Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

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hierbamora
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hierbamora »

Es una película inolvidable de esas que quedan para siempre en la mente y en el corazón.

Me has recordado, rafakjim, que tengo que volver a verla, gracias, :wink:
Leyendo:
1)Ted Chiang., Exhalación
2) Siri Hustvedt., La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres

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hexagono69
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hexagono69 »

Esta elaboración se nos muestra como una metáfora de la búsqueda del origen que se plantea en todo acto de escritura. Una vez el lenguaje ha perdido el mundo real porque se sabe autoreferencial, la literatura alimenta consigo misma el mito de un origen primordial de la palabra donde esta sí que permanece indisociable a aquello que representa. Léolo se sabe ajeno a la realidad que se le representa a su alrededor; el lugar que ubica su cuerpo en ese barrio decadente, junto a esa familia que está loca, en un país al que no pertenece, no es el mismo en el que percibe su ser, su identidad. De ahí que deba crearse un origen mítico, un lugar donde coincida él consigo mismo; su hogar con el lugar que ubica en el espacio.

Durante toda la película, escuchamos una voz en off que narra en primera persona las vivencias de Léolo y lee lo que este escribe, una voz de un Léolo adulto que no se sabe desde qué presente nos habla, precisamente porque se trata de un presente que no puede representarse desde el plano de la realidad al que remite. El sujeto de esa enunciación (extemporáneo y ajeno a la trama) se intercala en el texto fílmico para rescatar el sentido de lo que le sucede al personaje, cuyo final trágico permanece latente en cada secuencia de la película.

Léolo se enfrenta pues a una dualidad primordial que queda patente solo en francés en el repetitivo leitmotiv de la película: «Porque sueño yo no estoy loco. Parce que je reve, je ne suis pas (porque sueño yo no lo estoy / yo no soy)». Es decir: porque él es capaz de soñar (y no olvidemos que para Léolo soñar equivale a escribir), de construirse una identidad alternativa, mítica, aceptable, que constituya un espacio simbólico en el que ser, él no está loco como su padre, él no es su hijo, él no es canadiense. Pero a un mismo tiempo, si ese espacio simbólico, en tanto que irreal, irrepresentable en la realidad, inaccesible, acaba ocupando la totalidad de su consciencia erigiéndose como delirio consumado, entonces, si sueña, él deja de ser: Porque sueño, yo no soy.

Nunca en el cine se ha narrado con mayor rigor y belleza la paradójica encrucijada en la que se halla la literatura desde la posmodernidad. Si no escribo (si no sueño) no me construyo, no elaboro con mi propia voz un sujeto diferenciado en el entramado simbólico del mundo; si escribo (si sueño), diluyo eso que aspiro a ser en un entramado textual (onírico/delirante) que jamás alcanza las cotas míticas de la representación coincidente con su enunciado, la vivencia tangible. El arte va en busca de lo Absoluto pero desespera de alcanzarlo alguna vez. La esencia del mundo es la Inexistencia (René Wellek).
Pero Léolo no está completamente solo en esta encrucijada. Toda construcción identitaria necesita de un intercambio simbólico con un otro que le devuelva la promesa del sentido de las palabras escritas, y Léolo lo encuentra en un anciano al que bautiza como «El domador de versos». La función separadora de las palabras, aquella que permite fundar un Yo en correlación con un Tú, se establece con alguien que, sin embargo, no puede hacer nada por él, que debiera constituirse como un padre, un maestro, un guía, pero que, finalmente, tan solo puede adoptar la figura (tal como lo nombra el propio Léolo) de un Quijote. Pero ¿quién es El domador de versos…?

Lo vemos deambulando por la película más como una especie de fantasma que como un personaje verídico. Conviviendo entre el mundo real de la trama y el espacio inasible de la voz del narrador. En primer lugar, como la persona que, casi de manera mágica, coloca la pieza angular del mito del protagonista en el interior de su casa: un libro, El valle de los avasallados, puesto casi sin querer, pero con todo el sentido del mundo, debajo de la pata de una mesa (como calzador) en una irrelevante visita que hace a la casa de Léolo; también en ese plano lo vemos tratando de buscar, sin suerte, la complicidad del maestro del chico para que lo ayude a prosperar, a escapar del «abismo de su familia» gracias a su inteligencia, a su talento con la escritura. Y en segundo lugar, aparece como el garante que le muestra el secreto que existe en las palabras, aquel que recoge los textos arrugados, rotos y desechados del propio Léolo para archivarlos, releerlos y dotarlos, como decíamos líneas atrás, de la promesa del sentido siempre aplazado que atesoran. «Léolo, hay que soñar, hay que soñar», le dice mientras se reúnen bajo la tormenta, alrededor de un fuego siempre a punto de extinguirse, quemando las cartas y fotografías que recogen de la basura «para que se mezclen en las cenizas de los versos y renazcan en la imaginación de los hombres». Hay que soñar, le insiste, es decir, hay que escribir. Porque solo hay identidad si esta es narrada (Paul Ricoeur). Y para que sueñe (escriba), El domador introdujo en su vida el origen del mito de su propia escritura: El valle de los avasallados, en cuya portadilla se leen manuscritas las palabras: Parce que moi je rêve, moi je ne le suis pas. A partir de ahí, y de esta relación irresoluble que existe entre la lectura y la escritura, entre la urgencia de actuar («solo le pido a un libro que me recuerde la urgencia de actuar») y la de escribir, la dicotomía existente entre la única manera posible de ser, que es la escritura, y la única plausible de existir, que es la vida, Léolo comienza a elaborar un discurso propio en el que sea posible aunar estas dos imposibilidades: la escritura tangible y la vida vivible. Se construye, como ya hemos dicho, un origen en la ciudad de Sicilia, un nombre que verdaderamente le nombre, Léolo Lauzone y, llegados los primeros años de la adolescencia, y con ellos la llamada incesante del deseo, un amor a través del cual articularlo: Bianca.
Bianca es la vecina de Léolo, una hermosa y aparentemente cándida adolescente, unos pocos años mayor que él, que se convierte de inmediato en su objeto de deseo inalcanzable. Dado que le resulta imposible acceder a ella, como la realidad se muestra terca e insalvable una vez más, decide soñarla (escribirla): «He tomado el camino más corto». Ayudado por la canción italiana que la joven interpreta con su dulce voz cuando sale al patio a tender la ropa, a Léolo no le cuesta ningún trabajo ubicarla en el escenario de su origen mítico, Sicilia. Bianca, pues, se funde con ese origen impostado, metáfora a su vez de una apócrifa matriz materna, donde, según la mecánica del deseo de Lacan, el sujeto establece una unión indisoluble con la madre previa a la escisión del parto. Una vez el sujeto es arrojado al mundo y separado de la madre, del lugar donde todos sus instintos eran satisfechos, se instaura entre ese sujeto y el cuerpo irrecuperable de la madre una escisión primordial que lo condenará a perseguir permanentemente un objeto de deseo que jamás será coincidente con el recuerdo que aquella unidad conformaba.

Atendiendo a esta definición, nuevamente se establece un hiato infranqueable entre la escritura, el sueño, el relato que Léolo construye sobre sí mismo, y la realidad cotidiana. Cuánto más cuando Léolo descubre las verdaderas actividades de Bianca, en los baños de su casa, prostituyéndose con su propio abuelo. El amor y el odio, el asco de ver a su objeto único de amor, tan puro, siendo brutalmente mancillado por la perversión de su abuelo, que la empuja a que le corte las uñas de los pies con la boca, producen en él los primeros conatos de desconexión, de abandono. Se deja llevar entonces por sus impulsos más vinculados al instinto y trata, por un lado, de sustituir ese objeto de deseo insustituible por la oronda presencia de una prostituta gigante a la cual solo se atreve a sobar, y, por otro, de asesinar a su abuelo para consumar una venganza que, en realidad, se tiene a sí mismo como depositario, más que a una Bianca sexuada, real y no coincidente con la de sus sueños.


Este cúmulo de decepciones provoca que se separe de manera definitiva de ella, de su amor, de «su único amor». Bianca desaparece paulatinamente de sus escritos, ya no viene a visitarlo en el acto mágico de la escritura porque él se siente incapaz de continuar sosteniendo la farsa que lleva implícita cualquier acto de escritura. La escritura se enfrenta así a su propio fracaso; la consumación real del amor se diluye entre los espacios en blanco de una literatura que no puede afrontar permanentemente una nueva página que mantenga firme y fiel la promesa de algo inalcanzable.

No existe en la realidad que envuelve a Léolo nada que se adapte a la narración que él ha construido sobre sí mismo. Ni una Sicilia imperecedera amanece en su ventana cuando la abre al despertar, ni la bella Bianca le susurra su canción de amor en las orillas de sus sueños, ni “El domador de versos” logró ser nunca más que un Quijote que buscaba infructuosamente devolverle a la poesía un espacio en este mundo impermeable por completo a los sueños, a la literatura y al amor verdadero…

En numerosas escenas de la película hemos visto a Léolo escribiendo al socaire de puertas que no conducían a ninguna parte: junto a una nevera o un armario, recibiendo del interior de estos muebles inoperantes la claridad cegadora de una luz blanca proveniente de ese mundo imaginado. Léolo ha dejado de escribir, ha quedado al margen de cualquier orden del lenguaje y se funde con esa luz, con la letra de la canción italiana que Bianca cantaba: «Tú sabes que solo el sueño es realidad». Es entonces cuando Léolo cruza la puerta de la nevera y del armario y accede definitivamente al delirio. Lo vemos con una camisa blanca corriendo por los campos soleados de su tierra, de su hogar, lejos del orden de la realidad, lejos de la trama del film, solamente sostenido, nuevamente, por esa voz que lo narra (que se narra, no olvidemos jamás que esa voz adulta es la del propio Léolo) y que describe ese final desde el plano de la poesía, de la literatura, porque solamente desde el plano de la escritura, escribiéndolo, diciéndolo, se puede dejar de escribir…

Se puede dejar de…
Disculpas por estos spoilers gigantes sacados de https://lecturassumergidas.kom/2018/06/27/leolo/

Reconozco que es un limitación mía, me ocurre con lo literario y la poesia y he tenido que recurrir a la larguísima reseña para entender algo.

Me cuesta igualar sueño con existencia, la repetición de la frase "Porque sueño, yo no soy" me resulta incomprensible, la voz doblada no me gusta nada, podría seguir diciendo cosas negativas, pero evidentemente no estoy hecho para esta película. :)

Un saludo fuerte para todos los que no piensan como yo y tienen la suerte de disfrutar de Leolo.
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hierbamora
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hierbamora »

hexagono69 escribió:Reconozco que es un limitación mía, me ocurre con lo literario y la poesia y he tenido que recurrir a la larguísima reseña para entender algo.

Me cuesta igualar sueño con existencia, la repetición de la frase "Porque sueño, yo no soy" me resulta incomprensible, la voz doblada no me gusta nada, podría seguir diciendo cosas negativas, pero evidentemente no estoy hecho para esta película. :)

Un saludo fuerte para todos los que no piensan como yo y tienen la suerte de disfrutar de Leolo.
Lejos de mi intención está convencerte, hexa, de esta maravillosa y esencial película aunque me resulte muy difícil no engalanarla al nombrarla. :D

Lo que sí pretendo es clarificar acaso la expresión "Porque sueño no lo estoy" extraída de la frase "porque sueño yo no estoy loco, porque sueño no lo estoy". Recurriendo al saber filosófico diríamos que con Descartes entramos en el plano de la subjetividad moderna, y los planteamientos sobre la identidad y el sujeto cobran protagonismo. Cuando el autor francés llega a la certeza de su tesis "Pienso luego soy" antes ha tenido que lidiar con los fantasmas de la incertidumbre, entre ellos el del propio sueño (¿soy o sueño que soy?). Si digo que soy una astronáuta no es lo mismo que si digo que sueño que soy una astronáuta. El primero será verdad si lo soy, el segundo es una proyección, un deseo o un estado de confusión. El ejemplo es idiota pero puede valernos.

Léolo es el soñador por excelencia, un pequeño quijote, aquél que no acepta su realidad, ni se identifica con su entorno, carece de un sostén ontológico que lo defina. Sueña porque la búsqueda de su identidad es incesante, no acaba. No es esto o aquello pero soñándolo puede serlo, lo crea. Escribe y/o sueña porque huye, o porque busca un lugar en el mundo que diría Aristarain (otra película maravillosa).

Escribir es inventar, fijar lo que paradójicamente no soy. Es un juego de identidades, la confianza en el vaivén de la existencia siempre en continua transformación. Aquí podríamos hablar de Freud y de la ruptura/negación con el principio de realidad, la no aceptación del mismo.

Sólo en la escritura, en el acto de crear y soñar es como uno puede salir de sí mismo (y/o de la locura) y hacer posible el cumplimiento del otro principio freudiano esencial para el funcionamiento mental: el principio del placer. Es en ella, en la escritura, donde Leólo se regodea como si fuera su propio hogar, donde es posible escapar de la locura.
Leyendo:
1)Ted Chiang., Exhalación
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hexagono69
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hexagono69 »

Gracias por tu comentario-respuesta, me gusta y que conste que yo admito que es un problema de cerrazón mental por mi parte, para mi la palabra o el verbo soñar tiene otro significado diferente a escribir, creo entender lo que me dices de Descartes y aquí podemos enlazar con la traducción problemática del francés.

Puedo poner aquí algo lo que ya he puesto en el Bujio

Aquí es donde me pierdo, lo explica muy bien Jesus Gonzalez Requena :arrow: http://gonzalezrequena.Kom/textos-en-li ... el-origen/

"Entendemos ahora la extraña traducción que ofrece la versión doblada en castellano de la última frase pronunciada sobre la fachada de la casa:
«Todo el mundo cree que soy canadiense francés.»
«Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño yo no lo estoy.»
Todo hubiera requerido, allí, traducir el original “Parce que moi je rêve, moi je ne suis pas ” por “Porque sueño yo no lo soy ” -canadiense francés. Sólo ahora podemos entender lo forzado de una elección que respondía a la necesidad de afrontar un problema de traducción en sí mismo insoluble. Pues un mismo enunciado francés – “Parce que moi je rêve, moi je ne suis pas “- aparece en dos ocasiones sucesivas inscrito en contextos lingüísticos que exigen, en castellano, traducciones diferentes:

«Todo el mundo cree que soy canadiense francés. Porque sueño yo no (lo) soy “-“Parce que moi je rêve, moi je ne suis pas».
«Porque este hombre está loco. Y yo no. Porque sueño, yo no lo estoy. “-” Parce que moi je rêve, moi je ne suis pas».

Problema, pues, insoluble, y que obliga a reconocer que la traducción escogida por el doblador del film ha sido -a pesar de la incorrección gramatical en la que inevitablemente incurre- la correcta: la más íntimamente coherente con el sentido del texto. Porque allí donde quien habla afirma no ser canadiense francés, está ya hablando implícitamente de esa locura que le rodea y amenaza, y frente a la que trata de afirmar su diferencia. Y, así, nos dice que ese hombre no es su padre ni el Canadá francés su patria, pues la patria es la del padre, y ese no es su padre. Y quien habla, quien a lo largo del film dice una y otra vez ” Yo ” intentando hacer sobrevivir su identidad, lo hace en la medida en que sueña y que por eso, sólo por eso, ese no es su padre ni esa su patria, pues ellos son el mundo de la locura y él, en cambio, no está loco.

Y sin embargo, siendo ésta la traducción más correcta, sigue siendo insuficiente. Pues con ella se pierde la ambivalencia que la frase francesa obtiene en los dos diferentes contextos en que se inscribe, y frente a los que obtiene su emergente autonomía, reforzada por la ausencia de todo pronombre -pues no se dice “Parce que moi je rêve, moi je ne le suis pas”. Y que sin embargo esa posibilidad es viable pero ha sido omitida, será inequívocamente confirmado cuando algunas secuencias más tarde se nos muestre el libro del que Léolo ha tomado esta frase a la que se aferrará con extraordinario tesón a lo largo de todo el film.
Pues bien, el pronombre “le”, allí presente, se encuentra aquí elidido: “Parce que moi je rêve, moi je ne suis pas”.

Y así, en el idioma francés, la ausencia de ese pronombre permite depositar un enunciado de extrema ambigüedad, si no de radical ambivalencia; una ambivalencia que alcanza en castellano tal intensidad que hace imposible el enunciado mismo. Pues es todo lo contrario decir “yo no lo soy” que decir “yo no soy”. En el primer caso yo sigo siendo algo, desde luego diferente de eso que no soy; en el segundo, en cambio, sencilla y radicalmente, no soy.
De manera que ese ambiguo enunciado francés, “Parce que moi je rêve, moi je ne suis pas”, exige en castellano optar por uno u otro de los dos sentidos contradictorios que encierra; o bien “Porque sueño yo no lo soy”, o bien, “porque sueño, yo no soy”. La ambigüedad termina por alcanzar al mismo sueño: soy en la medida en que el sueño consiga simbolizar lo real, no soy en la medida en que el sueño sea puro delirio.

Y así, el hecho de soñar aparece como condicionante directo del ser, tanto para afirmarlo -y, por tanto, sustentarlo- como para negarlo -tal y como sucediera, por ejemplo, en La vida es sueño de Calderón de la Barca.
Esto es, después de todo, lo que da su valor a la traducción escogida en la versión española: el hiato gramatical que introduce llama nuestra atención sobre ese desgarro radical que late en el enunciado que el film nos ofrece. Pues están puestas en juego, en él, las relaciones entre el ser, el sueño y la locura. Tal es, por eso, la incertidumbre ante la que el film nos convoca: o bien que el sueño sea el espacio simbólico que permita al sujeto ser, o bien por el contrario, que se constituya en el espacio mismo del delirio".


Sin querer dar ,mas el tostón; la frase que repiten muchas veces “Porque sueño yo no lo soy”, o bien, “porque sueño, yo no soy” no son entendibles a priori, claro después de tu explicación y de la reseña anterior del spoiler si puedo entender mas o menos el sentido,y por eso digo que es una película demasiado literaria para mí.

gracias un saludo.

:)


PD y también me ocurre con muchas poesías quizá sea demasiado literal mi enfoque cognitivo. :cunao:

Y ya que estamos aprovecho para dar mi opinión sobre Freud un autor literario por excelencia, (la psicologia ortodoxa no lo contempla como dentro del gremio), pero que sin duda dio munición suficiente para el divino Surrealismo.

Y esta frase que dices.-"Sólo en la escritura, en el acto de crear y soñar es como uno puede salir de sí mismo (y/o de la locura) y hacer posible el cumplimiento del otro principio freudiano esencial para el funcionamiento mental: el principio del placer. Es en ella, en la escritura, donde Leólo se regodea como si fuera su propio hogar, donde es posible escapar de la locura".

lo siento la considero verdad solo cuando esta dentro de la literatura pero hay mas mundos fuera, en los que se puede ser libre y salir de uno mismo, y Leolo es una película y esa es la gran pega que le veo, ser demasiado literaria. :wink:
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jilguero
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por jilguero »

Hexa, como ya te dije en el bujío, pese a tender a ser muy analítica, con esta película conecté de maravilla. Cierto es que me la he visto muchas veces y ya no recuerdo de qué me enteré la primera vez y de qué no. Y el problema con el verbo être (estudié francés unos años), igual porque ya lo experimenté en su momento, ahora no me extraña nada esa dualidad. Si puedo entender que a alguien no advertido de que un mismo verbo pueda ser y estar, sienta cierta confusión.

Dices: "hay mas mundos fuera, en los que se puede ser libre y salir de uno mismo, y Leolo es una película y esa es la gran pega que le veo, ser demasiado literaria.". No estoy segura de entender a qué te refieres con salir de uno mismo y ser libre. Imagino que esto tiene mucho que ver con la trayectoria vital de cada cual y con su experiencia. Librarse de uno mismo, dejar de ser uno mismo, en mi vida solo lo he logrado y muy imperfectamente escribiendo, donde llega un momento en que ya no eres tú (lo eres, claro, pero lo olvidas) sino ese otro que se va abriendo camino a través de las palabras. En otras actividades, he obtenido mucho placer e incluso puedo momentáneamente olvidarme de mi misma para centrarme en escuchar el murmullo de unas hojas o sentir la agradable brisa, etc., pero eso no significa que me libre de mi misma sino más bien que pongo en off mi lado racional y me convierto en receptor corporal. Pero me gustaría, si no te importa y te apetece, que explicaras mejor a que te refieres con eso de escapar de uno mismo.

Y por otro lado, pones como pega que Leolo es demasiado literario, como si tú percibieras una delimitación clara entre literatura y vida. Me refiero a la delimitación clara entre lo que tú has leído y en cierto modo has hecho tuyo y el resto de experiencias vividas. En mi caso, esa separación no es nada nítida y solo lo es si yo me esfuerzo en ir poniéndole la etiqueta de vivido/leído. En el momento de adquirir una experiencia, sí son cosas distintas, pero una vez pasan a formar parte del acervo de los recuerdos ya no. Por ejemplo, en el caso de Leolo que he visto la peli varias veces, el recuerdo que tengo de él puede ser comparable al de algunos primos con los que jugué algunas veces en mi infancia. Y si yo te hablo de Leolo y trato de explicarte lo que le pasaba, hay momentos en que no pienso que sea el prota de una peli, sino que te hablo de un niño que vivía en una familia de locos peleando contra la locura. ¿No te pasa a tí eso?

Y creo que ya me conoces como para saber que ni pretendo llevar razón ni convencerte de nada, pero por si acaso te recuerdo que esto lo hago por el placer de debatir y de aprender conociendo diferentes puntos de vista :wink:.


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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hexagono69 »

Acabo de dar a la tecla equivocada y se me ha volatilizado la respuesta que tan trabajosamente había armado, cunado me ocurre esto a veces pienso que ocurre por alguna razón ignota y que es posible que reintentarlo sea muy temeroso, me da yuyu. :dragon:

La frase que comentas era una contestación a una del comentario anterior de hierbamora.

Bueno es evidente que yo no tengo la misma fe en las palabras que tu, creo que no idealizo la cuestion de escribir soy solamente un lector, y si tuviera que escribir lo cual me cuesta sudores, preferiría no hacerlo.

Ya se que el comentario cojea por todos lados pero ya no recuerdo los razonamientos tan brillantes que ya había escrito antes.

El destino es azaroso y nos lleva adonde quiere como hoja en el viento otoñal (jajaj que literario) y eso te hace improvisar.

Si se me olvida contestar algo recuérdamelo que es que ahora me están entrando unos sudores. :vampy:
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hexagono69 »

Y me encantaría un experimento con cobayas humanas que consistiera en que una viera la película sin haber leído ningún comentarios y otra que si hubiera leído todo lo anterior, y luego confrontasen opiniones, bueno ya se que es muy imposible. :?

Y otra cuestión que me ha venido ahora, Leolo esta escribiendo lo que luego lee el buscador pero lo están haciendo en un película que como sabemos es el septimo arte, tiene un impacto diferente a un libro, el cine es mucho mas rápido y llega a lo no consciente mucho mas fácilmente, la lectura es mucho mas rica en imágenes y reflexiones; y el tempo es muchísimo mas flexible. :wink:
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por jilguero »

:meparto: Eres un caso. Entre cuando se volatizan azarosamente y cuando los volatizas tú voluntariamente no hay manera de hacerse con ese saber que atesora Usia.

Pero, oye, si ya respondiste y fue el azar quien lo arrastró a un destino incierto, no te preocupes que el domador de versos seguro que dará con él y lo hará suyo (espero que recuerdes a ese otro personaje, de quien nada has comentado).

En cualquier caso, muchas gracias por esa voluntad tan dispuesta como fugaz :60:.


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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por jilguero »

hexagono69 escribió:Y me encantaría un experimento con cobayas humanas que consistiera en que una viera la película sin haber leído ningún comentarios y otra que si hubiera leído todo lo anterior, y luego confrontasen opiniones, bueno ya se que es muy imposible. :?

Y otra cuestión que me ha venido ahora, Leolo esta escribiendo lo que luego lee el buscador pero lo están haciendo en un película que como sabemos es el septimo arte, tiene un impacto diferente a un libro, el cine es mucho mas rápido y llega a lo no consciente mucho mas fácilmente, la lectura es mucho mas rica en imágenes y reflexiones; y el tempo es muchísimo mas flexible. :wink:
:hola: Lo cito antes de que se volatice :cunao:.

Mañana medito la última parte que tiene su aquel y a estas horas mis neuronas andan ya intermitentes, como la luciérnaga de la Blatta que sabe dios como fue a parar a los lienzos de las santas. Por cierto, ahora recuerdo que en Leolo también había luciérnagas, ¿no? :roll:


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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por hexagono69 »

Pues sinceramente no lo se la copia que conseguí no tenia la calidad exigible pero era esa o nada.

:hola:

PD Estaba todo muy oscuro. 8)
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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por jilguero »

hexagono69 escribió:Pues sinceramente no lo se la copia que conseguí no tenia la calidad exigible pero era esa o nada.

:hola:

PD Estaba todo muy oscuro. 8)
:meparto: :meparto: :meparto:


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Re: Léolo - Jean-Claude Lauzon (1992)

Mensaje por DarkLady Juliet »

Babel escribió:Estoy muy enfadada con Lauzon. :evil: :evil: :evil:
Esta película, a mi juicio, podría haber sido INMENSA, una de mis favoritas, pero a pesar de lo maravillosa que es, lo original de su estética, la maravillosa banda sonora... me ha dejado con ganas de vomitar. :evil:
No estoy en contra de la escatología pero tampoco me parece necesario pegar una patada al estómago del espectador. Me parece que no se transmite mejor ni más claramente el mensaje y parece más una búsqueda de sensacionalismo que otra cosa. :lista:
Me estoy refiriendo a esa
agresividad excesiva: el hecho de que Léolo y su abuelo se intenten matar mutuamente, esa manera de despertar a la sexualidad, y ¡por favor! la escena de la gata es terrible. :noooo: :noooo: :noooo: :noooo:
Por lo demás, ya digo: perfecta. Y por eso me da mucha más pena que -a mi parecer- se haya cargado la película con cuatro escenas tan desagradables. :(
Yo estoy de acuerdo con Babel. Vi esta película en el cine hace mil años y salí asqueada.
Las escenas con el hermano, el hígado, y que se lo da al abuelo
me parecieron horribles. Bueno, todo me pareció horrible, que probablemente fuese la intención del director, del autor, o de quién fuese, que magistralmente crea una atmósfera opresiva y ... asquerosa.

He leído por ahí que se abstuviesen seres sensibles... ya me lo podían haber advertido antes de entrar a la sala :cunao:
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