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Bogart versus kongchita - JUAN CARLOS PEREZ LOPEZ (II relat)

Publicado: 01 Abr 2007 15:59
por julia
Ven, Humphrey. Coge tu sombrero y póntelo, que estamos de recuerdo. Custódiame a lo largo de las pesquisas que te propongo y que nos han de conducir hasta mágicos momentos imperecederos.
Como una hoja seca, removida su inestable densidad por un céfiro suave, que liquida sus caricias entre la niebla de un espeso bosque, así levantan el vuelo las sólidas evocaciones de mis años pasados en la comba del soniquete del NO-DO, lejana melodía de una nostalgia marcada por unos tiempos bruscos, pero que la memoria destiló como almíbar para el alma.
Siempre, después de aquella sintonía que taladra a mi añoranza, tu rostro acude a mi cabeza de una manera nítida e imperante. Quizá, sólo por eso, te invito a recorrer el soleado y frondoso repaso melancólico de las lejanas tardes de domingo de mi pueblo; para un niño escurridizo y escuálido, de pantalones estrechos pegados a la poca chicha, festivos al cuadrado: no hay cole, hay cine. Jolgorio elevado a la enésima potencia.
Escucha, Bogart, el aperitivo que llegaba el jueves: la chiquillería, agitada y vivaz, rompiendo la calma con su tropel, y arrullada por el matiz azafranado que dejaban caer las pobres farolas de las callejas; furia para ver la cartelera del Plaza, ímpetu por saber qué aventura nos esperaba en la sesión de tarde dominical del cinematógrafo. Observábamos absortos, a medio caer la baba, la secuencia de fotografías en blanco y negro; adelanto callejero de la fiesta interior, que nos aguardaba el domingo en el cine.
Siente, Humphrey, los tres días de espera perenne, tres para volcar nuestro delirio sobre el níveo telón que regalaba vida a los fotogramas a través de aquel haz radiante, luminoso, cargado de livianos átomos de polvo y vahos diversos, rasgando la solemne oscuridad de la sala a medida que se ensanchaba para cruzar todo el espacio henchido de fantasía. En casa esclavizaba el blanco y negro de la tele, pero en el cine… el color, el sonido, los aromas incrustados que escurrían por las paredes acolchadas del recinto con sus dos zonas de asientos, principal y gallinero, para una misma emoción: la película.
Toca, Bogart, la opresión de mi garganta por culpa de la cola de la taquilla, zozobra que sedaba el taquillero cuando me daba las entradas previo pago de aquellas difuntas pesetas. ¡No estaban agotadas! Morían los nervios, volaba la imaginación.
Corre, Humphrey, trotemos por el pasillo, pero que no nos agarre el portero por el cuello del gabán. Pagamos la más barata, pero tratamos de colarnos en principal, intentando hacernos los listillos para esquivar las chinches del gallinero. En el cine también había distinción: abajo numeradas, arriba al montón. Abajo las caras, arriba las baratas; donde yo solía situarme, justo al lado de la ventana entornada, sumidero por donde se filtraba un susurro de aire puro, y se cribaban los zarpazos de humos y esencias varias de humanidad.
Toma Bogart: es invierno, y con un cartucho de castañas asadas en la mano, cortejemos el asombro. Ayudaba para hacernos entrar en calor la calidez destilada a través del papel, y envenenaba nuestros nervios, agitados por las cabalgadas de La Brigada Ligera, los mordiscos de Drácula, los sustos de La Momia o las maldades de Fu- Manchú; pero también disipaba la congoja que nos fundaba la muerte, enclaustrada en ataúd de cristal, de Blancanieves. Pena gigante la de los siete enanos. Como pena profunda la muerte de la madre de Bambi. Tanto fuego para tanta lágrima y sorbo de mocos.
De golpe… ¡ambigú! Nos parten el ánimo con aquella retahíla de anuncios silenciosos, fotografías coloreadas de gominas, tabacos… gaseosas. Mientras, nosotros devoramos las castañas asadas, ya más frías que inservible un ripio; las pipas, las chufas o los caramelos pegajosos… Cuando no, masticábamos chicles Bazoka que luego pegábamos en el pelo o en el pantalón del convecino, eligiendo al más torpe de entre todos los bobos o al más débil de entre los más esmirriados para evitar cobrar algún mamporro, de esos que libres quedan cruzando el aire en busca de dueño. Peleas de intermedio.
Al fin llegaba el final del film, y todos desfilando, atropellándonos, simulando las persecuciones de los indios y vaqueros, azotando nuestro culo cual caballo raudo para que fuese más veloz que el trasero del rocín del malo, tarea bien fácil por cierto.
¡Lo tontos que eran los malos y lo listos que eran los buenos! Justo al revés que en la cruda realidad, que nos esperaba en la calle con toda su crudeza al salir de entre aquellas cuatro paredes acolchadas color crema sucia. Siempre corriendo; quizá inquiríamos, con aquellas carreras díscolas, llegar más pronto hasta el próximo domingo, para devorar, de tal guisa, el principio de una nueva peli, el estreno de una reluciente e inquietante aventura y después… Después una vuelta a empezar, ¡qué ojalá nunca hubiese tenido The End! El principio de una gran amistad, con la expectación por ver tu rostro de nuevo, Humphrey Bogart. No obstante, ahora te dejo, pues en las noches de mis veranos de adulto, cuando trato de dormir, pero también de calmar calor con los balcones abiertos, no estas tú; instauro en mi imaginación de niño grande que de un instante a otro surgirán por el filo de la barandilla los enormes ojos de King Kong, brillantes como luceros, negros como pozos llenos de incógnitas, y lo harán ante la atenta mirada de Chita, mono actor que cambió de sexo por exigencias del guión. Grandes simios del cine subidos a las ramas de mi cerebro. Entonces dormito, dando tumbos en la espera inútil por verlos llegar, náufrago de un sueño sin fondo, donde yo me represento como bañista en un lago claro, a brazo partido con Jane, la novia de un Tarzán que, a mil revoluciones, gira en el agua con un cocodrilo torpe que no atina a morder.

Publicado: 01 Abr 2007 21:25
por nosin
Mi papá evocaba con este mismo deleite aquellos tiempos de ir al cine, cuando aquello era todo un acontecimiento y los actores tan divinos, tan magníficos, tan elocuentes y acertados... con sus sombreros, sus gabardinas... y las señoritas tan divinas... Él siempre mantuvo esa fascinación por los actores clásicos. Veían, aquellos niños, algo inalcanzable. Quimeras. El cine entonces era una fiesta, sí.

Publicado: 15 Abr 2007 21:01
por takeo
Vamos a darle otra vuelta a esto

Publicado: 22 Abr 2007 22:09
por Protos
Pero qué apasionadísima descripción del séptimo arte. Brillante prosa que retrata de manera deliciosa el cine de antaño.

Genial.

Publicado: 24 Abr 2007 16:27
por Fenix
Pero ¿quién es su autor?

Publicado: 24 Abr 2007 16:34
por lucia
El autor es JUAN CARLOS PEREZ LOPEZ.

Publicado: 24 Abr 2007 17:01
por Protos
Sí, bueno, pero digo yo que en su partida de nacimiento también vendrá incluido su nick. ¿Alguien puede cotillearla? Que si no, yo no me entero.

Publicado: 24 Abr 2007 18:39
por Fenix
Aunque no tengas nick, felicidades :lol:

Publicado: 24 Abr 2007 19:30
por julia
No es habitual de foro, se le ha invitido a unirse a nosotros

Publicado: 24 Abr 2007 19:56
por Protos
Pues ha sido llegar y triunfar.

Enhorabuena, Juan Carlos.

Publicado: 24 Abr 2007 20:44
por Milo Roma
Felicidades, es un gran relato. Sofisticado para mi gusto, pero efectivo.
Felicidades de nuevo.

Publicado: 24 Abr 2007 22:12
por eskarina
¡¡Enhorabuena, Juan Carlos!! :D

Publicado: 25 Abr 2007 09:44
por JANGEL
Enhorabuena. Esperamos que compartas más momentos con nosotros.

Publicado: 25 Abr 2007 21:23
por El Ekilibrio
Felicidades!!!!. Buen trabajo

Publicado: 26 Abr 2007 16:23
por Escorpion
Felicidades...y bienvenido!
:wink: