CP III: "Malasangre"- ooooo

Relatos que optan al premio popular del concurso.

Moderadores: kassiopea, noramu

Avatar de Usuario
Arwen_77
Vivo aquí
Mensajes: 13746
Registrado: 23 Sep 2007 20:49
Ubicación: Comunidad de Madrid

CP III: "Malasangre"- ooooo

Mensaje por Arwen_77 »

19º participante concurso Primavera 2008

Malasangre

La comitiva la integraban dos salvaguardias, nombre con el que el vulgo se refería a los policías; un asno montado por un reo, varias veces asesino y sin remordimiento alguno, de rostro simiesco y cuerpo de buen comer; otro par de salvaguardias, ambos recién ingresados en la Policía General del Reino; un segundo asno montado por otro condenado, éste por intento de suicidio, de aspecto atormetado y con un amago de giba; y una tercera pareja de salvaguardias. Nada más atravesar los arcos, el gentío de la plaza empezó a rugir y a apelotonarse a su alrededor, los insultaba, se reía, les arrojaba lo que tuviera en las manos, les bañaba en esputos. Los salvaguardias se hartaron de sacudir bastonazos, unos para abrirse paso y los demás para no separarse del resto, si eso pasara tanto reos como custodios corrían serio peligro de ser linchados.

Tras unos interminables últimos cincuenta metros, se pararon frente a los habituales trece escalones que daban acceso al cadalso, descabalgaron todo lo rápido que les permitieron los grilletes y fueron subidos al tablado en volandas. Sólo entonces el griterío disminuyó y pudo oirse el tiránico ¡bom-bom! de las cajas destempladas. Sobre el patíbulo les esperaban varias personalidades, poco más que figurantes de postín que sólo vomitarían las sandeces protocolarias cuando estuviera así fijado. Los únicos dos que importaban eran el arzobispo, orondo, altivo y de mirada desafiante, y el verdugo, contrahecho, huesudo, vestido casi con harapos y de mirada huidiza. Estas descripciones parecen de un cuento infantil, pero no por ello son menos veraces. De los representantes de la Iglesia poco hay que no se sepa, así que sólo puntualizaré la época, otoño de 1836, la ciudad, Toledo, y el lugar donde se construyó el cadalso, tocando la fachada del Palacio Arzobispal. En cuanto al verdugo, era el típico integrante de tan maldito gremio, una ruina humana que tuvo que aceptar el empleo por no tener más remedio o a cambio de no acabar en la cárcel, pues el papel de ejecutor no atraía a nadie hasta el punto de ser despreciado públicamente, tener prohibida la entrada a todas partes y negársele cualquier trabajo con el que completar su magro sueldo. A éste, de quien nadie hacía por recordar el nombre y al que se referían socarronamente como Matachín, se le veia poco y casi siempre bebiendo. Quién sabe de dónde sacaría el licor, seguramente se lo proporcionaba su mujer, otra apestada conocida como Piruja por sus malas artes. Tan malas como las de su marido, a saber, ser repudiada por cosas que la gente pedía, como filtros de amor, adivinación y conjuros, pero nadie reconocía. De los pagos por esos servicios vivía realmente la pareja, que nunca tuvo hijos para regocijo de quienes les señalaban con el dedo, pues, según ellos, era la prueba de que estaban en el lado equivocado de la línea.

Cuando el arzobispo comenzó a vocear su arenga de chichinabo pudo el suicida hacerse cargo de su desesperada situación. En el centro del cadalso estaba el arzobispo y detrás los prohombres. A la derecha estaba él mismo, Gregorio Layos, más conocido desde crío como Mascanabos, la razón es evidente, y desde hace unas semanas como El Suicida. Tenía a dos salvaguardias custodiándole, al igual que el asesino, que estaba al lado izquierdo del patíbulo ya que iba a ser el primero en dar el espectáculo. Los otros dos salvaguardias, junto con otros ocho que ya estaban allí cuando llegaron, estaban repartidos por el borde del tablado vigilando que nadie subiera. Su única escapatoria, por decir algo, era escalar la pared del Palacio del Arzobispado y con grilletes. No había duda, era el fin que tanto había anhelado, pero no de esta manera, la peor que se le ocurría. Su único pecado era adolecer de ganas de vivir desde muy temprana edad, nada le atraía, nada le valía el esfuerzo, así que nada aprendió y llegó a odiar la vida. Por ello acabó teniendo miedo a demasiadas cosas, entre ellas, cómo no, al dolor.

Entre los espectadores había de todo, desde santones que tragaban con cualquier majadería que sermonearan los del disfraz de religioso hasta sádicos sin más, todos ellos hijos de putas para Mascanabos, quien en su vida había tenido tiempo para pensar en demasiadas tonterías y había llegado a la conclusión de que ese era el plural correcto, no hijos de puta, ¿o acaso eran todos hermanos? Al fondo de la plaza se veía cómo, antes de que acabara de caer la noche, se iban desmontando los tenderetes, la mayoría de encurtidos, vino picado y tajadas a punto de podrirse. Para enmascarar el sabor, el vino se azucaraba y la carne se condimentaba en exceso, normalmente un salpimentado que abría las encias y, para bien del negociado, daba mucha sed. En una ejecución se podía hacer negocio con cualquier cosa, tanto porque era un festejo sin fecha, el mejor de los festejos, como porque buena parte de la compra acabaría como munición en cuanto los reos entraran en la plaza.

El arzobispo llevaba la varios minutos de discurso patronal, básicamente amenazas veladas del buen Dios, y los espectadores empezaban a estar más que hartos del adoctrinamiento, por eso un gañán aprovechó un parón para gritar un evidente “¡¿De veras premiaréis al suicida con la muerte?!”, a lo que siguió una carcajada general que nada gustó al religioso. Pero era hombre de muchas tablas y no perdió la compostura, esperó a que se calmara la plebe y contestó cual leguleyo eclesiástico, lo que en el fondo era: “¡De esta forma será salvado al haber recibido los últimos sacramentos, podrá ser enterrado en el camposanto y su familia no será exiliada! ¡Es una grave ofensa contra la dádiva de Dios que es la vida, es un asesinato y como tal es tratado!”. Al instante hizo un gesto impaciente con la mano y los salvaguardias sentaron al asesino en la silla del garrote. Mientras tanto, Gregorio pensaba que no podían condenarle por algo que no había hecho, sólo había intentado, y la condena debía ser menor. Pero todo esto ya daba igual y por primera vez agradecía no tener familia. Sólo le restaba presenciar horrorizado su futuro inmediato.

El asesino fue atado a la silla y encapuchado además de seguir engrilletado, y alrededor del cuello le fue ajustado el collar de hierro. Los problemas empezaron después y no por parte del condenado, sino del verdugo, algo tristemente habitual. Matachín no tenía fuerza suficiente para hacer girar de forma eficaz el tornillo que echaría para atrás la argolla y mataría rápidamente por dislocación de vértebras. Eso era lo que buscaba Fernando VII pocos años atrás al disponer el garrote como única forma de ejecución, pero en la práctica fue una medida infame. Tal y como eran seleccionados, pagados y tratados los verdugos, nunca estaban en buena forma física. Ni moral, Matachín también era típico en ello, ya que iba a las ejecuciones con el estómago calentito de licor para sobrellevar mejor ese trabajo que tanto le atormentaba, lo que terminaba por convertir los ajusticiamientos en auténticas carnicerías. Durante más de diez lentísimos minutos el verdugo se dedicó a quedar en evidencia y hacer sufrir lo indecible al condenado. Sus gritos ponían los pelos de punta. En ningún momento se aplicó la necesaria fuerza para dislocar las vétebras y, esto es lo más absurdamente inhumano, nadie de los que sí tenían esa fuerza quería apretar el tornillo por las consecuencias que pudiera tener. Fue la concurrencia la que puso fin a semejante salvajada al empezar a gritar “¡Ba-da-jo, Ba-da-jo! Primero unos pocos de la parte atrás, para que no se les reconociera, pero rápidamente fue un clamor. “¡BA-DA-JO, BA-DA-JO, BA-DA-JO, BA-DA-JO!” A su pesar, el arzobispo se puso delante del torturado y, mirando al público, asintió repetidamente con la cabeza. Al momento, la gente de alrededor del gran árbol del centro de la plaza se apartó de él. En la rama más baja, conocida vulgarmente como la Rama del Ahorcado, estaba, sonriente, Badajo, un tipo atlético y feliz, de ese afortunado tipo de gente que disfruta con todo lo que hace, lo que sea, donde sea y con quien sea.

El asesino fue desatado y llevado en volandas a la escalera, donde le esperaba de nuevo el asno, con el lamentable descuido de no sujetarle la cabeza, que cayó sobre el pecho como si sesteara pues el garrote había reducido drásticamente el grosor del cuello. Por ello se le cayó la capucha y se vieron las espantosas llagas del pescuezo. Y algo mucho peor, los ojos a medio salir de sus cuencas por la brutal presión sanguinea sufrida durante el agarrotamiento. Fue llevado rápidamente a lomos del burro a través del gentío, que se abría como el mar Rojo ante Moisés. Nada más llegar bajo la Rama del Ahorcado, Badajo dejó caer la cuerda con el nudo corredizo, cuyo otro extremo estaba firmemente atado al tronco. Una vez ajustado el lazo alrededor del cuello fláccido todos miraron al arzobispo, quien, tras una mueca de disgusto por estar violando la reciente prohibición del rey sobre la forma de administrar la pena de muerte, asintió de mala gana por segunda vez. Al instante, un salvaguardia dio una tremenda patada al asno y éste salió tarifando. Una suerte, pues no hubiera sido la primera vez que un asno decidiera quedarse en su sitio aunque le molieran a golpes, pero para los condenados de baja estofa no había lugar para caballos, más sensatos si esto puede decirse de un animal. Al quedar el reo cogando, entró en acción Badajo y de un salto bajó de la rama y se abrazó al condenado con piernas y brazos, colgando y moviéndose ambos de lado a lado mientras se escuchaba a toda la plaza coreando “¡TOLÓN, TOLÓN, TOLÓN…!” Esto se hacía hasta hace poco en los ahorcamientos, si era necesario, para asegurar que se rompiera la espina dorsal y el ejecutado muriese rápido, pero también regocijaba a la muchedumbre más que ninguna otra cosa, y puesto que ya había fallado el primer intento, había que asegurar. Finalmente, Badajo sacó un puñal y cortó la soga, cayendo ambos al suelo, el vivo de pie y haciendo reverencias y el muerto como lo que era, un saco de carne y huesos. No faltó a la cita Piruja, que salió de entre la multitud cual comadreja y, en un visto y no visto, se llevó el lazo del ahorcado, una sonora pitada y unos cuantos golpes de gente que no dudaría en buscar sus supersticiosos servicios más adelante.

Coincidiendo con el griterío y la excitación de la plebe en el momento culminante de la actuación de Badajo, los 2 salvaguardias que custodiaban a Mascanabos sintieron un pinchazo en la nuca, se miraron el uno al otro con ojos somnolientos y visión borrosa y se desplomaron. Al instante, el suicida fue enlazado desde lo alto del palacio, miró hacia arriba y sólo vio una silueta de gestos apremiantes. Como no tenía nada que perder, se aseguró el lazo bajo las axilas y se acercó al muro todo lo pausadamente que pudo para no delatarse. Seguidamente fue izado a pulso, lenta pero inexorablemente y al abrigo de las sombras del edificio, mientras abajo la algarabía dirigía voces, llantos, risas, insultos, y lo más importante, miradas, al teatrero y eficaz Badajo, que seguía con la desfachatez de dedicar unas reverencias a la jauría humana que se arracimaba a su alrededor. Nada más llegar a las alturas y sin distinguir los rasgos de su salvador, Gregorio recibió un golpe seco en el cuello y todo se volvió negro.

Despertó unas horas más tarde, también en las alturas, pero otras alturas. ¿Estaba muerto? No, seguía en Toledo, estaba tendido sobre un techo excesivamente historiado y le dolía el cuello hasta el punto de sentir cada empellón de sangre atravesarlo hacia y desde la cabeza.
—Buenos días — oyó a su espalda.
Al volverse vio, recortada contra el violeta del cielo al amanecer, una silueta andando lenta y felinamente con las manos entrelazadas a la espalda. En su atuendo dominaban los tonos rojizos en botas, pantalón, guantes y chaleco, quedando el negro para camisa y sombrero de ala ancha. Hasta su inexcrutable rostro estaba pintado de tono sanguinoliento, pero sin esmero, con tres anchos trazos que dejaban piel al descubierto alrededor de unos ojos, bigote y perilla negros como un tizón.
—¿Sois vos... aquél que llaman... Malasangre, señor? — preguntó con dificultad Gregorio.
El preguntado no abrió la boca, se sacó un grueso alambre retorcido de la manga, señaló con él los grilletes abiertos que yacían tras el suicida y lo volvió a guardar. Se acercó al borde del techo, se puso de espaldas al precipicio y dijo:
—Estamos sobre la catedral de Santa María. Si eliges morir, basta con dejarte caer, aunque —añadió mientras se le formaba una casi imperceptible media sonrisa— sugiero que lo hagas por la parte que da a la Puerta del Perdón, eso molestará a quienes querían asesinarte.
Hizo una pausa para dar un pequeño paso atrás de forma que sólo las punteras se apoyaran en el edificio y añadió:
—Si eliges vivir, sólo tienes que esperar a que anochezca sin que te vean desde el campanario y descolgarte con la soga que todavía te rodea. Procura que nadie te vea la cara hasta que hayas salido de la ciudad, que hoy eres aun más conocido de ayer —aconsejó con cierta sorna.
Dicho esto, abrió los brazos en cruz respirando muy hondo y dio un minúsculo salto hacia atrás a la vez que se alzaba, levemente y en señal de despedida, la parte delantera del sombrero. Gregorio corrió asustado hasta la cornisa y miró abajo, pero no vio nada raro. Su salvador no se había estrellado. Tampoco se le veía. Ni se le oía. Todo estaba en calma. La sencilla e impactante despedida consiguió su objetivo, que la existencia de Malasangre se mantuviera en entredicho una vez más.
Última edición por Arwen_77 el 30 Abr 2008 20:35, editado 1 vez en total.
:101: El trono maldito - Antonio Piñero y José Luis Corral

Recuento 2022
takeo
GANADOR del III Concurso de relatos
Mensajes: 5070
Registrado: 05 Mar 2006 12:19
Ubicación: Al noreste de Madrid

Re: CP III: "Malasangre"

Mensaje por takeo »

Pasa a la primera página
1
Avatar de Usuario
1452
Vivo aquí
Mensajes: 12046
Registrado: 22 Sep 2007 12:36
Ubicación: Entre tus brazos...

Mensaje por 1452 »

Me pasa con este relato, lo mismo que con otro que leí; no puedo por menos que reconocer el buen estilo del autor/a, pero sin embargo, el texto no me llega, no me dice nada especial.
1
Avatar de Usuario
SHardin
Foroadicto
Mensajes: 3809
Registrado: 20 Dic 2007 15:46
Ubicación: Lejos de ti...

Mensaje por SHardin »

Leído. Traslada al lector a ese Toledo de 1836, engancha y me encantan los nombres de los personajes.
1
Avatar de Usuario
al_bertini
Vadertini
Mensajes: 5291
Registrado: 11 Sep 2007 12:54
Ubicación: el otro foro

Mensaje por al_bertini »

Me ha llevado al Toledo de la época, y me he visto en mitad de la plaza, gritando. Aun así, el relato no me dice mucho, no se sabe bien quién es Malasangre (para los que no le conocemos), pero el estilo es muy bueno.
1
Avatar de Usuario
El Ekilibrio
No puedo evitarlo
Mensajes: 16689
Registrado: 24 Abr 2006 19:03
Ubicación: Sociedad protectora de animales y barcomaris
Contactar:

Mensaje por El Ekilibrio »

Estoy con vosotros en que la historia tiene buen estilo aunque algo carente de mensaje. Pero también pienso que el autor no tiene intencionalidad alguna de decirnos nada, tan sólo contar una historia de aventuras. Y, ese objetivo, vive Dios que lo ha logrado.
Me desencajan algunas palabras que son más de argot actual cuando trata el autor de escribir con un lenguaje diecinuevesco... esos son los riesgos de un aventurero... como nuestro misterioso autor.

Felicidades
1
Katia
Vivo aquí
Mensajes: 6460
Registrado: 14 Dic 2007 21:20

Mensaje por Katia »

No me atrae :roll:
1
Avatar de Usuario
Emma
La Gruñ
Mensajes: 9135
Registrado: 17 Abr 2007 20:31
Ubicación: En mi Gruñidera

Mensaje por Emma »

Muy cruda para mi gusto la parte del ajusticiamiento del asesino :? realista, sin duda, y señal de que el autor sabe narrar bien, porque me la ha hecho muy visible.
Me gusta el estilo, y sobre todo me ha gustado el final. Me quedo con ganas de conocer más aventuras de Malasangre :D
Gracias.
1
Gabi
Vivo aquí
Mensajes: 16995
Registrado: 16 Feb 2008 21:27

Mensaje por Gabi »

Es un texto muy bien narrado y que te traslada al lugar en el que se suceden los hechos. Pero la parte del ajusticiamiento me pareció muy cruda y confieso que si ubiese sido una película en esa parte es en la que ubiese cerrado los ojos :oops:
Avatar de Usuario
ciro
Vivo aquí
Mensajes: 31129
Registrado: 25 Feb 2006 11:31

Mensaje por ciro »

El mejor de los que he leido en estilo narrativo. Si el autor no es un escritor que se ponga a escribir ya. :!: . En efecto falla un poco en la resolucion u objetivo del relato y tambien en haberle hecho un repasito a algun error de texto.
Avatar de Usuario
isabelita
No tengo vida social
Mensajes: 1995
Registrado: 30 Ago 2007 23:01
Ubicación: Éste tiene que ser mi año

Mensaje por isabelita »

Relato bastante bien narrado.
1
Avatar de Usuario
eskarina
Foroadicto
Mensajes: 3740
Registrado: 19 Ene 2006 09:36

Mensaje por eskarina »

Una aventura muy entretenida y muy bien escrita :D
1
Avatar de Usuario
Merridew
Vivo aquí
Mensajes: 6961
Registrado: 05 Sep 2006 20:44

Mensaje por Merridew »

El autor de este relato es oooo, ¿verdad? Me pareció que tenía la escritura más poderosa, con muchos recursos, sabe manejar muy bien el aire de la historia y la forma de narrar que le hace falta. Me gustó mucho... hasta el final, donde baja de intensidad, aunque no se le puede poner una pega en cuanto a resolución, pero para mí en cierto modo cojeaba... Pese a todo, fue uno de mis finalistas.
1
Gabi
Vivo aquí
Mensajes: 16995
Registrado: 16 Feb 2008 21:27

Mensaje por Gabi »

FELICITACIONES OOOOO POR TU RELATO Y GRACIAS POR COMPARTIRLO CON NOSOTROS!!! :P
Avatar de Usuario
ciro
Vivo aquí
Mensajes: 31129
Registrado: 25 Feb 2006 11:31

Mensaje por ciro »

Como ya te comenté cuando no sabía quien eras para mi tu relato es el mejor escrito en cuanto a estilo narrativo. O sea, oooo, que tienes un talento innato. Explótalo por favor.
Responder