Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Narrativa española e hispanoamericana

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jilguero
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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por jilguero »

Lo he reiniciado y, de momento, esta vez sí parece que va a cuajar la :101:.
Refloto el hilo, pues, para tenerlo a mano.

Me ha resultado curioso este símil:
El hombre honrado es siempre torpe ante una virgen, y es igual que haya tenido trato con otras mujeres o no, que tenga experiencia amorosa o que carezca de ella.
[...]
...el libro de Teología es como la moza virgen y amada. De nada valen la experiencia y la destreza. Los dedos se cuelan torpemente entre las hojas, rasgan por las dobleces el papel, sin esperar a que la camarera traiga el cuchillo solicitado: porque, como la moza amada, el libro puede reconstruir o deshacer para siempre la vida de este hombre. Dirá: «¡Por fin!». O no dirá nada: arrojará el libro lejos de sí, y, con él, la esperanza.


Y esta otra afirmación merece una reflexión :roll::
...cuando un hombre se convierte en impostor, la impostura elegida es reveladora. Hay en la impostura mucho de la verdad íntima de su alma.
creo que le gustaría a Pulp, aunque supongo que no es probable que se pase por este hilo :D


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jilguero
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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por jilguero »

A punto de llegar al ecuador y mi interés va in crescendo :victoria:, sobre todo desde que ha entrado en acción la voz de don Juan. Siempre estaba presente pero en boca de los demás y por fin don Gonzalo nos ofrece su propia voz.

Pero antes de aparecer la voz de don Juan, ya hubo parrafadas interesantes retratando la personalidad racional de la que sospecho era prisionero don Gonzalo : Yo soy un intelectual, de la especie de los sofistas. Ante una situación real, me esfuerzo por entenderla y por reducirla a fórmulas lógicas, lo más claras posible; pero, si no la entiendo, construyo del mismo modo fórmulas lógicas y claras, sin preocuparme de que sean o no legítimas y verdaderas.

Más de lo mismo, esta vez evidenciando como esa racionalidad lleva a ser a la vez actor y espectador de la propia vida: Si el alma puede partirse, la mía se había partido, y la mitad receptiva se empapaba como una esponja seca, se sumía en la experiencia, en tanto que la otra permanecía alerta, examinaba, clasificaba y juzgaba sin contagiarse del temblor, y —¿por qué no?— del suave terror que la otra experimentaba. Esta duplicidad no era nueva; por lo general siempre que algo me ha entusiasmado, he logrado que una parte de mi ser se mantenga aparte del entusiasmo. Gracias a este hábito, que acaso sea también un privilegio, siempre he podido recobrar la calma o regresar a la frialdad en cuanto me pareció oportuno.

Y esta otra donde se evidencia la necesidad que tiene la persona racional de este desdoble para no demoronarse: Uno no es nada. El solitario no es nada. Uno no es más que lo que acerca de uno creen los demás. [...]Dios sabe que es Dios porque, además de Uno, es Trino. Pero, cuando se es uno, como Satán o como cualquier hijo de vecino, el que quiere creer que es lo que desea ser, tiene que desdoblarse y creer en sí mismo como si fuera otro. Pero, precisamente, en este acto de fe interior halla su destrucción, porque se escinde en sujeto y objeto recíprocos de su fe, en ser-que-necesita-ser-creído-para-ser, y en ser-que-está-ahí-para-creer-en-sí-mismo, en la otra parte de sí mismo.

Y hablando de Charles Baudelaire: Sentí de veras la imbecilidad de aquella mente clara, sentí la muerte de aquel hombre excepcional, y la envidié. El día que lo enterraron, alguien decía a mi lado que la imbecilidad y la muerte eran castigo de Dios por su soberbia. Sé que no fue castigo, sino piedad divina: a los hombres como Charles, Dios les obnubila la inteligencia cuando están a punto de comprender la vida en su esencia más secreta, y no como castigo de Ja osadía, sino para evitar el espanto de dar la cara a la Verdad. A Federico Nietzsche, pocos años más tarde, le sucedió otro tanto.

Y ya en la voz de don Juan, este pasaje donde, con prosa llana pero no exenta de poesía, don Gonzalo nos describe esos instantes en los que a solas el ser humano se siente uno con el resto de la creación: Colgaban del balcón macetas con claveles. Arranqué uno y lo olí. Me pareció que su olor formaba parte de aquel aroma que me había penetrado, una hora antes, junto al río. Pero en el río me envolvía el silencio, y aquí en el balcón, me llegaban voces apagadas, de hombres y mujeres que charlaban en el jardín. Más allá sonaba una guitarra. Alguien cantó una copla. Estaba el aire espeso de esencias, la noche tibia, y de la tierra regada subía un vaho fuerte. El vino desparramaba sus fuerzas por mis venas y calentaba mi cabeza. Todo era hermoso y excitante, todo se transformaba, porque yo, nuevamente, empezaba a sentir que la vida se me iba hacia las cosas y se quería meter en ellas y fundirse. En un árbol vecino cantó un ave, y el cantar me rozó la piel hasta el dolor. De la garganta me subió un sollozo…El tiempo dejó de fluir, como si todo se hubiera cuajado en un cristal inmóvil en que la luna, el ave y yo estuviésemos inmersos.

Y muy interesante, y diría que también certera, la perspectiva de la no fusión con el otro cuando nuestros cuerpos lo hacen (al menos en apariencia):No creo que haya en el mundo nada en que un hombre pueda poner más esperanza, ni que le cause decepción mayor. Porque nunca no me he sentido más yo mismo, más encerrado en los límites de mi cuerpo, que en aquellos momentos culminantes. Tenía entre mis brazos a una mujer gimiendo de felicidad, pero de la suya, como yo de la mía. El latigazo del placer nos había encerrado en nosotros mismos. Sin aquella inmensa comunicación apetecida y no alcanzada, mis brazos terminaban en su cuerpo impenetrable. Estábamos cerrados y distantes.[...]

Y como son las palabras lo que más nos acercan a esa fusión que a veces anhelan nuestras partes conscientes, si bien es el anhelo de lo imposible: poco a poco, regresó de su paraíso particular, se arrimó a mí y empezó a hablarme con entusiasmo. Antes no había dicho más que vulgaridades. Consiguió ahora devolverme el ánimo, meterme otra vez en el vértigo, hacerme esperar de nuevo lo que antes había esperado; entró en mi corazón el deseo de eternidad, y se llenó mi espíritu del ansia de trasponer mis límites y perderme en Mariana. Quería sentir su goce y hacerlo uno con el mío; quería que su sangre y la mía fuesen la misma sangre. Y nada de esto era capricho, sino que estaba en la raíz de mis anhelos, surgía de ellos como una cosa espontánea.

Comprendo que don Gonzalo estuviera orgulloso de este libro. De momento no es tan divertido como otros pero la filigrana intelectual que pretende hacer el autor es de mayor calado :wink:.

Y ya me callo. Se nota que me está gustando, ¿verdad? :cunao:


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Gretogarbo
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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por Gretogarbo »

Como siempre, jilguero haciendo una lectura profunda, como corresponde a este libro porque...
jilguero escribió:Comprendo que don Gonzalo estuviera orgulloso de este libro. De momento no es tan divertido como otros pero la filigrana intelectual que pretende hacer el autor es de mayor calado...
... don Gonzalo siempre dijo que éste era su libro más intelectual.
jilguero escribió:Se nota que me está gustando, ¿verdad?
Se nota, y celebro que las recomendaciones de uno no caigan en saco roto.
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jilguero
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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió:Como siempre, jilguero haciendo una lectura profunda, como corresponde a este libro porque...
jilguero escribió:Comprendo que don Gonzalo estuviera orgulloso de este libro. De momento no es tan divertido como otros pero la filigrana intelectual que pretende hacer el autor es de mayor calado...
... don Gonzalo siempre dijo que éste era su libro más intelectual.
jilguero escribió:Se nota que me está gustando, ¿verdad?
Se nota, y celebro que las recomendaciones de uno no caigan en saco roto.
Totalmente de acuerdo con que el trasfondo de esta novela es más intelectual. En otras deja volar su imaginación, lo hace de maravilla y nos divierte con sus ocurrencias. En esta, no solo está más constreñido porque son personajes que ya existen y él está recreando, sino que además el trasfondo me parece que contiene más pensamiento filosófico y más psicología. Por fortuna, no hay que elegir y nos podemos quedar con las dos caras de la moneda.

Decía Umbral en Mortal y rosa: Cervantes y Proust no van a fallecer nunca. Sus personajes tampoco. Ellos son sus personajes. Y en esta novela, hablando del supuesto encuentro de su prota (don Juan) con Baudelaire, el mismo don Gonzalo nos dice: el Don Juan imaginado de Baudelaire era el propio Baudelaire; que la muerte que me atribuía era la suya propia, y que la seguridad —o al menos el temor— de su condenación le inclinaban a suponerme condenado.

Es decir, ahora, mientras leo sus textos, lo leo a él y tengo que decir que cada vez me cae mejor don Gonzalo. Así, pues, no puedo menos que considerarte, Greto, un privilegiado por haberlo conocido además por fuera :mrgreen:.


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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por jilguero »


En este párrafo, Don Juan y Leporello me han recordado un tanto a Don Quijote y Sancho Panza, el uno con la cabeza llena de pájaros, el otro con los pies más en la tierra:
—Perdóneme el señor esta familiaridad. ¿No cree que entre la santidad y esa vida de pecado que proyecta, hay un cómodo término medio? Ser bueno hoy, y mañana no serlo, y así, hasta el fin. Y según del lado que se muera, se salva uno o se pierde. Es igual, pero menos fatigoso. Es lo humano.
—Sí. Lo humano es lo innoble. Negar a Dios para pecar tranquilamente, o disfrazar el pecado de virtud. Dios debe sentir asco de los pecadores. Pero yo me atreveré a pecar cara a cara, a sostener el pecado, a saber lo que me juego. Sé que al final seré vencido, y acepto la derrota; pero, hasta entonces, pecaré con orgullo de soldado victorioso. Yo reivindicaré a los pecadores ante Dios, seré el primero digno de Él. Al final, tendrá que sonreírme.


No sé a Dios, pero a mí sí que me ha sacado una sonrisa con los pecados convertidos en sus peculiares molinos de viento :D.

Y creo que a don Gonzalo le preocupaba mucho el asunto del libre albedrío:
«Como las aguas del río hacia la mar», es decir, sin libertad. Necesariamente, inevitablemente. Elvira, entre mis brazos, respiraba con angustia y no sabía si esconderse en mi pecho u ofrecerme los labios. Pero yo ya no pensaba en su boca, ni en el cuerpo palpitante, ni en el corazón que latía junto al mío, sino en la soga amarrada a mi cintura, en la fuerza que arrastra al mar el caudal de los ríos, y en la que, ciegamente, me había arrebatado. No era mi voluntad la que movía mis pasos, la que apretaba mis brazos alrededor de los hombros de Elvira, sino la vida y la sangre, las mismas que arrancaban a las flores su perfume sin contar con su voluntad. Me sentí prisionero, abrazado por unos brazos inmensamente más fuertes que los míos; sentí que tampoco la voluntad de Elvira me había recibido, o, al menos, su voluntad soberana, sino la voluntad sumisa al imperativo oscuro de su sangre.

La verdad es que no estoy puesta en el personaje de Don Juan, pero este de don Gonzalo me está pareciendo interesante y muy alejado de la frivolidad que siempre le he presupuesto.

Después de una etapa en Sevilla de espadachines y honores ofendidos a lo Pérez Reverte :malandrin:, que no ha sido de mis favoritas, ponen rumbo a Cádiz :ola:.


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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió:Y creo que a don Gonzalo le preocupaba mucho el asunto del libre albedrío...
Don Gonzalo fue siempre un pájaro libre, dueño de sus decisiones, incluso como escritor, no atado a modas, por lo cual su éxito fue relativamente tardío y le llegó después de haber escrito un buen puñado de obras. Sólo las necesidades nutricias de su numerosa prole le obligaron a tomar senderos que de otra manera dudo mucho que tomase.
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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió:
jilguero escribió:Y creo que a don Gonzalo le preocupaba mucho el asunto del libre albedrío...
Don Gonzalo fue siempre un pájaro libre, dueño de sus decisiones, incluso como escritor, no atado a modas, por lo cual su éxito fue relativamente tardío y le llegó después de haber escrito un buen puñado de obras. Sólo las necesidades nutricias de su numerosa prole le obligaron a tomar senderos que de otra manera dudo mucho que tomase.
Solo para Greto
¿Para cuando, Greto, esa biografía de don Gonzalo bordeando la realidad o sin bordearla :mrgreen:?

Esta mañana me ha vuelto a sacar una sonrisa con sus ocurrencias, que son en apariencia insignificantes pero buenísimas. Mira que retranca se gastaba (ya sé que tú lo sabes, pero es por el resto de foreros :wink:):
"Dom Pietro predicaba una religión alegre, esperanzada, y usted no sabe, amigo mío, la que se arma en el infierno cada vez que sale un santo así. Porque una religión tristona, macabra, a la vuelta de dos generaciones nos garantiza, por reacción, buena cosecha; pero una religión alegre, de propagarse, nos dejaría sin clientes. Cada vez que un San Francisco viene a la tierra, el infierno previene su mejor gente para estorbarle."

Y esta descripción de la razón de la decadencia de don Juan buenísima y de nuevo esa retranca como quien no quiere la cosa (subrayo un par de frases retranqueras) :D:
"...Todo lo individual está montado sobre lo general, o, como usted dice, sobre lo típico. Todos los besos son iguales; lo que los singulariza es la persona que los da. ¡Y qué maña la de mi amo para suscitar esas singularidades! ¡Qué maña, hasta cierto momento!
—¿También en este aspecto de la historia hay un «cierto momento»?
Se le ensombreció el rostro a Leporello.
—Sí, amigo mío; y la culpa la tuvieron las medallas romanas. Mi amo se aficionó a la numismática, se apasionó de ella, y empezó a descuidar a las mujeres. Recurría a ellas lo indispensable para mantenerse en pecado. Y, entonces, inventó una técnica válida para todas. No dejaba de tener grada —añadió con melancolía—; les contaba su historia, les cantaba canciones y les enseñaba un retrato suyo disfrazado de monje.
—¿Y eso bastaba?
—Al menos le bastó a mi amo. Aunque, la verdad, las mujeres de esa etapa que pudiéramos llamar tecnificada, desmereciesen mucho en comparación con las anteriores. Monjas neuróticas, vírgenes cachondas, viudas abrasadas en el fuego del recuerdo, y alguna que otra casada insatisfecha. Mera sexualidad, amigo mío: lo que mi amo había siempre repudiado.
".

:meparto: la numismática lo dejó sin fuelle


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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por Gretogarbo »

Yo no sirvo para pamplinas, jilguero, ni siquiera bordeando la realidad.

Totalmente de acuerdo con que lo individual singulariza lo general. Y lo hace en cualquier aspecto de la vida.

Por cierto, como consecuencia de tu primera acotación en el mensaje anterior, la de las religiones tristes y alegres, y un fragmento musical que colgaste esta mañana, te voy a hacer una pregunta en el bujiuncho para no hacer digresiones aquí.
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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por jilguero »

Gretogarbo escribió:Yo no sirvo para pamplinas, jilguero, ni siquiera bordeando la realidad.
Para Greto
Cierto, pese a tu talante indolente, creo que eres demasiado formal para andar gastando el tiempo en escribir pamplinas. Eso sí, la prosa te acompaña y la capacidad observadora también. Que no esté entre tus prioridades, pues tampoco me extraña pues ya vives de fooma literaria. Ya te desarrollaré la idea un poco más en el bujío, es que leyendo a Umbral caí en la cuenta de esto :wink:

Y dejando a un lado las disgregaciones, acabé la novela y ya casi no me acuerdo de lo que quería comentar. Pero antes de abandonar este hilo, quiero dejar aquí constancia de algo en lo que caí en la cuenta gracias a don Gonzalo: la importancia de poderle poner nombre a algo que experimentamos. O dicho de otro modo, la servidumbre de laa palabras que es lo mismo que la servidumbre de la cultura.

Esto lo refleja muy bien el autor en una escena en la que don Juan visita a las monjitas de un convento, donde además hay una seglar, conocedora del mundo, pero que ha decidido consagrar su vida a llevar por buen camino a las ovejas descarriadas. En ambos caso, la presencia de don Juan revoluciona el lado instintivo, el más animal, pero el saber o no saber les hace vivirlo de forma diferente.

Las unas: Dormían las monjas, dormían de pura fatiga de dar vueltas incesantes alrededor de la nada. Porque aquellas criaturas no entendían el pecado, no les cabía en la cabeza la blasfemia viviente de Don Juan, y, sin embargo, se les había metido dentro, se les colaba por los resquicios más delgados, ponía en movimiento sus conciencias hasta entonces apacibles, como si les hubiesen aguijado los monstruos más recónditos del subconsciente y empezaran a despertárseles. Ninguna de ellas sonaba pecaminosamente con Don Juan, pero todas sentían deseos sin nombre, deseos que les hacían temblar la superficie del alma, que les ponían la carne de gallina, y les obligaban a lanzar suspiros aparatosos, aun estando dormidas.

La otra:A Doña Ximena se le había encendido una llama en las entrañas, y su fuego le recorría las venas, le cegaba el cerebro, le quemaba el corazón. Doña Ximena sabía lo que era desear a un hombre, tenía un nombre para el deseo, y deseaba a Don Juan con la furia saludable de sus treinta años solitarios. Peleaba contra el recuerdo, pretendía expulsar de su conciencia la imagen de mi amo; pero, al mismo tiempo, deseaba salvarlo [...] su deseo se enmascaraba de obligación. Hacia la madrugada, tras una lucha frenética, doña Ximena se sosegó al aceptar como deber su esfuerzo reservado a la salvación de Don Juan.

Para terminar, decir que me ha gustado mucho la novela y que me parece que va a más, si bien el remate me ha sonado a un :"bueno, ya corto". El mejor don Gonzalo me parece el que está metido hasta las trancas en la historia y deja volar su pluma, y no tanto cuando le toca poner el punto final. Pero solo he leído tres novelas suyas e igual más adelante me hace cambiar de opinión :mrgreen:.


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Re: Don Juan - Gonzalo Torrente Ballester

Mensaje por Gretogarbo »

jilguero escribió:El mejor don Gonzalo me parece el que está metido hasta las trancas en la historia y deja volar su pluma, y no tanto cuando le toca poner el punto final.
Nunca había pensado en eso, pero puede que sea así. No obstante, no deja de ser como la vida misma. Los finales suelen ser jodidamente jodidos. El hacerlos breves y concisos quizás sólo sea potestad de virtuosos.
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