Concurso - Confesiones de un bastardo

Pues eso, que aquí habrá enlaces a sitios interesantes y a promociones, ya sea de eventos literarios o de otro tipo, y nuestras quedadas.
Con un * los que sirvan para mantener el foro.

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Paula De Grei
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Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Les hago llegar la invitación del Concurso que estoy organizando para promover la obra del colega Maximilian Sinn, cuya ficha subí ayer al foro.

La participación es Internacional, el premio es el poemario en formato físico autografiado por el propio autor.

Es un Concurso accesible para todos, solamente hay dos condiciones: la primera es compartir el post respectivo con las bases del mismo que les dejo abajo, y la segunda consta de redactar un texto que incluya las palabras: "Confesiones" y "Bastardo".

Les dejo el link por aquí: https://pauladegrei.com/2017/04/06/conc ... -bastardo/

Quedo a las órdenes por cualquier consulta.

Un saludo.
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Paula De Grei
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Participante 1:
El Detenido.

Aquel agente de policía lo detuvo hacía las dos del mediodía cuando iba a entrar en su casa, llegaba del gimnasio todo sudado y mal oliente, pero no le dejaron ni darse una ducha, el agente le intercepto al entrar en el portal.

—Es usted Luis Ramos?

—Si, soy yo ¿Porqué lo pregunta?

—Que da usted detenido, ponga las manos a la espalda. —Le dijo el policía sin más preámbulos.

— ¿Yo? Pero que he hecho, de que se me acusa.

—Le voy a leer sus derechos, tiene derecho a guardar silencio todo lo que diga podrá utilizarse en su contra, tiene derecho a un abogado, si no puede pagarlo se le procurara uno de oficio. ¿Ha entendido sus derechos?

—Si, pero esto es un error. ¿quiero saber de que se me acusa?

—Le llevo a comisaría donde mis compañeros le interrogaran y le informaran de todo lo que necesite saber. Andando.

El agente le agarró por el hombro y lo saco a la calle donde esperaba un coche patrulla, lo metió en el coche y le dijo al compañero que lo llevara a comisaría.

Cuando llegó a comisaría le esperaba un inspector.

—Soy el inspector Gómez y va a decirme todo lo que quiero saber. —Dijo el inspector sin más preámbulos— Llévelo a la sala de interrogatorios y no deje que nadie entre.— dijo mirando al agente que lo custodiaba.

—Si señor. —Contesto el otro.

Luis estaba temblando sin saber porque se encontraba allí, el no había hecho nada para que lo detuvieran, si era verdad que a veces bebía un poco y a la mañana siguiente apenas se acordaba de lo que había sucedido la noche anterior, pero no como para que lo detuvieran. Empezó a hacer memoria de las cosas que había hecho a lo largo de los últimos años y que pudieran haber sido causa de una detención.

Hace unos cinco años robó una camiseta en una tienda de moda por una apuesta con unos amigos, otra vez hizo un sinpa del restaurante aquel tan famoso, pero este ya esta cerrado, no esto no tiene nada que ver.

Siguió pensando y se dio cuenta que tenía muchas confesiones que no creía hasta ese momento, de haber sido católico practicante la penitencia sería severa, en estas divagaciones se encontraba cuando entró de nuevo el guardia y le dijo que debía trasladarle a los calabozos, que el inspector lo llamaría más tarde, había habido otro asesinato y había tenido que salir al lugar del caso.

—¿Otro asesinato? —pregunto Luis.

—Vamos levántese, no tengo todo el día.

—No estará insinuando que yo he matado a nadie. —Volvió a preguntar con voz temblorosa.

—¿Que se levante coño, como se lo tengo que decir?

—Oiga, escúcheme por favor, aquí ha habido un error.

—Eso dicen todos, vamos para los calabozos, deprisa. —Replico el agente empujándolo hacía delante.

A Luis casi se le saltaban las lágrimas de la impotencia y la rabia que sentía, mientras andaba iba farfullando que aquello no podía ser, que aquello era un lamentable error, apenas se fijaba por donde iba, mientras el policía le empujaba para que se apresurase. Al llegar a una puerta lo hizo parar y le dijo tapo los ojos.

—Qué hace, maldito bastardo. —grito Luis.

—Cállate y no gritas o te la ganas.

—Quítame esto de los ojos. — volvió a gritar.

El guarda se paro un momento y le dijo.

—Esta bien te lo voy a quitar, pero no se te ocurra gritar.

El agente le quito el pañuelo y al mirar todos gritaron

¡Sorpresa! ¡Feliz cumpleaños!

Luis se quedo de piedra, ni siquiera se había acordado de que hoy era su cumpleaños.

Y comenzó a llorar, no sabía muy bien si de rabia o de consuelo, al ver que todo había sido preparado por sus amigos para darle una sorpresa.
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lucia
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por lucia »

Puuuuuuuuuuuuuuf, se me ha hecho muy cuesta arriba de leer: faltan tildes, hay un mal uso (o no uso, según los casos) de interrogantes, es atropellado como él solo... Y, encima, tópico.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Gracias Lucía.

Por acá dejo el segundo:
El soldado de la Ciudad Blanca

Es medio día, percibo el susurro escalofriante del miedo que se pega detrás de la nuca, hace ya 6 años que no me abandona, es mi compañero inevitable . Camino un poco más y pasos cortos me enfrentan a una obscena causa –consecuencia que persiste en hacerse presente para recordar al transeúnte de estas tierras que vive dentro de una historia desgarradora. No hay cantos de pájaros, los cantos que se escuchan son los de los misiles, me he acostumbrado a su sonido intranquilizante.

Sé cuándo representan peligro, hoy me han dado tregua.

He llegado al parque en el que jugaba a la pelota cuando niño, observo el columpio vacío, el guin -guirin -gongo ya no sube y baja con la canción de Juan, que las niñas después de la escuela entonaban terminando en un largo tra la la la la.

Parado de frente a ese autentico recuerdo infantil presto atención a la nieve que cae aislada y ansiosa, cae con pausada intensidad. Ella, la nieve blanda, blanca, fría y constante inunda lo que antes fue un recinto lleno de sonrisas y de saltos de cuerda. Me acerco a la pileta que está en el centro de este parque melancólico, retiro las hojas muertas que se menean lentamente empujadas por una corriente casi inexistente que emerge del foso. Las palpo despacito, todas van cubiertas por el frio y la escarcha emitiendo chirridos crujientes, de pronto me descubro reflejado en el agua.

Un rostro cansado, opaco y reflexivo se muestra ante mí en el fondo del pozo artesano, me veo y reparo como el iris de mis ojos expulsa imágenes distintas e intermitentes, imágenes de la embarcación que se estrelló en Eritrea, del ataúd que cruzó la frontera, de una niña alimentada solo por dátiles, de un anciano que se despidió de sus hijos que irían en busca del exilio para hacer escuchar su voz, de una abuela con identidad distinta extrañando a los nietos jugar bajo sus faldas. Explotan perfiles de un mundo atormentado por las sombras dentro de un agujero húmedo y decido abandonar el lugar, su austeridad y aspereza melancólica me perturban.

Me levanto lentamente, camino más, de pronto llego a una calle interna, me paro en seco analizando un muro descolgado y sucio y me doy cuenta que estoy frente a mi casa, en realidad ya no es mi casa, lo que existen son escombros salpicados de llanto y un jardín de cuerpos desmembrados que danzan sus melodías autóctonas, también hay perros que hacen su festín.

Todo alrededor de sus paredes escabrosas, es una verdad llena de fracasos aturdidos y exhaustos. Sorpresivamente mis pies me han arrastrado hasta el antiguo barrio donde mi vida feliz se ha extinguido bajo los efectos sufrientes de una lucha indiscriminada. Estoy aquí advirtiendo que el desierto, aislamiento y orfandad reinan sobre las ruinas que deja un dictador. Ya no hay nada, no me queda nada, volví con la esperanza de acurrucarme en algo que me recordara los días radiantes y encantados que me perseguían antes de este estallido de odios y de mezquindades, pero, solo existe el parque como testigo mudo del pasado.

Giro sobre mis propios pies adoloridos, me alejo pensando en que nuestros valores humanitarios están llenos de desplazamientos y represiones, doy un traspié, sin embargo no evito la caída, más bien me dejo hundir con todo el peso de mi cuerpo apoyado en las rodillas sobre la nieve que sigue descendiendo con el ritmo pausado del vacío y de la soledad extrema.

Estoy cansado, hambriento, asustado, lleno de rabia y de culpa, todos estos sentimientos los he llevado guardados en el pecho, se han anudado tan dentro y no he tenido tiempo de llorar.

Me tapo la cara, sé que es hora de dejar de ser fuerte, sólo tengo 20 años –me digo–

Inmediatamente ríos de agua se desbordan de mis ojos, las confesiones que llevo dentro están taladrándome el alma, tocan la puerta del corazón a puño cerrado suplicándome las deje salir.

Acuclillado me repito una y otra vez sosteniendo la metralleta y el puñal

¡Soy un bastardo, de eso estoy seguro!
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lucia
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por lucia »

Si llega a ser un fantasma, hubiese dicho que se había inspirado en un forero, pero como no, pobre joven soldado con sentimientos. :o
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Pero si el comentario te ha salido con rima y todo!

Va el tercero:
LA CENA

Ahí estaban de nuevo, un año más, esta vez para celebrar los 10 años de la victoria sobre las tropas de Clímio del Norte.

El Rey Nero presidía la celebración junto a su esposa Lebet en la cabecera de una gran mesa rectangular construida para la ocasión. La fiesta tenía lugar en el Salón del Homenaje, en la zona oeste del castillo, y estaban invitados los nobles del reino y algunos de los miembros más respetables de la corte.

Después de semanas de preparativos y de envío de emisarios convocando a los invitados, todo estaba ya listo y los asistentes se iban acomodando alrededor de la mesa a medida que entraban en el salón.

Entre tan magna asistencia destacaban los dos caballeros preferidos del Rey sentados muy cerca de él, Velefón el “guerrero”, cuya participación fue decisiva en la batalla final gracias a sus habilidades como estratega, y Airus el “bastardo” que tenía amigos hasta en el infierno, lo que había permitido conocer con antelación los movimientos de su enemigo del Norte.

Algo más alejados de la presidencia de la mesa se encontraban el Conde de Taranz, quien siempre había apoyado decididamente al Rey en todas sus andaduras y batallas, que no fueron pocas, y el Marqués de la Sarra, sin cuyas tropas perfectamente entrenadas no hubiera sido posible la hazaña ocurrida hacía 10 años.

En el otro extremo se hallaba aposentado el Capellán real, dispensado por una vez de tomar sus habituales confesiones, y a su lado el Senescal, cuya experiencia y sabiduría le hacían ser el mejor consejero del Rey.

Todos los congregados lucían sus mejores vestimentas de gala, con terciopelos, sedas, encajes, y bordados, cubriendo sus cabezas con sombreros y diademas lujosamente engarzadas con piedras y metales preciosos, a lo que los caballeros unían sus resplandecientes espadas.

Una vez que estaban todos situados, el Rey alzó la mano derecha, y a su señal los sirvientes entraron repartiendo buenas viandas y otros manjares, no faltando unas apetecibles y numerosas jarras de vino, y sin más comenzó la gran cena.

Como era de esperar, a medida que avanzaba el banquete, entre gritos, risas y vino, los caballeros describían sus batallas ganadas, sus grandes gestas, y los soldados enemigos caídos (cuyo número aumentaba a cada minuto que pasaba). Pero también hablaban los nobles, no con tanto alboroto, de los rumores sobre conspiraciones que se escuchaban en el reino.

Al otro lado de la mesa, entre mordisco a la pierna de venado y trago de vino, el capellán no perdía la oportunidad ante el senescal de alabar sus logros espirituales en el reino, informándole del aumento producido en el número de conversos, y de la necesidad de más fondos para construir otro monasterio a mayor gloria del Rey.

Y a todo esto el Rey, que estaba alerta y vigilante, no perdía ojo a las caras y gestos de sus invitados, intentando adivinar si entre tanto amigo y alegría podía tener algo que temer.

En esta algarabía andaban cuando de repente…..

se fue la luz!! increíble!!

En un segundo, comenzaron a aparecer las linternas de los móviles que todos portaban (hasta el mismo Rey), intentando llegar al cuadro eléctrico para ver qué había pasado y, al final, lo de siempre, lo de todos los años, y ya van diez: muchos focos, y la instalación no da para tanto.

Y surgió un grito unánime: el próximo carnaval nos vamos a otro sitio!!
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Participante 4:
La vi todas las noches entre rejas, se desnudaba pacientemente, como pagando una condena con cada prenda que se sacaba, por supuesto terminaba arrodillada, bajaba el cierre del pantalón del sacerdote de turno y comenzaba a recitar sus confesiones, él, hombre viejo y a acostumbrado a estos ritos, le pedía más y más.
Ella balbuceaba un poco y arremetía con su lengua, labios y la máxima capacidad de su cavidad bucal, y justo entre el límite del ahogo y las náuseas, aparecía la misericordia divina, posaba una mano sobre la cabeza de la penitentes, ella se detenía mientras esperaba la lluvia del bastardo, regando todo a su paso, rostro, cabello y pechos, en donde mayormente lucía el resplandor plomizo, efervescente.
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lucia
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por lucia »

El cuatro dice mas del que lo ha escrito que de la pobre mujer.

Y el tercero tiene un inicio taaaaaaaaaaaan laaaaaaaaargo y anodino que el final te deja pues menos mal que no era una novela de la que me han plantado la descripción de personajes.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Tuve que descalificar a el último, lo había compartido :icon_no_tenteras:

El tercero me compró por haberme sorprendido :mrgreen:

Va el nuevo:

Amor a primera vista

(o “¿Pueden ustedes creerlo?”)

Cuatro son las montañas que rodean a la única casa del valle donde justamente yo vivo: la Fragoso, Mi primo el más pequeño, Qué diablos viene esto al cuento, y Así pasó. Establecido el parte geográfico necesario para entender mi drama, vengan ahora mis confesiones para poder desahogarme a gusto:

La cabra salió aullando su libertad, colgada al cuello la bufanda que le regaló su tío Roque (el cabrón) y calzando las sandalias de cuero que había encontrado al pie del río Jacinto, bello lugar donde las gardenias beben de lo lindo y el atardecer se detiene para platicar historias maravillosas a los árboles dorados.

Valga el momento para aclarar que el río Jacinto pasa entre las veredas de Mi primo el más pequeño, convirtiéndose así, en primo de todos y en el río más bello de la región. Mi primo Jacinto, el más grande de todos, regularmente se baña ahí, pero a veces se va más lejos: agarra camino hacia Qué diablos viene esto al cuento para nadar a sus anchas en la laguna de Susanchas (llamada así porque fue descubierta por Susana Anchas Lenguas Prietas, allá por el año del no me acuerdo en el día que ya se me olvidó). Y así pasó.

Pero regresando a la cabrita: se fue saltando de lo lindo medio de lado de tanta alegría, y la muy cabrona nos dejó varados a mi primo Jacinto y a mí en esta casucha perdida entre las montañas y los cencerros.

¡Qué ironía! La historia resultó al revés: yo siempre creí que pasaría un hermoso ranchero y me llevaría llena de ensoñación y lujuria sobre las redondeadas nalgas de su caballo. En cambió, me quedé en este lugar de mierda con un hermano mocoso y chillón, mientras veía largarse a la cabrita dando saltos de alegría sobre las sonrosadas nalgas del marrano cimarrón que conducía el chivo prieto de los Artemios.

Ya sabía yo que ese chivo bastardo no era de fiar y por eso nunca se los compraron… Llegó caminando solito, como quien no quiere la cosa, hasta su rancho y ahí se quedó para siempre: nomás de muestra. ¿Por qué? ¡Pues por cabrón aunque fuera chivo! Los Artemios viven más allá de la Fragoso y más acá de Así pasó, pero ya ven, las distancias no son nada en cuestiones del amor, y para las ironías, mucho peor.

Así que aquí me tienen: varada en esta casucha con un hermano chillón y mi primo Jacinto, el más grande de todos, que se baña regularmente en el río Jacinto de Mi primo el más pequeño.

Yo ya sabía que esta vida era así de extraña, que da sus vuelcos imprevistos, que siempre sucede lo inesperado, y que, a veces, hasta las tormentas se forman por sólo vociferar con el índice en lo alto. Pero de todo ello, a que una maldita cabra y un mugroso chivo, se enamorisquen y se encuentren prohibidamente a media noche todos los sábados para acabar fugándose de casa sin permiso de sus amos, eso ya son extravagancias que sólo suceden en malos cuentos de algún escritor sin madre.

¿Pueden ustedes creerlo?
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lucia
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por lucia »

Este último creo que es un cabrón que se quiere quedar con todas la cabritas. Vamos, que creo que ha escrito una boutade.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Va el Participante 5 ahora:


El encuentro

Cristina contenía una pena profunda en su corazón. Ese mal recuerdo la asfixiaba pero no se animaba a confesarlo. Las confesiones guardadas por mucho tiempo, dañan es como dejar que el alma se valla pudriendo.

Una tarde suena el teléfono, una amiga de la niñez, la localizó y quedaron en encontrarse.

Se sintió movilizada con este encuentro, se movieron dentro de ella situaciones del pasado que la llevaban al recuerdo de esa angustia que le oprimía el pecho.

Al encontrarse se unieron en un abrazo. Y se sentaron a tomar un café. La charla era casi un monólogo por parte de su amiga. Ella le escuchaba pero su mente estaba desesperada por interrumpirle. Necesitaba desahogarse de una vez por todas. Le miró y le dijo: -tengo que hacerte una confesión- el silencio se apoderó de la situación, su amiga asintió con la cabeza, y Cristina comenzó un relato estremecedor.

-esto que voy a contarte sucedió hace mucho tiempo, te acuerdas la noche que nos quedamos a dormir en la casa de los Bacners, me levanté para ir al baño y ahí alguien me tomó por el brazo, me tapó la boca, me ingresó a otra habitación, me golpeó y violó, ese bastardo me robó la inocencia, solo tenía trece años- y rompió en llanto.

Su amiga tomó sus manos entre las suyas y mirándole a los ojos le comentó: -él me comentó lo de la violación, justo dos años después de casarnos-

Cristina se puso pálida, retiró sus manos de las de ella y expresó: -lo sabías?- luego salió corriendo.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por lucia »

De momento, es el que mejor se alinea con el título del concurso, aunque la redacción no sea muy allá.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

P6:

El adulterino encontró sus revelaciones.

El golpe de conocerse feo y rengo
Pretendía su realidad de bastardo ausente de honestidad,
Juntó pistas
Y se volvió dudosa su ilegitimidad.

A las respuestas se llega
Con un primer paso,
Cruzó puentes, barrios y el tañer de la campana se acercaba,
La ira intercambió papeles con los nervios.

Fue con fuerza, pasión y misericordia el acto,
Había que enfrentar las confesiones y escucharlas
De boca de aquella sotana
Presa de la libidinosidad tan humana.

La ley con su vergüenza en el cuello
Le había refugiado en un barrial
Donde las regentas desfilan a su santo salvador,
Por él condenó sombra de carne y pena sin perdón,
Las cofradías no saben de treguas,
Así mismito no más.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por lucia »

Con la iglesia hemos topado :cunao: Aunque el adulterino parece utilizarla como excusa, eso sí.
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Re: Concurso - Confesiones de un bastardo

Mensaje por Paula De Grei »

Había que pasar por ese tema je je

P7:

Me dio miedo abrir la caja desde el momento en que llegó a mis manos. Era delicada como el cristal más fino y preciosa como cualquier flor primaveral. En el momento preciso en el que vi el remitente resurgieron mis miedos más escondidos, esos que ni siquiera la gente que mejor te conoce sabe que existen.

Voy a la habitación y la dejo sobre la cama mientras paseo nerviosamente por la alfombra persa que mulle el creciente repiqueteo del temblor de mis pies.

Miro a mí alrededor y recuerdo, con frialdad, el momento en el que llegué a esta casa. Nunca pensé que dormiría en una cama tan cómoda o que podría darme baños con sales en mi propia estancia. Nunca pensé que pudiera comprar nada que no fuera una barra de pan. Quizá por eso tuve que alegar una pérdida de memoria, la misma memoria que ahora me estaba acusando a gritos que hiciera algo que guardara todo dentro de mí misma. Que no era tiempo para confesiones Que no podía permitirme la debilidad.

Busco entre mis ropas holgadas mis atributos femeninos bien guardados bajo capas de algodón. Para todos soy Gerard, y él, era un hombre. Vislumbro entre mis pensamientos su cara afeminada y su nariz puntiaguda que siempre lo hacía lucir tan sensible y pueril. Cuando lo vi caer por el barranco me sentí aterrada y confusa. Cuando lo pude encontrar inerte sobre las rocas del riachuelo donde había llegado a parar, me sentí preparada para hacerlo. Le despojé de sus ropas y sus pertenencias. Lo empujé hacia fuera, destrocé con rocas las facciones de su cara mientras la sangre salpicaba mí por entonces vestimenta de sirvienta. Até varias piedras de gran tamaño por su cuerpo ayudada por las trenzas que había aprendido a hacer a base de destrozar mis pequeñas manos. Y me convertí en él. En Gerard. En mi señor.

Lo curioso de todo fue que apenas me sentí culpable porque, si bien ser sirviente te convierte en muda, no lo hace en sorda. Yo descubrí que, muchos años antes del accidente, a alguien le había pasado algo parecido. Mi señor no era más que el bastardo de la matriz que hubiera matado al verdadero Gerard y si alguien había podido ser él por algunos años, por qué no yo.

Mantendría lo que había conseguido, aunque eso significara matar, sin accidente alguno, a todo el que se interpusiere. Abro la caja y veo un anillo. Remitente: Mi madre, bueno, la que ahora ha de serlo.

Sabía que este día llegaría pero, si lo hago, si me caso, todo se sabrá. No puedo engañar a la que deba ser mi esposa. Algo reluce en mí, desde el interior más oscuro. Es algo que casi desconozco. Crueldad. No puedo engañarla, pero puedo matarla antes de que lo descubra.
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