Hasta ahora me doy cuenta de que este libro está en Cuentos y leyendas, pensé que estaría en Contemporánea al tratarse de una novela corta, aunque le sigan tres relatos.
¡Me alegra mucho que la hayas leído, Ash!
Me ha gustado mucho por la forma en que está escrito, por lo que cuenta, es como estar en otro mundo, Japón está tan lejano y a la vez me parece tan fascinante. A veces la protagonista me ponía un poco nerviosa, sobretodo porque
cuando el marido dice tantas idioteces ella parece que esté dormida, que no reacciona, que se da cuenta de que su marido es imbécil pero no sabe qué hacer...
Por si no había quedado claro, el marido es idiota de remate. |
Este libro y La dependienta son ambos escritos por mujeres japonesas y recibieron el Premio Akutagawa. Creo que prefiero el segundo por los hechos que narra, pero bueno, aquí nos ocupa
Mi marido es de otra especie y coincido en lo fascinante que resulta esa cultura tan avanzada, por un lado, y con tanto retraso, por otro, por el machismo que la caracteriza.
Esta narración se pierde en el simbolismo de los seres y los objetos. En primer lugar con la piedra que podría
sustituir a un miembro de la pareja. Esta absorbería los rasgos del otro mientras que la persona podría conservar la independencia. Me parece que a nivel psicológico y de sugestión quizá podría funcionar, pero bueno, no es el caso de la protagonista que, como bien dices, tiene que soportar las idioteces del marido y tragarse la idea de que tiene que asimilarse o amalgamarse a él para poder llevar un buen matrimonio. Y con "bueno" me refiero a lo aburrido, anodino y rutinario.
Es una zona de confort de la que es complicado salir para la propia Sanchan, que no encuentra opción al no tener un empleo o algo que la haga salir de casa y poder conservar la autonomía.
Hay un detalle significativo, en un momento dado parece que hay un intercambio de roles, como si él empezara a adquirir una piel femenina, la de la esposa, cuando menos a medias.
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Y aquí es donde viene ese final simbólico:
él, como vimos, se convierte en flor, con tallo erecto como reminiscencia del hombre, pero flor al fin. Ella la lleva a la montaña, un año después la visita y resulta que la flor de al lado (de otra especie) era tan parecida a la flor/marido que ya no puede distinguirlas. El esposo, ese ente dominante, lo sería donde fuera y bajo cualquier forma o circunstancia. Por suerte Sanchan pudo librarse de ese yugo.
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Y del gato,
pues me cayó muy mal que Sanchan nunca se decidiera a advertirles del peligro de la montaña o que no hubiera tomado el asunto en sus manos llevándolo a un lugar más seguro. Me parece que se le da demasiadas vueltas a lo del gato como para que haya quedado en nada o en algo nefasto. |
En suma, este libro tiene tela para debatir sobre la simbiosis en que a veces deviene el matrimonio. ¿Qué tanto nos parecemos a nuestras parejas o ellas a nosotras?