CI 1 - El árbol triste
Publicado: 15 Oct 2015 11:49
EL ÁRBOL TRISTE
En una calle de una gran ciudad había un pequeño árbol. Lo habían plantado hace poco. Antes vivía en un hermoso bosque, rodeado de pinos como él, hasta que una mañana, vinieron unos hombres con unos camiones muy grandes y arrancaron muchos árboles jóvenes, incluido a él.
Tumbado en el camión junto a otros árboles, el árbol no paró de llorar en todo el camino, pensando en sus padres y en sus amigos que había dejado en el bosque.
Otro árbol, que estaba a su lado, le dijo que a su padre se lo habían llevado esos hombres un invierno y ya no volvió a verlo más. Le dijo que había escuchado a unos pájaros, que se posaron una vez en sus ramas, que a los árboles, los hombres los quemaban para calentarse ellos en invierno. Y también a otros los tenían en sus casas y los adornaban con bolas y luces de colores. El árbol tembló de miedo.
Por la tarde, el camión que trasportaba al árbol llegó a una ciudad muy grande, y al árbol lo plantaron en una amplia avenida por donde circulaban muchos coches que echaban un humo apestoso. El árbol se asustó mucho con tanto ruido y esa noche no pudo dormir.
A medida que los días pasaban, el árbol estaba cada vez más triste, porque estaba rodeado de edificios muy altos que no le dejaban ver el cielo y echaba mucho de menos su hogar.
Por la calle circulaban muchos coches que contaminaban el aire y el árbol sentía día a día que cada vez respiraba peor.
Las estaciones del año se sucedían, y el árbol estaba cada día más seco. Sus hojas se caían incluso en primavera.
Los jardineros lo cuidaban con esmero, pero el árbol estaba cada vez peor.
El árbol se asustó mucho cuando escuchó a uno de los jardineros decir que si no mejoraba en una semana, lo iban a cortar.
Unos gorriones, que volaban por ahí, lo escucharon y rápidamente le dijeron al árbol que no debía llorar tanto. Pero él les contestaba que estaba tan triste por estar lejos de su hogar que no podía remediarlo.
Pero los gorriones no se dieron por vencido y no le dejaban solo ni un momento. Gracias a sus nuevos amigos, el árbol se fue reponiendo poco a poco.
Por la noche, los gorriones se cobijaban entre sus ramas y le contaban lo que habían hecho durante el día y los sitios que habían visto. De está manera, los gorriones conseguían que el árbol se olvidara durantes unos minutos de la ciudad.
Así el árbol supo lo que era el mar, que un gorrión describió como una piscina enorme. También le describieron las montañas, que cuando estaban nevadas parecían helados de nata. Y los ríos eran como serpientes de color azul, que, cuando bajaban de las montañas, formaban cascadas. Había también campos extensos llenos de muchas flores de distintos colores y bosques.
Cuando escuchó la palabra bosque, el árbol siempre les pedía que lo describieran muy bien, para saber si era el bosque donde él había crecido.
Un día, los gorriones le contaron que habían descubierto un bosque fuera de la ciudad, que estaba lleno de pinos como el árbol.
El árbol reconoció enseguida su hogar y así se lo dijo a los gorriones. Les dijo también que, aunque estaba muy contento por tenerlos como amigos, él quería volver a su bosque.
Un gorrión dijo que eso era imposible, porque el árbol no podía andar. Pero otro gorrión dijo que el árbol no podía andar, pero los gorriones podían volar.
Los gorriones le dijeron al árbol que ellos podían arrancarlo de la tierra y llevarlo volando hasta ese bosque.
El árbol se puso muy contento y les animó a hacerlo.
Al día siguiente, los gorriones buscaron a todos los gorriones que vivían en la ciudad y fuera de ella.
Pasaron tres días hasta que reunieron un número muy grande de pájaros.
Vinieron gorriones de todas partes, pero no pudieron sacar al árbol, pues pesaba demasiado. Entonces buscaron la ayuda de las palomas, pero tampoco fueron capaces de arrancar el árbol.
Los gorriones necesitaban la ayuda de un pájaro más fuerte. Una paloma dijo que conocía a un primo, que conocía a una amiga, que a su vez tenía un amigo, que era amigo del águila.
Los gorriones se pusieron a temblar, porque el águila no era amigo de ellos. Pero la paloma les aseguró que esa águila era buena y no les haría ningún daño.
El águila vivía en lo alto de una gran montaña. Los gorriones tardaron dos días en llegar a su casa, y se encontraron al águila muy enfermo. Pero les escuchó con atención y les prometió que les ayudaría si se ponía bien.
El águila sólo se pondría bien si tomaba la flor de la lluvia. Esta flor crecía en la cueva de la temida serpiente verde.
Los gorriones sabían que corrían peligro entrando en esa cueva, pero como querían mucho al árbol, y también querían ayudar al águila, que había resultado ser muy buena, fueron a la cueva de la serpiente verde.
La cueva de la serpiente verde estaba en la ladera de una montaña rocosa, donde sólo crecían hierbajos. Era un sitio solitario y el cielo siempre estaba cubierto de nubes negras. Llovía mucho y había espantosos truenos y rayos.
La cueva era muy profunda y estaba totalmente a oscuras. Los gorriones se adentraron en ella, cogidos por una cuerda para no perderse. Bajaron por una cuesta resbaladiza, cruzaron un túnel muy bajo y por fin llegaron a una enorme explanada llena de agua de color verde. En lo alto se abría un agujero que dejaba entrar algo de luz exterior. El lugar era muy bonito porque estaba lleno de estalactitas. Pero asustaba un poco porque el viento que se colaba producía un extraño sonido, eran como si alguien estuviera gruñendo continuamente.
Los gorriones buscaron la sala del agua, allí crecía la flor de la lluvia. Cuando los gorriones iban a cogerla, la serpiente verde salió de un rincón y los amenazó con su lengua. Tenía una cabeza enorme y una lengua larguísima. Sus ojos brillaban verdes en la oscuridad. Realmente daba mucho miedo.
Pero los gorriones vencieron su miedo y pensaron en algún plan para coger la flor.
A uno de los gorriones se le ocurrió una idea. Conocía una planta que producía sueño. Los gorriones fueron a buscarla, después volvieron a la cueva y la dejaron cerca de la guarida de la serpiente. Como a la serpiente le gustaba mucha esa planta, se la comió y se quedó profundamente dormida.
Los gorriones aprovecharon para coger la flor de la lluvia y se la llevaron al águila, que se puso enseguida bueno.
El águila cumplió su promesa de ayudar a los gorriones a arrancar al árbol y llevarlo al bosque.
En el bosque, lo plantaron cerca de un arroyo y muchos árboles. Y el árbol nunca más volvió a estar triste.
En una calle de una gran ciudad había un pequeño árbol. Lo habían plantado hace poco. Antes vivía en un hermoso bosque, rodeado de pinos como él, hasta que una mañana, vinieron unos hombres con unos camiones muy grandes y arrancaron muchos árboles jóvenes, incluido a él.
Tumbado en el camión junto a otros árboles, el árbol no paró de llorar en todo el camino, pensando en sus padres y en sus amigos que había dejado en el bosque.
Otro árbol, que estaba a su lado, le dijo que a su padre se lo habían llevado esos hombres un invierno y ya no volvió a verlo más. Le dijo que había escuchado a unos pájaros, que se posaron una vez en sus ramas, que a los árboles, los hombres los quemaban para calentarse ellos en invierno. Y también a otros los tenían en sus casas y los adornaban con bolas y luces de colores. El árbol tembló de miedo.
Por la tarde, el camión que trasportaba al árbol llegó a una ciudad muy grande, y al árbol lo plantaron en una amplia avenida por donde circulaban muchos coches que echaban un humo apestoso. El árbol se asustó mucho con tanto ruido y esa noche no pudo dormir.
A medida que los días pasaban, el árbol estaba cada vez más triste, porque estaba rodeado de edificios muy altos que no le dejaban ver el cielo y echaba mucho de menos su hogar.
Por la calle circulaban muchos coches que contaminaban el aire y el árbol sentía día a día que cada vez respiraba peor.
Las estaciones del año se sucedían, y el árbol estaba cada día más seco. Sus hojas se caían incluso en primavera.
Los jardineros lo cuidaban con esmero, pero el árbol estaba cada vez peor.
El árbol se asustó mucho cuando escuchó a uno de los jardineros decir que si no mejoraba en una semana, lo iban a cortar.
Unos gorriones, que volaban por ahí, lo escucharon y rápidamente le dijeron al árbol que no debía llorar tanto. Pero él les contestaba que estaba tan triste por estar lejos de su hogar que no podía remediarlo.
Pero los gorriones no se dieron por vencido y no le dejaban solo ni un momento. Gracias a sus nuevos amigos, el árbol se fue reponiendo poco a poco.
Por la noche, los gorriones se cobijaban entre sus ramas y le contaban lo que habían hecho durante el día y los sitios que habían visto. De está manera, los gorriones conseguían que el árbol se olvidara durantes unos minutos de la ciudad.
Así el árbol supo lo que era el mar, que un gorrión describió como una piscina enorme. También le describieron las montañas, que cuando estaban nevadas parecían helados de nata. Y los ríos eran como serpientes de color azul, que, cuando bajaban de las montañas, formaban cascadas. Había también campos extensos llenos de muchas flores de distintos colores y bosques.
Cuando escuchó la palabra bosque, el árbol siempre les pedía que lo describieran muy bien, para saber si era el bosque donde él había crecido.
Un día, los gorriones le contaron que habían descubierto un bosque fuera de la ciudad, que estaba lleno de pinos como el árbol.
El árbol reconoció enseguida su hogar y así se lo dijo a los gorriones. Les dijo también que, aunque estaba muy contento por tenerlos como amigos, él quería volver a su bosque.
Un gorrión dijo que eso era imposible, porque el árbol no podía andar. Pero otro gorrión dijo que el árbol no podía andar, pero los gorriones podían volar.
Los gorriones le dijeron al árbol que ellos podían arrancarlo de la tierra y llevarlo volando hasta ese bosque.
El árbol se puso muy contento y les animó a hacerlo.
Al día siguiente, los gorriones buscaron a todos los gorriones que vivían en la ciudad y fuera de ella.
Pasaron tres días hasta que reunieron un número muy grande de pájaros.
Vinieron gorriones de todas partes, pero no pudieron sacar al árbol, pues pesaba demasiado. Entonces buscaron la ayuda de las palomas, pero tampoco fueron capaces de arrancar el árbol.
Los gorriones necesitaban la ayuda de un pájaro más fuerte. Una paloma dijo que conocía a un primo, que conocía a una amiga, que a su vez tenía un amigo, que era amigo del águila.
Los gorriones se pusieron a temblar, porque el águila no era amigo de ellos. Pero la paloma les aseguró que esa águila era buena y no les haría ningún daño.
El águila vivía en lo alto de una gran montaña. Los gorriones tardaron dos días en llegar a su casa, y se encontraron al águila muy enfermo. Pero les escuchó con atención y les prometió que les ayudaría si se ponía bien.
El águila sólo se pondría bien si tomaba la flor de la lluvia. Esta flor crecía en la cueva de la temida serpiente verde.
Los gorriones sabían que corrían peligro entrando en esa cueva, pero como querían mucho al árbol, y también querían ayudar al águila, que había resultado ser muy buena, fueron a la cueva de la serpiente verde.
La cueva de la serpiente verde estaba en la ladera de una montaña rocosa, donde sólo crecían hierbajos. Era un sitio solitario y el cielo siempre estaba cubierto de nubes negras. Llovía mucho y había espantosos truenos y rayos.
La cueva era muy profunda y estaba totalmente a oscuras. Los gorriones se adentraron en ella, cogidos por una cuerda para no perderse. Bajaron por una cuesta resbaladiza, cruzaron un túnel muy bajo y por fin llegaron a una enorme explanada llena de agua de color verde. En lo alto se abría un agujero que dejaba entrar algo de luz exterior. El lugar era muy bonito porque estaba lleno de estalactitas. Pero asustaba un poco porque el viento que se colaba producía un extraño sonido, eran como si alguien estuviera gruñendo continuamente.
Los gorriones buscaron la sala del agua, allí crecía la flor de la lluvia. Cuando los gorriones iban a cogerla, la serpiente verde salió de un rincón y los amenazó con su lengua. Tenía una cabeza enorme y una lengua larguísima. Sus ojos brillaban verdes en la oscuridad. Realmente daba mucho miedo.
Pero los gorriones vencieron su miedo y pensaron en algún plan para coger la flor.
A uno de los gorriones se le ocurrió una idea. Conocía una planta que producía sueño. Los gorriones fueron a buscarla, después volvieron a la cueva y la dejaron cerca de la guarida de la serpiente. Como a la serpiente le gustaba mucha esa planta, se la comió y se quedó profundamente dormida.
Los gorriones aprovecharon para coger la flor de la lluvia y se la llevaron al águila, que se puso enseguida bueno.
El águila cumplió su promesa de ayudar a los gorriones a arrancar al árbol y llevarlo al bosque.
En el bosque, lo plantaron cerca de un arroyo y muchos árboles. Y el árbol nunca más volvió a estar triste.