Talentos

[Mario Cavara]

Suele decirse que el talento es algo innato, es decir, que se nace ya con él, viniendo de algún modo implícito en los genes… Bueno, supongo que, más o menos, será así. Ahora bien, el hecho de tener talento no significa necesariamente que éste termine manifestándose y haciéndose ostensible. Quiero decir que no siempre el talento y su puesta en práctica van en una misma dirección, ya sea porque su poseedor no haya encontrado las condiciones o el entorno propicios para desarrollarlo o ya porque desprecie esa facultad innata que le otorgó la naturaleza y prefiera dedicarse a cualquier otra cosa.

En resumidas cuentas, que el talento, por muy innato que sea, hay que desarrollarlo, siendo en esta fase del desarrollo donde se pierden muchos de ellos. Imaginaos, por ejemplo, la cantidad de grandes científicos o matemáticos que posiblemente haya encerrados en el cuerpo de esos niños famélicos africanos que vemos en los reportajes de televisión, ninguno de ellos probablemente alcance nunca siquiera a sospechar que tenían dentro ese don, viéndose compelidos como mucho a ser pastores de antílopes en sus tribus originarias. Es una pena, pero es así.

Tampoco hay que recurrir, no obstante, a ejemplos tan radicales. Talentos desperdiciados los hay por todos los sitios y en todos los estratos sociales. Muchos lo pierden simplemente porque no tienen la voluntad ni el espíritu necesarios para desplegar el esfuerzo que requiere su perfeccionamiento, porque son en definitiva unos poltrones que, por más que la genialidad esté dentro de ellos, terminan sumidos en la mediocridad imperante precisamente por cuestión de haraganería. Porque para ser un genio no basta con poseer la chispa de la que prende la genialidad, sino que generalmente hay que currar luego muchísimo.

También los hay que ni siquiera se dan cuenta del talento que tienen, no ya porque el entorno y los medios materiales lo hagan imposible, sino simplemente porque la propia vida les marcó otras rutas donde ese don puntual suyo no tenía modo de hacerse visible y, por tanto, carecieron de la oportunidad de potenciarlo.

Y, por supuesto, también hay quien cree que tiene talento y lo que le sucede en realidad es que está ciego, o mejor dicho, cegado; cegado quiero decir por la ilusión que le hace ver talento en lo que no serían más que las ganas de tenerlo. De estos hay muchos.

Por otro lado, talentos hay de muchas clases, y no todos ellos resultan de algún modo apetecibles o codiciados desde un punto de vista más material. No es lo mismo, por ejemplo, poseer talento para manejar el balón como lo hace Messi que tenerlo para hacer barquitos de papel, por más que esto último requiera también su arte, claro está.

En suma, que, como veis, el talento ofrece muchas y variadas perspectivas, y a los que, como servidor, nacimos sin talento específico alguno, nos sirve al menos como medio de reflexión y controversia, por más que sólo seamos capaces de establecer cuestiones intrascendentes a las que únicamente se puede ofrecer respuestas más intrascendentes todavía. En fin, es lo que tiene la falta de talento