CPXII - Carne muerta - Desierto

Relatos que optan al premio popular del concurso.

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lucia
Cruela de vil
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CPXII - Carne muerta - Desierto

Mensaje por lucia »

CARNE MUERTA


—¡Apártese de mí!
Intentó protegerse la cara, pero fue en vano. El muchacho le pilló por sorpresa. Sintió un escozor breve e intenso en la mejilla. Por suerte, al chico apenas le quedaban la mitad de las uñas en sus dedos mutilados.
—Estate quieto, por Dios, Nino. Tranquilo.
—¡Me da asco!
Apresó sus brazos por las muñecas y usó su peso para inmovilizarlo. No era difícil. Nino no debía de pesar ni cuarenta kilos. Tuvo que recordarse a sí mismo que el chaval no era responsable de lo que hacía para reprimir el impulso de darle un guantazo.
—¿Estás ya más tranquilo?
Lo soltó cuando notó que la respiración de chico se sosegaba. Solo entonces se percató de que estaba llorando. Sin aspavientos; lagrimones grandes y cálidos resbalaban en silencio por su cara.
Se levantó del diván y se acercó hasta el rincón de la consulta donde tenía el lavabo y un espejo y contuvo una exclamación de dolor cuando aplicó alcohol con un algodón sobre las heridas.
—Espero que no tengas la rabia.
—Lo siento mucho, doctor. Lo…
—Cállate, anda. Ya lo sé.
Hacía solo un par de semanas que trataba a Nino, pero ya había establecido con él una confianza muy superior a la que conseguía con otros pacientes. Aquel muchacho estaba completamente indefenso, desvalido. Aquello había ayudado, había despertado en él ese espíritu de caballero andante que tantos fracasos le había proporcionado en el pasado. Además, la extravagancia de aquel caso le había estimulado. Tendría que ponerse al día y revisar las bases de datos, pero, o mucho se equivocaba o estaba ante una entidad completamente nueva.
Le miró. El pobre era un despojo. Allí, tumbado en el diván, con sus manos cubiertas de vendas y su cara masacrada de heridas, tenía el aspecto de un polluelo picoteado por el gallo del corral. Tenía el pelo completamente negro y muy liso. Teñido, imaginaba, y vestía con una ropa tan impersonal y oscura como el resto de él. Era como si su imagen tuviera que atravesar el agua de un estanque de aguas sucias para llegar hasta sus ojos. A pesar de la luz intensa que reinaba en su consultorio, el rincón que ocupaba Nino parecía siempre sumido en sombras, como cubierto por nubes de tormenta.
No podía ser más distinto de Sara, pero por algún motivo le recordó a ella. Hacía mucho que no le sucedía. Quizá fuera por la delgadez de sus brazos, o por su aura de indefensión.
Intentó sacarse ese pensamiento de la cabeza. No le ayudaría ni a él ni al chico.
—¿Estás mejor? —le preguntó—. ¿Crees que podrás quedarte en casa sin hacer más tonterías por hoy?
Vio que Nino asentía, compungido, así que se acercó hasta la puerta del consultorio y llamó a su madre.
—¡Cielo Santo! ¿Pero qué ha hecho esta vez?
—No se preocupe, señora Motos. No es nada. Tan solo se ha puesto nervioso.
—¿Le ha atacado? —Ella miró a su hijo con ojos furiosos, unos ojos verdes, crueles y felinos, que destacaban en el centro de su pálida cara.
—No, descuide. Intentaba hacérselo a sí mismo otra vez y yo me puse en medio. Ha sido un accidente, Gloria.
Se dio cuenta de su desliz un instante después de llamarla por su nombre de pila. A ella no le gustó. Aquella mirada despiadada voló desde su hijo para flagelarle a él con el desprecio aristocrático que ya había intuido en otras ocasiones. Ricos de mierda.
—Pueden marcharse. Creo que ya ha pasado lo peor. En el fondo hemos hecho muchos progresos hoy, ¿verdad, Nino? Y por supuesto, que esté lo más alejado posible de cualquier tipo de ordenador.
—Doctor, ya le he dicho otras veces que eso es bastante difícil en nuestra casa.
—Pues habrá que intentarlo, ¿no cree?
Estaba muy cansado. Su voz sonó un punto más agrio de lo que pretendía. Ella respondió en el mismo tono.
—¿Se da cuenta de quién es mi marido, de a lo que se dedica? No podemos desconectar nuestra casa de buenas a primeras.
—Lo siento mucho, pero tendrán que hacer un esfuerzo. Si no lo hacen, veo muy difícil que Nino pueda mejorar, y si no mejora, tendré que ingresarlo. Ninguno queremos que eso pase otra vez, ¿verdad?
—Está bien —claudicó ella. La tensión de su mandíbula indicaba el esfuerzo que le costaba—. Lo intentaremos, doctor. Tiene usted unas referencias impecables, así que supongo que sabe lo que hace.
Cuando por fin se fueron, con la promesa de volver al día siguiente, encendió el ordenador. Si quería comprender de verdad lo que le pasaba a Nino tenía que experimentar su mundo. Volver a hacerlo, en realidad. Recordar. Recordar lo que se sentía, aunque fuera solo una vez más.


Él era un crío apenas algo mayor que su paciente cuando aparecieron los primeros metaversos. En aquel entonces, muchos pensaron que se trataban de apenas un divertimento, un entorno de realidad virtual para dar cobijo a los grandes videojuegos multijugador, pero muy pronto se transformó en un lugar de refugio para muchos jóvenes, él incluido.
Después de un tiempo disfrutando de ello, llegó el día en que probó su primer inductor neural para jugar en la última versión de World of Warcraft, y comprendió el potencial adictivo de aquel mundo perfecto.
Se apartó a tiempo de los mundos de Azeroth, de Second Life, de Two Worlds y demás, y encerró su flamante inductor en un cajón. A pesar de que ahora todo el mundo los usara a diario, en el trabajo, en las telecomunicaciones y, sobre todo, en el ocio, él, Andrés Otamendi, los detestaba. Los detestaba de la misma forma que a la música de los grupos de su juventud, que le estimulaban y le repugnaban a un mismo tiempo. Como si le recordaran a la persona que un día decidió dejar de ser.
Sacó el casco del último cajón de su escritorio. Sus manos temblaban un poco. Lo conectó a su puerto y, muy despacio, se lo colocó. Cerró los ojos para evitar el mareo y dejó que el hormigueo que comenzó a recorrer su nuca y su espalda se extendiera por todo su cuerpo.
Casi se había olvidado de lo hermoso que parecía todo allí. Casi. Tan solo arrancar el navegador ya suponía una experiencia física global. La sensación de volar sobre un mundo colorido de mensajes publicitarios al son de música celestial y mientras sentías el roce del viento en todos los poros de tu piel.
Solo una nota discordante rompía la ilusión de que todo aquello era tan real como cualquier otra escena que hubiera vivido. Entrar en la red con inductor neural producía la sensación de que tu nariz hubiera desaparecido. Ningún olor. Ningún sabor. Aquellos sentidos, de carácter más primitivo que el resto, se alojaban en un nivel del cerebro mucho más profundo que la corteza y todavía ninguna empresa de ingeniería biotecnológica había logrado reproducirlos con un mínimo de fidelidad.
Navegaba sin nick, con un avatar renderizado a partir de su foto de archivo y sin esconder sus datos personales, por lo que cualquiera podía identificarle y acceder a sus datos públicos.
Tras encontrar el enlace hacia la página web de Germán, activó el link de llamada y, tras unos segundos, se abrió frente a sí un portal brillante del que surgió la figura de su amigo.
—¡Me cago en todo lo que estudié! ¡Pero mira a quién tenemos aquí! El Superloquero en persona. ¿Has decidido dejar de lado un rato a tus pacientes famosos para entrar en el mundo de los simples mortales?
Era él, pero al mismo tiempo no lo era. Germán siempre había sido un tipo bastante guapo, pero hasta donde podía recordar, la última vez que le había visto su pelo raleaba y lo llevaba rapado al uno. En cambio, en aquel espacio virtual lucía un peinado a la moda de media melena alborotada. Parecía más joven. Su piel bien bronceada tenía un matiz brillante, casi metálico.
—Venga, German, no jodas. No es tan raro. Te mandé una felicitación por Navidad.
—No me lo recuerdes, por favor. Solo un carca como tú manda todavía esas felicitaciones grabadas. La gente normal se conecta en multiportal, Andrés. ¿Sabes lo que es eso?
—Sí, sí, no me des la vara…
—Venga un abrazo, hombre —le interrumpió. Cuando su amigo se echó sobre él, no pudo dejar de sorprenderse ante la viveza de la sensación—. ¿Ves como no es tan malo? La gente puede relacionarse así, de verdad.
—Ya, bueno… —se ruborizó. No sabía si el sensor que transformaba en imágenes sus expresiones faciales captaría aquello. Germán no pareció notar nada raro.
—Está bien. ¿Qué necesitas? —le preguntó.
—¿Qué pasa, no puedo llamar sin más a un viejo amigo?
—Andrés…
—Es verdad, tienes razón, como siempre. Estoy con un caso que me tiene perdido y en el que creo que tú podrías ayudarme.
Germán tenía una consulta on-line de psiquiatría. Siempre se había reído de él cuando le hablaba de su diván y de las entrevistas que hacía a sus pacientes. Él era un enamorado de las nuevas tecnologías; lo había sido siempre y, según su punto de vista, tener la consulta en un lugar físico solo servía para limitar el acceso a futuros clientes. Siempre había dicho, y no del todo en broma, que lo que Andrés le sacaba a uno de sus pacientes de la alta sociedad, él lo compensaba tratando a cincuenta personas a la vez a través de la red.
Le contó lo de Nino. Al principio tenía toda la pinta de un caso más de drogas en un adolescente con problemas de adaptación. Sus padres habían creído que se estaba metiendo algo para quitarse el hambre y, como castigo, le habían encerrado en su cuarto y le habían quitado el acceso al ordenador. El resultado: un mono de tal calibre que había ingresado en la UVI medio muerto con un delírium trémens de libro.
—Todo resultaba demasiado orgánico, demasiado físico —explicó—, ningún proceso psicológico cuadraba con las crisis hipertensivas, las taquicardias y demás. A mí me llamaron solo cuando los resultados en sangre dieron negativo a todas las drogas conocidas.
—Y entonces te encontraste con un chico anoréxico, con la piel de la cara y las manos destrozada, ¿no es así?
—¡Eso es! Ni te imaginas. El delirio de asco hacia su propio cuerpo es tan desmedido que hasta se arranca las uñas a mordiscos. las u pierden el trabajo por navco hacia su propio cuerpo es tan desmedido que hasta se arranca las u pierden el trabajo por nav¿Ya lo habías visto antes? Tú tienes que lidiar cada día con todos los colgados que hay por la red.
—En mi vida, tío. Yo no los he visto, pero es algo…
—¿Qué?
—Se lleva hablando de algo así en los foros desde hace un par de semanas. La Fiebre Negra, lo llaman algunos. Por lo que cuentas, es lo mismo. Nadie sabe a ciencia cierta qué lo provoca. Al principio pensaron que era un nuevo derivado de la desmorfina, como el crocodile solo que a lo bestia, pero parece que no hay drogas de por medio. Sea lo que sea, es chungo. Ya han muerto varios críos, sobre todo chicas. Una de ellas se quitó la cara con un cutter. La cara entera, tío, piel, músculos… todo.
—¡Joder! Y yo he mandado a ese chico a su casa con unos padres que no le hacen ni caso.
—Bueno, la mayoría de los casos no parecen tan graves. Hay de todo. Lo único que parecen tener todos en común es una adicción desmedida a los metaversos. Pero Andrés, hoy en día… ¿Quién, a excepción de ti, claro, no está enganchado?
—Le he dado muchas vueltas y creo que tienen que ser los inductores neurales, Germán.
—¿Los inductores? No, no lo creo. He visto a mucho colgado desde que salieron, Andrés. Un montón de adictos al sexo que se dejan todos sus ahorros en porno virtual, o flipados de la adrenalina que pierden el trabajo por navegar en la oficina, pero está demostrado que no producen cambios a nivel orgánico en el cerebro.
—En el cerebro adulto, Germán, pero estos chicos tienen catorce años. A esa edad la plasticidad sináptica neuronal es un misterio que aún no hemos desentrañado. Creo que la inducción sensorial por radiofrecuencia de la corteza es la que provoca los cambios, la que convierte lo que podría ser una adicción sin más en un problema biológico.
—Bueno, si lo ves tan claro tienes la solución enfrente. Consigue que tu chico se interese por algo del mundo real. Búscale un hobby o algo.
—Qué fácil, ¿no?
—Yo no he dicho que lo sea, pero tío, no cobro tus tarifas.
A aquellas palabras siguió un silencio incómodo. Desde hacía meses, le costaba saber cómo comportarse con las personas que le conocían de siempre, con las personas que sabían todo lo que había pasado.
—Bueno, Germán, te agradezco tu tiempo. Un día de estos deberías pasarte por casa.
Cuando ya iba a despedirse, su amigo le interrumpió. Su socarronería y su carácter alegre habían quedado desplazados por una expresión de genuina preocupación.
—Oye, Andrés… Ten mucho cuidado, ¿vale? Ya sabes por qué lo digo.
Intentó amagar una sonrisa, pero sabía que no le había salido bien, así que apagó el inductor y se desconectó sin más. La luz de su despacho le golpeó en los ojos con sucia dureza.


Caminaba ya hacia su pequeño apartamento reparó en la tienda de animales. Llevaba meses cruzando aquella misma calle y nunca hasta ese momento se había fijado en ella. Su nuevo barrio estaba lleno de sorpresas por descubrir. El germen de una idea comenzó a tomar forma en su interior. Cruzó el umbral de la puerta y el sonido de una vieja campanilla de bronce anunció su presencia en el interior. Allí dentro olía a excrementos de animales, a pienso y a la paja humedecida de las jaulas. Olía a vida. No supo si la inspiración había nacido de las palabras de Germán o la idea era genuinamente suya, pero en cuanto vio al cochorro de husky siberiano, lo tuvo claro.
No pudo esperar al día siguiente. Desde la tienda se dirigió directamente a la mansión de los Motos, en el barrio rico. Un mayordomo le hizo pasar y se hizo cargo de su abrigo.
Le recibieron en un salón sin apenas muebles que parecía destinado exclusivamente a recibir a invitados. En cuanto vio la cara que puso Nino cuando sus dedos deformados acariciaron por primera vez el suave pelaje gris y blanco, supo que funcionaría. El chico estaba tan anonadado con la experiencia que ni siquiera le dirigió una mirada. Tan solo hizo un comentario sobre el bocadillo de jamón que le había servido una criada.
—No sé cómo es capaz de comerse eso, doctor —dijo, sin apartar los ojos de su nueva mascota—. No es más que carne muerta.
—Nino, no empecemos…
El chico se disculpó, obediente, pero hizo el gesto de meterse los dedos en la boca y vomitar, solo que en aquella ocasión no lo hizo con desprecio ni asco. Intentaba esconder el inicio de una sonrisa. Estaba bromeando. Era la primera vez.
—Tienen que intentar que pase con el cachorro el mayor tiempo posible —le dijo a su madre, que atendía a la escena con una mezcla de hastío y fascinación. En aquella casa inmensa, aquello debía de parecerle el colmo de la extravagancia—. No lo lamentarán.
—Pero…
—No, Gloria, de peros nada. ¿Es que no lo ve? Va a funcionar, lo sé. No me cuente que no pueden, por favor. Su hijo se lo merece. Lo que el chico necesita es algo que le ponga en contacto con el mundo real. En cuanto vi a Orco allí, en la tienda, no tuve más dudas.
Ella miró a su hijo. Nino no sonreía, no había expresado su agradecimiento, pero sus ojos estaban fijos en el cachorro, alucinados. Entrelazaba sus dedos mutilados entre el pelaje denso del animal como si aquél fuera un acto de comunión mágica. Aquella sombra que siempre había planeado sobre él había desaparecido.
—Es posible que tenga razón. Quizá podamos arreglarlo para que el servicio…
—Dejen que sea él quien se encargue. No lo lamentarán. Por cierto, ¿su marido?
—Ha salido en viaje de negocios. Ya que nos ha prohibido el viaje virtual —añadió una sonrisa forzada a su comentario, como para quitarle hierro—, ahora tiene que desplazarse más a menudo.


Se encontraba de buen humor cuando por fin entró en su apartamento. Pocas veces podía disfrutar de aquella sensación de haber ayudado realmente a alguien. Quizá una o dos veces al año sucedía el milagro. Aquello era suficiente para poder seguir aguantando. Era lo que le cargaba las pilas para poder lidiar con todos esos enfermos crónicos a los que ofrecía apenas el cumplimiento de la obligación, la ilusión mutuamente aceptada de que la terapia era necesaria y servía para algo por el mero hecho de que las sociedades médicas así lo declarasen.
Esa noche no le molestó la aséptica impersonalidad que la marcha de Sara había dejado tras de sí en aquel lugar. Los muebles parecían recién sacados de un catálogo de venta rápida y en las paredes apenas había un par de cuadros abstractos que había elegido un decorador. Ni una foto.
Respiró ese aire limpio y entró en el cuarto de baño. No pensaba cenar, si quería rehacer su vida tenía que cuidarse más que nunca. Mientras se lavaba los dientes, se fijó en un pequeño punto blanco rodeado por un halo rojo en el centro de su frente.
Llevó un dedo hasta la base del grano con la intención de tantear si le dolía o no, pero aquel leve contacto fue suficiente para provocar que estallara. Su contenido grumoso, junto a una pizca de sangre roja y brillante, quedó adherido a su piel.
Ni siquiera sintió llegar la arcada. Solo se dio cuenta de lo que estaba pasando cuando contempló el contenido de su estómago a medio digerir en el interior de la pila del lavabo. Se aferraba a ella con dedos crispados para no caer al suelo, sus rodillas de repente temblorosas y sin fuerzas, como si una cuchilla invisible le hubiese segado los tendones.
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Si cedes una libertad por egoísmo, acabarás perdiéndolas todas.

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Berlín
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Berlín »

Carne muerta

Como no tengo ni idea de lo que es un Metaverso me he ido a google a buscar información y esto es lo que he hallado:
El concepto de Metaverso, creado por Neal Stephenson en su novela Snow Crash en el año 1992, surgió como una evolución del término de "realidad virtual" que existía anteriormente. El Metaverso es un entorno inmersivo, tridimensional y virtual en el cual las personas pueden relacionarse entre sí, social y económicamente, independientemente de su localización física. A grandes rasgos, puede considerarse a Internet como una expresión primitiva de este concepto.
Y ahora ya más informada debo decir que me ha gustado bastante tu trabajo autor. Sobre todo me ha gustado mucho cómo ha solucionado este doctor el problema de su paciente, con ese perro que parece ser lo atará a la realidad. Lo que no entiendo muy bien es el final. ¿Ese vómito es la consecuencia de haberse vuelto a conectar a ese mundo que para él resultó tan nocivo? Supongo que él también se enganchó y le costó mucho salir de él ¿no?
Si yo fuese febrero y ella luego el mes siguiente...
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Frigg
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Frigg »

Me gustan los temas futuristas, me gustan los temas de loquero, y me atrae todo lo que tiene olorcillo a vampiro, zombi, terror o misterio. Pero no me termina de conquistar del todo tu historia y me da rabia. Porque creo que la historia da para mucho y que está un poco arrebatado el final.
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rubisco
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por rubisco »

Querido autor, querida autora.

Un relato valiente, enmarcado en la ciencia ficción y con un aire de tecno-thiller, inspirado en el comportamiento de la neuroquímica del cerebro. Un psiquiatra (o la profesión que la sustituya en el futuro) trata la extraña dolencia de un niño que vive en un ambiente sobreprotegido.

La idea es interesante, aunque me ha costado seguirla porque creo que te ha costado encontrar el ritmo adecuado para intercalar la información técnica sobre la historia. Por su parte, la historia está bien armada, aunque creo que las circunstancias que se plantean resultan demasiado lineales y previsibles (salvo las circunstancias científicas, pero éstas, a mi juicio, no aportan la incertidumbre que esperaría del argumento). Por otra parte, algunas líneas del diálogo entre el médico y la madre me parecieron poco creíbles.

Quizá el problema es que lo que has aportado puede ser más el argumento de un texto más grande (una novela corta, por ejemplo), y lo que nos has presentado podría enriquecerse con elementos que supongan verdaderas dificultades para el protagonista, el niño y la familia.

Como elementos positivos quisiera destacar el comienzo del relato. Tienes una gran facilidad para hacer descripciones, sobre todo en la interacción entre personas y en los diálogos. Si todo el relato hubiera ido por esa línea creo que me habría gustado más.

Gracias por compartirlo :hola: .
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Topito
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Topito »

Bueno, entretenido relato. La verdad que no me salen muchas palabras más. No sé si es bueno o malo. Es decir: si este relato estuviera dentro de un recopilatorio me hubiera entrenido, como ya he dicho, pero no sería de los que destacara por haberme robado el corazón.

Buen trabajo, no obstante. Y suerte en el concurso.
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prófugo
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por prófugo »

Estimado(a) autor(a):

La idea de tu relato me parece magnífica..muy actual, interesante y elaborada.

Se ve que tienes muchos conocimientos del tema y que has realizado un gran trabajo de investigación.

Lo que me ha dolido es que hayan ciertos descuidos como un copy/paste que duplicaste:
«Las u. pierden el trabajo..."

Pero olvidándonos de eso..que tampoco me parece tan importante...me has dejado muy pensativo y he aprendido mucho de tu criatura (y eso que soy informático).

El final no es de mi gusto pero es algo ya muy personal.

Por cierto..espero que la pequeña mascota no sufra daños por ayudar al chico :-)

En conclusión, me ha gustado y ha estado cerca de enamorarme.

Un fuerte abrazo y gracias por compartir tu trabajo :60:

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Escritoradesueños
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Escritoradesueños »

Una historia lúgubre, que a mi personalmente me ha hecho reflexionar mucho sobre el mundo virtual que alternamos con la realidad y me ha hecho preguntarme si cuando escribimos o leemos estamos también separándonos quizás de la realidad. Me ha emparanollado mucho, con la vía neural y los metaversos (esto del metaverso he tenido que buscarlo en google porque no tenía ni idea).
Creo que esta historia virtual es en parte actual y en parte futurista, pues ya están fabricando las dichosas gafas que nos harán ver que vivimos en las nubes y cosas así. Da un poco de yuyu.
Fuera de todo esto y centrándome aún más en la historia que nos cuenta, al final no me he enterado de NADA.
Digo DE NADA porque al vomitar el psicólogo, creo que vomita el jamón que comió en casa de la tal Gloria y digo yo; ¿Porqué se pone tan mal? ¿Todo el mal está en ese jamón? ¿Veneno? ¿Vacas locas? ¿Jamón virtual? No entiendo.
Me ha resultado macabro imaginar lo de la chica que se arrancó la cara y también imaginar a ese pobre Nino, que es capaz de convertir al perro en que se yo. ¡Miedo da!
Pero como no entiendo cual fue el pasado de Andrés (parece que fue adicto a lo virtual ¿y?), tampoco tengo ni pajolera idea de quien era Sara ni cuenta más allá de ella, cuando se perfila como la sombra de un personaje interesante...
Me quedo con un poco de todo y a la vez con NADA.
Una historia muy oscura, que hace pensar, que en sí luego no entiendes el final ni sabes que le puede esperar a Nino, al pobre perro o al mismo Andrés. Ni si será verdad que esa Gloria tiene marido.
En fin, solo me ha dejado preguntas, dudas, paranoias, una mala sensación.
No es una historia de mi gusto.
Está bien escrita, aunque hay una frase en la que me he quedado parada, porque no sé si estaba llena de errores y cortes en las palabras o se debía a que no tenían bien ajustadas las vías neuronales, no se. Esta es la frase entrecortada y extraña;
las u pierden el trabajo por navco hacia su propio cuerpo es tan desmedido que hasta se arranca las u pierden el trabajo por nav¿Ya lo habías visto antes?----¿Pero esto que eees?
Suerte autor, espero que otros puedan entender tu obra y gustarle.
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Sagaz
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Sagaz »

Por fin algo de ciencia ficción :60:

Escritura y estilo: Muy bien escrito. Sobrio y preciso, como a mí me gusta. Al margen de par de deslices de poca importancia, me gustaría saber qué ha pasado aquí: "las u pierden el trabajo por navco hacia su propio cuerpo es tan desmedido que hasta se arranca las u pierden el trabajo por nav". Me ha sacado muchísimo esta frase, hasta el punto de pensar que habían empezado a hablar un dialecto alienígena para anticipar algún giro loco del guión :lol: Bromas aparte, quitando esa frase está muy bien.

Mensaje, verosimilitud e ideas exploradas: El relato aborda un tema recurrente dentro de la cifi que ya se ha tratado desde todas las perspectivas imaginables. Es difícil encontrar algún enfoque rompedor, y más aún en un formato tan escueto. Por ello, creo que el relato cumple sobradamente con las ideas que maneja y transmite de forma acertada. Encuentro un problema algo más preocupante en cuanto a la forma de dosificar la información. En mi opinión, es preferible que sea el narrador quien exponga hechos ya conocidos por los personajes en lugar de utilizar a esos personajes para decirse constantemente lo que ya saben. Lo que en argot literario y de guión se conoce como as you know aparece tanto en el diálogo con la madre como con el amigo. Hay que utilizar al narrador. Mostrar antes que explicar no es un axioma narrativo que funcione en todos los formatos y contra cualquier circunstancia. No pasa nada por explicar si no puedes mostrar, como creo que es el caso en este relato. Hay otras dos cosas que no me han gustado: la referencia a la relación sentimental pasada del protagonista, por un lado. No aporta nada, no tiene que ver con la historia y lo único que consigue es confundir haciendo creer que esta alusión realmente tiene alguna importancia. La segunda: el final. Lo siento, pero aquí he echado en falta alguna explicación. Explícita o implícita. Si no quieres caer en lo redundante, al menos deberías dejar algunas pistas por el camino, porque a mí al menos me has dejado con cara de póker.

Conclusión: Todo lo que acabo de comentar son detalles de una importancia relativa, por ser un poco quisquilloso y que no te duermas en los laureles, autor/a :boese040: La sensación general ha sido muy buena. El relato me ha gustado, la temática me resulta llamativa y leer relatos de género en un concurso generalista siempre es agradable. Se coloca muy arriba en mi lista por ahora, enhorabuena autor/a :60:
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Gavalia
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Gavalia »

La historia es interesante. La encuentro bien hilada a pesar de esos fallos de edición que me han sacado del relato de forma inesperada. Introduces el nombre de Sara, pero nada sabemos de ella ¿para qué entónces? Está clara su soledad desde el principio. Si hablas de Sara dame información de ella para que lo entienda. El mundo virtual que describes es creible, sobre todo desde que uso las GEAR jajaja, y me ha gustado. Incluso la terapia perruna la encuentro bien hilada. Lo que me ha matado es ese final que supongo quieres relacionar con la advertencia de Germán. No sé, me ha descolocado y no entiendo su significado. Falta información. Gracias por compartir y suerte.
En paz descanses, amigo.
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Ratpenat
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Ratpenat »

Qué raro se me hace comentar este relato. Me gusta mucho, pero me ha aburrido también :dragon: :batman: :dragon: :batman: :batman: :dragon: :batman:

Me explico: ha empezado no enganchándome. Luego me ha gustado mucho con el tema de las adicciones tecnológicas. Me ha gustado mucho mucho esa parte.

No sé, no sé qué decirte. Buen trabajo, creo. Yo he disfrutado una parte de él y me deja contento.
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jilguero
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por jilguero »

Un relato bien narrado, tal vez con un lenguaje demasiado técnico que me saca un poco de la historia por hablarme de un mundo que me es muy ajeno.

Te diría que no puedo ponerle ninguna pega importante al relato, pero aun así la historia no me ha dicho demasiado. Aunque tengo la sensación de haberme perdido algo importante porque el final no lo he entendido.

Este sería el típico caso en el que Tolomew me diría que me esfuerce, que lo relea, que tú le has dedicado tiempo e ilusión. Igual lo hago más adelante. :roll: Pero de entrada te tengo que decir que no he empatizado mucho con tu texto. Muy probablemente porque estoy muy desinformada del problema que planteas de las adicciones tecnológicas. :mrgreen:


¿Qué me está pasando? :party: Las cavilaciones de Juan Mute

El esfuerzo mismo para llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre (A. Camus)
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Robe Ferrer
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Robe Ferrer »

Una historia que podría dar para mucho más. No le he encontrado mucho sentido, la verdad.
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Landra
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Landra »

Como “Gamer” que soy, no puedo más que felicitarte por el texto, reconozco los juegos y reconozco que no me queda muy claro hasta qué punto la realidad virtual y las nuevas tecnologías no sean un problema para nuestra salud.

El final no lo he llegado a entender del todo, aunque tengo una idea, espero tu explicación.

Mucha suerte!
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Nínive
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Nínive »

Carne muerta

Idea: autor, ¿qué ha pasado con este relato? ¿Se te acabó la tinta? ¿Se fue la luz? Porque la idea me estaba pareciendo estupenda, pero no sé qué carajo ha pasado con ese final.

Desarrollo: Y sigo… ¿En qué estabas pensando al cortar así? En serio, no me entero. Quedan tantos cabos sueltos que no sé ni por dónde cogerlo. ¿Por qué falta Sara? ¿Por qué le advierte el amigo? ¿Por qué vomita el doctor? Si la enfermedad se trata de autoinfringirse daño a uno mismo... ¿Qué tiene que ver con todo esto el bocadillo de jamón?

Ejecución: Hay algún fallo de transcripción. Cuando el psiquiatra va a la mansión, no hace falta que digas que es el barrio rico, se presupone. El resto me estaba pareciendo perfecto, pero es que ese final… no.
Y vendrá Topito y me dirá que no hace falta que todo quede cerrado, pero si me presentas un personaje (Sara) y un advertencia, busco que esto se resuelva. Y este relato no lo hace.

Ya sabes, autor, que mi crítica es para mejorar... :60:
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Ororo
Diosa de ébano
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Re: CPXII - Carne muerta

Mensaje por Ororo »

Me ha gustado este relato. Me ha parecido sumamente interesante el tema. Bueno, más que el tema (la adicción a la red no es precisamente original), el tratamiento del mismo.

Desde que he comenzado a leer he tenido curiosidad por saber qué estaba ocurriendo y los personajes son absolutamente creíbles. De hecho, diría que es uno de los puntos fuertes junto con la intriga que generas desde el principio. Las diferentes voces de los personajes están claras y diferenciadas conscientemente. Muy bien.

También fluye y engancha el relato por lo bien escrito que está. No rechina en ningún momento, bueno, quizá ha habido un trozo que me ha aburrido un poco y he desconectado unos segundos, pero es perdonable. Asimismo, podría haber sido un poco más empático :boese040: , no dar tantos datos y mostrar un poco más el mundo interior del médico, a Sara (supongo que una paciente o hija o familiar que murió a causa del mismo mal que el chico).

Me he quedado con la angustia de saber qué le ocurre exactamente al protagonista, aunque se intuye que pasó por una etapa de enganche muy fuerte. En general, falta espacio o sobra información. Eso también es cierto.

Y, por último, el símil de la carne muerta, de autodestruirse y desaparecer de la realidad para vivir en la virtualidad está muy bien.

PD. Además, aparece la palabra "sináptica" :cunao:
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