El amor, el sexo, las relaciones

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Gavalia
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Gavalia »

:oops:
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Mario Cavara
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Mario Cavara »

Yelena de Rusia escribió: ¿cómo sois en el sexo?
Apasionado y romántico al propio tiempo

Yelena de Rusia escribió: ¿Qué os gusta?
Todo, salvo prácticas como el sadismo o el masoquismo, que personalmente me resultan aborrecibles.
Yelena de Rusia escribió: ¿Qué parte del vuestro cuerpo hay que acariciar, besar para que vosotros sintáis el placer y lleguéis al orgasmo?
Soy muy sensitivo, con lo que me encanta que me acaricien y besen por cualquier parte de mi cuerpo. Ahora bien, para llegar al orgasmo necesito que estimulen al bueno de Mario Junior :boese040:
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Yelena de Rusia
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Yelena de Rusia »

Hola. Pues, vale, aquí. Sobre los divorcios. ¿Por qué la gente se divorcia?

Yo creo que por lo mismo que yo pongo en varios hilos ya. Las mujeres no son calculadoras, negociadoras, duras, exigentes. Y porque no firman el acuerdo matrimonial.
¿Conflicto? Mediación. Confidencial, voluntaria, económica. Es mejor llegar al acuerdo que pelearse.El conflicto lo resuelven Vds. con la ayuda del mediador.
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prófugo
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por prófugo »

Se divorcian por haberse casado.

¿Quién les obligó a hacer semejante cosa?

Con lo bien que es vivir solo o acompañado pero sin papeles..en pecado...como dice mi abuela.
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Pseudoabulafia
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Pseudoabulafia »

Yelena de Rusia escribió:Hola. Pues, vale, aquí. Sobre los divorcios. ¿Por qué la gente se divorcia?

Yo creo que por lo mismo que yo pongo en varios hilos ya. Las mujeres no son calculadoras, negociadoras, duras, exigentes. Y porque no firman el acuerdo matrimonial.
Pues por muchas cosas, pero principalmente porque las personas dejan de ser compatibles.
La gente cambia, y lo que antes eran los mismos gustos, pueden dejar de serlo. A veces es un problema de comunicación, que no han sabido hablar, que directamente se llevan fatal. El caso es que las parejas no siempre cambian en la misma dirección. Pues ya está, a menudo la mejor solución es seguir caminos diferentes y se acabó.

Otra cosa es la cuestión legal, que ahí ya no tengo ni idea de divorcios ni de separaciones, pero yo no tengo la sensación de que en eso las mujeres estén desprotegidas ni de que salgan desfavorecidas. Me refiero a España y a lo poco que sé del sistema legal español en lo referente a los divorcios.
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Caroline
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Caroline »

No estoy al cien por cien segura pero creo que en España no existe el acuerdo pre-matrimonial. Lo que sí existe es la separación de bienes que se firma ante notario antes del matrimonio y las capitulaciones matrimoniales que se firman también ante notario pero una vez ya realizado el matrimonio, no hay fecha para hacerlo, se puede hacer a los pocos meses del matrimonio, a determinados años de haberse celebrado, en fin, cuando la pareja se pone de acuerdo. Es un documento privado que luego hay que llevar al juzgado para elevarlo a público y si hay divorcio consta oficialmente que cada parte tiene lo suyo y lo que aporta al matrimonio y es propiedad privada. En ese documento, tanto la separación de bienes como las capitulaciones matrimoniales se especifica lo que es privativo de cada cónyuge y no puede ser motivo de litigio.

Añado que hay comunidades autónomas, que por su régimen fiscal, por defecto el matrimonio se efectúa en régimen de separación de bienes a no ser que se haga mención oficial de que se rechaza y se realiza el matrimonio en régimen de gananciales.
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Mariela
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Mariela »

Pseudoabulafia escribió:
Yelena de Rusia escribió:Hola. Pues, vale, aquí. Sobre los divorcios. ¿Por qué la gente se divorcia?

Yo creo que por lo mismo que yo pongo en varios hilos ya. Las mujeres no son calculadoras, negociadoras, duras, exigentes. Y porque no firman el acuerdo matrimonial.
Pues por muchas cosas, pero principalmente porque las personas dejan de ser compatibles.
La gente cambia, y lo que antes eran los mismos gustos, pueden dejar de serlo. A veces es un problema de comunicación, que no han sabido hablar, que directamente se llevan fatal. El caso es que las parejas no siempre cambian en la misma dirección. Pues ya está, a menudo la mejor solución es seguir caminos diferentes y se acabó.

Otra cosa es la cuestión legal, que ahí ya no tengo ni idea de divorcios ni de separaciones, pero yo no tengo la sensación de que en eso las mujeres estén desprotegidas ni de que salgan desfavorecidas. Me refiero a España y a lo poco que sé del sistema legal español en lo referente a los divorcios.
A lo mejor lo que pasa, Pseudo, es que nunca fueron compatibles pero no se dieron cuenta porque en el noviazgo (si es que todavía existe y se usa), que es cuando tenían que hacer lo posible por conocerse bien entre ellos, estaban a otras cosas que no eran precisamente averiguar cómo es el otro en la vida real (que ya se sabe que la tentación de quedar bien ante la pareja suele ser irresistible)... Y luego cuando están casados descubren cómo son realmente cada uno y es cuando llega el gran chasco y el divorcio, separación o lo que sea.

Y a veces, primero va la convivencia (en pecado, como dice prófugo) y las cosas empiezan a torcerse (por lo que acabo de decir), pero piensan que casándose solucionarán la crisis. Pero lo único que consiguen es agravar el asunto. Y no te digo nada si además se les ocurre el remedio ese de "tener un hijo es la solución porque nos unirá más". Entonces sí que es el acabose y de la peor manera posible.
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Pulp
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Pulp »

Venga, os explico por qué me casé, me divorcié de él y me volví a casar con él.

Todo empezó...
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LizzyDarcy
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por LizzyDarcy »

Pulp escribió:Venga, os explico por qué me casé, me divorcié de él y me volví a casar con él.

Todo empezó...
:palomitas:
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Gavalia
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Gavalia »

Comer, dormir, y procrear como directriz principal.
Lo de procrear puede quedar solo en la intención :cunao:
En paz descanses, amigo.
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prófugo
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por prófugo »

Sí...lo que cuenta es la intención :D
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Elisel
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Elisel »

¡Viva el amor libre! ¡No a las ataduras matrimoniales! :vb_schilder032: :vb_manifa:
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Tessia
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por Tessia »

Elisel escribió:¡Viva el amor libre! ¡No a las ataduras matrimoniales! :vb_schilder032: :vb_manifa:
Estás hecha una sesentera, Eli. :meparto:
"Cuando madures búscame, estaré en los columpios" Anónimo

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prófugo
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por prófugo »

¡Elisel no es de Bilbao!

:D
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fabian
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Re: El amor, el sexo, las relaciones

Mensaje por fabian »

El sexo ya no es divertido
No sé cómo esta amalgama siniestra de desprecio al placer y de criminalización del puro deseo ha logrado colarse en medio de una protesta dignísima y necesaria contra las agresiones sexuales

Llevo toda mi vida considerándome alguien rematadamente normal en cuestiones sexuales. Aunque sé que la normalidad es una categoría problemática para hablar de cualquier conducta, espero que se entienda lo que quiero decir. Me he sentido, me siento y me sé raro en muchos otros aspectos de mi vida, en los que pertenezco a minorías a veces ínfimas: la minoría de los que dedican mucho tiempo a leer, la minoría de los que se ganan la vida juntando letras, la minoría de los que trasnochan y madrugan a la vez, la minoría de los que no ven fútbol, la minoría de los que nunca se han inscrito a un gimnasio y la minoría de los que no saben silbar ni montar en bici. Pero, en términos de sexo, me suponía parte de una aburridísima media estadística, la de un tipo heterosexual y monógamo, que disfruta de sus cosas en la intimidad de su casa sin convertirlas en mística ni en bandera de identidad. A la luz de lo mucho escuchado y leído en los últimos meses, empiezo a cuestionarme mi propia normalidad.

La campaña #MeToo es eficaz, necesaria y radicalmente oportuna. Ha dado una penúltima vuelta de tuerca a la sensibilidad de occidente, denunciando como intolerables y violentas muchas actitudes y conductas que parecían normales. Sobre todo, en oficinas y despachos, donde las jerarquías hacen de los abusos algo impune, y de sus víctimas, personas completamente indefensas. Las voces de quienes han sufrido acoso no sólo hacen que el humillador se convierta en humillado, sino que marcan el inicio de un cambio en el que ningún machito cabrón se sienta libre y legitimado para sus abusos y chantajes sexuales. Como sociedad, hay una obligación absoluta de respaldar a quienes se han visto indefensas.

No creo ser el único que ha visto cómo, a remolque de una protesta incontestable y justísima, se ha subido un vocerío, especialmente activo en las redes sociales, que plantea el sexo como un problema. «¿Qué sucede si no hay una posible reconciliación entre los ideales relucientemente limpios de la igualdad de género y los mecanismos del deseo humano?», se preguntaba Stephen Marche en The New York Times. Me froto los ojos porque a menudo no me creo lo que leo. En un artículo muy divertido , el escritor chileno Rafael Gumucio comentaba cómo el sexo sin penetración se ha puesto de moda entre ciertos universitarios de izquierdas chilenos, porque la penetración se considera violenta y capitalista. Gumucio comparaba estos prejuicios sexuales con la doctrina cátara del siglo XII, una secta cristiana ultrarradical que consideraba que el placer era un enemigo.

Lo que yo creía que era una normalidad sexual completamente intrascendente se está convirtiendo en libertinaje puro. Leo alucinado todas las disputas teológicas que asocian el deseo sexual a lo monstruoso y lo abyecto. Me tiro de los pelos leyendo a tuiteros que dan consejos para ligar en los que cualquier insinuación o maniobra de seducción es inadmisible y se califica como una agresión. No entiendo nada.

Me crié en una familia atea de izquierdas bastante normal. La religión y el pecado nunca tuvieron presencia en mi educación, ni siquiera en el colegio, que era público y en el que recibía “ética” en vez de religión. Mis padres fueron quizá demasiado francos y abiertos en cuestiones sexuales, empeñados en hablar más de la cuenta y en preocuparse de que, llegada la adolescencia, mi hermano y yo tuviéramos a mano preservativos, información, apoyo e intimidad, si se requería. No me parece que hiciesen nada excepcional y, en mi despertar hormonal, descubrí que tanto mis amigos como las chicas con las que iba a poner en práctica las teorías tenían una noción del sexo tan desprejuiciada y libre como la mía. Fue divertido, sin traumas, sin culpas y, por supuesto, sin la menor violencia. No he tenido nunca la sensación de que el deseo y el placer fueran un problema o crearan situaciones de opresión o simplemente desagradables. Hubo fuegos artificiales y desastres horrorosos, noches de gloria y noches de mierda, pero nada importante, nada que requiriese la intervención de un psicoanalista, un enfermero o un policía. Nada que no pudiera diluirse en un chiste.

Como parte de las relaciones y la comunicación humanas, el deseo sexual es complejo, sutil, cambiante, incontrolable y lleno de malentendidos, pero también, y por encima de todo, divertido. Incluso en su frustración. Nunca le he dado mucha importancia y, por supuesto, nunca ha sido motivo de disputa o incomodidad con mi pareja. O no más que el punto de sal del arroz de los domingos.

Yo me creía hijo de una generación a la que le había costado mucho dejar de sentirse aplastada por la losa nacional-católica. Mi padre, por ejemplo, fue interno de un colegio de curas siniestrísimo de la provincia de Guadalajara. Mi madre sufrió la opresión violentísima de una madre que hubiera querido ponerle un cinturón de castidad. Sus heridas fueron la libertad de sus hijos: nos quisieron libres de cualquier poso de culpa, ajenos a admoniciones de púlpito y confesionario. Y lo consiguieron. Hasta hoy, creía que esa era la normalidad de mi generación, con una noción estrictamente lúdica del sexo, hasta el punto de que buena parte de las novelas y de las películas de los siglos XIX y XX nos eran ajenas, pues hablaban de sociedades reprimidas. Admiramos la belleza de Proust, pero nos cuesta ponernos en la piel del protagonista, consumido por una represión sexual que jamás hemos sentido. Nos reímos del surrealismo, pero no conectamos a fondo con su sentido de liberar la mente, pues la nuestra no estaba encerrada en un incensario. Bailamos todo el rock de los años sesenta sin pensar en que se compuso como forma de liberarse de un dogal de cuentas de rosario. Buena parte del arte occidental moderno es incomprensible si no se recuerda que está creado por personas que tratan de romper una represión sexual asfixiantísima: toda la gran novela de Viena, su arquitectura, su música y su psicoanálisis, no se entienden sin esa represión. Tolstoi es incomprensible si no se sabe que sus personajes viven presos de una sociedad que inhibe su deseo.

os habíamos acostumbrado a disfrutar con distancia de esas obras, a valorarlas como un placer estético, pero sin compenetrarnos con la angustia de los personajes, que estábamos muy lejos de sentir, porque ningún cura y ninguna madrastra nos había puesto cilicio alguno. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, me he dado cuenta de que siguen siendo muchos los que viven su deseo como un trastorno, que les provoca enormes sufrimientos. Lo que para mí es un simple polvo al que no dedico apenas pensamientos, para muchos es un misterio teológico lleno de problemas metafísicos. Como en los momentos álgidos de la represión cristiana. De pronto, me siento sofisticado y vanguardista, mucho más desinhibido y liberado de lo que me tenía.

Esto no tiene nada que ver con el abuso y el acoso, que están bien definidos y son reconocibles e intolerables. No sé cómo esta amalgama siniestra de desprecio al placer y de criminalización del puro deseo ha logrado colarse en medio de una protesta dignísima y necesaria contra las agresiones sexuales. Vuelvo a la pregunta de Stephen Marche: «¿Qué sucede si no hay una posible reconciliación entre los ideales relucientemente limpios de la igualdad de género y los mecanismos del deseo humano?». Pero, ¿qué reconciliación hace falta, si son cosas distintas? Existen por separado: puedo desear a cualquier persona (incluso desearla muchísimo, hasta la fiebre) sin violentar lo más mínimo su libertad, su dignidad y su igualdad ante todos. Del mismo modo que puedo sentir mucha hambre y comportarme con corrección en la mesa, sin lanzarme a dentelladas sobre la comida cruda. Porque el deseo ajeno no es un insulto ni el prólogo de una agresión, y no hay nada vergonzoso ni inmoral en expresarlo.

Me pregunto por qué el sexo sigue siendo el centro de tantas polémicas, pero dejo las tentativas de respuesta para otro artículo.

Autor
Sergio del Molino.
Juntaletras. Autor de La mirada de los peces y La España vacía.

3 de febrero 2018
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