CO 18 - Una vez más - Rubisco

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CO 18 - Una vez más - Rubisco

Mensaje por lucia »

Un portazo anunció la llegada de Fernando a casa. El golpe hizo temblar los cuadros de la pared y asustó a una paloma que estaba posada en la cornisa de la ventana, que echó a volar; pero no a su mujer. Bárbara asomó la cabeza por la puerta del cuarto de lectura, corroboró la llegada de su marido y volvió a meterse sin saludarlo. Al percatarse de ello, Fernando fue a su encuentro.

—¿Ya no saludas?
—No si traes tus problemas contigo.

Fernando dio un respingo y tragó un nudo. Miró al suelo un largo rato y cuando alzó la vista musitó una disculpa que Bárbara aceptó alzando las cejas en señal de advertencia. A continuación él se fue al dormitorio, se acostó boca abajo en la cama y comenzó a sollozar.

Las siguientes semanas fueron plácidas, hasta que Fernando tuvo que poner de nuevo rumbo a su tierra natal, al norte del país. Preparó a Bárbara su plato favorito y, tras el almuerzo, tomó el equipaje y montó en su coche. Se puso en marcha y avanzó los primeros metros mirando por el retrovisor, donde veía a su mujer despedirse efusivamente, a lo que él respondió agitando la mano por fuera de la ventanilla. Al girar la esquina la perdió de vista y se centró en los cuatrocientos kilómetros que le quedaban por delante.

Desde hacía tres años, al entrar en aquella casa llena de recuerdos todo su cuerpo atravesaba el quicio de la puerta, excepto su sonrisa. No había canción, disco, concierto ni gira cuyo recuerdo le permitiera esbozar el más mínimo gesto de alegría. Por el contrario, poner un pie en aquel suelo de mármol descolorido convertía su sangre en mercurio y transformaba cada respiración en un reproche a sí mismo.

Siempre la encontraba meciéndose con las manos sobre el regazo y la mirada fija en la ventana, a través de la cual se divisaba un parque. Si veía niños jugando reía levemente y hacía comentarios salteados; si no, el silencio envolvía aquella estancia hasta ocupar todos los rincones.

Aquella tez, antaño lisa y suave, era ahora un laberinto de surcos y arrugas imposibles de descifrar, y el pelo se había blanqueado tanto que parecía que nunca hubiera sido negro. Únicamente el iris pardo de sus ojos seguía inmutable.

Fernando le ofreció un bol con caldo. Ella se lo arrebató de las manos sin mirarlo y sin más agradecimiento que empuñar la cuchara y degustarlo, mientras él, sentado en la silla contigua de mimbre sobre un grueso cojín de plumón, observaba con resignación. Tras el último sorbo ella tendió el brazo, señal de que quería otra ración, y cuando apuró el bol de nuevo lo posó en la mesa auxiliar de madera de pino. Fernando, que ya conocía aquellos gestos, lo llevó a la cocina para fregarlo sin pronunciar palabra.

Después de una semana volvió a casa. Un nuevo portazo anunció a Bárbara la llegada de su marido, y de nuevo él acabó llorando en la cama. A los pocos minutos ella se acercó y lo acurrucó en su regazo.

—¿Sigue sin reconocerte? —le preguntó mientras le mecía el pelo gris blanquecino.

Fernando asintió con la cabeza. Después de un par de sollozos pudo articular varias palabras seguidas:

—No consigo ni que me hable.
—Pero si antes lo hacía.
—Ya no. Habla, pero no conmigo. Dice frases sueltas, parece que conversa con alguien, pero de manera desordenada. Lo único que dice con un mínimo de sentido es «si al menos mi hijo viniera a verme…».

En ese momento a Fernando se le quebró la voz. Bárbara viró la cara para que su marido no pudiera ver como una lágrima corría por su mejilla, pero cuando él le tendió un pañuelo soltó una breve risa y lo tomó para secarse.

—Al menos consigo que me mire de cuando en cuando —prosiguió Fernando, ahora más relajado—. No habla, no hace nada más, sólo me mira. Y a los pocos segundos vuelve a mirar a la ventana.
—¿Y qué ves en sus ojos?
—Sus ojos están llenos de incomprensión. Y de miedo —contestó con la voz temblorosa.

Unos días más tarde, Fernando se escapó nuevamente al norte para una visita fugaz y luego inició una gira de conciertos que duraría casi cuatro meses. Todo lo que fuera estar lejos de aquella casa antigua era un bálsamo reparador, pero su mejor terapia era el trabajo. Si no tenía recitales se encerraba a componer, ensayaba en el estudio o se dedicaba a promocionar artistas con proyección. Bárbara era su soporte fundamental, pero lo único que podía limpiar la podredumbre de sus entrañas era la música. Su mujer lo sabía, y por eso no le reprochaba que se ausentara tanto tiempo, durante el cual ella buscaba algunos días sueltos para suplirle en las visitas.

Quince semanas después, Bárbara esperaba con impaciencia en la zona de llegadas cuando vio salir a Fernando y sus músicos de la zona de equipajes. Iban cargados con las maletas llenas de pegatinas de varios aeropuertos españoles y latinoamericanos. Su marido lucía radiante y, como si fueran imanes de polos opuestos, ambos corrieron a encontrarse y unirse en un beso que parecía el último.

—¡Te veo genial! ¿Has recargado las pilas?
—Completamente —contestó él con júbilo e ilusión. Con toda la ilusión que puede tener un hombre al borde de los setenta años.

Sin embargo, aquella ilusión pareció irse por un sumidero cuando regresó a su casa natal. Si antes de la gira sentía un desapego nada disimulado, ahora notaba el repudio más enérgico. Estuvo allí dos semanas, durante las cuales cada ofrecimiento suyo se vio correspondido con una mueca displicente; cada chiste, con un bufido; cada caricia, con un manotazo.

—¿Qué sentido tiene, Bárbara? —preguntó, de manera retórica, a su regreso.
—Tampoco puedes hacer nada más —contestó ella encogiéndose de hombros.

Fernando fue a reprocharle lo conformista de su respuesta, pero cayó en la cuenta de que ella tenía razón. «No puedes hacer nada más», pensó, tratando de concienciarse de la realidad que debía afrontar. Bárbara lo miraba con los brazos cruzados mientras él, apoyado contra la pared, mantenía la vista fijada en el suelo. Su rostro volvía a estar apagado y sus ojeras lucían más pronunciadas que nunca.

—Habías regresado con tanta ilusión… ¡Con lo feliz que me hizo verte tan descansado y radiante! —protestó su mujer que, en un arrebato, dio un manotazo a una estantería.

En ese momento Fernando alzó la vista y Bárbara creyó haber visto un perro apaleado.

—Cuando estoy con ella no sé si me reconoce y se hace la indignada, si me confunde con otra persona o si soy un completo desconocido. —Hizo una breve pausa—. Ojalá pudiera saber qué ve cuando me mira.

No había terminado de pronunciar aquella frase cuando, de pronto, abrió los ojos de par en par y se irguió como si se hubiera puesto alerta. Sacó un pequeño bloc de su bolsillo, garabateó «¿Qué ve cuando me mira?» y un puñado de palabras sueltas. Bárbara pudo ver cómo hacía dos tachones y seguía escribiendo con la rapidez con la que un médico rellena una receta. A continuación, y como si fuera un resorte, Fernando echó a andar al sótano.

—Me voy al estudio. Si me llaman no estoy.

La hoja de la libreta se había convertido en un compendio desordenado de palabras y frases, y acababa de llevársela consigo al despacho donde componía. Sentía la sangre bullir en su cabeza, síntoma de que tenía un torrente de ideas a punto de expulsar sobre un papel. Sin embargo, y pese a la fluidez con la que empezaron a salir los primeros versos, al llegar al cuarto soltó el lápiz y rompió a llorar.

Ya el sol se va escondiendo a través de la ventana
y en tus adentros todavía sigue siendo madrugada.
¿En qué piensas? ¿Con qué sueñas? ¿Qué esconde tu mirada?
Era agua cristalina y no ese espejo que me rechaza…


Encerrado en aquel cuartucho, con sólo una lamparita encendida y una guitarra como acompañamiento, hubiera temido que Bárbara lo escuchara y bajara a dar con él, interrumpiendo así su incipiente manantial de emociones, pero la insonorización era lo suficientemente buena como para aislar sus llantos del resto de la casa.

Cuando se hubo tranquilizado trató de seguir componiendo. Lo hacía a trompicones, borrando más de lo que escribía. La escritura se le resistía, como tantas otras veces, y no esperaba otra cosa que salir de allí con un puñado de versos mal emparejados, una melodía a medio esbozar y algunas anotaciones en papeles sueltos que acabarían guardados en una carpeta a la espera de un nuevo brote de inspiración que encontraría buceando entre poemarios y muchas otras anotaciones. Pero de pronto, y para su sorpresa, sintió como si unos hilos invisibles manejaran su mano y comenzó a escribir de forma involuntaria, casi sin ser consciente de las palabras que iban surgiendo, hasta que, tras algunos tachones y correcciones, creyó tener lo que parecía una canción terminada:

Me tomabas de la mano, me abrazabas sin condiciones;
hoy rechazas mis caricias apartándome a empujones.
Me querías a tu lado noche y día, día y noche
y ahora siento que te estorbo, que hay otros muebles mejores.

Una vez, una vez más.
Y las veces que hagan falta siempre te vendré a cuidar.
Una vez, una vez más.
Mírame a los ojos y, aunque no sea verdad,
finge que me reconoces una vez más.
Al menos una vez más.

No me miras, te refugias contemplando la ventana.
No te veo. Se me nubla con mi llanto la mirada.
Los recuerdos que construimos desde mi más tierna infancia
se convierten en jirones de una vida desdibujada.

A la vera de tu cama, y aunque intento no llorar
tu olvido se me clava como agujas de cristal.
Con la almohada en mis manos no me paro de preguntar
si no existe otro camino, si no puedo hacer algo más.


«Si no existe otro camino, si no puedo hacer algo más», tarareó de nuevo, buscando el tono que mejor cerrara aquel verso. Ensayó con varios acordes distintos y cuando creyó haber dado con la melodía adecuada abandonó el estudio y subió a la cocina a preparar la cena.

Aquella noche la inquietud no le dejó dormir. Lo habitual tras componer era dar un par de vueltas en la cama, presa de la ilusión, y después caer rendido, pero esta vez era distinto. «Si no existe otro camino, si no puedo hacer algo más» seguía sonando en su cabeza. No terminaba de estar contento con la melodía, y acabó levantándose de la cama.

—Son las tres de la mañana —anunció Bárbara con voz soñolienta mientras miraba el despertador—, ¿A dónde vas?
—Al estudio.
—¿Otra vez? —protestó.

Fernando salió del dormitorio sin contestar. Bajó las escaleras, se encerró en el estudio y estuvo dándole vueltas a aquel verso. Probó una escala ascendente, una descendente, un acorde de séptima, uno con quinta aumentada… pero no conseguía darle el enfoque que quería.

Al rato apareció Bárbara con una taza de té.

—Ya ha amanecido.

Pese a que el reloj solía volar mientras componía, Fernando no pudo evitar sorprenderse al ver que el tiempo había pasado tan rápido. Tomó el té, lo bebió de tres sorbos y salió del estudio. Bárbara, que ya conocía sus arrebatos, lo siguió y, al verle tomar la maleta, le preguntó por su destino.

—Voy a ver a mi madre.
—¿Así, de pronto?
—Necesito verla, de verdad.
—Bueno, tú verás —susurró con resignación.

Bárbara acompañó a su marido, que parecía en trace, al coche, mientras barruntaba si sería buena idea confesarle que había estado horas con la oreja pegada a la puerta del estudio. Aquella última estrofa la inquietaba, pero para cuando quiso darse cuenta el coche ya había doblado la esquina a gran velocidad. Entró entonces en la casa y tomó el móvil, pero recordó su miedo patológico a la combinación de teléfono y conducción y soltó el terminal sobre el sofá.

«Que sea lo que Dios quiera», pensó, resignada, mientras se dirigía al baño para darse una ducha de agua hirviendo.

Fernando puso rumbo al norte una vez más. Hizo los cuatrocientos kilómetros con una bola de congoja en el cuello y sorbiendo lágrimas a la par que tarareaba continuamente «si no existe otro camino, si no puedo hacer algo más».

Cuando llegó, entró con sigilo y permaneció unos minutos viendo a su madre mirar por la ventana. La estampa le hizo redoblar su lagrimeo y todos los recuerdos afloraron de golpe haciéndole exhalar un largo suspiro. De pronto ella lo miró por un momento y volvió la vista de nuevo a la ventana. Fernando, convencido de haberla visto esbozar una tímida sonrisa, se acercó con delicadeza y la acarició con suavidad, a lo que ella contestó con un manotazo sin apartar su mirada asustada del parque sin niños.

—Si al menos mi hijo viniera a verme…

El rechazo de su madre y la propia incertidumbre acerca de a quién veía ella en lugar de a su hijo se mezclaron hasta hacer que su estómago se retorciera como si lo hubieran pateado. «¿Qué sentido tiene?», pensó, encorvado sobre su vientre, recordando la conversación con Bárbara. «¿Qué sentido tiene vivir así?», remató su subconsciente.

Con las mejillas empapadas, tomó el grueso cojín de plumón y lo sostuvo con fuerza. Apretó los dientes y sus manos comenzaron a temblar de miedo ante el torrente de pensamientos que inundó su cabeza. De pronto, como si a ese cóctel le faltara una banda sonora, en su cabeza comenzó a sonar «si no existe otro camino, si no puedo hacer algo más». Fernando soltó un último sollozo, alzó el cojín hasta la altura de la cabeza de su madre y, en ese momento, ella lo miró con las cejas arqueadas y una gran sonrisa.

—¡Hijo! ¡Por fin has venido!

Fernando se quedó inmóvil. Su cara, regada por dos grandes surcos de agua, palideció de inmediato. El cojín se precipitó lentamente hacia el suelo, Fernando cayó de rodillas sobre él, balbuceó algo incomprensible y rompió a llorar desconsoladamente.

—Sí, yo también te he echado de menos —dijo ella entre sollozos mientras le acariciaba la cabeza.

Cuando Fernando regresó de nuevo a su casa se encontró a Bárbara en el recibidor. Soltó la maleta, que se abrió al golpear el suelo, y se derrumbó en los brazos de su mujer.

—Ha vuelto a ocurrir, ¿verdad? —preguntó ella, meciéndole los cabellos.
—Sí —contestó él sin dejar de llorar.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Mister_Sogad
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Mister_Sogad »

Autor/a, sé que sonará raro teniendo en cuenta la carga emocional de tu relato pero: qué bonita historia (lease con entonación suave y dulce).

No es fácil plasmar los sentimientos propios y ajenos en un relato así; no es fácil jugar con tres personajes imaginando sus reacciones, gestos y pensamientos, sobretodo si uno mismo no se ha puesto en el lugar de los tres o lo que representan (y aquí al menos hay uno de ellos que dificilmete puedes saber sus pensamientos).

Mi abuela tiene cerca de noventa y cinco años. Mi madre y mis tías se turnan para ir a su casa a cuidarla (una de mis tias vive con ella, pero trabaja); a mi madre es a la que menos reconoce, le dice que no es su hija, sino la de una vecina y le agradece mucho que vaya a cuidarla. Y mi madre es la más emocional y a la que más le duele todo el tema.

Me gusta pues tu historia y el cómo lo has contado pero, sobretodo, tu buen trabajo con las emociones.

Te deseo suerte, autor/a. :60:
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rubisco
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por rubisco »

Fernando, un hombre que cuida de su madre, enferma de Alzheimer, quien a causa de esta enfermedad no lo reconoce, vive martirizado por qué pasa por a cabeza de su progenitora. Él, cantante, no gestiona bien sus sentimientos y lo paga frecuentemente con su mujer. Luego de varias reflexiones compone una canción que le lleva a sentir la necesidad de asfixiar a su madre para ahorrarle el sufrimiento que le presupone, pero en ese momento ella lo reconoce y él se derrumba. Al final se descubre que no es la primera vez que ocurre.

El Alzheimer como temática de un relato es complejo de tratar por lo repetido del asunto y porque no es fácil encontrar nuevas formas de tratarlo, y más si, como dice Mister_Sogad, no podemos ponernos en la piel de quien sufre Alzheimer. Sin embargo, creo que has encontrado un buen enfoque al verlo desde el punto de vista de la incertidumbre de los familiares respecto a lo que siente el paciente enfermo y el desasosiego que ello genera.

El inicio es lento y bronco. Y de los más cortos del concurso, a mi parecer. En él mezclas avances de tiempo con flash-backs, quizá en demasía, y eso puede llegar a confundir a un lector que no esté atento, pero por lo demás creo que está bien llevado. La historia se desarrolla entre la casa del protagonista y la de la madre, con algún paréntesis, como el de la gira. Me parece una técnica muy astuta porque el descanso del personaje me ha permitido, como lector, descansar con él, sacudiéndonos así la preocupación por el estado de la madre.

La composición de la canción conduce al desenlace. Creo que has sabido jugar bien con los elementos que has ido tomando: la canción en sí (muy bien traída; ¿ya estaba escrita antes del relato?), el verso que se repite en la cabeza de Fernando, la escena de la asfixia (aunque dramática la has sabido tratar sin morbo) y el descubrimiento final, donde se da a entender que ya ha ocurrido otras veces.

Fernando es un personaje muy inseguro. Lo demuestra con sus sentimientos, con sus gestos y con sus palabras, y además es muy terco e impulsivo; incluso me atrevería a decir que, vistas sus reacciones tan extremas, tiene depresión clínica. Bárbara tiene un carácter más fuerte y, aunque intenta ayudar, no parece conseguirlo, aunque no me queda claro si por ese carácter o porque Fernando es demasiado pesimista. Por último, la madre de Fernando es un elemento circunstancial pero aún así me parece que está muy bien caracterizado y se comporta conforme a lo que se espera de alguien con su enfermedad.

En resumen,no me ha sorprendido el tema, pero sí la forma de abordarlo y el final. Creo que has sabido encontrar el equilibrio entre drama, suspense y una esperanza que se va desvaneciendo poco a poco y que, al final, se torna sorpresa. Como ya he leído antes el de El hombre que perdió aquello de momento te quedas con el segundo puesto.
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Gavalia
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Gavalia »

El relato es más que correcto en cuanto a redacción , si hay errores yo no los he visto. El alzahimer como telón de fondo hace que el trabajo sea emotivo pero al ser un tema algo manido creo que no sorprende. Me gusta su estructura, creo que le proporciona un ritmo adecuado a la hora de leerlo. La canción está muy conseguida y te ayuda a entrever el desenlace. Los personajes está bien definidos y las escenas son bastante visuales si conoces la enfermedad. El final me ha confundido un poco porque entendí que siempre era rechazo pero en esa última ocasión la madre lo reconoce, incluso lo acaricia. No entiendo que Fernando le conteste a su mujer que todo ha sido igual. ¿No quiere confesarle su intención de matarla y de ahí su mentira? Supongo que eso es lo obvio. Na, que me enrollo...
Excelente trabajo. Saludos
En paz descanses, amigo.
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prófugo
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por prófugo »

Me ha gustado mucho.

El Alzheimer es una enfermedad desesperante, triste...que hace sentir a todos impotentes.

Para un hijo, como Fernando, debe ser muy fuerte que su propia madre no lo reconozca...que al verlo no sepa quién es él y ella añore volver a ver a su hijo pero siga sin saber que lo tiene en frente.

No entendí bien el final...quizás es que ella recordaba a Fernando como una persona violenta...de mal carácter...o que anteriormente quiso matarla de la misma manera..con un cojín o almohada (cuando aún tenía cierta conciencia) y eso sí le haya quedado grabado.

Repito, me ha gustado tu trabajo.

Suerte :60:
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Berlín
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Berlín »

No sé si he entendido bien el final: ¿el tema de la asfixia ya lo había intentado más veces, verdad? Y la esposa parece que lo sabía, supongo que por eso es la pregunta final. Y cada vez que el sujeto levanta la almohada la anciana lo reconoce. UF. Púes no sé quien está peor. Cosas que me gustan: he buscado la canción y no he visto nada por las redes lo cual me dice que es posible que esa letra sea tuya y eso me encanta. Mucho. Que el sujeto sea músico y se encierre a escribir y esas cosas le da un cierto puntillo. Cosas que no me gustan tanto: el tema, por lo usado, habitual, trillado (evito poner manido, palabra que odia Topi), que el tipo llore tanto, que llore a raudales, todo el tiempo, no sé, creo que me hace alejarme incluso. Me gusta encontrarme con el dolor de otro modo, no sé si me explico.

En fin, no está mal. Me gustará que me expliques, cuando acabe el concurso, si la canción es tuya. Me parece preciosa.
También he pensado que se trate de alguna banda famosilla, pero si no he encontrado nada sobre la canción supongo que no.

Por ahí he visto un trace en lugar de trance.
Suerte.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Tolomew Dewhust
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Tolomew Dewhust »

A ver, ya haré un comentario más curradito cuando me encuentre en óptimas condiciones (estoy saliente de noche), pero... que se la quiere cargar porque tiene alzheimer, ¿no? :dragon:...

No sé yo, eh...
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Tolomew Dewhust
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Tolomew Dewhust »

El caso es que me parece que está todo bien, o muy bien, que tiene un buen curro detrás y que la historia se sostiene... salvo por ese rollo de pensar en asfixiarla por estar enferma... No lo termino de ver.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Berlín
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Berlín »

Tolomew Dewhust escribió:El caso es que me parece que está todo bien, o muy bien, que tiene un buen curro detrás y que la historia se sostiene... salvo por ese rollo de pensar en asfixiarla por estar enferma... No lo termino de ver.

Yo es que no tengo muy claro qué es lo que ha vuelto a ocurrir. No sé si se refiere al intento de asfixia o a que la madre lo reconozca.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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rubisco
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por rubisco »

Berlín escribió:
Tolomew Dewhust escribió:El caso es que me parece que está todo bien, o muy bien, que tiene un buen curro detrás y que la historia se sostiene... salvo por ese rollo de pensar en asfixiarla por estar enferma... No lo termino de ver.

Yo es que no tengo muy claro qué es lo que ha vuelto a ocurrir. No sé si se refiere al intento de asfixia o a que la madre lo reconozca.
A riesgo de equivocarme, creo que las dos cosas. Lo que he entendido es que él asume que ella sufre y se ciega en ahorrarle el sufrimiento, pero cada vez que va a asfixiarla ella lo reconoce y él cae en la cuenta de lo que ha estado a punto de hacer.

A lo mejor es una interpretación un poco libre, pero es la forma en la que toma sentido en mi cabeza.
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rubisco
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por rubisco »

Berlín escribió:Cosas que me gustan: he buscado la canción y no he visto nada por las redes lo cual me dice que es posible que esa letra sea tuya y eso me encanta. Mucho. Que el sujeto sea músico y se encierre a escribir y esas cosas le da un cierto puntillo.
La parte de la composición también me ha gustado. En el fondo tampoco parece muy distinto de cuando los juntaletras nos ponemos a escribir relatos :lol: .

Sobre la canción, yo asumí que era original del relato, pero visto tu mensaje me lancé a buscar y no la he encontrado, lo que refuerza mi idea.

Lo he vuelto a releer y me da que algún puesto subirá en mi lista de votos. Well done, autor!.
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Megan
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Megan »

Y este otro también para mañana quiero leerlo cuando la neurona funcione de nuevo :roll:
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🌷🌷🌷Give Peace a Chance, John Lennon🌷🌷🌷

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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Megan »

Autor/a, me gustó mucho tu relato.
Está muy bien escrito, a pesar de que
el tema es terrible. Viví algo parecido
y sé la tristeza que significa que alguien
a quien amás se pierda en sí mismo...
Adoro la música, al ver una canción compuesta
exclusivamente para un relato me parece admirable.
Mi googleo me llevó a Víctor Manuelle, cantante que sufrió
y cantó a su padre, víctima del Alzheimer.
En fin, tu relato tiene todo, muy bien narrado,
un tema fuerte pero muy real, sobre una anécdota
verificable y un buen título.
Vas a estar muy alto en mis puntuaciones.

Suerte y gracias por compartirlo :D
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Topito
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por Topito »

Me siento fatal: odio a tu protagonista. En serio. Lo siento pero me sale llamarle gilipollas.

Sí empatizo con la mujer: soy ella y me lío con su mejor amigo mientras el está de gira. En serio, la deja abandonada todo el rato. Se va a ver a su madre (lo entiendo), pero, en vez de dejar que le ayude, se va de gira. Ella es una jabata, en serio. Chapo por la mujer. El mejor personaje del relato.

Tío, protagonista, es duro, lo sé. Yo lo he vivido 18 años seguidos con mi abuela: te conoce, te va perdiendo, al final no sabe quién eres. Mi hermano, su sobrino, se convierte en su hermano. Tú nombre, primero lo dice, después tienes que intentar que recuerde —es bueno para ellos, hacer que piensen, aunque se pongan nerviosos, aunque veas que sufren porque no saben qué contestar—,para después, de una visita a otra, de una semana a otra, lo olvide y nunca más te llamen por tu nombre. Te repito, es duro, muy duro, pero eso no quiere decir que te comportes como un total gilipollas con el resto. Tu mujer, por ejemplo, ¿para qué está a tu lado? No sé.

Lo siento, autor. Es lo que me sale decir a tu personaje. Es lo que me salió decirle durante todo el relato. Gilipollas, gilipollas y gilipollas. Además, ¿intenta matarla? En fin...

Puede que me lo llevara a mi terreno personal. A cómo lo vivimos en mi familia. A cómo lo están viviendo mi cuñado ahora con su madre. A cómo lo vivió mi pareja con su abuela paterna. Sí, esta enfermedad está muy extendida y yo espero morirme en poco tiempo si al final la tuviera. Porque vivir con ella es como no vivir, o eso pensamos los que hemos estado cerca de ella. Pero tío, no sé, que no te reconoce... ¡Supéralo gilipollas! Más está sufriendo ella que vive sin vivir, que no puede leer un libro, que tiene que ver cómo le cambias los pañales, que le tienes que limpiar el culo, mientras llora, eso cuando aún se enteran que lo hacemos la familia, y luego, con el tiempo, que no puede pasear con sus seres queridos porque no los reconoce, porque ella acabará muriéndose por culpa de esa enfermedad.

En fin, lo que quiero decir es que no me parece mal relato. Tendré que leerlo desde fuera y analizar el estilo, la redacción, etc, para las votaciones, pero la construcción del personaje me ha sacado de equicio.

¡¡¡Arriba esa mujer que tiene que aguantar carros y carretas, esa sí que es una HEROÍNA DE PROTAGONISTA!!!
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rubisco
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Re: CO 18 - Una vez más

Mensaje por rubisco »

¡Joder, Topito, te habrás quedado a gusto! :meparto: :meparto: :meparto:

Autor o autora, no te lo tomes como algo personal. Tolo está criticando a Fernando, que es demasiado blandengue y deja todo el esfuerzo emocional a su pobre Bárbara mientras él se va a cantar por ahí. No tiene nada contra ti. O eso creo.

He releído nuevamente el texto y sigo pensando que está muy bien hilvanado, y sobre todo que sus personajes sostienen bien toda la historia. No nos has tenido que meter información a través de un narrador, más que para contar qué hacen los personajes, y eso hace que la historia adquiera vida.

Vuelvo, además, a reiterarme en la interpretación que hago del final: no es la primera vez que Fernando está a punto de asfixiar a su madre, que ella lo reconoce (¿o finge reconocerlo?, acabo de sacar esta otra interpretación) y él se derrumba; y encima Bárbara sabía que había vuelto a ocurrir.

Y ahora te dejo una pregunta: ¿de verdad a alguien le ha ocurrido eso? Me tienes en ascuas y exijo una explicación :vb_manifa: .

Arribita de mis puntuaciones, por cierto :alegria: .
Última edición por rubisco el 31 Oct 2018 21:22, editado 1 vez en total.
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