Raoul - La entrevista

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RAOUL
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por RAOUL »

Ay, muchas gracias a todos. Nínive, Saber, Ashling, Arden.... A todos. :D
A ti, malvadísima y heribértica evaluna, no :evil:

Bueno, pues aquí va el desenlace de mi legedaria lucha similística con el malvado Heriberto Zunzunegui. Pelín larga ha quedado :roll:


Realmente han pasado muchos años pero aún me caracolea el pulso, se me remueve el epigastrio y bailan seguidillas mis falanges cuando me dispongo a narrar los instantes cruciales de aquella homérica, hipermétrica, histérica, hegemónica e hiperbólica jornada (permítaseme esta sencilla sucesión esdrújula que introduzco por dos motivos: el primero, corresponder a la cortesía de cierta persona y advertirle que cuando el pájaro canta es que algo tiene en la garganta y que a ver de qué colegio es colegiada para dar esas contestaciones que va soltando por ahí; el segundo, aprovechar para hacer homenaje y hagiografía de la humilde, hipotónica, hacendosa, honrada y honorable hache, una letra que parece que nunca tiene nada qué decir pero qué dice, ¡vaya que si dice! Querida hache, si me estás leyendo, alza el espíritu y que no te apoquen las burlas de tus vecinas, la absurda ge reñida con la jota, y la i, que siempre ha tenido un punto feísimo. Hache noble y gallarda, ¡recuerda que sin ti no se podría escribir Heriberto y, por tanto, esta morrocotuda historia, digna de esculpirse en mármoles, pintarse en tablas y cantarse en coplas permanecería en olvido lamentable!)

Declarado lo cual, prosigo. Todos los elementos humanos, animales, vegetales, geológicos, astrológicos y minerales de la comarca estaban pendientes del monstruo que iba a salir de mis labios para entrar en feroz batalla con la extraordinaria criatura similesca –que casi podría llamarse simiesca por su altura y poderío kingkoniano- que había alumbrado el deleznable, cariancho y cuellicorto escritor Heriberto Zunzunegui, lanzador representante de la ciudad con más malísima leche del hemisferio católico, tres cuartas partes del hereje y casi cuatro del marciano. Don Rogelio Cambriones, justísimo y prusiano juez de rancio abolengo, me vigilaba con las cejas en punta y todos sus sentidos alerta; a su lado, el dulce e imberbe asistente Rafaelillo de la Línea, apretaba nervioso el lápiz contra el papel de su libreta presto a registrar, capturar y poner en negro sobre blanco hasta la más insignificante sílaba que pariera mi estro; en la zona técnica, mi admirado entrenador, don Higinio Carrascosa, montaba a toda prisa una escopeta Winchester modelo Maxium Cirium XZL, mientras me disparaba desde la distancia miradas apasionadas y asaz inquietantes a la par que equívocas; a su lado, el presidente Lucio Rebolloso atendía a los medios de comunicación locales y dejaba muy claro que el club que dignamente presidía no se hacía responsable de los símiles de sus atletas; Heriberto Zunzunegui, en mitad de su coro de aduladores, puesto en jarras y con la sonrisa creciente, daba la impresión de un Gulliver en pingüino que observara divertido las evoluciones de un liliputiense cojo.

¡Qué enorme compromiso para alguien que de símiles tenía la misma idea que de las últimas novedades en la galaxia Markarian 328! Sin embargo, el honor atlético-literario de toda una ciudad, de todo un pueblo, dependía de mí. Y ante tamaña encrucijada, ¿qué había hecho yo? ¡Meterme en un paisaje lleno de bichos raros, de elefantes cruzados con mariposas y de mariposas cruzadas con elefantes! Vamos, aterrizar en una isla de símiles y sinalefas gobernada por un remedo del doctor Moreau, como si dijéramos. ¡Bonito panorama de elefanposas y marifantes! ¡Edificante ejemplo! ¡Atroz imbricación de circunstancias corolarias en conexión ufana con la tozudez de los siglos medios! Ganas me daban de salir huyendo pero el prurito interior, el orgullo personal y un repentino tartamudeo de las extremidades inferiores me obligaban a permanecer en mi sitio como un valiente, a solas y cara a cara con el polinomio de mi destino.

Porque, como se recordará, en mi desesperación había salido de safari y algo había cazado. El qué no lo sabía aún, pero algo había cazado sin duda, y algo gordo a juzgar por el furibundo combate desplegado en mi cavidad bucal. Tres muelas de las buenas eché de menos al término de aquel día. ¡Tres! ¡O a lo mejor cuatro! He de confesar que para reconstruir y averiguar estos hechos que relato en buena medida tuve luego que apoyarme en testimonios y empastes de los testigos y partícipes presentes, pues fueron tales los nervios, tales la trabazón, la cochambre y tal el ejercicio de meninges suscitado, y anduve yo tan en espacios siderales -como oportunamente se verá- que con mis recuerdos solos no podrían componerse ni los títulos de crédito de esta película con ínfulas de superproducción hollywoodiense (abro un paréntesis para volver a advertir al señor cineasta S. S. que deje de llamarme y de insistir: ni cedo ni cederé los derechos de esta sorprendente historia ni participaré jamás en su proyecto si él no se aviene a mis razonables exigencias; y que sepa todo el mundo que eso de que no ve a Scarlet Johannson en el papel de Heriberto y esa renuencia suya a los insignificantes cambios de guión que le pido, suenan a excusa de mal productor y de director muy corto y estrecho de miras. Así que tú mismo, S. S.).

En fin, retomo el camino. Paréceme que algo de expectación os asiste a los que habéis tenido la paciencia de llegar a este punto de lectura. Tal vez creáis que vais a asistir a una apoteosis del símil, al empezóse y al acabóse de esta figura retórica que consiste en poner en relación dos términos por la semejanza o analogía que existe entre sus respectivos conceptos o entre las realidades en ellos representadas. No sé si la decepción será mayúscula. Pero lo que sí hallaréis aquí será la verdad, si no del todo desnuda, al menos en combinación. Allí estaba yo, recién aterrizado del fútbol, puesto de rodillas sobre el mármol. ¿Qué surgiría de la sabana de mi mente y de las cavernas de mi garganta? No quiero entreteneros más, no demoro por más tiempo lo que aguardáis. Y así os anuncio que lo que vio la luz del mundo, lo que espantó a la bandada de pájaros arriba suspendida, lo que maravilló a los ratones sobre los gatos, lo que provocó desgarros en los miriñaques de las nubes, lo que abrió un agujero en el centro de la luna, lo que causó que don Higinio Carrascosa, mi amadísimo entrenador, se pillara los dedos con el mecanismo de la escopeta Winchester modelo Maximum Cirium XZL, lo que obligó a que Lucio Rebolloso se comiera dos micrófonos por puro efecto del sobresalto, lo que heló en su cenit la sonrisa del malvado, altitonto y presumidísimo escritor Heriberto Zunzunegui, fue lo siguiente; esto que, en mi pudor, tiño con tinta de calamar tímido:
- ¡Azules son los ojos de Margot Lulú, hija brutísima del barón Gastón du Bleu!

Ya veo los fruncimientos de ceño, ya oigo las exclamaciones de desencanto. “¿Tanto rollo para llegar a esto? ¿Dónde se vio tamaña tomadura de pelo? ¡Pero si ni siquiera es un símil!”. Pues claro que no lo es, amigos, claro que no es. Si hasta yo, que no tenía ni repajolera idea de símiles, lo supe nada más arrojar al aire el engendro. Aquello no era un símil ni una sinalefa, ni un elefante ni una mariposa, ni un símil sinalefado ni una sinalefa similizada, ni Cristo que lo fundó, crió y bautizó. Aquello no era nada o menos que nada y, en cualquier caso, nada de nada de lo que debía ser.

¿Qué había sucedido, entonces? Aquí se hace necesario viajar un poco al campo de las hipótesis y agarrar el arado de las conjeturas, pero aunque no puedo ofrecer una respuesta indubitable a las dudas que se planteen, tras mucho reflexionar sobre el asunto a alguna conclusión creo haber llegado. Y es que, como se recordará, en el momento decisivo de arremeter contra la masa delirante de proboscidios y lepidópteros, yo había cerrado los ojos. Craso error. ¿Dónde irá un ciego a la carrera que no sea al sitio contrario al que desea y qué blanco al que apunte no terminará errando? Pienso así que yo traspasé los límites y me equivoqué de tierras, que queriendo profundizar en el país de los símiles y de las sinalefas, de los elefantes y de las mariposas, me desvié para acabar en el de los pareados y los libelos, en el de los mustélidos y los ofidios. En definitiva, que torcí la dirección y que lo que me metí en la boca y expulsé a golpe de pulmones fue un híbrido de comadreja y serpiente, un rabioso, vulgar y cascabelero pareado y un mordisco venenoso con dientes serrados de libelo -y de corte quizás revolucionario- lanzado contra esa misteriosa Margot Lulú, a la que se la denigraba no se sabe si por su mucha ignorancia, por su evidente ascendencia aristocrática o por algún otro oculto e inconfesable motivo.

¿Significa esto que se firmó así mi derrota y que de esta extraña forma acabó mi epopéyico combate con el lila y ablandabrevas de Zunzunegui? ¡En absoluto, me apresuro a decir! Más bien empieza aquí la historia. Porque, con genialidad admirable –feo está que me pondere así, pero lo que es justo, justo es- intuí en un segundo lo que de comadréjico llevaba mi lanzamiento y cuál era la consiguiente fórmula de su reparación. Si la equivocación había consistido en atacar el símil con los ojos cerrados, ¿la solución no debía estar en atacarlo con los ojos abiertos? Aún quedaba tiempo para rectificar. El inflexible juez Rogelio Cambriones, pasmado por lo sorprendente de mis palabras, había detenido la fatídica cuenta atrás en la estación del cinco, y eso me concedía un margen adicional para regresar a la tierra de los símiles y atrapar, con espíritu intrépido y renovada técnica ojiplática, alguno que me concediera la gloria y la victoria definitiva sobre el maléfico y repateante Heriberto Zunzunegui.

¡Y eso es lo que hice! Salté supersónico a la explanada de mi cerebro y de nuevo tuve ante mí el paisaje ya conocido. Pero, ¡ay!... Apenas llegado volvió a cundir en mí el desánimo. ¿Qué ser, de entre todos los que allí se veían, escondía el auténtico y genial símil que necesitaba para derrotar al presumido Heriberto? ¿Estaba en alguno de los elefantes con alas de mariposa que jugaban volando al hockey sobre el viento? ¿En alguna de esas mariposas con colmillos y patas como columnas que jugaban, deslizándose, al hockey sobre tierra? ¿En la mariposa colorida y con rabo de elefante que pelaba un plátano? ¿En el elefante antenizado que devoraba dos docenas de petunias? ¡Ah, cómo descubrirlo si yo no tenía los conocimientos ni la experiencia suficientes para reconocer al verdadero símil, como una princesa caprichosa es incapaz de distinguir, entre los miles de presentes y ofrecimientos que se le hacen, la fuente del verdadero amor!

Sin embargo, cuando ya estaba a un tris de arrojar la toalla… sucedió el gran milagro.

Súbitamente cruzó por delante de mí una elefanta extraordinaria. Una elefanta alta, ejemplar, de porte majestuoso, pura, sin visos de insecto, con ojeras grandes y colmillos quizás demasiado pequeños pero puestos con buen gusto. Los pliegues de su rugoso vestido se ajustaban a la perfección a su perfecto esqueleto y el movimiento de sus largas pestañas producía ondulaciones en el aire que eran suaves latidos e invitaciones discretas. Era una elefanta bellísima, la Ava Gardner de las elefantas. “¡Ah –pensé al verla- cuántos elefantes machos se habrán arrastrado hasta el cementerio suspirando por los huesos y la trompa de esta criatura singular e irrepetible, en cuya piel se columpian sueños de amor proboscídicos!”

Detrás de la elefanta marchaban dos elefantitos. Uno tenía los ojos luminosos y alegres y con su minúscula trompa iba dibujando originales curvas de agua. El otro se bamboleaba graciosamente y emitía rítmicos barritos, paquidérmica y encantadoramente infantiles, que su compañero secundaba con los platillos de sus pabellones auditivos. El resultado – si he de ser fiel a la verdad- era un ruidoso y muy poco afinado concierto que, eso sí, tenía la virtud de espantar a los mosquitos.

De pronto, la elefanta volvió la mirada hacia atrás y con voz aterciopelada pero no desprovista de firmeza –a mí me pareció sorprendentemente exacta a la de Ava Gardner en “Mogambo”- dijo:

- ¡Nexo Comparativo! ¡Segunda Realidad Representada! Como no os portéis bien va a venir el Coco Boro Bónico y os va a cazar.

Doblemente patidifuso me quedé. Lo de menos era que ahora resultara que los elefantes hablaban porque, a fin de cuentas, en un lugar como aquél, donde las mariposas se revolcaban en el barro y los elefantes organizaban desfiles y carreras con los marabúes, el que éstos se comunicaran entre sí en un más que correcto castellano constituía una sorpresa muy relativa. Sí podía llamar más la atención la constatación de que la civilización elefantiásica hubiera llegado a un grado de desarrollo tan complejo como para que las madres elefantas amenazaran a sus retoños con la venida del coco, lo mismo que las mamás humanas. Pero lo que le dejaba a uno completamente maravillado era que los elefantes hubieran ido un paso más allá en esta bonita manifestación cultural –tristemente hoy en desuso- y hubieran bautizado con un nombre propio y hasta con un apellido al coco. Porque el coco de los humanos –hasta donde yo sé -siempre ha sido el coco, así sin más, pero el coco de los elefantes, no. El coco de los elefantes se llamaba de una determinada forma y esa forma extrañísima era Boro Bónico: el Coco Boro Bónico (al menos eso es lo que creí entender, pero no digo yo que no pueda estar equivocado en la transcripción de lo que captaron mis oídos)

Mas no tenía tiempo para disquisiciones antropológicas ni zoológicas. El tren de la cuenta atrás, pilotado por el inflexible juez y pétreo maquinista don Rogelio Cambriones, acaba de partir del andén del cinco y ya se dirigía a su ceronumérica estación de destino. Y lo único importante, lo que me golpeaba la mente y el pecho, era el recuerdo candente del comentario de don Abilio Martínez, mi respetadísimo maestro de la enseñanza básica:

- ¡Muchacho, no lo olvides! ¡Un símil es una figura retórica que consiste en poner en relación dos términos por la semejanza o analogía que existe entre sus respectivos conceptos o bien entre las realidades en ellos representadas! ¡Dichos términos se vinculan en el discurso a través de partículas o morfemas nexivos!

¡Amado y providencial don Abilio! ¡Aquellos bebés elefantes se llamaban coincidentemente “Nexo Comparativo” y “Segunda Realidad Representada”! ¡Eso sí que era un golpe de suerte, una casualidad acongojante y una llamada del Destino! No había que ser un fenómeno atlético para deducir que, si sobre el plano del símil ya estaba desplegada la primera realidad representada –esa misteriosa y presuntamente brutísima Margot Lulú, del linaje de los Bleu- en aquellos dos simpáticos y revoltosos paquidermitos podían hallarse los dos elementos que faltaban para completar la construcción del símil a oponer al aborrecible y filoménico artefacto ideado por el infame y pectoralmente giboso lanzador Heriberto Zunzunegui.

Así que no lo dudé.

Eché a correr enloquecido hacia los dos infantes proboscídicos que, acongojados por la amenaza durísima de la Ava Gardner del reino animal, habían por un momento quedado paralizados de terror. Llegué pronto a su altura y en una acción tarzánica coloqué a “Nexo Comparativo” debajo de mi brazo derecho y a “Segunda Realidad Representada” debajo de mi brazo izquierdo y, de esta guisa tan familiar, comencé a descorrer lo corrido con la velocidad de un leopardo en apuros.

Los dos elefantitos lanzaban lastimeros gritos de auxilio:

- ¡Mamá, mamá! ¡Que nos lleva el Coco Boro Bónico!

Lágrimas me brotaban de los ojos ante aquel acto obligado y cruel de separar a unos hijos de su madre. ¿Pero qué remedio me quedaba? Debía superar el lanzamiento de Heriberto y ellos representaban mi último recurso. Así que ensordecí mi corazón y aparté de mí las tentaciones de blandura, aunque no tanto como para no intentar ofrecerles un consuelo:

- ¡Niños, niños! ¡Que no soy el Coco Boro Bónico! ¡Que soy sólo un lanzador de símiles! ¡No tengáis miedo, simpáticas y un poco gordas criaturas!

Con lo cual, ellas se callaron y dejaron de llorar, creo que suspensas por mis palabras.

Un impuso final me condujo desde el tobogán del cerebro a la gruta de mi boca. Allí ya encontré mis labios abiertos y al límite de mis fuerzas, derrengado y sin aliento, liberé y empujé al exterior a mis pobres secuestrados.

“Nexo Comparativo” y “Segunda Realidad Representada” salieron a la pista de lanzamiento como si se tratara de la pista de un circo. “Nexo Comparativo”, de carácter más extrovertido y alegre que su hermano, iba delante. Al ver a tanta gente en las gradas hacía divertidas cabriolas, giros alocados y saludos con la cabeza que a todo el público llenaban de asombro y confusión. “Segunda Realidad Diferenciada”, de natural más tranquilo, marchaba detrás de su hermano, siempre con su peculiar y gracioso bamboleo.

Pero yo no estaba para vigilar sus despliegues circenses, porque…

Porque –ay, amigos- había alguien en mitad de la zona de lanzamiento que antes no estaba.

Imaginad a una muchachita descrita por un poema de versos musicales y modernistas pero infinitamente más linda. No podía decirse que sus ojos, azulísimos, tuvieran el color del mar en los días de tormenta o el de un cielo inflado de misterios y esperanzas, porque todos esos azules y todos los demás azules del mundo, reales o imaginados, conocidos o todavía ignorados, habitaban en sus iris y eran como una corte de damas celestiales que a cada hora adornaran con un nuevo modelo de azul la pupila de azabache de su señora. Vestía ella con un traje de época, de finales del siglo XVIII o principios del XIX, blanco y con ribetes de plata. Su cara era de una palidez cegadora, lo mismo que sus labios brillaban con el fulgor de las cerezas mojadas. Un cuello que envidiaría el más carismático de los cisnes unía su adorable cabecita a unos hombros de alabastro y a un seno que parecía una nevada sobre otra nevada. En jubilosas cascadas sus cabellos dorados se lanzaban en tirabuzones desde el trampolín de su nuca a la piscina de su olímpica espalda y por debajo de la falda asomaban las puntas de unos encantadores y diminutos piececitos calzados con zapatos carmesíes.

Toda la gracia y la belleza del Universo se habían congregado en tan corto espacio y tan breve materia.

Sin embargo, aquella hermosa niña, salida de los cuentos más ideales, que debiera haber sido la personificación de la juventud y la alegría, estaba innegablemente triste. Dos lágrimas serpenteaban en sus mejillas y su mirada aparecía perdida en una bruma de amarga tristeza. Sufría, sufría palmariamente el hada por algún oculto pesar que le oprimía el corazón. Y mi propio corazón, en solidaridad inevitable con el suyo, pues se había grabado su imagen en su centro, sintió llenarse con su misma negra e inmensa pena.

Pero los elefantes, pese a su mucha memoria, no saben ni han sabido nunca de los desaires de los seres humanos. “Nexo Comparativo” y “Segunda Realidad Representada” se aproximaron confiadamente a la muchacha. Y cuando la tuvieron a un metro de distancia se detuvieron. Entonces, al unísono, se alzaron sobre sus patas traseras, unieron sus manos y trazando círculos alrededor de aquel ángel de dolor se pusieron a bailar, mientras cantaban con ritmo rápido la siguiente tonadilla:

Como azul muy azul es el azul más azul,
Como azul muy azul es el azul más azul,
Como azul muy azul es el azul más azul
Como azul muy azul es el azul más azuuuuuuuuuuuul
de los ojos de un
... ¡cataplum!

Cataplum, sí. Cataplum. La tragedia se consumó en el estadio.

Y la sangre se me hiela al rememorar la escena.

Al escribir "cataplum" no estoy diciendo que los elefantitos cantaran "cataplum", no. Lo que ellos cantaron es lo que he destacado en cursiva. O sea:

Como azul muy azul es el azul más azul,
Como azul muy azul es el azul más azul,
Como azul muy azul es el azul más azul
Como azul muy azul es el azul más azuuuuuuul
de los ojos de un

Hasta ahí.

Lo de “cataplum” es una onomatopeya que pongo yo para representar que lo que pasó en ese momento. Y lo que pasó en ese momento es que “Segunda Realidad Representada” se cayó con toda la trompa y, en consecuencia, se pegó un trompazo el pobre animalito de tan descomunales proporciones que todo el público se hubo de incorporar de sus asientos con un unánime gesto de horror.

Entonces lo advertí.

El gracioso bamboleo de “Segunda Realidad Representada” no era tal o por lo menos no definía con exactitud la peculiaridad de su movimiento. Porque lo que le pasaba “Segunda Realidad Representada” era… ¡pues que era cojo! ¡Cojo cojísimo! ¡Cojo de la pata trasera izquierda, en concreto! ¡No se bamboleaba! ¡Cojeaba!

Como anuncios luminosos de Broadway se me revelaron las novedades que traía consigo aquel fatídico descubrimiento.

¡Había cogido un elefante cojo!

¡”Segunda Realidad Representada” estaba cojo!

¡Qué mala pata!

¡Mi segunda realidad representada estaba coja también!

¡Y por tanto el símil entero también quedaba cojo!

¡Y si el símil estaba cojo no era un símil! ¡Era un símil abortado, frustrado!

¿Puede comprenderse mi grado de angustia? (esto ya no es un anuncio luminoso)

Don Rogelio Cambriones se volvió furioso hacia mí. El era un juez que había vivido mucho y que había visto muchas cosas, sí, pero aquel accidentado lanzamiento de símil seguramente ya le empezaba a parecer un cachondeo:

- ¡Cuatro!

Era demasiado tarde. No había tiempo para ir a la caza de otro símil y además estaba completamente agotado. Mi derrota se presentaba inevitable y había que aceptarla.

- ¡Tres!

Y, sin embargo, ¡me había faltado tan poco! ¡Sólo una pata de elefante, maldita sea! “Ah, si todavía pudiera hacer un último esfuerzo” – quise animarme. Una palabra, sólo una palabra. Había que intentarlo, lanzar una última palabra y esperar un golpe de suerte.

- ¡Dos!

Miré desesperado en todas direcciones en busca de una inspiración. Vi a Rogelio Cambriones con la bandera roja preparada. Vi a Rafaelillo de la Linea sacándole punta al lápiz. Vi a don Higinio luchando por montar el Winchester. Vi a don Lucio Rebolloso declarando a los periodistas que su club no se hacía responsable de los símiles de sus atletas ni tampoco de los animales que estos dejaran sueltos. Vi y oi la carcajada triunfante del vituperable y odioso Heriberto Zunzunegui. Vi a “Segunda Realidad Representada” quejándose de su desventurada pata. Vi a “Nexo Comparativo”, contemplando perplejo a su hermano. Vi a la bella muchacha de ojos azules y tristes.

- ¡Uno!

“Di algo, lo que sea. ¡Una palabra a la desesperada, la primera que se te ocurra!” –me grité a mí mismo.

Y entonces vi …

Antes de que el rigurosísimo juez don Rogelio Cambriones elevara la inexorable bandera roja, una palabra, una única palabra en efecto, salió de mi boca. Y esa increíble, alucinante, espectacular y milagrosa palabra habría de dar un giro insospechado a esta descomunal historia y a la vida de muchas, muchísimas personas.

Y ESA PALABRA FUE
¡Ah, no, evidentemente una palabra semejante merece un capítulo propio! ¿No os parece? :D
:cunao:
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evaluna
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por evaluna »

:cunao:

Y luego yo soy la malvadísima, y este hombre no hace nada más que dejarnos en ascuas :mrgreen: Queremos más y más .

Solamente puedo decir: gracias por tu generosidad RAOUL. :60: :60:

¡Ainsss! ¡Pobres Haches! ¿qué sería de los Hombres sin ellas ? Perderían parte de sus Hu... digo... de su Humanidad :cunao:
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RAOUL
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por RAOUL »

:o

Pero cómo se puede tan mala :evil:

Pues como dicen en el Quijote, cuidado cuando los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas saludan con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora... :twisted:
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evaluna
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por evaluna »

Te faltarán símiles, pero mísiles lanzas con tirachinas :lengua: :silbando:

Por cierto, muy buen artículo, muy romántico :mrgreen:
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RAOUL
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por RAOUL »

:shock: :noooo: :icon_no_tenteras:
¡Y encima me boicotea futuros juegos de palabras! :evil: :evil: :evil: :evil:

¿Verdad que es romántico?
Si es que en el fondo yo soy esdrújulamente romántico :mrgreen:
:60:
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evaluna
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por evaluna »

:meditar: pues leyéndolo yo no lo descartaría

:60:

Esperando ansiosa la siguiente entrega...¿qué será del pequeño RAOULILLO? Pero viendo la ojeriza que te tiene Heriberto se intuye un final victorioso :mrgreen:
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Berlín
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por Berlín »

Mi querido Raoul, tu entrevista no me despeja la X. Sigues siendo una incógnita para mi, pero no sufras, que me alegro de que así sea, que para certezas yo ya no ando.

Un gusto leerte.
un abrazo.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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RAOUL
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por RAOUL »

Bueno, Berlín...

Cuando era muchacho y me sacaban a la pizarra a resolver una ecuación, las X temblaban y miraban con horror la tiza que sostenía en la mano. Iba a desnudarlas, a despojarlas de su secreto, guardado celosamente y quizás inconfensable. Yo me apiadaba de ellas y prefería suspender matemáticas a tocarlas. ¿Quién es uno y qué superioridad moral le asiste para arrancar por las bravas lo que se esfuerza tanto en esconder una X? :noooo:

Un abrazo. :D
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lucia
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por lucia »

Siempre podías destripar la Y :grinno:

¿Y no te dio pena de los pobres elefantitos lanzados alegremente? ¿No será que Segunda Realidad Representada quedase cojo al aterrizar ahí en medio?
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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RAOUL
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por RAOUL »

:shock: No, no, no acepto esa acusación. :noooo:

"Segunda Realidad Representada" venía cojo de fábrica. Se bamboleaba ya graciosamente en el país de los símiles, como el Doctor House por su hospital.

Admito el cargo de secuestrador, pero jamás el de mutilador de proboscideos. Y conste que siempre he sido báculo, ascensor y sostén de "Segunda Realidad Representada", como puede comprobarse en este testimonio gráfico:

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Berlín
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por Berlín »

RAOUL escribió:Bueno, Berlín...

Cuando era muchacho y me sacaban a la pizarra a resolver una ecuación, las X temblaban y miraban con horror la tiza que sostenía en la mano. Iba a desnudarlas, a despojarlas de su secreto, guardado celosamente y quizás inconfensable. Yo me apiadaba de ellas y prefería suspender matemáticas a tocarlas. ¿Quién es uno y qué superioridad moral le asiste para arrancar por las bravas lo que se esfuerza tanto en esconder una X? :noooo:

Un abrazo. :D
Totalmente de acuerdo contigo, compañero de concursos, además nada hay más sugerente que una X con sus secretillos. :mrgreen:
Tu entrevista me ha encantado, eres un tío muy culto y encima escribes de fábula. Un abrazo.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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evaluna
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por evaluna »

RAOUL escribió: ....como puede comprobarse en este testimonio gráfico:

Imagen
Para que luego digan que no te has destapado en la entrevista :meparto: :meparto:
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Arden
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por Arden »

Eres malo malísimo, otra noche sin pegar ojo, mi santo me ha quitado el botiquín para que no me dope para dormir, y me ha puesto a contar... elefantes, como esos que se balanceaban en la tela de una araña :mrgreen:

Intrigado estoy, así que espero anhelante el final de tan enhebrada historia, ¿qué h más bonita también eh? No solo las h son estupendas al principio sino también a mitad de palabra, ahí casi son un enigma, y ya no te digo al final, de ser "e" sin más a ser "eh" va un mundo.
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evaluna
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por evaluna »

¿Esta semana no hay entrega? :(
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Arwen_77
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Re: Raoul - La entrevista

Mensaje por Arwen_77 »

Ja,ja... Esta entrevista ha superado todas las expectativas, con una serie por entregas en toda regla desarrollada por el grandísimo Raoul.

¡Yujuuuuuuuu! :ola:
:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

Recuento 2022
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