No se centra en la conquista de toda América porque analiza solamente el punto de impacto, que se dio en lo que hoy son México y el Caribe. Los conquistadores que llegaron después al Nuevo Continente, sean ingleses, portugueses o los mismos españoles que se aventuraron a entrar por el Río de la Plata, no vivieron ese mismo impacto. Poco más, poco menos, sabían que no estaban en la india, sino en un territorio desconocido para su cultura, pero habitado a su manera. Quiero decir, ya venían con otra impronta. Ninguno después de Colón se bajó y empezó a preguntar por el Gran Khan. Y es exactamente en ese punto donde se centra Todorov.Aben Razín escribió:Es cierto que, hasta entonces, no había ocurrido una conquista tan programada como la que sucedió y, por lo tanto, puede servir para esas disquisiciones, pero, y lo comento sin saber nada sobre el ensayo que estás leyendo, creo que es un parte de la historia muy amplia y no sé hasta que punto ejemplar para usarlo como paradigma de la relación con el otro.
En ningún momento lo plantea como paradigma de las relaciones con el otro. Sí lo plantea como el encuentro más grande con un otro; Todorov habla del descubrimiento de los americanos mucho más que de la conquista de América.
Dicho esto comento que finalmente terminé el libro, y que, como supongo que se aprecia en mis comentarios, me gustó mucho. Me hubiera gustado más leerlo en mc, porque seguro se le podría haber sacado mucho jugo. Hay varias cosas discutibles, y hay muchas cosas interesantes que darían para hablar bastante. Pero así y todo creo haberle sacado bastante, gracias sobre todo a los pinchazos que me daba Aben quien, al no haber leído el ensayo, preguntaba sinceramente y me hacía cuestionarme a mí también.
Esta última parte se llama Conocer y apunta a las formas del conocimiento del otro, más o menos opacado por otros afanes. Lo más interesante es el primer capítulo, Tipología de las relaciones con el otro en el que sintetiza las variables que fue manejando en todo el libro. Los otros dos capítulos hablan de Diego Durán y de Sahagún respectivamente, peor analizados desde los ejes que plantea en el primero. Ambos, aunque de diferente manera, conocen al otro.
Durán, es un español que a los 6 añitos se fue a vivir a México, por lo que en parte mamó la cultura nativa. Conoce desde dentro las costumbres, lengua, dioses, ritos y cultura y sociedad en general mucho mejor que cualquier otro europeo hasta ese momento.
Sahagún, franciscano, viaja de adulto a América, pero demuestra una fuerte preocupación por conocer mejor al otro, para a partir de eso poder inculcar mejor el cristianismo. Pero de a ratos pierde ese norte y encuentra fascinante esa cultura-otra, y divaga en cosas que en nada ayudarían a propagar el cristianismo. Es el conocer para satisfacer la curiosidad de uno mismo. A él le debemos gran parte de lo que sabemos sobre la América precolombina.
Ahora sí, vuelvo al primer capítulo para explicitar cuáles son esos ejes. La relación con el otro no constituye una sola dimensión. Para dar cuenta de las diferencias, hay que distinguir por lo menos 3 ejes, en los que se puede situar la problemática de la alteridad:
1. Un juicio de valor (plano axiológico): el otro es bueno, es malo, lo quiero, no lo quiero, es inferior/igual a mí.
2. Acercamiento o alejamiento (plano praxeológico): adopto sus valores, me identifico con él, lo asimilo a mí, o la indiferencia.
3. Conozco o ignoro la realidad del otro (plano epistémico): aquí hay una gradación infinita dada por el cruce entre lo cualitativo y lo cuantitativo.
Existen relaciones y afinidades entre estos 3 planos, pero no hay ninguna implicación rigurosa; por lo que no se puede reducir uno a otro, ni se puede prever uno a partir de los otros.