—¿De verdad cree que no podré alcanzar mi límite? —Acertó a preguntar Miya, incrédula.

—No tengo la respuesta, joven, pero mi deber es decirte la verdad tal y como es. Lo cierto es que superar los propios límites es algo que debe intentar el alumno por su cuenta, yo poco puedo hacer por ayudarte a superarlos.

—¿Qué me aconseja pues, maestro? —la ninja parecía en esos momentos muy humilde.

—Que no te enfrentes a esa persona, si fuera cierto que está tocada por los Dioses es un ser divino y nadie puede hacer nada contra lo divino.

—Entonces ¿ese es su consejo, no enfrentarme a ella? —la ninja subió un poco el tono de su voz— Eso nunca, preferiría morir —el maestro vio en sus ojos un brillo muy especial y supo que aunque no estuviera de acuerdo ella haría lo que creyera oportuno, y no le gustó que lo desoyera en gran medida.

—Si quieres morir enfréntate a ella —el maestro también usó un tono de voz más severo.

—No puedo huir, quizá muera si me enfrento a ella, pero nunca he rehusado un desafío.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Definitivamente, Miya es una niñata consentida.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Totalmente, quería que por su edad fuera muy insensata y parece que lo he conseguido :cunao:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

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El maestro vio en los ojos de su pupila una grandísima rabia y sabía que aplacar esa clase de rabia no era fácil, pues ésta te nublaba el juicio con facilidad, haciendo imposible discernir entre los deseos y lo sensato.

—Veo que no hay nada que pueda hacer para detenerte —el maestro estaba apesadumbrado.

—Lo siento, no, tengo que intentar limpiar mi nombre. ¿Acaso no ha pensado en la vergüenza de que un ninja haya caído derrotado ante una simple geisha?

—Te equivocas, niña, esa no es una simple geisha. La pena es que no seas capaz de ver ese detalle —sentenció el hombre mientras se dirigía a la salida.

—¡¿Me va a abandonar?! —Se sorprendió.

—Lo siento, he hecho lo posible por detenerte, pero cuando nos separamos te dije que todos teníamos que buscar nuestro camino en la vida. El mío ahora es alejarme de ti. El tuyo es quizás morir, y no quiero ver a mi hija adoptiva muerta.

—Ayúdeme pues, necesito algo para vencer a mi enemiga y acallar así mi conciencia.

El hombre se giró y le dijo con una sonrisa:

—Si crees que tu deber es luchar, prepárate, yo ya te enseñé todo lo que sé. Entrena hasta quedar rendida, destroza maderos, maximiza tus habilidades, disciplina tu mente.

—Gracias, maestro, esos consejos significan mucho para mí.

—De nada —respondió de manera seca.

El anciano se sentía muy triste en ese momento y le dio la espalda para marcharse, sin embargo, no podía irse sin decirle algo muy importante:

—Ya que no sé si volveré a verte, quiero que sepas que siempre he estado muy orgulloso de ti, y que te quiero.

Miya pensó entonces que ser padre debía ser un trabajo muy duro pero ese hombre lo había aceptado desde que la encontró y, a través de los años, su vínculo se había hecho tan fuerte como si fuera natural.

—Yo también te quiero, papá.

Después de eso la chica no pudo contener el impulso de abrazarlo y lloró en su pecho. Lloró de rabia, de pena, de ira, de amor; una compleja mezcla de sentimientos que hicieron que Miya apenas supiera donde se encontraba.

—Ya está bien, hija mía, ya sé que he sido muy duro contigo, pero debes entender que me preocupo por ti.

—Lo sé, maestro, y se lo agradezco —lo miró con sus ojos negros.

—Por supuesto todo el mundo puede hacer lo que se proponga, sólo hace falta que su deseo sea muy fuerte —le acarició el mentón a su hija adoptiva.

—Gracias —le pasó una mano por la barba blanca, la cual, no se había rasurado desde hacía más de veinte años.

—Nos veremos pronto —le dijo antes de que se fuera.

—Eso espero —le sonrió por última vez antes de irse.

El maestro desapareció de la vida de Miya porque sabía que iba a morir a no ser que ocurriera un milagro. Nadie podía escapar de una muerte tan segura, ya que incluso él le tenía miedo a esa geisha legendaria. Además, según había oído tenía un instinto tan agudizado que rozaba la premonición. Definitivamente Miya estaba sola, lo único que podía hacer era rezar porque la muerte de su discípula fuera rápida y con honor.

La ninja se quedó sola en el refugio y empezó a hacer flexiones, luego abdominales, cargó pesados sacos, golpeó costales de arena colgados, destrozó maderos con la fuerza de sus piernas, así durante días, durante semanas, durante meses. Cada noche caía exhausta en el suelo y se quedaba dormida. En aquellos meses aprendió a fortalecer su cuerpo y olvidó por ahora sus enseñanzas ninja que, en este caso, no le servirían de nada. Sólo tenía una posibilidad de ganar y era volverse tan fuerte que los golpes de su rival no le afectaran tanto.

Había empezado a comer comidas contundentes; una dieta que le daba la energía necesaria para soportar los interminables entrenamientos que realizaba durante el día. Incluso intentó entender la técnica de lucha de su enemiga, aunque era muy complicada. Cogió dos antiguos abanicos e intentó hacer lo que la geisha hacía, pero las ráfagas de energía no salían de los objetos, por lo tanto, o los abanicos eran especiales, cosa muy rara, o transmitía su energía chi a través de las palmas de sus manos y, posteriormente, a sus abanicos. En realidad sólo podía ser eso, a no ser que fuera una Diosa caída del cielo que utilizaba su poder mágico. El escepticismo de Miya la devolvió a la vida real y empezó a practicar con su chi.

Los abanicos no conseguían el efecto que había visto en la geisha, aunque poco a poco fue consiguiendo que liberaran pequeñas briznas de energía, suficiente por el momento. Después de aquella pequeña victoria fue al pueblo a comprar dos abanicos y un kimono negros.

Los abanicos estaban decorados con dibujos de un gato negro y un dragón rojo, los cuales se unían y nacía una raza maldita. La representación era vívida y muy colorista. Como resultado de la unión salían llamas negras y rojas de la nueva criatura y ésta simbolizaba la recolección de las almas de los impuros para llevarlos al Ulai, un estadio después de la muerte al que, según las lenguas, iba una mala persona donde se destruía por completo su alma.

La gente se quitaba del camino de Miya quien ya no parecía la misma. Su mirada había cambiado; ahora era más felina. Su cuerpo estaba musculado en relación a su estatura y se puso ropas discretas, olvidando así su costumbre de llamar la atención con ropas ninja.

De vuelta al refugio, se puso su nuevo kimono negro y abrazó sus dos nuevos abanicos y siguió con las prácticas.

En un año consiguió dominar una técnica que unía fuerza con movimientos muy ágiles con los abanicos, y además había conseguido controlar su chi. Era increíble lo que podía hacer el chi. Como ninja lo había entrenado de manera muy general, pero después le sorprendió los resultados. Al punto de que destrozaba grandes rocas con un solo revés de su abanico y supo que estaba lista para enfrentarse de nuevo a su enemiga. Estaba deseosa por ver la reacción de la geisha cuando la viera usando el chi, y una técnica parecida a la suya.
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

13
LUCHAS ENTRE CEREZOS


En el transcurso de un año, Kioko había enseñado a Riada una técnica basada en la rapidez, la agilidad y el uso controlado del chi.

Riada se sentía muy bien consigo misma, había trabajado muy duro, pero finalmente consiguió convertirse de una débil bailarina de segunda categoría, que sólo servía para hacer acompañamientos puntuales, a ser una maestra con los abanicos.

—Gracias por enseñarme los abanicos de fuego —le dijo la pupila el día que acabó el entrenamiento.

—En realidad no has aprendido ese estilo, aunque en teoría podría decirse que usas muchas de mis técnicas. No obstante, en ciertos aspectos eres más fuerte

—Yo creí que me ibas a enseñar lo mismo que tú sabes.

—Verás, te he enseñado en base a tus capacidades, las cuales, son distintas a las mías. De todas formas, si quieres probarte a ti misma, te he organizado una serie de peleas con algunos de los alumnos de la academia de Takayama.

—¿Crees que estaré lista para vencerlos?

—Claro que sí, con este estilo has pasado de ser una neófita en artes marciales a una maestra —dijo Kioko, orgullosa.

—Vamos, no exageres —Riada se notaba las mejillas rojas por la vergüenza.

—Te lo digo en serio, ahora verás cuan bueno ha sido tu entrenamiento.

La geisha se alejó de su discípula y fue a hablar con algunos de los que ya se enfrentaron a ella para retarlos. En un principio no quisieron aceptar el reto pero les comentó que podían llevar las protecciones que usaban en la academia. Siendo así un reducido grupo de dos personas se ofrecieron voluntarias.

Después de eso fueron hasta la posición de Riada y su maestra se acercó a ella.

—Esos son tus contrincantes.

Cuando los demás alumnos se dieron cuenta de los enfrentamientos que se iban a producir se arremolinaron alrededor de los dos valientes.

—Espero que no te importe que te observen —se rió la geisha viendo la expectación que la sesión de entrenamiento había tenido.

—Escucha, Kioko, creo que esto es una mala idea —Riada se sentía muy nerviosa por aquella prueba.

—No debes estar nerviosa, ninguna de estas personas puede nada contra ti. Tú sólo debes recordar que debes estar serena ante una pelea, si recuerdas eso todo irá bien.

—No me has dicho que irían protegidos —Riada observó las armaduras que llevaban puestas y enseguida tuvo miedo, pues sus enemigos no eran tan vulnerables como ella a los golpes.

—No te preocupes, no importa nada cuanto quieran protegerse. Debes recordar que tu poder fluye de ti y hay golpes que no pueden ser disminuidos ni con todas las armaduras del mundo.
Kioko se fue junto a los contendientes y allí le habló al primero. Se trataba de Tao Ming, un hombre que doblaba el tamaño de Riada en todos los sentidos. Era muy musculoso y sus bravuconadas encendieron la estupidez de los demás hombres allí presentes.

—Esto debe de ser una broma, ¿un campeón de lucha como yo contra una canija como tú? Te compadezco.

—Ahora veremos quien se compadece de quien —dijo Kioko desde atrás.

Riada vio que el enorme hombre llevaba una gruesa armadura y se sintió intimidada por ese hecho, pero quería hacerlo bien para que su maestra estuviera orgullosa de ella.
Tao Ming miraba con desprecio a la mujer y en su cabeza no cabía que pudiera perder. No podía concebir que una geisha de segunda categoría lo derrotara, es mas, ni siquiera podía concebir que una mujer le hiciera frente.

La aparente fragilidad de Riada en realidad era una pose en la que ahorraba cada una de sus fuerzas para el momento decisivo. Lo único que hacía era permanecer quieta sin que nada la perturbara hasta el momento de defenderse, sí, porque los maleantes por regla general siempre atacaban primero.

—No podrás conmigo, Riada.

—Cierra la boca, hablas demasiado.

Tao Ming se abalanzó sobre Riada y, justo en el último momento, la mujer saltó por los aires y le dio una patada en la barbilla a ese fanfarrón. Antes de que aterrizara en el suelo, Tao Ming ya había caído desplomado. Ni siquiera había tenido necesidad de sacar sus abanicos, porque no quería abusar de ese montón de músculos sin cerebro.

—Muy bien, Riada gana el reto —la geisha se acercó a ella y levantó uno de sus brazos.

—No puedo creerlo, he vencido a un hombre que doblaba mi tamaño y que encima estaba protegido por su armadura.

—Ya te lo dije —le habló a su amiga con cierta evidencia.

—Bueno, geisha, es mi turno. Quítate de en medio —dijo la segunda persona que se había ofrecido voluntaria para un enfrentamiento amistoso.

Kioko la miró mal pero no pensaba intervenir para nada puesto que este entrenamiento era de Riada.

—Ten cuidado con esta mujer, es más fuerte de lo que parece —le advirtió Kioko a su pupila.

La geisha se apartó y la siguiente rival se acercó a Riada y le dijo:

—Así que tú eres Riada, yo me llamo Kwan y he venido a demostrarles a todos mi técnica superior.

—Otra que habla demasiado —al decir estas palabras muchos de los presentes se echaron a reír.

Riada pudo intuir algo en la mujer, aunque no sabía qué, tal vez fuera su forma brusca de moverse o la rapidez de sus movimientos, o quizás su defensa férrea y sin fisuras. Supo entonces, como le había dicho su sensei, que esa oponente era más fuerte que otros de los que estaban allí observando.

—Ya veo que eres una fanfarrona —Riada poco a poco estaba empezando a soltarse a la hora de hablar en un duelo, esto era importante en opinión de Kioko porque formaba parte de una táctica de intimidación que podía descentrar al enemigo.

—¡No podrás conmigo! —Gritó Kwan, furiosa.

Kwan se precipitó hacia la pupila y chocaron ambas piernas, Riada usó sus abanicos muy rápido para cegar a su rival quien quedó desorientada. Después le dio una patada a Kwan y ésta salió despedida en dirección opuesta a donde estaba Riada.

Sin embargo, había algo raro en la mujer, como ya había supuesto antes, y era que se recuperaba con facilidad a pesar de haber recibido un golpe potente.

—Eres muy fuerte, Riada, pero mi resistencia es superior.

—Demuéstramelo.

Kwan desapareció de su vista y le dio un golpe que ni siquiera vio y trastabilló unos metros hacia atrás.
Riada se dolió porque el golpe había sido muy fuerte, aunque pensándolo brevemente después el golpe no tuvo tanta fuerza como debería. Después de su entrenamiento pudo discernir que ella misma era mucho más fuerte que su enemiga.

—Muy bien, se acabó el calentamiento, ahora lucharé contigo en serio.

—Estupendo —respondió Kwan muy contenta.

Riada juntó las manos, abrió los abanicos con fuerza, brillaron con una luz azul, enfocó olas de energía hacia su enemiga y ésta salió volando hasta estrellarse en un muro de piedra. Sin embargo, reapareció ante todos los presentes e incluso Kioko, desde atrás, no podía creer lo que estaba viendo; parecía una mujer hecha del más duro material, además siempre volvía en perfecta forma. Kwan corrió y se posicionó enfrente de Riada de nuevo.

—Vaya, era verdad lo que decían de ti —dijo la mujer complacida.

—¿Qué decían de mi? —Preguntó Riada con desconfianza.

—Que eres más fuerte que tu maestra.

—Yo nunca había oído tu nombre pero eres muy resistente —respondió Riada sin dar mucha rimbombancia a lo que estaba diciendo.

—Lo sé, algunos dicen que no soy de este mundo.

—¿Cómo puedes resistir tanto? —Preguntó Riada porque estuviera ilesa a pesar de los encontronazos.

—Ni siquiera yo sé la respuesta a esa pregunta, lo que sí sé es que me ha venido muy bien para defenderme toda mi vida.

—Pues yo he sufrido bastante en mi entrenamiento y te aseguro que no ganarás —aseveró Riada con un tono de voz fuerte y claro.

La mujer se rió y Riada supo que tenía que cansarla, el problema era que no se le ocurría la manera.
Además era muy resistente, tanto, que Riada tenía las manos doloridas de darle golpes ineficaces. Sin embargo, Riada era mucho más ágil, hecho que pudo comprobar en los sucesivos encontronazos y se aprovecharía de eso.

—Veamos cómo te defiendes contra cuatro Riadas —dijo muy seria.
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Evenesh
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

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La mujer juntó los abanicos, se concentró y entró en una meditación cuyas palabras no se oyeron porque estaba musitando, luego cerró los ojos y, para sorpresa de todos los allí reunidos, la geisha desdobló su cuerpo como podría haberlo hecho un ninja. Las cuatro Riadas estaban enfrente de la mujer y la verdadera estaba sopesando usar la técnica de los dragones implacables que consistía en dar patadas y puñetazos sin descanso a la víctima hasta que el enemigo acabara agotado. Riada debía tener cuidado pues había dividido su fuerza entre cuatro, pero los golpes secos y fuertes acabarían por postrar a Kwan en el suelo.

Uno de los cuerpos de la geisha se aproximó hacia la mujer y ésta se defendió, mientras los otros tres empezaron a atacar todo su cuerpo, con golpes que no cesarían a menos que su adversaria cayera derrotada. Kwan no podía defenderse de tantos golpes, pero fue consciente de que éstos eran más débiles y supuso que era por la división tan extraña que acababa de presenciar. A pesar de intuir eso, la mujer no pudo defenderse y cayó al suelo, derrotada.

—Me rindo —dijo Kwan muy disgustada.

—Muy bien, Riada, ha sido una lucha genial, por parte de las dos —se dirigió a Kwan por cortesía.

Sin embargo, Kwan no respondió y sólo se fue de allí.

—No puedo creerlo, he ganado los dos combates.

—Enhorabuena, ahora me preguntaba si podrías hacerme un favor.

—Dime.

—Me gustaría luchar contra —la geisha casi se echó a reír por la emoción de combatir contra alguien tan preparado.

—No es una buena idea, Kioko.

Riada observó, no obstante, que todos los allí congregados estaban de acuerdo con que la alumna se enfrentara a la maestra.

—Óyelos, no querrás decepcionar a tu público ¿verdad? —le sonrió la geisha con un tono malicioso en la voz.

—Te odio, Kioko —Riada le sonrió y le guiñó un ojo.

La noticia voló por toda la residencia y se reunieron muchas más personas alrededor del lugar de la lucha que antes. Kioko estaba tranquila, como siempre, pero Riada se sentía muy nerviosa. Era la primera vez que combatían, lo que de alguna manera significaba que Kioko la consideraba su igual, o eso quería pensar.
Además de esa presión, la cantidad de personas que había en el patio era ingente y esto incomodó mucho a la pupila.

—No te preocupes, Riada, esto es sólo una pelea de exhibición, con nuestro entrenamiento ninguna de las dos resultará herida —le dijo la geisha a su compañera sin dejar de caminar hasta el sitio indicado.

Las dos se colocaron en posición y todo el mundo las animó, sin embargo, Kioko tenía más seguidores, y era normal ya que, en el año que llevaba allí, ninguno de los necios que la retó había conseguido ganarle.

—No te contengas, Riada, sé que eres muy fuerte. ¿Recuerdas los ejercicios de relajación?, antes de un combate conviene que tengas la mente en blanco para no pensar nada negativo.

—Sí —respondió su amiga, insegura.

La lucha empezó y Riada atacó a la geisha, ésta esquivó un puñetazo que estuvo a punto de darle, luego lanzó una patada y Kioko la detuvo con uno de sus abanicos. La técnica de la geisha era defensiva y, al usar el chi sobre sus abanicos podía hacer que sus abanicos frenaran cualquier objeto amenazante que se le acercara.

Kioko saltó hacia atrás y Riada lanzó una onda de energía chi hacia la geisha y ésta produjo una corriente de energía con sus brazos extendidos que difuminó la onda de su enemiga. La geisha ya sabía los puntos débiles de Riada, no tenía mucha resistencia porque ya se encontraba sin aliento, y en cambio ella, estaba todavía muy fresca para seguir luchando. Era un defecto que pasaría por alto porque el haber aprendido su sistema de lucha en tan solo un año era ya de por sí un avance impresionante. La resistencia siempre se podía mejorar. En cambio las ventajas que le vio a su pupila fueron una enorme fuerza, mucha rapidez e imaginación a la hora de aplicar las técnicas. En ese momento se sintió más orgullosa de ella que nunca.

—Lo has hecho muy bien —la felicitó la sensei muy contenta.

—¿Ya hemos acabado? Aún quiero seguir otro rato más.

—No, no debes someter tu cuerpo a una tensión innecesaria —aseveró Kioko.

El público seguía insistiendo en que la lucha continuara. En muy pocas veces habían visto combatir a dos maestras de esa categoría, pero Kioko era consciente de que Riada apenas había acabado de aprender su arte y sabía que un principiante debía cuidar su cuerpo para no someterlo a un exceso innecesario.

La gente pensaba que Riada le había ganado a su maestra, sin embargo, ambas sabían que aquello sólo era una prueba para ver las habilidades de la pupila. De hecho, la geisha lo único que hizo fue esquivar, ni siquiera se defendió y mucho menos la atacó.
Los espectadores volvieron a sus quehaceres normales y las dejaron allí solas en el patio, sin embargo, aún recordaban los excelentes combates de Riada y se sentían satisfechos por haberlos presenciado.

—Ya he visto que eres muy fuerte, has aplicado muy bien las técnicas y casi me golpeas. Estoy muy contenta.

—¿De verdad?

—Sí, ahora será mejor que vayas a dormir. Tu principal defecto es que no tienes aún suficiente resistencia, pero te prometo que dentro de poco, con entrenamiento y perseverancia, serás tan resistente como yo, o más.

—Gracias, significa mucho para mí —dijo Riada mientras le ponía una mano en el hombro y le guiñaba un ojo.

Las dos fueron caminando tranquilamente a su cuarto, cuando a su compañera le surgió una duda sobre su sistema de lucha:

—Kioko, ¿qué sistema he utilizado hoy?

—No es mi sistema pero utiliza muchas de mis rutinas, aunque algunas técnicas son tuyas. En realidad es una variación de los abanicos de fuego, ponle el nombre que desees.

Riada se puso a pensar en algún nombre sugerente para la técnica que entre las dos habían creado y pensó en los pandas, le gustaban mucho los motivos de ese animal y más si se combinaban con figuras de guerreros imponentes.

—Ya está, lo llamaré abanicos del panda venenoso.

—Veo que como a mí no te gustan los nombres clásicos.

—¿Para qué ponerle un nombre clásico si se le puede poner uno mejor?

—Tienes razón. Me gusta mucho el nombre, tiene intención y suena peligroso —asintió la geisha con una sonrisa.

Cuando llegaron a la habitación, Riada estaba más cansada que nunca y cayó en la cama como un saco de patatas. Kioko la veía dormir y le parecía increíble cuanto había cambiado, aunque no era sólo mérito de su amiga. La geisha le dedicó muchas horas poniendo todo su cariño en que pudiera defenderse y ser así una mujer independiente. Además, era una buena persona, jamás le hubiera enseñado una técnica tan peligrosa a alguien indigno de saberla.

Sin embargo, había nacido en la geisha una preocupación que nunca tuvo antes con Riada y es que ahora sabía pelear, y temía que la mataran en alguna pelea. Pero no era probable porque le había enseñado bien y a ella al menos no la habían derrotado nunca. No veía porqué con su discípula iba a ser distinto.

Kioko abrió la ventana y observó las estrellas, como todas las noches, y no se acostó hasta que deseó a cada estrella que su marido siguiera bien donde se encontrara.

Luego se acostó y cayó rendida, la verdad es que el papel de profesora también era duro y le alegraba pensar que pronto acabaría dicho papel, sobre todo porque su alumna podría adquirir la resistencia que le faltaba por ella misma.
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lucia
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

La patada voladora no me ha gustado, aunque dentro del estilo Dagas voladoras o Tigre y dragón fantasioso no chirría.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por Evenesh »

Gustos hay para todos los colores pero no quise hacer un libro histórico de acción, sino más bien un libro singular donde narro la historia de una geisha singular :mrgreen:

Muchas gracias por comentar :alegria:
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Re: Abanico de fuego (Novela de fantasía)

Mensaje por lucia »

Por eso te decía que dentro del estilo fantasía sí pega, que es cosa mía.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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