CPXII - Te daré las estrellas - Sagaz

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXII - Te daré las estrellas - Sagaz

Mensaje por lucia »

TE DARÉ LAS ESTRELLAS

El Telar del Destino vibró con un espasmo casi imperceptible. Ceriana levantó la mirada con esfuerzo, el peso de los años hundiéndole los hombros, nublando su juicio. Sus ojos buscaron el origen de la resonancia. Con manos enfermas y decrépitas tanteó los hilos, y sus dedos se detuvieron en el aire como si se negaran a moverse. Ella emitió un gruñido de desaprobación. Las delicadas manos que antaño surcaron las hebras del destino de los humanos habían sido reemplazados por garras retorcidas. Su piel ya no era blanca y sedosa, sino oscura como la brea, áspera y protuberante. El horror que le suscitaba la visión de su propia monstruosidad era algo a lo que nunca terminaría de acostumbrarse. Por suerte, hacía tiempo que ordenó destruir todos los espejos del santuario.
Ceriana suspiró, sintiendo cómo el cansancio se alojaba en su pecho y desterraba una decepción ilusoria; la resonancia había sido accidental. Claro. A veces ocurría, cuando los vientos del valle arrastraban noticias que solo el Telar comprendía, pero que ya no anticipaba.
Ceriana se incorporó y se alejó del altar. La simple cercanía del Telar y la visión de su lento estertor eran un recordatorio constante de su propia divinidad marchita. Con movimientos cansados de un cuerpo que no reconocía ni deseaba, Ceriana se dirigió hacia el balcón, descorrió el vaporoso dosel que ondulaba como la marea y contempló el valle desde las alturas.
La brisa de la mañana era agradable y, a pesar de todo, fue capaz de encontrar en ese momento algo de paz. Si sus fauces se lo permitiesen, probablemente hubiera sonreído.

Eldred se abrió paso entre los escombros. Los cadáveres se hacinaban en las avenidas de la Vieja Ciudad, rememorando en silencioso testimonio el precio que habían pagado por la libertad. Eldred atesoró esta escena. La historia nunca conocería sus nombres; la historia no entendía de personas, sino de cifras. Pero él no. Él no los olvidaría.
La multitud dejó paso a Eldred, que caminaba hacia el centro de la plaza. Allí, sus guerreros habían dado muerte a Beldais. El cuerpo humeaba como una montaña de pesadilla, la expresión de su rostro congelada en un manifiesto de puro rencor. Eldred examinó al monstruo; diecisiete lanzas de seis pulgadas sobresalían de diferentes partes de su anatomía. Aún manaba sangre de los puntos donde había sido alcanzado. El líquido oscuro regaba los relieves del pavimento, componiendo un dibujo macabro que se serpenteaba con lentitud hacia los confines de la plaza.
Eldred buscó a sus guerreros y asintió con vehemencia, solo lamentando no haber estado presente para arrancar el último suspiro al demonio. Ocho días de batalla. Beldais se había asegurado de dejar su impronta antes de ser enviado de vuelta al Abismo. Una impronta de muerte y dolor.
—Se acabó —dijo Jerah, poniendo un guantelete aún ensangrentado sobre el hombro de Eldred. El horror de la batalla aún estaba fresco en sus ojos—. Beldais era el último.
Eldred se giró hacia la multitud, apretando los puños.
—No —dijo—. El último no.

A veces, Ceriana se permitía mirar a hurtadillas entre los hilos de la historia. Era un gesto caprichoso, inadecuado para una diosa. Herético, quizás, porque delataba lo terrenales que habían sido sus años más felices.
Ceriana acarició los hilos del Telar y cerró los ojos. Ahora que lo había perdido todo, a Ceriana le gustaba recordar que hubo un tiempo en el que sostenía entre sus brazos a la criatura más hermosa del mundo. El bebé no era suyo, claro; la maternidad carnal escapaba al interés y a las opciones biológicas de los dioses. Eso creía ella, al menos. Encontró al pequeño entre los arbustos de un bosquecillo de píceas, y su corazón cambió para siempre.
Ceriana se envolvió en los recuerdos, viviéndolos al tacto, cuidando de que sus garras no dañasen el Telar. Aquel día, junto al arroyo, Ceriana tomó al bebé con la torpe diligencia de quien nunca ha sostenido algo tan frágil, y lo lavó a conciencia. Lloraba, pues el agua estaba fría, pero era un chico fuerte.
Los meses pasaron en rápida sucesión ante sus ojos. Ceriana siempre supo que los otros dioses nunca perdonarían su desliz. Ocultó a su hijo. Quería protegerlo de ellos, aunque más adelante comprendió que en sus actos siempre hubo un contraste de egoísmo. Quizás fue en aquella época cuando el Telar empezó a fallar. Ceriana no lo recordaba con claridad.
Una noche, Ceriana y el chico salieron al raso. De espaldas sobre un enorme terraplén, contemplaron un cielo salpicado de estrellas que refulgían como ascuas sobre el tapete oscuro del universo.
—¿Qué son? —preguntó el muchacho.
—Estrellas, Eldred. ¿No te parecen lo más hermoso que hayas visto?
El chico asintió.
—Lo sé, pero, ¿qué son?
—Enormes esferas de fuego.
Eldred abrió mucho los ojos, mirándola con incredulidad.
—¿Y cómo se mantienen ahí arriba?
Ceriana se rio y le revolvió el cabello al pequeño.
—Ellas pertenecen a universo. Están ahí arriba por el mismo motivo por el que tú estás aquí abajo. Es como debe ser.
—¿Y qué pasa si se caen? —preguntó con los labios fruncidos—. Me aplastarían.
Ceriana rodeó a Eldred y lo atrajo hacia su pecho en un cálido abrazo.
—Eso nunca ocurrirá, Eldred. Ellas velan por ti, aunque no lo sepas.
—Yo puedo cuidarme solo.
—Seguro que sí. —Ceriana cerró los ojos, dejando que el sueño la embriagase—. Pero, si quieres, subiré hasta el cielo y te daré las estrellas, y cuando estén en tus manos comprenderás que no hay nada que temer.
Eldred bajó la mirada, y finalmente sacudió la cabeza.
—Te equivocas, mamá.
—¿Por qué?
—Porque no les tengo miedo.
No pasó mucho tiempo hasta que los otros dioses descubrieron al chico. En los últimos meses, Ceriana había desatendido sus obligaciones con el Telar del Destino, y eso era algo que ninguna divinidad estaba dispuesta a consentir. Así que se lo arrebataron de sus brazos. A ella la encerraron en el santuario, encomendada por siempre a la tarea para la que había nacido. Gracias a las súplicas de Ceriana, su hijo fue perdonado, y en este mismo arrebato de benevolencia utilizaron magia antigua en Eldred, borrando sus recuerdos.
Todo se torció después de aquello. Cada año las predicciones del Telar erraban con más frecuencia, y Ceriana no puedo hacer otra cosa que resignarse. Algunos dioses, despojados entonces del sosiego de la clarividencia, consumidos por el recelo y el miedo, descendieron de sus tronos y sembraron la tiranía en las tierras de los humanos.
Un día comenzó la rebelión. Las nuevas ideas se propagaron como una enfermedad, hasta que los siervos se levantaron contra sus señores. Por aquel entonces nadie pensaba en ellos como «dioses».
Eldred fue uno de los artífices de esa rebelión.
Cuando los humanos abandonaron su fe, la apariencia externa de los dioses cambió. Sus cuerpos, antaño efigies idealizadas de la perfección humana, mutaron en gigantescas y deformes aberraciones de carne. El nuevo aspecto de los tiranos no ayudó a recuperar la fe perdida. Todo lo contrario; la visión de tales horrores solo consiguió alimentar la determinación de los humanos. Algunos dioses lo atribuyeron a la herejía, que los empujaba irremediablemente hacia el Abismo; otros sostuvieron que la transformación era un retorno a sus formas originales, que solo habían estado ocultas gracias al poder de la oración. Ceriana lo entendió como una inevitable simetría; una adaptación del cuerpo al alma que hacía años que habían perdido.

Eldred se detuvo frente a las puertas del santuario. Miró hacia sus filas, escudriñando los rostros cansados de los hombres que lo habían seguido, notando en su corazón el peso de los que faltaban.
—Seguiré yo solo —anunció. Un murmullo recorrió las huestes de lanceros—. Ya os he pedido demasiado.
Eldred empujó las enormes planchas de bronce taraceado, lo suficiente para abrir un hueco de apenas cinco palmos de ancho. Bajo la atenta mirada de los hombres, dio un paso hacia la oscuridad. El sol se derramaba sobre los picos occidentales como un disco de metal fundido. Y hacía frío.
Sus pasos resonaron en la bóveda del santuario. Al fondo de la sala, una figura abominable se giró. Eldred buscó los ojos del demonio, que lo inspeccionaban desde arriba con aire ausente.
—Ceriana, demonio del Destino y la Clarividencia —dijo—. Sabes a qué he venido. Hoy termina vuestra era.
—¿Y qué viene después? —articuló ella con sus fauces monstruosas.
—La nuestra.

Ceriana cargó contra su hijo, que se preparó para recibirla en una postura defensiva. Sus garras cayeron sobre el humano, pero Eldred rodó hacia su derecha en el último suspiro. Las losas saltaron por los aires en una neblina de fragmentos de mármol. Eldred se inclinó, se impulsó con los talones y dio fuerza a su estocada. La sangre roció el suelo, y Ceriana gritó.
Su hijo jamás lo sabría, pero había sido un grito de puro júbilo. Al final, el destino le había reservado algo maravilloso: la posibilidad de ver a Eldred una última vez. ¿Cuántos años habían pasado? «Ha crecido tanto… —pensó Ceriana—. Hágase pues el fin de nuestra era». Así debía ser. El Tapiz, con su silencio, había dictado la sentencia: en este nuevo mundo ya no había lugar para los dioses. Afortunadamente, Eldred nunca sabría quién era ella. Aunque hubiera conservado sus recuerdos no habría podido reconocer a su madre en el monstruo contra el que ahora luchaba. Ceriana daba gracias por ello.
El acero bailaba en las manos de Eldred. Con la misma volatilidad que una brisa nocturna, quebró hacia su flanco y un tajo horizontal la alcanzó en uno de sus tendones. La diosa bufó, apretando los dientes. Su enorme cuerpo se escoró hacia un lado. Ceriana aprovechó la inercia y asestó un coletazo brutal que derribó a Eldred. Las garras brillaron en la penumbra y estallaron contra la pechera del humano. El golpe arrojó a Eldred contra las columnas, pero se incorporó con rapidez, el labio partido goteando sobre su mentón, los ojos ardiendo. Ceriana sonrió; su hijo era fuerte. Aulló, haciendo temblar los pilares del santuario, y se preparó para el contraataque. Su hijo había prendido las llamas de la rebelión. Su destino era guiar a la humanidad hacia nuevos horizontes. Ceriana no iba a permitir que ese preciso instante, ese último enfrentamiento, ese momento incardinado en el centro de las ruedas del destino, pasase a la historia como algo trivial. Mientras le quedase un resquicio de vida, haría sangrar a su hijo. Ayudaría a forjar su leyenda.

Eldred tiró de la lanza, y la hoja desgarró la carne del demonio al salir. Ceriana cayó, toda ella reducida a un bulto sanguinolento. Eldred se apartó jadeante, sintiendo el corazón como un yunque al ser golpeado por el martillo. Estaba cubierto de sangre y sudor. Pero todo había acabado.
El monstruo aún respiraba, aunque no sería por mucho tiempo. Los ojos sangrantes de Ceriana lo miraban intensamente. El pecho se le hinchaba en una respiración entrecortada y agonizante. Eldred le dio la espala y caminó hacia el fondo del santuario. Se detuvo frente al Telar y, aunque sintió la tentación de hacerlo, evitó tocar sus hilos. En lugar de ello, alzó su arma. Con golpes pesados debido a la extenuación y a las heridas, Eldred destruyó el artefacto. Luego dejó caer la lanza y miró hacia arriba.
—Al final no pudiste darme las estrellas —susurró—. Pero hoy las conquisto para ti.

Ceriana abrió mucho los ojos, sintiendo cómo la vida se le escapaba en cada exhalación, como agua que se filtra entre los dedos.
—¿Qué…? —consiguió preguntar.
—¿Aún puedes hablar? —Eldred se giró. Había una lágrima en su mejilla—. Hablaba con mi madre. Vosotros me la arrebatasteis. Me arrancasteis de sus brazos cuando era solo un niño. Es por ella que estoy aquí.
Ceriana rio, y era una risa sincera.
—Entonces debió de ser una gran mujer.
—Aún lo es —respondió Eldred, inclinando la cabeza—. Esté donde esté.
Ceriana asintió. Su hijo pasó junto a ella, abandonándola en el dolor. Sin fuerzas para moverse, la diosa escuchó las puertas del santuario cerrase para siempre. Las últimas briznas de luz desaparecieron tras las montañas.
Ceriana murió sola.
Se fue con una sonrisa, y una imagen la acompañó hasta el final. Fue la muerte más feliz que nunca pudo desear.

De Eldred poco se supo después de aquello. A veces, la historia lo revive entre leyendas y mitos desdibujados por el tiempo. El poder nunca lo sedujo. Nunca guio a la humanidad hacia nuevos horizontes. Nunca le interesó tal cosa.
Sí, la historia también lo olvidó, y los libros poco dicen de él. Salvo que murió en los bosques, y que nunca jamás volvió a mirar al cielo.
Nuestra editorial: www.osapolar.es

Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Escritoradesueños
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Escritoradesueños »

Este es el primer relato que leo.
Me ha gustado esta bella y triste historia, muy bien escrita, si señor.
Como soy de las que se fija más en el contenido, en la manera de hilar la trama, te digo...esta historia ¡Hubiese dado para algo más grande aún! No digo una novela, pero si un relato más extenso en el que Beldian cobrase cierto protagonismo, pues he sentido demasiada inquina en Eldred al matarlo ¿Quizás fue el que lo separó de su madre?
Me ha encantado eso de que los cuerpos de los Dioses sean tan preciosos y perfectos por obra de la fé y la devoción, esa "energía" que se crea a través de esa fé, los volvía hermosos y cuando todo eso desapareció, quedaron ¿Sus verdaderos cuerpos y rostros o lo que ahora veían en ellos?
Me recordó en un punto a Elantris, no se porqué...quizás eso de los Dioses caidos, más nada, porque en nada se parece después. No se si la habrás leido, autor, pero quizás te gustaría.
¡No sabía lo que eran las píceas! (Me hiciste buscar en San Google) ¡Que mágico me ha sonado lo del bosque de píceas! Me ha intrigado aún mucho más las historia desde que ha encontrado a ese bebé entre los árboles de píceas.
¡Me has matado con Ceriana! La creadora del telar del destino. Llena de amor, de ternura, de dolor, con una muerte que no merecía y que le da su propio hijo ¡Me ha encogido el corazón! Deseaba que descubriera aunque fuese a última hora que ella era su madre, esa madre que lo rescató y crió. ¡Que dolor imaginarla como un bulto sanguinolento por culpa de la mano guerrera de a quien le dio la vida!
Ahora expongo lo que no me ha gustado tanto, tranquilo autor, que son pocas cosas. He visto un par de errorcillos por ahí, aunque para mí eso no deslucen en nada a todo el relato, que yo veo bien escrito y bien hilado.
Me gusta que no te regodeas en la sangre, violencia y tal...Porque esta historia tiene su parte Mágica, su parte Amor,su parte Guerra-crueldad-violencia y su parte Justiciera. ¡Combinaste bien tus ingredientes!
Una de las cosas que no me gusta es el final. Que va...ya era innecesario decir si Eldred pasó a la Historia y si fue olvidado o no, si ya miraba al cielo o no (o a mí me lo parece así). Quizás eso es lo que quería Ceriana (que el niño le pasase a la Historia) y nos estás contando que el sufrimiento de Ceriana fue en balde...pero yo hubiese preferido un final más entre madre e hijo, más apoteósico quizás. No me gusta sentir que Eldred queda como un gran guerrero que sin embargo es un ignorante de su realidad más íntima y personal.
Sobre los fallos técnicos que vi, fueron;
(errata) Ceriana no puedo hacer otra cosa que resignarse----Pudo en vez de puedo ¿No?
A veces, la historia lo revive entre leyendas y mitos desdibujados por el tiempo. ---Este tipo de "Historia" siempre va en mayúsculas.
Muy buen nivel y buen relato, autor. ¡Mucha suerte!
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Berlín
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Berlín »

Te daré las estrellas


Mira que nos gusta la mitología. En la griega tenemos a las tres Moiras que se ocupan del destino de los hombres. Cloto, Láquesis y Átropo, que, para cada mortal, regulaban la duración de la vida desde el nacimiento hasta la muerte, con ayuda de un hilo que la primera hilaba, la segunda enrollaba y la tercera cortaba cuando la correspondiente existencia llegaba a su término. En la romana tenemos a la Parca. Lo que no sé si el nombre que has elegido Ceriana tiene algo que ver con Ceres. En fin, un relatillo entretenido, que me ha dejado buen sabor de boca. Algunos errorcillos he visto por ahí.
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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rubisco
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por rubisco »

¡Menudo relato, autor o autora!

Mitología, dioses débiles, humanos que se rebelan… Y dos tramas que se entrelazan de forma magistral al final. No soy aficionado a la fantasía, mucho menos a la mitología y a la lucha de dioses, pero esa narrativa me ha mantenido todo el tiempo dentro de la historia.

Todo lo que puedo señalar es bueno. La historia no sólo es correcta, sino que mantiene el ritmo y avanza de forma coherente. Está, de momento, entre los mejores que he leído. ¡Enhorabuena!

Gracias por compartirlo :hola: .
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Dama Luna
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Dama Luna »

Ejem, Escritora, esa historia va bien como está, con minúscula. Es un nombre común.

Ya, perdón por el desliz.

Me quedan por leer cuatro o cinco pero, por ahora, este es mi champion. Me ha encantado; está muy bien escrito, con un lenguaje hermoso que se corresponde muy bien con la historia épica tratada. A diferencia de otros textos del concurso, nunca resulta artificioso, porque está bien ejecutado, y el autor se maneja con soltura en esta forma de narración. La historia es bonita, y la longitud del texto perfecta, ni se hace corto ni largo, cuenta lo que cuenta sin necesidad de recortar o alargar en exceso. Me ha gustado mucho el amor de Ceriana hasta el final, y el del hijo aunque no supiera reconocerla. Solo puedo darte la enhorabuena, autor, que tengas mucha suerte.
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Paraná
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Paraná »

Una leyenda preciosa, con los elementos necesarios para engarzarla en una saga más larga, a pesar de las advertencias finales sobre el posterior opacamiento del héroe. La prosa y la estructura, bien cuidadas. ¡Muy bueno, escrito/a!
Pequeño consejo: no repitas tanto los nombres propios; no hace falta. ¡Mucha suerte!
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Tolomew Dewhust
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Isla de Eubea, otoño de 481 a.C.

Querida Larús,

... hoy he recibido tu carta.


Me ha gustado la historia. Poco más que añadir.

Si acaso, ligera sensación de que la prosa no se ajusta al cien por cien a tu manera habitual de narrar, y la percibí pelín forzada en algunos puntos. Cosa de poca importancia, como ves.


Me gusta la estructura circular, presentarnos a Ceriana decrépita y a su hijo en plenitud, retrotraernos a los inicios del héroe y, finalmente, volver a reunirlos en el asalto final al santuario. También he sonreído cuando Eldred le dice que al final no le pudo bajar las estrellas -pensando yo que, tal vez, él sí que era en todo momento consciente de que le estaba arrebatando la vida a su propia madre-, pero, veo que aún lo has resuelto mejor, que fue más bien un alegato que profirió a modo de venganza y en recuerdo de aquella. Bien por ahí.

No me quedan chinos, pero te pongo uno de estos, :hola:.


Siempre tuyo, T.D.
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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Ororo
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Ororo »

Ohhh, un relato muy bien escrito. Exquisitos los fragmentos que aluden a Ceriana y su condición. Me ha gustado mucho cómo has contado las intimidades de su alma y las propias intimidades: la decrepitud, el Telar… También es muy interesante el asunto de la caída de los dioses y el comienzo del libre albedrío de los humanos.

La parte de Eldred y las batallitas también está bien pero, desde que aparece, me suena a algo ya leído. Los dioses, los monstruos y, sobre todo, las estrellas, la historia secreta de madre e hijo, su conversación, el fatal pero necesario desenlace… Muy bien contado, repito, pero esta parte me ha gustado menos.

Además, yo habría cortado casi en el momento en que dices “Dejó caer la lanza y miró hacia arriba”. Lo demás me sobra un poco. Es una explicación que ya imaginamos. Pero esto es una manía mía.

Así que muy bien, aunque las lanzas midan sólo 6 pulgadas (15 centímetros) y aparezca el nombre de Ceriana multiplicado por 33.
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jilguero
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por jilguero »

Como acabo de comentar a tu compañero de tarde (me refiero a que sois los dos relatos que he leído esta tarde), debo estar saturada de relatos o de concursos porque este, que al empezar pensé iba a ser de los míos, de los que disfruto mucho, poco a poco me ha ido sonando más a una historia de romanos que mitológica y ya no me ha llamado tanto la atención. Mi sensación es que tiene un arranque prometedor y que luego pierde fuerza, entre otras cosas porque me da que para tratar de crear una ambientación mitológica le has dado demasiado peso al uso de un lenguaje grandilocuente y no tanto a darle profundidad psicológica a los personajes. Me gusta la mitología pero mi sensación es como si aquí estuviera asintiendo a un decorado de cartón piedra mitológico no logrado del todo.

Pero, como le acabo de decir a la autora de Sombras, también es que ya no me sorprende que montéis buenos relatos y estoy esperando que me sorprendáis con una nueva vuelta de tuerca. En cualquier caso, no es mal relato y está bien escrito. Mucha suerte. :wink:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Ratpenat
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Ratpenat »

Está bien el relato. Aunque a ratos he desconectado de la lectura y he tenido que volver atrás, creo que está bien escrito. Aún así me ha parecido como si hubiese leído esta historia una y mil veces. No sé explicarlo. Es como si hubiera visto todos los elementos bien puestos pero fueran los elementos de toda la vida. No le he encontrado ese algo que hace que me guste de verdad.

Ni caso. Es un buen relato en todo caso.
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Spicata
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Spicata »

Adoro la mitología, y tú has hecho un relato muy bueno. Quizá me ha faltado un "pelín" más ... pero será también porque soy un poco "morro fino" en este tipo de relatos. Aún así está muy bien escrito, muy bien hilado y con un buen final. Me ha recordado al final de cierta película que también me dejó fuera de combate.

Enhorabuena.
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Edgardo Benitez
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Edgardo Benitez »

Muy buen relato, bien llevada la historia. Te veo en el podium
¡Hay vida antes de la muerte!
Ninguna de tus neuronas sabe quién eres… ni les importa.
Pero si te pego en el centro, será por filosofía.
Pero por poesía, serás mi centro.
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Tolomew Dewhust
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por Tolomew Dewhust »

Releído. Esta historia es de un :chino: y dos :palomitas: :palomitas: .
Hay seres inferiores para quienes la sonoridad de un adjetivo es más importante que la exactitud de un sistema... Yo soy uno de ellos.
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cindia
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por cindia »

Un buen relato sobre la mitología, bien escrito y ha empezado con fuerza. Pero hacia el final se me ha hecho un poco cuesta arriba terminarlo, con la sensación que hacía falta algo más para terminar de atraerme por completo.

Sin embargo, eso no quita que sea un buen relato y te deseo suerte en el concurso.
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prófugo
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Re: CPXII - Te daré las estrellas

Mensaje por prófugo »

Estimado(a) autor(a):

Me alegra y, a la vez, me preocupa haber dejado de último tu relato.

Me alegra porque es precioso. Una historia hermosa entre madre Diosa e hijo humano...con ese final tan sentido...tan triste y hermoso a la vez. Me alegra que la madre antes de morir oiga a su hijo hablar tan bien de ella aunque no la reconozca.

Y me preocupa porque ya tenía un lío de padre y señor mío para dar mis puntos y votaciones...y ahora me la pones más difícil :colleja:

Excelente relato. Está escrito como los dioses...nunca mejor dicho. Me rindo a tus pies :60:

Otro fuerte abrazo y gracias por compartir esta criatura tan buena con nosotros :60:


PD: por relatos como este y autores como tú jamás ganaré aquí un concurso :D Estoy a años luz de concebir algo así. Sigo sacando el sombrero y haciendo una reverencia :chino:


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