La Escritora fantasma - ÁNGELS GIMENO

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Ralph Barby
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La Escritora fantasma - ÁNGELS GIMENO

Mensaje por Ralph Barby »

Acabo de leer…
“La escritora fantasma”, de Ángels Gimeno.
Novela. Buena, interesante, engancha y la autora, que sabe mucho del oficio, ha sabido colocar bien la acción y los momentos de erotismo, descritos con intensidad. Es literatura moderna, estilo New-York (apreciación mía) y cuya acción se desarrolla en esa ciudad de Barcelona que la autora conoce bien, su ambiente y sus entresijos, sirve incluso como guía de un lugar tan excepcional.
Casi un Manual para los que escriben y quieren publicar.
En e-book y en papel (164 páginas)
http://www.amazon.es/escritora-fantasma ... els+Gimeno
Dejo aquí unas páginas como entrante.


Capítulo II


Cuando alguien de nuestro entorno fallece, es como romper a martillazos el eslabón de una cadena, te obliga a plantearte muchas cosas y mientras dura la brutal impresión, máxime si se trata de una muerte accidental, inesperada, examinas tu propia vida como buscando los agujeros negros que debes rellenar, quizás un poco temerosa de que a ti te ocurra algo parecido y el traspaso al más allá te pille con el congelador lleno de helados de chocolate que has guardado para saborear cuando una depresión de caballo te obligue a arrinconar ese régimen que quieres seguir para aprovechar el bikini del año anterior.
Lisa seguía con su trabajo en el tanatorio, un trabajo que tras la muerte de Mila, le resultaba un poco más difícil, aún no se había insensibilizado profesionalmente. Allí acudían parientes y amigos muchos de los cuales no conseguían contener las lágrimas ante el deceso de alguien querido, máxime si éste era una persona joven.
Lisa se rindió a su oculta vocación de escritora y permitió que las palabras fluyeran de su mente hasta sus dedos como lenitivo al especial momento de ruptura que estaba viviendo, y fue como si el sufrimiento avivara su imaginación permitiéndole escribir con mayor fuerza e intensidad.
Sus personajes cobraron una vida singular narrando su propia historia, espíritus que se materializaban en palabras en la pantalla del monitor y hablaban, sufrían o gozaban adquiriendo corporeidad, sentimientos.
Sí, el arte se nutre del dolor o de un goce intenso. Lisa había experimentado el dolor de una doble muerte, la de un amor y la muerte física de su amiga, un brutal revulsivo potenciado por el especial trabajo que realizaba en el tanatorio.
Y cuando su novela estuvo terminada, se acordó de Lorena Félez.
Lorena era una chica excepcional. Lisa siempre había pensado que cuando bautizaron a su amiga Lorena, los padres de ésta debieron de tener sumo cuidado en invitar a todas las hadas del bosque, sin cometer el error que se explicaba en el cuento de “La bella durmiente”, incluso las debían haber sobornado, pues las susodichas hadas desparramaron sobre la niña todos los dones y buenaventuras posibles.
Lorena iba a su mismo colegio, pero con Lisa sólo tenía en común la “L”. Sus papás podían pagar las elevadas facturas mensuales que pasaban en el colegio de monjas. Lisa estudiaba con una de esas escasas becas “para niñas pobres” que las monjas mantenían. Vale, “niñas pobres” no sería el nombre exacto que las monjitas daban a esas plazas, posiblemente fuera “hijas de familias con problemas”, o algo por el estilo, pero en la clase todas la conocían como la niña pobre.
Como eso pasaba en su más tierna infancia, Lisa tampoco se sentía demasiado humillada porque no alcanzaba a comprender qué significaba ser “pobre”, le faltaban elementos de comparación, pues para ella, vivir en un piso de setenta metros cuadrados con los padres y los abuelos, no era ningún drama, incluso el comedor le parecía inmenso. Debajo de la mesa, que ella convertía en un tipi indio gracias al mantel que se deslizaba hasta el suelo, tenía espacio suficiente para jugar.
Lorena era de esas chicas excepcionales que parecen tenerlo todo. Sacaba buenas notas, era rubia, ojos azules, guapa y esbelta, y la educación física se le daba de maravilla. Por contra, Lisa era torpona en la gimnasia, Lorena se burlaba diciendo que el culo le pesaba demasiado.
Lorena resultaba simpática a todo el mundo y era la más popular de la clase, una auténtica líder, todas las niñas querían ser sus amigas y se vanagloriaban si ella las invitaba a sus hermosas fiestas de cumpleaños; a Lisa nunca la invitó. La madre de ésta dijo que “menos mal”, que no estaba para pagar regalos a esa niña pija, por el contrario Lisa se sintió muy triste, muy hundida.
Lorena era hija única de padres bien acomodados y ahijada y sobrina preferida de un auténtico tiburón, hermano de su madre. Propietario de una gran editorial, había diversificado sus inversiones en otros medios de comunicación como periódicos, una cadena de televisión, transporte de viajeros, etcétera. El tío de Lorena era el “puto amo” en un montón de empresas y esa sensación de seguridad, la firmeza con la que él pisaba, irradiaba al resto de su familia que formaba parte de la alta sociedad de la ciudad.
Lorena estudió en una universidad privada, economía o algo parecido, y completó su formación con unos masters de esos que todo el mundo aprueba, porque son tan caros que lo mínimo que pueden darte es un cum laudem para hacer juego con las tarifas que te clavan.
Y claro, cuando Lorena justo acabó sus estudios, aunque no tenía experiencia laboral alguna, su tiito del alma le dio de inmediato un despacho en la séptima planta del edificio donde se ubicaban sus oficinas y puso bajo su mando a un nutrido grupo de hombres y mujeres, gente eficaz y con experiencia en la empresa para así amortiguar, compensar y suplir los posibles fallos de su adorada y rubia sobrina.
Lorena era de esas mujeres encantadas de conocerse. Se gastaba su buen dinero en salones de belleza y gimnasio, vestía ropa selecta de marcas caras y siempre lucía espléndida, se sentía segura de sí misma y tenía sobrados motivos para estarlo.
Un amigo mecánico comentó una vez a Lisa que en las cadenas de fabricación de coches siempre se produce un extraño fenómeno: Hay un vehículo que acumula todos los defectos y deficiencias, nadie sabe por qué, y otro vehículo sale prácticamente perfecto. Lorena era el coche perfecto de la cadena de montaje, mas no se mostraba especialmente agradecida a la vida por ser una persona privilegiada y gozar de unas ventajas que no se había ganado, porque todo era consecuencia de una casualidad positiva para ella.
Lorena era como un cedazo que había retenido las gemas, pero esas gemas no eran fruto de su búsqueda, de su esfuerzo personal. Era hermosa, sí, pero ¿alguien puede elegir entre ser guapo o feo, alto o bajo, pelirrojo o rubio? No es un mérito personal, ¿es lícito, pues, sentirse orgulloso de eso? La madre naturaleza es caprichosa y con algunas personas se muestra tan generosa como parca y avara con otras.
Lorena estaba en un estrato superior en muchos aspectos, incluidos los sociales, los económicos, y miraba con desdén y agria condescendencia al resto de las personas menos agraciadas, incluso le daban un poco de pena. Ella se sentía parte de una casta superior, habitante de un particular Monte Parnaso de semidioses, que se veía obligada a soportar con estoicismo la mediocridad, la falta de belleza de las otras personas que, no obstante, le eran útiles aunque sólo fuera para constatar la diferencia positiva a su favor, porque ella siempre ganaba en las comparaciones.
Creía que cualquier halago que alguien profiriera obligatoriamente debía estar dirigido a ella, porque ¿acaso podía haber alguien más inteligente y preparada, más guapa, más esbelta, con más don de gentes? Creía poseerlo todo... Bueno, quizás le faltaba algo, un pequeño aditamento.
Cada año su tío, el famoso editor, convocaba el premio literario “Júpiter” de renombre mundial, y al que se enviaban montones de originales de escritores ingenuos que creían poseer alguna posibilidad de conseguir el preciado galardón muy bien dotado económicamente.
Lorena, como ejecutiva-agresiva-directora, asistía a esos eventos anuales donde los focos, los flashes, por una noche no estaban pendientes de ella, si no del escritor o escritora que acababa de obtener el galardón literario y que en aquel momento acaparaba todo el protagonismo, pese a que Lorena siempre estaba cerca de la mesa presidencial ataviada con modelos de alta costura que costaban un riñón y un trocito de hígado.
Evidentemente, podía costeárselos para lucir maravillosa, aunque lo bueno del caso es que Lorena hubiera estado igualmente atractiva con unos simples tejanos y una camiseta. Era joven, delgada y bonita, cualquier prenda le sentaba bien y ella era consciente de eso e insistía en lucir minifaldas que, al agacharse, mostraban hasta su tanga de diseño, pues nunca regateaba a nadie la visión de su espléndida anatomía, era vanidosa hasta la médula.
Asistir un año tras otro a la entrega de premios constituía para Lorena una situación incómoda pese a la amplia sonrisa de sus dientes impecables (en eso sí había tenido que colaborar un dentista carísimo). Que alguien fuera más agasajado que ella en un momento dado, era algo que toleraba mal. Era la perfecta niña mimada y debía ser protagonista en un bautizo y hasta en un entierro.
Las hadas habían sido muy magnánimas con ella, pero quizás olvidaron otorgarle un don invisible: La creatividad. A lo sumo que Lorena llegaba era a mal redactar una carta que acababa pareciendo vacía, porque del resto de escritos de su oficina, ya se ocupaban sus eficientes secretarias. Y como su querido tío estaba en todo, las chicas que trabajaban para ella eran todas más feas, ninguna podía hacerle sombra en cuanto a aspecto físico.
Lorena recibía piropos de toda índole, pero le faltaba recibirlos en una dirección: Quería ser valorada también como artista, que la gente se rindiera ante su inteligencia, su creatividad, su posibilidad de transmitir emociones. Quería ser la protagonista también en una entrega de premios literarios y que los periodistas se disputaran entrevistarla en todos los medios de comunicación (aunque fueran los medios de los cuales su tío era el “puto amo”).
Y cuando a Lorena empezó a reconcomerla ese gusanillo de inquietud intelectual, Lisa tuvo la suerte o la desgracia de volver a cruzarse con ella. Lisa vivía en una cómoda penumbra moral en la que se protegía, intentaba pasar desapercibida, casi invisible porque no se consideraba tan hermosa, elegante ni vestía prendas de marca como Lorena y mucho menos pisaba con la seguridad con que lo hacía Lorena sobre unos stilettos con tacón de aguja capaces de causar vértigo.
Pero Lisa tenía una fuerza interna e invisible que la sostenía, quería ser escritora y ansiaba ver publicadas sus obras. Recordaba que una profesora había dicho una vez que “escribir era fácil, sólo hacía falta tener algo que decir y decirlo”. Y ella tenía muchas cosas que decir y era capaz de plasmarlas en la pantalla de su computadora y luego en hojas DINA4 que imprimía y encuadernaba cuidadosamente con un canutillo.
Sus estudios universitarios no le habían servido para ganarse la vida, pero sí le daban una sólida base cultural que se complementaba con su fértil imaginación y la innata sensibilidad para captar emociones que se reflejaban en su prosa naturalista.
Por un amigo de la infancia supo del alto cargo que ocupaba Lorena en la editorial de su tío y venciendo su natural timidez, resolvió recurrir al viejo compañerismo (habían compartido aula) y contactar con ella con la pretensión de pedirle un favor, convencida de que Lorena podía ayudarla o cuando menos, asesorarla.
Logró que le concediera una entrevista dentro de su abigarrada agenda y ser recibida en su precioso despacho enmoquetado y con orquídeas frescas en un jarrón, ambas se besaron al vuelo en las mejillas. Lorena se mostró simpática pero distante, aunque Lisa prefirió verla cariñosa y asequible. La entrevista fue rápida, Lorena estaba ocupadísima, pero acabó cogiendo entre sus manos de uñas perfectas el original de la novela que Lisa ansiaba ver publicada.
Antes de lo que Lisa esperaba, su antigua compañera de colegio se puso en contacto con ella, le propuso verse en la cafetería de un centro comercial de alto standing que Lorena solía frecuentar, pues quedaba próximo a las oficinas de la editorial. Fue expeditiva y directa en su exposición, Lorena no se andaba por las ramas, no necesitaba ser sutil.
—Lisa, he dado a leer tu novela a mis asesores de confianza, ya sabes que soy la directora de varias editoriales del grupo. Y ya tengo una opinión, un veredicto.
—Muchas gracias, por eso me decidí a poner en tus manos mi original. Si es bueno, sé qué harás lo posible porque se publique. He recurrido a ti, a nuestra vieja amistad, porque soy consciente de que recibís miles de originales y es imposible que los leáis todos, con que el mío fuera leído ya me daba por satisfecha. Que si lo rechazáis, sea con conocimiento de causa.
—¿Sabes qué ocurre con esos originales que recibimos sin haberlos pedido? Van directamente a ser guillotinados, no vamos a perder tiempo ni dinero leyéndolos y devolviéndolos después a sus autores por correo, no vamos a pagar nosotros los sellos.
—Lo que dices es horrible, cuántas ilusiones perdidas.
—Una editorial no es una ONG, querida. Nosotros sabemos qué autores venden, invertimos dinero en publicitarlos y esperamos beneficios seguros. Admito que a veces nos equivocamos, porque de un premio Nobel no vendimos ni dos mil ejemplares y tuvimos que saldar sus libros. Y de un famoso ex presidente político, bueno, de ese sólo hemos vendido un veinticinco por ciento de la tirada prevista y lo peor es que mi tío le anticipó un millón de euros. En fin, a lo que iba... Tengo el informe de tu novela.
—Me da miedo preguntarte que han dicho tus asesores, ese informe es tan importante para mí.
—Según ellos, tu novela es excelente.
El rostro de Lisa se iluminó como si el sol le diera de lleno.
—Entonces, ¿vas a publicarla? Dios mío, ¿voy a ver cumplido mi sueño gracias a ti?
—Vayamos por partes, Lisa. La verdad es que no entiendo que tú hayas podido llegar a escribir una novela que ha recibido tan buenas críticas, disculpa pero siempre me pareciste una chica mediocre. ¿Te ha ayudado alguien a escribir ese libro?
—En absoluto, es más, salvo tú, nadie sabe que lo he escrito. Respecto a eso que dices de que soy mediocre, posiblemente me calificas así porque sólo ves mi superficie, mi aspecto externo.
—Lisa, tu novela es magnífica por lo que me han dicho, pero si se publica, no puede hacerse con tu nombre.
—No te entiendo, yo soy la autora.
—Eres una perfecta desconocida y nadie compraría tu libro. Incluso, tu aspecto físico es poco atrayente, te falta aplomo, ni siquiera podrías aparecer en los medios de difusión para publicitarla. Como eres mi amiga…
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