Asepsia - Vientoo
Publicado: 14 Oct 2012 12:30
Asepsia
La nave Neox 2000, surcaba la atmósfera a gran velocidad. Su estela dibuja una línea blanca en medio del infinito universo. Dentro nada se movía, todo conservaba el perfecto orden. Unos corazones pequeños latían a gran velocidad controlados mediante líneas de colores en unos sofisticados monitores. El robot Matrona LXX cumplía a la perfección su cometido. En pocos minutos llegarían al punto de destino.
Ela
Mientras realizaba una trenza con hojas de palma, Ela caminaba silbaba una canción entre los labios. Se sentía feliz. Llevaba los pies unas sandalias confeccionadas con tiras de neumáticos, y como vestido una antigua cortina. Su larga melena rubia trenzado a la espalda, se balanceaban al compás de sus pasos. El día despuntaba por el horizonte con unos delgados rayos de sol. Una de aquellas líneas que atravesó la densa vegetación acarició los mofletes sonrosados y grotescos de Ela. Sonrió complacida ante el suave tacto.
Un sonido lejano la sorprendió. Miro a la derecha y lo que descubrieron sus pupilas hizo que se le encogiese el corazón.
El pasado
La gran tormenta eléctrica acabó con toda una forma de vida. La tierra no estaba preparada para aquella sorpresa del astro rey: La descarga eléctrica que apenas si duró unos minutos arrasó con Telecomunicaciones, redes de suministro eléctrico e hizo caer aviones en pleno vuelo, volvió locos todos los semáforos y no hubo ningún medio de comunicación en toda la tierra. Lo que hasta aquel momento había sido la civilización, de un plumazo desapareció.
Para la tierra fue el caos, la desolación, la guerra fratricida.
Un año más tarde, la total sumisión de la tierra en una guerra por la subsistencia hizo que la mayor parte de la especie se autodestruyese. Sólo un pequeño país se había anticipando a la catástrofe. Sus dirigentes desarrollaron rápidamente una especie de robots- ciborts que conquistaron los restos del planeta sin apenas oposición. Tras conseguir la supremacía sobre toda la tierra, impusieron a partir de ese momento una nueva forma de colonización: La selección inteligente.
Una nueva raza tenía que emerger sobre la tierra. Para ello, sólo la selección artificial podía garantizar el éxito. Así se diseño el sistema asepsia: Las madres fueron obligadas a donar sus óvulos; los padres sus espermatozoides. Luego, solamente los ideales subsistirían
Asepsia se encargaba de gestionar al parto así como de cuidar a los futuros bebes en vientres artificiales que proveerían a estos de calor, comida, y todos los cuidados necesarios.
Pero no todo el planeta quedó subyugado a asepsia. Una población aislada de todos por unas barreras eléctricas remanentes que el sol dejó tras el cataclismo no seguían los designios de asepsia. Para ellos, la destrucción de toda civilización, había supuesto un punto de inflexión, un volver a la naturaleza valiéndose únicamente de lo que la tierra proveía.
Ellos.
Habían sido elegidos tras muchos y minuciosos procesos. Serían cuatro los pequeños elegidos con unas características inigualables. Sus padres nunca les llegarían a conocer. De eso, se había encargado de forma fehaciente asepsia. Y ellos, los que gobernaban: “Los Hilos” les habían seleccionado genéticamente por ser los elegidos. Una nueva raza.
El robot Neox2000 hizo parpadear más rápido de lo normal su único ojo-cámara. Lo que veía aproximarse a gran velocidad no entraba en sus previsiones. No pudo tomar alguna decisión más. El gran meteorito se estrelló contra el parabrisas de la nave. Esta, inmediatamente viró su rumbo y comenzó un descenso en picado. Las luces y sonidos de alarma se dispararon. Comenzó automáticamente la eyección de las pequeñas naves individuales con las incubadoras. Salió primero la una, luego la dos, luego la… En ese instante el sistema se bloqueó.
Ela, vio caerse aquellas dos pequeñas naves al lago. Al instante una gran cortina de agua subió y bajó del cielo. No lo dudó un instante, se quitó sus zapatillas de neumáticos, se desnudó y se lanzó al agua.
Nadó durante unos metros hasta llegar a las pequeñas naves que flotaban sobre el agua. Las unió una a otra con la trenza de palma y nadando, las llevó a la orilla.
Exhausta y con el corazón a punto de explotarle en el pecho miró por los cristales protectores lo que se movía dentro de aquellas urnas. Sonrió al descubrir los rostros de dos bebés. Uno blanquito y rechoncho atendía a un carácter más apacible; el otro más moreno y delgado se movía con insistencia.
Debido a su fealdad, ningún hombre había querido jamás tener hijos con ella, por eso, no dudó en sonreír por el regalo que le había caído del cielo.
Ellas.
Las incubadoras una y dos llegaron al punto de destino sin mayor problema. “Los hilos” recogieron a los bebés mostrando su contrariedad al notar la ausencia de los otros dos ¿Y si los otros dos niños hubiesen llegado al otro lado de la tierra?
Pese a ello seguirían con el proyecto adelante.
Así los dos bebés: dos niñas, fueron amamantados, mimadas y cuidadas artificialmente. Unos robots matronas les enseñaron desde pequeños a reconocer los sonidos más sofisticados: operas, aperturas, sinfonías; En sus manos, pronto pusieron otras manos de robots-niños las indicaciones oportunas que les enseñaron a apretar, señalar, mover cosas minúsculas con precisión; percibieron con sus minúsculos ojos las sensaciones visuales más sorprendentes. “Los hilos” tenían la certeza de que aquellas niñas serían la semilla de una nueva especie.
Al otro lado de la gran barrera de energía A y M, jugaban en la orilla del lago con Ela. Los niños, desde pequeños sintieron los senos de Ela contra su mejilla, ese contacto humano que les enseñó a acompasar sus corazones; su respiración se serenó al percibir día a día como aquella mujer se desvivía en caricias para sus niños. Ela, les enseñó a beber el agua de la lluvia, a correr descalzos por las praderas, a sonreír y lo más importante: a silbar como los pájaros.
Diez años más tarde.
Una y dos, despuntan claramente del resto de alumnas en aquellas clases virtuales. Atendían a los problemas matemáticos con tal celeridad y precisión que conseguían sorprender a todos y cada uno de sus profesores. “Los hilos”, pensaron que aquellas niñas gracias a la selección natural estaban demostrando ser incluso más inteligentes de lo previsto inicialmente. Si aquello continuaba con aquella progresión, incluso podrían prescindir de los profesores humanos.
A y M, pronto tuvieron nombres y Ela les llamó Alonso y Manuel. Esta, desde el principio les explicó que realmente no era su madre que sus papás… Pero cuando ella hacía aquel comentario los niños, con una intuición que siempre sorprendía a Ela negaban con su cabeza respondiendo:
Tú nos has dado calor, nos has enseñado a caminar, a sentir, a sonreír… ¿cómo no vas a ser nuestra madre?
Ela, cuando escuchaba aquellas palabras sentía que su corazón se desbordaba de alegría. Mas no podía por más que pasaban los días que preocuparse mientras se preguntaba: ¿Quiénes eran realmente los padres de aquellos niños? ¿Por qué los habían elegido a ellos? No sabía que pensar, pero aquella misma mañana, cogió a sus niños de la mano y continuó haciendo con ello lo que más placer le reportaba: silbar con delicadeza y dulzura, con alegría…
Diez años más allá.
Las dos niñas, con sólo 20 años de edad habían llegado a la cúspide política en el organigrama de “los hilos”. Se habían convertido en unas líderes tan inteligentes, que nadie había podido competir con ellas. Pero lo que nunca habrían podido llegar a pensar sus creadores es que aquellas niñas tan inteligentes, al alcanzar el poder acabasen sin ningún tipo de escrúpulos con todos y cada uno de sus creadores.
Los que quedaron vivos, subyugados ante su poder, no entendieron jamás porqué la inteligencia podía llegar a aquel nivel de insensibilidad.
Con ojos incisivos y mientras en sus dos cabezas crecían y crecían miles de posibilidades, una única idea predominaba en las frías cabezas de aquellas niñas: Derribar el muro de energía y conquistar el otro mundo.
Al otro lado del muro Alonso y Manuel nadaban plácida y felizmente junto a su madre en el mismo lago libre y salvaje que un día los acogió. Los años habían surcado arrugas en la piel de Ela, y ya sus bríos no eran los de antaño, pero juntos, los tres, sólo tenían que abrazarse recostados sobre la orilla sintiendo la caricia del sol para ser felices.
De repente miraron al horizonte, hacia aquel lugar donde siempre había estado el muro de energía. En ese instante, este desapareció. Ela, tuvo un siniestro presentimiento al ver aquellas grandes y sofisticadas naves llegar a su mundo. A los pocos minutos de la que parecía ser la capitana, descendieron dos hermosas jóvenes de pelo largo. Ela quiso escrutar en sus ojos, entender aquella visita. Pero estos eran fríos, distantes. Alonso y Manuel miraron extrañados a aquellos ojos y a los de Ela. Al instante comprendieron el peligro. Las dos niñas mostraron en sus manos una especie de armas automáticas con las que les apuntaban.
Alonso sintió en su pecho la vibración del miedo, por él, pero más por su hermano Manuel y por Ela. Sólo una cosa sabía, y podía hacer. , Así que comenzó a silbar, y a silbar, a entonar aquel sonido suave y delicioso que Ela les enseño desde lo más profundo de su corazón.
Las dos invasoras en ese instante dejaron caer sus armas al suelo. Sus corazones jamás habían recibido cariño, ternura,… no sabían cómo responder a aquella emoción desconocido. Se taparon los oídos enturbiadas por aquel sonido que para su sorpresa se mostraba… agradable.
Con los oídos tapados, y gritando, las dos mujeres junto con los invasores que las habían acompañado volvieron a sus naves, a su mundo frío e insensible. Sus corazones no estaban preparados para tanta, sensibilidad…..
FIN.
La nave Neox 2000, surcaba la atmósfera a gran velocidad. Su estela dibuja una línea blanca en medio del infinito universo. Dentro nada se movía, todo conservaba el perfecto orden. Unos corazones pequeños latían a gran velocidad controlados mediante líneas de colores en unos sofisticados monitores. El robot Matrona LXX cumplía a la perfección su cometido. En pocos minutos llegarían al punto de destino.
Ela
Mientras realizaba una trenza con hojas de palma, Ela caminaba silbaba una canción entre los labios. Se sentía feliz. Llevaba los pies unas sandalias confeccionadas con tiras de neumáticos, y como vestido una antigua cortina. Su larga melena rubia trenzado a la espalda, se balanceaban al compás de sus pasos. El día despuntaba por el horizonte con unos delgados rayos de sol. Una de aquellas líneas que atravesó la densa vegetación acarició los mofletes sonrosados y grotescos de Ela. Sonrió complacida ante el suave tacto.
Un sonido lejano la sorprendió. Miro a la derecha y lo que descubrieron sus pupilas hizo que se le encogiese el corazón.
El pasado
La gran tormenta eléctrica acabó con toda una forma de vida. La tierra no estaba preparada para aquella sorpresa del astro rey: La descarga eléctrica que apenas si duró unos minutos arrasó con Telecomunicaciones, redes de suministro eléctrico e hizo caer aviones en pleno vuelo, volvió locos todos los semáforos y no hubo ningún medio de comunicación en toda la tierra. Lo que hasta aquel momento había sido la civilización, de un plumazo desapareció.
Para la tierra fue el caos, la desolación, la guerra fratricida.
Un año más tarde, la total sumisión de la tierra en una guerra por la subsistencia hizo que la mayor parte de la especie se autodestruyese. Sólo un pequeño país se había anticipando a la catástrofe. Sus dirigentes desarrollaron rápidamente una especie de robots- ciborts que conquistaron los restos del planeta sin apenas oposición. Tras conseguir la supremacía sobre toda la tierra, impusieron a partir de ese momento una nueva forma de colonización: La selección inteligente.
Una nueva raza tenía que emerger sobre la tierra. Para ello, sólo la selección artificial podía garantizar el éxito. Así se diseño el sistema asepsia: Las madres fueron obligadas a donar sus óvulos; los padres sus espermatozoides. Luego, solamente los ideales subsistirían
Asepsia se encargaba de gestionar al parto así como de cuidar a los futuros bebes en vientres artificiales que proveerían a estos de calor, comida, y todos los cuidados necesarios.
Pero no todo el planeta quedó subyugado a asepsia. Una población aislada de todos por unas barreras eléctricas remanentes que el sol dejó tras el cataclismo no seguían los designios de asepsia. Para ellos, la destrucción de toda civilización, había supuesto un punto de inflexión, un volver a la naturaleza valiéndose únicamente de lo que la tierra proveía.
Ellos.
Habían sido elegidos tras muchos y minuciosos procesos. Serían cuatro los pequeños elegidos con unas características inigualables. Sus padres nunca les llegarían a conocer. De eso, se había encargado de forma fehaciente asepsia. Y ellos, los que gobernaban: “Los Hilos” les habían seleccionado genéticamente por ser los elegidos. Una nueva raza.
El robot Neox2000 hizo parpadear más rápido de lo normal su único ojo-cámara. Lo que veía aproximarse a gran velocidad no entraba en sus previsiones. No pudo tomar alguna decisión más. El gran meteorito se estrelló contra el parabrisas de la nave. Esta, inmediatamente viró su rumbo y comenzó un descenso en picado. Las luces y sonidos de alarma se dispararon. Comenzó automáticamente la eyección de las pequeñas naves individuales con las incubadoras. Salió primero la una, luego la dos, luego la… En ese instante el sistema se bloqueó.
Ela, vio caerse aquellas dos pequeñas naves al lago. Al instante una gran cortina de agua subió y bajó del cielo. No lo dudó un instante, se quitó sus zapatillas de neumáticos, se desnudó y se lanzó al agua.
Nadó durante unos metros hasta llegar a las pequeñas naves que flotaban sobre el agua. Las unió una a otra con la trenza de palma y nadando, las llevó a la orilla.
Exhausta y con el corazón a punto de explotarle en el pecho miró por los cristales protectores lo que se movía dentro de aquellas urnas. Sonrió al descubrir los rostros de dos bebés. Uno blanquito y rechoncho atendía a un carácter más apacible; el otro más moreno y delgado se movía con insistencia.
Debido a su fealdad, ningún hombre había querido jamás tener hijos con ella, por eso, no dudó en sonreír por el regalo que le había caído del cielo.
Ellas.
Las incubadoras una y dos llegaron al punto de destino sin mayor problema. “Los hilos” recogieron a los bebés mostrando su contrariedad al notar la ausencia de los otros dos ¿Y si los otros dos niños hubiesen llegado al otro lado de la tierra?
Pese a ello seguirían con el proyecto adelante.
Así los dos bebés: dos niñas, fueron amamantados, mimadas y cuidadas artificialmente. Unos robots matronas les enseñaron desde pequeños a reconocer los sonidos más sofisticados: operas, aperturas, sinfonías; En sus manos, pronto pusieron otras manos de robots-niños las indicaciones oportunas que les enseñaron a apretar, señalar, mover cosas minúsculas con precisión; percibieron con sus minúsculos ojos las sensaciones visuales más sorprendentes. “Los hilos” tenían la certeza de que aquellas niñas serían la semilla de una nueva especie.
Al otro lado de la gran barrera de energía A y M, jugaban en la orilla del lago con Ela. Los niños, desde pequeños sintieron los senos de Ela contra su mejilla, ese contacto humano que les enseñó a acompasar sus corazones; su respiración se serenó al percibir día a día como aquella mujer se desvivía en caricias para sus niños. Ela, les enseñó a beber el agua de la lluvia, a correr descalzos por las praderas, a sonreír y lo más importante: a silbar como los pájaros.
Diez años más tarde.
Una y dos, despuntan claramente del resto de alumnas en aquellas clases virtuales. Atendían a los problemas matemáticos con tal celeridad y precisión que conseguían sorprender a todos y cada uno de sus profesores. “Los hilos”, pensaron que aquellas niñas gracias a la selección natural estaban demostrando ser incluso más inteligentes de lo previsto inicialmente. Si aquello continuaba con aquella progresión, incluso podrían prescindir de los profesores humanos.
A y M, pronto tuvieron nombres y Ela les llamó Alonso y Manuel. Esta, desde el principio les explicó que realmente no era su madre que sus papás… Pero cuando ella hacía aquel comentario los niños, con una intuición que siempre sorprendía a Ela negaban con su cabeza respondiendo:
Tú nos has dado calor, nos has enseñado a caminar, a sentir, a sonreír… ¿cómo no vas a ser nuestra madre?
Ela, cuando escuchaba aquellas palabras sentía que su corazón se desbordaba de alegría. Mas no podía por más que pasaban los días que preocuparse mientras se preguntaba: ¿Quiénes eran realmente los padres de aquellos niños? ¿Por qué los habían elegido a ellos? No sabía que pensar, pero aquella misma mañana, cogió a sus niños de la mano y continuó haciendo con ello lo que más placer le reportaba: silbar con delicadeza y dulzura, con alegría…
Diez años más allá.
Las dos niñas, con sólo 20 años de edad habían llegado a la cúspide política en el organigrama de “los hilos”. Se habían convertido en unas líderes tan inteligentes, que nadie había podido competir con ellas. Pero lo que nunca habrían podido llegar a pensar sus creadores es que aquellas niñas tan inteligentes, al alcanzar el poder acabasen sin ningún tipo de escrúpulos con todos y cada uno de sus creadores.
Los que quedaron vivos, subyugados ante su poder, no entendieron jamás porqué la inteligencia podía llegar a aquel nivel de insensibilidad.
Con ojos incisivos y mientras en sus dos cabezas crecían y crecían miles de posibilidades, una única idea predominaba en las frías cabezas de aquellas niñas: Derribar el muro de energía y conquistar el otro mundo.
Al otro lado del muro Alonso y Manuel nadaban plácida y felizmente junto a su madre en el mismo lago libre y salvaje que un día los acogió. Los años habían surcado arrugas en la piel de Ela, y ya sus bríos no eran los de antaño, pero juntos, los tres, sólo tenían que abrazarse recostados sobre la orilla sintiendo la caricia del sol para ser felices.
De repente miraron al horizonte, hacia aquel lugar donde siempre había estado el muro de energía. En ese instante, este desapareció. Ela, tuvo un siniestro presentimiento al ver aquellas grandes y sofisticadas naves llegar a su mundo. A los pocos minutos de la que parecía ser la capitana, descendieron dos hermosas jóvenes de pelo largo. Ela quiso escrutar en sus ojos, entender aquella visita. Pero estos eran fríos, distantes. Alonso y Manuel miraron extrañados a aquellos ojos y a los de Ela. Al instante comprendieron el peligro. Las dos niñas mostraron en sus manos una especie de armas automáticas con las que les apuntaban.
Alonso sintió en su pecho la vibración del miedo, por él, pero más por su hermano Manuel y por Ela. Sólo una cosa sabía, y podía hacer. , Así que comenzó a silbar, y a silbar, a entonar aquel sonido suave y delicioso que Ela les enseño desde lo más profundo de su corazón.
Las dos invasoras en ese instante dejaron caer sus armas al suelo. Sus corazones jamás habían recibido cariño, ternura,… no sabían cómo responder a aquella emoción desconocido. Se taparon los oídos enturbiadas por aquel sonido que para su sorpresa se mostraba… agradable.
Con los oídos tapados, y gritando, las dos mujeres junto con los invasores que las habían acompañado volvieron a sus naves, a su mundo frío e insensible. Sus corazones no estaban preparados para tanta, sensibilidad…..
FIN.